Obito va caminando por la calle con semblante feliz, se dirige a su casa después de un arduo día de trabajo. Realmente no le importa, el cansancio y eso, porque le gusta lo que hace, no, lo ama. El arte de cocinar era su vida. Sonríe como tonto al recordar el cómo se interesó en aprender a cocinar.
Obito tenía 5 años y no sabía que hacer para el cumpleaños de su tío Madara que se acercaba. Siempre había pensado que era un amargado con cara de estreñimiento, pero su mami siempre le decía que no se dejará llevar por las apariencias y que aunque no lo creyera su tío se había metido al hospital sin permiso de visita -valiéndole mierda todo- para verlo. Oh, eso le recordaba que quizá debería hablar con el niño raro con cara de aburrimiento que visitaba el mismo parque que él.
El niño se sienta con pesadez en el columpio que está en su jardín, frunce el ceño y pone la mayor cara de concentración que ha puesto en toda su corta y muy buena vida. Tiene la posibilidad de preguntarles a su mamá y a su tío Izuna, pero no quiere, eso sería como una derrota ¡Y Obito Uchiha nunca se rinde! Sabe que su mamá y su papá van a llevar regalos en nombre de los tres, pero no, él quiere darle algo personal. Tal vez así logren llevarse mejor y ya no tenga esa cara de amargado de siempre, debería comer algo dulce… Un momento… ¡Eso era!
El pelinegro niega levemente con una sonrisa en el rostro al recordar aquello, al principio pensaba hacerle algún postre, pero como nunca había cocinado desistió al aniquilar al onceavo chocolate. Al final terminó llevándole unos huevos revueltos, con cascarás incluidas y mucha azúcar -seguía pensando que necesitaba algo dulce- la cara de todos fue épica cuando Madara se comió todo con el mismo semblante serio de siempre y después le despeinó el cabello. No cabe mencionar que su abuela y su mamá tomaron muchas fotos.
Uchiha sonríe al ver a Kakashi apoyado cerca de una pared esperándole, a final de cuentas le había hablado al niño raro. Mete las manos en los bolsillos de su abrigo y apura el paso en dirección del peliplatedo que ya le regresaba la mirada con una sonrisa floja en los labios que el cubre bocas que lleva le impide ver.
-¿A qué hora se abren?-frunce el ceño confundido hasta que cree entender y se gira con una sonrisa hacia el grupo de tipos que están en una esquina.
-Bueno, si es de…-no puede terminar de decir los horarios de su restaurante cuando Kakashi se lo lleva prácticamente arrastrado después de fulminar a los tipos con la mirada quienes retroceden un poco. Nadie quiere ver a Kakashi enojado.
-No andes contestándole a esa gente, podrían meterse a robar- “tu virginidad” termina mentalmente.
Uchiha hace una especie de puchero que Hatake encuentra malditamente encantador-. Como sea, vamos a mi casa.