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El Origen del Pecado por Mariela

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LA DAMA DE NEGRO

Estaba en los brazos de alguien, eso era seguro, el problema era averiguar de quien. Podía sentir el viento frio mover sus cabellos, percibía el olor del césped veraniego y el dulce aroma de las flores, así como los rayos del sol acariciando su rostro. No lograba entender en donde estaba, lo último que sabía era que había caído al infierno, después de eso toda su mente estaba en blanco.

Poco a poco estaba recuperando la conciencia, logrando escuchar unas voces lejanas que a medida que despertaba, podía oírlas aún mejor.

<<…bueno Misaki, a mí no me sorprende eso. Te dije que ya la había visto antes, aunque la última vez que la vi era una bebe>>

<< ¿En serio? Ehhh, supongo que eso se debe a que eres mayor que yo>>

<<Claro esta>>

<<Oe, Usagi-san, creo que la vi moverse>>

<<Debe estar despertando, vamos a dejarla aquí>>

<<Si>>

Sintió como la depositaban delicadamente sobre el pasto verde, para luego desaparecer justo antes de que abriera los ojos.

Nagisa se incorporó recorriendo  con la mirada todo el lugar, estaba en la Tierra, de eso no había duda, lo único que le desconcertaba era el ¿Por qué? ¿Por qué estaba ahí? ¿Acaso los dueños de esas voces la habían traído? O ¿Acaso…

-Otousan…-susurro con tristeza

La posibilidad de que su padre la hubiera ayudado era casi nula, pero existía y no podía descartarla. Conteniendo el llanto decidió marcharse de aquel campo de flores en donde había sido dejada, y comenzó a caminar sin rumbo por todo el lugar.

“¿Por qué a mí? ¿Por qué?  Dios mío, dime ¿Qué hice para merecer esto?...”-se abrazó así misma-“No entiendo…porque es tan malo amar”-pensamientos como esos rondaban su mente. Pensó en lo triste que debía estar su madre con esto, Kaori, sus amigas, y en todos esos momentos felices que habían pasado juntas…momentos que jamás volverían. Su alma se desgarro del dolor que la azotaba, su corazón sufría como nunca antes  lo había hecho y el llanto era incontenible.

Vago por mucho tiempo en aquellas tierras desconocidas, no tenía a donde ir y la noche ya estaba cayendo sobre ella. Su cuerpo temblaba y sus alas se estremecían, no iba a soportar mucho tiempo perdida sin saber ni siquiera su ubicación. No supo  cómo, pero llego a una hermosa fuente de piedra que se encontraba fuera de lo que parecía una gran ciudad.

Se dejó caer de rodillas a un lado, dejando que sus lágrimas desahogaran todo su dolor.

-Kaori…Kaori, Kaori, Kaori…te extraño Kaori

-¿Te encuentras bien peli-roja? ¿Te puedo ayudar en algo?

Abrió los ojos como platos ante la sorpresa, y levanto la vista hacia la persona que le había hablado. No pudo mostrarse más encantada al encontrar unos hermosos ojos del color de las esmeraldas mirándola con preocupación y empatía. Ella era…era…

-¿Prin-Princesa…Alexiel?

TIEMPO ANTES-

Ya estaba cerca…el día de su coronación. Se sentía tan dichosa, pronto cumpliría la mayoría de edad, se casaría con el hombre que amaba, y se convertiría en la nueva reina del Edén.

¿Qué más podía pedir? Lo tenía todo, y era más feliz de lo que se podía imaginar.

Su pueblo la amaba, por tanto, velaría por ellos cuando se convirtiera en su reina. Caminaba tranquila por las calles del reino, sonreía de oreja a oreja y saludaba a cualquiera  que se encontraba en el camino, siendo correspondida de la misma manera. Sus largos cabellos ondulados estaban atados a una coleta, vestía un largo vestido negro que dejaba al descubierto sus hombros, y un velo del mismo color cubriendo su rostro. Tan bella, no podía existir mujer más hermosa que la princesa Alexiel Shizuma.

Llego a las afueras de la ciudad, en donde se encontraba una fuente de piedra que tenía cientos de años de antigüedad, y era el mejor lugar para relajarse y despejar la mente.

Pero en cuanto se acercó, encontró a una hermosa joven de cabellos rojos y alas blancas de rodillas junto a la fuente. Vestía enteramente de blanco, parecía un…un…-“¿Un ángel?”-¿Qué hacia un ángel ahí? ¿Por qué parecía tan triste?

-¿Te encuentras bien peli-roja? ¿Te puedo ayudar en algo?

El ángel alzo la mirada con sorpresa, y entonces, ambas miradas se encontraron.

 Un destello de luz se reflejó en los ojos de cada una, provocando el surgimiento de un sentimiento prohibido para ambas, sus corazones latieron con fuerza, todo a su alrededor dejo de existir, y las lágrimas de la bella ángel por fin cesaron.

“¿Qué…¿Qué es esto?”-se preguntó mentalmente la peli-roja. Sabía que era ese  nuevo sentir que la invadía, pero le parecía imposible que alguien más que no fuera Kaori, le gustara. Y menos tratándose de ella.

-¿Prin-Princesa….Alexiel?

-Prefiero que me llames Shizuma, pequeña ángel. ¿Te encuentras bien?

-¿Eh?...Bueno, yo…

-¿Por qué no vienes conmigo? Vamos al palacio para que descanses, no puedes estar aquí cuando la noche a caído, y si necesitas algo, yo te ayudare-le extendió la mano mirándola con ternura

-Yo…

Nagisa no entendía la amabilidad de la humana, ni siquiera en el cielo habían sido tan amables con ella, y sin saber porque, lentamente tomo su mano y dejo que la llevara a su palacio.

En todo el camino, la peli-plata se la paso hablando sobre las comodidades de su reino, las maravillas que este tenía, y de lo afortunada que había sido al caer en un lugar tan hermoso como ese, mientras la ángel solo la escuchaba con atención a cada una de sus facciones. Por laguna razón, estaba más encantada con la princesa que con su reino. Y ese sentimiento era muy peligroso para ella.

Al llegar a su palacio, los reyes recibieron con gran cariño tanto al ángel como a su hija, y le ofrecieron alojo hasta que Nagisa pudiera volver al cielo. Sin saber, que la peli-roja jamás podría regresar.

-SI hay algo en lo que te podemos ayudar, cuenta con nosotros pequeña-hablo el rey

-Esperamos que te sientas cómoda en la habitación que usaras, sino es así puedes arreglarla a tu antojo-dijo la reina

-Se los agradezco  majestades. No saben lo mucho que me ayudan con esto-agradeció Nagisa

-Al contrario Nagisa-Shizuma se acercó a ella-Nosotros somos los agradecidos por tener el privilegio de la visita de un ángel del Señor en nuestro reino, y como tal, haremos lo necesario para que te sientas mejor

-Gra-Gracias

Ambas se dirigieron una sonrisa cálida, mientras se tomaban de las manos. Por primera vez en la historia, dos opuestas almas  quedaban unidas para siempre, y aquel lazo que en un principio fue la bendición, pronto se convertiría en una maldición.


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