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Mi suerte por exerodri

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Notas del fanfic:

Segunda Historia que me animo a escribir y publicar. Muchas gracias por apoyar a "El Iberium", la verdad que no me lo esperaba. Mas de 16000 visitas y más de 80 comentarios, en serio muchas gracias!!. Espero que esta Historia sea tambien de su agrado

Notas del capitulo:

 Hola a todos!! Volví!! Y no en forma de fichas! (humor Simpson) jaja. Hace varios meses que no entraba a esta página. En primer lugar quería agradecer todo el apoyo que recibí en mi primera historia, en serio. Yo empecé publicando pensando que recibiría como máximo 5 comentarios y con suerte, así que todo lo que vino después no hace falta decir que fue sorprendente. Los comentarios explayando sus opiniones, ideas y deseos, fue genial, al igual que recibir críticas o consejos para mejorar, bastante, bastante agradecido. En esta ocasión les traigo otra historia, fiel a mi estilo de capítulos algo (bastante) largos, perdón es que no me salen de otra manera je. Esta vez traigo una pareja diferente a lo que escribí antes. Varias personas me pidieron más de esta pareja "no oficial" en mi primera historia, pero no pude darles el gusto en aquella ocasión. Espero que este relato sea de su agrado. Reconozco que esta primera parte es algo más larga de lo que pensé y quise al principio, pero no pude recortarla más, hice lo posible. Les pido perdón por eso, les recomiendo leerlo con tiempo por ser tan largo. Es extenso ya que es principalmente para armar el escenario donde se llevará a cabo el resto de la historia y explico varias cosas que en otros capítulos ya no será necesario. Las demás partes no serán tan largas, se los prometo jaja.

Culpas

-Uf, que calor- se quejó entre dientes un muchacho de cabello rubio, limpiándose el sudor de la frente con su antebrazo.

Hacer eso no le libraba del calor, pero era mejor que tener su pelo empapado en transpiración sobre su frente y sus ojos celestes. De vez en cuando, se acomodaba su deshilachada gorra asegurándose que la visera le cubriese bien la nuca, para evitar que el sol la queme como era quemada una hormiga por un niño con una lupa en los dibujos animados que solía ver de pequeño. Al recordar esa imagen de él mismo viendo los dibujos animados, recordó lo bueno que era esa época donde era un niño y no lo obligaban a trabajar, como hacían ahora.

 

Antes, si alguno de sus padres necesitaba un par de brazos extra para hacer algún tipo trabajo o esfuerzo físico, él estaba completamente fuera de las opciones, solo era un niño pequeño. Antes de hacerlo sufrir a él, llamaban a un vecino, algún hijo mayor de un vecino, o alguien que quisiera ganar un dinero extra por una tarde de trabajo.

En un momento, su propio hermano mayor pasó a ser tenido en cuenta para esos trabajos domésticos: ayudar a barrer el jardín, llevar las pesadas macetas de mamá de un lugar a otro, ayudar a papá con alguna reparación en su casa, cargar los ladrillos para que su padre y un amigo se encarguen de levantar una pared. De todo eso él estaba a salvo, solo era un niño pequeño. Pero hace no más de dos años, había perdido ese privilegio de la lástima. Al igual que su hermano en su momento, tuvo que pasar de la comodidad de no ser tenido en cuenta para los trabajos domésticos, a ser un empleado de sus padres por ningún tipo de salario. Ya había crecido. Al parecer, ese cambio de estatura, esa ligera tonificación de los músculos de su cuerpo y ese minúsculo cambio en su voz, les habían indicado a sus padres que su infancia ya había quedado atrás y ya no necesitaba ser cuidada.

“Una de las consecuencias de crecer” pensó con cierta resignación, mientras volvía a pasarse su brazo por su frente, sacándose el exceso de transpiración. El sol mañanero no le daba tregua a su piel.

-¿Take? ¿Ya terminaste? No te escucho martillar- escuchó la voz de su padre que lo llamaba desde abajo, desde el muy seguro y suave césped- ¿pasó algo? ¿Otra avispa?- agregó con cierta preocupación.

-No papá, está todo bien- le contestó el chico de 14 años a su padre, mirando hacia abajo desde lo alto de la escalera- solo estaba tomando un descanso.

Solo sus padres lo llamaban Take, una abreviación de Takeru que habían usado para con él desde que tenía memoria. Era una de las pocas cosas que sus divorciados padres compartían. Para sus amigos era T.K ¿Por qué le decían así? Ya no lo recordaba. Suponía que ya era algo que estaba naturalizado en él. El cielo era azul, en verano hace calor, el fuego te quema, y a él le decían T.K, todo natural y sin objeciones. Sus amigos le decían así, pero ellos estaban muy lejos en ese momento. Nadie le decía de esa manera donde se encontraba con su padre en esa calurosa mañana de verano.

-Vamos hijo, no te demores, recuerda que debemos terminar antes que vengan los inquilinos al medio día- le dijo el hombre de unos cuarenta y tantos años a su hijo, mientras seguía arreglando el interruptor de luz que controla la iluminación del jardín trasero de la cabaña.


Al terminar de hablar, Hiroaki volvió a escuchar los inseguros golpes del martillo sobre las maderas que su hijo menor arreglaba, subido a una escalera. La cara trasera de la cabaña, la cual él era dueño, tenía muchas maderas flojas, incluso algunas podridas que necesitaban ser cambiadas. Arreglarlas era un trabajo más simple y menos arriesgado que manejar los cables con corriente eléctrica, así que por eso se lo encargó a Take. Se guardaba lo más peligroso y complicado para él.

-Si quisieras terminar rápido, lo hubieras traído a Matt así también ayude- sonó la voz de su hijo en un pequeño instante donde no hubo martillazos, como si hubiese sido un paréntesis en un texto.

-Ay Take, ya te dije por qué no lo traje, decidí que se quedara con tu madre así pueda estudiar y rendir esas materias que desaprobó, está en peligro de quedar de curso. Prefiero que le vaya bien en la escuela que traerlo a trabajar aquí- fue la respuesta que escuchó el transpirado y pegajoso rubio mientras calculaba el martillazo que iba a darle al clavo, con miedo de martillarse la mano como ya había pasado antes en el transcurso de la mañana.

A pesar de que siempre fue un chico tranquilo, al ojiazul le hacía calentar  la sangre aquel razonamiento que tanto su padre como su madre tenían. Le parecía injusto que a él, que había estudiado durante el año lectivo, le hicieran trabajar y reparar esa pequeña cabaña que tenía su padre en esta villa turística. Mientras su hermano se quedaba en casa, con internet, sus amigos, pero sobre todo…con aire acondicionado. Eso último era lo que el chico de 14 años más extrañaba mientras pesadas gotas de sudor recorrían su rostro. Al final, en vez de recibir un castigo, su hermano había recibido un premio. De seguro, en vez de estar estudiando, como su padre creía, estaría durmiendo plácidamente. Después comería, perdería el tiempo con sus amigos, se sentaría a estudiar 1 hora como máximo, y luego seguiría disfrutando de su verano.

Él, en cambio, había tenido que levantarse a las 7 A.M, estaba arriba de una escalera, expuesto al sol que a pesar de ser las 9 A.M quemaba y bastante, cambiando las maderas del exterior a la cabaña de su padre, con riesgo de molerse la mano por culpa de su inexperiencia con el martillo. Todo porque él había tenido buenas notas y estaba libre durante todo el verano. No es que le deseara el mal a su hermano. Él lo quería mucho. Solo le parecía injusto, los lugares estaban al revés. Matt era el que debía estar sufriendo y transpirando a lo loco por desaprobar sus exámenes durante el año, mientras que él, por haber sido aplicado, debería estar disfrutando de su verano en total calma. Era lo lógico ¿No? Un premio por el esfuerzo, un castigo por no cumplir con las obligaciones que tiene un chico de 16 años como su hermano, estudiar.

-No sé porque le pones tanto empeño en dejarla presentable a esta cabaña, si nunca la usamos- soltó T.K con enfado en su voz.

Hiroaki, al oír esas palabras que salían de la boca de su hijo menor y que descendían desde lo alto de la escalera hacia sus oídos, entre los martillazos enclenques, soltó un suspiro con cierto dolor. Dejó de medir los voltios que le llegaban a la llave del interruptor con su tester, para quedarse viendo con cierta nostalgia el gran árbol que adornaba su jardín trasero. Siempre tuvo la idea de que a ese árbol le ataría un columpio en su rama más fuerte, para que sus hijos se columpiasen hasta el agotamiento y se desvanezcan en risas mientras él leía felizmente la sección deportiva del periódico. Pero nunca lo pudo hacer, ya que siempre le pareció que el árbol era muy joven y débil para por llevar a cabo su plan. Le resultaba tristemente gracioso, porque ahora que el árbol ha crecido y fortalecido lo suficiente, sus hijos ya estaban grandes para columpiarse risueños como en su imaginación. Supuso que a esa imagen familiar tendría que guardársela en un archivero mental y sacarla nuevamente a la luz recién cuando tenga nietos, aunque sabía que tendría que esperar bastante para eso.

Lo que acababa de decir Take, ya lo había escuchado antes, y con el mismo tono de fastidio. Él sabía el porqué, y eso, a pesar de haber sido conversado varias veces con sus dos hijos, le producía dolor en su ser.

-Takeru, sé que están enojados conmigo y no los culpo- empezó a decir Hiroaki lo suficientemente fuerte para llegar a los oídos de su hijo, por sobre el ruido del martillo - sé que dije que este verano usaríamos la cabaña para disfrutarla nosotros, y sé que dije lo mismo el año pasado, pero entiende hijo que necesitamos el dinero. Yo quiero usar la casa para descansar y estar juntos tanto como ustedes, pero lamentablemente hay que hacer algunos sacrificios en estos tiempos duros.

Padre e hijo se encontraban hace 3 días trabajando arduamente para pode dejar la cabaña presentable para empezar a alquilarla durante la temporada de verano. Hiroaki no podía darse el lujo de no hacerlo y usarla para estar con sus hijos varones en esa tranquila villa turística. No podía ya que su situación económica era crítica. En la compañía televisora en la que trabajaba las cosas iban realmente mal. No lo habían despedido de milagro, ya que hubo mucha reducción de personal, pero hace algunos meses que no le pagaban ni siquiera una quinta parte de su sueldo. Le habían prometido que en marzo le estarían pagando todo lo que le debían, pero apenas era enero, tenía que arreglárselas como pudiese. Alquilar la cabaña durante el verano sería como un salvavidas para su desesperada situación, aunque eso privase a él y sus hijos de usar su propia vivienda de veraneo.

Arriba, en la escalera, T.K seguía sacando las maderas viejas y clavando las nuevas, bajo el poderoso sol mañanero. De repente, el sonido que hizo el martillo al impactar cambió drásticamente. Esta vez, no sonó el choque metálico entre martillo y clavo, tampoco el de martillo y madera, como había sonado durante el transcurso de la mañana. El sonido que se escuchó fue el de martillo y carne. Los ojos del blondo se humedecieron, mientras su boca se fruncía ahogando un gemido de dolor con esfuerzo. Lentamente, separó la cabeza del martillo de su dedo pulgar, completamente morado como una uva madura. Podía sentir como si tuviese un segundo corazón, que latía con fuerza en su dedo de la mano izquierda. Para intentar apaciguar un poco el dolor, respiraba profundamente, como si el aire que ingresaba por su nariz tuviese algún tipo de analgésico para detener el dolor que se había auto-infligido, de manera accidental.

“Hay cosas peores, hay cosas peores” Se repitió mentalmente mientras veía fijamente su dedo, con los ojos bien abiertos. Esperaba algún tipo de reacción extraña en su dedo, como un cambio repentino de color, o algún rastro de sangre que saliera de su uña. Pero nada pasó. Se dijo a si mismo que solo era un golpe y que debía seguir. Un golpe bastante fuerte a decir verdad.

-¿Take? ¿Todo bien?- La voz de preocupación de Hiroaki volvió a llegar a los oídos del blondo, como cada vez que los martillazos cesaban.

-¡Si, todo bien!- contestó el muchacho, tratando de aparentar normalidad en su voz lo más que pudo. Al parecer fue convincente.

Sabía que debía continuar, no tenía todo el día, los inquilinos llegarían a las 12 aproximadamente. En un acto de hombría, que lo sorprendía hasta a él mismo, T.K se frotó los ojos para deshacerse del exceso de humedad que le había generado ese golpe y se obligó a seguir martillando los clavos para fijar bien las maderas. “Una de la consecuencias de crecer” murmuró entre dientes por debajo del sonido de los golpes de su martillo.

Listos

La cara de sorpresa de T.K no pudo ser más grande al darse que cuenta que no tenía más maderas por clavar. Lo único que lo acompañaba allí, arriba de la escalera, era “su” martillo. Se quedó casi catatónico por un minuto. Había terminado ¡Por fin había terminado! Sonrió como un chiquilín, mientras hacia un gesto de victoria con su brazo derecho, cerrando el puño. Empezó a bajar uno por uno los niveles de la vieja y no muy segura escalera de madera de su padre.

T.K se preguntó dónde estaba su papá, ya que no lo veía en el jardín trasero. Todo permanecía en un silencio atípico, atípico ya que ninguno de los dos dejó de trabajar y hacer ruido ni un segundo durante toda la mañana. La puerta trasera de la cabaña estaba cerrada con llave, así que descartó ingresar a la vivienda por allí. Con pasos pesados y lentos, producto del cansancio, bordeó la estructura para llegar a la galería del frente. Allí estaba la persona que buscaba, con una mueca de felicidad, atornillando lo que era la llave de luz que controlaba las luces exteriores del frente de la cabaña.

Hiroaki le dio las últimas vueltas al último tornillo que le quedaba por ceñir, para después ver a su hijo que lo observaba curioso. El castaño sonrió al ver el aspecto de Take. Estaba con toda su ropa mugrienta y agujereada. Su rostro estaba igual de sucio que sus prendas, haciendo que resalten con fuerza sus ojos azules. Su cabello, empapado por el sudor, caía sobre su frente hasta casi llegar a sus ojos. Le daba gracia la vieja y deshilachada gorra que cubría sus mechones rubios. Su hijo parecía de esos muchachos que aparecen en los calendarios con imágenes del campo, que a pesar de su desaliñado y baqueteado aspecto, la pureza de su mirada hacia que sigan siendo fotogénicos y agradables a la vista.

-Ya terminé de cambiar las maderas de la parte de atrás- dijo el rubio sentándose en un balde dado vuelta que estaba en medio de las herramientas de su padre, desparramadas por el piso de la galería.

Hiroaki se sorprendió al darse cuenta lo transpirado que estaba Take. Parecía que su hijo se hubiese metido con ropa y todo a una piscina antes de venir a verlo en la galería del frente. Rápidamente le ofreció una botella de agua fría que había traído para él de la cocina. No vaya a ser que el menor empezase a sentir mal por deshidratación. El blondo casi se terminó toda la botella de un solo intento, si no fuera por la necesidad de respirar que lo detuvo.

-Cuando escuchaba que dejabas de martillar allá arriba, me preocupaba que te hayas encontrado con otro panal de avispas jaja- rio el hombre mayor mientras su hijo se terminaba toda el agua.

El muchacho hizo una risa serena, mientras separaba sus labios de la botella. En realidad fue una de las risas mas falsas de su vida. T.K recordó con terror lo que había pasado hace un par de horas atrás. Jamás se olvidaría de cuando retiró una de las maderas podridas con una de sus manos y se encontró con un enjambre de avispas esperándolo. Todavía no podía entender como no se había caído de espaldas de la escalera ante ese muy aterrorizante descubrimiento. Increíblemente solo recibió dos picaduras, una en su pantorrilla izquierda y otra en su hombro derecho. Al parecer las avispas estaban más dormidas que él durante la mañana. Quizás, fue su horrible olor a transpiración y mugre lo que lo salvó de un ataque masivo. El ojiazul buscaba una explicación a la pasividad con la tomaron los insectos al notar que un gigante destruía parte de su casa.

T.K odiaba todo lo que zumbe, pero aun más todo lo que picaba. Así que una avispa o una abeja era su peor pesadilla. Afortunadamente no era alérgico al veneno de ninguno de los dos insectos así que los dos aguijonazos que recibió no provocaron más que un dolor incomodo y molesto. Esa ingrata experiencia solo había avivado su desprecio por la familia que “usurparía” su casa de verano. Como si hubiese sido culpa de los que alquilarían la cabaña que él haya sido picado por las avispas. Sentía cierto odio hacia ese grupo de personas, que ni siquiera conocía. “Los Yagami” hasta su apellido le disgustaba.

-Bueno, basta de descanso- escuchó T.K a su padre decir desde adentro de la cabaña para luego verlo salir con dos tachos de pintura y dos brochas- tenemos que pintar la pared que arreglaste, para evitar que se vea que hay maderas viejas y nuevas.

El muchacho solo le quedó viendo con su corazón destrozado, por un momento pensó que el trabajo había terminado. Se quedó sentado, mirando a su padre con sus ojos azules bien abiertos, con una mirada de tristeza, con la muy leve esperanza de que el castaño sintiera compasión de su hijo menor y dejara la pintura para otra ocasión. Mejor si era una ocasión donde el esclavo de turno fuera Matt.

-Nada de ojos de cachorro, vamos, arriba, no tenemos mucho tiempo. Si lo hacemos juntos terminaros rápido. Es mi turno de subir en la escalera, tu pintaras la parte de abajo de la pared- le dijo su padre bajándole la visera de su gorra sobre los ojos, mientras pasaba a su lado para dirigirse con la pintura hacia la parte trasera de la casa.

T.K se volvió a acomodar la gorra sobre su cabello, suspirando. Por lo menos lo había intentando.

...



Afortunadamente, pintar la pared que se había acabado de arreglar fue relativamente fácil para el padre e hijo de apellidos diferentes. Trabajando juntos, tardaron aproximadamente 40 minutos en pintar esa desdichada cara de la cabaña. Anteriormente, ya se habían encargado de la parte de adelante como la de los costados. Para sorpresa de T.K, el color que había elegido su padre le daba una muy buena apariencia a la casa. Hace años que el ojiazul no la veía tan pintoresca. La habían pintado de un simple color caoba, pero que le daba una apariencia clásica a su simple cabaña de madera.

Padre e hijo se pararon sobre la calle de tierra, observando con cansancio compartido el resultado de 3 días de continuo trabajo. Por fin habían terminado de dejar presentable la vivienda.

El brazo de Hiroaki pasó por sobre los hombros del muchacho. El rubio observó cada detalle con sus ojos azules. El pasto perfectamente cortado, las ventanas de las habitaciones de arriba restauradas, el camino de cemento (que unía la puerta de entrada con la calle de tierra) arreglado, el nuevo color que adornaba las paredes. A pesar de que le dolía todo el cuerpo por el trabajo de albañilería que tuvo que hacer junto a su padre las últimas 72 horas, el rubio observaba el producto final con cierta… ¿alegría? tal vez ¿orgullo? Quizás. No estaba seguro. Lo único que estaba seguro era que habían terminado y eso era lo que importaba. Habían dejado la cabaña más linda que nunca.

El castaño, por su parte, pudo respirar tranquilo después de varios días. Por fin le había hecho el mantenimiento que tanto necesitaba su cabaña, hace años que lo venía postergando. Se había sacado un peso de encima. Si tenía suerte, recién volvería a preocuparse por el mantenimiento de la vivienda en un par de años, sin contar los trabajos menores, como cortar el césped o cambiar una bombilla que se haya quemado. “Necesito un trago” Era el pensamiento que latía muy dentro de su conciencia, pero su bolsillo le impedía darse ese pequeño lujo. Tenía el dinero de su billetera calculado para cada gasto, con el objetivo de llegar a fin de mes. Hiroaki alzó su mirada por sobre la cabaña.

-Bueno Take, solo queda una cosa por hacer…- dijo el mayor sin dejar de ver al frente y con un tono muy serio en su voz.

El anunciado giró su cabeza rápidamente mirando a su padre con una cara de total sorpresa "¡El trabajo se había terminado! ¿¡Hasta cuando hay que seguir!? ¿¡Que mas queda por hacer?!" Eran los gritos que sus iris azules reflejaron.

-…hay que bañarse y tratar de parecer personas de nuevo ¡Mírate! Pareces un chico de la calle. Hay que estar más o menos presentables para cuando lleguen los huéspedes- una sonrisa se le dibujó en el rostro mientras agachaba la mirada encontrase con los ojos azules de su hijo, llenos de desesperación, pero que rápidamente se tranquilizaron.

El alma le volvió al cuerpo al rubio al darse cuenta que se había alarmado en vano. Asintió sonriendo y bajando la cabeza. Lo que dijo su padre era verdad, parecía un evacuado de la guerra. Un baño refrescante le caería como anillo al dedo, o mejor incluso.

Primero se higienizó T.K. Esa ducha fue una de las más sabrosas de su corta vida, el agua fría le quitaba la suciedad y el calor de su cuerpo. Además marcaba el final de 3 días de esfuerzo y trabajo, sin recibir ningún tipo de paga para colmo. Luego fue el turno de su padre, que después de bañarse se encargó de refregar y limpiar la ducha. Toda la tierra, pintura y demás elementos que él y su hijo habían dejado allí se vería algo feo a los ojos de los inquilinos.

 

Después de limpiarse a sí mismo y al baño, el señor Ishida salió a la galería del frente a dejarse ser acariciado por la leve brisa que corría. Sentía una muy relajante paz en su interior. Mientras esperaba a que su hijo terminase de bañarse, sospechando que el rubio estaba haciendo algo más que solo lavarse el cuerpo, como todo adolecente, había recibido una muy esperada llamada.

Una familia acababa de pedirle reservar la cabaña para la última semana de febrero. Se había asegurado por completo de reservar la vivienda por toda la temporada de verano, comenzando por los Yagami. Ya tenía enero y febrero cubiertos, como así sus necesidades económicas por esos dos meses, y después ¡Bang! La compañía le pagaría lo que le debía, terminando así una época muy complicada para él. Pensaba en silencio que lo primero que iba a hacer cuando cobre el dinero que le debía la empresa, era llevar a sus dos hijos a un restaurante ridículamente caro y elegante para compensar todas esas noches en las que les servía unos míseros hot dogs en su casa. De repente, las ganas de sonreír se esfumaron.

En frente de su modesta cabaña, había una casa mucho más grande y vistosa, que pertenecía a un matrimonio mayor. Don Osvaldo y su mujer. Se había establecido una especie de rivalidad entre Don Osvaldo y él. Aunque siempre se trataron con respeto, Hiroaki podía sentir como detrás de esa amabilidad fingida, ese sujeto alardeaba y presumía de sus posesiones: “de que su casa era más bonita que la suya”, “de que él si puede usar su casa de verano porque no necesita alquilarla pues no tiene problemas financieros”, “de que él si necesita hacer algún arreglo contrataba a alguien, no se ponía él a trabajar como esclavo”, “que lleva 35 años de casado y no piensa divorciarse”.

De algún modo, ese viejo le había hecho entender todos esos puntos, pero siempre con una charla amistosa pero al mismo tiempo odiosa para el castaño, que no le quedaba más que soportar a su vecino.

Pudo ver como el viejo iba sentado en esas cortadoras de césped que uno maneja como si fuese un cuatriciclo, paseando por su amplio jardín, rebajando la yerba sin transpirar ni una gota de sudor. Sostenía un trago con una mano, mientras que con la otra manejaba el manubrio del vehículo. El anciano lo miró a los ojos a la distancia, y levantó el trago en señal de saludo. Hiroaki levantó su mano, con una sonrisa falsa en sus labios. ¡Maldito viejo! Pensó mientras lo saludaba. Ayer, T.K se pasó toda la tarde cortando el césped del jardín delantero empujando forzosamente la enclenque podadora sobre la maleza con sus flacas piernas. Él con un machete se encargaba de cortar las malas hierbas por separado, al mejor estilo de la edad media. Ahora ese viejo le estaba demostrando como lo hacia la gente civilizada. Como lo detestaba, como le odiaba.

Incluso, el muy desgraciado los había invitado a comer a él y a su hijo la noche anterior, seguramente para presumirle todos los lujos del interior de su vivienda. Preferiría comer veneno para ratas que soportar una cena con Don Osvaldo y tener que escuchar todas las fanfarronerías de ese sujeto. Hiroaki inventó una excusa para no ir, pero mandó a Take a cenar con el anciano y su esposa, para que se alimente bien. En su heladera solo había media pizza fría que había sobrado del almuerzo. Durante esa noche, al castaño le rugió el estomago con fuerza de una manera atroz, todo por culpa de haber comido esa pizza, ya en penoso estado. Pero su orgullo estaba intacto, por lo menos.

 

Lo que sí tuvo que soportar con paciencia sobrenatural cuando su hijo llegó después de la cena y le contó todas las maravillas que tiene ese sujeto adentro de su casa. Además de los deliciosos platos que había preparado la esposa de Don Osvaldo. Esa señora era completamente diferente a su esposo, Hiroaki se llevaba muy bien con ella. Era una mujer amable y bondadosa, que al igual que su odioso esposo, ya había superado los 60 años. Siempre dispuesta a ayudar y a preocuparse de manera maternal por sus vecinos, aunque solo interactúen durante el verano mientras están en esa villa. Es más, las pocas flores que el castaño tenía en su jardín delantero, eran producto de los cuidados de esa señora, que le había pedido permiso para cuidarlas. Pero su esposo...como lo odiaba.


Hiroaki empezó a cantar entre dientes esa canción que había escuchado por la radio hace unos días, que inmediatamente le había recordado a su vecino del frente:

“Yo no soy quien para hablar mal de nadie,
Pero Osvaldo era un irrespetuoso
Un tremendo hijo de p…., un ignorante mentiroso”



“Necesito un trago” fueron las palabras que otra vez se presentaron en su mente, mientras bajaba el brazo con el que tuvo que saludar a su vecino.

-¡Take!- llamó a su hijo mientras se desperezaba, acariciado por una leve brisa que soplaba lenta y casi imperceptible.

-¿si papá?- fue la respuesta del rubio que salía del interior de la cabaña hacia la galería del frente, secándose con una toalla sus cabellos dorados.

El castaño sonrió nuevamente al ver el aspecto de su hijo menor. El ojiazul tenía la parte superior de sus mejillas y el tabique de su nariz con un ligero color rosado, producto de su exposición al sol durante estos últimos tres días. Eso le hizo recordar a unas vacaciones en la playa que hizo con su ahora ex esposa, hace muchos años, antes de que naciera Matt. A la rubia se le había formado el mismo detalle producto de la exposición al sol, exactamente en la misa zona que ahora se le marcaba a su hijo menor. Lo que son los genes, pensó.


-Prepara tus cosas y guárdalas en tu mochila, nos iremos ni bien le mostremos la casa a los inquilinos y yo les entregue la llave, comeremos un sándwich en la estación de servicio que hay en la salida de la villa.

Los Yagami

Sentados en unas sillas que habían sacado del comedor y llevado a la galería del frente, padre e hijo esperaban. En el mayor se veían signos de nerviosismo e impaciencia, tanto que no podía quedarse quieto ni un segundo sobre su asiento.


-¿Qué pasará que no llegan? ¿Les habrá pasado algo?- preguntó Hiroaki a su hijo mirando fijamente la calle de tierra. Eran las 12.45 del mediodía, la familia Yagami llevaba 45 minutos de retraso- ¿se habrán perdido? Pero si el señor Yagami me había dicho que si había entendido las instrucciones que le dije para llegar, igual no es muy difícil encontrar la casa ¡Por favor!

No los llamaba por celular por la misma razón por la cual necesitaba alquilar la cabaña, no tenía dinero ni tampoco saldo en el móvil.

En cambio el rubio se veía mucho más tranquilo que Hiroaki, incluso se le dibujó una pequeña sonrisa en sus labios, mientras esperaba sentado junto a su padre. Que los Yagami no aparecieran, significaba que la casa le quedaría para él durante una semana. ¡Por fin un poco de suerte! Quizás, podría pedirles a sus amigos que se tomaran un colectivo en la terminal de ómnibus de la ciudad y fuesen con él. Solo eran 150 KM de distancia entre la villa y la ciudad, 1 hora y media de viaje en colectivo. La esperanza de pasar unas vacaciones decentes habían resucitado de repente

No es que le deseara el mal a esa familia Yagami. A pesar que hace 45 minutos los detestaba, que no aparecieran los había transformado en personas más gratas para él. Sino que pensaba que pudo haber pasado cualquier cosa con ellos. Por ejemplo, puede ser que justo les había coincidido la semana de vacaciones con el casamiento de la tía Pepa, que vive a 2000 KM de distancia, y tuvieron que cancelar el viaje a esta villa turística para tomarse el avión ¿Cómo le iban a fallar a la tía Pepa? Quizás, en ese momento, el avión estaba despegando con los Yagami dentro, mientras él y su padre esperaban en vano a esa familia que nunca iba a venir.

Sin embargo, toda esa fantasía mental que había formulado en su cabeza se desmoronó cuando escuchó dos bocinazos que lo sacó de sus pensamientos. Observó con una desilusionada tristeza como un auto se acercaba por la calle de tierra y se estacionaba al frente de su cabaña. Ya habían llegado. El ojiazul no disimuló su suspiro de tristeza mientras su padre se levantaba rápidamente de su silla.

-Ya llegaron- dijo sobresaltado mientras se acomodaba su cabello con sus manos.

El castaño caminó hacia el encuentro de la familia que había llegado. A T.K no le quedó otra que seguirlo por detrás con desgano. Ambos se acercaron al auto de gamma media que se había posicionado al frente de su cabaña. Del interior del modesto vehículo, salieron al mismo tiempo lo que parecía el matrimonio de la familia. El hombre que salió del auto era un sujeto de estatura media, piel morena, ojos marrones y pelo castaño oscuro. La mujer que se bajó del asiento del copiloto también tenía ojos y cabello marrones, pero la tez de su piel era un poco más clara que la de su esposo, en sus labios tenia dibujada una sonrisa gentil. T.K pensó que esa señora debía tener la misma edad de su mamá.

"¿Eh? ¿Solo eran 2? Si eran solos 2, pudieron alquilar una casa un poco más chica, la cabaña tenía capacidad como hasta para 6 personas" pensó el blondo.

-¡Buen día! Perdone la tardanza por favor- saludó de forma alegre el señor Yagami a su padre, estrechándole su mano. Después de saludarlo a su padre, lo saludó a él.

-No hay problema. Ya me estaba preocupando, pensaba que se habían perdido o les hubiera pasado algo en el camino- le contestó Hiroaki con una sonrisa.

-¡Nada de eso! En realidad, llegamos a la villa a eso de las 9 de la mañana, pero nos encontramos con algunos ex compañeros de la secundaria allí en la plaza del pueblo ¿Qué chico que es el mundo, no? Así que nos quedamos a conversar con ellos y no nos dimos cuenta de lo rápido que se nos pasó el tiempo.- el señor Yagami agarró a su esposa por la cintura y la acercó junto a él, mientras la señora se reía con un poquito de pudor- le quiero presentar a mi esposa yuuko, y él es mi hijo Ta…- el moreno dejó de hablar al observar a su alrededor y ver que no había nadie más allí- ¡Tai! ¡Baja ya del auto!- gritó con rabia dándose media vuelta hacía su vehículo.

Takeru observó como una de las puertas de atrás del auto de los Yagami se abrió lentamente. Pudo ver que del interior del vehículo salía un muchacho que debía tener más o menos la misma edad que Matt, de pelo castaño, ojos marrones y la piel del mismo tono que el de su padre. El moreno, al salir del auto, observó con cierta cara de desprecio la cabaña que estaba al frente suyo, mientras se sacaba unos auriculares blancos de sus oídos.

-Papá, dijiste que la casa donde nos quedaríamos era grande y vistosa, no esto- dijo ese muchacho sin ningún descaro mientras se acercaba a sus padres.

Desconocía que pudo haber despertado ese comentario en su padre, pero a T.K no le gustó nada. Ya había aceptado que no le iban a decir gracias por haber trabajado como esclavo para dejar la casa presentable, mucho más bonita de lo que estuvo en muchos años. Pero nunca pensó que se la degradarían de esa forma tan poco sutil y despreocupada. Un sentimiento de rabia se enervó dentro del blondo, pero conservó la calma y la compostura. No valía la pena enojarse. Una vez que su padre le mostrara la casa y les diera las llaves, ellos se irían de nuevo a su ciudad y nunca más los tendría que ver de nuevo. Ni siquiera sabía el nombre de ese chico, pero ya no le agradaba en lo más mínimo.

-¡Pero qué estupideces dices!- exclamó de forma alborotada el padre del moreno, haciendo el amague de darle un golpe a su hijo, el cual este se cubrió su cabeza con sus brazos rápidamente- Discúlpelo por favor señor Ishida, está en la edad del pavo, a veces dice cosas tan idiotas.

Hiroaki solo entró a reír.

-No se preocupe, yo también tengo lo mío- respondió, mientras desordenaba el cabello rubio de su hijo que lo tenía al lado. Este se apartó un poco para que su padre dejara de hacer eso, detestaba aquello- este es el menor, Takeru, tiene 14 años, recién está entrando en esa etapa. Mi otro hijo mayor se quedó con mi ex esposa, tiene 16, ya está de lleno en la idiotez- terminó de decir riendo.

Sabía que si Matt lo escuchara decir eso, le miraría con una mirada de sicario que solo él sabía hacer.

-Así que 14, la misma edad que nuestra hija Hikari, como ella SI estudia- esas dos últimas palabras el señor Ishida las dijo con mucho énfasis y mirando a ese muchacho de pelo castaño y desordenado- la enviamos a un viaje a la costa con sus amigas.

Ahora T.K entendía que sucedía. Esa familia si aplicaba la lógica normal. Premiaban al hijo aplicado y estudioso y castigaban al vago e irresponsable. Suspirando, deseó que su familia tuviese el mismo criterio.

-bueno en fin, él es mi hijo Taichi, tiene 16 años. Saluda al señor Ishida y su hijo como se debe- le pidió algo amenazante el moreno mayor a su hijo.

-Mucho gusto señor- dijo de manera calmada el muchacho de los ojos marrones, estrechando la mano de Hiroaki con firmeza.

Después miró a T.K e hizo el típico gesto que hacen los jóvenes con sus amigos cuando se encuentran. Levantó un poco el rostro de manera rápida mientras levantaba un poco las cejas, mirándolo a los ojos. El blondo le devolvió el gesto de manera natural. El también saludaba así cuando se encontraba con sus amigos.

-¡Pero saluda bien!- exclamó el señor Yagami dándole un fuerte golpe seco con la palma de su mano abierta atrás de la cabeza de su hijo.

“Qué raro, no sonó hueco” pensó para sí mismo el rubio, mordiéndose la lengua para no reírse.

-Hola, soy Tai, un gusto- dijo el castaño estrechando la mano del ojiazul.

-Hola, me dicen T.K- le respondió este con tranquilidad correspondiendo el saludo.

El rubio pudo notar la falsedad del saludo del castaño, se notaba que ese chico no quería saber nada con él. Igual, a T.K no le importó.

-Bueno ¿qué les parece si les muestro la cabaña antes que nos marchemos?- preguntó Hiroaki con entusiasmo, mirando a la feliz pareja.

-Seria todo un honor- contestó sonriente el señor Yagami poniéndole la mano en el hombro al dueño de la cabaña.

Así, empezaron a caminar los tres adultos por delante, mientras los dos jóvenes los seguían por detrás, en silencio.

-La cabaña está completamente hecha de madera- explicaba Hiroaki, mientras los 5 caminaban bordeando la estructura de madera lentamente, dirigiéndose al patio trasero- no se preocupen, mi hijo y yo nos encargamos que no haya ningún bicho que los pueda sorprender viviendo con ustedes ¿no es así Take? Jajaja- preguntó el castaño lo suficientemente fuerte para que su hijo que lo seguía desde atrás lo escuche.

-así es, jeje- contestó el rubio disimulando alegría, mientras se sobaba el hombro en el cual había recibido el veneno de la avispa.

-Vaya ¿Acaso contrataron a alguien ciego para que les pinte la casa? Jaja- le dijo Tai al rubio lo suficientemente bajo para evitar que los adultos lo oigan.

T.K cerró los ojos y respiró muy profundamente, tratando canalizar la ira. Ya odiaba a los Yagami antes de conocerlos, por obligarlo a renunciar a su derecho de disfrutar esa cabaña en verano, pero ahora los detestaba con todo su ser. Sobre todo a ese estúpido de Tai, apenas lo conocía hace 5 minutos, pero ya sentía que lo odiaba como a nadie en este mundo. “Tranquilo, tranquilo, ya en unos minutos partirás hacía la ciudad y nunca más lo veras de nuevo” se repetió mentalmente con entusiasmo. Se sentía como si fuese una especie de caldera con un medidor de presión incorporado, el cual indicaba niveles peligrosos de presión, pero por la capacidad de auto controlarse esa presión bajaba lentamente.

Cuando el rubio abrió nuevamente los ojos, se dio cuenta que todos los demás ya estaban en el patio trasero.

-Aquí tienen la parte de atrás, si desean pueden sacar la mesa de adentro de la cocina y ponerla debajo del árbol para comer bajo su sombra. Esa casita de madera, que está allá atrás, es el cobertizo donde guardo todas las herramientas que pueden estorbar dentro de la casa. Les dejaré la llave pero dudo que necesiten algo de ahí dentro. Esos lingotes de madera…- a Hiroaki se le anudó la lengua de la vergüenza al ver esos grandes y pesados lingotes de madera sobre el césped, a un costado del terreno.

El castaño había comprado esos grandes trozos de madera para hacer unos arreglos en las habitaciones de arriba. Esos maderos que reposaban sobre el césped, no eran producto de un mal cálculo del castaño al momento de precisar cuántos lingotes necesitaba para las reparaciones. Hiroaki quiso adelantársele a la inflación y compró en exceso, para ya tener en el futuro por si la cabaña necesitase otros retoques embellecedores. Con T.K, habían guardado gran parte adentro del cobertizo pero, por algún motivo que no pudo recordar cual, habían dejado aquellos sin guardar, dándole “mala apariencia” al jardín de atrás. Vagancia quizás, fue la única palabra que se le vino a la mente a Hiroaki al recordar lo pesados que eran esos maderos.

-emm perdonen por favor, por algún motivo se nos pasó guardarlos en el cobertizo- se disculpó viendo a esos malditos lingotes con vergüenza.

- No hay ningún problema Señor Ishida, no estorban en lo más mínimo, no se preocupe. Es más, quizás entre Tai y yo terminemos de guardarlos en el cobertizo un día de estos, no hay drama- El moreno mayor esbozó una sonrisa muy natural, como si le excitase la idea de trabajar durante sus vacaciones. Hiroaki les sonrió apenado y los invitó a pasar por la puerta trasera hacia el interior.

Para sorpresa de Hiroaki, el matrimonio se maravilló al ver el interior de lo que era la habitación en la que estaban, que era la cocina. Todo el interior era de madera, obviamente a excepción de la heladera, la hornalla, el ventilador y otras obviedades. El padre del rubio rápidamente les indicó donde estaban guardados los cubiertos, platos, tazas y otras cosas que son necesarias en la cocina. Después les guió a la sala de estar, que estaba separaba de la cocina por unas puertas vaivén, aunque en realidad siempre se las conoció como “puertas de vaqueros”. Así las llamaban sus hijos antes de crecer y empezar a pensar que decirles así era tonto. Al igual que con la cocina, los padres de la familia Yagami quedaron encantados por el toque campestre que provocaba que todo el interior de la cabaña fuese de madera.

T.K, a pesar de conocerse de memoria el interior de la cabaña, lo veía con cierta sorpresa al igual que el señor y señora Yagami. Antes de ayer, él y su padre habían barnizado las maderas del interior. El rubio nunca las había visto tan brillantes y de ese color marrón que hacía lucir las maderas como nuevas. Admitía, por dentro, que habían hecho un buen trabajo con su papá. En cambio, el hijo del matrimonio solo observaba con indiferencia y desinterés cada detalle que Hiroaki señalaba y explicaba.

Y así, el castaño dueño del lugar les mostró la cabaña a sus inquilinos. Igual no había demasiado que mostrar. La cocina, la sala de estar, en donde se encontraba la puerta del único baño de la vivienda. También estaba la puerta que unía la sala de estar con una habitación que poseía una cama matrimonial, que era donde Hiroaki dormía, que ahora sería la cama del matrimonio. Al frente de dicha habitación había una escalera de madera, como no podía ser de otra cosa, que llevaba a las habitaciones de arriba. Al subir las escaleras, uno se encontraba con solo dos puertas. Ambas eran habitaciones con dos camas cada una. Una tenía una ventana que daba al patio trasero, que era la habitación en donde dormía Matt cuando venía. Y el otro cuarto tenía una ventana que daba al patio delantero y la calle, que era la de T.K.

En el cuarto de Matt solo una de las camas tenía colchón. Hiroaki tuvo que tirar el colchón faltante por culpa de una filtración que hizo que le cayera agua y se pudriese. Igual, eso no presentaría una molestia para los Yagami. Su hijo podría dormir en cualquiera de las 3 camas que estaban arriba, asumiendo que sus padres dormirían abajo en la cama matrimonial.

Mala suerte


-Bueno, eso sería todo, ya saben, cualquier cosa que necesiten o quieran decirme me llaman al celular- le dijo Hiroaki sonriendo y dándole la mano al Señor Yagami- espero que disfruten su estadía aquí.

-Muchas gracias por todo señor Ishida, quédese tranquilo, estoy seguro que estaremos a gusto aquí- le contestó mientras abrazaba a su esposa con su brazo izquierdo.

Ambos hijos miraban a sus padres hablar, uno a la par del otro. A pesar de que habían caminado juntos mientras el padre del ojiazul les mostraba la casa, no habían establecido contacto visual alguno, mucho menos dirigirse la palabra. Ambos sentían que no era necesario congeniar, total, el rubio ya se iba y nunca más se volverían a ver.

-Take, guarda tu bolso en el baúl del auto y súbete, comeremos un sándwich en la gasolinera que está pasando el puente- le ordenó el castaño a su hijo mientras buscaba las llaves del auto en su bolsillo.

T.K no dudó y agarró su bolso, que ya lo había dejado preparado en el suelo de la galería para ese momento. Caminó hacía el auto de su padre.

-¿La gasolinera del puente? Eemm ¿señor Ishida? Disculpe pero… ¿No se enteró de lo que pasó esta mañana?- le preguntó el moreno mayor a Hiroaki, que lo miró extrañado al escuchar esa pregunta

-Sinceramente no, estuvimos trabajando toda la mañana- contestó este de forma sería- ¿Qué pasó?

- Ni bien pasamos el puente que está en la entrada del pueblo, la policía lo cerró, impidiendo tanto entrar como salir del pueblo- agregó la señora Yagami, que había hablado poco y nada desde que llegaron.

T.K no pudo evitar detener su marcha hacia su auto al escuchar lo que acababa de decir esa mujer. El pueblo estaba en medio de dos ríos, uno al lado Este y otro al Oeste, que era el que estaba a menos de 5 cuadras de la cabaña de madera. Del otro lado del rio del Oeste, solo había monte y arboles. Pero del lado Este estaban todas las carreteras que conectaban al pueblo con el resto del país. Ese puente era la única salida y entrada de la villa.

-¿EH? ¿Y por qué hicieron eso?- preguntó su padre con cierta desesperación. Se notaba que la noticia le había impactado de sobremanera.

-Lo que pasa es que el rio del lado Este creció tanto que llegó a agrietar el asfalto del puente, es peligroso pasar por allí. Se debe a las fuertes tormentas que azotaron los cerros y también a las provincias vecinas. La verdad que fuimos muy afortunados, por poco no pasamos- se sonrió el señor Yagami con su esposa, olvidándose que en frente tenia a un sujeto con una cara de total sorpresa.

¿Qué iban a hacer si no podían volver a la ciudad? ¿Dónde se quedarían su hijo y él? ¿Con que dinero se hospedarían en algún lugar hasta que la fuerza del rio baje y la policía habilite de nuevo el puente? ¿Cuánto tiempo tendrían que esperar hasta que eso pase? ¿Horas, días, semanas? Hiroaki quedó destruido por dentro. Se había quedado atrapado en la villa. Eso no sería problema si tuviese su cabaña para él y Take, pero ya no era así, le pertenecía a los Yagami, por lo menos por una semana. Tenía otra alternativa, pensó. Había otro puente, que cruzaba el mismo rio y que era imposible que estuviese cortado ya que era una arteria principal en la red económica de esa parte del país. El problema era que para llegar hasta ese puente, tendría que conducir 600 kilómetros y después otros 600 para llegar a su ciudad.

Ir de la villa hasta la ciudad, lo que normalmente tardaba 1 hora y 30 minutos, le costaría como 12 horas de viaje. Además de los descansos que tendría que ir haciendo en el trayecto, ya que Take no sabía conducir. Y si supiera, lo mismo no estaba seguro si era una buena idea dejar al rubio de 14 años al volante. El problema no era el tiempo que le tomaría ir por la ruta alternativa, ya que estaba de vacaciones, sino que los autos no funcionan gratis, necesitan gasolina, y para cargar gasolina se necesita dinero, y para tener dinero no hay que ser Hiroaki, pensó este con tristeza. Lo que le quedaba de gasolina en el tanque, era lo justo y necesario para llegar a la ciudad por el camino corto y estacionarlo hasta que la tarjeta de crédito volviese a tener fondos para cargar gasolina de nuevo. Así que rápidamente descartó esa opción en su cabeza.

-Oiga ¿Por qué no se queda con nosotros hasta que habiliten el camino de nuevo?- preguntó la mujer en los brazos de su esposo con una sonrisa.

-¡Sí! Excelente idea, háganos compañía, después de todo es su cabaña- agregó el moreno mayor con entusiasmo al escuchar la propuesta de su mujer.

-no, no por favor, no queremos ser un estorbo, no se preocupen por nosotros- contestó el castaño por pura educación, pero por dentro no tenía ni la más pálida idea sobre qué hacer- Take, guarda tu bolso en el auto, nos vamos- le ordenó al blondo, que empezó a caminar nuevamente hacia el carro con su bolso sobre su hombro.

-¡Quédate donde estas muchacho!- le gritó el señor Yagami con un tono autoritario, haciendo que este se detenga con cierto miedo- Vamos, no sería una molestia- le dice al dueño de la cabaña tratando de convencerlo.

-Se lo agradezco mucho, pero no me parece correcto que nos quedemos, estaríamos interfiriendo en sus vacaciones- le contestó con amabilidad- Takeru, guarda tu bolso en el auto- le ordenó nuevamente a su hijo, que empezó a caminar otra vez.

-¡Ni un paso más rubito- le volvió a gritar el moreno mayor, haciendo que este se detenga de nuevo y se quede mirando a los adultos con sus ojos bien abiertos, con una expresión de confusión por no saber a quién hacer caso. La señora Yagami no pudo evitar soltar una ligera risa tapándose la boca al ver la expresión del ojiazul- vamos, insisto, tómelo como un agradecimiento por alquilarnos la cabaña a nosotros en vez de otra familia- le dijo a Hiroaki poniéndole el brazo sobre el hombro- Takeru, guarda ese bolso de nuevo en tu habitación, tú y tu padre no se irán a ningún lado por ahora- le dijo ese hombre al rubio con una sonrisa triunfante.

T.K antes de hacer eso, se quedó mirando a su padre como esperando una confirmación. El castaño le observó de manera seria por un rato, para luego mirar los ojos a ese sujeto que parecía imposible de convencer. Rendido, le hizo un gesto de aprobación a su hijo con la cabeza.

-necesito un trago- esta vez no lo pensó, sino que Hiroaki lo dijo, muy para su sorpresa y vergüenza.

-¡Ahora si estamos hablando el mismo idioma!- sonrió el señor Yagami tomándolo del hombro e ingresando al interior de la cabaña, dejando a los dos jóvenes solos en el jardín de adelante.

T.K se quedó con su bolso sobre el hombro, sin poder creer la mala suerte que tenía. Era verdad que quería poder usar su casa este verano, pero deseaba hacerlo junto a su familia o sus amigos. Sinceramente, prefería estar en la abrazadora ciudad que tener que quedarse junto a esta familia de desconocidos, como huéspedes en su propia cabaña. Pero sobre todo, lo último que quería era tener que pasar tiempo junto a ese castaño, que tan mala impresión le había dado en tan solo media hora de conocerlo.

Por su parte, Tai tampoco estaba feliz con lo que acababa de pasar. Además de ser arrastrado a la fuerza a esta villa turística con sus padres, lejos de sus amigos, ahora tendría que soportar la compañía de ese chico rubio. Prefería desperdiciar una semana de sus vacaciones en soledad que tener que estar fingiendo empatía con aquel muchacho.

Ambos suspiraron de forma pesada mientras pensaban al mismo tiempo que habían tenido muy mala suerte en este verano.

Notas finales:

Bueno hasta aquí la primera parte. De nuevo disculpas por dejarlo tan extenso, los próximos no serán así, se los prometo. Se darán cuenta (si leyeron mi otra historia) que cambié la forma de narración, que ya no es en primera persona sino en tercera. Es algo nuevo que quería probar, espero poder mejorar en el futuro esta nueva forma de narrar. Desde ya gracias por leer, y bueno lo mismo que antes, si tienen alguna idea, sugerencia, critica, opinión, consejo o cualquier cosa que quieran decirme o recriminarme, les invito a dejar un comentario. Quiero aprovechar la ocasión para decir que esperaba que cuando vuelva mis fics favoritos ya estén acabados, o por lo menos algo avanzados, y me di con la sorpresa que desde hace casi 3 o 4 meses que no publican nada. Espero que solo sea un descanso que se esten tomando :O, saben bien a quienes les estoy hablando jaja. Bueno por ultimo les dejo el tema que Hiroaki le canta a Don Osvaldo, por si desean dedicársela a algún Osvaldo que conozcan y crean que se merece esa canción jajaja. Bueno nada, saludos, intentaré actualizar cada fin de semana, veré si me sale esta vez jaja, chau!

www.youtube.com/watch?v=KBnKHgtqpvo


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