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I can't love you por yuujilover

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En cuanto hube cerrado la puerta el auto avanzó. Darla me miraba con una sonrisa divertida que me hizo soltar una carcajada.

- Es guapa ¿Es una de tus novias? - soltó sin borrar aquella sonrisa de su rostro.

- Claaaro. Tu mejor que nadie sabe de mis amoríos. - Chasqueó la lengua y negó con la cabeza sin dejar de sonreír.

- Eres una adicta al trabajo, Danielle. Algún día vas a sentar cabeza y te darás cuenta que tanta obsesión de cumplir con el deber es insana. - me reí con ganas.

- ¿Que quieres que te diga? - me encogí de hombros - No me sentiría completa sin dedicarle mi vida entera a la satisfacción de mis clientes. Sobre todo cuando mis clientes son como usted...señora.

La mirada de Darla se volvió afilada, atrapo su labio inferior entre los dientes y me miró con intensidad.

Aquella primera noche, ahora muy lejana me había prohibido expresamente que le llamara "señora"; "no tengo hijos, ya no estoy casada, no soy señora, no para ti".

Esa palabra me servía solo para provocarla, había algo en la manera en que la utilizaba que le erizaba la piel, lo sabía bien.

Arquette apretó un botón y el grueso vidrio tintado que además insonorizaba la parte del auto en la que íbamos ella y yo, subió; dándonos privacidad.

Darla levantó la corta falda de color oscuro que usaba y se puso a horcajadas sobre mi. De inmediato puse mis manos en su trasero acariciandolo a través de la delgada tela de sus medias negras.

- No está usando bragas, señora. - le dije mirándola a los ojos.

- Es una mala costumbre. Mi amante me ha roto más de 10 en medio de sus arranques, no me da la gana seguir comprando lencería. - me reí suavemente deslizando mis manos por sus glúteos redondos y firmes, acariciando sus piernas torneadas, aguantando mis propias ganas de deshacerme de esa delicada tela y hundir mis dedos en su intimidad.

- No puede culparla, teniendo a alguien como usted entre las manos es difícil no perder el control. - ella rió, divertida. Y me dio un lametón en la comisura de los labios.

-Tu me hiciste perder el control, desde la primera vez que te vi. Esas fotos con tu ropa ancha y la mirada seductora...no pude evitar querer experimentar, pero contigo, siempre contigo. 

Estábamos, yo y un montón de los chicos en una sesión fotográfica.

Había tres novatos y ocho de los veteranos. El dueño de la agencia irrumpió en medio de la sesión. No era algo extraño, sin embargo aquella visita era por una razón especial y todos lo sabíamos.

El dueño no era alguien que se andaba con rodeos, era tan directo que resultaba incomodo hablar con él. 
Así que se quedo cruzado de brazos unos minutos mientras un aura de excitación se acrecentaba en el salón. Observo el trabajo del chico en el estudio, uno de los novatos. Vestía traje y posaba con arrogancia. Sería de los que tendrían éxito seguro.

Sin verlo venir, el dueño elevo la voz y dijo una sola palabra antes de salir tal como había entrado: Danielle.

Y lo que no había sucedido hasta entonces, pasó. Los flashes de las cámaras se extinguieron y todo el mundo miraba en una sola dirección: la mía.

Mi primer pensamiento fue "mierda, ¿que hice?"

Salí en silencio tras el dueño, me esperaba recargado en el escritorio de uno de los asistentes.

Me pare frente a él sin saber que decir o que hacer, mientras mi cerebro sopesaba un montón de posibilidades a velocidad de rayos, el dueño hablo

- Darla Arquette llamó. Te pidió a ti

- ¿Que? - salió de mi boca antes de procesar lo que me había dicho, pero él no lo repitió. Me miro en silencio ¿Que se suponía que hiciera o dijera? ¿Preguntar cuando y a que hora? ¿o es que esperaba que dijera que no? ¿Alguien le había dicho que no a Arquette antes? Es más ¿Podía decir que no? Porque lo estaba considerando seriamente.

Nunca antes había titubeado en aceptar una oferta, ni siquiera me importaba si conocía al cliente o no. Era trabajo y la respuesta en automático era un sí rotundo.

Pero...nadie hablaba tanto de la señora Figueroa o la señora Del Rey o la señora Gustafsson a quienes conocía personalmente y de forma bastante intima. Nadie hablaba tanto de ellas como de Arquette y estaba aterrada.

El dueño leyó la duda en mi rostro y me puso un folio con toda la información necesaria frente a los ojos.

En primer lugar estaba el tipo de servicio: compañía informal.

En segundo lugar, el pago total con sus respectivos porcentajes 45% para la agencia, el 55% restante para mi.

Era mucho dinero. Esa salida con Arquette me daba más de lo que ganaría en toda la semana con el resto de mis citas...no me lo pensé más, tomé el folio.

- Cancelaremos tus citas de hoy, mañana y pasado. Tal vez tengan que reprogramarse, tus clientes no quieren a nadie más que a ti. Te aconsejo que si tienes tus propias citas, las reprogrames también. - asentí con la cabeza y el dueño me regalo una media sonrisa antes de marcharse. 
Estaba completamente estupefacta.

Tenía tantas dudas y por primera vez en el tiempo que llevaba dentro del negocio estaba con los nervios calados.

- ¡Hey! Te estaba buscando. - dijo con su profunda y familiar voz antes de echarme un brazo al rededor de los hombros ayudándome a reaccionar. 
Estaba callada como un muerto y me deje guiar por sus pasos.

Salimos al patio de la gran casa que hacia de sede de la agencia. 
Él encendió un cigarrillo y se recargo sobre una de las jardineras de concreto que delimitaban el perímetro.

- Escuche que la señora Arquette te pidió.

Parpadeé un par de veces antes de quedarme mirándolo con una ceja levantada.

Marco, uno de mis hermanos mayores. 
Tenia la mano que no sostenía el cigarrillo dentro del bolsillo de sus vaqueros.
Usaba además una camiseta color café ceñida al cuerpo, llevaba las mangas cortas remangadas hasta el hombro mostrando los bíceps bien trabajados.

Su cabello era largo, unos cuantos centímetros debajo del hombro, rubio dorado y liso. Estaba usando su billed beanie{1} con la visera hacia un lado, exactamente igual desde los 12 años. 
Sus ojos eran azules y relucientes. Una barba de tres días decoraba el borde de su cara, y usaba unas pequeñas argollas plateadas en los lóbulos de las orejas.
Parecía un maldito chulo. A pesar de conocerlo desde que tenía uso de razón, me costaba diferenciar al Marco real del Marco seductor de mujeres que solo buscaba meter la polla en caliente.

Me sonrió mostrando los dientes perfectos y blanquecinos.

- ¿Esto es una casa de putería o un lavabo de señoras?

Marco soltó una fuerte carcajada.

- Las noticias se riegan rápido. Aún más cuando nadie se explica porque Arquette eligió a la única chica...

- ¿Esperas que yo lo sepa? Porque te aseguro que no tengo ni zorra idea, sigo flipando.

- Dame eso - dijo señalando el folio que llevaba en la mano, el cual le entregue sin rechistar.

Pude ver los ojos de Marco viajar de un lado a otro con rapidez. 
Al final, soltó un silbido y me devolvió el papel.

- Pues si que era verdad que paga muy bien. Además ella va a correr con todos los gastos, tienes mucha suerte hermanita.

- ¿Suerte? Nunca en mi maldita vida me había sentido tanto como un mono de circo. Joder Marco, ¡que tu apareces en la página principal del puñetero catalogo! ¿Yo por que?

- Pudiste decir que no...

- ¿Pude? ¿De verdad? No viste la cara del dueño, tenía la impresión de que de decir que no me echaba a la calle.

- ¿Y? Tienes buenas clientes ¿No? Seguro te siguen a donde vayas. La agencia necesita más de ti que tu de ella, Danielle
Y volví a callarme.

¿Era mal momento para marcharme? Estaba segura que nadie pondría pegas. Marco tenía razón, el propio dueño lo había dicho. 
En cuanto vi la suma de dinero acepte. Más que nunca me sentía como puta, y de las callejeras.

Había escuchado decir que el dinero termina por corromperte, que dentro del negocio es importante mantener los pies anclados al suelo, saber administrarte. Después de todo no era por siempre, teníamos hombres maduros entre nosotros, pero todos hablaban de una pronta jubilación "el cuerpo pasa factura"

¿Y si estaba perdiendo el control? Sabia de sobra que no podía permitírmelo, el propio Marco me lo había dicho montones de veces y contado otro montón de historias cuando empecé. 
"Todo esto se trata de una fantasía, nos pagan por interpretarlas y hacer que todas esas mujeres se sientan tan amadas y deseadas que su perspectiva de ellas mismas cambie para siempre. Son mujeres completamente entregadas, todas ellas, sin importar como se ven o cuanto llevan en los carísimos bolsos, y lo menos que les debes es algo de lo que no puedas dudar de su veracidad. Hazlas disfrutar y disfruta con ellas. Hay cosas que no se pueden fingir, Danielle. Hacer todo eso por dinero te convierte en alguien muy bajo, no caigas. Al final de todo esto hay una recompensa más grande que el dinero, has bien tu trabajo y saca todo el placer que puedas de el" 

Placer...todo se veía reducido a dinero o a placer.

-...¿La conoces?

- ¿A Arquette? - asentí - Me contrato una vez. No directamente. Fue hace ya tiempo...me parece que fue la primera vez que ella y el dueño trabajaron juntos. Fue un pedido especial de su ex-marido. -Me queda muda, perdida en mis pensamientos. - Hiciste bien en aceptar el trabajo.

- ...Sigo sin estar segura...¿por que yo?

- Por la misma razón que te contrataron por primera vez todas tus demás clientes.

- ¡No soy un maldito fenómeno para que sientan curiosidad de mi!

- Oye no las culpes - hizo una señal con su mano para que me acercara, no me moví. Él negó con la cabeza y se aproximo hasta estar a un palmo de distancia de mi cuerpo, paso un brazo alrededor de mi cintura y me susurro al oído - A mi también me das curiosidad. Y si no supiera bien que eres tan jodidamente lesbiana y que al primer intento de ponerte la polla en la boca me la arrancarías de un mordisco hace mucho que habría intentado algo contigo.

Le pegue un fuerte empujón librándome de él.

Jajaja, eres un cerdo.

Marco se encogió de hombros y se rió conmigo.

- Es idea mía ¿o últimamente estás recordando demasiado el pasado? - Darla rió suavemente.

- Tal vez...probablemente me estoy convirtiendo en una anciana.

- Aunque tuvieras 30 años más, te seguiría follando con ganas. - sus mejillas se encendieron. Darla no era de las que se sonrojaban, ella misma decía que esa era una actitud de colegiala. Pero de vez en cuando, ocurría, y exactamente igual que en ese momento, encajaba su boca con la mía para que no la mirara. En un principio me negaba a que se escondiera, a que lo ocultara. Mirarla era uno de mis pasatiempos favoritos y admirar cada una de sus expresiones era fascinante. 
Sin embargo es difícil hacer cambiar de opinión a una persona, podía tratarla y exigirle lo que se me diera la gana mientras estuviéramos en la cama, fuera de ella era otra cosa.

Me reí sobre su boca cuando un recuerdo fugaz cruzó por mi cabeza.

La cita se había programado para esa misma noche, tenía que ver a Arquette en un restaurante de lujo dentro de un hotel 5 estrellas.

Había pasado buena parte de la tarde con Marco, comimos juntos y me acompaño de compras. Me ayudo a calmar mis nervios y a desistir de la idea de comprarme un vestido largo y de meterme en un salón de belleza a que me maquillaran e hicieran algo con las largas rastas que en ese entonces usaba. 
Me sentía tan insegura que por primera vez había considerado la idea de "lucir como una chica".

Una vez que Marco estuvo seguro de que no haría nada que usualmente no haría se disculpo alegando "asuntos laborales" y se marchó, no sin antes decir que lo mejor que podía hacer era ser yo misma.

Si bien era una cena informal, dada la naturaleza del lugar estaba segura de encontrarme con hombres de traje y mujeres enjoyadas en vestidos largos, pero yo no pertenecía a ninguno de los dos, siempre me había sentido en medio, no usaría un vestido (gracias a Marco) y mucho menos un maldito traje. Había ido a lugares donde abundaba el lujo muchas veces antes sin un traje o un vestido y jamás desentonaba. Tenía que confiar en mi buen gusto, iba a causar una buena impresión en Arquette siendo como yo era.

Una vez en mi apartamento llame a todas mis citas de los próximos dos días, ofreciéndoles un reembolso o reprogramar su cita. Todos eligieron la segunda opción, poniéndome a pensar sobre lo que había dicho Marco y hasta el mismo dueño...¿De verdad valía tanto la pena lo que podía ofrecerles a aquellas mujeres?

Entonces miré a mi alrededor...la mitad de todo lo que había en ese lugar eran regalos. La otra mitad lo había comprado yo con el dinero que ganaba trabajando en eso, incluso la renta del departamento se pagaba gracias a eso. 
Supuse que cualquier otra persona se habría cuestionado su vida en ese instante, yo en cambio, solo pude pensar en lo mucho que me gustaba mi trabajo, y justo por eso absolutamente todo valía la pena.

Luego de preparar una cachimba{2} y fumarme todo su contenido me sentía considerablemente más relajada, me duche y cambie mientras escuchaba música a todo volumen, llame a la agencia y pedí prestado un auto, mismo que me aseguraron llegaría una hora más tarde.

Tenía tiempo suficiente para ir yo misma hasta allá y llegar al lugar acordado con media hora de anticipación, pero el efecto de la maría se estaba terminando, tenía un hambre de infarto y el pánico estaba haciendo mella en mi otra vez.

Me repasaba en el espejo unas 20 veces cada 10 minutos. Había elegido unos vaqueros oscuros en una tienda de ropa común por lo que se ajustaban a mi cuerpo, la sensación era extraña. Compré también una camisa blanca y un blazer{3} color negro. En los pies usaba unas bambas negras imitación piel, eran de mis favoritas y por eso las usaba muy pocas veces.

Por último me había recogido las rastas en una coleta alta y me había perfilado los ojos con un poco de kohl{4}.

Lucía muy bien, de eso estaba segura.

Algunos minutos antes de cumplirse la hora que me indico el encargado del garaje de la agencia, tomé mis pocas pertenencias y salí del apartamento.

La noche era fresca y sin embargo me ponía a sudar como un puerco para luego tiritar de frío. Estaba acojonada, no tenía idea de lo que se suponía que hiciera. A momentos mi seguridad se evaporaba y volvía con una fuerza aplastante. Nunca me había sentido así, ni siquiera la primera vez fue tan aterradora.

Saqué mi paquete de tabaco del bolsillo interno del blazer y me puse un cigarrillo entre los labios ¿Estaría mal que fumara? ¿Le molestaría a Arquette el olor?

¿Por que demonios me ponía a pensar en eso? Si bien podía pasar días sin probar el tabaco era bastante bueno para calmarme los nervios, mucho menos que la maría pero eso si que estaba terminantemente prohibido, es más, si alguien se enteraba de que había consumido antes de verme con Arquette adiós mina de oro.

Y me quedé así, perdida en mis pensamientos sobre encender el cigarrillo o no cuando el fuerte sonido de la bocina de la grúa delante mio me saco de ese oscuro lugar.

Al final, volví a meter el cigarro al paquete.

Un hombre de unos cuarenta años, complexión fuerte y cabello cano llamado Samuel conducía la grúa y en ese momento se encargaba de poner el New Beetle color platino que arrastraba, en tierra firme. Después bajo del auto, me estrecho la mano, charlamos un par de minutos y finalmente me entrego las llaves del coche para posteriormente marcharse.

Sin esperar nada más me monté en el asiento del piloto y arranqué.

Cuando entregué el auto al chico del valet parking del hotel tenía unos 25 minutos libres todavía, podía quedarme explorando el lugar o hacerme un ovillo en un rincón oscuro presa de absolutamente todo lo malo que una persona puede sentir.

Ninguna de las opciones anteriores pasó. Respiré hondo, me recordé a mi misma que era una persona madura cumpliendo con su trabajo y me dirigí al restaurante. La recepción tenía una iluminación lóbrega y decoración simple, de buen gusto.

La hostess del lugar era una morena que llevaba el cabello atado en un moño alto y elegante, usaba gafas y sus ojos eran rasgados y oscuros, me inspecciono de arriba a abajo en un vistazo rápido que culmino en una sonrisa enorme.

Había pasado su inspección y mi seguridad parecía estar en su lugar una vez más.

- Buenas noches, caballero. ¿Mesa para uno? - dijo con voz animosa y sin borrar de su rostro aquella sonrisa.

Me reí bajito, pendiente de su expresión antes de dignarme a hablar.

- Tengo una reservación -solté conteniendo la risa mientras su sonrisa de dientes perfectos y blancos se desvanecía.

- ¡Lo siento muchísimo, señorita! - se disculpo de inmediato con la vergüenza coloreándole el rostro.

Solté una carcajada suave.

- Ni lo menciones - respondí restándole importancia y regalándole mi sonrisa más encantadora, misma que respondió con un gesto agradecido y tímido.

Fue en ese justo momento en el que noté que tenía un rostro verdaderamente bello y en un segundo mi expresión se transformo para iluminarle el rostro en escarlata una vez más.

Me desvío la mirada y se concentro en el ordenador portátil frente a ella.

Me reí, disfrutando la situación.

Esa clase de mujeres que tenían que aparentar ser perfectas en todo momento me causaban particular interés. Tenían tan bien aprendido su papel que cuando este se venía abajo se sentían expuestas, frágiles.

Por un momento olvidé a que había ido a aquel lugar y me pareció una mejor idea despojar a la morena perfecta de su mascara y su impecable ropa.

- ¿Cual es su nombre? - preguntó con el caparazón puesto en su lugar una vez más.

- A nombre de Darla Arquette.

Sonrió de nuevo, esplendorosa como ella sola y sin tocar el teclado del portátil como yo había esperado; se aliso el saco y salió de detrás del atril, levanté una ceja.

- La señora Arquette la espera. - me indico con un movimiento largo y elegante de su brazo que le siguiera.

En vez de eso me puse el móvil en la nariz para mirar la hora...tenía tiempo ¿Había una equivocación?

- ¿Ella ya está aquí? - pregunté a la morena en un hilo de voz. No escuche su respuesta, fue suficiente verla asentir.

¿Hubo una equivocación?

Ella ya esta aquí...

¿Me equivoqué?

...no, estoy segura...puedo correr al auto, la información está ahí...

¡No imbécil! No la hagas esperar más.

¿Es tarde?

¿Me equivoqué?

¿Que importa? ¡Ve de una vez!

La hice esperar...estoy perdida...

¡Ve ahí ahora mismo!

Me voy, todo esta perdido. 

¡Plaz¡

Escozor, dolor. Unos profundos ojos oscuros llenos de miedo mirándome fijamente.

- Señorita ¡Lo siento muchísimo! Yo...u-usted...se puso muy rara...y-yo...no sabía que hacer...

Me lleve la mano a la mejilla en un movimiento involuntario, estaba cálida y dolía.

La hostess me acababa de abofetear...

Estuve a punto de soltarme a reír como una histérica.

- ¿Puedo beber un poco de agua? - pregunté con mi tono de voz usual, dueña de mi por fin.

La hostess asintió y desapareció en un instante para volver de la misma manera con un vaso grande y cristalino.

Bebí toda el agua en silencio, con la mente en blanco, sin los nervios alterados, sin la inquietud y el vacío en el estomago.

- Gracias - dije a la pelinegra poniéndome en pie y entregándole el vaso.

Me miro apenada. Pobre mujer, por lo que la había hecho pasar, se lo recompensaría.

Le sonreí con calidez, tratando de transmitirle que todo estaba bien.

Ella asintió, mirándome a los ojos....y luego se echo a reír junto conmigo.

Bendita risa que podía con todo. Me sentí poderosa, segura. Era Danielle de nuevo y esa niña asustada que desconocía por completo se había esfumado.

La hostess volvió a indicarme que la siguiera, volviendo a ser la mujer que usualmente se encontraba tras aquel atril color acero.

Caminé tras ella, presa del movimiento de sus largas y bien formadas piernas. Un par de semanas después, volví a ese lugar en busca de aquella guapa mujer y le recompensé las molestias de la mejor manera que sabía. 

Darla se separó de pronto, me miro con los ojos brillantes y los labios entreabiertos, rojizos y húmedos - ¿De que te ríes? - ensanché más la sonrisa.

- He recordado algo.

- ¿Que cosa?

- Lo nerviosa que estaba la primera vez que fui a encontrarme contigo. - Darla enarcó una ceja.

- ¿Sabes que día es hoy?

- ¿Domingo? - ella se rió.

- Domingo - confirmó, haciéndome reír también.

- ¿Tiene este día algo de especial que debería recordar?

- Tu tienes mejor memoria que yo para esas cosas, si no lo recuerdas entonces no tiene nada de especial. - tomé un mechón de cabello rubio que se había librado del moño desarreglado en el que siempre ataba su cabellera, lo enrede entre mi dedo.

- Refrescame la memoria.

- Voy a refrescarte otra cosa - y volvió a comerme la boca mientras colaba sus suaves manos por debajo de mi camiseta. 

Caminamos a través del restaurante, hasta lo que parecía ser el final del lugar, un rincón lejos de miradas curiosas...

Y en efecto, me guío hasta una mesa donde una mujer preciosa esperaba con una copa de vino tinto en la mano.

Darla Arquette era mucho más de lo que esperaba, su cabello rubio cenizo estaba atado en un desordenado moño que le daba una apariencia desenfadada sin dejar de ser elegante.

Apenas iba maquillada, no lo necesitaba. La piel lucía lisa y perfecta sin parecer una adolescente, tenía unos ojos azul añil expresivos e hipnotizadores. Los labios decorados con labial rosado eran carnosos y pequeños.

Usaba un vestido largo y sencillo color negro, de pequeñas cintas sujetándose a sus hombros y dejando su largo cuello al descubierto, invitándote a cualquier cosa.

En cuanto vio llegar a la hostess conmigo a su lado se puso de pie para inspeccionarme con curiosidad. Sus perfectos pies con la pedicura recién hecha iban calzados con unas zapatillas abiertas y plateadas, atadas con sumo cuidado a sus delicados tobillos.

Darla Arquette era lo más bello que hubiera visto en mi vida.

- Buenas noches - dijo ella rompiendo el silencio y sonriendo con delicadeza para luego tenderme la mano.

La estreche, derritiéndome bajo su suave tacto y aprovechando aquella oportunidad para posar mis labios sobre sus dedos.

Quizás fue mi imaginación, pero podría asegurar que se estremeció ante el contacto.

Le sonreí a mi acompañante y me invitó a sentarme a la mesa en el lugar frente a ella.

- ¿Que desea para beber? - me preguntó la hostess.

- Un vodka con jugo de arándano. -ella asintió con energía y sonrió grande.

- En un momento el mesero vendrá a tomar su orden. Disfruten su noche.

La mujer se retiro en silencio, dejando la carta cubierta en piel sobre la mesa.

Arquette y yo nos quedamos mirándonos, analizándonos mutuamente en silencio.

Me hubiera gustado saber que pensaba sobre mi, porque lo cierto era que a mi me había encantado.

Era preciosa y la cubría un aura tan absurdamente atrayente que me sentía ligeramente aturdida.

Después de un par de minutos en silencio, me decidí a romper el hielo

- Lamento muchísimo haberla hecho esperar.

Ella parpadeo un par de veces con suavidad, agitando los enormes abanicos castaños que tenía por pestañas y curvo sus labios rosas ligeramente.

- No es culpa tuya, si hubiera estado a la hora que se suponía no habría tenido que esperar - me fue inevitable soltar un suspiro de alivio - incluso puse al personal del restaurante en apuros, la mesa que reserve no estaba disponible a mi llegada. Nos asignaron esta provisionalmente pero creo que es más....intimo ¿Te gusta?

- Claro, esta muy bien - asentí mientras miraba a nuestro al rededor una vez más. - La próxima vez consideraré que a lo que yo considero temprano es tarde para un encuentro con usted. - le sonreí mostrandole los dientes.

Arquette se carcajeo suavemente, su risa era tan natural y delicada, hacía juego con su voz cantarina.

- Creeme, sigue guiándote por tu percepción del tiempo, yo y la puntualidad somos enemigos declarados.

-Entonces, puedo preguntar ¿A que se debe su anticipación? - ella me sonrió y oculto el sonrojo de sus mejillas tras la copa de vino.

- Si he de serte sincera...estaba muy inquieta. No sé decir si estaba más nerviosa que emocionada o viceversa. - enarqué una ceja. - Pensarás que me comporto como una adolescente - y volvió a sorber de la copa.

- No, no lo creo. La verdad es que no lo entiendo muy bien.

- Es la primera vez que tengo un encuentro...una cita con otra mujer. - y esta vez fui yo la que quiso tener una copa de vino tras la cual esconder el rostro.

Me abofetee mentalmente, recordándome mantener la compostura. 

Afortunadamente un mesero al que no le preste la menor atención llego con mi bebida y se presentó.

Nos hizo un par de sugerencias con relación al menú y luego se alejo para darnos algo de tiempo y elegir nuestra cena. 

●●●

En un momento determinado, Darla pidió disculpas y fue al tocador.

Así que me tome el atrevimiento, por primera vez en la noche, de mirar el reloj en mi muñeca.

Me sorprendí bastante al notar que habían pasado poco más de 3 horas desde que me sentara a la mesa con aquella mujer.

La comida había sido deliciosa y la charla aunque banal, era muy amena. La estaba pasando muy bien, tanto que no quería irme ni tener que acompañarla a su habitación en el hotel para luego marcharme a mi apartamento con el olor que desprendía cosquilleándome la nariz...

 un último trago a mi vodka con arándano para llamar al mesero y pedir uno más junto con la carta de postres.

Seguía decidiendo entre el montón de manjares dulces cuando Arquette volvió a la mesa, haciéndome retirar la mirada de la carta y dedicarle una sonrisa.

- ¿Se te antoja algo? - preguntó

- Me siento como un chiquillo en una tienda de dulces. Se me antoja todo.

Se rió suavemente y enseguida me pidió la carta para echarle un vistazo.

Tras un momento de reflexión, dijo

- Tienes razón...¿Que te parece si pedimos un servicio con todo lo que hay? - una emoción casi infantil me cosquilleo en la columna. -Si no te molesta, lo tomaremos en la habitación ¿Te parece?

Lo infantil se esfumo, me mordí el interior de la mejilla tratando de canalizar la ola de calor que de repente se apoderó de mi - ¿Danielle? - me mordí el labio al verla poner la punta de la lengua sobre el paladar al pronunciar la última silaba de mi nombre.

Simplemente asentí sonriendo.

Darla me entrego la llave electrónica de su habitación y me pidió que la esperara ahí mientras ella arreglaba todo. Su habitación se encontraba en el último piso del hotel, que no era otra sino la jodida suite presidencial ¿Exactamente quien era esa mujer?

Quería saberlo, necesitaba saber todo de ella. 

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N.d.A.:

1. Billed beanie: Un beanie es un gorro tejido. Un billed beanie es un gorrito con una pequeña visera.

2. Cachimba: El narguile o narguilé, también llamado narguileh, cachimba, hookah o shisha, es un dispositivo que se emplea para fumar tabaco, especialmente de distintos sabores o plantas sin nicotina. (Fuente: Wikipedia)

3. Blazer: Bléiser es un tipo de chaqueta que tiene su origen en la marina y en la indumentaria deportiva.
El blazer parece una chaqueta de vestir pero se diferencia de ella en que tiene un corte más informal y en que a veces lleva accesorios como bolsillos de parche o botones metálicos. (Fuente: Wikipedia)

4. Kohl: El kohl es un cosmético a base de galena molida y otros ingredientes, usado principalmente por las mujeres de Oriente Medio, Norte de África, África subsahariana y Sur de Asia, y en menor medida por los hombres, para oscurecer los párpados y como máscara de ojos. Puede ser negro o gris, dependiendo de las mezclas utilizadas. (Fuente: Wikipedia)







 


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