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Una Semana. por Wermai

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Notas del capitulo:

Hola! ¿Cómo están? Espero que bien.

Como siempre quiero agradecer sus hermosos reviews, y también las lecturas. Quiero destacar que antes hacia esto por mi, porque me gustaba pero ahora también quiero esforzarme porque a ustedes también les guste.

Supongo que solo me queda agregar lo emocionada que me siento esta semana y espero que les gusteee!

 

Gélido:

Levi estuvo tentado a reír. Pensó que después del pánico llegaría la histeria; pero igualmente se controló.

No despego sus ojos del muchacho que le veía con sorda determinación. La cara de Eren estaba completamente roja, unas gotas de sudor perlaban su frete. Sus manos temblaban.

No entendía exactamente qué fin tenía toda aquella bizarra situación, tampoco era como si le importase de a mucho. Se limitó, únicamente, a fruncir un poco el ceño. Toda su atención volvió a los alimentos en su plato. Sentándose, nuevamente, en su sitio.

Los vestigios de una acelerada respiración volvían a su mente, una especie de asma fantasmal, irreal. Actuó conforme a un sistema de autoprotección levantando aquellos impecables cubiertos llenos de alimentos hasta su boca.

Había decidió ignorar completamente todo lo referente a los pasados cinco minutos.

Para Eren no había pasado totalmente desapercibida las diversas reacciones del capitán Levi. Es decir, no llevaba unas cuantas semanas siendo su acosador personal para no notar siquiera la leve perturbación en la estricta mirada del hombre mayor. Supuso que tampoco era muy normal su aparente calma repentina; era consciente de lo impredecible que llegaba a ser Levi, pero aun así, fue un poco exagerado. El silencio tensaba al muchacho de ojos verdes.

Se debatió internamente sobre sus siguientes pasos ¿debía insistir? Romper el silencio después de haber dicho la cosa más vergonzosa de sus graciables 15 años, no era algo que le llamase por completo la atención. Era extraño y hasta algo incómodo, su mente se estaba turbando, ¿se supone que hasta allí llegaba su determinación? No era precisamente la escena que había imaginado, no estaba Levi abrazándole con fuerza y correspondiendo a sus sentimientos, tampoco le había golpeado hasta dejarle una semana casi inválido (con todo y regeneración). Prácticamente sus planes de boda se había ido a la mierda con un simple silencio.

Crudo y desgarrador, silencio.

El hombre se alimentaba en completa indiferencia.  De reojo le miraba con completa monotonía.

La ansiedad ya se había apoderado de su joven cerebro, sus manos anteriormente temblando de nervios se vieron apretadas en un fuerte puño. Sus ojos se volvieron a clavar en el capitán. Mucho esforzó su lengua para hacerla gesticular así fuesen meras silaban sin coherencia; un esfuerzo aun mayor tuvo que hacer para controlar la rápidas pulsaciones de su inexperto corazón. Debía ser, por completo, la experiencia más cercana a una taquicardia que había tenido en su, ya dicho, joven vida.

Para el hombre más fuerte de la humanidad, no había pasado desapercibido el repentino cambio corporal de Eren; sin tener las suficientes ganas de dejar de comer hablo, interrumpiendo la primera consonante que salió de los  labios de Eren.

-…Erwin pidió que se extendiera la reunión.

Eren le miro consternado.

-Capitán. –Le llamó.

-El próximo martes será la expedición número 57, mocoso.

El muchacho hizo, nuevamente, el amago por hablar.

-Señor…

-Deberías dormir, mañana tendrás que entrenar nuevamente; intenta esforzarte al máximo, Eren.

El hombre mayor continuó comiendo en completa tranquilidad, desviando la mirada cada cierto periodo de tiempo para revisar si su té ya estaba listo.

Fue solo en esos precisos instantes donde Eren entendió por completo la situación. Levi lo había ignorado completamente, lo había suprimido de su propia corteza prefrontal.  Algo parecido al sentimiento del fiasco pareció atormentar sus emociones. 

-C-capitán, ¿Qué está diciendo? –Dijo con un marcado tono de incredulidad.

-Si te esfuerzas puedes hacerlo bien, mocoso. 

-¡Capitán Levi! –Gritó.

Clavo sus ojos en el capitán, aun cuando el eco de su propio grito seguía retumbando por las esquinas de la amplia habitación. Levi no presentaba la mínima intención de apartar sus ojos y enfrentarlos contra los de Eren. De nuevo, ese nostálgico sentimiento de calidez le inundó el pecho. El sentimiento de la sangre en un alocado transcurrir; y era solamente una pequeña anomalía, absolutamente nada comparado con el ritmo cardiaco del mocoso frente a él. Pero era una anomalía que no recordaba desde el día en que vio a sus dos personas preciadas morir gracias a su falta de presencia. En parte, siempre se culpó por la muerte de ambos; Aunque Isabel y Farlan hubiesen decidido acompañarlo él había fallado en protegerlos.

Nuevamente se encontró a si mismo vagando por sentimientos que se había esforzado por suprimir desde hace ya muchos años. Sentía una insana cólera y un gruñido brutal escapo de su garganta, comenzaba a sentir cosas, millones de sentimientos que se esforzó por sepultar por adoptar y superar. En parte, muchas de las malas cosas que ha vivido a través de los años, el mismo había aprendido a superarlas, a hacer una especie de auto aceptación con su pasado y errores para poder continuar.

Pero, lastimosamente, no dejaba de darle cierta punzada de algo que hace mucho tiempo no sentía: miedo. Era lo mismo que las sinceras palabras de Eren le transmitían, un insano miedo.

¿De qué, exactamente? Aquello era lo que más le cabreaba porque, en realidad, no lo sabía.

La incertidumbre lo agobio, antes de ponerse de pie y marcharse del lugar, ignorando el rugido de su estómago y la necesidad empedernida de su cerebro por un poco del preciado líquido hirviente.

Eren no pudo evitar sentir algo de ansiedad y tristeza al ver como Levi simplemente hacia amagos por abandonar el lugar. Se veía tranquilo, el capitán, con esa misma frialdad que siempre rondaba su semblante, con la inexpresividad que encerraba toda su esencia pura, su sentido y sensibilidad.

Sus movimientos siempre elegantes no le permitieron entrever a Eren lo tenso que estaban los músculos de sus hombros y espalada; el cadete pensó, tal vez, que solo era una forma de evadirlo –de lo cual no estaba tan equivocado- y no tomar enserio su confesión. Ignoraba, por ende, La complejidad de la cabeza humana, la complejidad de la mente bien entrenada de Levi, la complejidad de un ser que estuvo varias veces al borde de la locura.

Igualmente, no iba a darse por vencido. Merecía una respuesta, y estaba dispuesto a escucharla como haría cualquier persona en su lugar, merecía que al menos le tomara en cuenta y no simplemente le mostrara una espalda aparentemente relajada y desinteresada.

Casi corriendo fue tras él, tomándole con fuerza del brazo; con algo de ira perlado el iris verdoso, tornándolo casi dorado.

-¡Espere! –Le grito de nuevo- ¿Qué la pasa? ¿Acaso no escucho lo que le dije? –Eren estaba visiblemente alterado. -¡¿Es que es un cobar-

Antes de poder terminar su oración sintió como con rapidez Levi había volteado un par de grados su pie dándole la firmeza suficiente para girar su tórax e incrustarle un certero puñetazo en el estómago.

En poco el aire escapo de los pulmones de Eren y, tal como si fuese un deja vu, revivió un viejo recuerdo.

En poco una patada chocó con fuerza contra su costado derecho, luego,  -y haciendo uso de una agilidad casi gatuna- Levi implantó un férreo puñetazo contra su mejilla. Y, nuevamente, otra patada, con mucha más fuerza, colisionó contra su pecho, haciéndole levantarse del suelo por breves segundos y chocar contra la pared a pocos metros.

No habían necesitado más que solo un par de golpes en puntos específicos para dejar al joven cadete mareado, aun sentía que le faltaba aire a los pulmones. Sus pies, incapaces de mantenerlo de pie, cedieron de a poco hasta hacerlo sentar en el frío suelo.  

A través de la espesura de sus ojos casi a punto de cerrarse, vio como el mayor caminaba de un lado para el otro, cerca de la estufa con un té que tardaba demasiado en hervir.

Sus pasos eran rápidos y firmes aunque solo diese vueltas por el recinto. Lo vio golpear hasta casi destrozar una silla de un solo puñetazo, moviendo sus manos de forma nerviosa y soltando profundos gruñidos. Su mirada mucho más afilada de lo normal.

Y entonces, Eren pudo recordarlo.

Fue en sus días de infancia, cuando su mayor preocupación radicaba en que su madre no hiciera verduras para la cena. Mikasa y Armin estaban junto a él, formando el lacónico trio forjado en amistad. Su madre, hermosa como en sus pesadillas, le sonreía con un amor infinito mientras le daba algún postre dulzón para que compartiera con sus amigos. Su padre siempre sentado en la mesa, con una café hecho por Carla bajar por su tráquea; Sus manos mantenían con firmeza el periódico de la mañana y, aunque Eren no pudiera ver su rostro gracias al gran papel, sabía que el hombre sonreía. 

En esos días llenos de empalagosa paz, lo vio. Vio una extraña revelación, una especie de estoico milagro, que ahora se repetía.

Para esos días la relación de Hannes-san con ellos tres estaba en pleno auge. Ahora el trio de infantes, aparentemente liderados por el mocoso castaño, había invadido -de una forma casi similar a una gran eclosión- su vida. Hannes era un hombre de deber, ciertamente no era el más valiente ni el más fuerte o tuviera logros que lo hicieran destacar de forma excedente hasta rozar lo absurdo, pero era un hombre orgulloso de lo que hacía, le apasionaba su labor y veía en ella sus sueños y aspiraciones.

No era de ocultar del todo que para Hannes ser respetado y admirado causaba algo crecer en su pecho, similar a un pavo real en pleno cortejo de apareamiento. Y era sobre todo, porque el mismo creía que su labor era algo admirable, sacrificar su vida por el bien de los civiles era solo para personas con verdadera vocación. Bien, aceptaba que su posición comparada a los valientes hombres del escuadrón de reconocimiento quedaba muy por debajo, pero a pesar de todo, se sentía satisfecho con lo hacía.

Hannes no era un hombre de ideales capaces de cambiar al mundo, ni una mente prodigio o poseedor de una fuerza sobrehumana. Era un hombre simple, con un corazón amble por naturaleza e inclinado a la justicia. No era otro D. pero si alguien que podría echarle la mano a alguno.

Su situación generalmente no requería de un exceso de habilidad; Las misiones complicadas solían ser cedidas a una tropa elite, pero ese día Pixis había tenido el honor de informarle acerca de un gran descubrimiento.

Las tropas estacionarias tenían un alto grado de importancia dentro de la estructura organizacional de la militarizada dentro de las murallas. Por lo cual, para Hannes había sido una grata sorpresa el enterarse de una misión que requería cierto grado de importancia era asignada a alguien como él y otros de sus compañeros. De nuevo su pecho se llenó de orgullo. 

Al informarle, Pixis le comento que cerca de la muralla María habían detectado una maravillosa anomalía. Uno de los soldados encargados del mantenimiento de cañones en la muralla lo había visto, un animal.

Normalmente siempre se veían unos cuantos venados, osos, renos… entre muchos otros vagar por fuera de las murallas, se era sabido que los titanes solo atacaban a la raza humana.

Ese día en especial, fue captado un tigre rasguñando la puerta principal de María, pero lo más extraño era aquella decoloración que presentaba el animal. Era un tigre blanco.

El hombre calvo fue el primero en dar la orden: capturarían al animal para someterlo a pruebas que más adelante haría la capitana Hanji. Solo a unos minutos de haber tomado en posesión aquel extraño espécimen, fue que aquel hombre se pudo regocijar con el esplendor que significaba la criatura. Era un milagro genético. Una maravilla.

Aun así, cuidar de un animal enjaulado no era un trabajo que alguien como Pixis debiese de cumplir. Por lo cual la responsabilidad había sido cedida para uno de sus soldados de más bajo rango pero que aun así fuesen lo suficientemente responsables para que el animal se mantuviese con vida y buenas condiciones.

Hannes había tenido la mala suerte de que ese día el trio de niños lo hubiese estado acosando, en especial Eren; el niño preguntó por días sobre el animal y rogó para que Hannes lo llevara con él. Después de que le relegaran la responsabilidad de tener al extraño espécimen vigilado y después de una breve visita donde comprobó el milagro de ver a la criatura; decidió ceder ante los ruegos del joven castaño. Si, esos niños se habían anclado al corazón solterón de Hannes y quiso compartir una leve alegría con el trio de infantes desquiciantes.

Ese miércoles en específico, Hannes llego a casa de los Jaeger con algo de fruta fresca como presente para los señores de la casa y una gran noticia para el par de hermanos. Al momento de escuchar la noticia Eren había sonreído con emoción y corrido por Armin para ir a observar aquel “milagro”.

El niño no se creía que por fin sus ruegos habían sido escuchados por las diosas y por Hannes. Vería aquel ente que por una extraña razón se había colado en el casi 40% de sus pensamientos.

Pero por más que se hubiese preparado mentalmente para cualquier tipo de cosa, nada lo preparó para lo que vio.

Comenzó como una mancha blanca moviéndose por detrás de los barrotes de la jaula. Pero al ver de forma más profunda, noto como esos barrotes se separaban por breves instantes en una forma geométricamente irregular y nuevamente se perdían. La mancha blanca poseía barrotes en su propio cuerpo, barrotes rotos y desiguales.

No tardó mucho en notar como aquella mancha también tenía forma irregular; patas, una cola, cuello y cabeza. Fue consciente de que las rejas llegaban a cubrir hasta las patas de animal; Y se movía, de una forma hipnótica, glácil, prepotente. Vio la magnificencia de unos omoplatos moverse de forma lenta y amenazadora al ritmo que las patas del animal se recargaban en el frio mental que la jaula. Como en un sueño, como un péndulo en constante uso, como una suave oscilación perteneciente a una pelota colgando de una cuerda, de izquierda hasta bajar, al sur, para subir y llegar a la derecha, y repetir el proceso en sentido contrario. De igual forma el paso firme de la criatura se posaba en el suelo, sus músculos contrayéndose, y mostrando su omoplato; creando bailes con sus propias rejas que chocaban visualmente con las rejas de la jaula. Y se mareaban, porque ambos conjuntos de barrotes chocaban, unas en movimiento y otras estáticas. Mientras la otra pata se mantenía en el aire… y luego esta se posaba en el suelo y repetía la danza de rayas.

Lánguido… arriba y bajaba lentamente, hasta posicionarse en el suelo; con constante frecuencia, con un leve periodo.

Y gruñía.

A la par de suaves movimientos. Imponiendo silencio a su alrededor. Eren no era capaz de captar sonido diferente a los amenazante gruñidos de esa bestia. Porque lo era, imponía respeto, se alzaba con fuerza y prepotencia con un leve gruñido por encima de los mormullos de sus captores.

Y presencio el milagro.

Como en medio del pelaje exageradamente blanco y aquellas barras naturales de contingencia, se ocultaban dos gemas azul hielo. Gélidos ojos. Inexpresivos, amenazantes, llenos de una inmensa desesperación por huir, por volver a sus raíces y ser libre por los prados.

El corazón de Eren dolió.                

Dos espejos… o un par de lagunas rodeados de césped blanco con un enorme huracán en medio; un agujero negro que chupaba todo, que mostraba sufrimiento y desesperación, muerte. Con un destello de tesoros perdidos en medio de lo profundo de la inmensa laguna, tesoros solo posibles de ver a través de la inmensidad del huracán. Los reflejos de oro alumbrando sus ojos, un color que era continuamente tragado por la obsesiva profundidad de aquel agujero negro. Absorbía todo aquello que era capaz de producir. La imagen de la teoría del caos, el ejemplo de autodestrucción y auto regeneración.

Y vio allí, solo allí: orgullo, poder, fuerza, pasado, revolución, colisión, desgarre, expansión, implosión, auto consumación, deseos, presa, esclavo, dolor y par de alas cortadas.

Eren en ese momento amo a aquel gran gatico rugiendo de desesperación.

Entendió que el amor es un huracán.

Y esa criatura le pidió ayuda con un voraz rugido que hizo a Armin gritar. Y Mikasa se puso frente a él en defensa pero ella también temblaba.

Bajo la fiera mirada gélida del tigre, Eren se sintió amado y necesitado.

Y había acabado. Tal fácil como comenzó.

Él niño entro en un trance similar a los efectos del éxtasis. Actuó, con su respiración agitada y sus neuronas en masacre masiva. Con un pitido agudo en sus oídos y los gruñidos de la bestia repitiéndose como una grabación en su cerebro.

Eren no recordaba que había sucedido en sus momentos de estupor. Tenía una laguna que jamás logro recobrar. Fueron los gritos de Mikasa y Armin quien le devolvió la conciencia mientras los fuertes brazos de Hannes lo alejaban del lugar.

Tenía una mordida en su brazo. El tigre le había atacado y lastimado. Pero no le dolía, no sentía nada más que un leve cosquilleo en su brazo y como abundante sangre escapaba de su herida abierta.

Luego, estallo el pánico.

Gritos de parte de los guardias alertaron a los superiores. Aquella belleza natural era peligrosa, y esas personas ansiosas alrededor de ellos lo notaron. Había que tomar medidas drásticas.

El niño siendo acunado por Hannes vio con igual admiración los ojos gélidos del animal, los vio hasta el último momento, hasta el instante que el tigre fue sacrificado frente a él.

Solo cuando los ojos del tigre se cerraron, los ojos de Eren se llenaron de lágrimas y su garganta se sofocó producto de sus gritos desesperados. Su herida seguía sin doler.

Su padre lo atendió. Hannes se disculpó por días. Mikasa y Armin actuaron como sus enfermeros personales… Y aun sin tener el poder de la regeneración, en su piel nunca quedo cicatriz.

Lloró por horas que pasaron a ser días. Por días que pasaron a ser semanas. Por semanas que pasaron a ser un par de meses; hasta que un día rememoro los ojos del animal mirarle en su último aliento. Sus gélidos ojos demostraban calor y agradecimiento. Solo muriendo pudo ser libre.

Pero su recuerdo se fue difuminando con increíble velocidad de su mente, hasta que ya jamás lo pudo volver a ver.

Hasta ahora, frente a él, el tigre volvió. Y lo agredió como aquella vez, pero sus ojos no demostraron la paz, se veían con más turbación.

Los ojos de Levi… Los ojos de su preciado capitán eran iguales a los de aquel magnifico animal. Vio una gran cantidad de masa incorpórea ser comprimida hasta causar una gran implosión y desatar la misma masa con el único fin de repetir el proceso. Destruyéndose un poco más con cada explosión, turbándose un poco más con cada segundo, siendo cada vez más acunado por la locura.

Y por fin Eren pudo entender algo más de Levi. Era la primera vez que los ojos del capitán no le parecían totalmente inexpresivos. Vio exactamente lo mismo que en aquel gato, solo que ahora, también, pudo ver dos nuevos sentimientos que predominaban en él.

Soledad y desesperación.

Levi no detuvo ni por un momento su extraña coreografía. Sus manos sudaban, tenía unas casi incontrolables ganas de voltear y golpear de nuevo a Eren. Tan indefenso, mirándole con intensidad, sin pizca de rencor u odio. Expectante.

Sus manos comenzaron a temblar con exageración. Hacía uso de toda su cordura no devolverse y golpear a Eren hasta que se arrepintiera por todas las cosas que había dicho. No, no podía soportar tan ofensa, tal desesperación. Eren debía ser castigado. Por eso actuaba como preso, porque así se sentía.

-S-sus ojos… -Le susurro Eren –No son grises… son azul hielo.

Al acabar la frase Eren pudo captar como un gruñido salía de la garganta de su capitán, colérico.

El hombre volvió a caminar en círculos solo que ahora los hacía con más rapidez y fuerza en sus pisadas. Sus manos viajaban constantemente a sus cabellos negros para revolverlos y jalarlos con leve fuerza. De vez en vez sus dedos se clavaban en su cuero cabelludo, rasguñando la piel de su cabeza. Sentía, de nuevo, un miedo disfrazado de rabia hacia Eren; Levi sabía que si aquello fuese algún tipo de broma lo hubiese detectado desde el principio, pero era la sinceridad en los ojos del castaño era lo que lo hacía sentirse atrapado en un mar de emociones que despertaban en él un viejo yo, uno que se empeñó por encerrar desde hace ya bastante tiempo. 

Sin medir exactamente que hacia se acercó a pasos rápidos y agarro sin cuidado el cuello de la camisa del muchacho, levantándolo hasta compartir la misma altura.

Eren, antes algo enfadado, ahora le miraba con una renovada curiosidad, hundiéndose de nuevo en aquellos posos llenos de destrucción y belleza; un lugar inhóspito como aquellas tierras de hielo presentes en el libro de Armin; no estaba exactamente seguro de que clase de juego bélico y macabro estaba deseando, que clase de terreno inestable y rocoso quería recorrer, solo sabía que quería hundir las palmas de sus manos en la suavidad de la nieve, enterrar sus dedos entre aquel hielo blanquecido y… quemarse. Hundirse tanto en el frío hasta que doliera, se congelara, su piel estuviese fuertemente roja y finalmente…quemarse, quemarse de frío.

El frío de Levi, de su cuerpo, de sus labios, hasta sentirlo arder bajo su toque. Hasta que ambos se volvieran dependientes de ese inexplicable calor.

Quería disipar la soledad y desgarrar el universo y sus confines, crear una paradoja existencial, una que cada vez que sus ojos se chocaran fuese más grande hasta el punto de abarcar el infinito, pero que solo hubiera cabida para ellos dos. Desafiar la propia lógica, la propia moral y sus principios porque, por primera vez, Levi le había mostrado parte de su alma, un alma más falta de humanidad que la propia, un alma hueca y llena de movimiento negro, un huracán.

Y, viendo aquellos ojos, llenos de ira, Eren pudo volver a enamorarse de Levi, de la necesidad que vio en ellos. Y tomo la decisión de poseer sus demonios, de dominarlos así tuviese que volverse uno mayor en el proceso.

Y a pesar de todo, su corazón latió desbocado ante la cercanía.

Pensó que la ira era todo lo que reinaba en su interior, porque no era capaz de aceptar, o reconocer, que tipo de nuevas emociones revivían en su interior. Levi deseaba alejar esos dejes de nostalgia; cada quien era capaz de sobrellevar sus emociones de una manera diferente, ¿Cómo era, él, capaz de ni siquiera de soltar un lagrima hipócrita luego de ver a sus compañeros caídos? La verdad era que Levi lloraba por dentro, al igual que muchos sentimientos cotidianos eran encerrados en la profundidad del frío, de un gran iceberg. ¿Por qué…? ¿Por qué actuaba de esa manera? Como si quisiera alejar parte de humanidad, encerrado su alama en el cuerpo más fuerte de la humanidad.

¿Por qué? Levi se desesperaba, hundiéndose en lo profundo de lo desconocido y, como si llevase siglos esperando por ese momento, su ira fue dirigida a Eren a unos ojos que le veían aun con determinación y sinceridad, sin miedo.

Tales sentimientos volvieron a remover algo en su interior y acallo, de repente, sus demonios para hundirse en la cercanía. Anhelaba golpearle, porque, de nuevo, noto que sus facciones no perfectas eran perfectas. Algo en su pulso cambio y de nuevo reino el miedo.

Miedo de cambiar.

Miedo de vivir.

Porque… esa era su respuesta. Porque él no podía vivir, al igual que Hanji, al igual que Erwin, Levi también estaba atado a la responsabilidad.

Por eso existía, por un bien común, no por sí mismo, no para sí mismo.

Era un actor en plena obra incapaz de cambiar el libreto, un maldito héroe, al igual que todos en la legión, dispuesto a dar su vida por la humanidad, por los planes de Erwin, por las futuras locuras de Hanji. Para destapar el estiércol y masacrar, al fin, esos malditos cerdos.

Con suerte, tal vez, pudiese elegir como morir.

Porque, en realidad, ya no existía nada más para él. Solo un par de espadas y montañas de papeles para firmar.

Finalmente la frustración lo venció y relució aquel sádico lado: haría daño a Eren. Hasta el punto que el niño entendiera que no era una buena persona, para recordar, tal vez, sus posiciones; pero sobre todo para cavar una profunda fosa donde enterraría su destino. Nuevamente.

Eren pudo ver como los ojos de Levi brillaron, negros, y un instinto de supervivencia reino, tentándolo a alejarse.

Forcejeo, pero Levi era demasiado fuerte, su simple agarre empezó a lastimarlo.

Y tuvo miedo, viéndolo de esa forma casi salvaje, recordó el miedo que sintió por él hace un tiempo, pero a diferencia, sus ojos mostraban un sentimiento que lo aterró.

Algo más profundo de lo que imagino en un principio. El hielo era más grueso de lo que creyó, capaz de hundir el mundo en agua salada el día que decidiera fundirse con el mar.

Ante la descontrolada mirada de Levi, su determinación flaqueo.

Mucho más cuando sintió los músculos de Levi tensarse, él iba a golpearlo, él iba a hacerle daño.

Pero, en lugar de eso, lo soltó con rapidez y casi corrió lejos de él tras el sonido del agua del té hirviendo. Miro, algo perplejo, como el capitán servía con velocidad el té en un vaso y lo bebía hirviendo.         

Comparte en silencio breves minutos con el capitán, mientras este bebe su té, cada vez más lento, soplando. Hasta que al final, la parsimonia volvió al capitán y saboreo aquel liquido amargo con paciencia. Volvió a ver ese capitán inamovible de esa mañana, y de la mañana anterior a eso y la anterior.

Volteándose, levemente, Levi conecto sus ojos con los de Eren y suprimió sus sentimientos, los comprimió. Y hablo.

-No te corresponderé, Eren. –Dijo con total calma. –No lo vuelvas a mencionar.

Ante las calmas y parsimoniosas palabras de Levi, Eren pudo ver de nuevo la profundidad de sus ojos.

Había vuelto a hacer implosión.            

Notas finales:

¿Qué les pareció? Cualquier cosa, siempre estoy atenta a los reviews :3

Graaacias por leer, espero volver a leernos.


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