- ¡Ya llegué, pequeño!
Un emocionado Tao corría a abrazar a su hermano Kris. Éste vestía un pantalón de vestir negro y una camisa blanca impoluta, color únicamente interrumpido por una corbata negra que rodeaba su largo y fino cuello y caía sobre su pecho. Las orbes moradas del alto observaron a su pequeño, que aunque ya tenía 17 años, para el joven de veinte era aún un niño, o mejor dicho, su niño. Aquel panda, como Kris solía llamarlo, de metro setenta y tres, escondía la cara en el acogedor pecho de su hyung, ya que su inferior altura le impedía llegar más arriba.
-Ya pensaba que no vendrías.
Tao hizo un puchero que a Kris no le fue necesario ver, ya conocía a su hermano pequeño a la perfección y podría retratar cada uno de sus gestos. Ya eran muchos años de observarlo en silencio. A Kris le gustaba Tao. Bueno, mejor dicho, Kris amaba a Tao. Nunca había tenido el valor de admitirlo ante sus padres, y muchísimo menos ante su pequeño. A Kris le gustaría poder pasar más tiempo juntos, pero la Universidad y el trabajo se lo impedían. En numerosas ocasiones, y por mucho que le doliese, tenía que posponer citas con su propio hermano por causa de los estudios o turnos inesperados. Tao siempre esperaba sentado en el sofá frente a la chimenea, tapado con mantas hasta las cejas, pues el frío de Seúl se hacía notar aún más en aquel ático situado en un decimoséptimo piso.
-¿Ha llamado appa?
La madre de Kris, Lin Qi, había fallecido en un accidente de coche años después de tener a su hijo. Fue entonces que su viudo, Wu Dawei, volvió a contraer matrimonio, esta vez con Huang Shu, teniendo junto con ella a Zi Tao, al que apellidarían Huang para, de alguna manera, borrar la tragedia sucedida en su anterior matrimonio. A la edad de seis años, Tao no entendió por qué su padre se mudaba de casa con su omma y no fue hasta su doceavo cumpleaños que comprendió que Kris nunca terminó de aceptar la pérdida de su propia madre.
-Sí, dice que estará en Seúl hasta que acabe la primavera.
-De acuerdo. Bueno, ¿viste? Valió la pena la espera. Ya tengo mis vacaciones de Navidad y podremos estar mucho más tiempo juntos, aunque tengo que-
-Tienes que estudiar, lo sé. -Interrumpió Tao.- ¿Podríamos tan sólo olvidar eso por unas horas? Quiero que hagamos algo juntos.
-Taozi, pequeño, te prometo que haremos todo lo que quieras a partir de mañana. Ahora estoy-
-Estás cansado. Ya, lo pillo. Siempre lo mismo. Feliz Navidad.
Kris no tuvo tiempo para más palabras. Su cuerpo sólo reaccionó cuando el portazo de Tao resonó por todo el piso. Lanzó su mochila a un lado con rabia y colgó su americana en el perchero con desgana. Iría a por una cerveza y después de calmarse iría a hablar con Tao.
-¿Feliz Navidad...?
Cuando Kris entró a la cocina, comprendió el enfado de Tao, así como sus últimas palabras. Sus morados iris viajaron por toda la estancia en busca del calendario. Cuando lo enfocó, comprobó sus sospechas. Era día 24 y ni siquiera lo recordaba. En la mesa, una deliciosa cena con apariencia fría y unas velas consumidas. Bajo el improvisado árbol, una caja bastante grande envuelta con papel satinado verde y un bonito lazo rojo con motivos dorados. Se acercó a dicho arbolillo y se agachó junto a él. Tomó la caja entre sus dedos. Volvió a la sala, sentándose en el oscuro sofá y gimiendo ante el acogedor calor que emanaba la chimenea. Tiró de un extremo del lazo y éste se desató. Retiró cuidadosamente el envoltorio brillante satín y sonrió ante lo que encontró. Un peluche de oso panda. Kris recordó la infinidad de preguntas trampa e indirectas que el más joven había empleado para averiguar qué comprarle. También recordó las frías respuestas que le había devuelto. Apretó aquel peluche contra su pecho y suspiró. Había herido a su hermano con el trato que le daba en numerosas ocasiones. Era hora de disculparse. Tomó de la mesa de la cocina un polvorón y se dirigió al lugar donde su pequeño siempre se refugiaba, su dormitorio. Tocó la puerta del cuarto de Tao.
-¡Tao! ¡Abre la puerta!
-¡Lárgate!
-¡Tao! ¡Te he dicho que abras!
Si algo molestaba a Kris más que las faltas de respeto eran la propia indiferencia. Se alejó un poco y de una patada tiró la puerta abajo.
-¡¿Estás loco?! -chilló el menor.
-¡Te dije que abrieras!
-¿Estás borracho? Aléjate..
Tao intentaba huir de Kris, que se acercaba lentamente a él. Kris soltó en la cama el pequeño dulce y el panda. Se dirigió a Tao y lo atrapó con sus largos brazos. Tao comenzó a golpear su pecho débilmente, lo cual era extraño, pues si algo tenía Tao era fuerza y determinación. De repente, Tao apoyó la frente en el pecho de Kris y rompió a llorar. Kris se detuvo en silencio unos segundos y comprobó que lo que oía eran sollozos. Sin más palabras empujó a Tao contra la pared y le alzó el rostro por la barbilla.
-Tao... ¿por qué lloras...?
Kris tenía unas incontenibles ganas de secar sus lágrimas y besarlo, pero debía controlarse.
-No llores, ¿sí? Gēge está aquí. Tu hermano te ayudará... ¿sí?
El llanto de Tao parecía crecer por momentos, sus sollozos y temblequeos más notables. Tao simplemente estiró el brazo y señaló con el dedo índice al peluche. Kris lo tomó y lo examinó, encontrándose con una nota en la etiqueta inferior.
Gē, sé que nos distanciaremos aún máscuando confiese esto: te amo. No puedo callármelo más. 哥哥a292;我爱你z90;一定我爱你z90;
Kris alzó la mirada hacia un completamente sonrojado Tao con el rostro aún bañado en lágrimas. Corrió de nuevo a su lado y se sintió mal al ver cómo su cuerpo se encogía.
-N-No me golpees... por favor...
La boca de Kris se abrió de par en par. ¿Golpearlo?
-¿Cómo iba yo a golpearte, Tao?
Kris acarició la cintura de Tao lentamente, tratando de calmarlo. Ascendió con sus caricias por todo el torso del menor hasta sus hombros y cuello. Tomó su barbilla, ya Tao más tranquilo, y se acercó a su rostro. Pocos milímetros se interponían entre ambos. Sonrió cuando el rubor llegó a las mejillas del menor y, finalmente, juntó sus labios. Aquél era el beso que ambos habían estado tanto tiempo esperando. Ambos entrelazaron los dedos de sus manos y se perdieron en los labios del contrario. Para ellos, el tiempo no pasaba.
Kris había perdido la cuenta de los minutos que ambos llevaban besándose, pero era consciente de que habían llegado hasta el sofá frente a la chimenea y de que habían dejado un sendero de ropa hasta allí. Sus manos descendieron por todo el marcado torso del menor, que se hallaba acostado bajo él, pellizcando ambos pezones y obteniendo un agudo y excitante gemido que encendió su miembro. Sus dedos trazaron la forma de aquellos deliciosos abdominales que anteriormente había lamido y mordido, deteniéndose en su cintura, tentándolo.
-Gē...
-Dime, dì....
-Quiero más... n-no te detengas...
- ¿Quieres más, pequeño...? Mmm... ¿qué quieres?
Kris reía con algo de travesura y jugueteaba en la cintura del menor, acariciando cada vez más cerca de su miembro pero sin rozarlo.
-Kris gē.... por favor....
-Hasta que no me digas exactamente qué quieres... no te lo podré dar....
-Por favor... mastúrbame... y.. y l-lame.... eso...
-¿"Eso"? -rió Kris- ¿Acaso te refieres a esto?
Kris llevó su boca al glande de Tao, comenzando a envolverlo con su lengua y succionarlo con tentadora lentitud. Con los dedos pulgar e índice tomó la base de su miembro y comenzó a subir y bajar por él, causando numerosos gemidos y pequeños jadeos.
-¿Esto querías, Taozi? -preguntó Kris con una juguetona sonrisa, sus labios posados sobre el ya húmedo glande.
-A-Ah... K-Kris... ah...
Las manos de Tao osaron tomar el cabello de Kris y empujarlo contra su miembro, buscando más profundidad. Kris dejó salir una risotada aún mayor que las anteriores y sacó el miembro de su boca.
-Aquí las reglas las pongo yo, ¿sí?
Kris quería que la hombría de Tao estuviese aún más dura y para ello decidió chupar sus testículos. Los succionaba una y otra vez, obteniendo quejidos y más jadeos por parte del contrario. Sentía las manos de Tao temblar, verdaderas ansias de poseer la boca de Kris fluyendo por todo su cuerpo. Acarició el interior de sus muslos y dio un lametazo desde la base del pene hasta el glande, volviendo a juguetear con la punta en su boca. Lamiéndola muy despacio con su lengua, de un lado a otro, de arriba a abajo. En círculos. Era deliciosa. Le gustaba sentirla entre sus labios, darle pequeños besitos. Sentía aquel miembro a punto de explotar.
-Por favor... te lo suplico, gē, chúpamela toda...
Las súplicas de Tao fueron la gota que colmó el vaso. De una sola estocada engulló todo el miembro del menor, chupándolo lentamente y comenzando un lento vaivén de embestidas. Tao se sentía llegar al cielo. Su miembro ni de lejos era tan grande como el de su hermano mayor, pero aún así llegaba al fondo de la cavidad bucal del más alto. Una, otra, otra. Las estocadas combinadas con la traviesa lengua de Kris tenían a Tao en el borde del clímax.
-G-Gē... m-me co... correré...
La boca de Kris fue llenada de semen por completo. Kris alzó el rostro, por sus labios resbalando algunas gotas de semen. Mirándolo a los ojos, tragó toda su corrida.
-Dios... gē....
Pronunció Tao, jadeando y mordiéndose el labio ante la imagen de su hermano tragándose su corrida. Cuando pudo darse cuenta, Kris lo había abierto de piernas. Ahora lo estaba besando, un dedo lubricado con semen de la reciente corrida de Tao introduciéndose en el estrecho agujerito de éste.
-¿Te gusta, pequeño...? Tu anito es tan estrecho... mmmmh.... -se acerca a su oído y susurra junto a él- que mi polla se pone como una piedra sólo de pensar en cómo la vas a apretar....
-Gēge.... a-ah..... m-más... m-más dedos...
Kris rió, volviendo a sus labios y mordiéndolos, su cuerpo dominado por la misma excitación que el menor.
-¿Quieres más deditos...? Toma...
El segundo de los finos y largos dedos de Kris entró en el estrecho hueco que las paredes de Tao formaban, el dedo corazón. Ambos dedos juntos, los comenzó a mover simulando estocadas. Lo embestía con fuerza con dos dedos, abriéndolos como unas tijeras para dilatarlo más. Poco después, un tercer dedo se hacía hueco. Por mucho que lo penetrase con sus dedos, el pequeño seguía excesivamente estrecho.
-Mmh pequeño, difícil de dilatar...
-Tan sólo entra... rompe mi culito con tu polla....
Kris cerraba los ojos para concentrarse.
-Tao, cállate o te follaré ya mismo.
- ¡Fóllame, gē! Rómpeme, ¡destroza mi culito con tu enorme polla!
Gritaba Tao con ansias, su propio miembro ya erguido y duro, excitado por los dedos de Kris. Éste se posicionó bien frente a la pequeña entrada y la penetró de una embestida. Un sonoro gemido resonó por todo el piso, ambos estaban en el paraíso. Unas pocas lágrimas caían de los ojos del menor, pero una sonrisa adornaba su rostro. Estaban haciendo el amor. Llevaba mucho tiempo soñando con el momento en el que perdería su virginidad con su hermano. Pensaba que ese día jamás llegaría. Kris estaba estático. Su boca entreabierta y sus ojos cerrados con fuerza. Sentía que el mínimo movimiento lo haría gritar de placer. La estrechez del menor era exquisita. Agarró con ambas manos las caderas de Tao y propició una nueva embestida. Gemidos. Necesitó volver a detenerse. Comprobar que Tao estaba bien. Por mucho que le gustase, si el pequeño no estaba bien, él se detendría. Abrió los ojos con lentitud y se encontró con una imagen que lo hizo sonreír con ternura. Sí, en efecto había un rastro de lágrimas en la parte inferior de los oscuros ojos de Tao. Sin embargo, todo lo que ahora adornaba su rostro era rubor, párpados apretados con fuerza, ceño fruncido y una boca semiabierta.
-¿Te gusta..?
Kris quería que Tao se acostumbrase un poco a su miembro antes de seguir. Por ello, aprovechó para desesperarlo un poco.
-S-Sí gē... n-no te detengas, por favor...
La voz del menor sonaba como una verdadera súplica. Ahora sus dientes torturaban su labio inferior, mordiéndolo con fuerza.
-¿Qué se siente con mi polla llenando tu culito?
-Placer, mucho placer... Desesperación... adicción...
-¿Tanto he conseguido en sólo dos estocadas?
- E-Es que... t-tu polla es muy grande... y gruesa... mmmh.... Kris por favor, más...
Kris esbozaba una sonrisa de oreja a oreja. Su gesto era tan amplio que por poco no cabía en la superficie de su rostro. Apretó entre sus dedos la pelvis de su pequeño y comenzó un lento vaivén de mete y saca. Ambos gemían y gritaban. El placer los inundaba. Poco a poco, la velocidad de las estocadas fue incrementabdo, tal como ocurrió con el salvajismo de sus respiraciones y jadeos, el volumen de sus gimoteos, el ritmo de sus latidos. El sonido de sus pieles chocando resonaba por toda la estancia. Sus labios se besaban con pasión, con deseo. Sus lenguas danzaban juntas, se entrelazaban, se acariciaban. Los labios de Tao eran continuamente atrapados por los dientes de Kris, deseosos de morderlos. Kris masturbaba al menor a gran velocidad, su glande ya cubierto de líquido preseminal. Una simple mirada que los conectó fue suficiente para entender el mensaje. Ambos se iban a correr. En un último gemido que sonó a destiempo entre ambos, Tao fue llenado de la esencia de su mayor, al mismo tiempo derramando la propia sobre la mano que había causado su salida. Ambos desnudos, sudorosos. La mano con la que Kris aún mantenía un fuerte agarre en la parte derecha de la cadera de Tao se entrelazó con la de Tao, sus cuerpos reposando exhaustos sobre el sofá.
Sus dos sonrisas se encontraron en un beso suave y cariñoso, limpio de toda mala intención.
-Feliz aniversario, mi bebé.
-Feliz aniversario, gē.