Había sido un día extenuante en la facultad para el moreno de ojos plateado, y aunque a medio año de su carrera ya comenzaba a acostumbrarse, no dejaba de ser agotador. Trafalgar Law regresaba a su departamento después de un día largo y tedioso, con materias inútiles, prácticas agotadoras, y parciales que, en su opinión, solo insultaban la inteligencia de los alumnos. Solo la expectativa de que al día siguiente sería domingo y podría descansar, mejoraba ligeramente el mal humor que tenía.
En lo único que pensaba era en llegar a su destino, saludar a su gato Bepo, tomar un relajante baño, comer unas bolas de arroz, alimentar a su amada mascota y único compañero, y dormir hasta que su cuerpo no soportara más.
Solo faltaban unas tres cuadras para que llegara a su departamento, cuando distraídamente chocó contra una persona, un policía, que tomaba la declaración de una mujer.
- Lo siento- se disculpó educadamente. Aunque su personalidad no desbordara educación, reconocía que la culpa del choque había sido suya, puesto que caminaba distraído.
El oficial era un hombre musculoso al cual parecía no importarle estar aún en servicio ya que fumaba dos puros como si no fuera un gran problema. Al oír al joven aceptó las disculpas y continuó su trabajo como si nada hubiera ocurrido. Trafalgar comenzaba a retomar su camino, cuando notó que los cordones de su zapatilla estaban desatados. Mientras se acomodaba los cordones pudo oír parte de la conversación entre la victima del asalto y el policía:
- ¿No recuerda nada más que pueda ayudarme, señorita?- preguntaba impaciente el hombre.
- Le digo que no pude verlo bien, oficial… una bufanda tapaba la mitad de su cara y además traía capucha- decía la mujer, con vos algo quebrada.
- Eso no me ayuda mucho – dijo suspirando el oficial. Pasándose la mano por la cara. Se notaba que no era muy paciente.
-Ah! Espere… recuerdo algo más… pude ver un poco de su cabello, estoy segura de que era rojo.
- ¿Un pelirrojo? Bien… es algo - comento un poco desganado- haré lo que pueda.
Habiendo terminado de atar su cordón, el moreno se dispuso a seguir su camino.
Law se encontraba frente al edificio, buscando la llave de su apartamento, cuando un ruido proveniente del callejón donde se encontraban los contenedores de basura, llamo su atención. Podía tratarse de algún gato o un perro buscando comida. De ser así lo recogería y lo alimentaria. Y con esa idea en la cabeza se encamino al contenedor.
Grande fue su sorpresa al llegar al sitio. En las sombras del callejón había un joven de cabello escarlata revisando una cartera evidentemente ajena. “¿Este es el asaltante de aquella mujer?” pensó. Mientras se hallaba perdido en sus pensamientos e imaginando como se habían desarrollado los hechos, se acercó al joven pelirrojo y sin darse cuenta pateó torpemente una botella la cual delató inmediatamente su presencia. Ya echada su suerte decidió carraspear para llamar la atención del hombre.
Cuando sus miradas se cruzaron este pudo notar que efectivamente se trataba de un muchacho, aproximadamente de unos 15 o 16 años… Law no era un hombre adulto, pero a sus cortos 19 años ya era un universitario, siempre había sido bastante maduro.
El muchacho, si bien ya tenía una piel clara, palideció aún más al verlo. Por supuesto Law no pudo evitar sentirse incomodo, esos ojos de color rojizo con destellos ámbar eran lo más inusual que había visto, totalmente cautivadores. Pero no podía pensar en tonterías, el muchacho estaba en cuclillas revisando una cartera que no podía ser suya.
- Ese bolso…- y señalo el objeto entre las manos del chico- Tu lo robaste ¿verdad?
El joven frunció el ceño mientras agudizaba su miraba como si al hacerlo lograra encontrar las palabras adecuadas que lo sacaran del aprieto. Pero al no encontrarlas se apresuró a gritar: -¿¡Que te importa idiota!?- se levantó como alma que lleva el diablo empujando al moreno- ¡¡Metete en tus asuntos!!- y sin siquiera voltear huyó a una velocidad la cual todo el mundo creería sobre humana.
Debido al impacto recibido, Law estaba sobre el frio asfalto. Era lo único que le faltaba, un doloroso golpe en el trasero por culpa de un mocoso. Molesto se incorporó bufando mientras sacudía sus ropas. El ladroncito ya había huido, por lo que era completamente inútil llamar a la policía, el pelirrojo era veloz. Sin más preámbulos, entró en su departamento. Su mal humor se disipó al ser recibido por Bepo, sonrió y olvidando al mocoso de hacia un momento se dispuso a disfrutar de un merecido de descanso.
Al día siguiente decidió aprovechar su domingo leyendo algunos libros de anatomía para poder finalizar algunos de los trabajos de la universidad. Se suponía que el día debía transcurrir como cualquier otro: levantarse, bañarse, desayunar, alimentar a Bepo y estudiar; pero no fue así. Sin darse cuenta una mirada, entre sorprendida y aterrada se instaló en su mente. Algo había en ella que él no podía descifrar. Después de todo solo lo había visto por unos segundos. Se notaba que el chico no era un ladrón profesional, pero esos ojos ocultaban algo más. Lo pensó un momento más, pero al final se rindió. No es como si volviera a ver a ese mocoso otra vez ¿No? Decidió apartar sus pensamientos y continuar con su actividad.
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La noche ya había caído sobre el Distrito 12, un joven pelirrojo caminaba con la mirada pegada al piso. Ese día no había resultado tan productivo como lo hubiera querido ya que inesperadamente lo habían visto revisando uno de sus botines y eso le causaba una gran desazón debido a que era la primera vez que esto le ocurría. Nuevamente las advertencias de su amigo cobraban vida y si esa situación continuaba siguiendo el curso marcado terminaría entre rejas lamentando lo sucedido.
Una helada amenazaba a la ciudad, lo cual solo complicaría las cosas para un joven que viviera en ese distrito.
“La próxima vez tengo que tener más cuidado” pensó Kidd al ingresar a su hogar.
Continuara...