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Bittersweet Lemmon por Radhe

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Viaje – Aldebarán y Mu


De haber estado en sus cabales Mu jamás habría hecho aquello, pero se encontraba en medio de un viaje inducido por la droga que alguien le había suministrado en la bebida. Se había metido al baño para mojarse la cara y tratar de quitarse el mareo que lo aquejaba, allí adentro  había otro hombre, un joven extraordinariamente alto, increíblemente masculino que le encendió todos los instintos. 

Sin preguntar, sin saludar siquiera, Mu se le fue encima; el extraño lo recibió sorprendido, empotrado contra la pared. Una tercera persona entró al lugar, había ido siguiendo a su víctima, pero al verlo ocupado y más con tal coloso, optó por desistir y salió de allí antes de que los nuevos amantes se dieran cuenta. 

Aldebarán había tomado también, pero ni en sus elucubraciones más alcohólicas había podido imaginar que iba a recibir un regalo tan bonito. Arrastró al muchacho dentro de un cubículo y ya allí lo dejó hacer. Mu era quien tomaba la iniciativa, quien levantó las camisas y desabrochó los pantalones de ambos, no sabía de dónde venía aquella urgencia y aquel desplante de seguridad, pero lo estaba disfrutando. Le indicó a su compañero que se agachara y lo hizo ponerse en cuclillas para utilizar su boca. 

El gigante lo permitió porque sentía curiosidad sobre el sabor del otro, mientras lo felaba utilizaba sus dedos para explorar aquel pasaje secreto del que quería apoderarse, cuando perdió la paciencia lo hizo girarse y se colocó sobre él. A pesar de la previa preparación no pudo entrar, era demasiado grande. Maldijo un par de veces, decepcionado, tendrían que terminar con sus manos. 

Mu tenía otra idea, si aquel era demasiado grande, seguro que él mismo no lo era. Hizo que su compañero invirtiera las posiciones, se colocó a su espalda y poniéndose de puntillas lo penetró él. Ambos jadearon de la sorpresa de lo bien que se sentía y lo fácil que había resultado, sus cuerpos embonaban a la perfección. Se mecieron con rudeza y todo terminó rápidamente. 

Ya con la mente un poco más clara, Mu se asustó un poco de sí mismo, acababa de hacerlo con un extraño, en un baño público y sin protección. Se limpió a prisa y salió sin decir nada, azorado. Aldebarán en cambio se quedó dentro del cubículo un rato muy largo; aquel regalo había tenido dentro una sorpresa, pero había sido agradable, conservaría la sonrisa toda la semana.

 

 17 – Satén – Hades y Camus 


En una de las mesas privadas del bar que poseía, Afrodita los estaba presentando:

–Camus, este es Hades, uno de mis proveedores.

El mafioso sonrió con la comisura de los labios, mirando con profundidad al muchacho que le era entregado de esa forma tan falaz. Sabía que era un cliente frecuente del lugar y de las atenciones de Afrodita, pero no era como lo había imaginado, sino todo lo contrario: serio, elegante, muy joven y extrañamente discreto. 

Camus por su parte se sintió un poco extrañado, aquel hombre tan ricamente vestido, con la camisa de satén y el traje hecho a medida no parecía en absoluto un proveedor. Sus alarmas se dispararon cuando Afrodita los dejó a solas con una mala excusa. Sin embargo se obligó a comportarse con tranquilidad, no quería causar problemas. 

Al principio la conversación fue un poco forzada, no tenían nada en común, Camus le hablaba de la universidad y Hades le respondía hablándole de arte, sus negocios no los mencionó, desde luego. Se despidieron con amabilidad, pero el mayor ya lo tenía decidido.  Iba a liberar a Afrodita de algunas de sus obligaciones en pago por haberle introducido aquella pieza, el francés le había gustado lo indecible; sin embargo no tenía prisa, con él no quería encuentros forzados en el callejón o en la trastienda, a un chico tan ingenuo se le atrapaba de otra manera  y él tenía los recursos y el tiempo necesarios.  

 

18 – Fogata – Milo y Arles

 
Milo no se sentía cómodo estando allí, junto a aquel primo tan extraño y tan voluble. Saga actuaba en ocasiones con gentileza y al siguiente momento con una violencia incomparable. Se suponía que el resto de la familia estaría en el campamento, pero los adultos mayores habían ido juntos al pueblo por algo de comida y Kanon se había ido a pasear por su cuenta tras pelear con su hermano mientras Milo dormía. 

Este se reprendió a sí mismo por ser tan descuidado, conocía la inestabilidad de Saga desde niño y solía evitar quedarse a solas con él. Si al menos hubiera invitado a Mu a acompañarles… pero le había parecido que era muy pronto para introducirlo en su familia y no lo había hecho. 

Se concentró en recoger madera seca de los alrededores para la fogata de la noche, quizá así pudiera alejar a su primo de su mente y de su cuerpo. Pero no hubo suerte, con los ojos rojos debido a la sobrecarga de adrenalina Saga se le fue encima y lo tumbó sobre el piso rudamente. 

–No, no…

Alcanzó a jadear Milo antes de que su boca fuera sellada por una mano extremadamente violenta. Fue forzado sobre el suelo sin consideración alguna y no hizo por resistirse, jamás había podido detener a Arles cuando salía a controlar a su primo, sabía que horas después Saga volvería sin recordar nada. Aguantó los dolorosos embates tratando de salir lo menos lastimado posible. Había dolor y miedo, pero también lástima, su primo llevaba años con tratamientos psiquiátricos agresivos que no habían servido de nada, aquella doble personalidad no se eliminaba del todo. 

Cuando todo terminó el mayor se le quitó de encima y se alejó del campamento. Milo se aseó con cuidado y se puso ropa limpia, no quería que sus tíos se enteraran de aquello, encerrarían a Saga, el que no sabía nada de aquellos incidentes, que era inocente. Él se habría sentido más seguro, pero también se habría sentido culpable. Creía que era mejor seguir callando.      


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