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Bittersweet Lemmon por Radhe

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13 – Hambre – Death Mask y Afrodita


El italiano mordió con hambre aquella boca pintada de carmín, al tiempo que movía sus manos de forma desesperada y brusca. Afrodita soltó un quejido sobre sus labios, molesto por aquel trato. Le había atraído aquel hombre nada más verlo, pero no habían aclarado nada de lo que pasaría a continuación y aquello no le estaba gustando mucho. Él prefería el papel dominante, sólo aceptaba el otro cuando las circunstancias lo sobrepasaban y no tenía opción, con aquel compañero ocasional no iba a aceptar ningún maltrato. 

Death Mask se mantenía ajeno a su reticencia, estaba muy excitado, aquella hermosa persona se le había prácticamente regalado sin provocación alguna y no podía creer su suerte. Dejándose llevar por su propio deseo le soltó una nalgada. 

–¡No hagas eso!

Reclamó el sueco de inmediato, jalándole el cabello y mirándole seriamente a la cara. El italiano se destanteó ante su negativa y se removió, molesto. 

–Si yo quiero te…

Pero no pudo terminar, Afrodita le había dado un golpe a mano abierta sobre la sien que hizo que su vista se nublara. 

–Eres un…

De nuevo no pudo concluir su insulto, el otro le había dado un puñetazo en la boca del estómago. 

–¿Te gusta la violencia, eh?, ¿también el dolor? ¿Quieres que siga?

Death Mask negó con la cabeza, sorprendido y algo asustado, no esperaba una respuesta tan violenta de una persona con una apariencia tan delicada. Tuvo que esperar casi media hora para recuperar el aliento y poder largarse de allí, eso le pasaba por recoger chicos de bar en lugar de ir con Shura. Afrodita por su parte, se dijo que no volvería a ir al hotel hasta haber acordado los detalles de sus encuentros, aquello se estaba poniendo desagradable.  

 

14 – Enemigo – Mu y Milo  

Milo siempre había estado burlándose de él, siempre haciéndole comentarios mordaces o satíricos. Mu se había acostumbrado a responderlos de la misma manera, a plantarle cara a pesar de la timidez, sin embargo cuando el griego había comenzado a actuar de manera distinta no supo ni qué pensar. Ahora su enemigo de muchos años le hacía halagos, trataba de inducirle a risa con malos chistes, le llevaba regalos y hasta había tratado de besarlo en un par de ocasiones. 

Aquello debía ser una broma, una burla elaborada, razonaba Mu; al tiempo que sentía su corazón latir más rápido con aquellos detalles. Sabía que no debía caer, que debía resistirse y desdeñarlo pero no podía, una parte de su inocente corazón deseaba tanto aquella pasión, aunque pudiera ser fingida. 

Milo por su parte se sabía enamorado, había tratado de evitar ser tan compulsivo, de no ser tan insistente como lo había sido antes, pero parecía estar más allá de sus fuerzas. Por suerte el acoso parecía estar funcionando, había sorprendido algunas sonrisas en Mu y su mirada se había tornado más cálida y coqueta, quizá esta vez terminara con un amor perfecto y duradero. Eso esperaba, otra orden de restricción sería un pésimo final.   

 

15 – Multitud – Shaka y Aioros 

Era la primera vez que Shaka iba a la zona roja de la ciudad, no era diferente al resto, de hecho –ya que aún era temprano– los negocios eran los comunes y había muchas familias paseando por las calles; sin embargo aquí y allá podía ver los letreros apagados de los bares  y antros. 

Conforme fue cayendo la noche las familias fueron desapareciendo y una nueva multitud llenó las calles: hordas de muchachos con ropa femenina y bolsos de mano, travestis, prostitutas, traficantes… El se iba poniendo nervioso mientras miraba parejas besarse y meterse mano sin discreción, el anhelo combatía en su interior con el miedo y el natural rechazo. Había sido criado para ver aquello como anormal, y no podía superar aquellos prejuicios tan fácilmente. 

Entonces un hombre se acercó a él, era joven, castaño, alto y su rostro era amable; aun así una ola de desconfianza corrió por el cuerpo del menor, si un hombre se acercaba a otro en ese barrio, ¿no era porque estaba buscando…?

–Hola, nunca te había visto por aquí, ¿estás perdido?, te ves pálido…

La voz de Aioros era amable, preocupada. Sabía que de vez en cuando acudían algunos muchachos a aquella zona, llevados por la curiosidad, en su opinión lo mejor era sacarlos de allí de inmediato,  antes de que se metieran en problemas. 

–Eh, yo… no… es que…

Shaka se estaba trabando con sus propias palabras, sin saber qué decir, Aioros lo tomó muy suavemente del brazo  y lo hizo caminar.

–Ven, por aquí hay una estación de taxis, te llevarán hasta tu casa. 

¡Lo estaba tratando como a un niño!, Shaka se sacudió con viveza y obligó a los nerviosismos a apartarse.

–¡No! Quiero quedarme, quiero entrar a un bar y beber una cerveza, cielos, no es asunto tuyo. 

Aioros se sorprendió y le ofreció una disculpa casi automática. Por un momento pensó en irse y dejarlo allí, que se metiera en problemas, a fin de cuentas no era cosa suya, pero no pudo. 

–¿Una cerveza, eh? Ven, conozco un buen lugar, es mejor que no estés solo, o pensarán que te estás prostituyendo. 

Shaka se sorprendió ante la última afirmación y le volvieron los nervios, por ello siguió a su inesperado anfitrión, se dijo que de todas formas era mejor tener a alguien que le mostrara lo que se hacía allí, mejor que descubrirlo torpemente a solas.


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