Desde aquel acontecimiento todo su mundo giraba en torno al gris, tal vez no llovía ni hacía frío, pero la felicidad había abandonado su ser. Tres meses atrás estaba organizando su boda con ayuda de sus padres y su suegro, y ahora tendría que asistir al funeral de la persona que más amaba en el mundo.
------------------
Su prometido había salido antes del trabajo para poder pasar por sus hijos al colegio ya que él se quedaría con su socio a tratar unos asuntos del hospital, sabía que sus instintos le pedían que lo evitara, que se fuera con él, cualquier excusa para no dejarlo ir y por una estúpida pelea marital lo había visto marchar con un “te veo al rato” como respuesta. El menor iba en su carril, iba a velocidad normal y nada lo distraía, pero el carro vecino estaba siendo conducido por un grupo de universitarios drogadictos, fue inevitable…… Al cabo de unas horas la junta dio un receso pues Akashi había sido llamado a urgencias y finalmente pudo atender a las llamadas perdidas por parte de la directora del colegio al que asistían sus hijos, Kazunari no había llegado por ellos. Fue entonces que el pelirrojo regresó, portador de malas noticias.
Tres meses estuvo en aquella habitación, conectado a todo tipo de máquinas las cuales luchaban por su vida, él lo sabía pero no podía soportar la idea, su prometido ya no estaba ahí, se había ido y él no era capaz de decirle aquello a los pequeños que en las oportunidades que visitaban a su madre le entregaban sus trabajos y lloraban en su regazo hasta quedar dormidos, fue entonces que sus padres tomaron la decisión de desconectarlo. Gritó, lloró y le abrazó contra su cuerpo hasta que no pudo más, por mucho que le rogara su menor no despertaría, sus hijos se quedarían sin madre y él, él había perdido la mitad de su corazón, tal vez los pequeños le darían fuerzas, pero nunca volvería a estar con la persona que amaba y eso era algo que no iba a superar. Su corazón se detuvo y él pudo dar un último adiós, besar por última vez sus labios, acariciar la suavidad de su piel, recibir su aroma y el calor que emanaba de su pequeño cuerpo y admirar la belleza de aquel ángel, una última vez.
-Perdóname Kazunari… Te amo, siempre te amaré, lo juro, espérame… espérame paciente.-
Había sido un proceso muy duro, pero gracias al apoyo de sus padres ahora se encontraba mejor, dispuesto a ver a sus hijos, a ser el padre que debía y a seguir por las promesas que en algún momento se hicieron cuando el menor seguía a su lado. Dio vuelta al café de la esquina antes de llegar a casa de sus padres, quedando estoico al momento en que un jovial pelinegro corrió a su lado, volteando para poder pedir disculpas con una enorme sonrisa, era tan similar a su menor, pequeño, con el cabello revuelto y una sonrisa que tranquilizaba a cualquiera, para él Takao estaba plasmado en aquel joven, incluso pudo jurar que al instante en que golpeó su hombro mientras huía le había hablado. Al pelinegro le siguió un cabreado rubio, cargando un pequeño de no más de dos años, igual de divertido que el primero y entonces cayó en cuenta, sus ojos no eran los de Takao, ni su voz, pero de alguna forma se la había arreglado para contestarle.
Sonrió nostálgico, continuando con su camino hasta el garaje de sus padres, en donde dos sonrientes pelinegros corrieron a su alcance.
…“Te amo Shin-Chan”…