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“Un Inocente Amor” por Mousekat1005

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—¡Vamos, vamos Shin-chan! ¡Corre antes de que se terminen! —Un pequeño de cabello azabache hace señas con la mano mientras tiene girado medio cuerpo al correr.


 


—¡Bakao, no corras de esa manera! ¡Espérame! —Se queja otro menor de cabello verde tratando de seguirle el paso a su amigo.


 


Era la feria del condado y ambos estaban excitados, hace mucho que habían planeado esa salida, el pequeño Midorima ahorró todas sus mesadas para salir a divertirse con su hiperactivo amiguito, sabía que Takao no tenía muchas posibilidades de costearse entrar a la feria y comprar un montón de cosas, pero él lo haría por él, ¿por qué? Simplemente porque eran amigos y su abuela le había dicho que los chicos buenos comparten con los que tienen menos, y él es un buen chico.


 


Al fin llegan a la entrada, Takao da saltitos mientras esperan en la fila, su sonrisa es enorme y sus ojos se han abierto más de lo normal; quería entrar, subir a los juegos, comprar algodón de azúcar, atrapar pececitos y ganar un montón de premios, pero por sobre todas las cosas, disfrutar de la compañía de su mejor amigo.


 


—¡Dos por favor! —Grita al encargado mientras agita los billetes que su padre le ha cambiado por sus monedas. El chico le entrega los boletos y él el dinero, recibe el cambio —. Anda, anda Shin-chan, no seas lento —regaña divertido jalándole del brazo.


 


—Oye Takao, no debiste haber pagado mi entrada —gira el rostro sonrojado pues no se esperaba aquel detalle —. Tengo suficiente dinero.


 


—Lo sé. Solo quería hacer algo lindo por ti —vira la cabeza para mostrarle su gran sonrisa provocando un nuevo sonrojo en el peli verde.


 


—Um. Gra-gracias —agacha la cabeza.


 


—¡Vamos a subir ahí Shin-chan! —Le toma de la mano y señala los autos chocones.


 


—¿Qu-qué? Pe-pero… ¿no crees que sea algo peligroso? Somos muy pequeños y…


 


—¡Shin-chan ya somos mayores! —Infla el pecho —. Ya vamos a entrar en secundaria


 


Suspirando acepta la invitación. Takao de nuevo le jala, esta vez aferrando fuertemente a su mano la cual hormiguea y provoca que su corazón y estomago se sientan extraños. No comprendía, ¿qué era aquello? ¿Por qué solo lo sentía cuando estaba cerca de su amigo?


 


Escogen un auto de color morado metálico, Takao es quien toma el volante moviéndolo de un lado a otro antes de que la atracción comience. Suena una chicharra y todos los autos a su alrededor comienzan a moverse entre chispazos y el sonido de la goma raspando contra el suelo. Takao ríe a mandíbula suelta cada vez que les chocan y Midorima se aferra de donde puede pues los impactos son tan fuertes que siente se le saldrá algún hueso de su cuerpo, pero valía la pena el dolor de su cuello al ver aquella hermosa sonrisa que provoca que su rostro se caliente, como si estuviese enfermo, pero sin los síntomas que le tumban días en la cama; aquello se sentía demasiado bien.


.


.


—Ugh. ¡No puedo! Esto es imposible —Lloriquea Takao lanzando la pequeña calla.


 


Midorima sabe cuánto le gustan los animales a su amigo y no le gustaba para nada verle así, desesperado y a punto de llorar. Midorima le toma de la mano y señala otra atracción. La sonrisa del azabache aparece de nuevo y ambos corren a hacer la fila. Takao mueve sus piernas y parlotea sin parar, el carrusel da vueltas frente a ellos, con un montón de luces y múltiples animales que van de arriba abajo en un tubo.


 


Trepan a la atracción, Takao escoge un unicornio azul y Midorima un sapo… o rana o un extraño animal de color verde y grandes ojos negros. Takao salta alegando el comienzo del juego. El carrusel da vueltas, y vueltas, y vueltas. Midorima cierra los ojos aferrándose al tubo. Ugh, maldita la hora en la que eligió aquella atracción, odiaba las vueltas, le mareaban y provocaba un sabor horrible en su boca, quería vomitas, pero no frente a Takao. Ugh.


 


Al fin la atracción se detiene y Midorima baja lo más rápido que puede, alejándose en dirección a los baños más cercanos.


 


—¡Shin-chan! ¡Shin-chan espera! —Le sigue su amigo de cerca.


 


—Ta-Takao… podrías… —se tapa la boca para evitar que un sonido vergonzoso salga —; ¿podrías ir a comprar algodón de azúcar?


 


—¿Te sientes bien Shin-chan? —Midorima asiente —. Um, no me queda mucho dinero y debo volver a casa en…


 


—Toma solo… ve a comprar


 


Kazunari se queda estático mientras ve la espalda de su amigo alejarse. Baja la mirada, ¿qué fue aquello? ¿No quería estar cerca de él? Sacude la cabeza, debía pensar positivo. Hace sus manos puños en su pecho decidido y va a comprar lo que Midorima le ha pedido. Tendría qué complacerlo para hacerle feliz y que le dedique una sonrosa; era lo único que pedía esa noche.


.


.


Midorima se aferra a la sucia taza del baño portátil. Odiaba aquello, no quería vomitar, pero ahí estaba. Maldice, ¿y si al final le quedaba el mal olor del vomito? Ugh. No quería pensar en eso, no quería que su salida con Takao se arruinara por un mareo; por algo tan vergonzoso como vomitar.


 


Hace gárgaras con un poco de agua y se mira las ropas para asegurares de que nada de lo que haya sacado su organismo se pegara en su ropa. Compra un par de mentitas y se las hecha a la boca. Nervioso se acerca a la sección de la comida y ve a su amigo sentado en una mesa de picnic con un enorme algodón de color rosa. Takao sonríe al verle, se levanta y se acerca a grandes zancadas.


 


—Tardaste un poco Shin-chan —hace un puchero.


 


—Lo siento, tenía qué ir al baño —desvía la mirada con vergüenza.


 


—Okay. ¡Mira! He comprado el algodón. Está delicioso, prueba, prueba —le muestra un pedazo arrancada por sus dedos, se lo acerca hasta los labios con insistencia —. Abre la boca. Di aaaah —su quijada se separa lo más posible, indicando cómo debe hacer.


 


Dudoso abre un poco la boca, lo primero en probar el dulce es su lengua; era delicioso. Perime que el pedazo entre de lleno; el azúcar se deshace en su boca gracias a su saliva e inevitablemente besa los dedos que le han regalado la porción.


 


—¿T-te ha gustado? —Takao se encuentra sonrojado, y a Midorima aquello le hace gracia. Desde que le conoce no le había visto de aquella manera.


 


—Delicioso. ¿Vamos allá? —Señala la noria. Una rueda gigantesca desde donde se puede ver todo el distrito y un poco más allá. Quería apreciar aquella vista al lado de su amigo.


 


Takao asiente sonriente. De nuevo se toman de la mano y a paso moderado se acercan. Se forman en la corta fila y esperan su turno mientras hablan de sus compañeros y de las materias. Su turno llega, entran a la cabina, ambos solos. Comienzan a ascender, lento. Los ojos de Takao brillan y asoma la vista a las lucecillas que titilan. Sonríe.


 


—¿Podrías darme algodón? —Takao se lo extiende y Midorima abre la boca —. Quiero que me los des en la boca. Takao ríe y arranca un pedazo para comenzar a alimentar a Midorima. Su cabina se detiene en lo más alto.


 


—¡Mira! Puedo ver mi casa, está ahí —señala. Midorima trata de ocultar su sonrisa pero es inútil, su amigo le ha pillado —. Has… reído. ¡Shin-chan se ha reído! —Aplaude y balancea las piernas provocando que la cabina se mueva.


 


—¡N-no hagas eso Bakao! —Regaña aferrándose al seguro, con miedo.


 


—Eres tan lindo —Takao se acerca y le da un beso en la mejilla. Demonios, ha sido demasiado inesperado. Se sonroja hasta la punta de las orejas.


.


.


Ha llegado la hora de partir y Takao se niega, no quiere que aquello termine de aquella manera. ¡Necesita del maldito pez! Quiere una mascota, la necesita. Pero su dinero se ha terminado y tiene tanta mala suerte que apuesta no conseguirá nada.


 


—Ta-Takao, ¿puedes adelantarte? —Pregunta con la voz temblorosa.


 


—Um, ¿por qué?


 


—So-solo hazlo. Espérame en la entrada, ¿sí?


 


Con desconfianza acepta. Arrastra los pies hasta la entrada y mete las manos en los bolcillos de su suéter, hace bastante frío y agradece que su madre le haya obligado a llevar un abrigo o si no en esos momentos se estaría congelando.


 


Patea una piedrecilla, aun había personas entrando y saliendo, pero era bastante tarde para que unos chicos de su edad estuviesen en la calle. Suspira, ¿le habrá gustado a Shin-chan su salida? Apostaba que si pues en varias ocasiones le vio sonreír.


 


—Takao


 


—Ugh. Al fin Shin-chan, ¿qué estuviste…? —Se paraliza al observar la bolsa transparente que lleva Midorima en una de sus manos —. ¿Qué es…?


 


—Es para ti —se lo acerca  al rostro.


 


Takao hace un visco para observar al pececillo que nada con parsimonia en aquel reducido espacio. Era de color naranja, como el que deseaba, y era grande y gordo. Sonríe. Sin agarrar la bolsa y abraza al cuello de Midorima emocionado. Besa su mejilla muchas veces y da saltitos. Su Shin-chan le ha atrapado un pez, el pez que él quería, no podría estar más feliz.


 


—Gracias Shin-chan —toma al animalito y le besa por sobre la bolsa —. Es el mejor regalo de todos —entrelaza sus brazos y comienzan a caminar en dirección a la estación de tren.


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