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Inquebrantable por lu30

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No recordaba la última vez que había comido algo decente o que hubiera dormido más de un par de horas. Se sentía débil pero no podía conciliar el sueño, cada vez que cerraba los ojos le veía a él, y poco después a él junto a ella.

 

Taemin se sentó en una de las bancas del parque principal de Incheon, tenía un helado en la mano, porque había visto como la dependienta los vendía y se le hizo agua la boca, no pudo evitarlo a pesar de ser casi las nueve de la noche. Sin embargo, cuando quería comer algo más sustancial y nutritivo, su estómago lo había rechazado, y se la había pasado vomitando los últimos dos días. Minho le hacía tanta falta que no tenerle a su lado desequilibraba todo su organismo.

 

Y aun así, no podía perdonarle. No sabía si podría.

 

Había pasado una semana desde la fatídica noche en la que su vida y su matrimonio se habían caído a pedazos. A penas huyó del edificio se dirigió al terminal de autobuses, compró un boleto para Incheon, y sin más que la ropa que traía puesta se dirigió a una ciudad que no visitaba en casi cuatro años. No pasó mucho tiempo antes de que su teléfono colapsar por las llamadas de Minho, y luego de Kibum, las de Jinki e incluso las de su padre. Así que, atormentado, apenas llegó a Incheon apagó el móvil y lo echó en uno de los basureros del terminal.

 

Llevaba la tarjeta, pero sabía que Minho era inteligente y lo primero que haría sería rastrear sus cuentas. Por ello, cuando llegó, a medianoche y con una cálida brisa rodeándolo, llamó a Jongin para pedirle alojamiento y dinero prestado.

 

Le conoció a los 9 años cuando fue de vacaciones a Incheon con su familia a visitar a sus tíos. En ese mismo parque le vio por primera vez sentado en uno de los columpios, estaba jugando solo y se le unió. Se hicieron buenos amigos desde el comienzo, e incluso otros niños les preguntaron si eran hermanos de lo parecidos que eran. Y todas las vacaciones desde entonces se encontraban para contarse todo lo que le había pasado en el último año que no se habían visto.

 

Hacía cuatro años, en sus vacaciones después de terminar la universidad, fue al parque a esperar a Jongin como era su tradición, pero él menor demoró. A pesar de ya tener veintidós años, Taemin todavía le esperaba sentado en el mismo columpio de siempre. Cuando de pronto apareció él.

 

-          Disculpe, ¿me puede decir cómo llegar a la playa Eulwangri? –vio hacia arriba y se encontró con un enorme par de ojos marrones –me han dicho que desde aquí puedo ir caminando.

 

-          Sí, claro –se levantó y se sacudió el pantalón –puede bajar por esta calle y llegara a la avenida principal, allí doble a la derecha y siga de frente –el extraño llevaba una enorme mochila sobre la espalda, de esa que los americanos llevan cuando viajan.

 

-          No parece lejos.  –hizo una leve referencia – Gracias.

 

Taemin le miró disimuladamente y se fijó que le llevaba media cabeza. Era de músculos definidos no como resultado de horas en un gimnasio sino del trabajo y el esfuerzo. Estaba sutilmente bronceado, el cabello despeinado y un brillo joven en los ojos. Su ropa era informal y deportiva, con zapatillas todo terreno. Pero podía decir que era cara.

 

-          Disculpa –le tocó el hombro justo cuando el hombre comenzaba a caminar -¿estás de tour por la ciudad? ¿No te acompaña un guía?

 

-          Estoy de tour, pero no me gusta que me digan qué hacer –le sonrió coquetamente –por eso voy a donde me lleve el camino.

 

-          Ah, ¿y después a dónde irás? –le gustó esa confianza casi impulsiva que escuchaba en sus palabras, tan diferente a su propia personalidad, más calmada y temerosa.

 

-          A Seúl –sacó un mapa de Corea de su mochila, y al abrirlo Tae vio muchas aspas en los nombres de varias ciudades –Incheon era mi último destino antes de regresar al trabajo –eso le tomó por sorpresa. Así que no era tan joven como esperaba.

 

-          Te gusta viajar –le sonrió y se sintió cómodo junto a él –a mí también, pero nunca tengo la oportunidad ni la decisión para programar un viaje.

 

-          ¿Te gustaría ir conmigo? –pensó que era una broma, pero al fijarse el hombre le extendía una mano grande y bronceada –vamos a la playa, y si deseas podemos visitar la ciudad los dos juntos.

 

Nunca nadie le había propuesto algo de esa magnitud con tan poco tiempo de conocerse y menos sin planeación alguna. A Taemin. Quien amaba los horarios y las rutinas. Estaba a punto de decir no e inventarse una excusa, que no sería mentira pues en realidad estaba esperando a Jongin. Pero su consciencia le gritó que se arriesgara y que tomara la oportunidad. No estaba totalmente indefenso y era posible.

 

-          Sí –tomó su mano y la sintió cálida y segura –me encantaría.

 

-          Por cierto, soy Choi Minho –sacudió la mano y le sonrió mostrando unos dientes blancos y perfectos.

 

-          Soy Lee Taemin. Mucho gusto en conocerte.

 

Pasearon todo el día y mientras el tiempo pasaba se daban cuenta que eran muy diferentes y al mismo tiempo iguales en lo esencial. A pesar de recién conocerse no se sintieron incómodos porque las decisiones que tomaron se complementaban y ambos se sintieron satisfechos. Al final del día, decidieron encontrarse nuevamente al día siguiente y viajar juntos a Seúl.

 

Sólo cuando Taemin llegó tarde en la noche a casa de sus tíos se dio cuenta que no había llamado a Jongin. Así que le llamó apresurado para contarle el día tan maravilloso que había tenido, para contarle que había conocido a un hombre que le había hecho sentir seguro desde el primer momento que tomó su mano.

 

Jongin le escuchó silenciosamente, y cuando Tae dejó de hablar, le contó con tristeza que al día siguiente se iría a Australia a estudiar. Que se suponía que ese día era su despedida pues su vuelo salía al día siguiente muy temprano en la mañana. Le dijo que se iría por tres años, sólo tres, pero que le gustaría mantener contacto con él.

 

Ya habían pasado cuatro años desde aquello, y hacía nueve meses que Jongin había regresado pero no le había ido a visitar hasta entonces. Se sintió muy mal de recurrir a él sólo por conveniencia, pero necesitaba un lugar donde ocultarse, donde nadie lo pudiera ubicar. Y nadie sabía de su amistad con Jongin, ni siquiera Minho.

 

Su amigo, más allá de recriminarle y acusarle, le abrazó con fuerza cuando le fue a recoger al terminal de autobuses, y cuando sintió las cálidas lágrimas de Taemin sobre su hombro no le dijo nada, sino que le siguió abrazando y en silencio le llevó a su casa.

 

Estaba incomunicado y ausente. Todas las mañanas Jongin trataba de conversar, pero sus respuestas eran vagas. Ayudaba en la casa mientras su amigo iba a trabajar, y ponía música al máximo volumen en sus audífonos para acallar los recuerdos y pensamientos. Y durante las noches, lloraba  hasta quedarse dormido, pensando en Minho, en su vida, en el bebé que nuca tendrá y en cómo el corazón se le hacía pedazos cada día más.

 

Necesitaba alguna distracción urgente, y como si viniera a su mente recordó que no lejos del parque había una zona urbana de clubes y discotecas. ¿Se quedaría muerto y vacío mientras Minho vivía su vida? ¿Le dejaría hacerle más daño sólo con su recuerdo? No. Era hora de dejar el sufrimiento atrás y empezar desde cero. Iría sólo a divertirse un momento, bailaría y tomaría un trago. Tal vez llegara a conocer a alguien.

 

Al entrar al Soho, lo primero que le aturdió los sentidos fueron las luces sombrías y de colores que se mezclaban y no alumbraban nada exactamente. Se asustó y estuvo a punto de salir nuevamente y tener un ataque de ansiedad sentado en la acera. Pero se recordó que no dejaría que le pasado le siguiera manipulando y con paso decidido se acercó a la barra.

 

-          Una coca cola, por favor –el barman asintió y estuvo a punto de voltear pero Taemin le interrumpió –no, deme… deme vodka por favor –el joven de cabello oscuro le miró con cierta compasión y en silencio puso un vaso con un líquido incoloro dentro.

 

El primer sorbo le quemó los labios ajados y la garganta ya adolorida. El segundo sorbo sólo le provocó cosquillas. Para su tercera copa, había comenzado a sentirse pesado y liviano al mismo tiempo. Quería bailar. Y mucho. El cuerpo le zumbaba y dejando la copa se acercó a la pista atiborrada de personas y comenzó a moverse con ritmo. Hacía mucho que no bailaba, y menos de esa forma tan espontánea. La música le inundó y sintió un ligero mareo que le hizo cerrar los ojos mientras se contorneaba.

 

Las manos que sintió sobre su cintura no le tomaron por sorpresa. Al contrario, las esperaba. Giró y vio a un hombre un poco mayor que él, de rasgos marcados y angulosos. Le llevaba no más de tres centímetros y por eso le vio a los ojos justo en el momento en que el hombre le sonreía seductoramente.

 

Su mente estaba en blanco. No podía razonar, pero su cuerpo anhelaba el toque de otras manos y en consuelo del cariño. Extraña el calor del cuerpo de Minho y de sus susurrantes palabras mientras le hacía el amor. Pero esas manos extrañas, si bien lejanas de lo que buscaba eran un sustituto para su alma vacía. Así que sin dudarlo, le sonrió y le besó.

 

El hombre le respondió de inmediato, y abrazándole de la cintura lo empujó para acorralarlo contra una pared. Taemin le besó con ardor sintiendo las manos del otro bajar por su espalda y apretarle el trasero. Gimió en respuesta y también le abrazó descontrolado. Quería dejarse llevar, quería terminar. Deseaba con todo su corazón que esos besos y esas caricias le sanaran, pero mientras le sentía besar su cuello con brusquedad, veía con claridad como los pedazos de su corazón se resquebrajaban más.

 

No era Minho. Y si no era él nada tenía sentido. Las lágrimas comenzaron a bajar ardientes por su rostro, y el asco creció en su estómago. Se sintió asqueado de sí mismo por buscar consuelo en otro hombre y de una forma tan sórdida como es tener sexo indiscriminado.  

 

Con las pocas fuerzas que le quedaban, empujó al hombre que le acorralaba, como le cogió con la guardia baja este retrocedió sorprendido. Momento que Tamein aprovechó para correr y salir del club. Al pasar por la puerta, la brisa le golpeó la cara y le ayudó a despejar su mente del alcohol. Pero las lágrimas no se le borraron y mirando al cielo maldijo a Minho.

 

Le maldijo por ser capaz de hacerle daño aun en su ausencia. Y al mismo tiempo mirando las estrellas deseó poder verle nuevamente.

 

.-*-. .-*-. .-*-. .-*-. .-*-. .-*-. .-*-. .-*-. .-*-.

 

-          Minho, ¡tienes que detenerte! –Kibum le tomó de las solapas y le sacudió con fuerza -¿no crees que estamos ya lo suficientemente preocupados? ¡no nos ayudas con esto!

 

-          ¡Ya no puedo soportarlo! –el moreno se dejó zarandear por Key y le miró con los ojos hinchado pera secos -¡no puedo seguir sin Taemin! Debe haber alguien, alguien a quien hemos olvidado y que Taemin contactara.

 

-          Te hemos dicho todos los nombres que conocíamos –Jonhgyun tomó a Kibum de las manos y le obligó a soltar la camisa del mayor –Jinki también ha llamado a todos sus conocidos. Pero no podemos hacer más.

 

-          ¿Y si le pasó algo?  ¡Si tuvo un accidente o le hicieron daño?

 

-          ¡Te dije que dejaras de decir esas cosas! –Key estaba con los nervios a flor de piel y las lamentaciones de Minho le aguijoneaban aún más –él está bien, yo lo sé.

 

-          Amor –Jonghyun le abrazó y le miró fijamente, tranquilizándolo –creo que es hora que llamemos a hospitales e incluso… a las morgues. Debemos intentarlo. Debemos seguir y buscándolo.

 

En toda la semana, los amigos de Taemin habían tratado de localizarlo, pero hasta entonces no habían tenido éxito. Llamaron al padre de Taemin, pero él vivía en Estados Unidos, y le había asegurado a Minho que no había visto ni hablado con su hijo últimamente. Taemin no tenía más familia, nadie que Minho conociera.

 

Y al descubrir eso, sólo se sintió más miserable. ¿Cuántas veces le había insistido a Tae viajar para conocer a toda su familia? ¿Cuántas veces le había pedido que conociera a sus amigos? Pero él se había interesado muy poco por sus relaciones familiares más allá de lo superficial.

 

La vida se le escapaba de las manos y estaba a punto de perder la cordura por todo el cúmulo de emociones y situaciones que le desgañitaban.

 

Desde el viernes pasado en que Taemin había huido. Minho le buscó sin cesar, pero sus pesquisas no habían dado resultados. Desesperado, recurrió a los amigos cercanos de Taemin, pero ninguno le había visto. Les contó lo sucedido, y les aseguró que todo era un malentendido. Key estuvo a punto de sacarle los ojos, pero cuando vieron las lágrimas y el temple destruido de Minho, le creyeron y le ayudaron. Desde entonces estaba medio viviendo en la casa de Kibum y Jonghyun, sólo regresaba a su departamento a recoger alguna muda o algo que necesitara. Pero cada vez que entraba la mente se le destrozaba. Su esencia estaba en cada rincón y le extrañaba demasiado. Por el cuidante sabía que Taemin no había regresado, pero tenía indicaciones de avisarle de inmediato si eso sucedía.

 

Minho se acercó a la ventana del departamento, y mientras escuchaba como Jonghyun hablaba por teléfono, miró las estrellas. Sus ojos estaban secos de tantas lágrimas ya derramadas, pero sentía el escozar del nuevo llanto aproximarse. Le rogó al cielo que cuidara de Taemin y que pronto le trajera a su lado.

 

Porque no sabía hasta cuándo podría seguir de esa manera. Sin vivir ni sentir, sólo extrañando.

Notas finales:

Disculpas por la tradanza.

Gracias por los comentarios, nos vemos mañana :)


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