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Fragmentos por AvengerWalker

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Notas del capitulo:

Drabble de Manigoldo & Verónica, a pedido de Anónimo

Confieso que entre todos los drabbles que he escrito hasta ahora, este en particular se me hace el más curioso. Es una pareja de la que sé poco y nada, desconozco si tiene seguidores o si han escrito de ella antes, pero tengo que admitir que me sentí animada de regalarle al menos un escrito<3

Como digo en cada nota de esta serie de drabbles y one-shots, utilizaré todas aquellas parejas que me sugieran, por orden. Así que si les fascina una crackship de la cual hay poco material o les da curiosidad alguna dupla, pueden pedirla sin tapujos que la tomaré /o/

La única excepción son los dioses guerreros de Asgard, debido a que me manejo únicamente con los mangas y no he visto esa saga, que pertenece sólo al anime.

Próximo drabble: Dohko & Mu.

Catástrofe. Crisis violenta en cuyo transcurso el sujeto, al experimentar la situación amorosa como un atolladero definitivo, como una trampa de la que no podrá jamás salir, se dedica a una destrucción total de sí mismo.

 

Divertirse a costa de los mocosos, específicamente del entrometido portador de Pegaso, era todo un arte en sí. Cada una de sus acciones confería cierto nivel de maquiavelismo y sadismo, pues suponía torturar la mente marcada por el trauma, lacerar las ya profundas heridas hasta marcar el alma del guerrero equino. Tenma se desplazaba de un lugar a otro en el espacio cerrado, oscuro y lleno de la putrefacción de los cadáveres. Antaño había supuesto un sitio de distensión para el de bronce y sus seres amados, pero a los ojos de Verónica no era más que un campo de juegos lleno de su propia oscuridad. La única emoción que parecía alumbrarle las rancias pero delicadas pupilas era la diversión: algunas risas amenazaban con escapar de sus apetitosos y femeninos labios y de a momentos le era complejo censurarse. Entonces, el encanto daba paso a la más profunda mueca de indignación, de asco por ver sus sacrosantas prendas corrompidas por diminutas gotas de sangre. El color escarlata parecía extenderse hasta carcomer la delicadeza de la tela, ensuciando así su perfección y tornándole en una obra de arte arruinada por la inferioridad humana. No había pureza en la vida, no había dignidad en aquellas nimias respiraciones, en el pálpito de tan desagradables órganos primigenios, no: era menester aplastarlos, cubrirlo todo con el lienzo de la plácida y encantadora muerte.

Pero no fue Pegaso quien suscitó enteramente las emociones de la Estrella Celeste del Estudio, quien con sus carroñeros insectos buscaba arrasarlo todo hasta dejar poco más que huesos, sino el rebelde portador del manto dorado de Cáncer. Manigoldo. Se había alzado ante él con una arrogancia detestable que mucho competía con la propia, aunque sus manierismos eran desagradables, torpes y poco refinados: era brusco en su labia y tenía poco de artístico, pero su espíritu ardía con fuerzas ígneas en compensación. Resultaba casi paradójico que alguien tan brillante y vivaz utilizara la colina de Yomotsu como patio de juegos. Fue por ese candor que lo odió y detestó. Consigo llevaba el aroma de quien se mueve por la vida con ligereza, pero había un tinte de muerte en él, un perfume que no pasó desapercibido para Verónica.

A decir verdad, el espectro ya había oído hablar sobre los actos de rebeldía de Manigoldo, aunque hasta entonces había ignorado su nombre y aspecto, no del todo desagradable en verdad. Dudaba si había sido ese lazo, ese pequeño punto en común entre ambos, junto con el prontuario de historias que se contaba en las oscuras y sórdidas paredes infernales, lo que le había inclinado a interesarse por él: por aquel hombre a quien, aunque lo intentaba, buscaba posicionar como inferior. Resultaba tarea ardua, más aún cuando con tanta facilidad parecía colocarse a su mismo nivel, enfrentarle como si fuera poco más que un insecto; a su vez, sentía en algún punto de su cuerpo una sensación vibratoria que se entremezclaba con la adrenalina de la sanguinaria lucha.

No supo cuándo, en un lapso incapaz de precisar, sintió los dedos del moreno hundiéndose contra sus revueltas y finas hebras doradas, mientras que una boca se abalanzaba a la propia y barría con fuerzas, de manera apasionada, el oscuro labial que acentuaba sus facciones. Intercambiaron algunas mordidas, como si la batalla estuviera ahora encarnada por sus bocas y aquel que lograra imponer el ritmo e introducir la exquisita, cálida y húmeda lengua sería coronado victorioso. Sus ropajes monásticos fueron repelidos por las fuertes manos del italiano y en algún punto, sectores del manto dorado se perdieron también. El recorrido sobre su pálido cuerpo fue sucio e indigno pero exquisito y candente a la vez: contagió aquel fuego hacia toda su anatomía mientras se sentía penetrado, poseído y superado por las energías de aquel de cabellos añiles. Se fusionaron en un mismo cosmos, aunque las pinceladas variaban desde el más puro e intenso dorado hasta el corrupto violáceo, y el placer tiñó aquella escena sanguinaria de una satisfacción profana.

Supo que había estado fantaseando cuando un golpe le devolvió a la realidad, y se preguntó en qué momento se había disociado hasta perder noción de lo que ocurría a su alrededor. La mirada de Manigoldo sobre él, sin embargo, era divertida, sarcástica y estúpidamente seductora, como si hubiese leído con lujo de detalles la fantasía fugaz y vívida que se había introducido en esa maraña de cabellos rubios. No había tiempo que perder: no cuando tenía una misión que cumplir y vidas humanas que pisotear. Era indistinto si para erradicarlos a ellos debía destruirse a sí mismo.

Notas finales:

¡Espero que les haya gustado! 

Gracias por leerme<3


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