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Ataxia. por BaniaticaFer

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Notas del fanfic:

Basado un poco en el dorama "Un litro de lágrimas" solo porque las enfermedades son similares. 

Ds: los personajes de Haikyuu!! no me pertenecen, créditos a su respectivo creador.

Notas del capitulo:

Bueno, me tardé mucho tratando de organizar la narración, al final lo dejé así: Segunda persona Hinata, Tercera persona los demás, más que todo Kageyama. 

 

 

La cama se encontraba vacía y aunque la ventana estaba cerrada el frío helado le recorrió todo el cuerpo.

 

—Kageyama… —su voz sonó alta por el eco del gimnasio, pero no tenía nada de fuerza en ella. El chico se quedó viendo al pequeño con cabellera naranja que miraba hacia el piso. —Ya no podrás levantarla más para mí.

 

Una lágrima recorrió su mejilla, la primera lágrima que dio paso a muchas más. No importaba, en la soledad de aquella habitación, aquel cuarto seguiría siendo su confidente.

 

Tu vista se nubló un poco, desde hacía algún tiempo te pasaba, pero todo se lo atribuías al cansancio de las prácticas. Saltaste para alcanzar un pase rápido pero tu cuerpo se sintió pesado, no lo pudiste detener, entonces simplemente se fue para un lado antes de que el salto quedara en la cúspide.

— ¡Hinata! —amigos corriendo hacia tu pequeño cuerpo que se estaba empezando a levantar, otros simplemente mirando expectantes.

—Oh, estoy bien. Tal vez estoy algo cansado —la sonrisa de tu rostro parecía igual que antes, sin embargo alguien que de verdad te conociera hubiese adivinado que la incertidumbre se posaba sobre tu pequeño cuerpo; estabas perdiendo el control.

—Hinata, tómate un descanso —el entrenador no se tardó en hacer acto de presencia, algo estaba mal; él lo sabía, tú lo sabías.

 

Pasó una mano por las mantas higiénicas, como tenían que ser. Los recuerdos se arremolinaban en su mente, no puedo escapar de aquellos dolorosos momentos que tuvo que vivir. Y siguió llorando.

 

—Hinata nunca había faltado a una práctica —la voz de Tanaka interrumpió el silencio de la cancha. Todos estaban esperando a que el gran saltador llegara, pero ya habían pasado más de cuarenta minutos y al parecer el día de hoy no iba a venir.

—Hinata no podrá venir —el entrenador habló duro entrando a la cancha seguido del profesor. —Su madre dijo que simplemente no vendría hoy y al parecer tampoco mañana… sin embargo colgó el teléfono de manera algo grosera —terminó confesando más para él que para los demás, mientras ponía una expresión seria y pensativa.

— ¿Tampoco mañana? ¿Acaso está castigado? La mamá de Hinata siempre fue una mujer bastante educada — Sugawara habló, también pensativo… todo estaba tan malditamente extraño.

 

—Kageyama-kun… ¿quieres comer algo? —la mujer entró a la habitación gélida, era un congelador allá adentro, aun así parecía que solo era un efecto de la soledad que ahora se respiraba en el lugar. El moreno simplemente negó mientras seguía acariciando las sábanas, mientras el dolor se hacía cada vez más palpable. —Está bien, hijo. Pero deberías ir a casa a descansar —la mujer salió de la habitación, su aspecto cansado delataba que ella tampoco había dormido en los últimos días, que el dolor también se la estaba llevando poco a poco.

 

— ¡Hinata! —el grito de Nishinoya se escuchó en toda la cancha llamando la atención de los demás que lo miraban sonriente.

— ¡Kageyama! —le gritas con todas tus fuerzas, sientes el ardor en el pecho, la vista se te nubla un poco, pero niegas efusivamente… ahora no, este sería el último. — ¡Levántala para mí! —y corres, corres con todas tus fuerzas y saltas, vuelas como tratando de huir. Pero tu mano no logra tocar el balón.

— ¡Maldición! —Gritas y sabes que todos los demás te están mirando de forma extraña, pero no te importa… una vez más, solo una vez más — ¡Una más!

Saltas, no tan alto como querías, pero saltas y la pelota toca tu mano; el calor por el contacto fuerte, el ver el balón caer al otro lado y entonces caes al piso. Pero no te importa, no te importa que tu corazón esté a mil por hora, que tu vista esté borrosa o que tu cuerpo esté temblando… no te importa.

— ¡Hinata! Oh Dios mío, Shoyou —la mujer de cabellos naranja corrió hacia ti que te encontrabas en el piso—Hijo… por eso te dije que no debías acompañarme… —Lo sabías, sabías que tenía la razón pero simplemente no podías renunciar tan fácilmente.

Todos estaban mirando, Dios, ¿cómo ibas a decirles? Te levantaste con ayuda de tu madre, entonces te fijas como todos están reunidos, esperan que hables.

—Kageyama… —apartas la mirada… duele —ya no podrás levantarla para mí —y las lágrimas empiezan a caer, tan frenéticas, tan incomprensibles a los ojos de tus compañeros que simplemente no entienden.

—Hinata, ¿acaso te lesionaste? —te pregunta Ukai, pero las lágrimas se atoran en la garganta y no puedes hablar… ¿era realmente eso lo que te lo impedía?

Sientes a tu madre colocar una mano en tu hombro, la miras y ella sonríe triste.

—Es hora de ir a casa, Shoyou… debes descansar.

Y simplemente te vas sin decir nada, no puedes… es todo tan malditamente triste que no puedes simplemente decirles que te estás muriendo. Así de cruel, así de real.

Empezó con que te cayeras de vez en cuando, bien, eso les pasaba a los adolescentes, pero era como si no tuvieras control de ti mismo, no podías correr hacia donde querías, no podías voltear como lo pensabas… luego fui tu vista, se nublaba cada vez más. Entonces decidiste ir al doctor. Tantos exámenes, tantos análisis, tantas miradas que no comprendías, ¿qué pasaba? Solo querías que todo terminara y que pudieras ir corriendo a jugar de nuevo.

Ataxia de Friedreich… —eso fue lo que salió de la boca de aquel serio doctor que ahora solo te miraba con lástima. —Es una enfermedad Neurodegenerativa, Hinata-kun. Que causa en quienes la padecen un deterioro progresivo del cerebelo y ganglios espinales dorsales.

Dios… no entendías malditamente nada. ¿Qué era? ¿Se curaba? ¿Volverías a jugar vóley? Solo querías llorar si no era así.

Esta degeneración provoca en los afectados, de manera imparable, una pérdida progresiva de muchas de las funciones necesarias para una autonomía personal: pérdida de sensibilidad, descoordinación en los movimientos, escoliosis, disfagia, disartria, y en muchos casos diabetes y problemas cardíacos graves, causantes de la muerte en la mayoría de los casos. —Siguió hablando, juras que siguió hablando, pero ya no escuchaste. Estabas muerto. Solo sabes que mencionó en algún momento la silla de ruedas, la pérdida de visión o audición y… ¿qué más aparte de que serías un total inútil?

 

—Hinata… —Su voz salió en una añoranza de que alguien respondiera. No fue así. —Hinata, ¿dónde estás ahora? ¿Estás bien? ¿Tienes frío? ¿Puedes saltar cómo antes? Tú… ¿ahora eres feliz? —El moreno hablaba solo, lo sabía, pero eso ayudaba a que aquel dolor no lo consumiera por completo —Hinata… ya no la puedo levantar más para ti… ¿qué hago con todo este dolor? ¡Maldita sea! —golpeó la cama, el ruido sordo murió en las paredes blancas.

 

Recuerdo que la mejor sensación era como la pelota quemaba mi mano al golpearla... y sin embargo ahora no logro sentir nada. Entonces me pregunto, ¿por qué a mí? ¿Estoy siendo egoísta al llorar, Kageyama? ¿Me merezco todo esto? —Tu voz salió ahogada y no era precisamente por las lágrimas, seguiría sonando así de húmeda de ahora en adelante. También la falta de sensibilidad en tus extremidades era evidente, ya tampoco podías caminar con estabilidad.

Ya todos lo sabía, el colegio se había encargado de informar al club deportivo que no seguirías en las actividades ni en las clases por tu extraña enfermedad… Esa misma tarde tenías a todo el equipo llorando en tu regazo. ¿Y de qué sirvió? ¿Para qué derramar tantas lágrimas si con eso no podrías volver a jugar? Sin embargo ahí estaba, quejándote y llorando al lado de Kageyama.

—Llora todo lo que quieras, Shoyou… y si el dolor no disminuye así entonces yo lloraré contigo. Aun así, cuando hayamos terminado de llorar, entonces por favor, necesito que sonrías de nuevo… aún estás vivo y yo aún estoy aquí para ti —Oh Kageyama, el gran chico frío, ¿qué había pasado con él? Parece que la enfermedad también había debilitado su coraza.

—Hinata… ¿Sabías que Kenma también te extraña? El chico lloró mucho, ¿puedes creerlo? ¡El gran Kenma lloró! Creo que siempre fuiste alguien muy amado… ¿Y ahora qué? ¿Qué hacemos todo con todo este amor que no pudimos darte?

 

— ¡Hoy vamos a tener una cita! —Esa mañana Kageyama había llegado a aquella habitación donde te sentías cada vez más atrapado. Tu rostro se coloreó de rojo ¡¿Cita?! Oh Dios, y tú con esas fachas. Já, algo de humor para tus melancólicos días.

Sentiste las manos de Kageyama a tu alrededor mientras te ayudaba a sentar en tu silla de ruedas y casi te dan ganas de llorar.

—No importa, yo la empujaré por ti —te dice con una sonrisa, y juras que es la primera vez que ves una tan radiante y poco tenebrosa en él. Es hermosa.

Tu madre te ayuda a poner los soportes, los odias, pero ellos te ayudan a que tus huesos no tomen una forma extraña, más que todo en tus pies y manos, ¡ah! Y obvio, también tu columna que últimamente duele mucho.

— ¡Tengan cuidado, diviértanse! —tu mamá sonríe triste, como siempre y tú de nuevo tienes ganas de llorar.

El día fue perfecto, bueno, en lo que cabe el significado de perfecto con todos aquellos inconvenientes. Casi mueres ahogado, pero Kageyama fue paciente y te ayudaba cada vez que se te era tan difícil el tragar, también fue paciente al escucharte atentamente, tú, Hinata, que siempre amabas tanto hablar y ahora se te hacía tan jodidamente difícil, aun así Kageyama escuchó y dedujo con habilidad cuales eran las cosas que intentabas contarle. Y al final, en la tarde te dio su propio abrigo, tú tenías el tuyo pero el día no era tan cálido y no quería arriesgarse a que te diera una pulmonía. Ahora eras tan débil como el cristal, entonces te preguntabas ¿qué había pasado con aquel chico vivaz y lleno de energía? ¿A dónde se había marchado Shoyou Hinata? Que volviera… que por favor te devolviera tu tiempo, tu vida… Aquellas ganas de reír y de correr.

—Quiero que la vuelvas a levantar para mí… —Susurras mientras miras las luces de la ciudad. —Kageyama… no quiero morir —y allí, en aquel lugar donde se veía todo empezaste a llorar de nuevo, tan triste y sin control, no querías morir, no querías morir así.

 

—No quiero un mundo sin ti, Hinata —susurró al recordar su primera cita. Las lágrimas empezaron a correr de nuevo, nunca más se detendrían, al final siempre estaría llorando aunque por fuera no se notara.

 

—Ka-geyama, ¿es-te es tu pri-mer beso? —susurraste una noche, en la oscuridad de tu habitación, las palabras salían con dificultad, últimamente era tan difícil tan siquiera hablar o respirar… ya no podías usar tampoco tu silla de ruedas, solo te quedaba estar siempre en cama… y lo odiabas. Sin embargo, Kageyama iba cada día a verte, sin falta alguna, y muchas veces se quedaba a dormir para cuidarte. Ahora él se encontraba tan cerca de ti, a punto de besarte.

—Sí, Hinata, eres mi primer beso —y sin más te besó, fue un beso tan cálido y cargado de tantas cosas, tantas emociones que querías compartir con él por mucho tiempo, pero sabías que no podías. Se siguieron besando, entre el calor y las lágrimas que se mezclaban de ambos.

 

Te mentí, Hinata —su voz se apagó —Ese no fue mi primer beso. ¿Recuerdas que me quedaba a tu lado hasta que te dormías? Con tanta dificultad y con una respiración tan irregular, ¿te dolía mucho, verdad? Sin embargo siempre te negabas a tomar los analgésicos porque te hacía perder la conciencia… Una de esas noches, tenías tus labios semi-abiertos por la Disfagia y no pude evitar besarte aquella noche.

 

— ¡Hinata! —escuchaste a tu madre gritar en el fondo, ¿por qué lloraba? Abriste un poco los ojos, este no era tu cuarto y sin embargo todos estaban ahí, llorando. El capitán se acercó a ti y dijo algo que no escuchaste. Así era, a veces oías y a veces no, dependiendo de la intensidad de la honda… lo odiabas… así pasó con cada uno, todos tus compañeros se acercaron a tu cama y te dijeron algo, hasta el propio Tsukishima que sonrío y puedes jurar que le viste la mirada aguada.

—Te amo —sin embargo eso sí lo escuchaste, Kageyama se había acercado hasta tu oído y lo había susurrado, como tantas otras veces lo había dicho, aun así, ahora se oía como el último.

—Te amo… —susurraste, las palabras no salieron, pero sabes que Tobio lo había entendido. Entonces cerraste los ojos… ya no había más dolor.

 

—Te amo, Hinata… —la habitación se hizo pesada, el moreno se acostó en la cama en la que pasó los últimos meses de su vida el chico de cabello naranja —Hinata… ¿qué hago ahora sin ti? ¿Dónde me guardo todo el dolor y el amor? ¿Cómo puedo avanzar sin ti?...

Entonces se quedó dormido, en aquel cuarto tan frío, ocupando aquella cama llena de recuerdos y dolor.

Notas finales:

Y sí... bueno, hice varias investigaciones sobre esta enfermedad... de verdad me parece muy triste... ¡Pero bueno! No me odien </3 Mi primer fic sobre esa pareja~ 

Dedicado a mi gran amiga Yazid que escogió las palabras "Cama" y "Cuarto"~ ♥ Bueno, sin más, me despido~ 

¿Rw?~


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