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Fragmentos por AvengerWalker

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Notas del capitulo:

Drabble de Manigoldo & Albafica, a pedido de Maby de Sagitario (:

Próximo drabble: Milo & Mu.

Abrazo. El gesto del abrazo amoroso parece cumplir, por un momento, para el sujeto, el sueño de unión total con el ser amado. 

 

Huía. 

Manigoldo no comprendía por qué la silueta del caballero del último templo parecía desvanecerse cada vez que daba zancadas hacia ella, o qué fuerza en el universo incentivaba sus veloces movimientos. Lo cierto era que cada vez que el canceriano le buscaba, Albafica se escurría como el agua que impulsaba su signo zodiacal.

Era el único de los caballeros que entrenaba aparte, aislado como una presencia cancerígena. Los demás tampoco llegaban a entenderlo al cien por ciento, pues lejanos estaban a las experiencias de Albafica desde que era más bien joven, mas mostraban un mismo interés. ¿Por qué huía de todos? Eran Shion y Manigoldo quienes más desgastaban sus cerebros en el asunto, siempre dándole vueltas a las mismas ideas. 

El guerrero pisciano huía, se ocultaba y evitaba la presencia de su cazador, pero Manigoldo insistía, presionaba; se mostraba desvergonzado como siempre, casi indiferente a los motivos del de largos cabellos. Le hacía el trabajo difícil, pues donde quiera que mirase se proyectaba la figura del italiano, cada rincón demarcado y delimitado por él, por el aroma de su cuerpo y por su exquisito, agresivo y cálido cosmos. 

¿Cómo huir cuando frecuentaban los mismos lugares? ¿Cómo hacerlo cuando había misiones de por medio que debían compartir? En esos casos, Albafica se veía acorralado contra una pared. Manigoldo le hablaba como si su sangre fuera pura o como la de cualquier otra persona, como si la existencia del caballero de Piscis no supusiera un peligro para nadie. Detestaba que le hablase con tanta humanidad, tan apasionado como un niño, que hiciera revolotear su corazón. Odiaba esa sensación de vértigo, de caída en picada y de cosquillas cada vez que el peliañil deslizaba su manto cerca de él. 

Mucho ignoraba los puros sentimientos del italiano hacia él, que continuamente impulsaban el acercamiento, la preocupación por su compañero y ese acto que Albafica tanto detestaba. Ese que destruía su soledad con un gesto tan simple, tan sensible y tan único. 

No quería permitírselo. Debía negarse a caer en la tentación de aquellos roces, del amor que su compañero tenía para ofrecerle. Su sangre era venenosa y su presencia, un peligro. No podía darse la libertad de concebir en su vida un ideal aparte de su camino como guerrero de Athena. No quería lastimarle con su ponzoña.

Unos brazos rodeando su cintura le tomaron por sorpresa, incluso si sabía bien a quién pertenecían. Obligado a detenerse en las escalinatas que ascendían a su templo, notó la calidez del italiano inundando su espacio personal, sus brazos rodeando su cintura y su rostro amoldándose en la zona de su nuca. Allí donde Manigoldo tocaba, la tristeza, soledad y veneno desaparecían, reemplazándole por el amor que Albafica siempre se había negado. 


—No huyas.

Porque sí, independientemente de si era el fin del mundo, el caballero de Cáncer se esforzaba en finalizar el día del caballero de Piscis con un abrazo.


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