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Love you to death por enildark

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Notas del fanfic:

Los personajes de Katekyo Hitman Reborn no me pertenecen uvu le pertenecen a la grandiosa Amano Akira. >u<

Notas del capitulo:

Ciaoooooo >u<! hohohohohoho  Me extrañaron? yo se que si xD

Jajaja okay no >u< aqui estoy a estas horas de la noche trayendoles este pequeño one-shot en conmemoracion al 2 de noviembre - si, se que en Amor yaoi ya es 3, pero aqui en mexico aun es dos! XD-

Jajaja bueno este one-shot es... una introduccion a una nueva (?) pareja se podria decir, Si se que esta bien crackeada pero pos cofcof la verdad a mi me parece de lo mas sensual - si aun sobre las otp-Y ademas la idea de esta historia la venia planeando desde hacia como un par de años DX pero nunca se habia logrado, hasta ahora y todo gracias a tres canciones

La principal fue una de Gackt, que se llama Todokanai ai to Shitteirunoni osaekirezuni aishitsuzuketa -Si en serio asi se llama-

la segunda fue una cancion excelente que se llama Danse macabre de Saint-Saëns

 

Y finalmente Love you to death de kamelot >u<

Bueno que puedo decirles xD si no les gusta la idea de ver a Dino y Mukuro juntos - aunque sea en un plan suave - No lo lean, si quieren ver que tal bienvenidos, pero si no pues simplemente  ignorenlo, es tan facil como eso xD

 

Y bueno es todo lo que hay que decir >u< no los interrumpo mas, de mi para uds, desde Mexico con amor en este dia de muertos~

 

A darle!

Los violines resonaban con la fuerza implacable de un relámpago en una refinada y macabra melodía que inundaba el gran salón. Todos bailaban en parejas en aquella fina estancia.

Las bellas doncellas eran guiadas por sus nobles caballeros en elegantes pasos de baile, ondeando en el viento sus pomposos y ostentosos vestidos en salvajes giros, como un loco torbellino de elegancia y perversión.

Había todos los colores posibles, desde el blanco más puro hasta el rojo mas apasionado. Risas, comida exquisita, comentarios afilados, bailes y apariencias, solo eso había en aquel gran y frió salón de aquella mansión.

Al atardecer los habitantes de aquel acomodado poblado festejaban el compromiso de una pareja de jóvenes enamorados. Pero no se trataba de una pareja cualquiera, pues para la familia Cavallone, cuyo hijo se comprometía en matrimonio, era una oportunidad más de demostrar que era una de las familias más basta y rica del pueblo.

-Jajaja Perfecto, como era de esperarse condesa – alababa una elegante mujer, que pese a sus costosas joyas no podía ocultar la hipocresía en sus palabras- Mas tratándose de la fiesta de compromiso de su hijo.

-Muchas gracias – Agradeció cortésmente la anfitriona que admiraba como todo se llevaba a cabo a la perfección.- Ciertamente espere tanto por este momento.

-Si, me empezaban a preocupar los rumores que había sobre su hijo… – Cuestiono otra mujer,  aunque de apariencia mas joven, que miraba hacia la multitud buscando al mencionado con la mirada- Pero al verlo tan feliz junto al joven Kyoya, me doy cuenta de que solo eran chismes mal intencionados.

-Si, solo malas lenguas – mascullo la anfitriona- El jamás caería tan bajo…

Justo tras aquellas palabras la música paro de golpe y todos dejaron de bailar. Cuando todos despejaron la pista, en el centro los únicos que quedaron fueron una peculiar pareja, un pelinegro de orbes azules y aspecto serio y analítico, junto a su compañero, un rubio de calida sonrisa.

Tras una ligera pausa, ante el total silencio y con la atención de todos, el rubio suspiro.

-Bueno, primero que nada gracias por su atención y por habernos otorgado su grata compañía en esta celebración – Hablo mirando a todos los presentes – Como saben todos estamos reunidos aquí por una sola razón, y esa razón es…- mascullo llevando su mano al bolsillo de su elegante saco rebuscando – A-ah… N-no lo encuentro…- mascullo mientras movía ambas manos por cada bolsillo de sus prendas.

-Lo perdiste…- Susurro el pelinegro de orbes azules, sin expresión de sorpresa, aquella torpeza era natural en el rubio.

-¡N-no lo hice! – Chillo en cierto modo infantil, continuando rebuscando entre sus ropas ante las miradas incrédulas de los invitados y llegando a escuchar algunos cuchicheos desde algún lugar del salón – ¡Ah! ¡Lo tengo! – festejo sacando finalmente un hermoso anillo de oro, el diseño era exquisito, la argolla tenia la forma de un par de alas que se unían donde una gran piedra de color índigo brillaba elegantemente- Ejem… continuando – tosió suavemente para volver a atraer la atención de los invitados – La razón por las que se les ha invitado a esta fiesta, es para festejar y formalizar, mi compromiso con Kyoya. – Sentencio posando su mirada sobre el pelinegro- Kyoya…

En aquel momento el de cabellos rubios extendió su mano libre hacia el pelinegro, mientras todos miraban expectantes ese momento, mientras el de orbes azules acercaba su mano para tomar la del otro. Ese era un momento mas en la vida de una pareja, algo bien visto siempre y cuando las joyas brillaran mas que las propias personas.

 

El sol callo y al unísono que aquellas manos se acercaban pero entonces  estrepitosamente las ventanas y puertas se abrieron con fuerza y un fuerte y frió viento apago todas las luces, interrumpiendo el momento. El salón se lleno de gritos de confusión y miedo y antes de que alguien gritara que todo iba a estar bien pasos resonaron a la distancia.

Poco a poco todos escucharon y giraron sus cabezas hacia la puerta principal del salón, sintiendo un aterrador escalofrió subiendo como serpiente por sus espaldas, encajando su veneno cuando esos pasos se volvieron mas sonoros.

Todos enmudecieron cuando una oscura figura se detuvo en el marco de la entrada. Parecía ser una persona que ocultaba su identidad bajo una gran gabardina con capucha que le daba un aspecto oscuro, cual parka sosteniendo un extraño pero imponente tridente.

Por largos segundos que parecieron horas no hubo palabras, solo el unísono del palpitar agitado de los corazones de los presentes, que sentían el peligro en el frió ambiente.

-¿¡Q-quien demonios es usted!?- exclamo estupefacta la anfitriona de la fiesta, mirando con desdén al extraño que se había atrevido a entrar a su fina mansión- ¡Salga de aquí o lo haré azotar!

-¡M-madre…!- exclamo Dino apresurándose para estar cerca de su madre, pero se detuvo en seco ante lo que sus ojos presenciaron.

Antes de que hubiera más palabras, antes de que alguien más se moviera, él recién llegado retiro la capucha que cubría su cabeza, dejando ver su identidad. Todos se sorprendieron ante ese ondeante cabello de color azul oscuro, ante aquella juguetona y maligna sonrisa. Pero nadie se sorprendió tanto como Dino, quien parecía estar viendo un fantasma.

-M-Mukuro…- Jadeo el de rubios cabellos y como si el susodicho hubiera predicho cada acción ante su llegada, abrió sus ojos dejando ver su inquietante mirada oscura y el macabro brillo rojizo bajo su fleco.

-Regrese Kufufu… - fueron sus palabras acompañadas de su sutil pero escalofriante risa.

Todos contuvieron la respiración y como si Mukuro leyera sus mentes justo cuando estos estaban por correr, golpeo el suelo con la parte baja de su tridente. Un gran eco inundo el salón y rebotando en los cristales del salón una lluvia de fino vidrio callo sobre los invitados, que entre gritos se echaron a correr.

El caos se desato en un abrir y cerrar de ojos, algunos sucumbieron ante los cristales, otros huyeron llenos de cortadas llevándose entre sus pisadas a aquellos que habían caído y ahora eran aplastados en una avalancha humana.

En el caos de gritos y empujones, mientras era jalado por Hibari, Dino observo al peliazul que yacía sonriente en la entrada, pasando justo a su lado, ese peliazul le miro fijamente y sin titubeos, ese rostro lo recordaba, pues alguna vez lo había añorado, pero aquella sonrisa y esa mirada vacía, esa mirada no era la misma, ya no se reflejaba en ella.

Y mientras era jalado fuera del lugar, mientras se alejaba y dejaba atrás el  cuerpo sin vida de su madre junto a otras victimas sobre el suelo del gran salón manchado con la podrida sangre, se dio cuenta de que esa misma noche se cumplía un año.

Hacia exactamente un año que aquel peliazul había desaparecido estrepitosamente de su vida. Rompiendo su corazón…

 

-------------------------------------------Flash Back------------------------------------------------

 

Para Dino ese peliazul no era un simple conocido, ni siquiera un sirviente más que laboraba en su mansión, aun pese a que ese era el puesto de Mukuro. Un sirviente.

 

Eso era para los demás, incluso para su madre, pero para él rubio, Mukuro era la persona mas importante en su mundo, su amante.

Eso eran ellos dos amantes prohibidos, amo y sirviente, algo imposible, algo que no debía ser según las posiciones sociales de aquella época.

Simplemente se había dado, aun pese a que desde pequeños se les había dicho que no era posible, esas advertencias no evitaron lo que sus corazones sentían y que al final les llevo a estar juntos, ocultos de la vista publica, pero juntos en la oscuridad de las noches o en la lejanía de las multitudes.

Su amor era tan grande que sentían que nada más importaba y fue así como ese día llego…

Yacían lejos de la mansión, incluso lejos del pueblo, estaban en un hermoso paraje, lleno de flores de muchos colores, con el viento suave del día y la hermosa vista de las montañas y la naturaleza. Dino había salido a pasear al “pueblo” y convenientemente había decidido llevarse a Mukuro como compañía.

Esa era la forma en a que salían de sus “posiciones” sociales para estar juntos, sin embargo llevaban tanto tiempo haciéndolo y por consiguiente los rumores y las sospechas estaban a la orden del día.

-Eres hermoso…- susurro aquella Dino mientras tocaba el rostro del otro, deleitándose con la suavidad de su piel. Estaba recostado sobre las bellas flores, con el peliazul entre sus brazos.

-Oya, por supuesto que lo soy – respondió el de menor complexión, mientras miraba al otro con sus orbes azules- Pero no olvides lo que también soy.

-Mukuro, No empecemos con eso…- susurro el de rubios cabellos, a la par que sujetaba el mentón del otro- Cambiaremos eso.

-Dino… Sabes que esto esta llegando a su limite, las personas empiezan a soltar rumores – susurro con una sonrisa – En cuanto lleguen a tu madre me van a…

-No lo digas… – Interrumpió la frase de este – No permitiré que eso pase.

-¿Y como planeas evitarlo Dino?

-De la única forma que deseo hacerlo – Respondió con seguridad, mientras se incorporaba para sentarse, mirando desde aquel ángulo al peliazul que yacía recostado, con su largo cabello azul esparcido sobre las flores de aquel prado- Mukuro… Deseo que nunca mas tengamos que escondernos – hablo mientras extendía una de sus manos hacia el ojiazul. Quien se vio un tanto intrigado por las palabras, justo en ese momento, Dino abrió su mano y entonces expuso lo que ocultaba en la palma de su mano.

Se trataba de un anillo, pero no de cualquier anillo, era un anillo que había pasado de generación en generación entre los lideres de la familia Cavallone y este solo era otorgado cuando un Cavallone había tomado una importante decisión.

-Mukuro, ¿Quieres casarte conmigo? – pregunto con una suave sonrisa en sus labios mientras le ofrecía aquel anillo de fina argolla en forma de alas entrecruzadas y adornado por un gran diamante de color índigo.

Una calida brisa canto en aquel momento, pasando entre ellos, envolviéndolos con su arrullo, Mukuro pudo sentir el tiempo detenerse, incluso pudo darse cuenta de cada cosa que pasaba en esos segundos a su alrededor. Su rostro se veía sorprendido, mas tras unos segundos este sonrió desviando el rostro.

-No se puede…- respondió posando su mano sobre la de Dino, obligándolo a esconder nuevamente ese anillo en su palma. – Eso nadie lo permitirá… ni siquiera podríamos celebrar nuestra unión.

-En este lugar no – respondió Dino apoyando la duda del peliazul – pero no es mi intención que nos casemos aquí.

-¿A que te refieres? – cuestiono Mukuro, intrigado.

-A que si aceptas casarte conmigo nos iremos lejos de aquí – sentencio con una boba pero segura sonrisa en sus labios.

-Pero que dices… jamás podríamos salir de aquí, todos te conocen, le dirían a tu familia inmediatamente en cuanto trates de cruzar las puertas- recordó.

-Bueno es que tendremos ayuda – le informo sin dejar de sonreír – Hibari, se a ofrecido a ayudarnos.

-Ese tipo tan raro – susurro Mukuro entrecerrando la mirada – es extraño, tomando en cuenta que el es igual o peor que todos los ricos habitantes de esta región.

-Jeje solo es algo serio y no sonríe mucho, pero es confiable – corrigió las dudas del ojiazul tomando su mano izquierda mientras en la otra sujetaba el anillo- Vamos, deja de dudar, te prometo que nunca permitiré que nos separen, nada ni nadie.

-¿Nada ni nadie? – Susurro el peliazul analizando aquella promesa- ¿Estas seguro de lo que estas prometiendo?

-Completamente – afirmo Dino sin titubeos- Acepta Mukuro. Por ti renunciaría a cualquier cosa, con tal de estar contigo.

Ante aquellas palabras Mukuro no pudo evitar sonreír, pues sabia que Dino no estaba dispuesto a rendirse o a aceptar una negativa.

-De acuerdo- susurro el ojiazul extendiéndole su mano para que el rubio le pusiera el anillo, entregándole su mano en matrimonio y más que su vida – Me casare contigo.

-¡Ah!...- exclamo el rubio con una amplia sonrisa y torpemente por la emoción, a vacilones coloco aquel anillo en el dedo anular de Mukuro, dejando que este encajara perfectamente en su dedo anular-… Mukuro!

Exclamo con alegría su nombre, con anhelo, con ilusión y en un acto de puro amor, se lanzo sobre el peliazul en un calido y efusivo abrazo.

-Oya… Oya eres un niño grande – mascullo el peliazul mientras acariciaba el rostro de Dino, mirándolo a los ojos, dejándole ver a este en su mirada lo que sus labios no podían decir.

Sus cuerpos se conocían perfectamente, pues con exacta sintonía se acercaron hasta que sus labios se fundieron en un abrasador beso. Al caer de la noche, con el aroma de las flores en el viento se sello aquella promesa.

Eso era felicidad, la vida de Dino lo era. Mukuro ahora era su prometido y todo lo que deseaba era estar con el. En las sombras de la noche regresaron a la mansión, aquella seria la última noche, la última en la que se esconderían o fingirían no quererse.

Así, con el compromiso concretado en secreto, Dino junto a Hibari, su amigo y confidente, organizaron todo para escapar del pueblo muy lejos, lo suficiente para que tanto Dino como Mukuro, vivieran una vida de pareja feliz, sin nadie que les mirara o juzgara por el valor de las joyas que usaran.

Una semana, una semana fue lo que se llevo de tiempo para un analítico y perfecto plan de escape, y una madrugada, antes de que el sol saliera, se podía ver a Mukuro y Dino cerca de una carroza que yacía al costado del camino de tierra.

-Ya esta todo arreglado- Exclamo un pelinegro de aspecto serio y calculador, mientras abría la puertecilla del carruaje – Vamos, antes de que alguien venga.

-De acuerdo, Mukuro, anda – le indico el rubio al peliazul, tomando su mano indicándole que subiera al carruaje.

-Dino… No estoy seguro de esto- susurro mirando al rubio seriamente - ¿Por que tengo que irme yo primero? – cuestiono no muy convencido de que aquello estuviera bien.

-Por que si nos vamos juntos y tan de repente estoy seguro que enviaran por nosotros para traernos de regreso y eso no seria nada bueno – analizo Dino pensativo –  Así que tengo que asegurarme de que no sigan nuestra ruta, por eso es que Hibari te llevara a un lugar seguro lejos de aquí.

-Pero…

-Tranquilo, yo me reuniré contigo- le aseguro rápidamente-al anochecer estaré ahí te lo prometo – reitero tomando sus manos, dedicándole una suave sonrisa.

Mukuro lo miro y simplemente asintió, aunque no muy seguro de que aquello estuviera bien, mas decidió confiar en Dino.

Así tras un apasionado beso se separaron y con ayuda de Dino, Mukuro subió al carruaje cerrando la puerta tras de si

-Volveré en un par de horas – Hablo Hibari mirado al rubio desde el frente del carruaje mientras tomaba las riendas de los caballos.

-De acuerdo… cuida bien de el- le pidió sin dejar de sonreír.

-Claro…- se limito a responder el pelinegro y sin mas hecho a los caballos a andar, tomando un camino incierto.

Mientras el carruaje se alejaba, Mukuro se asomo por la ventanilla mirando a Dino mientras se alejaban, notando que este en ningún momento dejo de sonreír, de alguna forma aquello hizo que el peliazul también sonriera y así ambos se separaron, aunque sintiéndose mas cerca él uno de otro.

Dino tuvo esa sensación aun incluso cuando el carruaje se perdió de vista, como si algo de la esencia de Mukuro se quedara en él. La imagen del rostro sonriente de Mukuro le acompaño el resto de ese día, para soportar la separación.

Quien iba a decir que aquella sonrisa se volvería un amargo y confuso recuerdo, pues esa sonrisa seria lo ultimo que sabría de Mukuro, en aquel entonces, pues al caer la noche de aquel día, al arribar a la cabaña donde Mukuro debía esperarlo se encontró con que este no estaba.

Se había ido sin dejar rastro o palabra, el único objeto simbólico de lo que tal vez había pasado, había sido el anillo de compromiso que él mismo le había dado, el cual encontró sobre la cama como única razón de Mukuro.

Al final de cuentas tras buscar explicaciones o motivos, Dino no pudo más que pensar que Mukuro se había arrepentido y que había decidido irse lejos de él…

 

 

------------------------------------------End Flash Back-------------------------------------------

 

Hacia un año de aquel suceso, un año desde que Mukuro lo había abandonado. Y mientras corría por su vida, revivieron los amargos sentimientos de aquella noche, como si el tiempo no hubiera pasado. Y mientras era jalado por Hibari, su mejor amigo, aquel que le había consolado tras el abandono, trataba de explicarse que estaba pasando ahora al mismo tiempo que corría por su vida, escuchando los desgarradores gritos de terror, mirando a cada paso un sin fin de cadáveres, cuerpos de aquellos que habían sucumbido a aquella extraña oscuridad que Mukuro había traído consigo.

Nadie estaba a salvo, la oscuridad devoraba todo a su paso, una imagen desalentadora para los habitantes de aquel poblado, una vista perfecta para Mukuro, quien desde lo alto en la colina  podía contemplar todo el poblado que era devastado ante su oscura obra con una mirada llena de maldad a causa del peculiar brillo rojizo en su ojo derecho.

-Vaya… - se escucho una voz en el viento, una voz que Mukuro rápidamente reconoció-¿Cómo va todo? Mukuro ~ - cuestiono aquella voz de forma ladina.

-Todo va perfectamente…- Se limito a responder el peliazul sin dejar de mirar hacia el frente. Lentamente detrás de el una sombra emergió desde el suelo y poco a poco fue tomando forma hasta tener la figura de un joven hombre de aspecto pícaro – Julie

-Pero aun no has terminado Mukuro – resalto aquellas palabras mientras  se acercaba mas a este – Te recuerdo que tienes hasta el amanecer…- susurro a su oído de manera entretenida y divertida- Debes ser al azote de este pueblo superficial, o de lo contrario…

-Ya lo se, Kufufufu – soltó su suave risa sin inmutarse por la invasión a su espacio personal-Aun quedan algunas horas… Déjame divertirme.

-Eres tan sádico jajaja~ - soltó una risa el de gafas al mismo tiempo que se desvanecía, dejando que su risa se fuera con el viento, clavándose como un escalofrió.

Mukuro inmutable continuo admirando su obra con una suave sonrisa, una delicada sonrisa psicópata. Sonrisa que se desvaneció cuando suaves rayos de luna tocaron su rostro.

-Oya, Oya… Ese bastardo…- mascullo notando como la luz de la luna se imponía ante la oscuridad dejando a la vista de los ojos humanos la muerte y destrucción. Ya no había gritos, por que no había respiraciones, la mayoría de los que alguna vez habían habitado aquel lugar ahora yacían sin vida - Vaya… es hora Kufufu… - sonrió nuevamente golpeando el suelo con su tridente.

Al instante largas enredaderas emergieron de la tierra, construyendo un tétrico laberinto, combinado con bellas flores, sangre y cadáveres enredados entre sus verdes lianas.

Aquel laberinto de la muerte se alzo por todo el pueblo, creando un complejo camino que llevaba hasta la colina donde yacía la mansión, lugar donde Mukuro se oculto tras grandes muros de flores y cadáveres.

Entonces hubo silencio y un escalofriante presentimiento, ocultos de aquel desastre Dino y Hibari yacían dentro de una  bodega donde se reservaban las mejores cosechas de vinos. Respiraban ya relajados tras la terrible carrera para salvar sus vidas, los dos estaban en silencio sentados sobre el suelo cada uno mirando a la nada con sus mentes en diferentes lugares pero al mismo tiempo la misma razón de tales pensamientos.

Dino simplemente estaba lleno de dudas, no entendía por que sucedía todo eso, mas aun él por que Mukuro estaba causando todo ese caos, y mejor aun, ¿Dónde había estado en todo ese tiempo y por que estaba tan enojado?

Ni siquiera trato de buscar una explicación, por que simplemente no la había, nada tenia sentido, era como si Mukuro simplemente hubiera enloquecido.

Una fría brisa sollozo en el exterior acompañada de un susurro que causo un escalofrió por todo su cuerpo…

-El no debió haber vuelto…- Susurro Hibari, mientras Dino le miraba anonadado, sintiendo como un extraño malestar nacía en su estomago.

-Hibari… ¿Q-que estas diciendo?- pregunto en una sonrisa nerviosa sintiéndose al borde del colapso.

-Yo me asegure de que él nunca volviera…- Soltó Hibari, pero sin mirar a Dino, como si sus pensamientos escaparan de su mente- ¿Cómo habrá salido de la tierra?...

Aquellas perturbadoras palabras fueron tomando forma poco a poco, desde el día que Mukuro desapareció a el preciso momento en el que Hibari se metió de forma abrupta en sus sentimientos y solo entonces, en aquel momento Dino se dio cuenta de que la única razón por la que pudo abrir sus sentimientos de aquella forma hacia Hibari había sido a causa de la desaparición de Mukuro. Sin palabras, sin explicación, y entonces él rubio se hizo así mismo una pregunta…

¿Quién le había traicionado en realidad?...

 

--------------------------------------------Flash Back-----------------------------------------------

 

Hacia exactamente un año atrás aun bajo los rayos del sol, Hibari Kyoya se encontraba en medio de una encrucijada. Llevaba al prometido del hombre que amaba a un lugar seguro.

El no era conocido por ser la persona mas dulce, era serio, analítico y a veces demasiado excéntrico y temperamental y aunque poseía buenos sentimientos tendía a demostrarlos de formas que muy pocos lograban tolerar. Cuando Dino apareció en su vida desde el principio lo vio como un imbecil, infantil y torpe, un ser que pese a ser inferior para sus estándares, era el único que parecía estar dispuesto a soportarlo.

Para alguien que amaba la soledad aquello era un problema, y lo fue aun mas cuando la persona que había empezado a sacar a flote sus emociones, le dio la noticia de que ya tenia a alguien en su corazón.

Y ahora estaba ahí, conduciendo los caballos de aquella carroza hacia las montañas, para ayudar al ser que quería a irse lejos de el con alguien mas…

Aquella ecuación estaba mal, y pese a que trato de seguir esa vieja regla que decía “Si amas algo déjalo libre” Conforme el carruaje se acercaba a la cabaña donde resguardaría al peliazul, mas su mente se negaba a perder.

Después de todo el era Hibari Kyoya, y nadie estaba sobre el, pero mas importante aun, a Hibari no le gustaba perder.

Para cuando los caballos se detuvieron ellos ya estaban frente a la cabaña, Hibari se quedo en su lugar al instante que la puerta del carruaje se abrió, emergiendo de este el peliazul de largos cabellos, que se encamino a la cabaña para admirar el lugar.

Tal vez este dijo algunas palabras, por que Hibari veía que sus labios se movían, sin embargo sus oídos no escuchaban, no quería hacerlo, pues simplemente miraba, miraba fijamente a aquel peliazul. Y de un momento a otro todo en el le molestaba, su cabello, su mirada y sobre todo, esa ladina y maldita sonrisa.

Entonces para cuando el peliazul camino hacia la entrada de la cabaña, Hibari bajo del carruaje. Al compás de los pasos de Mukuro avanzo hacia este, cada paso era un escalón, un escalón que lo llevaba a la cima donde el debía estar.

Simplemente paso, cuando Mukuro tomo la manija de la puerta el tomo el mango de la espada que llevaba enfundada a su cadera y el rechinido de la puerta resonó en su mente como un grito de guerra.

Un silbido en el viento llamo la atención de Mukuro, y justo antes de cruzar la puerta giro en si mismo rápidamente, encontrando su mirada asombrada sobre las orbes frívolas de Hibari.

-¿A-Ahh….? – jadeo mientras su mirada bajaba hacia donde la afilada hoja había atravesado su pecho.

No hubo palabras entre ellos, pues tan rápido como aquella hoja afilada entro, de igual forma salio y de manera abrupta lanzo el cuerpo delgado de Mukuro al suelo, ligeras gotas emergieron cubriendo su cuerpo de rojo, ese color que se derramo en el suelo, como la pasión que le había arrastrado a ese lugar y momento.

Y ahí, en la entrada de aquella rustica cabaña, Hibari admiro con paciencia como lentamente Mukuro se desangro hasta que finalmente su vida se fue…

 

------------------------------------------End Flash back-------------------------------------------

 

El resto había sido demasiado fácil, con tiempo suficiente se deshizo del cuerpo de Mukuro, enterrándolo detrás de la cabaña, entre los árboles de aquella montaña. Limpiar la sangre había sido difícil, pero con esfuerzos borro cualquier rastro de Mukuro de la fas de la tierra.

Y justo cuando el sol caía en el horizonte se fue del lugar y para cuando Dino arribo, todo había quedado perfectamente arreglado para ponerle fin a aquel juego.

-Lo enterré bien profundo…- mascullo con una expresión realmente despreocupada-Todo fue tan fácil… Bueno excepto quitarle el anillo…- comento mientras Dino escuchaba estupefacto, apretando con fuerza el anillo que yacía en la palma de su mano – Tuve que cortarle el dedo para sacarlo…

Aquellas palabras provocaron que la mirada de Dino se dilatara, no podía creer las atrocidades que escuchaba del que se suponía era su mejor amigo. El malestar en su estomago creció, aquella sensación era el ardor de la traición y la culpa, culpa por haber pensado que Mukuro lo había abandonado, culpa por haber dejado que la imagen que el ya conocía de su amante, fuera fácilmente manchada.

Aun en shock, pero con la respuesta a su pregunta, lentamente se alejo del pelinegro, quien parecía tranquilo, como si acabara de contar una anécdota de su vida diaria. Por alguna razón sintió temor, aun mas del que sintió al ver a todos morir mientras huya de la ira de Mukuro. Simplemente dejo que sus pies lo sacaran de ese lugar, cerrando bien la puerta, dejando a Hibari bien encerrado.

Hubiera deseado suspirar con alivio, pero pronto vio ante él el imponente laberinto de muerte.

-Mukuro…- susurro al divisar las flores que adornaban aquella tétrica creación.

Tenia que hablar con Mukuro, tenia que arreglar las cosas, quería saber de él, pero sobre todo añoraba sentirlo de nuevo cerca de su ser.

Sabia que iba a ser difícil, algo oscuro había llegado junto con el peliazul, algo que estaba ayudándole a crear caos  y por si fuera poco Mukuro había arribado justo cuando él ya estaba pidiéndole matrimonio a alguien mas y peor aun, pidiendo matrimonio a quien lo había lastimado y con el mismo anillo que le había dado. Era todo un desastre.

Pero el estaba seguro, seguro de que podrían salir adelante, su bobo corazón se lo decía. Suspiro hondo y desenfundando la espada de su cinturón se puso en marcha y se adentro en aquel tétrico y misterioso laberinto.

Al principio sus pasos fueron lentos e inseguros, había tanto silencio que era incomodo, sobre todo verse rodeado de tantos cadáveres, cuyas expresiones de terror ante la muerte le hacían sentirse inquieto, como si la misma muerte fuera la que lo miraba a los ojos.

Conforme más se adentraba al laberinto mas aceleraba el paso, pues este se volvía más y mas complicado, a su paso se encontró con todo tipo de obstáculos, desde caminos cerrados a grandes pozos que le obligaban a regresar casi al inicio, lentamente al paso de un par de horas empezó a sucumbir ante la frustración.

-Ahhh…. Maldita sea…- mascullo con impotencia mientras se veía así mismo aun entre ese laberinto de enredaderas, ya no podía soportarlo, se sentía atrapado, sin esperanzas de escapar.

Elevando su rostro al cielo miro la luna llena, sintiéndose bañado por su luz. Se quedo así por un rato, sin saber cuanto exactamente, su mente llena de estrés empezó a recordar como le gustaban aquellas noches, sobre todo como aquellos rayos de luna lucían sobre la pálida piel de Mukuro, el como le habían brillar como a una estrella.

-No… no puedo rendirme- Exclamo  mirando hacia el frente nuevamente- ¡Tengo que concentrarme!

Se sentía determinado, tenia una motivación y esa era el encontrarse cara a cara con Mukuro y aclarar las cosas. Acelero el paso y esta vez mas concentrado miro atentamente cada ruta que elegía. Triste y tretricamente cuando lo entendió, se dio cuenta de que cada cadáver en ese laberinto era único pues mirándolos atentamente sabia donde se encontraba y evitaba dar vueltas en círculos.

Fue solo así como pudo atravesar aquel laberinto u todos sus peligros, y fue cuestión de minutos lo que le tomo llegar a la salida, admirando la mansión en completa ruina y penumbras, iluminada por la luz de la luna.

-…Todos…- mascullo al comprobar que en efecto ya no quedaba nadie, a excepción de el y tal vez Hibari.

Trago en seco al sentir una fría brisa atravesar su cuerpo, sentía el peligro cerca por alguna razón,  entonces tras un profundo suspiro sus pasos se encaminaron a la mansión con la guardia alta y espada en mano.

Justo al estar ante la puerta esta se abrió lentamente acompañada por un molesto y escalofriante rechinido. En el pasado Dino pudo haber saltado y correr muerto de miedo lejos de ahí, pero ahora no podía, el tenia una misión, así que sin titubeos entro a la mansión y al instante que ambos pies tocaron el suelo la puerta se cerro de golpe detrás de el, causando un eco por toda la mansión.

-Kufufufu~ - Una suave risa reemplazo a aquel eco, una risa que se escuchaba cercana y a la vez distante.

Dino entonces sintió que su respiración se agito, tomándole algo de tiempo recuperarse del susto que se había tragado. Para cuando sus piernas se recuperaron empezó a caminar por la oscura mansión, guiándose por aquella risa que resonaba por el lugar.

Entre cristales rotos, manchas de sangre y algunos cadáveres, Dino finalmente atravesó la estancia y el comedor, hasta arribar a la salida que llevaba al jardín trasero al mismo tiempo que aquella suave risa seso.

Entonces Dino suspiro y se adentro un poco mas, lentamente hasta que encontró a quien tanto buscaba, desde hacia exactamente un año.

-Mukuro…- llamo en un susurro suave mientras con lentitud bajaba su espada.

-¿Oya? – Exclamo el peliazul, yacía dándole la espalda al rubio, mientras miraba hacia el horizonte, llevaba un pulcro traje color blanco, mientras su cabello era sujetado en una sencilla coleta, y en su mano sostenía su imponente tridente-Así que, lo lograste…- agrego al momento que se giraba para encarar al rubio- ¿Listo para morir? Kufufu…

-¡Mukuro!- grito Dino estupefacto al escuchar aquellas palabras, aquel era Mukuro, su Mukuro, mas sin embargo había algo que estaba mal en el- Por favor… ¡Detente! ¡Tenemos que hablar! – soltó rápidamente tratando de que hablaran atentamente sobre el tema.

-Yo ya no deseo hablar contigo – se limito a responder el de orbes, ahora bicolor, mientras acomodaba su flequillo, para dejarle ver su inquietante y vacía mirada.

-Mukuro… yo, bueno tenemos que hablar… H-hay muchas cosas que deseo que me digas, ¡entiendo por que estas enojado!- recalco, recordando la confesión de Hibari sobre lo ocurrido aquel mismo día, un año atrás – ¡Por favor déjame ayudarte!

-¿Ayudarme? – susurro Mukuro mientras se apoyaba en su tridente, mirándolo aparentemente relajado- Claro… te dejare ayudarme kufufufufu!

Aquella risa resonó en el jardín, provocando que Dino perdiera el aliento. Antes de que pudiera recuperarlo un rápido y habilidoso Mukuro se lanzo contra el y en un certero golpe mando a volar al rubio en el aire, lanzándolo un par de metros lejos, azotando en el suelo.

-¡Agghh!...- Dino se quejo, apenas si pudiendo creer lo que acababa de pasar- M-Mukuro…por…que

-La única forma en la que puedes ayudarme es dejándome derramar tu sangre, ¡hasta la ultima gota!- sentencio con una amplia sonrisa mientras acariciaba los picos de su tridente – ¡Levántate y pelea!

-Mukuro…- jadeo Dino sin aliento, contemplando al ser que tenia frente a él.

Ese no podía ser su Mukuro o tal vez lo era y si ira era demasiado grande como para simplemente perdonarlo. Dino mordió entonces su labio inferior, sintiendo la impotencia del momento, no iba a rendirse, iba a recuperar a Mukuro, al Mukuro que le amaba.

A tropezones se levanto de la tierra y los dos amantes se pusieron en guardia y así en una silenciosa cuenta regresiva, Mukuro se lanzo al ataque.

El canto del metal de sus armas ante cada choque inundo el silencio en una melodía final. Mukuro no tenía piedad, todos sus ataques eran rápidos, a un grado sobre humano, todos con la firme intención de lastimar al mayor grado posible, Dino  por su parte titubeaba ante cada ataque, pues estaba concentrado en buscar en la mirada del ahora bicolor algún rastro del amor que alguna vez brillo en estos.

En un choque fuerte de ambos, ambas armas, espada y tridente se entrelazaron entre si, fundiendo por un instante a aquellos amantes.

-¡M-Mukuro! ¡Basta!- exclamo Dino mientras usaba su fuerza, para contrarrestar la de Mukuro – ¡No quiero lastimarte!... ¡Yo te amo!

-¿Ahhh? – Se sonrió Mukuro, aunque de una manera frívola – ¿Me amas? Entonces que hacías hace un rato antes de que yo llegara ¿hu? – cuestiono en un tono profundamente sarcástico.

-Eso…- mascullo apretando los labios, estaba seguro de que aquel detalle no iba a ser pasado de largo por Mukuro- Yo… pensé que… Ah no importa ya Mukuro! – Exclamo mirándolo fieramente – no importa nada, por favor recuerda, ¡trata de recordar lo felices que éramos!

-No…- respondió secamente tomando por sorpresa al rubio quien palideció ante su frialdad. Un fuerte empujón con su tridente y Dino retrocedió un par de metros ante el impacto- Ya no… El Mukuro que tú conociste fue asesinado exactamente hace un año…

Acto seguido, Mukuro se dejo ir contra el rubio que apenas si podía defenderse y responder ante los ataques. Aquel momento era tan irreal, la vida de Dino pasaba rápidamente ante sus ojos y cada choque entre el filo de su espada contra el tridente de Mukuro atraían mas y mas imágenes, de todo tipo, desde el inicio de su torpe manera de atraer la atención del peliazul, hasta los momentos mas íntimos y apasionados de los dos, lo especial que había sido el primer te amo que logro escapar de los finos labios de Mukuro, los sueños y el futuro que imagino que ambos lograrían tener.

Todos esos recuerdos se estamparon contra su cráneo, con la misma intensidad que Mukuro lo atacaba, cada golpe le decía en susurros afilados cuando deseaba destruirlo.

Con su corazón apunto de romperse a pedazos Dino dejo de pelear y en un fuerte ataque, Mukuro ataco al mayor, dándole un fuerte golpe con la punta mas larga de su tridente atravesando uno de sus hombros.

-¡Ghaa!- el grito de agonía del rubio no se hizo esperar cuando su sangre empezó a caer manchando sus ropas y la punta del tridente.

Y en un acto de profunda crueldad, Mukuro le arrojo lejos haciendo que este se desprendiera de la puntiaguda punta.

Pero en aquel golpe algo mas paso, pues al mismo ritmo que el cuerpo de Dino caía al suelo, de sus ropas desgarradas algo salio volando justo cuando el tridente salio de la carne del rubio.

Era pequeño pero brillante, tan brillante que los rayos de la luna le hicieron resplandecer como a una estrella fugas en el firmamento, que finalmente fue a caer a la mano de Mukuro, quien hábilmente atrapo aquel brillante objeto antes de que cayera al suelo.

Mukuro entonces abrió la palma de su mano y sus orbes bicolores se desorbitaron completamente ante lo que sostenía…

-Esto…es…- mascullo admirando aquel anillo, ese anillo en forma alada acompañado por aquella hermosa piedra, pero mas que el valor o la belleza de la joya, dentro de la ropa de pulcro color, que ocultaba su pútrido cuerpo, en su pecho algo empezó a moverse, haciéndolo suspirar, mientras en su mente el recuerdo de las palabras “Me casare contigo” resonaron con fuerza y pasión.

Entonces, solo entonces, por un momento la mirada de Mukuro pareció volver a ser la misma, algo de ese brillo se contemplo en su único ojo de hermoso color azul.

 

Dino, ante la escena sintió esperanza, aquella mirada, ese momento, sin duda aquello debía ser suficiente para que Mukuro regresara en si, pero antes de siquiera poder decirle algo al peliazul, noto como la mirada de este se desviaba hacia su mano izquierda, esa mano en la que el dedo anular estaba ausente.

Y como si las mentes de ambos se unieran en ese momento, llego la cruel imagen de Hibari cortando aquel dedo para poder arrebatar el anillo que tiempo atrás había sido el símbolo del futuro feliz a ambos.

-¡¡Tsk…!! – un bufido escapo del ceño fruncido de Mukuro, y la oscuridad inundo todo su ser- Por tu culpa… ¡Solo por ti! – Gruño mirando lleno de odio al rubio que yacía derrotado- ¡Acabare contigo! – sentencio lanzando aquel anillo a la nada como si fuera basura y sujetando con fuerza su tridente se lanzo al ataque, dispuesto a acabar con todo de una vez por todas.

Y mientras la muerte lo acechaba, Dino miraba al suelo dando la imagen de haber perdido las fuerzas para luchar, Mukuro tenia razón, todo era su culpa por haber sido tan confiado, ahora había perdido a su familia, ahora todos en el pueblo estaban muertos, su único amigo no era mas que un traidor y asesino, y  tal como el peliazul lo había dicho, él Mukuro que había amado había sido asesinado un año atrás y aquello le hizo entender que las cosas debían ser así, pues ya no había nada mas…

Entonces Dino levanto la mirada y para cuando Mukuro ya había fijado el punto en el cual daría su ataque final, sorpresivamente el rubio se levanto tomando al mismo tiempo su espada, y esquivando perfectamente al tridente que estaba por impactarse se acerco a Mukuro tomándolo por la cadera al mismo tiempo que su espada se enterraba profundamente en su pecho.

-Ahhh…

Un jadeo y la mirada sorprendida de Mukuro dejaron en claro que aquel golpe había sido letal pues al instante las fuerzas le fallaron y entre los brazos de Dino callo junto a este sobre el suelo.

Mukuro cerró sus ojos y entonces una lágrima de sangre emergió del ojo que era rojo, la sombra que escondía el brillo de su rostro se desvaneció lentamente mientras que la mancha de sangre en su pecho crecía al mismo ritmo.

Entonces el peliazul lentamente empezó a recordar, entre quejidos y con entrecortada respiración, toda su vida paso ante sus ojos, recordando, sintiendo, viviendo, finalizando en ese momento en el cual recordaba lo que se sentía agonizar.

-Dino…- jadeo mientras una suave sonrisa se dibujaba en sus labios- Yo… lo…

-Shh… - detuvo Dino sus palabras, posando su dedo sobre sus pálidos labios – Nunca dijiste esa palabra antes y no la dirás ahora…- sentencio mientras le dedicaba una suave pero triste sonrisa- De nuevo estamos aquí…- susurro mientras la luna empezaba a esconderse dejando el austero aroma de la luz de día que se acercaba.

-Kufufufu…- soltó una risa suave, aunque con algo de dificultad - Pero yo ya no estoy aquí Dino… No debería estar aquí…

-Ya se lo que paso Mukuro… y la razón por la que estés aquí no me interesa, lo único importante es que estas aquí y ahora, en este momento ¡Y no pienso dejarte de nuevo!- sentencio el rubio sujetando con fuerza al peliazul.

Ante aquellas palabras Mukuro sonrió, y elevando su mano toco el rostro de este, sintiendo en su fría piel la calidez de la mejilla del rubio. Los dos se conocían perfectamente pues, sus labios inmediatamente desearon encontrarse. Pero antes de que siquiera pudieran rozar sus labios algo pasó.

Como una chispa, sorpresivamente el pecho de Mukuro se encendió en llamas, llamas de un fuego intenso que pronto empezaron a ondear ferozmente sobre el cuerpo del peliazul. Dino observo aquello estupefacto mientras fruncía el ceño aferrándose más fuerte a Mukuro, aun cuando las llamas empezaron a quemar sus manos.

-Dino… suéltame, vas a lastimarte – pidió Mukuro rápidamente, impasible ante las llamas – déjame…- susurro mientras bajaba su mano suavemente.

-¡No!- se negó rápidamente Dino tomando la mano de este antes de que la bajara por completo- ¿Te lo dije no?... No pienso dejarte de nuevo – reitero atrayéndolo hacia su cuerpo lo mas cerca posible, aquellas llamas entonces empezaron a subir por sus brazos y el resto de su cuerpo, aquel fuego era abrasador y doloroso pero Dino apretó fuerte sus labios y se mantuvo firme- Mukuro…

-Eres…tan terco…- susurro Mukuro cerrando los ojos en una sonrisa, una sonrisa feliz y a la vez triste mientras una lagrima cristalina descendía por su mejilla- Pero, eres un hombre de palabra… cumpliste tu promesa…

-A-así es… - respondió Dino con dificultad, temblando suavemente ante el dolor que las llamas causaban conforme consumían mas y mas su cuerpo- Por que te amo… y s-siempre…

-Te ama…re – jadeo Mukuro completando la frase de este mirándolo a los ojos- Ahora…vézame…T-tonto…

-S-se…ra un…placer- mascullo acercando su rostro al de este sin dudarlo, para así unir sus labios sobre los del otro.

Ni las feroces llamas que consumían sus cuerpos, ni el olor de la carne que sucumbía ante la muerte, nada detuvo ese momento. Ambos labios se fundieron en un beso, no como si fuese el último si no como el primero. Se besaron sin separarse hasta que las llamas cubrieron por completo sus cuerpos.

Y con sus labios unidos lentamente las llamas redujeron sus cuerpos, cuando ambos cuerpos no pudieron sostenerse lentamente cayeron, pero fundiéndose el uno sobre el otro, tal como se amaron en vida, en la muerte se fueron juntos en la abrasadora llama de su amor y de la pasión.

Y ante el cielo del amanecer que se acercaba, las llamas continuaron ardiendo y los cuerpos ahora en una imagen diferente fueron contemplados por unos gélidos ojos azules.

-Dino…- susurro Hibari mientras miraba con un dejo de frialdad la escena, aquellos cuerpos carecían de rostro, pero reconocía a la perfección a aquella pareja, aun siendo un par de cadáveres.

Contemplo aquella hoguera de pasión hasta que aquellos huesos se volvieron cenizas y ante la luz del sol las llamas se fueron haciendo más y más pequeñas, conforme ya no quedo nada que devorar.

-Vaya… así que lo logro – se escucho una voz ladina, una voz que hizo que Hibari se girara para ver de quien se trataba.

Entonces el susodicho, un hombre de gafas con sombrero llego hasta la hoguera, se inclino y admiro las cenizas y pequeñas llamas sobre la tierra.

-¿Quién eres tu? – pregunto Hibari sin inmutarse ante la presencia del otro.

-¿Yo?... yo tengo muchos nombres, pero todos me dicen Julie~ - respondió relajado mientras acercaba su mano para tratar de tomar las cenizas.

Justo en ese momento, con el sol en el horizonte, una brisa fresca cruzo en medio de los dos, y antes de que las manos de Julie tocaran las cenizas, estas se elevaron en el aire,  desapareciendo ante la vista de ambos, yéndose muy, muy lejos de ahí.

-Ahh… ese par, se salieron con la suya – mascullo Julie incorporándose, apretando su puño vació, y sin decir mas se encamino para alejarse de ahí, pasando de largo al pelinegro.

-¿Tu tuviste que ver en esto? – pregunto Hibari sin moverse de su lugar, mirando el sol en el horizonte.

-Yo le prometí venganza, pero a cambio el debía pagar el precio a menos que cumpliera una condición– hablo Julie desde su lugar, con una sonrisa en sus labios-El debía aniquilar al que fue causante de su muerte antes del amanecer… Ahh yo estaba seguro de que no lo lograría, pero quien iba a decir que el idiota de su enamorado decidiría morir con el Jaja

-Pero Dino no fue el causante de…

-El fue la causa… - interrumpió Julie antes de que este completara su frase – tu fuiste el arma… Las decisiones de Dino te llevaron a hacer lo que hiciste, además si lo analizas Mukuro ya te aniquilo también – agrego mientras volvía a caminar – Por que al final tu estas aquí solo, ya todos han muerto y Mukuro se llevo muy lejos a Dino, tan lejos que si yo no puedo hacer nada, tu menos podrás hacer algo para cambiarlo… Ahh los dos perdimos~

Aquellas palabras fueron definitivas, una brisa fría resonó en un canto lúgubre y vació, Julie  simplemente se desvaneció y Hibari se quedo de pie en aquel jardín, mirando los rayos del sol que iluminaban el escenario de aquella noche sangrienta.

Y pese a que aquellos calidos rayos de sol eran calientes e intensos, el cuerpo de Hibari no los sentía, pues en alguien tan frió ni la intensidad del sol era capaz de hacerle sentir calor.

Ese era su fin, tan simple como se escuchaba, posiblemente jamás sabría lo que era una calida caricia, estaba simplemente, destruido.

Por que la muerte no es fría e indiferente, la muerte es otro momento, no es el fin, la muerte es como el viento, y el viento que jamás se detiene en el cielo que es tan inmenso. Eso debía ser mas que suficiente para convertirse en una eternidad, una eternidad para que Dino y Mukuro estuvieran juntos por siempre.

 

 

 

--------------------------------------------------FIN---------------------------------------------------

Notas finales:

(Aqui el dibujo del fic >u< espero lo disfruten! lo pongo hasta aca abajo por que da mucho Spoiler

 


Promises by Enildark on DeviantArt

)

 

Asdad ahi estubo, Que les parecio?

La verdad yo misma no tengo palabras para explicarles, pero fue emocionante y a la vez complejo escribir sobre esta pareja, mas por que es el primer one-shot que se puede considerar one-shot de mi parte xD Eso sumado a meter a Julie - que para quienes no lo entendieron el era una especie de Demonio-

Si para quienes no pueden imaginar esta pareja de seguro les costara, pero bueno espero que por lo menos lo hayan disfrutado >u<

Y no tengo nada en contra de Hibari, de hecho es el psj de KHR que mas adoro XD pero bueno es una historia complicada q despues les contare!


Y por ahora es todo! Espero disfruten la lectura, y desde mexico x3 feliz dia de muertos~

Comentarios quejas y sujerencias constructivas son bien recividas  y aunque no lo crean este no es el primer fic D69 - de hecho hay muchos y desde mucho antes que este ya habia uno q contenia esta pareja xD solo que la trama era tan retorcida que no fue muy conocida-


Y me desaparesco de nuevo, pero les aviso que ya tengo en proceso el que sera mi siguiente fic cuya pareja principal es el 10051, pero habra muchas mas parejas y muchas historias~

Esperenlo!

Me retiro! gracias por leer nos estamos viendo!

 

Arrivederci~


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