Fugaz e intenso amor.
Capítulo I
Había agarrado el primer bolso que encontró en su departamento, llenándolo de ropa que ni siquiera sabía que tenía. Guardó algunas cosas de aseo junto con sus documentos personales en el bolso y se marchó de casa sin antes colocarse unas grandes gafas negras y un gorro para sentir menos el calor del sol y para ocultar su rostro. Tomó un taxi el cual se dirigió al terminal rural situado cerca del centro de la ciudad y ahí tomó el primer bus que vio estacionado. Ya arriba de él le pagó el pasaje al joven que estaba pasando por cada puesto cobrándolo, colocándose al instante sus grandes audífonos mientras se reproducía una canción algo violenta y rápida.
Movía sus dedos al ritmo de la canción sobre sus rodillas mientras trataba de calmar su corazón que había estado inquieto desde que se le había pasado la idea por la cabeza.
No se arrepentía de nada, en realidad, deseaba que el bus avanzara con más velocidad hacía su destino con el fin de escapar por una vez de su dura realidad.
Se sentía cansado. Los últimos meses de trabajo como modelo habían sido la personificación misma del infierno. Noches sin dormir bien, mala alimentación y posar para cada revista distinta del mundo de la moda era estresante. Había hablado con su mánager sobre si estaba la posibilidad de tomarse algunos días libres para reponer su energía más la mujer se lo negó y le dijo que debía estar en su mejor estado ya que estaba viviendo ese momento de fama que duraba por un largo tiempo al ser un principiante pero a la vez profesional en el mundo de la moda.
Pero a él ya no le importaba nada. Tooru estaba cansado de las sesiones fotográficas y de las mismas entrevistas de mierda que le hacían en las cuales daba igual cual fuera su respuesta ya que siempre eran manipuladas a la hora de la impresión de la revista, colocando una respuesta distinta a la que había dado.
Él ya se sentía fatal, tanto de forma física y psicológica. Cada día tenía menos fuerzas para levantarse. Su cuerpo le dolía y su cuello se sentía apretado. Incluso habló con su hermana mayor y ésta le dijo que era estrés, que necesitaba alejarse del mundo de las cámaras y tomarse unas mini vacaciones. He de aquí su idea.
Luego de esa conversación por teléfono con su hermana estuvo más de una hora dando vueltas por su departamento, nervioso, mordiéndose las uñas, sobre si hacer o no lo que su hermana le había dicho indirectamente.
– Si lo hago, seguro que Hana-chan se enojará mucho conmigo. – susurró para sí mismo en voz alta mientras una traviesa sonrisa aparecía en su rostro.
Estaba decidido. Se iría a un lugar rural, a uno casi olvidado geográficamente. Un lugar en donde sería difícil de encontrar y donde nadie lo conocería –o eso esperaba–. Así que tomó sus cosas y con su dinero ahorrado se marchó junto con el primer bus que vio en el terminal.
No sabía a qué lugar iba ya que ni siquiera había querido leer el letrero que indicaba el paradero del bus, así que se relajó en su asiento mirando el bello paisaje que le mostraba el recorrido y con sus oídos llenos de su música preferida.
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– Señor, disculpe señor.
Sintió como alguien le movía un hombro despacio. Abrió pesadamente los ojos y noto su vista más colorida. El miedo de ser descubierto le envolvió por completo el cuerpo al darse cuenta que no tenía sus gafas, pero más fue cuando vio al joven que cobró su pasaje mirándolo.
“Mis gafas… ¡mis gafas!”
– Señor, ¿está bien?
Intrigado asintió lentamente sin despegar los ojos del joven.
“¿Acaso no sabe quién soy?” pensó mientras veía al chico sonreírle.
– Me disculpo pero tuve que despertarlo ya que el bus llegó a su destino.
– Sí… ¿cuánto duró el viaje?
– Dos horas.
Impresionado por haberse quedado dormido por dos horas se quedó mirando al joven estupefacto, recordando que había despertado sin sus gafas puestas.
– Y… ¿y no pasó nada extraño? – preguntó nervioso por la idea de haber sido reconocido por alguien del bus mientras dormía.
– No. ¿Algo extraño como qué?
– No, nada. – Le sonrió relajado.
No lo habían reconocido. Todo iba bien según su plan.
Luego de tener esa pequeña conversación con el chico se levantó de su asiento y junto con su bolso en el hombro bajó del bus encontrándose con que la puesta de sol ya había llegado y con un lugar desconocido ante sus ojos.
Se trataba de un pequeño pueblo situado en una parte x del mapa. El nombre no le sonaba para nada, sintiéndose de alguna forma libre y feliz por llegar a tal lugar anónimo.
Comenzó a avanzar por las calles en busca de hospedaje pero algo lo detuvo de improviso, y fue su estómago pidiendo algo para comer. Sus tripas rugieron de tal forma que hasta él se sintió avergonzado por ese horrible sonido. Detuvo su andar una vez que llegó a un gran negocio y entró para comprar algo.
Ya adentro sintió como algunas miradas se posaron en él, causando que su cuerpo empezara a temblar de horror al pensar que lo habían reconocido como el gran modelo que es, pero luego percibió como todas esas miradas se despegaban de él y volvían a lo suyo.
Aliviado, cogió unos cuantos paquetes de galletas de avena junto a una botella de agua mineral, acercándose a la caja para pagar tales alimentos.
Una vez frente al chico que estaba en la caja, entendió porque se lo habían quedado mirando.
– No eres de por aquí, ¿cierto?
– ¿E-Eh? – respondió nervioso.
– Ha ha, se nota que no eres de por aquí. – le sonrió el chico. – Dime, ¿qué andas haciendo por aquí?
– Yo… necesitaba–
– ¿Vacaciones?
– S-Sí… – le impresionó que el chico de cabello plateado le leyera la mente.
– Todas las personas que no son de por aquí dicen que vienen por vacaciones… hm… ¿por qué será…? ¡Ah! Perdona – se disculpó y tomo las cosas que pagaría Tooru. – Mi nombre es Sugawara Koushi, ¿y tú?
– Oi-Oikawa Tooru. – inseguro le dijo su nombre.
– Y dime, ¿has encontrado hospedaje?
– No, acabo de llegar.
– Bien, si quieres yo puedo ayudarte. Mi amigo Daichi tiene habitaciones libres. Ah, Daichi es el dueño del hospedaje más grande de por aquí. ¿Qué dices?
– Eh… yo…
Pero antes de que pudiera darle alguna respuesta, el chico que le había cobrado las galletas y la botella de agua no le dejó negarse nombrándole un sin mil de cosas que tenía el alojamiento, a lo que tuvo que aceptar la oferta.
El chico era buena persona y eso tranquilizaba a Tooru por completo, además de que no tuvo alguna reacción extraña de fangirl al escuchar su nombre por lo que sintió que podía confiar en él.
Y hablaba enserio el chico más bajo. Una vez que el de cabello plateado salió de su trabajo se dirigieron al alojamiento que le había hablado mientras estaban en el negocio, llevándose una sorpresa grata sobre el lugar, al ver que cerca del pueblo había una playa y que cerca de ella se situaba el alojamiento que le había hablado Sugawara.
– ¿¡Una playa!?
– ¿A qué viene eso? – le preguntó confuso el chico llamado Koushi. – sabes que estas cerca de la costa, por algo has venido aquí.
– ¡Suga-san!
Pero antes de que respondiera algo una tercera voz se les unió. Tooru por reflejo se dio vuelta como si a quién hubieran llamado hubiera sido él, observando como un chico recién salido de la salada agua con solo el traje de baño se acercaba hacia ellos, quedándose –de forma extraña– pegado mirándolo como si fuera la cosa más sexy que había visto en su vida. Para rematar la imagen visual de Tooru, el chico recién llegado se pasó una mano por su cabello peinándoselo hacia atrás un poco, transmitiéndole un aroma lleno de sensualidad sintiéndose de inmediato extraño y nervioso.
– Oh Iwaizumi, él es Oikawa Tooru. Será tu vecino de piso desde hoy.
– U-Un gusto. – saludó Tooru avergonzado por la mirada del chico.
– Un gusto. – le respondió de vuelta más por cortesía que por gusto. – Suga-san el dueño lo estaba buscando.
– ¡Oh no! ¡Acabo de recordar que debía ayudar a Daichi! ¡Quédense aquí chichos, ya vuelvo!
Tooru ve como el chico más bajo se va corriendo en dirección al hospedaje, quedándose a solas con el chico de piel mojada que no puede evitar mirar de forma extraña; como si el chico fuera un imán o algo así.
“Es extraño… mirarlo es extraño” pensó mientras dejaba soltar un suspiro y comenzaba a sentir su cuerpo un poco acalorado.
Se sentía nervioso.
– ¿Pasa algo?
– ¿Po-Por qué preguntas? – cuestiona confuso.
– Me miras raro. – le dijo mientras lo miraba con una cara seria. – ¿Acaso tengo algo en la cara?
– N-No. – el tono en que formuló esa última pregunta no le gustó a Tooru.
– Que raro eres.
– ¡Hey, no me insultes!
– Pf, nadie te está insultando idiota. – se burló el más bajito de los dos.
– ¡Ahora si lo hiciste!
– Oh, lo siento. – se disculpó falsamente – pero, lamentablemente para ti los tipos como tú no me agradan.
– ¿A qué te refieres? – le preguntó molesto. El sentimiento atrayente había quedado atrás de inmediato.
– Los que se hacen los inocentes pero no lo son, es más, son de lo peor.
– ¡Tú…! ¡Tú no sabes nada! – le gritó enojado por su comentario.
– No, ni tampoco quiero saber. – dijo mientras se daba vuelta y se alejaba de Tooru.
– ¡Hey! – le gritó pero no se inmutó y continuó su andar.
¿Qué diablos? ¿Por qué lo había tratado así? Así con tanto… desprecio.
Si tenía alguna experiencia amarga con personas bonitas como él, no era culpa suya, claro que no. Pero tampoco debía desquitarse con él, no tenía ningún derecho.
– Estúpido… – susurró mientras su mirada se veía obscurecida bajo su flequillo ondulado.
Aquel chico había sido el segundo en toda su vida que lo había mirado con desprecio.