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Entre girasoles por Killary

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Úsame como desees

Tira de mis hilos solo por diversión

Sé que estaré bien

Aunque mis cielos se tornen grises

(Your Guardian Angel – Red Jumpsuit Apparatus)

 

 

 

10. Siempre

 

 

 

Termino de abrocharme la camisa. Busco mi saco y me lo coloco. Meto la corbata en mi bolsillo, no pienso regresar a la oficina. Me levanto y termino de arreglarme. Abro la puerta y salgo.

 

—Entonces, ¿nos vemos en una semana? — Me preguntan amablemente.

 

—Sí. — Respondo con una sonrisa. — Hasta luego.

 

—Hasta luego señor Galliani.

 

 

Salgo a la calle y el viento frio me golpea la cara. Empiezo a caminar alejándome de aquel lugar. Mi celular vibra y  por la hora ya puedo imaginar quien es.

 

—Bonjour? — Contesto con una risita.

 

—Bonjour chérie.  ¿Cómo te encuentras?

 

—Bien… — Entro a una pastelería sin dejar de hablar. Elijo un pastelillo y un vaso de chocolate caliente. — Me hicieron otras pruebas más, todas de rutina… Es tan aburrido… — Busco un puesto libre, a esta hora el local está casi lleno. Tengo suerte y encuentro una mesa alta desocupada casi en un rincón.

 

— ¿Qué te dijeron?

 

—Ya sabes, lo de siempre, debo relajarme, demasiado trabajo, bla, bla, bla… — Una vez con mi pedido, me acerco al lugar y me siento sobre el banco dando un suspiro.

 

Deja de tomártelo a la broma, Ezio. — Su voz molesta.

 

—Vamos Etienne no exageres. — Doy un mordisco y siento que el bollo se deshace en mi boca. — Estoy bien. — Termino de decir con la boca llena.

 

Italiano cabeza dura. — Me reprende.  — ¿Se lo dijiste a Rodrigo?

 

—No. ¿Para qué preocuparlo? No es nada. — El chocolate está extra dulce, como me gusta. Lo tomo con cuidado, soplando para no quemarme.

 

Eres terco Ezio. — Sigue reprendiéndome. — Sabes que debes decírselo.

 

—Es una estupidez, Etienne. No voy a preocuparlo ahora por una tontería. Ya te dije que está construyendo una relación con su hijo…

 

No le va a gustar que le estés ocultando cosas…

 

 

Hace unos meses sentí una pequeña molestia en el pecho así que luego de pensármelo mucho vine a hacerme un chequeo. Estrés me dijeron. Bueno, era lógico. Me la pasaba trabajando para mantenerme ocupado y no sucumbir ante la tristeza que me producía estar lejos de Rodrigo. No podía darme el lujo de estar gimoteando y rogando por su compañía. Tenía que ser fuerte. Debía ser fuerte.

 

 

 Él se había quedado en Sudamérica tratando con todas sus fuerzas de ganarse la comprensión y el cariño de su hijo. Con esfuerzo lo estaba logrando. Rodri iba por muy buen camino. Ya me había contado que le dijo todo a Jair y al parecer lo comprendió. Conversaban seguido y se estaban conociendo cada vez más. Era tal la confianza que había logrado en este año que hasta pudo convencerlo a aplicar para el examen de la universidad en Norteamérica. Si todo seguía tan bien estaba seguro que pronto iría a estudiar allá… Y si eso sucedía, tendría que seguir manteniendo un perfil bajo y darle más espacio… Es que luego de su encuentro y al saber que Rodri pasaría muchísimo tiempo en Sudamérica, decidí viajar a Italia a ocuparme de las sucursales de este lado del continente. Necesitaba el trabajo para no pensar en la soledad…

 

 

En todo este tiempo nos habíamos encontrado varias veces, por unos cuantos días… Estaba diferente… Parecía que Rodrigo se estaba alejando de mí… Era como si me prestara menos atención, como si no le importara como me sentía… Todo giraba en torno a su hijo…  Nos reuníamos en nuestro departamento y Rodri se la pasaba contándome sobre su hijo, Jair esto, Jair aquello… Me alegraba por él pero… No sé… Me sentía excluido… Extraño… Ajeno… Vivía su felicidad y no me invitaba a ser partícipe de ella… A veces,  como si por un momento supiera lo que pensaba,  me decía “ya lo conocerás, dame un poco más de tiempo…”  ¿Qué podía hacer? “Tómate todo el tiempo que necesites.” Respondía con una sonrisa… fingida a la perfección.  Quizá si él me hubiera mirado con un poco más de atención, se habría dado cuenta de cómo me sentía en realidad.  Pero no… Simplemente no se percataba. Seguía hablando con alegría, con entusiasmo, con un brillo que hace tiempo no tenía… Mientras yo asentía, lo escuchaba atento y reía con él…  Rodrigo se escuchaba más que feliz. Y eso era lo importante para mí, que él sea feliz… ¿Verdad?

 

 

Eres mi prioridad

 

Eres mi vida

 

Lo eres todo

 

Te amo

 

 

Palabras… Simples palabras que se iban quedando atrás. Que iban desapareciendo…

 

 

Comencé a guardar mis sentimientos muy bien. Frente a él, yo era puro sonrisas. El hombre comprensivo, el apoyo incondicional, el compañero perfecto… Sólo en la soledad de mi departamento en Italia me permitía soltar todas mis emociones. El dolor, la angustia, la tristeza…

 

 

Me aislaba sin darme cuenta. Pero este francés metiche lo notó. Me encaró una tarde preguntándome que era lo que me pasaba… Obviamente negué todo.

“Estoy perfectamente” respondí con seguridad.

“Eres pésimo mintiendo, chérie. Pero respetaré el que no quieras contármelo. Cuando estés preparado, ya sabes… Cuenta conmigo.”

Etienne se convirtió en mi gran amigo, mi aliado. Cuando empecé con las molestias, acudí a él. Me acompañó, me escuchó, me animó.  No sé qué hubiera hecho sin este francesito loco. Aunque ahora me tenía cansado con eso de que le diga todo a Rodrigo… ¿Cómo podría?... No soy capaz de romper su burbuja de felicidad para llenarlo de mis problemas… Imposible…

 

 

—Aún sigo aquí, eh… — La cantarina voz de Etienne me saca de mis pensamientos… Me había perdido en ellos un buen rato y olvidé que estaba hablando por el móvil con él…

 

—Lo siento… — Hice a un lado el vaso de chocolate y el pastelillo. Mi apetito se había esfumado.

 

—Tengo que trabajar… ¿Nos vemos luego?

 

—Sí, claro. Te llamo.

 

Oh no, ese cuento ya me lo conozco. — Reímos a la vez. — Te llamo cuando termine las clases…

 

—Está bien. Nos vemos.

 

Ciao chérie.

 

 

Me levanté de la mesa, cogí mi inconclusa merienda y la arrojé a un tacho de basura mientras caminaba a la salida.  Me subo el cuello del abrigo para protegerme del viento y con las manos metidas en los bolsillos me enrumbo a mi departamento.  Tengo ganas de caminar para despejarme un poco. Ya me han dicho que debo distraerme así que haré caso.

 

 

Luego de casi 30 minutos de caminata llego a mi destino. Subo hasta el cuarto piso usando las escaleras.  Estoy sudando. Entro y voy directo al baño. Luego de una ducha reparadora y ya enfundado en un chándal cómodo, me siento frente al computador a trabajar un poco. Hoy con eso de la cita médica no me he aparecido en la oficina. Así que aprovecharé en avanzar un poco el trabajo.

 

 

Cuatro horas después, ya casi cuando la tarde está cayendo suena mi móvil.  No lo cojo. Seguro es Etienne y tengo ganas de hacerlo rabiar un poco, él detesta que no le contesten de inmediato. Al quinto intento contesto con una risita.

 

—Pronto?...

 

—Ezio… ¿Estás bien? — La sonrisa se me borra del rostro al escuchar esa voz.

 

—Rodrigo… Si, disculpa, estaba en la ducha. — Miento. — ¿Cómo estás? ¿Cómo va todo con tu hijo? — Un nudo se me forma en el pecho. Lo extraño tanto…

 

Bien. ¿Cómo estás tú, amor? — Me toma de sorpresa… ¿Hace cuánto que no me pregunta cómo estoy?  ¿Hace cuánto no me dice amor?...

 

— ¿Cuándo te llamó? — Pregunto en tono seco.

 

—Qué…

 

—Etienne… ¿Te lo dijo, verdad? — Un silencio me lo confirma. — No debió hacerlo… No es nada…

 

— ¿No pensabas contármelo?

 

—Dije que no es nada, no valía la pena preocuparte con una tontería.

 

—Salgo mañana para allá.  — Esa voz que no aceptaba replica.

 

—No es necesario Rodrigo…

 

Si lo es. Pongo todo en orden aquí y salgo en el primer vuelo de mañana… — No quería… estaba tan bien con su hijo… Venir hasta aquí es demasiado… Luego se quedaría… Quizá sin quererlo realmente… Con los días empezaría a extrañar a su hijo… Posiblemente empiece a verme como el culpable de su separación… Mi culpa… No…

 

—Iré yo… — Era mejor, pasaría unos días hasta tranquilizarlo y volvería aquí… solo… como siempre… — Ya terminé las cosas, iba a regresar en un par de días de todas formas… Te aviso en cuanto llegué a nuestro departamento y…

 

No… — Me interrumpió. — Ven aquí… — Me quedo sin aliento. ¿Quiere que viaje a Sudamérica?…  — Es tiempo que mi hijo conozca a la persona que amo…

 

—No creo que…

 

Ven Ezio… No hagas que vaya por ti y te traiga a rastras… — Tragué fuerte… — Por favor… Tenemos tanto de que hablar…

 

—Yo…

 

Ezio…

 

—Iré… — Mis manos comenzaron a temblar. — El fin de semana estaré allí…

 

Te espero… Te amo, no lo olvides…

 

—También te amo…

 

Acabamos la llamada. Me siento sobre el sofá sin soltar el móvil. Sigo temblando. Joder, parezco un adolescente que irá a su primera cita.  Mi celular vuelve a sonar y lo suelto del susto. Mierda. Lo recojo nervioso y viendo en la pantalla el nombre contesto más seguro.

 

—Francés metiche… — Escucho una carcajada.

 

— ¿Así que ya te llamó? Que rápido es…

 

— ¿Por qué tenías que contárselo? — Reprocho.

 

Porque tú nunca lo ibas a hacer… — Guardo silencio… Tiene razón… — ¿Ves?

 

—Aun así… No debiste…

 

—Bueno, lo hice y punto… No me lo agradezcas… — Maldito  egocéntrico… — Y entonces…

 

—Viajo el fin de semana… Voy a… Voy a conocer a su hijo…

 

—Por fin…

 

 

 

+++++++++++++++

 

 

 

— ¿Ya pensaste en mi propuesta? — Pregunto. Jair está sentado frente a mi bebiéndose un capuchino en la cafetería que solemos frecuentar. Nuestra relación ha avanzado a pasos agigantados y puedo decir hoy por hoy que llevamos una relación amical. Aceptó mi propuesta de aplicar la solicitud de ingreso a la universidad en Norteamérica y fue aceptado. Ahora se debatía entre aceptar viajar conmigo a estudiar allá.

 

—Aun no… — Le doy un sorbo a mi café. Esta conversación la hemos tenidos muchas veces.

 

—Jair, es una buena oportunidad. Piensa en tu futuro.

 

—Lo sé, solo que…

 

— ¿Es por tu novio? — Agacha la cabeza, avergonzado. Lo conozco bien, sé que di en el clavo. — Si él te ama estará muy contento por esta propuesta.

 

—Es que en estos momentos nosotros estamos algo… distanciados. — Con razón últimamente anda algo raro…

 

—Deberías hablarlo con él. Tienes que tomar una decisión. Tengo que viajar el próximo mes y me gustaría que vengas conmigo para inscribirte y dejarte instalado.

 

—Además el dinero…

 

—Te he dicho que no te preocupes por eso. No es que te esté regalando nada. — Le digo serio. No entiende que necesito hacer más por él, que quisiera darle todo… Que la empresa entera será suya en un futuro… Pero debo ir poco a poco. — Sabes que me devolverás todo cuando trabajes en la empresa. — Trato de convencerlo.

 

—Dame una semana más por favor. — Suplica. Enarco una ceja mirándolo fijamente…

 

—Está bien. Pero deja de dar largas.  Habla con él de una vez. — Saco mi billetera y dejo el dinero del consumo sobre la mesa. Hoy es un día especial y estoy con el tiempo justo.  — Tengo que irme volando al aeropuerto, hoy llega Ezio. — Le digo sonriendo mientras le guiño un ojo. Le había contado sobre mi relación con el italiano y como se dieron las cosas, ya sabía que venía a conocerlo.

 

—Disfruta tu noche. — Al verlo reír me emociono. Le revuelvo los cabellos como si fuera un niño pequeño a pesar de tener ya 20 años.

 

—Nos vemos mañana. — Me despido moviendo la mano mientras voy hacia la salida.

 

—Hasta mañana. — Me devuelve el gesto.

 

 

Salgo y me dirijo al auto. Entro y arranco presuroso. El vuelo de Ezio debe  estar al llegar. Estoy deseoso por verlo, por abrazarlo, por besarlo, por sentirlo… Sé que lo he dejado a un lado por mucho tiempo debido a mis ganas desesperadas de acercarme a Jair, de lograr su perdón, de ganarme algo de su cariño… Por casi un año mi hijo se convirtió en prioridad sin darme cuenta. Ezio tampoco dijo nada, siempre era comprensivo, me dio espacio, libertad, no me exigía ni me reclamaba… No me di cuenta de nada hasta que Etienne me llamó y me contó por lo que pasaba… Lo había dejado a un lado sin querer… Lo sentía tan seguro, tan mío… Me despreocupé de él… Y ahora Ezio callaba, se guardaba las cosas dentro, me excluía de sus problemas así como yo lo estaba excluyendo de los míos…

 

 

Llego al aeropuerto y estaciono el auto. Busco en el panel los arribos y veo que su vuelo ya llegó. Paseo mis ojos por la gente que llena el lugar… No lo encuentro. Decido salir y esperarlo fuera, es más fácil ubicarlo de esta forma.

 

 

15 minutos después lo veo salir.  Camina sumido en sus pensamientos, mirando a la nada. Creo que no se imagina que estoy esperándolo. No habíamos quedado en nada, no le dije que vendría a recogerlo… Dios, es  que no puede haber ser más perfecto en el universo entero… Su cabello marrón rizado y corto  se mece con el viento. Sus ojos… ¿Anteojos?... ¿Desde cuándo Ezio usa anteojos?... Otra cosa más que no me ha dicho… Se detiene y los guarda. Veo que se soba los ojos con una mano. Está cansado. Retoma la marcha sin notar aun mi presencia.

 

 

Su caminar es lento. Como si tuviera una carga pesada en los hombros. Su mirada perdida.  Me acerco un poco más y con ganas lo llamo.

 

— ¡Ezio!

 

 

 

+++++++++++++++

 

 

 

Los días pasan volando. Y como en un sueño que se me antoja con tintes de pesadilla, ya estoy en aquella ciudad a un paso de conocer al hijo de Rodrigo. Camino entre la gente hacia las bandas y busco mi valija.  Estoy nervioso. Cuando por fin la encuentro la cojo y salgo a paso lento del aeropuerto. Busco mis lentes en el bolsillo de mi chaqueta y me los pongo para poder leer la información de los tableros de la parte exterior.  Tomaré un taxi y me iré a cualquier hotel. No quedamos en nada concreto con Rodrigo, supongo que ya mañana podré llamarlo. Es casi media noche y la verdad estoy demasiado cansado.

 

 

Una vez que escojo la empresa que usaré para movilizarme, vuelvo a guardar los anteojos en su lugar.  Sólo los uso para leer. Me froto los ojos para animarlos a seguir abiertos un poco más.  La verdad es que estoy a punto de colapsar. Estos últimos días han sido muy estresantes. Y si a eso le sumo la ansiedad que sentía al saber que tendría que venir aquí… Pues casi no he pegado el ojo.

 

 

Camino con esfuerzo. Espero que esta noche pueda dormir algo… Aunque de sólo pensar que conoceré al hijo de Rodri… Joder, malditos nervios…

 

— ¡Ezio!... — Giro y lo veo parado a un lado con una gran sonrisa.  Sonrío también y compongo mi perfecta fachada. No debo preocuparlo de más, ya bastante hizo Etienne contándole cosas innecesarias.  Camina rápidamente hacia mí y me abraza tomándome desprevenido, haciendo que suelte la maleta. La opresión en mi pecho crece dificultándome el respirar con normalidad. Aun así, me obligo a moverme y mis brazos le devuelven el abrazo. — Te extrañé tanto…

 

—Apenas nos vimos el mes pasado… Exagerado… — Articulo con una risita ensayada… Aunque la emoción me embarga. Pasan los minutos y sigo entre sus brazos. Las personas que pasan a nuestro lado se quedan mirándonos… Me remuevo incómodo. — Rodrigo…

 

—Te extrañé tanto… — Vuelve a susurrar y me besa… Me quedo en shock, inmóvil sin poder reaccionar… Es un contacto suave, dulce, delicado… Por fin se separa de mí con una sonrisa. Parece que le hace gracia ver la cara de asombro que tengo. — Vamos…

 

 

Toma mi maleta y tira de mí llevándome hacia su auto. Voy con la cabeza gacha para evitar encontrarme con alguna mirada desagradable. No sé que pretende Rodrigo… Viajamos en silencio y entramos de igual manera al departamento. Hace mucho tiempo que no piso este lugar.  Está tal como lo recuerdo.

 

 

Me dirijo a la habitación, no quiero conversar de nada, solo quiero dormir… Rodrigo me sigue, entra y deja la maleta a un lado del closet. Me quito la chaqueta dejándola a un lado.

 

—Ezio…

 

—Hoy no Rodrigo… Estoy demasiado cansado… — Lo detengo mirándolo de frente. — Déjame darme un baño y dormir. Mañana conversaremos todo lo que quieras… Por favor… — Intento no parecer brusco. Es que simplemente no me siento capaz de sostener más la fachada de tranquilidad.  Tengo que desconectarme de todo por unas horas. No puedo pensar en otra cosa. Necesito descansar.

 

—Está bien. — Acepta tranquilo. Busco en mi maleta una pijama, la tomo y me dirijo al baño. Luego de una ducha reparadora regreso a la habitación. Rodrigo está acostado de lado y cubierto por la sábana.  Parece que estuviera ya dormido. Apago la luz y me meto en el lado de la cama que me corresponde.

 

 

Me quedo tendido con los ojos cerrados tratando de conciliar el sueño. Estoy extenuado… Totalmente fatigado…  Entonces… ¿Por qué no puedo dormir?... Maldición… Me remuevo un poco con cuidado tratando de no molestarlo. En el silencio escucho el tic tac del reloj y la respiración acompasada de Rodri… Me giro de lado y abro los ojos tratando de enfocarlos en la oscuridad. Su cabello rubio, su espalda fuerte, su cuerpo delgado… Tengo ganas de estirar la mano y acariciarlo. Hace tanto que no compartimos cama… Doy un suspiro y vuelvo a darle la espalda. Es mejor dejar de mirarlo para evitar la tentación.

 

 

En un segundo tengo los brazos de Rodrigo rodeándome. Me pegan a su cuerpo. Me tenso un poco y sin querer realmente trato de zafarme de su agarre. 

 

—Perdóname Ezio, he sido un tonto… — Su voz ronca como en un murmullo golpea mi oído. Me paralizo. — Sé que te he dejado de lado, sé que no te he estado prestando atención…

 

—Rodrigo…

 

—Shhh… No digas nada… He cometido un gran error, lo sé… Te alejé, te excluí de mi lucha, te aparté de esta parte importante de mi vida… Te sentí tan seguro… Siempre allí, siempre mío… No debí descuidarte… Eres lo más importante para mí, te lo he repetido muchas veces pero creo que nunca serán suficientes… Eres mi vida… Lo eres todo… — Sin poder evitarlo siento que una lágrima se me escapa. Su abrazo se vuelve más fuerte al sentirme ahogar un suspiro. — Nunca más mi amor, lo juro… Nunca más… Perdóname por favor… Perdóname…

 

Me giro ansioso dejando libres mis emociones. Lo abrazo con desesperación mientras escondo mi rostro lloroso en su pecho.

 

—No vuelvas a dejarme… No vuelvas a dejarme… — Gimoteo cogiéndome con fuerza de la camiseta de su pijama.

 

—Nunca más…

 

 

Los minutos pasan y me calmo de a pocos. Rodrigo no ha dejado de acariciar mi espalda susurrándome todos los “te amo” que en este pasado año no me dijo.  Repitiéndome que soy su vida. Todos mis temores se disuelven con su voz. Toda mi soledad desaparece con su toque. Todo el frío se disipa con su calidez. Toda mi alma renace con su aliento.  Sus latidos se vuelven los míos.

 

— ¿No puedes dormir? — Susurra en mi oído.

 

—No… Yo… — No quiero… Hace tanto que extrañaba esto que no me permito dormir… Quiero disfrutar cada segundo…

 

—Yo tampoco… — Vuelve a girarme suavemente pegando mi espalda contra su pecho. Me dejo hacer sumiso. Besa la parte descubierta de mi cuello y me estremezco.  Sus manos buscan las mías y las toman a la altura de mi pecho. — Intentémoslo así… — Su voz se va perdiendo mientras su aliento choca en mi piel. — Cierra los ojos, déjame tocarte ahora… — Canta bajito. — Déjame darte algo que es real… — Acomodo mi cuerpo al suyo sintiendo como encajamos. Inhalo fuerte en un suspiro llenando mis sentidos de su aroma.  — Cierra la puerta, deja tus miedos detrás… Déjame darte lo que tú me das… — Me arrulla con su voz mientras me acuna entre sus brazos… Es tan placentero…

 

 

Cierro los ojos y caigo dormido al instante.

 

 

 

+++++++++++++++

 

 

 

El encuentro no fue en el mejor momento como  yo esperaba. Jair había discutido con su novio y, según me dijo, se habían dado un tiempo. Eso lo deprimió muchísimo. Aunque intentó ser el chico alegre y cordial que siempre era, la tristeza que llevaba dentro se lo impedía. Y mis intentos por levantarle el ánimo por más esfuerzo que puse  fueron fallidos. Por lo menos hasta aquella tarde en que los presenté.

 

 

Ezio y Jair se llevaron bien desde el primer instante en que se vieron. Fue increíble. Habíamos salido a almorzar y estábamos sentados en una de las mesas exteriores disfrutando del buen clima que nos sorprendió ese día. La conversación fluía asombrosamente. Ellos tenían tantas cosas en común… Nunca lo hubiera imaginado.  Vi como mi hijo dejaba esos ojos tristes para llenarlos de brillo y como su risa sincera se escapaba hermosamente de su boca. Por momentos me quedada embobado contemplando a estos dos bromear y reír…  Ezio le contó su propia experiencia. Él también había sido en su momento un intruso en un país desconocido. Ni siquiera sabía hablar bien el idioma. Pero con esfuerzo aprendió y salió adelante. “Te ayudaré en todo” le dijo.  Y eso fue suficiente. Luego de esa charla y lleno de entusiasmo Jair aceptó mudarse a  Norteamérica con nosotros y empezar sus estudios. Ezio consiguió en una tarde lo que yo no pude en semanas…

 

 

Un mes después estábamos instalados en nuestro departamento en Norteamérica.  Transformamos la habitación que usábamos de estudio en el cuarto de mi hijo. Era amplia y con un ventanal desde el cual podías llegar a ver la universidad. Y mudamos el estudio a un cuarto más pequeño que nos servía como almacén improvisado. Allí encontré mi viejo piano de 1/4. Ese que guardaba en la casa de mis padres. Ese que me había acompañado casi toda la vida. Ese que ahora había olvidado en un rincón.  Lo limpiamos cuidadosamente, lo afiné  y Ezio insistió en ponerlo en la sala. Teníamos espacio suficiente para hacerlo.  Así que pasó a formar parte de la decoración.

 

 

Al principio fue difícil. Ezio cumplió su palabra y ayudó a Jair a adaptarse. Le enseñó el idioma, la universidad, la ciudad, como moverse, como actuar…  Los dejé que se compenetraran, me gustaba verlos juntos. Entre los dos ayudamos a mi hijo con los estudios, apoyándolo al 100%. Aunque las primeras semanas por las noches escuchábamos el llanto de Jair. Me levantaba para ir a su lado pero Ezio me tomaba de la mano y me decía que necesitaba desfogarse, que necesitaba tiempo para sanar. Que no lo agobie y le de espacio. Fueron días complicados. Poco a poco  el esfuerzo dio sus frutos y  pudo concluir su primer ciclo satisfactoriamente.  Y también había dejado de llorar y se le veía más alegre. Comenzó a bromear mucho y a tomarnos de punto cuando nos veía discutir por boberías. Y es que a veces Ezio y yo peleábamos por tonterías. Que si había usado una de mis camisas favoritas, que si me coloqué su corbata de la suerte, que si movía de lugar mi billetera o yo su maletín… Vernos en esas acaloradas “discusiones” le causaba un ataque de risa a Jair.  Supongo que era natural discutir por nimiedades a las que no estábamos acostumbrados porque también de alguna forma estábamos volviendo a vivir juntos nuevamente.  Aunque luego del barullo venían las reconciliaciones.  Arrumacos, besos a escondidas… El sexo tenía que esperar a que estemos solos en el departamento…

 

 

Todo iba perfecto. Hasta que en las vacaciones del fin de su primer ciclo llegó la noticia que su hermana Miriam se casaba. Jair tenía que viajar a la ceremonia. Eso me puso muy inquieto, no quería que todo lo que habíamos avanzado se fuera por la borda al  volverse a ver con su madre. Tenía miedo que le vaya a decir cosas hirientes que le revuelvan el pasado que con tanto esfuerzo estaba superando… Pero no podía impedirlo. Era su hermana.

 

— ¿Tienes todo listo ya?

 

—Sí, ya guardé todo. Rodrigo… ¿Sabes que es la décima vez que me preguntas lo mismo? — Preguntó Jair con una sonrisa.

 

—Lo siento… Estoy algo nervioso… — Iba caminando de aquí para allá sin saber bien que hacer. Ezio había viajado a Italia hace dos días y volvería pasado mañana. No sabía que decirle ni cómo actuar… Trataba de pensar en lo que me diría Ezio… Algo así como “déjalo ser, no lo asfixies. Confía en tu hijo.”   Me detuve junto a la puerta viendo por enésima vez la maleta… Era pequeña, así que no se quedaría mucho tiempo…  Un suspiro me saca de mis pensamientos. Jair está parado al lado de la ventana. Me acerco despacio y noto que su respiración es irregular. Está llorando…

 

—Jair… — No soporto ver llorar a mi hijo. Siento que se me oprime el corazón. — No me gusta verte llorar… — Se lleva las manos al rostro como no creyendo en mis palabras.

 

—Lo siento, yo… — Balbucea algo  confundido. Lo abrazo con todo el amor que le tengo.

 

— ¿De veras no quieres que te acompañe? Ezio podría quedarse a cargo de todo y… — Trato de convencerlo. Me interrumpe. Lo siento erguirse y oculta su tristeza con una mueca que intentaba ser una sonrisa…

 

—No, no es necesario. — Me separo resignado revolviéndole los cabellos cual niño pequeño.

 

—Sabes que puedes llamarme en cualquier momento a cualquier hora. Iré por ti si lo necesitas. — Ofrezco con sinceridad.

 

—Lo sé. — Me responde esta vez con una sonrisa verdadera. —Vamos que ya es ahora de salir para el aeropuerto.

 

 

Salimos y lo llevo al aeropuerto en el auto. Me quedo con él conversando de cosas triviales hasta que llega el momento en que tiene que abordar su vuelo.

 

—No dudes en llamarme si lo necesitas… A cualquier hora… — Vuelvo a pedirle.

 

—Deja de preocuparte, lo haré. — Sonríe cálidamente. Nos damos un abrazo despidiéndonos.

 

—Cuídate hi… — “Hijo”…  Me callo antes de terminar de pronunciarlo. Recuerdo cuando se lo dije aquella vez y lo que me respondió… Sé que han pasado muchas cosas después, que nos habíamos conocido más… Pero no creo que algún día me permita llamarlo así… — Cuídate mucho, ¿ok? — Termino diciéndole con una sonrisa que me duele.

 

 

Regrese al departamento muy desanimado. No había dejado de pensar en su expresión cuando casi le dije hijo… La sola idea de que jamás pueda verme como su padre, de que jamás me perdone todo lo que le había hecho… No… Debo de dejar de atormentarme con eso. Ya bastante agradecido debo sentirme con tenerlo aquí conmigo. Con poder ayudarlo en algo con su futuro. Con sentirme su… su amigo.

 

 

Me quito la ropa tirándola sin ganas por cualquier lado. Hoy estoy solo así que nadie me regañará por el desorden. Entro a la cama y me obligo a dormir.

 

 

Recibo la mañana sin muchos cambios. Sigo decaído y sin ganas de nada. Estoy tan desalentado que decido no ir a la empresa. Me comunico con la oficina y pido que me envíen a mi correo todo lo que sea urgente de ver e  informo que no me apersonaré hoy. No tengo problemas, total soy el dueño, ¿no?

 

 

Hablo por teléfono con Ezio y le cuento todo. Trata de animarme pero esta vez no le funciona mucho. Lo nota y se preocupa. Me dice que viajará por la noche y que mañana a primera hora estará de vuelta. No lo detengo ni le miento diciendo que estoy bien… Cuando realmente no lo estoy y él lo sabe. Cuando lo que más quiero en estos momentos es refugiarme en sus brazos.  Ya habíamos pasado la etapa en que nos ocultábamos cosas. Nunca más, prometimos. Y no incumpliría esa promesa.

 

 

Me reconforta saber que dentro de poco Ezio estará a mi lado. Eso hace que pase el día algo animado. Me zambullo en el trabajo y paso casi todo mi tiempo frente al computador. Al anochecer ya mis ojos arden y me siento agotado. Me doy una ducha y decido tomar algo. Me preparo un café y un sándwich, me siento en la sala y enciendo la televisión para entretenerme viendo alguna cosa. Me encuentro con que trasmiten un recital de la sinfónica nacional. Me quedo pegado disfrutando de la música. Cuando el concierto acaba, apago el aparato. La nostalgia me embarga, dejo a un lado la taza y el platito que había usado, me levanto y camino despacio hacía mi antiguo piano. Paso melancólicamente mis dedos sobre su superficie como en una caricia. Levanto la tapa dejando a la vista las teclas blancas y negras. Me siento en el taburete y toco suavemente una, escuchando el sonido. Mi mente vuela en reversa. Soy un adolescente apenas, sentado frente a este mismo piano, en un cuarto insonorizado. No hay nadie a mí alrededor. Mis dedos se pasean y el sonido me inunda.

 

 

No sé cuánto tiempo me pierdo dentro de la música. Cuando regreso a la realidad ya son pasadas las 10 de la noche. Mi corazón y mi alma están más ligeros. Todo el peso que me agobiaba ha desaparecido. Tomo el móvil y marco el número de Jair, solo para cerciorarme que todo está bien. Luego de varios intentos por fin me coge la llamada.

 

—Rodrigo… — La voz de Jair se escucha tranquila.

 

— ¿Todo bien? Estaba preocupado, hace rato estoy intentando comunicarme contigo…

 

Lo siento, no me di cuenta… Deja de preocuparte que todo está bien…

 

— ¿Seguro? — Una pequeña duda me hinca.

 

Que sí. Quédate tranquilo, la estoy pasando bien, de veras.

 

—Me alegra… Sabes que cualquier cosa solo tienes que llamarme… — Suspiro relajándome ahora que sé que realmente está bien.

 

Lo sé.

 

—Bueno, te dejo tranquilo… Cuidado con beber demasiado, ¿eh?

 

No te preocupes… No te llegaré con la sorpresa de que gracias al alcohol tuve mis 15 minutos de hetero y que vas a ser abuelo… —Escucho su risa y no sé qué responderle… ¿Será un reproche?... ¿Será que en el fondo él me recrimina eso?...

 

—… Jair… yo… — Intento articular correctamente las palabras para poder pedirle perdón por todo lo que hice una vez más…

 

Oh no… Rodrigo, no te estoy recriminando. Lo siento, fue una broma estúpida… No quise hacerte sentir mal… — Se escucha nervioso. Me doy cuenta que verdaderamente no quiso echarme en cara aquella parte de mi pasado…

 

— ¿Así que te quieres pasar de listillo conmigo? — Bromeo tratando de que sepa que todo está bien. — Tranquilo, ve a divertirte… Y, por favor, si vas a tener esos 15 minutos… Usa preservativo. — Lo escucho reír fuerte al otro lado.

 

Vale, lo prometo.

 

—Cuídate.

 

 

Esta vez sí, me acuesto con una gran sonrisa y duermo plácidamente pensando que dentro de unas horas estaré junto a Ezio… Y sin mi hijo aquí podremos hacer el amor hasta hartarnos...

 

 

Juntos... Siempre...

 

Notas finales:

Disculpas por no actualizar el sábado. La verdad me enfermé y aunq sigo igual por lo menos ya puedo ver las letras del computador :) 

Bueno esta cap esta enlazado con el 41 y 42 de EUVMH. Siguen los copia y pega xD

La canción q susurra Rodri es Flames de VAST. 

Esto casi se acaba, solo un poco más.

 

Maripositas multicolores llenas de miel para tod@s


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