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Como conquistar a un hombre por Killary Moon

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Su almuerzo había sido todo aquello que una primera cita debía ser. Hablaron durante horas sobre sus pasatiempos, compartieron los últimos chismes sobre sus amigos y, sobretodo, hablaron sobre su vida el tiempo que habían estado separados y sus ambiciones para el futuro. Harry habló sobre como esperaba ser ascendido una vez que pudiera finalizar ese enorme caso de trafico de pociones y Ginny admitió que deseaba retirarse en un par de años y empezar una vida más hogareña.

 

—No te apresures en tu decisión, Ginny. Todavía tienes mucho que darle a tu equipo.

 

Ginny se alegró de que el pelinegro apoyara su carrera y estuviera dispuesto a esperar y tomar las cosas con calma hasta que ella decidiera que era hora de anunciar su retiro del deporte. Algunos hombres con los que ella había intentado una relación anteriormente pronto se decepcionaban al ver todo el tiempo que las giras y los entrenamientos la absorbían y al final, rompían con ella. Pero Harry siempre había sido diferente.

 

Quedaron de volverse a ver al día siguiente, pero a las pocas horas recibió una lechuza informándole que el pelinegro volvería a salir de la ciudad y que le avisaría en cuanto estuviera de vuelta, pero cuando lo hizo Ginny tenía una sesión de rehabilitación en San Mungo y entre esto y aquello habían pasado casi dos semanas sin verse.

 

—Esto es ridículo —Ginny refunfuño. Vestida con una falda de tubo y una blusa que acentuaba su cabello rojo, Ginny cruzó el Atrio del Ministerio para tomar el elevador. Según Hermione, Harry había llegado anoche a Inglaterra y Ginny se había presentado en el Ministerio dispuesta a secuestrarlo si era necesario—. ¿Cómo vamos a avanzar en nuestra relación si no podemos vernos?

 

—¡Ginny! —escuchó. Se dio la vuelta para encontrar a su hermano caminar a grandes pasos para alcanzar el ascensor—. Buenos días. Te ves muy bien, hermanita, ¿tienes una cita?

 

Ginny asintió, presionando el botón que los llevaría a la oficina de Aurores.

 

—Buenos días, Ron. Sí, tengo una cita. Harry me invitó a almorzar.

 

Ron se calló por un instante y luego preguntó.

 

—¿Has hablado con Harry?

 

Abochornada, Ginny se negó a admitir que Harry no se había contactado con ella.

 

—Sí, por supuesto —mintió—. Anoche.

 

Ron suspiró.

 

—Entonces ya sabes sobre Malfoy y Harry, que ahora son… amigos.

 

Confundida. Ginny frunció el ceño. Suponía que la amistad de Harry y Malfoy no era ninguna sorpresa ya que habían parecido bastante cercanos cuando hablaron por Flú.

 

—Claro, es decir, ¿es obvio, no? Desde que llegaron de su viaje y Harry le ofreció pasar la noche, ya sabes que Grimmauld Place es demasiado grande para él solo.

 

Ron suspiró de nuevo y se pasó la mano por el cabello.

 

—Déjame decirte, hermanita, no fue obvio para mí. Un momento estaba de mi lado tirando pestes sobre tener que trabajar con ese Hurón altanero y al siguiente todo es risillas y maravillas…

 

—Harry es un buen hombre —Ginny interrumpió, defendiéndolo—. Él ve lo mejor de las personas.

 

— Lo sé, lo sé, tienes razón. Merlín, Hermione me ha echado la bronca diciendo que ya todos somos adultos y que después de tantos años es ridículo que sigamos comportándonos como si estuviéramos en la escuela. Es difícil argumentar con eso.

 

Ginny rió y tomó a Ron del brazo.

 

—Entonces te sugiero que le hagas caso a tu esposa, Ron.

 

Su hermano resopló.

 

—Mujeres.

 

La campana anunció la llegada a su destino. Ron dio un paso atrás para dejar salir a su hermana y luego se dirigió hacia la derecha.

 

—El escritorio de Harry está por allá. Esta con Kingsley presentando su reporte. Gracias a Merlín han terminado con el caso y están interrogando a los traficantes. Esos dos ya me estaban volviendo loco.

 

Harry apareció por el corredor a paso veloz, su rostro se iluminó cuando la vio y ella sintió su corazón acelerarse.

 

—¡Ron, Ginny! —Harry tomó a Ginny de la cintura y le dio dos vueltas—. Acabo de ser promovido a Capitán, ¿no es grandioso?

 

La pelirroja lanzó un grito de felicidad y abrazó a Harry con fuerza.

 

—¡Oh Harry, felicitaciones!

 

Harry la soltó y se dirigió a darle el mismo abrazo entusiasta a Ron mientras Malfoy se les unía con un paso más lento.

 

—Y Draco ha sido ascendido también —dijo, soltando a su amigo y posándose al lado del rubio—. No sé a qué, los Inefables son muy misteriosos sobre su organización. Pero es seguro que ahora tendrá más pobres almas que torturar con sus exigencias absurdas.

 

Malfoy arqueó una ceja y lo miró con burla.

 

—Tortura, dices. Me pregunto qué clase de cosas depravadas piensas que hacemos los Inefables, Potter.

 

Harry se sonrojó tanto que parecía un tomate, mientras que la cara de Ron se puso un poco verde y gimió.

 

—Sí, sí —Ron dijo—. Cerraron el caso, felicitaciones. Vete, Malfoy, no quiero verte aquí  —Luego se dirigió a Harry—. Hazme un favor, amigo, y mantenlo de su lado del Ministerio. Hay cosas que incluso tu mejor amigo no tiene por qué aguantar.

 

Harry asintió con entusiasmo, le dio un abrazo rápido al pelirrojo y murmuró.

 

—Gracias, Ron.

 

Con la más enorme sonrisa, Harry se dirigió a Ginny.

 

—¿Qué te trae por aquí, Gin?, ¿viniste a ver a Ron?

 

Poniendo su sonrisa más coqueta y colocando las manos en la cintura, ella dijo.

 

—En realidad, vine a ver si estás libre para ir a almorzar.

 

La sonrisa de Harry se cayó y comenzó a tartamudear.

 

—Uhm… en realidad. Un… un poco que he quedado ya con Draco y…

 

—Oh —Se mordió el labio, aplastando su decepción y su ira.

 

—Potter —intervino Malfoy—. Ve, podemos salir otro día.

 

—¿Estás seguro, Draco?

 

—Por supuesto que estoy seguro —dijo con altanería—. Así podré ir a un restaurante decente en lugar de esos hoyos en la pared a los que te gusta ir.

 

—Sí, claro —replicó Harry, rodando los ojos. Luego se dirigió a Ginny—. Entonces tú y yo, señorita, vamos a tener una comida deliciosa y vas a contarme todo sobre cómo te ha ido desde la última vez que te vi —Luego pareció recordar algo y casi saltó—. Espera un momento, tengo un regalo para ti.

 

Y sin darle oportunidad de responder trotó hacia su escritorio.

 

—¿Ha sido así todo el día? —preguntó Ginny.

 

—Todo —afirmó Ron—. Estoy a punto de darle una poción para dormir en el té si sigue así.

 

Harry seguía revolviendo el cajón de su escritorio, Malfoy se dirigió a los hermanos.

 

—Si me disculpan —dijo, arreglándose la túnica—. Me necesitan en el Departamento de Misterios. Buen día.

 

Ron se dio la vuelta y se enfrentó a Malfoy.

 

—Escucha, Malfoy. Hermione y yo… queríamos invitarlos a cenar un día de estos, creemos que ya es tiempo de dejar de lado nuestras diferencias, es ridículo que sigamos comportándonos como si estuviéramos en la escuela.

 

Ginny no pudo evitar burlarse un poco de su hermano al escuchar las mismas palabras que le había dicho Hermione a él.

 

Malfoy por otro lado, lo observó largamente con sus fríos ojos grises, después simplemente asintió con la cabeza.

 

—Estaré encantado, Weasley —murmuró de manera educada—. Por favor, envíenme una lechuza para decirme cuando les es conveniente. —después cambio a su normal tono presuntuoso—. Como dije, me esperan en el Departamento de Misterios.

 

Y sin más, se dirigió a los ascensores.

 

Ginny se llenó de orgullo por la buena actitud de su hermano de tenderle una rama de olivo al rubio, le pasó el brazo por la cintura y dijo.

 

—Bien hecho, Ron.

 

—Sí claro. Todos estamos orgullosos de Ron el día de hoy —estiró el cuello y miró que Harry regresaba con una pequeña caja—. Ahora vete a almorzar y déjame pensar en cómo voy a decirle a mi esposa que he invitado a cenar a Malfoy.

 

Riendo al imaginarse esa conversación, Ginny se dirigió hacia Harry y juntos abordaron el elevador, el pelinegro le tendió la cajita que llevaba.

 

—Espero que te guste.

 

—Gracias, Harry —dijo emocionada, abriendo su obsequio, a juzgar por el tamaño de la caja quizá se tratara de un par de aretes o tal vez hasta un anillo, en lugar de eso, se encontró con una antigua snitch dorada, de las primeras que se habían fabricado—. Es… hermosa.

 

—No es nada. Estaba caminando con Draco en el callejón Diagon y lo vi en el escaparate de la tienda de Quidditch. Estas Snitch antiguas no se mueven tanto ni tan rápido como las actuales, pensé que podríamos usarla cuando te dieran el visto bueno en rehabilitación para comenzar a entrenar, así no te esforzarías tanto.

 

Agradablemente sorprendida por que Harry pensara en la mejor manera de ayudarla a recuperarse, Ginny se ruborizó.

 

—Sería maravilloso y, además —añadió con picardía—. Así tendrás una excusa para venir a verme.

 

—Tonterías Ginny. No necesito excusas para visitar la Madriguera.

 

Salieron juntos del Ministerio, Ginny tomó el brazo de Harry y se imaginó que caminaban al altar. Una chica podía soñar.

 

El restaurante era un pequeño local en el callejón Diagon. La camarera reconoció a Harry inmediatamente y los acomodó en una pequeña mesa al lado de la ventana, dándole a Ginny miradas extrañas, les dejo la carta y les dio un momento para decidir.

 

—Es un hermoso restaurante, Harry, ¿vienes aquí a menudo?

 

—Casi todos los días —contestó—. Generalmente con Draco, pero ya oíste su opinión al respecto.

 

Lo que explicaba la mirada fría de la mesera, probablemente le había echado el ojo a Harry al verlo sólo con el rubio y no con una mujer. Ginny no pudo evitar regodearse un poco.

 

Hecha la orden y en espera de su pedido, Harry hizo un ruido de carraspeo y comentó, nervioso.

 

—Así que… Ron te dijo, Gin. Sobre… Sobre Draco y yo.

 

Ginny se enderezó en su asiento al escuchar el tono serio.

 

—Sí, me dijo.

 

—Y… ¿estás bien con eso?

 

Ginny sonrió, halagada que Harry le consultara con un tema que era visiblemente tan importante para él,  decidió que seguiría el ejemplo de Ron y Hermione de perdonar y olvidar, ladeando la cabeza, dijo.

 

—Lo estoy, se lo dije a Ron, estoy muy orgullosa del él y de ti por dejar atrás el pasado y seguir adelante.

 

Harry suspiró, visiblemente aliviado.

 

—Gracias Ginny. De verdad te lo agradezco tanto. Es solo que tú, tus padres y tus hermanos, todos son mi familia y no me gustaría que tuviéramos alguna pelea por… por Draco. Es que… yo sé quién es Gin, sigue siendo el mocoso que insultó a Hermione y que se burlaba de todos ustedes, pero también es gracioso y leal, y creo que nadie merece ser juzgado por las estupideces que hicimos durante la guerra.

 

Ginny tomó la mano de Harry por encima de la mesa y le dio un apretón. A ella le importaba poco Malfoy, y aunque le irritaba que estuvieran hablando tanto del rubio, pensó que debía dejarle claro a Harry que ella no tenía ningún problema con que fueran amigos.

 

—Mientras no me pidas que salga con él —bromeó—. Creo que todos podemos llevarnos bien.

 

Harry se rio tan fuerte que casi se cae de la silla.

 

—Ni soñarlo, Ginny, no te pediría algo así de drástico. Salir con Draco Malfoy es todo un problema, te lo aseguro.

 

A partir de ahí, todo mejoró. Los almuerzos se convirtieron en cenas, idas al teatro y partidos de Quidditch. Ginny estaba completamente en la luna, excepto por un pequeño detalle.

 

Harry aun no la había besado.

 

Más aun, Harry parecía dispuesto rechazar salir con ella para estar con sus amigos, ya sea que se fuera a tomar un par de cervezas de mantequilla con Dean, de compras con Neville o, más frecuentemente, salir con Malfoy.

 

Estaba completamente frustrada por la situación, si bien estaba de acuerdo en tomar las cosas con calma, estaban saliendo desde hace semanas y aun no pasaban de un abrazo platónico.

 

Un día, mientras practicaban con su Snitch antigua en el campo cercano a la Madriguera, supo por qué, cuando Harry comentó casualmente.

 

—Ginny, quería pedirte un enorme favor.

 

—Dime.

 

—Quería —Harry enrojeció—. Quería preguntarte si podrías acompañarme a buscar un departamento.

 

Se quedó tan sorprendida que soltó la Snitch.

 

—¿Un departamento?

 

Si era posible Harry se ruborizó aún más.

 

—Sí. Veras… como que acabo de iniciar esta relación. ¡Y no es que vayamos a vivir juntos ni nada! Pero espero… tal vez algún día… y Grimmauld Place no es el lugar más confortable del mundo. Y estoy seguro que esta persona sería mucho más feliz en un lugar en el mundo mágico y no en medio del Londres Muggle.

 

Ginny casi gritó de emoción. Claro, Harry estaba respetando que ella aún vivía en casa de sus padres. Ya no eran adolescentes de hormonas alborotadas para estarse besuqueando por los pasillos a riesgo de ser pillados por su familia, tomándole la mano, aseguró.

 

—Sí, Harry. Vamos a buscar un departamento.

 

 


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