No era cualquier sonido, éste retumbaba por cada rincón de la biblioteca y hacía a algunos fruncir las cejas, a otros levantar la vista para buscar la procedencia del mismo con una leve sonrisa. En él hizo que su corazón bombeara un poco más rápido de lo normal.
Caminó por el pasillo, con el libro que buscaba bien sujeto entre sus dedos y barrió el lugar para buscar a la persona dueña de aquel hermoso y un poco fuera de lugar sonido, tomando en cuenta que estaban en una biblioteca. Lamentablemente sus ojos no fueron lo suficientemente rápidos porque cuando los pasó por las puertas de cristal, la encargada de la biblioteca ya estaba despachando a un chico alto y de cabello castaño, que se disculpaba una y otra vez, seguro era él, pero no pudo ver completamente el rostro del adverso.
Suspiró y pensó que era una desgracia, un mal y cruel destino, cuando te encuentras con el hombre que estás seguro es el amor de tu vida, pero ambos van por la calle y nunca más se volverían a ver. Pues así se sentía, porque en esa universidad habían miles de personas, y estaba seguro que no podría encontrarle puesto que ni siquiera había visto su rostro.
Derrotado, se dirigió hacia el mostrador para entregar su tarjeta de estudiante y sacar el libro de la biblioteca. De regreso a casa se colocó los auriculares mientras tarareaba una balada en inglés y meneaba la cabeza al compás. En casa, cuando estaba a punto de caer dormido, aquel peculiar y a su parecer hermoso sonido, inundó su mente de nuevo, haciéndole caer dormido con una enorme sonrisa.
~ * ~
Iba caminando por el pasillo de la universidad, se había hecho condenadamente tarde y no quería llegar demasiado tarde a casa, pues su madre estaría furiosa con él. Mientras prácticamente corría por los pasillos, sus pies se hicieron una masa de revoltijo cuando un sonido peculiar y conocido llegó a sus oídos. Era él, el chico de la biblioteca.
Giró bruscamente para ir en busca del sonido, que aún no se detenía. Lo guió hasta un aula que había pasado anteriormente sin fijarse que había alguien dentro. Se asomó por la puerta ligeramente entreabierta y miró a un chico sentado en una butaca en medio del aula, miraba su celular y tenía los audífonos puestos mientras reía escandalosamente, incluso comenzó a golpear la mesa de la butaca. Inconscientemente una amplia sonrisa se formó en sus labios, le gustaba la manera en la que los ojos del adverso se cerraban hasta formar dos medias lunas.
Se quedó mirando cerca de 15 minutos, el chico miraba la pantallaba y cada 10 segundos soltaba una carcajada, dejando escapar el más hermoso sonido que KyungSoo hubiese escuchado alguna vez. Sin duda, ese era el chico que había escuchado en la biblioteca, su risa era escandalosa pero de alguna forma preciosa. Pasó el peso de un pie a otro, pero no se apoyó correctamente y casi se cae, por lo que echó las manos hacia delante y se sostuvo de la puerta, abriéndola y espantando al chico sobre la butaca.
— L-Lo lamento…
El chico, ahora que lo podía ver mejor, tenía una tez un poco más oscura que la suya, le observaba con los ojos bien abiertos y los labios separados por la sorpresa y susto que le había metido. Negó levemente mientras se quitaba los audífonos y se levantaba del asiento.
— ¿Estás bien?, parece que entraste rebotando.
Las mejillas de KyungSoo se colorearon por la tremenda vergüenza, obviamente no esperaba aparecerse delante del chico de aquella forma.
— Si, estoy bien, es que… te escuché desde el pasillo y yo…
El moreno amplió más los ojos y se miró realmente avergonzado. A donde quiera que fuera, su risa era una cosa que solía llamar la atención, que hacía reír a varios, y desesperaba a otros cuántos. Seguramente el chico pálido delante suyo había pensado que le estaba dando un ataque o algo por el estilo.
— ¡Ay Dios, qué vergüenza!. Lo lamento tanto, seguro que te asusté.
El bajito miró extrañado al contrario un par de segundos antes de soltar él una carcajada un poco chillona, negando ligeramente con una mano alzada que se movía descontroladamente en el aire. Ahora que lo observaba, el moreno tenía un aspecto tierno e inocente, con sus cabellos castaños un poco revueltos y el rostro bañado en vergüenza.
— En realidad me he asomado porque hace un poco más de un año te había escuchado en la biblioteca, y ahora reconocí tu risa aquí. Me encanta tu risa…
Le dijo sin pensarlo, mirándole a los ojos con una sonrisa en forma de corazón y el adverso se rió nerviosamente mientras se llevaba una mano a la boca. El contrario era apuesto, bajito y pálido, con unos grandes ojos y labios gruesos casi como los suyos, era un hombre derrochaba encanto y masculinidad al mismo tiempo, con esa manzana de Adán que subía y bajaba lentamente al tragar.
El moreno comenzó a recoger sus cosas mientras sonreía y no despegaba la vista del contrario, caminando luego de colgarse la mochila a su espalda y haciendo una reverencia frente al chico en la puerta.
— ¿Dices que te gusta cómo río?
— Si… en realidad me encanta como ríes.
KyungSoo se sentía atrevido, nunca había coqueteado tan abiertamente con alguien, pero el chico le inspiraba un poco de… machosidad.
— Soy Do KyungSoo, mucho gusto.
Se presentó mientras caminaban fuera del aula y se dirigían por el pasillo hasta la salida de la facultad.
— Kim JongIn, un placer KyungSoo.
— JongIn… es muy tarde, ¿Qué tal si te llevo a casa?
Musitó KyungSoo al ver que el moreno sacaba la credencial para poder subir al transporte. El adverso enrojeció ligeramente pero con una gran risa, asintió y se dirigieron juntos al auto de KyungSoo.