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Buscar un departamento con Harry estaba resultando ser un desastre.
El pelinegro había admitido que no sabía cómo empezar a buscar un departamento, pero se había comunicado con Hermione, quien le puso en contacto con Susan Bones, que se dedicaba a los bienes raíces. Ginny le dijo a Harry que no se preocupara, que ella se encargaría de todo. Hizo una cita con Susan, y después de darle a entender que ella y Harry estaban de nuevo en una relación, le dio una lista de las características que querían, el tipo de departamento que estaban buscando, y un estimado del precio que estaban dispuestos a pagar. Harry nunca había estado cómodo con demasiados lujos, así que pensó que un lugar sencillo y sin amueblar sería ideal, un sitio que pudieran remodelar a su gusto y convertirlo en un hogar.
Sin embargo, Ginny no contaba con que, en el tiempo en que ella había estado fuera, los gustos de Harry hubieran cambiado tanto.
—Este vecindario es horrible —dijo al primer lugar donde Susan los llevó.
—Hay un parque no muy lejos…—comentó Susan.
—Ese parque es aún peor que el que está en Privet Drive. Mi primo solía darme palizas ahí.
—Demasiado pequeño —fue la queja del segundo.
—Tiene dos habitaciones —contestó Ginny.
—Y son minúsculas. Ninguna es útil para usar como un estudio, no hay espacio para los libros.
Ginny frunció el ceño, si bien Harry no había sido un mal estudiante, sus mejores habilidades mágicas estaban en la práctica, no la teoría, se preguntó cuántos libros pudo haber acumulado en su carrera de Auror para justificar tanto espacio.
—Las tuberías tienen que cambiarse —protestó Harry en la quinta visita—. Junto con los muebles del baño. Y estoy seguro que hay un Boggart en el armario del pasillo.
Al final del día, ninguno de los departamentos que habían visitado convencía al pelinegro, Ginny no veía el porqué de tanto rechazo, había pensado que por lo menos alguno de los departamentos que visitaron le había gustado a Harry.
—¿Qué tal ese de la sala de estar grande? Te gustó la distribución —preguntó cuándo volvieron a la oficina de Susan.
—Sí, pero el edificio está francamente en deterioro — Harry renegó—. Sin mencionar que las vistas son atroces, prácticamente sacaba la mano por la ventana y tocaba la del vecino.
—Bueno —Susan medió—. Aun así el departamento tiene una buena estructura, sólo necesita algunos arreglos.
Harry negó con la cabeza.
—Sé que estás haciendo tu mejor esfuerzo, Susan. Pero, francamente, todos los departamentos que hemos visitado hoy parecen demasiado… escuetos.
Susan se ruborizó.
—Es cierto que los inmuebles que hemos visto hoy necesitan de arreglos, pero con algo de trabajo pueden llegar a ser lo que estás buscando en una casa, Harry. Y están dentro del presupuesto que me dio Ginny.
—Susan, realmente no tengo ni el tiempo ni la disposición para jugar al contratista, yo realmente estaba buscando algo donde solo tuviera que empacar y mudarme, ¿y cuál fue la cantidad que te dijo Ginny? Sea lo que sea, obviamente hay que subirla si esto es lo que puedo conseguir.
Tomó un pedazo de pergamino y anotó una cifra.
—Este es mi presupuesto, pero no te límites. Puedo invertir un poco más si realmente me gusta la propiedad.
Ginny le echó un vistazo al pergamino y sus ojos se abrieron de sorpresa por la cantidad de dinero que estaba ahí. Si bien es cierto que Harry no era de recursos limitados, siempre fue de gustos simples.
—¿Estás seguro, Harry? Es una gran cantidad de Galeones.
Harry asintió.
—No es como si no pudiera permitírmelo. Además, recientemente han traído a mi atención que no hay nada de malo gastar un poco de dinero en mi comodidad, y que no necesito vivir en un lugar en el que no me siento seguro. Y… tal vez alguien venga a vivir conmigo en un futuro, quiero pensar también en sus necesidades.
Ginny intercambió una mirada traviesa con Susan. Ella no era ambiciosa, pero si Harry estaba dispuesto a gastar una pequeña fortuna en su casa, no iba a negarse a buscar un departamento con mayor calidad.
—No te preocupes, Harry. Susan y yo nos haremos cargo.
Suspirando, Harry se levantó.
—Gracias Gin, Susan. Tengo que irme, ¿Qué les parece si continuamos otro día?
—Cuando quieras, Harry —dijo Susan—. Solo dinos cuando tienes un día libre.
La siguiente semana visitaron otros departamentos, pero ninguno pareció cumplir con las expectativas de Harry.
Por fin, Ginny pensó que había encontrado el departamento perfecto, cálido y acogedor, en el mismo vecindario que Ron y Hermione, cercano a un campo de Quidditch y una estancia infantil. Ni muy grande ni muy pequeño, con dos pisos, cuatro habitaciones y dos baños, ideal para una pareja que recién comenzaba y pronto podría convertirse en una pequeña familia.
Harry lo había odiado en cuanto puso un pie en él.
—Realmente no me convence este barrio. No está cerca del Ministerio.
—Está cerca de la casa de Ron y Hermione.
—Bueno, sí. Pero a Ron y Hermione les conviene mucho esta ubicación porque ellos tienen dos hijos pequeños.
Completamente segura que este sería el elegido, Ginny dijo.
—Harry, este lugar es excelente, Susan y yo lo visitamos ayer y pensamos que es el mejor hasta ahora. Dale una oportunidad.
—De acuerdo, de acuerdo. Sé que estoy siendo quisquilloso. Es solo que quiero que sea perfecto.
Tomándole la mano con cariño, Ginny respondió.
—Lo será, Harry. Lo sé.
Llegaron a la puerta principal y Harry ladeó la cabeza.
—La fachada necesita pintura nueva.
—Es solo pintura, Harry. Puedes cambiarla a golpe de varita si quieres.
—Mh…
Ansiosa por mostrarle todo lo que a ella le había encantado sobre el departamento, se apresuró a abrir la puerta con la llave que Susan le dio, le había costado que le dejara ir a solas con el pelinegro, pero estaba tan contenta con el apartamento, que le aseguró que Harry lo amaría y que debería empezar a preparar los documentos para la compra.
El recibidor era precioso, con muebles cómodos, y paredes en rojo y oro.
—Oh, por Merlín, ¿Quién decoró esto? Estoy muy orgulloso de ser un Gryffindor, pero parece que mataron a un cerdo aquí con tanto rojo. Y esos muebles son tan viejos que seguro están llenos de termitas.
Sin desanimarse, Ginny lo dirigió a la cocina, ubicada a la derecha, donde una barra lo separaba de la sala de estar, podía verse ahí con Harry tomando té y conversando acerca de sus días.
—¿No es linda, Harry?
—Es amplia, pero hay que renovarla por completo, cambiar la estufa, las baldosas, esa barra tiene que irse…
Continuaron recorriendo el primer piso, con Harry aun enumerando todas las cosas que había que reemplazar o cambiar. Lo único que le había gustado era la biblioteca, con mucho lugar para un escritorio y varios libreros, pero nada más. Evidentemente, no estaba resultando el éxito rotundo que Ginny pensaba, pero estaba segura que el segundo piso le resultaría más atractivo al moreno.
—Déjame mostrarte el dormitorio principal, Harry.
Abrió la puerta y sus ojos recorrieron la habitación. Tenía una pesada cama matrimonial con doseles, cortinas y alfombra de color vino, y una chimenea antigua que ya estaba encendida. Era exactamente el tipo de dormitorio que ella siempre había deseado, donde ella había fantaseado largas noches íntimas.
—Oh Merlín, parece sacado de un cuento de hadas cutre.
El mordaz comentario la sacó de su ensoñación y frunció el ceño.
—¿No te gusta?
—Para nada —respondió, atravesando la recamara—. Solamente hay una ventana, no entra suficiente luz natural —abrió la puerta del armario e hizo una mueca—, sin mencionar que no hay suficiente espacio en el closet.
Ginny se preguntó porque Harry deseaba más espacio en el armario, tomando en cuenta que su guardarropa consistía en vaqueros, camisetas y uniformes de Auror, pero luego vio que Harry tenía razón, su ropa, que era mucha más que la de Harry, no iba a caber ahí.
—Es cierto que el closet es pequeño —concordó—, pero tiene un baño privado.
—Sí, el único baño en este piso —reclamó Harry con fastidio—. Hay alguien que tarda mil años dándose una ducha.
Ginny había llegado tarde a encontrarse con Harry un par de veces por darse baños demasiado largos, sonriendo al recordarlo, contestó.
—Siempre puedes… unirte a la ducha.
Carcajeándose y totalmente ruborizado, Harry tartamudeó.
—¡Gi… Ginny!
Uniéndose a la risa, ella le tomó del brazo y lo llevó al cuarto de al lado, Susan le había dicho que los dueños anteriores lo usaban como un cuarto de niños y era el principal motivo por el que se había enamorado del departamento. Pintado en un suave azul pastel, la recamara parecía lista para agregar una cuna y un bebé.
—¿Qué opinas, Harry? —preguntó suavemente.
El pelinegro inspeccionó la habitación con cuidado, Ginny sintió su corazón palpitar al verlo tan concentrado, tal vez…
—Quizá… ¿crees que podría convertirse en un laboratorio de pociones?
—Labora… Harry, ¿para qué diablos quieres un laboratorio de pociones?
El moreno negó con la cabeza.
—Tienes razón, demasiado pronto. Mira, Ginny. Sé lo que estás tratando de hacerme ver, y sí, sé que esté es un excelente lugar. De hecho, creo que es el mejor departamento que hemos visto hasta ahora, pero no creo que vaya a comprarlo.
Frustrada, Ginny decidió que debía imponer su opinión sobre el lugar donde iban a vivir algún día, con firmeza expresó.
—Realmente me gusta esté departamento, Harry.
Sonriendo, Harry respondió.
—¡Eso es estupendo, Gin! ¿Por qué no se lo compras a Susan?
Atónita, Ginny balbuceó.
—¿Qu…que?
—Sí —continuó el pelinegro sin perder la sonrisa—. Así tendrás una propiedad en Inglaterra cada vez que desees venir a visitar…
Sorprendida al ver la insensibilidad de Harry y con lágrimas de rabia, Ginny lo abofeteó, arrojando las llaves al piso, le gritó.
—¡Harry Potter, eres un idiota!
Y dando largas zancadas, salió del departamento, dejando a un estupefacto Harry solo.