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Como conquistar a un hombre por Killary Moon

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Ginny terminó de dar vueltas a la olla que su madre le había encargado e hizo un mohín. Si se trataba de su fiesta de bienvenida se podía pensar que ella no tendría que introducirse en la cocina.

 

—¿Listo, Ginny?

 

—Sí, mamá.

 

Molly hizo una mueca al ver su trabajo y Ginny retuvo un resoplido. Ella ya sabía que no era la mejor cocinera ni le interesaba ese arte, durante su tiempo viviendo sola siempre prefirió comprar comida ya preparada. Pensó que si las cosas se ponían serias con Harry, al menos el pelinegro sí que sabía cocinar.

 

Ginny sonrió, sabía que estaba adelantándose mucho imaginando ya una vida en común, pero habían transcurrido diez años, ambos eran adultos ya asentados en sus carreras, con un sueldo estable y dueños de un patrimonio, Ginny poseía un departamento en Massachusetts, se imaginó que podía venderlo y comprar uno en Londres, algo que fuera suyo y de Harry, y Trasladarse a América para los entrenamientos y partidos. Sería solo por un año o dos hasta que se retirara, ya no era una atleta joven y su lesión lo confirmaba.

 

Estaba imaginándose su romántica vida como corresponsal de deportes del Profeta, cuando el brillo de la chimenea le avisó que alguien había llegado. Su madre y ella pasaron a la sala para recibir a Hermione y Ron con sus hijos. Ginny añadió un bebé de pelo negro a sus fantasías.

 

—Buenas tardes —saludó la Hermione— ¡Ginny, se te ve tan bien! ¿Cómo estás? Rosie, Hugo, saluden a su tía.

 

Ginny se agachó para recibir besos y abrazos de sus sobrinos, sonriendo, contestó.

 

—Estoy muy bien. Creo que volver a casa me ha ayudado muchísimo en mi lesión.

 

—Estamos muy felices de que estés en casa, ¿cierto Ron?

 

Ron murmuró algo que no pudo escuchar. Hermione le pegó un codazo.

 

—No has visto a tu hermana en mucho tiempo. Deja de pensar en comida, por amor a Merlín.

 

—¡Tengo hambre, mujer! Y huelo estofado.

 

Su familia entera se carcajeo. Ginny sintió la sencilla calidez de estar rodeada de todos los que amaba, solo le faltaba alguien para completar la escena.

 

—Pensé que Harry llegaría con ustedes. ¿Va a llegar más tarde? Más vale que se apresure, entre Ron y los gemelos no quedará mucha comida.

 

Una mirada confundida cruzó el rostro de su hermano.

 

—¿Harry? Harry no va a venir, Ginny.

 

Ella se rio.

 

—Claro que va a venir, tonto. Él me lo dijo.

 

El ceño fruncido de su hermano se volvió más profundo.

 

—Tal vez te confundiste, hermanita. Hablé con Harry ayer, y le comenté sobre tu fiesta de bienvenida, me dijo que estaba muy decepcionado de no poder asistir, pero que ya estaba ocupado este día.

 

Una sensación de desconcierto la llenó, se preguntó que podía ser más importante para Harry que venir a verla.

 

—Pe… Pero él me lo prometió.

 

—Tal vez solo es una confusión —intervino su padre—. Si Harry dijo que pasaría a verte, lo hará, no te preocupes por ello. Pero Ginny, amor, ¿te dijo que vendría hoy?

 

Ginny repasó la conversación con Harry y se dio cuenta de que en realidad, él no había dado ninguna fecha en especial. Solamente había asumido que vendría hoy, porque no había ninguna otra razón para que no lo hiciera.

 

—Bueno, no…

 

—Entonces ahí esta —dijo Arthur—. Vamos a pasar al comedor, niños. Antes que el estofado se enfríe.

 

Su familia enfiló hacia el comedor. Pero Ginny no podía dejar ir el hecho de que su invitado más especial no aparecería.

 

—¿En serio no va a venir?

 

Sus hermanos gemelos la miraron con un brillo travieso en la cara.

 

—Caray, hermana —dijo Fred—, ¿no somos suficiente para ti? Rompes mi corazón.

 

—Sí —coincidió George—, no estabas ni la mitad de decepcionada cuando Charlie dijo que estaba en plena época de cría y no podía dejar a sus dragones. Y se trata de tu hermano.

 

—Bue… Bueno eso es porque Charlie está en Rumania. Y Harry también es parte de esta familia —aseguró, molesta por el comentario.

 

Su madre alzó las manos en un gesto de paz.

 

—Basta, basta. Muchachos, dejen a su hermana en paz. Ella tiene razón. Harry es parte de la familia y es bienvenido siempre que quiera. Pero es un Auror ocupado y con sus propios compromisos, no podemos esperar que venga a desayunar a la Madriguera todos los domingos.

 

Ginny se tragó la decepción. Sí, eso era exactamente lo que había esperado.

 

—Además —intervino Ron, cuando ya llevaba un plato de estofado e iba por el segundo—. Harry tampoco está en Inglaterra. Se ha marchado con Malfoy hace un par de días y llegaba apenas hoy por la noche. No sé cómo aguanta a ese engreído patán y mucho menos como soporta trabajar con él.

 

—¿Malfoy? —Ginny preguntó—, ¿por qué Harry trabaja con Malfoy?

 

—¡No sé! —Ron gritó—. Ese Hurón lo único que hace es entorpecer a Harry y hacerle perder el tiempo.

 

—Malfoy es un Inefable, Ron —comentó Hermione en un tono que decía que ya habían tenido esta discusión—. Y un Maestro de Pociones. Es lógico que lo hayan asignado a ese caso de tráfico ilegal de ingredientes.

 

Ron bufó.

 

—Es un inútil que quiere hacer quedar mal a Harry. ¡Llevan semanas sin llegar a nada! Harry y yo lo habríamos resuelto ya y atrapado a los culpables.

 

Hermione le dirigió a su marido una sonrisa gentil y tomó su mano por encima de la mesa.

 

—Yo sé que sí, mi amor.

 

Sintiendo que se había perdido una parte importante de la conversación, Ginny bajó la mirada hacia su plato. Se preguntó si algún día tendría la clase de conexión que tenían su hermano y su esposa, que parecían tener conversaciones enteras solo con mirarse.

 

Más tarde esa noche, Ginny se decidió. Obviamente, Harry era un hombre con poco tiempo libre, y si ella esperaba a que diera el primer paso en su relación, esta nunca iba a avanzar. Ginny no era el tipo de mujer que esperaba que las cosas sucedieran, si deseaba algo, iba a por ello.

 

Se levantó de la cama y fue a la cocina, donde aún quedaba tarta de melaza, supuso que podría darle al pelinegro una visita sorpresa para llevarle algo de su postre favorito… y si Harry la invitaba a compartirlo con una copa… y si se hacía demasiado tarde y le pedía que se quedara, indiscutiblemente no iba a rechazarlo. Armada con un generoso pedazo de tarta, cogió los polvos de arriba de la chimenea y gritó.

 

—¡Número 12 de Grimmauld Place!

 

La Red Flú la absorbió en sus llamas verdes, sintió el tirón de la magia llevarla a su destino…

 

Para ser arrojada en su sala de nuevo, completamente llena de hollín.

 

Ginny se levantó, escupiendo cenizas. Esto nunca había pasado, la chimenea de Grimmauld Place siempre había estado abierta para su familia, la única manera en que esta la rechazara sería porque alguien había sellado la conexión.

 

Un fuego esmeralda interrumpió sus pensamientos, la cabeza de Harry, sin gafas y totalmente despeinada, apareció en su chimenea.

 

—¡Hola! ¿Hay alguien?, ¿señor y señora Weasley? Las protecciones indicaron que alguien había querido entrar, ¿están todos bien?

 

Ginny se sacudió los mendrugos de la tarta que se habían pegado a su ropa y se hincó enfrente del fuego.

 

—Soy yo, Harry.

 

—¿Ginny?, ¿qué pasa?, ¿Dónde están tus padres?

 

La pelirroja se encogió de hombros y le sonrió.

 

—Durmiendo, supongo.

 

—Espera —la verde cabeza volteó hacia un lado y se dirigió a alguien fuera de la chimenea—. Es Ginny. No, no lo sé, pero no creo que sea una emergencia, ¿has visto mis lentes? Ah, gracias.

 

Harry se colocó las gafas y la observó con molestia, Ginny se sonrojó al sentirse una niña pillada haciendo travesuras, pero pronto cayó en cuenta que no era ella quien debía sentirse culpable ya que al parecer, Harry, el muy ladino, estaba pasando su noche con otra persona. Furiosa, le increpó.

 

—¿Hay alguien ahí contigo?

 

—¿Alguien? Claro que no, solo se trata de Dra-Malfoy. Escucha Ginny, es tarde y quiero volver a la cama, ¿Por qué mis protecciones saltaron a esta hora si no hay ninguna emergencia? Tengo que estar en el trabajo temprano.

 

Si era posible, su rostro enrojeció aún más por la vergüenza. Ahí estaba ella pensando que Harry tenía una aventura con otra mujer, cuando solo se trataba de Malfoy, la idea de tener celos de ese rubio arrogante era casi  risible, pensando con rapidez, se excusó.

 

—Yo solo quería llevarte algo de postre. Lo siento, Harry, no sabía que era tan tarde.

 

La cara de molestia del pelinegro desapareció instantáneamente y en su lugar apareció una expresión de cariño.

 

—No te preocupes. Lo siento también por hablarte así, debí saber que aún no te acostumbrabas a estar en Inglaterra, ¿es el cambio de horario, verdad?

 

—Sí, exactamente —afirmó.

 

Harry asintió con aire conocedor.

 

—Lo sé, me pasa frecuentemente con este idiota. Está del otro lado del mundo y me llama pensando que aquí no se duerme o algo así —volteó a su costado y afirmó—. Cállate, sabes que lo haces. Y lo disfrutas, bastardo sádico —volvió su atención a Ginny y le dijo—. Pensaba mandarte una lechuza para invitarte a almorzar, pero ahora ya no tendré que hacerlo, ¿qué dices si nos vemos a mediodía en el Ministerio? Conozco un excelente lugar.

 

Ginny sonrió. Y no le importó el estar cubierta de melaza y cenizas, que su pelo era un desastre y que Draco Malfoy estaba escuchando del otro lado. Tenía una cita con Harry y era todo lo que le interesaba.

 

—Me encantaría Harry, te veré entonces.

 

—Claro —Harry le devolvió la sonrisa—. Descansa, Ginny.

 

Cerró la conexión Flú. Ginny se puso de pie y salió corriendo a darse un baño y escoger su mejor ropa.

 

Sería un excelente día.

 

 


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