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Salvaje,valiente y dulce por Majo Walles

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Salvaje, valiente y dulce.

 

Resumen: Su peor error fue creer en los que creían sus amigos y familiares. Les dijeron de su amor y ellos los crucificaron. Ahora 15 años después, los frutos de su amor se encargaran de dar un vuelco a las cosas.

 

Nada es lo que aparenta y las personas no siempre son como pensamos.

 

Categoría: Harry Potter

Personaje: Harry Potter, Severus Snape

Géneros: Drama, Humor, Romance.

Clasificación: NC-17

Advertencias: AU=Universos Alternos, Chan=Adulto/Menor, Lemon, Mpreg=Embarazo Masculino.

Capítulos: 35

Completa:

Beta: Antares

Disclaimers: Los personajes de este fic no me perteneces, los utilizo sólo por mera diversión.

 

 

1º Capítulo: Tres ángeles diferentes

 

Las velas alumbraban el gran comedor donde cientos de alumnos se reunían a degustar del primer banquete que abriría un nuevo año escolar. Como siempre, y a lo largo de los años, la profesora McGonagall traía por el pasillo a  los alumnos que se alistarían ese año. Los chicos estaban nerviosos, miraban a todos lados hasta llegar al frente de la mesa donde se encontraban los profesores.

En medio de ellos, en una silla alta y majestuosa, se encontraba el director de Hogwarts, el profesor Albus Dumbledore.

A la derecha del hombre de encontraba un hombre de largo cabello rubio atado minuciosamente con una cinta de color negro, el mismo tono que tenía la túnica que llevaba puesta, su porte impávido y majestuoso lo hacía merecedor del titulo de uno de los mejores profesores de DCAO, después de su padrastro Remus Lupin-Malfoy. Siendo su hijastro y al haber vivido por años con él, fue el mejor aliciente para que dos años atrás allá aceptado el puesto para ser conocido como el profesor Draco Malfoy.

Al lado de este se encontraba un hombre de cabello castaño y ojos cafés, que estaba siempre con una hermosa sonrisa para todos los alumnos. Increíblemente, para todos lo que lo conocieron cuando era sólo un alumno más de Hogwarts, era profesor de pociones, ya que nadie en su sano juicio hubiera imaginado que Neville Longbottom podría llegar siquiera a pensar en la idea de especializarse en pociones y medí-magia.

Al lado izquierdo del director se encontraba el profesor de vuelo y entrenador de Quidditch, un hombre pelirrojo y de ojos azules. Ronald Weasley miraba penetrantemente a los chicos que entraban ese año al colegio, ya que entre los chicos se encontraba  su único hijo, un hermosísimo castaño de ojos azules, con un aura que irradiaba inocencia y pureza, por lo que sus posesivismo iba en aumento cuando su vista divisaba uno que otro buitre volando alrededor de su pequeño. A su lado estaba el profesor de cuidado de criaturas mágicas o CCM,  Rubeus Hagrid.

El sombrero comenzó a cantar cuando la profesora McGonagall lo acercó junto al taburete.

 

“Cuando Hogwarts comenzaba su andadura y yo no tenía ni una sola arruga, los fundadores del colegio creían que jamás se separarían.

Todos tenían el mismo objetivo, un sólo deseo compartían:

Crear el mejor colegio mágico del mundo y transmitir su saber a sus alumnos.

“¡Juntos lo levantaremos y allí enseñaremos!”, decidieron los cuatro amigos sin pensar que su unión pudiera fracasar.

Porque ¿dónde podía encontrarse a dos amigos como Slytherin y Gryffindor?

Sólo otra pareja, Hufflepuff y Ravenclaw, a ellos podía compararse.

 

¿Cómo fue que todo acabó mal?

¿Cómo pudieron arruinarse tan buenas amistades?

Veréis, yo estaba allí y puedo contaros toda la triste y lamentable historia.

 

Dijo Slytherin: “Sólo enseñaremos a aquellos que tengan pura ascendencia.”

Dijo Ravenclaw: “Sólo enseñaremos a aquellos de probada inteligencia.”

Dijo Gryffindor: “Sólo enseñaremos a aquellos que hayan logrado hazañas.”

Dijo Hufflepuff: “Yo les enseñaré a todos, y trataré a todos por igual.”

 

Cada uno de los cuatro fundadores acogía en su casa a los que quería.

Slytherin sólo aceptaba a los magos de sangre limpia y gran astucia, como él, mientras que Ravenclaw sólo enseñaba a los de mente muy despierta. Los más valientes y audaces tenían como maestro al temerario Gryffindor.

La buena de Hufflepuff se quedó con el resto y todo su saber les transmitía.

 

De este modo las casas y sus fundadores mantuvieron su firme y sincera amistad.

Y Hogwarts funcionó en armonía durante largos años de felicidad, hasta que surgió entre nosotros la discordia, que de nuestros miedos y errores se nutría.

 

Las casas, que, como cuatro pilares, había sostenido nuestra escuela se pelearon entre ellas y, divididas, todas querían dominar.

Entonces parecía que el colegio mucho no podía aguantar, pues siempre había duelos y peleas entre amigos.

 

Hasta que por fin una mañana el viejo Slytherin partió, y aunque las peleas cesaron, el colegio muy triste se quedó.

Y nunca desde que los cuatro fundadores quedaron reducidos a tres volvieron a estar unidas las casas como pensaban estarlo siempre.

 

Y todos los años el Sombrero Seleccionador se presenta, y todos sabéis para qué: yo os pongo a cada uno en una casa porque esa es mi misión, pero este año iré más lejos, escuchad atentamente mi canción: aunque estoy condenado a separaros creo que con eso cometemos un error.

Aunque debo cumplir mi deber y cada año tengo que dividiros, sigo pensando que así no lograremos  eliminar el miedo que tenemos.

Yo conozco los peligros, leo las señales, las lecciones que la historia nos enseña, y os digo que nuestro Hogwarts está amenazado por malignas fuerzas externas, y que si unidos no permanecemos por dentro nos desmoronaremos.

 

Ya os lo he dicho, ya estáis prevenidos. Que comience la Selección.”

 

 

Los profesores miraron asombrados en dirección al sombrero, ya que la canción que entonó, fue la misma que hubiese cantado hace muchos años, cuando la mayoría de los que, ahora eran profesores, eran estudiantes de la época.

 

-Disculpe director -le habló Malfoy, mientras veía como los niños comenzaban a ser seleccionados- ¿Sabe usted por que el sombrero volvió al canto de hace años? -le preguntó expectante recordando que hace días el hombre les había comunicado que había recibido una carta incógnita que solicitaba la autorización para que entraran unos trillizos a quinto año, por primera vez a esa escuela. Cosa que extraño a todos, pero ahora que el sombrero volvía a cantar, coincidía demasiado con lo de separar, seguramente se refería a que separaría a los hermanos, pero aun así era extraño que el sombrero repitiera un canto.

-Para serle sincero, profesor, no tengo la mas remota idea del por qué -le dijo el anciano, sin apartar su vista de los alumnos que se encontraban esperando su turno para ser seleccionados, buscando casi con ansiedad a los trillizos que supuestamente deberían haber estado desde el comienzo, pero al parecer no fue así, por que no podía distinguir ninguna presencia igual entre lo que se encontraban allí.

La selección continúo hasta que solamente quedaba un alumno por seleccionar.

-Hugo Weasley Granger -llamó la profesora y muchos se voltearon a ver al chico que subía tranquilamente por las escaleras.

Hugo se sentó en el taburete y el sombrero le comenzó a hablar.

-Un nuevo Weasley, hace años que no recibía a otro, eres muy inteligente y atrevido. No dejas que nadie te pase por delante, pero tienes una lealtad a tu familia, casi enfermiza, difícil, difícil, dime tú, jovencito, ¿A qué casa te gustaría pertenecer? 

-Me gustaría ir a Gryffindor, señor, como mis padres -le respondió firmemente.

-Me parece bien, además podrías encontrar alguien muy interesante en esa casa, pero te recomiendo que habrás tu corazón y aceptes a esa persona, quizás puedas llevarte más de una supresa -si alguien pudiera ver en el sombrero algún rostro o expresión, seguramente sería una sonrisa picara por lo que él sabía y los demás no - ¡Gryffindor! -gritó a todo lo alto, mientras Hugo se bajaba del banco, pero en ese momento se abrieron las puertas rebelando a tres jóvenes muy parecidos, sólo algunas características eran diferentes.

Caminaron a lo largo del lugar.

Uno de ellos con aire superior, llevaba el cabello largo y negro, tomado en una media cola, mientras dos mechones caían a cada costado de su rostro, enmarcándolo y haciendo resaltar unos hermosos ojos verdes. A su lado venía un chico con el cabello del mismo largo del primero, pero lo llevaba en una trenza, sus ojos igual de verdes que el otro, pero este tenía una sonrisa avasalladora que estaba dejando sin aire a muchas y muchos en el salón, especialmente a un muchachito, a su parecer hermoso, que descendía las escaleras que llevaban al sombrero y se dirigía a la mesa de los leones, “interesante”, fue lo único que atravesó por la cabeza del ojiverde. Tras los jóvenes venía otro con características iguales a los otros dos, su cabello lo traía suelto cayendo liso por su espalda, mas sin embargo su mirada se veía más dulce y tranquila que la de sus “escoltas”.

Cuando llegaron delante de la profesora, la mujer leyó, nuevamente, la lista de alumnos nuevos, pero no había más de los que se encontraban allí, por lo que se dirigió al director.

-Albus, los chicos no aparecen en la lista -le notificó la mujer, alcanzándole la lista. El hombre la leyó y finalmente se levantó deteniéndose frente a los chicos.

-Jóvenes -saludó cortésmente, recibiendo sólo un ligero asentimiento de los chicos-, recibí hace días una carta que me solicitaba autorización para que ingresaran a quinto año, ¿Estoy en lo correcto? -de nuevo sólo recibió un asentimiento. Todo el mundo estaba atento a lo que decía el director-. Acepte sin pedir pruebas, pero necesitaran pasar por la selección de las casas y luego vendrán a mi oficina, para poder apreciar sin son aptos para estar en quinto año, ¿Les parece bien? -sólo un asentimiento como las veces anteriores, lo que le extraño al hombre, pero lo que le asustó realmente fue cuando trató de entrar a la mente de los menores y no lo logró, pero sólo les dedicó una sonrisa-. Bien, partamos por ti -le dijo al que parecía mayor que los otros o por lo menos más alto que sus hermanos. El chico se sentó y el sombrero comenzó su selección.

-Nunca pensé que fueran a venir aquí, pero sinceramente me alegra que lo hayan hecho, sólo espero que la venganza no nuble sus corazones.

-No sé a qué se refiere, sólo estamos aquí para estudiar y aprender lo que nuestro papá no pudo enseñarnos -le contesto con aire desafiante.

-Está bien, déjame  ver a donde te envió. Tienes un gran corazón y eres un gran amigo cuando alguien lo necesita, pero también buscas poder y no te limitas para lograrlo -el sombrero lo meditó sólo unos segundos, hasta que se decidió- ¡Slytherin! -nadie hablaba, ya que todos estaban al pendiente del chico, mas que nada unos ojos celestes, que casi no parpadeaban por seguir cada movimiento del, ahora, Sly.

-Bien, ahora tendrás que ir a tu casa… -pero se detuvo al no saber el nombre del chico. El cual al darse cuenta sólo sonrió de lado.

-Rudy señor, mi nombre es Rudy -y sin decir más se fue a la mesa de las serpientes.

El director miró curiosos su caminar, le recordaba a alguien, pero no podía recordarlo, hasta que indicó a otro chico para que avanzara, esta vez al que llevaba el cabello en una trenza y tenía un aire divertido y sensual, demasiado para un chico de sólo 15 años. Se sentó y el sombrero comenzó su trabajo.

-Como le dije a tu hermano, me alegro que hayan venido y te repito mi advertencia, no dejen que la venganza les nuble el juicio, algunas cosas no son como parecen -esta vez no recibió respuesta, pero notó el movimiento de negación que hizo el chico y como sonreía por lo dicho-. Ok, veamos que encontramos en tu cabeza. Tienes mucho valor en tu corazón y eres muy leal a tus ideas, pero sinceramente no me decido a donde enviarte -esta vez fue el chico que lo interrumpió.

-¿Qué te parece Gryffindor? -dijo mientras dirigía su vista al chico que se encontraba entre los leones y tenía su vista clavada en él- Creo que sería bastante ¿Fructífero?

-Si es lo que piensas está bien, pero recuerda lo que te dije, no todo es como parece -sentenció finalmente- ¡Gryffindor! -todos estaban silentes y miraban entre el chico en la mesa de las serpientes y el nuevo nombrado león.

El chico bajó y se dirigía a su casa sin apartar la vista del otro chico, pero al ver la cara de expectación que tenía el director se detuvo un segundo, ya que le daría su nombre, sólo eso por ahora, ya que habían acordado con sus hermanos que el ultimo que fuera seleccionado dejaría caer la bomba.

-Si se pregunta por mi nombre, señor, es Levi -le dijo y partió a sentarse estratégicamente frente al muchacho que no había dejado de mirar y que ahora presentaba un hermoso rubor en las mejillas.

-Bien, sólo faltarías tú, muchacho -el chico le dedicó una hermosa sonrisa y se dirigió al taburete, dejando al director con una extraña sensación, ya que esa sonrisa no sabía si le provocó ternura o terror. El sombrero estaba listo y se apresuró a su declaración,

-El último supongo, jovencito -sintió como el chico asentía -. Veamos, eres extremadamente inteligente y audaz, amas a tus hermanos y tienes un carácter fuerte, es difícil, podrías calzar bien en cualquier casa, pero creo que el destino te tiene deparado algo especial -se aclaró la voz para declarar el ultimo nombre de este año - ¡Ravenclaw! -todos miraban a los chicos, tan iguales por fuera, pero al parecer ni tantito por dentro. El chico bajó del taburete y se llevó consigo la mayoría de las miradas, siendo la mayoría de chicos y una que otra chica.

-Así que, ¿Quedaron todos separados, no? -señaló el director- ¿Me daría su nombre joven? -le solicitó educadamente.

-Claro, director -se escucharon murmullos, por la melodiosa voz del chico -mi nombre es Damián -dijo para luego mirara a sus hermanos los cuales le sonrieron y apoyaron-. Soy Damián Snape Potter -sentenció con una sonrisa.

-¡¿Qué?! -gritaron todos los profesores, impactados por la noticia ya que sólo sabían de Severus Snape, el cual se encontraba en una celda de Azkaban, pero del niño que vivió, no sabían nada desde hace más de 15 años.

Los trillizos Snape Potter no hicieron más que sonreír, este año sería el mejor.

 

 

 

 

 

 

 Continuará...


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