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El Origen del Pecado por Mariela

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CAPITULO 1: DESTIERRO

“Si amar es un pecado…seguiré pecando hasta el final de mis días”

Las lágrimas se desbordaron de sus ojos, camino con la mirada baja por todo el sendero de piedras, el cual conducía a una enorme puerta de barrotes dorados, la entrada al cielo. Portaba un corto vestido blanco cubriendo su cuerpo, sus cabellos rojizos se encontraban atados a una coleta, ondeándose con el viento fuerte que soplaba, algunos mechones incluso le habían caído sobre la cara, pero prefería dejarlos ahí.

Lo único que quería era salir de ese lugar cuanto antes, solo quería marcharse ya. Podía oír tan claro y fuerte los abucheos de los otros ángeles, los insultos, las ofensas…las maldiciones, así como también el llanto de su madre que intentaba desesperadamente de detenerla, pero era sujetada por los arcángeles para evitar que interviniera. Lo que más le dolía no era el hecho de estar siendo expulsada del Paraíso sino ver sufrir a su familia por ello.

La peli-roja pensó que si tan solo hubiera hecho lo correcto, no estaría en esa situación. Si tan solo hubiera seguido las reglas y enamorarse de un hombre en vez de una MUJER, su madre no tendría que estar pasando por ese dolor. Una cosa era afectarse a sí misma, y otra afectar a los de más. Pero…¿Por qué estaba tan mal amar a una mujer? ¿Acaso el amor era un pecado? No. No lo era, y los arcángeles lo sabían.

Sus pies desnudos tocaron la última roca dando fin al sendero delante de la puerta dorada que la llevaría a su perdición. Sus dulces ojos rojos miraron con miedo el abrir de la entrada, y formarse un precipicio oscuro en el suelo. Aquella era la entrada al “Infierno”. Sus alas blancas se estiraron a todo lo que daban, sabía que debía saltar dentro, pero el terror la paralizaba. No se necesitaba ser un genio para saber lo que les pasaba a los ángeles dentro del Reino de Lucifer…del Reino de su padre.

Ella sabía, sin necesidad de que alguien se lo dijera, que la verdadera razón por la que le hacían esto era por ser la llamada “Hija del Mal”, por ser la hija de Lucifer. Amar no era su pecado, era haber nacido dentro del cielo, aunque no lo haya elegido.

Cierto, su padre era el Creador de la oscuridad, pero ella era inocente de toda culpa. Su madre no había sido corrompida por él, por eso vivía en el paraíso, y por eso su hija  era un ángel puro, libre de los pecados de su padre. Cualquiera sabría que Nariel se embarazo de Lucifer antes de que este se levantara en armas contra el Creador, sin embargo, la hija era culpable también solo por el mero hecho de ser su hija.

Así de grande era el odio de los ángeles hacia el que una vez fue la mano derecha del Señor.

-¿Qué esperas para irte, Ariane? ¡Hazlo ya!-la reprendió el arcángel Gabriel

-…Si….lo hare…

La peli-roja volvió su mirada hacia su madre y hacia el ángel que se encontraba a su lado, la chica a la que amaba con todo su ser: Kaori. Vio lágrimas silenciosas escurrirse de sus ojos y expresión llena de tristeza dirigida solo a ella. Ariane solo le sonrió con dulzura, para luego regresar su mirada al precipicio. Sabía que Kaori solo la quería como una amiga, pero en ese momento lo agradecía ya que así ella no tendría pasar por lo mismo que estaba pasando ahora.

-¡BLASFEMIA!

-¡¡HEREJE!!

-¡VUELVE AL LUGAR A DONDE PERTENECES, HIJA DEL MAL!

-¡Ariane, vete ya!

La peli-roja ya no escuchaba nada, su corazón latía a mil por hora y sus lágrimas no cesaban. Dio un paso, luego otro, y otro, hasta que sintió el suelo desaparecer y el aire golpeándola con más fuerza, estaba cayendo por el precipicio. No extendió sus alas para volar, se dejó caer cerrando los ojos sin importarle si moría o no moría. A esas alturas, ya nada le importaba.

 

 

Se escuchó un tremendo estruendo en todo el infierno, los demonios se alertaron y acudieron al lugar en donde había surgido. Ellos eran casi idénticos a los ángeles, solo que sus alas eran negras al igual que la ropa que vestían, y lo único en lo que pensaban era en matar y destruir.

Un demonio de cabellos plateados y ojos lilas se acercó a la grieta que se había formado en las rocas, sorprendiéndose al encontrar a una ángel joven ahí totalmente inconsciente.

-¿Qué…es esto?-exclamo frunciendo el ceño

-¿Usagi-san?

Todos los demonios rodearon la grieta, murmurando entre ellos sobre la nueva invitada, mientras el peli-plata trataba de recordar en donde había visto al alguien igual.

-Que bella ángel-dijo un demonio con lujuria-Deberíamos recibirla bien, ¿no creen?

-Estoy de acuerdo

-No hay que rechazar el lindo regalo de los ángeles

-Usagi-san-un joven de cabellos castaños con ojos verdes se acercó preocupado al peli-plata-¿Ocurre algo?

-No Misaki- respondió sin dejar de ver a la chica-Es solo que…siento que la he visto antes

-¿En serio?

-Si

-¡Abran paso, aquí viene Lucifer!-grito un demonio

Todo el mundo despejo un camino para que su señor pasara, dejando al descubierto a la ángel que había caído al infierno. El hombre la miro detenidamente por unos momentos, para luego embozar una sonrió maligna y ordenar a su subordinado de los ojos-lilas:

-Akihiko, Misaki, lleven a mi hija a la tierra-se dio la vuelta para desaparecer envuelto en un torrente de humo negro, dejando sorprendidos a todos los demonios

Nadie sospechaba de las verdaderas intenciones de Lucifer.

Salvar a su hija era apenas una parte del plan que recién había ideado, y de una forma u otra…Ariane Nagisa le abriría las puertas de la humanidad al pecado.


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