Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

UN VALS CON EL DEMONIO por Yuki fresita-chan

[Reviews - 5]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del fanfic:

Lo publique ayer pero no sé como se borró, lamento las molestias. 

 

Notas del capitulo:

¡Hola, os deseo una feliz lectura!, ¡gracias por leer!

 

Descripción del protagonista.

Alexander Damen: Un chico de 19 años guapisimo, rubio, de pelo corto, delgado pero bien definido y de metro setenta y nueve. [Espero que os agrade el prota (;]

“— Tantos eones existiendo al final acaban pasando factura… — suspiró. — Pero, ¿sabes qué?He llegado a la conclusión de que mi mejor jugada fue convencer al mundo de que no existía.”

 


¿Un ángel caído qué terminara siendo bueno por la persona que ama?

 

No. Ni puedo ser bueno, ni soy un ángel caído.

 

¿Un amor prohibido?

 

¿Prohibido? Lo prohibido siempre es la mayor tentación. ¿Amor? En alguien como yo no hay cabida para esa palabra. 

 

¿Una promesa eterna?

 

No le presto lealtad a nadie.

 


Capítulo 1

 

Los ladridos de los perros se escuchaba cada vez más cerca junto con las pisadas y las luces de las linternas de los policías. Seguí corriendo, mi corazón latía desbocado y mis pulmones ardían, pero no me detendría, no para cumplir un delito que ni siquiera había cometido. En una de las veces que miré hacía atrás para divisar por donde iban no me percate de la empinada ladera que había a un solo metro de mí. Caí, caí precipitadamente por esta. Las piedras, ramas rotas y hojas secas me cortaban superficialmente la piel. ¿Me pudriría al final en la cárcel?, ¿con tan solo diecinueve años? No, no lo creó. El sonido de un tren me alertó, miré hacía mi derecha y me encontré con que había caído sobre las vías; un enorme tren estaba a tan solo estaba a cincuenta metros de mí, ¿era un golpe de suerte o un trágico final? Eso ya lo decidiría yo. Levantándome sobre mis manos y rodillas me puse, penosamente, en pie. El tren paso frente a mí despeinándome por la velocidad a la que iba, si llegó a tardar un segundo más en levantarme hubiese muerto.

 

— ¡Ahí está! — gritó uno de los oficiales.

 

Armándome de valor salté en el último momento, sujetándome de uno de los fríos barrotes de hierro. Y con una descarada sonrisa me burlé de ellos haciendo el ademan de despedirme. 

 

Bon voyage, caballeros. 

 

 

 

— ¿Quién es este?

 

— Ni idea, ¿deberíamos avisar al jefe?

 

— ¡Cerrad la boca! Le preguntaremos al muchacho cuando se despierte.

 

Abrí los ojos ligeramente enfadado por ser despertado con tantos gritos. Una vez enfoque — mas o menos — la vista encontré frente a mí a un enano, una mujer barbuda y un anciano. 

 

— Joder, qué putada de despertar… — murmuré entre dientes con la voz algo ronca del poco uso durante la noche. 

 

— Buenos días, joven, ¿qué hace usted aquí? — preguntó el anciano afablemente. 

 

Mierda, ahora tendría que inventarme algo. Lo medité un momento.

 

— No tengo a donde ir… — eso, después de todo, no era mentira. En mi pueblo me tenían como un asesino, no era una opción vovler. 

 

— Oh… entendemos, nosotros tampoco teníamos a donde ir, por eso vinimos aquí.

 

— ¡Hanna, trae algo de comer para muchacho! — grito la mujer barbuda a la muchacha que nos miraba desde la puerta. Esta asintió y se dio la vuelta desapareciendo en el interior del otro vagón. — Tendrás hambre, ¿no?

 

La verdad es que llevaba más de un día sin comer. 

 

— Sí, gracias. 

 

La mujer se rió. 

 

— No te preocupes, todos hemos pasado por donde tu estas. — infirió el anciano. — ¡Ah, por cierto! No nos hemos presentado: yo soy, Johan, la mujer barbuda es Susan y el enano este es George. 

 

— Encantado — sonreí. —, yo soy Alexander. 

 

— Muy bien Alexander, después de que comas te llevares a qué hables con él jefe, ya veras como te da trabajo y te deja quedarte.

 

— De acuerdo, muchas gracias. 

 

Pocos minutos después la antes nombrada “Hanna”, me trajo un café y unas galletas. Al terminar de desayunar los ayude a recoger para seguidamente seguirlos. 

 

Llegamos a una refinada puerta de caoba. El anciano, Johan, fue a picar la puerta mas esta se abría antes de que este cumpliera su cometido. Tras esta apareció un menudo muchacho pelirrojo; era bastante mono la verdad, tuve que contener la malintencionada sonrisa que pugnaba por tirar de mis labios. No esta nada mal el chiquillo. Arqueó una de sus cejas al percatarse de mi desvergonzada mirada. 

 

— ¿Quién es, Johan? 

 

— Oh, joven Jake, él es un chico nuevo.

 

— Eso puedo verlo. — declaró despectivo.

 

Hice un mohín ante su estupidez, ¿tenía muchos humos, no?

 

— Bueno da igual, pero el jefe no esta hoy de humor para tonterías, así que espero que no sea tan torpe como parece. — sentenció siguiendo su camino. Si no tuviera el polvazo que tiene estoy seguro que le bajaría los humos en menos de lo que canta un gallo. 

 

— ¿Quién es? — pregunté sin despegar mis ojos de su culo. Escuché la carcajada que soltó Johan.

 

— No, muchacho, vas en mal camino si pretendes llevártelo a la cama. Jake es demasiado repelente como para “intimar” con él.

 

— Es virgen. 

 

Eso les hizo reír más.

 

— No me preguntes cosas que ni sé ni me interesan. 

 

— Lo que le hace falta es un buen polv—

 

La puerta se volvió a abrir interrumpiéndome pero esta vez no apareció ante mi un menudo y bonito chico, sino un esbelto hombre de unos veintitantos o treinta y pocos años. Lo observé un tanto intimidado, en sí era el halo de misterio que desprendía lo que me cohibía. Sus ojos, de un oscuro castaño, me dejaron tan sobrecogido como un animalillo que esta frente a los faros de un coche. Después estaban sus rasgos: atractivos y geométricamente perfectos; su pelo, tan café como sus ojos, enmarcaba desordenadamente su rostro, lo llevaba algo largo, le llegaba casi por el final de la nuca. 

 

Una cálida sonrisa apareció en su rostro haciendo que pequeñas y simpáticas arrugas aparecieran en las esquinas de sus ojos. 

 

— Buenos días, pasa, por favor. — me invitó echándose a un lado para que yo pudiera pasar. 

 

Haciendo lo que él me dijo pase a su despacho, el cual estaba distinguidamente decorado. 

 

— Toma asiento. — me señalo mientras que él se sentaba en la silla de cuero negro que había tras el enorme escritorio de caoba. 

 

Me senté en uno de los asientos que había enfrente de este y espere a qué él hablara. 

 

— Adelante, dime lo que quieres. 

 

— Eh, sí, claro. Me preguntaba si usted me podría dar trabajo. 

 

Un destello entre divertido y malicioso paso por sus oscuros orbes. Su sonrisa cambió a una lobuna. 

 

Un escalofrío recorrió mi cuerpo al verlo. 

 

— Dime lo que se te da bien y ya veremos que hacemos. 

 

— He terminado el bachiller de historia, no sé si eso le servirá de algo pero solo dígame algo y yo le diré si sé hacerlo o no. — le respondí receloso. Todo el morbo que me había dado el pelirrojo había desaparecido ante el atípico carácter de este sujeto. 

 

— ¿Sabes hacer algo de lo que “normalmente” se hace en un circo? — inquirió apoyando cruzando sus pies sobre el escritorio despreocupadamente. 

 

Hice de tripas corazón para no responderle “inadecuadamente” lo último que quería es que me echaran.

 

Negué.

 

— No señor. 

 

— Pues lamento decirte que entonces yo no puedo hacer nada al respecto, me temo que no necesito a un mocoso rebelde que no sabe hacer nada y no tiene a donde ir. — dijo sin borrar esa espeluznante sonrisa. 

 

Y esa fue la gota que colmó el vaso. 

 

Me levanté súbitamente, puse ambas manos sobre el escritorio y lo encare. 

 

— No soy un inútil, señor. Y, sí, no tengo a otro sitió a donde ir, pero eso si le digo; no pienso suplicarle ni a usted ni a nadie por un simple puesto de trabajo. Así que, muy buenos días y gracias por su tiempo. — aseveré pero a la misma vez lo rectifiqué. 

 

Giré sobre mis talones y salí de su despachó dando un portazo. Camine hasta una de las puertas que daban al exterior y la abrí para saltar cuando fuera lo más seguro posible. 

 

— ¿¡Pero qué haces, idiota!? 

 

Esa voz. Me volví quedando de espaldas a la paisaje que pasaba a gran velocidad y le dediqué una insinuante sonrisa al pelirrojo. 

 

— ¿Ya has empezado a preocuparte por mí? Qué rapidez, si todavía ni nos hemos acostado. 

 

Me cruzó la cara y se dispuso a irse, mas yo lo detuve agarrándolo de sus delgados brazos. 

 

— Vamos, dame un beso, esta va a ser la última vez que nos veamos, además ¿y si muero? — sus ojos refulgían coraje, lo había enfadado pero es que su carácter me llamaba. No me gustaban las cosas fáciles.

 

Lo pegué a mí y sin esperar permiso abordé sus finos y rosados labios. Intentaba separarme pero no lo consiguió. Sonreí en mitad de forzado beso y opte por liberarlo. 

 

— Hasta nunca monada. 

 

Él se volteó y se fue soltando maldiciones.

 

Asomándome una última vez al exterior para corroborar que ya podía saltar, me preparé y eso hice pero en vez de caer en la hierva fui devuelto con fuerza al interior del vagón por un par de fuertes mano. Mi espalda fue azotada con tanta fuerza contra una de las paredes que esta cedió, rompiéndose.

 

 

 

 

 

Notas finales:

Bueno este es el final del primer capítulo, espero que os haya gustado y lo hayáis disfrutado.

IMPORTANTE:  Si no comentáis no sé si os gusta o no, es decir, sin vuestras criticas o opiniones no puedo continuarlo y no lo haré.

¡Gracias por leer, espero que nos sigamos leyendo, besitos!<3


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).