Hoy les voy a contar un hermosa historia que tuvo lugar en el mar, donde queda demostrado que no hay barrera alguna que obstaculice el amor…
…
-Un gran día. Se siente bien la sensación de libertad que propicia el viento salado golpeándote en la cara. Un día perfecto para estar en el mar.
-Si tú lo dices... –dijo un hombre calvo alto al tiempo que se agarraba del barandal del barco para asomar su cabeza y vomitar.
-Estoy de acuerdo con el príncipe. El viento sopla fuerte y no hay casi olas en el mar. El rey Tritón Bardock debe estar de excelente humor hoy. –habló un viejo marinero atando una cuerda al mástil superior.
-¿Rey Tritón? –agachó la cabeza enfocando al anciano.
-Así es, Alteza. Es el soberano del reino de los tritones. Sólo los verdaderos marineros saben quién es. –disminuyó paulatinamente su volumen de voz a medida que avanzaba, causando intriga en el joven príncipe.
-¡Ha! ¡Tritones! ¡Vegeta, no creas en esos disparates náuticos! –burló el gran hombre limpiándose la boca con modestia luego de vaciar su estómago.
-¿Tú crees, Nappa? –giró su mirada neutra.
…
Mientras tanto muy lejos de ahí, se inauguraba un gran y especial ceremonia. En el reino de los tritones. Los súbditos del rey Tritón acudían con el rostro cubierto de alegría, emocionados, ya que ese día era la ceremonia de presentación del menor de los príncipes tritones, ceremonia en la cual se presenta al joven que cumple años; dieciséis, edad en la cual ya ha alcanzado madurez física y se encuentra listo para ser apareado.
-¡…Y con ustedes su gran Alteza real! ¡El rey Bardock!
La multitud aplaudía emocionada mientras el rey Tritón aparecía en su carruaje real halado por delfines poderosos a la vez que saludaba con felicidad a sus súbditos. La gran orquesta marina tocaba una fanfarria alegre en honor a su monarca. Con su gran tridente encendió el gigantesco y lujoso candelabro que posaba por encima de todas las cabezas en el gran salón real.
Pronto cesaron los aplausos con un cortés silencio reverencial.
-… Y el distinguido compositor de la corte, Felicio Ignacio Anastasio Crustáceo, ¡Sebastián! –terminó de anunciar el pequeño caballito de mar.
Por el mismo lugar por el cual entró el rey, un pequeño cangrejo de caparazón rojo asomó su presencia en el gran salón de la corte, a diferencia del gran monarca, una débil fanfarria de una trompeta lo acogió y ningún aplauso se escuchó mientras el crustáceo saludaba con orgullo al público.
Una vez establecido al lado del rey, éste habló:
-No sabes cómo ansío ver esta presentación, Sebastián. –habló con su voz grave y alegre.
-¡Oh! ¡Su Majestad! ¡Este va a ser el mejor concierto que usted presenciará! ¡Sus hijos estarán maravillosos!
-Haha, sí, tienes razón. En especial mi pequeño Goku, estoy emocionado por escuchar sus dulces melodías. –contestó con entusiasmo.
-¡Hahaha! ¡Sí! Si tan sólo hubiera tenido la modestia de asistir a los ensayos. Ese chiquillo malcriado… -murmuró para sí mientras tomaba su lugar en el podio.
Acomodó su caparazón, dio varios golpecitos a su batuta marina, la movió y en instantes la gran orquesta inició una alegre melodía.
Jóvenes tritones de diferentes y coloridas colas aparecían y cantaban con hermosa voz una estrofa de la canción.
-(…) El menor de todos hoy nos acompañará (…) Nuestro hermano Gok… ¡¿EEH!?
-¡¡¡¡GOKUUUUUU!!!! –exclamó altamente furioso el Rey Bardock.
…
Lejos de ahí, en un viejo barco hundido [N/A: El Titanic :v Okno.], se encontraba un intrépido y enérgico joven tritón nadando emocionado en el interior del lugar, un pequeño pez amarillo trataba de seguirle el paso, algo imposible. Una bonita cabellera abundante perdía su forma a medida que avanzaba por el lugar, su escultural figura se sacudía de arriba abajo conforme al nado tan acelerado que parecía que su angosta cintura se fuera a quebrar por los movimientos bruscos de su cola violeta.
-¡O-OYE, GOKU! ¡ESPERA, ERES MUY RÁPIDO, TEN PIEDAD DE MÍ! –habló el regordete pez a duras penas.
-¡Mira, Flounder! ¡Ahí está! ¿No es genial? –grandes ojos negros brillantes veían un objeto igualmente brillante establecido en un pequeño montículo. Ágilmente se acercó y con gran cuidado y asombro lo tomó con adoración en sus delgadas manos.
-Sí, sí. Como tú digas, Goku. Mira, lo mejor sería irnos de aquí lo más pronto posible. –se quejó en cuanto el nerviosismo dejó en paz su lengua.
-Mira, Flounder. ¿Alguna vez habías visto algo más lindo que esto? –observaba anonadado el brillante objeto.
-¿Lindo? –preguntó sorprendido.- [N/A: Así como ‘¿¡WTF!?’ xD] Vámonos ya, Goku. –casi hizo un puchero.
-Si tan aburrido estás, ¿por qué mejor no vas y vigilas por si vienen tiburones? –propuso entretenido en el objeto para luego depositarlo en la bolsa marrón que cargaba. Sus labios delicadamente carnosos se curvaron arriba mientras hablaba.
-Pffft. Tiburones, otra vez. Tiburones… ¿Tiburones? ¿¡TIBUROOONESS!? ¡GOKUU!
-¿Eh? –el mencionado giró abruptamente su cabeza casi en estado de shock al ver un enorme tiburón blanco aventurándose salvajemente hacia ellos, al parecer tenía hambre.
[N/A: Continuará… >)]
[N/Lectores: ¡Uy, qué malotha! 7-7! *sarcasmo*]
[N/A: ^^U TuTQ]