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Scorpio in love por gorgobina

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Notas del fanfic:

Los personajes de esta historia no me pertenecen a mí sino a la serie Saint Seiya y al maestro Masami Kurumada. 

Notas del capitulo:

¡Hola a todos!

Hoy os traigo este pequeño One-shot. Sé que se me ha pasado la fecha pero quería haberlo subido por el cumpleaños de Milo, que fue el 8 de noviembre, pero bueno, aun así lo subo en honor a su cumpleaños <3.

Espero que os guste :D!

Era su verdadero amor. Él lo sabía, lo descubrió nada más conocerle. Siempre le había encantado ir de amorío en amorío, pero nunca nada serio. Igual un día estaba con uno que al día siguiente encontraba a otro con el que reemplazar el anterior. Nunca había conocido lo que era el amor verdadero o el proceso de enamoramiento. Pero le llegó su vez, y fue en cuanto aquél bello francés de ojos zafiro cruzó la puerta del aula...

 

Comenzaba un nuevo curso en el instituto Atenea. Milo Caristeas, un bello muchacho de dieciséis años, alto y de ojos turquesa además de cabello añil, se sentaba como cada año en la última fila del aula, junto a sus mejores amigos Aioria y Kanon.

- Bienvenido de nuevo, Milo - le recibió Aioria con una sonrisa amigable - ¿Cómo ha ido el verano?

- No podría haber sido más perfecto. Estuve veraneando por varias islas y conocí mucha gente nueva, además de unos cuantos ligues. Hoy ni siquiera he pegado ojo. Ayer por la noche conocí en un pub a un sueco guapísimo y acabamos acostándonos. Me he despertado esta mañana en su apartamento. Casi no llego a clase.

- Tú como siempre, Milo... - suspiró Kanon - ¿Cuándo sentarás la cabeza? Ojalá algún día conozcas a alguien del que verdaderamente te enamores y se te bajen los humos...

- ¿Yo? ¿Enamorarme? ¿Tú estás tonto? - preguntó el escorpión riéndose - Eso es para cursis y para masoquistas. El amor tan solo conlleva dolor y ata demasiado a la persona. Definitivamente no está hecho para mí.

- Por lo visto sigo siendo el único que aun cree en el amor... - dijo Kanon, mirando con desinterés hacia otro lado.

- Yo no comprendo cómo puedes creer en algo tan cursi. Tú mismo estás experimentando lo que conlleva - dijo Milo - ¿Cuánto llevas enamorado de Dohko? ¿Tres años? Y todavía no habéis tenido nada.

- Porque yo no le gusto.

- Y estás sufriendo. ¿Lo ves? ¿Por qué no dejas de pensar en él? Haz como yo, vive tu juventud, enróllate con quien quieras y serás más feliz. Cero preocupaciones, solo alegría.

- Tienes una forma de mirar la vida demasiado loca, Milo - dijo Aioria - Es cierto que a veces el amor es doloroso, pero tampoco se puede vivir la vida loca como tú. Estoy de acuerdo con Kanon, deberías sentar un poco la cabeza.

- Gracias Aioria - dijo Kanon, que se sentía apoyado.

- Bagh, eso lo dices porque llevas dos años saliendo con Shaka. Aquí el raro eres tú. ¿No te cansas de él? ¿En serio no te apetece probar a otros chicos?

- Claro, como nunca te has enamorado no lo comprendes - dijo el leonino - Ya verás cómo me dices otra cosa el día que te enamores.

- Eso nunca ocurrirá - aseguró el escorpión.

- Tú tranquilo, que te llegará tu momento. Y me entenderás. Milo, cuando realmente amas a alguien, todos los demás te dan igual. Solo piensas en esa persona, y harías lo que fuera por ella. Para ti, esa persona es el centro de todo tu mundo.

- No puedo imaginarme que alguien fuera tan importante para mí. Imposible, lo que dices es totalmente un disparate.

- Algún día me entenderás.

En ese momento, entró por la puerta un chico bajito y de cabellos castaños y ojos verdes. Kanon enseguida se puso nervioso y bajó un poco su cabeza a la vez que entrelazaba sus manos. Milo esbozó una sonrisilla al verle y se puso cómodo para ver el mismo espectáculo de siempre. Pasó un brazo por detrás del respaldo de la silla y colocó los pies encima de la mesa.

- Buenos días, Dohko - saludó amablemente Aioria cuando el chino se acercó hasta ellos.

- Buenos días, chicos - saludó el castaño - ¿Cómo os ha ido el verano?

- Muy bien, ¿y a ti? - preguntó el leonino.

- Muy bien la verdad, he estado de vacaciones con mis padres y he visto muchos sitios. Por cierto, estaba pensando que este año no sé dónde sentarme... ¿Estos sitios están libres?

- El que está delante de Kanon está libre - comentó Milo con una sonrisa maléfica.

- Ah, entonces me sentaré aquí. Bueno, siempre y cuando a ti te parezca bien, Kanon - dijo Dohko, mirando al de cabellos azules que tenía la mirada gacha.

- Sí, sí, claro. Por mí está bien - dijo Kanon avergonzado y con los pómulos levemente sonrojados.

El chino se sentó aunque inmediatamente se giró en su asiento de manera que quedó mirando a Kanon, al parecer no quería terminar la conversación.

- ¿Y tú qué has hecho este verano, Kanon? - preguntó amablemente.

- ¿Yo? P-Pues... Me he quedado por aquí - respondió, a la vez que reía nerviosamente - Este año no había dinero en casa como para irse de vacaciones.

- Ah, bueno... Pero supongo que habrás quedado con los amigos, quizá con algún novio también... ¿No?

- N-No... No tengo novio - tartamudeó el griego.

- ¿En serio? - preguntó el chino totalmente asombrado - Creía que un chico tan guapo como tú tendría a montones de chicos y chicas detrás de él.

- Pues... Ya ves que no - respondió Kanon, sonriendo tímidamente.

Mientras que Kanon y Dohko conversaban, Milo se lo estaba pasando bomba observando como el griego no era capaz de decirle una frase al chino sin tartamudear y sonrojarse, y Aioria a su vez consultaba su móvil como un poseso.

- No me contesta. Se habrá quedado dormido...

- ¿Qué ocurre, Aioria? - preguntó el escorpión.

- Le estoy enviando mensajes a Shaka pero no me responde. Hoy se ha quedado en casa porque se encontraba enfermo. Supongo que se habrá quedado dormido y por eso no contesta...

- Seguramente, siempre te contesta a todo lo que le escribes. Si fueras libre como yo no tendrías que preocuparte de estar mirando todo el rato el móvil para hablar con tu novio.

- Milo, ya te lo he dicho. Soy feliz con esto, Shaka me llena - respondió Aioria, aunque sin despegar la vista del móvil.

- Sí, sí. Lo que tu digas.

El panorama continuaba igual. Aioria pegado al móvil y Kanon tratando de acabar una frase frente a Dohko. Milo se aburría, mucho. La gente comenzaba a llegar pero todos se estaban sentando en las primeras filas y así no podía hablar con nadie.

Resopló y se cruzó de brazos en su asiento. Observaba a la gente, le gustaba hacerlo. Mu, el chico tímido y callado de la primera fila se había cortado el pelo. Ahora lo llevaba por la altura de los hombros. Shura, el que vino nuevo desde España el año pasado, ahora estaba hablando con Aldebarán sobre el nuevo tatuaje que se había hecho ese verano en la espalda. Deathmask miraba hacia la ventana con tristeza. Recientemente se había enterado que este verano lo había dejado con su novia, Helena.

Pero algo captó plenamente su atención. Por la puerta acababa de entrar un chico al que no tenía fichado. Definitivamente era nuevo porque no le había visto en su vida. La tez de su piel era pálida, tenía unos largos cabellos aguamarina y ojos de color zafiro.

- Qué guapo... - pensó el escorpión con los labios ligeramente torcidos, símbolo de que en ese momento se le podían estar pasando por la cabeza miles de ideas maquiavélicas.

Su mirada se intensificó en ese chico, que parecía totalmente desorientado y perdido, pues miraba hacia todos lados. En cuanto tuvo la oportunidad de que el chico miró hacia donde él estaba, le hizo una seña para que viniera. El chico se extrañó, pero aun así fue.

- Eh, ¿eres nuevo? - preguntó Milo.

- Oui... Perdón, quiero decir, sí.

- Francés, ¿eh?

- Sí.

- Yo me llamo Milo, ¿y tú?

- Camus.

- Encantado - dijo el escorpión, que se levantó precisamente para darle un abrazo al francés como bienvenida. Camus se extrañó un poco ante eso y no fue capaz de abrazar al otro sino que se quedó completamente tieso. Aioria lo observaba todo arqueando una ceja. ¿Milo ya había fichado a otro chico? Veríamos cuánto tardaría en caer este ante el escorpión...

- Lo mismo digo - respondió el francés, totalmente serio.

- Si no sabes donde sentarte puedes hacerlo aquí - dijo Milo, señalándole el asiento que había delante suyo.

- Vale. Gracias.

Camus se sentó delante de Milo y comenzó a sacar su estuche y una libreta para apuntar.

- ¿Tan pronto sacas las cosas? - preguntó el escorpión asombrado, que ya había vuelto a su asiento pero se inclinaba hacia adelante en su mesa para observar al francés.

- Sí. ¿Hay algún problema con eso? - preguntó Camus totalmente desconcertado. ¿Estaba haciendo algo mal?

- Bueno, todavía no ha llegado el profesor así que relájate.

- Prefiero tenerlo todo preparado para cuando el profesor llegue.

- Guapo pero pardillo - pensó Milo - Qué pena.

- Bueno, pues cuéntame algo sobre ti - le pidió el escorpión.

- Perdona, pero... Creo que te estás tomando demasiadas confianzas y apenas nos conocemos.... - dijo Camus, que realmente se sentía un poco incómodo y necesitaba decirlo de una vez.

A Aioria, que estaba escuchando toda la conversación, no pudo evitar que se le escapara una risita. Milo le fulminó con la mirada y después volvió a mirar a Camus.

- Pues precisamente por eso, porque no nos conocemos. ¿Querrás hacer amigos aquí, no? ¿Por qué no comenzar conmigo? Cuéntame algo sobre ti, anda.

- Am... ¿Qué quieres que te cuente?

- ¿Tienes novio? - preguntó el escorpión directamente.

Aioria negaba con su cabeza, símbolo de que estaba pensando que el escorpión no tenía remedio. Siempre tan directo y yendo al grano, justo a lo que le interesaba.

- No, no tengo novio.

- Ya veo, así que no dejaste a ningún noviete en Francia. ¿Porque te acabas de mudar, cierto?

- Sí, llegué hace tres días.

- Oh, pues si quieres podríamos salir algún día y te enseño algunos sitios guays de la ciudad.

El acuariano se sentía terriblemente incómodo. Aquél chico parecía majo, pero realmente no se conocían de nada y ya le estaba pidiendo que le contara cosas sobre él o le decía de salir. Aunque para suerte suya, el profesor acabó entrando por la puerta y dando la bienvenida a los alumnos.

- Lo siento, pero ya ha llegado el profesor - se disculpó, y se giró para mirar hacia adelante.

Milo esbozó una sonrisa y volvió a acomodarse en su asiento. Era perfectamente consciente de que estaba intimidando a Camus, pero disfrutaba con ello, era realmente lo que quería. Su táctica era perfecta, pues solía tener fichados ya a los chicos como Camus. Un chico tímido nunca le diría a algo que no por simple timidez, y así era como conseguía quedar con ellos y poco a poco los iba enamorando con sus encantos hasta que acababan rendidos a sus pies. ¿Sería diferente con Camus? ¿O no?

La clase transcurrió con normalidad. Aioria tenía escondido su móvil entre las piernas y lo iba mirando de vez en cuando para ver si Shaka le había respondido. Kanon se ruborizaba cada vez que se descubría a él mismo admirando las bellas facciones del chino. Claro, ahora que lo tenía delante podía contemplarlo con mayor claridad. Y Milo se dedicaba a observar a Camus. El francés definitivamente había captado toda su atención esa mañana.

- Está claro, lo conseguiré tarde o temprano - pensó Milo.

Al finalizar la clase, Dohko le ofreció a Kanon de ir a tomar algo a la cafetería, mientras que Aioria dijo que se marchaba ya que Shaka al parecer se había puesto peor y estaba preocupado por él. Por lo tanto, Milo tenía vía libre para estar con Camus.

El francés al parecer era lento recogiendo, por lo que al final terminaron quedándose solos en el aula Milo y él.

- ¿Siempre tardas tanto en recoger? - preguntó el escorpión divertido.

- Milo, ¿siempre haces tantas preguntas a la gente?

- Sí. Me parece divertido.

- A mí me incomoda.

- Vaya, parece que tenemos a un francesito bastante borde.

- Oh, y parece que tenemos a un griego bastante pesadito.

- Ya veo... No eres el mosquito muerto que yo pensaba.

- Ni tú tan amable como parecías.

Los dos cruzaron miradas y las retuvieron durante bastante rato.

- Eres valiente - reconoció Milo - Pero créeme, Camus, no quieras tenerme como enemigo.

- Ni quiero tenerte como enemigo ni como amigo. No he venido aquí para congeniar con gente o para pelearme con ella. Simplemente he venido a estudiar, no quiero nada más. Así que no me molestes y yo haré lo mismo.

El francés dio un paso al frente, ya que estaba deseando marcharse de aquél aula, sin embargo Milo le paró colocando una mano en su pecho.

- ¿Piensas irte del aula sin esperarme?

- Te lo repito, no somos amigos. Y quiero irme ya.

- ¿Y dónde piensas ir? No conoces a nadie aquí y ni siquiera conoces el lugar.

- Pues me iré a un rincón del patio para disfrutar de mi soledad.

- Además ahora resulta que eres antisocial. Menudo rarito estás hecho. Anda, ven, te enseñaré lo que tienes que ver de este instituto.

Milo se colocó las manos en los bolsillos y comenzó a caminar hacia la puerta. Camus dudó en si seguirle o no, ya que después de la discusión que acababan de tener nada más conocerse se le hacía un tanto extraño, pero decidió hacerlo pues en parte le iría bien conocer el instituto.

El escorpión le condujo hasta la salida y mientras iban pasando por los pasillos le indicaba qué era cada aula. Terminaron por salir al patio y se acercaron hasta la valla. Milo comenzó a escalarla hasta lo alto y miró a Camus.

- Venga, sube.

- ¿Qué estás haciendo? - preguntó el francés desconcertado - Pensaba que ibas a enseñarme el patio.

- Sí, pero he cambiado de opinión. El primer día de clase es muy aburrido y normalmente nunca hacemos nada. ¿Así que por qué mejor no salimos y te enseño un poco la ciudad?

- No pienso irme saltando la valla. Eso es infringir las normas.

- ¿Y qué vas a hacer? ¿Pedir que te abran la puerta para salir? - preguntó Milo en tono de burla - Créeme, no van a abrirte.

- Lo sé. Y es que mi intención no es faltar a clase - respondió el francés muy serio.

- Ya veo, tendría que haberme imaginado que tal y como eres no serías capaz de hacer novillos. Visto así no me dejas otra opción.

Milo volvió a bajar de la valla y rodeó la cintura de Camus con un brazo para cogerle y mientras con el otro comenzó a escalar valla.

- ¡¿Qué crees que estás haciendo?! ¡Bájame! - exclamó Camus totalmente exaltado.

- No grites tanto o acabaran descubriéndonos.

- ¡Y es que es lo que preferiría!

- ¿Quieres que te expulsen del instituto unos tres días? - preguntó Milo, que se había parado justo en la mitad de la valla.

- No...

- Pues entonces más te vale que no nos pillen.

El francés no pronunció ni una sola palabra más y Milo acabó de escalar la valla y los dos pegaron un salto hacia el suelo. Estando ya fuera y en la calle, Camus se acercó hasta él y le pegó una buena bofetada.

- Esto por obligarme a saltarme las clases y por haberme hecho pasar tan mal rato.

Camus dio media vuelta y comenzó a caminar. No sabía bien a dónde iba, solo sabía que no tenía ganas de volver a mirar hacia Milo. El escorpión por su parte se sobaba con la mano la zona golpeada mientras observaba a Camus irse con una sonrisilla.

- ¿A dónde piensas ir? Ni siquiera conoces la ciudad.

- Me da igual. Pienso seguir caminando hasta alejarme lo máximo posible de ti.

- Eso va a estar complicado - aseguró Milo, que corrió para alcanzarle y se posicionó a su lado.

- Piérdete de vista.

- Créeme que sin mí no durarías nada en esta ciudad. Tan solo llevas tres días, estoy seguro de que ni siquiera te sabes el camino de vuelta a tu casa aún.

El acuariano se sonrojó y miró hacia otro lado. Lo cierto era que tenía razón, cuando hubiera salido del instituto tenía pensado poner el GPS del móvil para llegar hasta su casa.

- Olvídame, sé apañármelas perfectamente sin ti.

- Yo creo que no. ¿Dónde vives? Si quieres puedo llevarte a tu casa y me invitas a algo por las molestias - dijo Milo con una sonrisilla.

- Tú lo que tienes es mucha cara. No pienso decirte dónde vivo.

- Bueno, si quieres te puedo llevar a mi casa. Vivo solo así que tendríamos bastante intimidad.

- ¿Crees que sería capaz de ir a tu casa después de decirme que vives solo? Ni muerto iría.

- Pues siento decirte que ya hemos llegado.

El acuariano no se había dado cuenta, pero mientras habían estado caminando y charlando, el escorpión lo había ido llevando disimuladamente hasta su bloque de pisos, que quedaba cerca del instituto.

- No puedo creerlo. ¿Cómo he podido dejarme engañar de una forma tan tonta?

- Soy bastante astuto - aseguró Milo - No te preocupes, si entras no pienso violarte ni nada por el estilo. Tan solo te ofreceré algo de beber como buen anfitrión que soy.

- Está bien...

Los dos entraron en el bloque de pisos y se dirigieron hasta el ascensor. Cuando entraron en él Camus se puso algo tenso, pues estaban los dos solos en un espacio muy reducido y ya comenzaba a conocer al escorpión por lo que se podía imaginar miles de cosas de las que sería capaz de hacer, sin embargo no pasó nada y acabó saliendo del ascensor en la sexta planta sano y salvo.

Milo sacó la llave para abrir la puerta del apartamento dos y le dejó pasar. Lo cierto es que era un apartamento bastante grande para una sola persona pero desde luego estaba muy bien decorado y cuidado, estaba todo muy limpio.

- Menos mal, creí que tu apartamento no estaría ni tan ordenado ni tan limpio.

- ¿Por quién me tomas? No soy ningún guarro, me gusta mucho que todo esté en su sitio y bien limpio. Creo que te estás haciendo una imagen de mí totalmente errónea, Camus.

- Tú me das motivos para hacerme esa imagen.

El escorpión se puso y, apoyándose en la mesa del salón, se cruzó de brazos y le miró directamente a los ojos.

- Camus, te he visto por primera vez hace dos horas. ¿Realmente crees que me conoces? ¿Sabes algo de mí? Ni siquiera yo ahora mismo podría hacer una descripción exacta de ti. Me hago una imagen, pero seguro que estoy totalmente equivocado.

- Es cierto que ni siquiera te conozco, pero sé muy bien lo que he visto durante estas dos horas, así que puedo deducir cosas.

- Bien, entonces lánzate. Dime cómo soy.

El acuariano se quedó mirando fijamente a su compañero. Desde luego ahora estaba realmente serio, no era el mismo tipo graciosillo de antes que solo quería hacerle rabiar. Milo tenía razón, ¿realmente podía decir algo de él?

- Pues...yo...

- Vamos, ahora no te cortes, di algo - le incitó el griego.

- Creo que... - dijo, tratando de pensar en algo, aunque no sabía ni qué decir - Eres bastante extrovertido

- Error. Soy todo lo contrario - aseguró el escorpión, que seguía cruzado de brazos - ¿Te he contado cosas mías nada más conocerte? Que te haya estado hablando o dándote la lata no quiere decir que sea extrovertido.

- Pues... Supongo que eres... No lo sé, ni siquiera sé qué decir.

- ¿Lo ves? - dijo el escorpión, que comenzó a caminar hacia la cocina - Pero no te preocupes Camus, no quiero agobiarte. Solo era para que te dieras cuenta de que realmente soy muy diferente a como me ves. Pero en fin - dijo, mientras abría la nevera para ver qué había - ¿Qué quieres de beber? ¿Una birra?

- No tomo alcohol, todavía somos menores.

- Bueno... Entonces... ¿Una CocaCola?

- Eso está mejor.

El escorpión sacó dos latas, una de cerveza y la otra de Cocacola, y le ofreció el refresco a Camus para después sentarse en el sofá.

- Siéntete como en tu casa - le ofreció Milo.

Camus, algo desconcertado, se sentó tranquilamente en el sillón que había al lado del sofá y tomó un sorbo de la CocaCola. Estaba totalmente callado pues se había quedado sin palabras. ¿Quién era aquél chico? ¿Por qué de un momento a otro había cambiado tanto? Primero había sido un pesado y un arrogante que no le dejaba en paz. Y ahora estaba más serio de lo que nunca hubiera podido imaginar.

- ¿Qué te ocurre? - preguntó Milo, que vio que Camus se había quedado serio y sin palabras.

- Me tienes desconcertado.

- ¿Por qué?

- Primero actúas como un pesado y un arrogante, y ahora estás súper serio...

- Lo siento, quizás he sido un poco brusco y no debería de haberlo sido. Pero es que no me gusta cuando las personas se hacen una imagen de mí nada más conocerme. Nadie me conoce bien realmente.

- ¿Ni siquiera tus amigos?

- Ni siquiera ellos.

¿Desde cuándo aquella conversación se había vuelto tan extraña? Camus ya no entendía nada de nada. Había algo que le rondaba por la cabeza, y es que necesitaba saberlo.

- Oye... ¿Qué signo del zodiaco eres? - preguntó el francés.

- Creo que es la pregunta más rara que me han hecho en mi vida - respondió Milo.

- Tú solo dímelo.

- Soy Escorpio.

El francés siempre había sido muy aficionado a la astrología por lo que era un entendido del tema. Saber que Milo era Escorpio le decía muchas cosas. Con eso podía entender los cambios tan bruscos de Milo.

- Entiendo... Ahora todo tiene más sentido.

- ¿Qué signo eres tú? - preguntó el griego.

- Yo soy Acuario.

- Interesante.

Los dos pegaron un trago de su bebida y se quedaron callados, pensativos.

- Oye... Siento haberte juzgado tan rápido, no debería de haberlo hecho - se disculpó Camus.

- Y yo siento haber sido un poco pesado o haberme portado mal contigo. Te seré sincero Camus, me pareces un chico muy guapo.

- ¿Y a qué viene eso?

- Esta mañana me he puesto a hablar contigo con la única intención de conquistarte. Pensaba que serías fácil.

- Eso me ofende.

- Y me disculpo. Me he dado cuenta de que eres mucho más. Verás... Normalmente me enrollo con tíos o me acuesto con ellos por diversión. Nunca me he enamorado. Y contigo quería probar suerte. Pero te prometo que no volveré a pensar en eso, me he dado cuenta de que no te mereces eso.

- Acepto tus disculpas - respondió el acuariano.

Los dos volvieron a quedarse en silencio. Tanto el uno como el otro se acababan de dar cuenta de que se habían hecho una imagen muy equivocada del otro.

- ¿Sabes? Nunca había hablado de esto con nadie - admitió Milo.

- ¿Sobre qué?

- Sobre eso de que realmente nadie me conoce. Tú eres el único. Aunque tampoco es que nadie se haya interesado nunca en saber cómo soy.

- ¿Y cómo eres, Milo?

- Ni siquiera yo lo sé. Supongo que soy impredecible. En un momento puedo estar muy feliz y de repente estoy triste. Todo depende de las cosas que fluyan a mi alrededor o de mis pensamientos, pero nunca comparto esto con nadie.

- ¿En serio albergas todas esas cosas en tu interior? - preguntó Camus asombrado - Creo que deberías compartir todo esto con alguien. Te sentirías mejor si te escucharan.

- Y lo estoy compartiendo contigo. No me digas por qué pero tú me transmites confianza.

El acuariano se levantó del sillón y se sentó junto a Milo, mirándole fijamente.

- Quiero ayudarte, Milo - dijo - Quiero ser esa voz que te escuche. Pero si no me explicas cómo te sientes no puedo hacerlo. Quizá al abrirte a alguien te sientas mejor.

- ¿En serio? ¿De verdad quieres saberlo?

El acuariano asintió y el escorpión se preparó para relatar cosas que nunca le había contado a nadie.

- Cuando tenía cinco años perdí a mis padres en un accidente de coche. Yo fui el único superviviente. Me quedé huérfano, y como no tenía a ningún otro familiar al que recurrir me metieron en un orfanato. Lo pasé muy mal, lloraba mucho cada vez que me acordaba de mis padres y por qué estaba en ese lugar. Las cuidadoras no me trataban bien, no me entendían y sudaban de mí. Los niños se burlaban de mí y me llamaban el niño llorón. Nadie comprendía mi tristeza. De pequeño siempre fui un niño muy cariñoso y el perder a mis padres me afectó mucho. Nadie comprendía que lo único que buscaba era un poco de cariño. Cuando cumplí los seis años, me dije que estaba harto de aquél sitio y me escapé. Nadie me echó en falta pues nadie acudió a buscarme. Estaba solo en la calle con seis años y no sabía qué hacer. Tuve suerte de que otros mendigos me acogieron muy amablemente en su refugio y me ofrecieron de lo poco que tenían. Crecí con ellos y se convirtieron como en mi familia, la que nunca había tenido. Cuando entré en la adolescencia, comencé a buscarme la vida por mi solo. Tuve suerte de que una señora millonaria se interesara por mí y solía pagarme cantidades de dinero muy buenas por acostarme con ella. Gracias a eso conseguí comprarme este apartamento. Hace poco esa señora murió, que en paz descanse, y desde entonces trabajo en una tienda de ropa masculina que hay por aquí cerca. La suerte de trabajar ahí es que me regalan algunas prendas de ropa. Con eso y con lo que gano voy tirando. No he tenido una vida fácil, y eso me ha hecho ser tal y como soy. Ante los demás suelo mostrarme bien aunque un tanto arrogante, pero en realidad es tan solo una faceta para enmascarar este yo melancólico y triste.

El acuariano se había quedado sin palabras. Literalmente, no era capaz de decir nada. Todo lo que le había contado Milo le había impactado. Nunca hubiera imaginado algo así. Miró al escorpión muy serio y con el rostro lleno de tristeza.

- Eh Camus - dijo Milo palmeándole la espalda amigablemente - No te pongas así, hombre. Tampoco quería hacerte sentir mal. Tan solo te lo he contado pero en serio, no quiero que estés así ni mucho menos.

- Es que es muy fuerte, Milo... - consiguió susurrar.

- Lo sé... Pero... Bueno, lo he llevado como he podido.

- Fuiste una persona muy valiente. Pero dime, ¿te sientes mejor después de habérmelo contado?

- Pues...sí, la verdad es que sí - dijo el escorpión pensativo - Me ha sentado bien desahogarme, te doy las gracias por escucharme Camus.

- Lo cierto es que no sé muy bien qué decir... Me has dejado sin palabras... Pero te prometo que voy a hacer todo lo posible por escucharte y comprenderte.

- Y te lo agradezco, Camus.

A Camus le rondaban muchas cosas por la mente en esos momentos. Milo había tenido una vida muy dura, y lo único que había necesitado en su infancia era alguien que le escuchara y un poco de cariño. A día de hoy seguía necesitándolo.

- La verdad es que yo también lo pasé mal en mi infancia - se sinceró el acuariano - Pero desde luego no se puede comparar ni mucho menos a lo que sufriste tú.

- Te escucho.

- Cuando era muy pequeño, y de esto te hablo de cuando tenía unos cuatro años, era un niño bastante sensible. Mi padre me pegaba y me pegaba para que me hiciera más fuerte. Decía que era un niño muy quejica y un llorica y que tenía que fortalecerme a base de golpes. Muchas veces, mi madre se interponía entre él y yo y también acababa herida. Incluso a veces también la pegaba a ella por protegerme. Lo pasaba muy mal. Lloraba a todas horas y encima sentía mi cuerpo muy maltratado. Por suerte, mi madre consiguió separarse de él y a día de hoy está con otro hombre, aunque este es bueno. Pero lo de mi padre me dejó marcado como un trauma y desde entonces decidí que sería fuerte ante las cosas que se me presentaran en la vida y que nunca más volvería a mostrar mis debilidades ante nadie. Sería serio y frío, como una coraza de hielo. Literalmente, no he vuelto a llorar desde entonces.

El acuariano bajó su mirada. Lo cierto es que se sentía muy bien por haber podido contarle eso a alguien, pero recordarlo le invadió de tristeza otra vez, y no pudo evitar que una lágrima rodara por su rostro, después de tantos años.

Milo se acercó hasta él y le estrechó entre sus brazos. Camus también le abrazó y dejó que sus lágrimas resbalaran por sus mejillas, cayendo en el hombro de Milo.

- Lo siento mucho Camus - dijo Milo - Debiste de pasarlo muy mal.

- Gracias pero... Se supone que quién iba a consolarte era yo y no tú a mí - respondió Camus entre lágrimas.

- Bueno... Siempre podemos consolarnos el uno al otro.

Camus se separó de Milo y se secó las lágrimas que aun bañaban su rostro.

- ¿Cómo puedes ser tan fuerte? Yo, que en doce años no había llorado y mírame ahora.

- Las circunstancias de la vida me han hecho serlo. Por eso a veces comienzo a creer que no tengo sentimientos. Kanon me dice que no sea un vida loca, que siente la cabeza y me enamore de alguien de verdad, pero es que realmente el amor no ha llegado a mí en todo este tiempo.

Camus miró fijamente a Milo y le cogió de las manos.

- Sé que acabamos de conocernos Milo, pero te prometo que a partir de ahora trataré de apoyarte siempre, de escucharte y de comprenderte.

- Gracias Camus - dijo el escorpión conmocionado, aunque su rostro no lo demostrara - Creo...que nunca me habían dicho algo tan bonito. Puedes esperar lo mismo de mí, te lo aseguro.

Los dos sonrieron y se quedaron mirando fijamente a los ojos el uno al otro durante varios minutos.

- Milo.

- Dime.

- ¿Tú crees que realmente nunca te llegará el amor?

- Ahora mismo no sabría qué decirte...

Los dos se quedaron mirando fijamente de nuevo. Por primera vez en mucho tiempo, Milo comenzó a sentirse nervioso e inseguro. ¿Qué estaba pasándole? Lo único que sabía era que no podía despegar sus ojos de los de Camus. Aquél chico era maravilloso, desde luego le había cautivado. Nunca antes nadie se había interesado tanto por él o le habían escuchado. Eso era nuevo para él.

Camus por su parte sentía algo parecido. Algo extraño estaba ocurriendo allí. Era incapaz de quitar sus ojos de las turquesas de Milo. Se estaba poniendo nervioso, y sentía su corazón latir más rápido de lo normal. Y pensar que hacía tan solo una hora... Desde luego, ahora mismo solo tenía ganas de...

- ¿Qué me está pasando? - pensó Milo - ¿Por qué me siento así? ¿Por qué no puedo evitar mirar los ojos y los labios de Camus? Esa una sensación extraña pero... Ahora mismo me sentiría genial si pudiera besarle y no sé por qué. Pero no, no puedo. Demonios, nos acabamos de conocer, y Camus es especial, no es como los demás. ¿Cómo voy a besarle? ¡Le asustaría!

Sin darse cuenta e inconscientemente, los dos habían inclinado un poco más sus cuerpos hacia los del otro. Milo no se lo esperaba en absoluto, pero finalmente Camus rompió la barrera entre ellos y le besó. El escorpión sintió un escalofrío recorrer todo su cuerpo pero cogió la cara de Camus entre sus manos y siguió besándole. Los dos compartieron un primer beso muy tierno y muy lento. No había prisa. Solo querían saborear los labios del otro delicadamente.

Cuando se separaron y se miraron el uno al otro de nuevo, sonrieron y se dieron un abrazo.

- No sé qué me ha pasado - dijo Camus entre risas - Solo sabía que tenía ganas de besarte.

- Créeme que yo me sentía igual.

A los dos les latía el corazón muy rápido, sobre todo a Milo, que en esos momentos se sentía muy feliz por lo que acababa de pasar. Estaba experimentando una nueva sensación, y desde luego podía decir que por primera vez en muchos años volvía a sentirse querido.

 Volvió a coger la cara de Camus entre sus manos y rozó su nariz con la del otro cariñosamente antes de volver a besarse, ésta vez con más confianza.

- Camus - dijo una vez que se hubieron separado, aunque sus rostros seguían a poca distancia - ¿Qué me está pasando? ¿Cómo puedo sentir todo lo que estoy sintiendo ahora si apenas te conozco?

- Ni siquiera yo lo sé - respondió el otro, que también estaba totalmente desconcertado - Solo sé que... No debería decir esto pero... Te quiero. Y a partir de ahora, pase lo que pase voy a apoyarte como te mereces. Te prometo que nunca más volverás a sentirte solo y podrás sentir que eres querido por alguien. Yo cuidaré de ti, ahora me tienes a mí.

- Camus... - susurró el escorpión totalmente emocionado, que volvió a besarle, ésta vez con más pasión - Yo también puedo decir en estos momentos que te quiero. No me preguntes cómo ni por qué pero te quiero, y te prometo que también permaneceré a tu lado.

Los dos sonrieron y se dieron un abrazo muy fuerte. Ya nunca más volverían a sentirse solos, a partir de ese momento tendrían al otro a su lado. ¿Quién les hubiera dicho a ellos esa mañana que acabarían así? El amor está lleno de misterios, puede ser a primera vista o con un poco más de tiempo, más fugaz o más lento, pero definitivamente...es algo precioso. 

Notas finales:

Sé que ha sido un fic un tanto extraño, pero realmente quería intentar expresar un poco como es la personalidad de Escorpio, pues siempre se ha dicho que somos un poco misteriosos, y además quería recrear en esta historia unos vídeos que vi por Youtube y que me cautivaron, además de que creo 100% que son totalmente ciertos. Si os causa curiosidad y queréis entender sobretodo la última parte del fic en que están sentados en el sofá, ya que entiendo que ha podido ser un tanto extraña, os dejo los vídeos :):

https://www.youtube.com/watch?v=TH6ljc1NAlg

https://www.youtube.com/watch?v=HIBzuvA5JwM

 

¡Espero que os haya gustado :D! ¡Muchos besos y abrazos <3!


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