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Entre girasoles por Killary

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Sólo tú puedes borrar el dolor que tengo en mi

Hacerlo que muera y no dejarme morir

Dime lo que quiero oír… mentiras, dolor sin fin

Pero no te irás de aquí… no puedo vivir sin ti

(Sólo Tú - Apocalyptica Ft. Erik  Canales)

 

 

 

9. Tiempo

 

 

 

Todo era distinto ahora. Desde aquel día en que llamó la madre de Rodrigo, Paula, y contesté el teléfono. Mis presentimientos fueron ciertos. Su padre tuvo un nuevo derrame y se había puesto muy mal. Regresamos inmediatamente.  Rodrigo se mantuvo firme y sereno durante todo ese tiempo, a pesar de que sabía que en el fondo estaba muy afectado.  Decidimos que lo mejor sería que se mudase a casa de sus padres, para estar cerca de ellos ya que era hijo único.  Siendo Diego, su padre, un caso terminal, optaron por tenerlo en casa para que pase sus últimos días junto a ellos. Claro que convirtieron su habitación en un pequeño hospital, con todo lo necesario.

 

 

Un día de esos en que había ido a visitarlo y me encontraba fuera de la habitación mientras que el médico explicaba algunas cosas a Rodrigo dentro, Paula se me acercó y me pidió que la acompañase. Se me hizo extraño, pero accedí. Entramos al despacho y cerró la puerta.

 

—Aléjate de mi hijo. — La escuché decir sin siquiera voltear a mirarme. Me quedé sorprendido imposibilitado de articular palabra. — No te quiero cerca de él, y no quiero que vuelvas a esta casa.

 

—No te entiendo…

                                                                                                                                            

— ¿Creías que no nos enteraríamos?... — Mierda… ya se a lo que se refiere…

 

—Paula, yo…

 

—No te traje aquí para pedirte explicaciones. — Esa voz dura y esa mirada fría, igual a la de Rodrigo… — Puedes hacer lo que quieras con tu vida, sólo no involucres más a mi hijo.

 

—No es como lo piensas…

 

—No quiero saber… ¿Cuánto quieres para desaparecer? — Abrí la boca dispuesto a mandarla al carajo… Pero no podía… Era la madre de Rodrigo… No podía gritarle, replicarle o discutir con ella…  Y menos en estos momentos en que su esposo estaba agonizando al lado… Me mordí la lengua con impotencia. La vi acercarse al cajón del escritorio, abrirlo, sacar una chequera y escribir algo en ella.  Arrancó el cheque y estiró la mano alcanzándomelo…

 

—No… — Negué con un movimiento de cabeza. — No quiero dinero… Yo… Me alejaré de él… Lo prometo… — Tomé aire tratando de mantener la calma.  — Sólo… sólo no le digas nada…

 

—Bueno, por lo menos tienes algo de decencia después de todo… — Dijo mientras guardaba el cheque de vuelta en el cajón.  — No le diré nada, pierde cuidado.

 

—Paula… Realmente quiero a Rodrigo y…

 

— ¡Cállate! —  Sentí la palma de su mano chocar contra mi mejilla. Más que dolor físico era un dolor por dentro… Como si me apuñalaran el alma… — No quiero saber de tus asquerosidades… Cómo pudiste… Te abrí las puertas de mi casa… Confiábamos en ti…  Y tú… Tú… Vete…— La vi temblar de rabia…

 

—Paula…

 

— ¡Lárgate!

 

 

Salí del despacho aguantándome las ganas de llorar. Felizmente Rodrigo aún seguía con el médico. Abandoné la casa, tomé un taxi y me dirigí a nuestro departamento.  Recién cuando estuve protegido dentro, pude permitirme el desfogar todo el dolor que las palabras de Paula me habían ocasionado.

 

 

¿Es que siempre sería así? Tener que esconder nuestra relación para no ser rechazados... Pero ella es su madre... ¿No podía alegrarse sabiendo que su hijo es feliz? ¿Que está enamorado y es plenamente correspondido? ¿Qué más da si somos hombres?... ¿Por qué mierda tiene que importar tanto eso?... ¿Por qué?... Lloré con rabia hasta que no quedaron más lágrimas que expulsar. Hasta que pude calmar un poco mi convulsionado corazón.

 

 

Más calmado pensé las cosas y tomé una decisión. No iba a permitir que por mi culpa Rodrigo se separe de sus padres en estos momentos en que tanto lo necesitaban... “Mi culpa…” sacudí la cabeza. Hace ya mucho tiempo que había olvidado esa sensación de tristeza y soledad… No quería recordarla… 

 

 

No. Él se quedaría con su familia. No lo alejaría. No puedo cargar con ese peso... No podría cargar con la culpa...

 

 

Viajaría poniendo de excusa el trabajo. Estaba seguro que Rodrigo no sospecharía nada, estaba tan ocupado con las cosas de sus padres que en estos momentos era yo quien prácticamente veía los asuntos de la empresa.  Así pondría distancia entre los dos.

 

 

Cuando Rodri me llamó esa noche, como siempre, le dije que debía viajar a una de las sucursales, que se había presentado un pequeño problema y era mejor ir a ver todo de cerca. Al comienzo se preocupó un poco y tuvo la intención de acompañarme, pero lo convencí rápidamente de no hacerlo.

 

—No tomará mucho  tiempo, déjalo en mis manos. — Le dije tratando de sonar seguro y jovial como siempre.

 

—Confío en ti, solo es que no me gusta que estemos mucho tiempo separados…

 

—Volveré pronto… Sabes que en estos momentos tus padres son prioridad…

 

—Tú siempre serás mi prioridad… Pero entiendo, no te preocupes. No tardes mucho.

 

—Lo prometo. — Mentí.

 

—Te amo.

 

—Adiós… — Colgué sintiéndome mal por no poder decirlo y por no poder sincerarme… Pero era mejor así…

 

 

Viajé al día siguiente y me  zambullí completamente en el trabajo. De una ciudad iba a otra, de un país a otro, sin descanso. Rodrigo me llamaba muchas veces y trataba de contestarle lo menos posible poniendo como pretexto reuniones o cansancio.  Cuando decía que viajaría a mi lado, le respondía que en un par de días regresaría… Cosa que no era cierta.  “Se presentó una situación en tal sucursal, solo tomará una semana a lo mucho…” Era mi pretexto.

 

 

Pasaron  3 meses cuando recibí un mensaje de Rodrigo. Su padre había fallecido… Mi primer impulso fue regresar inmediatamente… Pero no podía… No debía… Sin embargo no pude evitarlo. Tomé un vuelo de regreso sin decirle.  Estuve en el sepelio mirando de lejos, como un criminal… Moría por acercarme, por estar a su lado, por poder tomar su mano… La visión de Paula a su lado era suficiente para acallar todos mis deseos.

 

 

Volví al departamento completamente cansado, y me tiré en la cama. Desde que regresé mantenía el móvil apagado. No tenía fuerzas para hablar con Rodrigo y mentirle una vez más. La verdad es que ya no tenía fuerzas para seguir separado de él. Lo extrañaba demasiado. Sin embargo debía permanecer firme. No podía olvidar que le había prometido a Paula mantenerme lejos de él… Maldición… ¿Qué podía hacer?...

 

 

Abrí los ojos algo desorientado. Me había quedado dormido sin darme cuenta. Me senté en la cama y lo vi. Rodrigo sentado en el taburete junto al buró, mirándome fijamente con esos ojos verdes y una expresión indescifrable…

 

— ¿Qué es lo que sucede? — Preguntó de pronto. Su voz acerada me causo un estremecimiento.

 

—Rodrigo… Yo… No sé a lo que te refieres… — Intenté hacerme el desentendido.

 

—Basta Ezio.  Sabes perfectamente de lo que hablo. — Se levantó, acercándose a la cama y se sentó a mi lado. — Te vi en el sepelio, ¿sabes?... Y encontré esto en casa...

 

—Yo… — Tragué fuerte. El cheque que aquella vez me ofreció Paula estaba en sus manos. — Lo siento…

 

—No me mientas, Ezio… No tú…

 

Simplemente no pude seguir… Se lo conté todo… Tuve que contarle todo... Sin poder mirarlo a la cara le relaté el porqué de mis decisiones.

 

—No tenías que ocultármelo…

 

—Son tus padres… Simplemente no podía…

 

—Tú eres mi prioridad, Ezio…

 

—Pero… ¡Es tu madre!...

 

—Y la quiero. Pero ella jamás va a regir mi vida, ni sabe que es lo que necesito para ser feliz…  — Acarició mi rostro. — Te necesito a mi lado... Eres mi vida…

 

—Creo que fui un estúpido…

 

—Bueno, no voy a negarlo.

 

—Oye… — Le di un golpe cariñoso en el brazo.

 

 

Hablamos mucho. Le pedí que se quedará junto a Paula, ahora que su padre se había ido ella iba a necesitar mucho apoyo. Y que no le dijera nada de lo nuestro. Me mantendría alejado como hasta ahora y dejaríamos que ella piense que realmente estábamos separados. Esa idea no le agradó nada. No fue fácil convencerlo pero al final aceptó. 

 

 

Pasamos los siguientes  años viviendo de esa manera. Él junto a su madre y yo en nuestro departamento. Nos veíamos a escondidas, como amantes clandestinos. Eso en vez de mellar en nuestra relación, la mantuvo muy viva. Fue como la  chispa que encendió nuestros deseos al máximo. Las pocas noches que lográbamos pasar juntos, eran fantásticas.  

 

 

Seguí viajando por periodos cortos. Rodrigo cortó toda relación de su madre con la empresa, primero para evitar que le llegasen noticias de mí y segundo y más importante era porque su salud se deterioró notablemente desde la partida de Diego.  Paula se fue marchitando poco a poco sin que nada ni nadie pudiera evitarlo. Como si las ganas de vivir se hubieran ido con él. 

 

 

En todo este periodo, Rodrigo sólo pudo viajar un par de veces a la ciudad de su hijo. Volvió a tener contacto con esa mujer… Claro, si no era tonta la víbora esa, no iba a perder tan fácil su minita de oro… Supuestamente arreglaron las cosas por el “bien de su hijo”… Si, seguro… Ahora Rodrigo tenía una nueva foto, una de su hijo junto a una muchacha, su hermana según me dijo… Debería tener unos 12 años ya… Tan parecido a esa odiosa mujer y con los ojos verdes tan hermosos como los de Rodri… 

 

 

 

+++++++++++++++

 

 

 

Mi madre falleció 5 años después que mi padre. Se marchitó ante mis ojos sin poder hacer nada al respecto. La depresión en la que se sumió luego del sepelio de papá fue terrible. Sólo espero que el haberme tenido a su lado durante ese tiempo si quiera le hubiera alegrado en algo. Sé que nunca fuimos una familia muy unida, pero cariño siempre hubo… Muy a nuestra manera, claro. Es por eso quizá que pude mantenerme sereno todo esté tiempo. Que pude aceptar la muerte de mis padres como algo natural, como algo inevitable. Me sentí triste, sí, pero no destrozado. 

 

 

 

Luego de haber estado tanto tiempo viviendo separados, pude volver a vivir con Ezio. Retomamos nuestra vida. Me dediqué en cuerpo y alma a recuperar el tiempo perdido.  Trataba de estar el mayor tiempo con él, viajar juntos, trabajar juntos, resolver los problemas juntos. Era mi vida y no permitiría que nada ni nadie nos separe ahora. Ya las personas de la empresa se habían acostumbrado a vernos tan cercanos y aunque jamás lo dijimos abiertamente sé que en el fondo saben que ese rumor que esparció hace años Maribel es cierto. Nunca lo negamos. Y nunca lo haríamos.

 

 

Las visitas a mi hijo se habían reducido a una por año. Me sentí un poco culpable pero en este momento mi relación con Ezio era prioridad. Además, de cierta forma, sabía que Jair estaba con gente que lo quería y que estaba bien… Eso pensaba… Hasta que en uno de mis viajes  lo encontré con el brazo escayolado. Tuve una terrible discusión con esa  mujer que se supone debía cuidar y velar por su hijo. Esa mujer que llevaba el título de madre. Pero la verdad, no actuaba como una.  Comencé a creer que realmente había cometido un gran error al dejar a mi hijo a su lado. Al confiar en que junto a ella tendría una familia normal, una familia feliz… ¿Era mi hijo feliz?... Luego de ese accidente me quede una semana para vigilarlo. No confiaba en ninguna de las explicaciones que me dio Maribel. Ese “se cayó por ser tan torpe” no me lo tragaba.  Fue en ese tiempo que descubrí que su hermana mayor se había mudado a otra ciudad y que Germán viajaba tanto por su trabajo que prácticamente no vivía en casa. Es decir, pasaba la mayor parte del tiempo junto a su madre… solo. Ella no lo quería como una madre debe querer a su hijo, eso era seguro… Vi a mi hijo ir y venir de la escuela… Acompañado siempre por un muchacho rubio que se veía algo mayor… La manera en que lo miraba, en la que sonreía… Era más que evidente… O quizá me equivocaba… ¿Me equivocaba?... No, no eran imaginaciones mías…

 

 

Volví al lado de Ezio. Le conté de mi descubrimiento. Se disgustó mucho por lo ocurrido a mi hijo. Me tenía claro que odiaba a muerte a Maribel. Si él la tuviera delante seguro le arrancaría los ojos. Y no lo culparía.  Cuando le dije que enviaría dinero extra para la rehabilitación casi me asesina con la mirada. Pero lo calmé un poco al informarle que me mandaría todas las boletas de pago sin falta. Que  dejé claro que si incumplía eso le retiraría la mensualidad. Increíblemente Maribel no protestó. Y respecto a la otra noticia… Lo único que dijo fue “Lo sabía. Es demasiado guapo para ser hetero.”

 

 

Un día en que me acerqué al departamento  de Maribel para informarle mi intención de acercarme y poco a poco decirle la verdad a mi hijo y empezamos a discutir,  lo vi. Llegaba apurado, aun vistiendo el uniforme de su instituto. Nos miró con timidez.

 

—Buenas noches… — Saludó bajando la vista e intentando entrar rápidamente al departamento.

 

— ¿Jair? — Me aventuré a preguntar tomándolo del brazo… Sabía que era él pero no se me ocurrió que más decir para que se detuviera.  Jair se soltó de mí, mirándome con desconfianza.

 

—Sí, es él. Ahora lárgate. — Respondió Maribel. — Vete a tu cuarto. — Le ordenó a mi hijo. Vi que iba a acatar esa orden y sin poder contenerme estiré mi brazo y acaricie su rostro con la mano…

 

—Eres igual a tu madre… — Dije emocionado de poder acariciar a mi hijo por primera vez.

 

— ¡Vete a tu cuarto! — Gritó Maribel, separándolo de mí y empujándolo dentro del departamento.  Jair tropezó y cayó sentado.  Estuve a punto de entrar a ayudarlo cuando lo vi levantarse y correr dentro perdiéndose por un pasillo. Escuché cerrarse una puerta y el ruido metálico que se hace al echarle el seguro.

 

—No debes tratarlo así… — Le dije molesto. — Sólo iba a saludarlo… No pienso decirle la verdad aun… Te lo he dicho…

 

—Si claro, así como juraste que jamás se lo dirías a Germán… Tu palabra vale mierda, Rodrigo.

 

—Ya te expliqué que pasó…

 

—Si, si… Mejor vete.

 

 

Preferí dejar las cosas así e irme. No tenía caso seguir peleando con ella, no íbamos a llegar a nada. Mierda. Debo decir la verdad, no puedo seguir dilatando esto.  Arriesgarme. Intentar sacarlo de allí.   Lo que me detenía era un miedo casi irracional a sentirme odiado por mi propio hijo… Aunque me lo merecía, simplemente no me atrevía… “Pase lo que pase siempre estaré contigo. No estás solo.” Me decía mi adorable italiano intentando animarme. 

 

 

Así que luego de darle mil vueltas lo decidí. Lo haría.  Sólo buscaba un poco de valor… Buscaba el momento perfecto.  Y no lo encontraba. Ahora permanecía casi todo el tiempo junto a un pelinegro. Si no era en la escuela, en su casa.  Cuando lo observaba de lejos ya no intentaba ocultarme. Él se dio perfecta cuenta de mi presencia. Al comienzo se notaba el miedo que sentía. Con el transcurso de los meses eso fue mermando hasta que dejó de tomarme importancia. Hasta podría decir que me ignoraba totalmente.

 

 

El tiempo seguía corriendo. Jair terminó la escuela, busco un trabajo de medio tiempo y se mudó junto a ese muchacho. Corté el contacto con Maribel a raíz de eso. Cuando se dio cuenta que ya no le enviaría más dinero puso el grito en el cielo. Pero no le di importancia. Ya no necesitaba aguantarle los desprecios. Por fin podía librarme de ella. 

 

 

Ezio se cansó de todo esto. De que pase el tiempo y no ver avance. De escuchar mis quejas y maldecir mi suerte. De verme ansioso y preocupado. De ver que, aun pudiendo viajar a la ciudad de mi hijo y quedarme por periódos largos para hacer lo que quería,  cuando iba permanecía a lo mucho un par de días poniendo como pretexto el trabajo.  De mi cobardía. Me puso un ultimátum “vas y hablas con tu hijo ahora. Y ni se te ocurra volver sin hacerlo porque no te dejaré entrar.” Me  dijo un día. Había preparado una maleta con mi ropa y la tenía junto a la puerta... ¿Me estaba echando?... Traté de replicar, de buscar excusas. Nada lo hizo cambiar de parecer. “Por Dios Rodrigo eres un hombre adulto. Déjate de idioteces.” ¿Qué podía decir? Tenía toda la razón.

 

 

Volví a viajar una vez más...

 

 

Llegué y como siempre lo observé un par de días… No tenía el valor… ¿Por qué era tan cobarde?... Necesitaba enfrentarlo de una buena vez…

 

 

Estaba parado frente a una cafetería. Jair estaba dentro, sentado junto a la ventana, solo. Era mi oportunidad… ¿Por qué mis pies se negaban a moverse?  Me encontré con sus ojos. Se distrajo un poco buscando su billetera… Me giré alejándome… Soy un cobarde, lo sé… Es que no podía, aun no… Mañana, prometo que mañana…

 

 

Crucé una plaza y había un espectáculo callejero. Unos muchachos hacían unas piruetas. Recordé cuando vi por primera vez a Ezio, con sus rizos despeinados, su sonrisa amplia, sus ojos aleonados, su voz llamándome príncipe… Habían pasado tantos años… Mi pequeño italiano… Que de pequeño no tenía nada ya. Era un hombre fuerte y decidido con el que caminaba lado a lado. Mi compañero…  Algo me puso inquieto. Miré alrededor. Jair estaba parado al otro lado del círculo de gente que observaba a los jóvenes artistas, mirándome fijamente.  Sentí que el color se me fue del rostro… No estoy listo… Aun no estoy listo…

 

 

Salí de allí como alma que lleva el diablo. Lo notaba tras de mí.  Escuché un “¡Hey deténgase!”… Aligeré el paso.  Llegué al auto. Entré y cerré la puerta desesperado. Miré alrededor y no lo vi. Pensé que lo había perdido. Suspiré aliviado. Busqué las llaves dentro de mis bolsillos. Las saqué y metí la que correspondía al encendido. Mis manos temblaban, me costó un poco de trabajo.

 

—Quiero hablar contigo. — Levanté la vista y lo vi… Mi hijo parado frente al auto.

 

—Hazte a un lado. — Dije tratando de sonar seguro aunque estaba tan nervioso que podría sufrir un paro cardíaco en cualquier momento.

 

— ¡No! No voy a moverme hasta hablar contigo.

 

—No hay nada que hablar. Hazte a un lado. —Intenté encender el auto pero me era imposible.

 

—Pues a ver si tu auto vuela porque no me quitaré. — Me miraba desafiante con las manos sobre el capó. Suspiré… Saqué la llave del encendido y bajé del auto.

 

— ¿Qué quieres? — Pregunté suavemente. Mis ojos se clavaron en él. Mi hijo… Estaba aquí, frente a mí…

 

—Saber por qué me sigues.

 

—No te sigo, estás loco. — Desvié la mirada al sentir que mi corazón aumentaba considerablemente el ritmo.

 

—No soy idiota. Ya me vas diciendo qué mierda quieres conmigo. — Retador. Seguro. Rabioso.

 

—Déjalo Jair… — No pude evitar pronunciar su nombre.

 

—Pues no lo dejo… ¡Dime! — Exigió.  Creo que ya es hora. Tengo que decírselo.

 

—Solo soy… Un amigo de tu madre… — Empecé a hablar… Intentando ir despacio…

 

— ¿Y por eso me sigues? —Me cortó. Se acercó a mí con las manos hechas puño. — ¿Por eso llevas años vigilándome? — Me empujó con furia. Eso no me lo esperaba…

 

— ¡Basta! — Grité deteniéndolo. — Basta…

 

—Enfermo de mierda… ¿Acaso eres de esos tipos que se masturban imaginando cosas… — Levanté mi mano casi en un acto reflejo y lo abofeteé. Sólo quería calmarlo... — Desgraciado… — Se me tiró encima con las manos en alto, dispuesto a golpearme.

 

— ¡Tranquilízate! — Lo cogí de los brazos con fuerza, haciendo que giré y pegándolo a mi cuerpo. Por más que luchaba no sería capaz de soltarse. Difícil... No por algo estuve en el club de lucha libre en la escuela, algunos trucos sabía...

 

— ¡Suéltame maldito degenerado!

 

— ¡Cálmate!… Te diré lo que quieras… Sólo para ya… — Al parecer esas palabras hicieron que se detenga. Lo  solté despacio y  a penas se vio libre se alejó un pasó. Vi su mejilla enrojecida producto de mi golpe… Me sentí culpable... — Siento haberte golpeado…

 

—Habla.

 

—No creo que sea el lugar ni el momento… — Dudé… El maldito miedo…

 

—Me dijiste que me contarías… Así que habla de una vez. — Me aclaré la garganta… Creo que ya no tengo opción…

 

—Tu madre y yo nos conocimos hace muchos años. Éramos compañeros de trabajo… — Comencé a relatarle…

 

—Mi madre odia trabajar.

 

—En esas épocas si lo hacía. Aún Germán no tenía el trabajo que tiene ahora. Y necesitaban el dinero. Así la conocí. Nos hicimos buenos amigos. — Inhalé y exhalé sonoramente un par de veces. — Un día salimos a festejar por que la empresa había logrado un contrato importante… Bebimos demasiado… — Joder… no puedo… no puedo…

 

—Sigue. — Lo escuché decir con voz trémula.

 

—Bueno… Maribel y yo… No sabemos cómo…

 

— ¿Estás diciéndome que mi madre y tú... se acostaron? — Puso un gesto de asombro, asco, decepción… — Espera, espera… No me digas nada… No quiero saber… — Se giró intentando irse… No, no lo permitiría… Se lo diría hoy… En este momento…

 

—Ella quedó embarazada… — Continué. Se detuvo sin voltear a verme. Es ahora o nuca… — Nunca le dijimos nada a nadie. Germán pensaba que ese niño era suyo… Pero yo no quería esa mentira… Yo quería a mi hijo… Un día reclamé mi derecho… Las cosas no salieron como hubiera deseado… — Intentaba resumir todo de la forma menos dolorosa posible… Sabía que era tarea casi imposible pero… Trataba…  — Tuve que viajar de improviso… Mis padres me necesitaban… No quería dejarlo… No quería… dejarte… — Posé mi mano en su hombro… Como si el contacto le quemase, de un manazo la empujó.

 

—No me toques…

 

—Jair…

 

— ¡No digas mi nombre!... Aléjate de mí…

 

—Por favor… — Supliqué… Necesitaba explicarle todo…

 

— ¡No! — Se puso de cuclillas empezando a sollozar…  Mil cuchillos se clavaban en mi pecho con cada lágrima derramada por Jair. Por mi hijo… — No…

 

—Jair… yo… — Intenté volver a acercarme… Quería acunarlo en mis brazos, decirle que lo quería, que siempre lo quise… Implorar su perdón…

 

— ¡Cállate! ¡No lo digas! ¡Cállate! — Gemía dolorosamente. 

 

—Yo… soy tu padre… — Confesé al fin, con el corazón en la mano y el alma expuesta…

 

—No, no, no… No es verdad… Mientes…

 

—Es verdad… Soy tu verdadero padre… — Sus rodillas tocaron el suelo mientras su llanto se incrementaba. Golpeo repetidas veces el  duro asfalto repitiendo una y otra vez “no, no, no…” — Por favor… hijo…

 

— ¡No me llames así! ¡No soy tu hijo! — Se levantó furioso con la mirada turbia por las lágrimas.  A pesar de su rechazo llegué a su lado y lo abracé… — ¡Suéltame! ¡No me toques! ¡Te odio! ¡Te odio! — Luchaba frenéticamente buscando liberarse. Sus manos me golpeaban mientras lo sujetaba con fuerza… Mis lágrimas silenciosas empezaron a escapar…

 

—Jair… Por favor… Escúchame… — Supliqué con voz rota…

 

— ¡No! — Gritó logrando zafarse y empezando a correr alejándose de mí…

 

 

Me quedé allí, viendo el lugar por donde había desaparecido. No podía moverme. No podía dejar de llorar… Mi más grande temor se había materializado… Mi hijo me odiaba… Me odiaba…

 

 

Luego de casi una hora y cuando pude poner algo de claridad en mi atormentada mente, subí al auto y me dirigí al hotel. Al llegar a mi habitación me tiré en la cama sin querer pensar en nada… Ya todo estaba hecho… me arriesgué y… perdí.  Perdí a mi hijo… Perder… Pero… ¿Cómo perder algo que nunca fue tuyo realmente?...

 

 

El sonido insistente de mi móvil me despertó. La verdad que ni recuerdo a qué hora me quedé dormido. Alcancé el aparato que estaba sobre la mesa de noche y contesté sin ganas.

 

—Diga…

 

—Ya me enteré que le dijiste a Jair que eras su padre…

 

—Maribel no estoy de humor…

 

—Justo lo tengo delante de mí… Mira que inconsciente de tu parte no haberle contado la historia completa…

 

— ¿De qué hablas?

 

—Se lo dije todo…

 

 

Colgué horrorizado… Me levanté de un salto buscando mi ropa y empezando a vestirme. Tenía que ir a su encuentro… Sólo Dios sabe la clase de barbaridades que le habrá dicho…

 

 

Cuando llegué al departamento, vi como Jair se alejaba con el pelinegro.  Los seguí. Me quedé frente al edificio en el que entraron, debatiéndome  entre ir a buscarlo o no. Decidí esperar un poco. Entré al auto y permanecí expectante.  Ezio me llamó y fue como un bálsamo calmante que tranquilizó algo mi corazón. Le conté todo. Me escuchó sin interrumpirme.  Luego comenzó a animarme. “Date una oportunidad. Veras que todo sale bien…” “No te rindas.” “Lucha por él.” Al terminar la llamada me encontraba más sereno. Lucharía. Sí. Lucharía por mi hijo.

 

 

Al caer la noche llegó su hermana. Permaneció un par de horas dentro. Luego los vi salir. A ella, al pelinegro y a mi hijo. La acompañaron a su auto y se despidieron de ella.  Yo había salido del Maserati y me había parado al lado, viéndolo directamente. Jair notó mi presencia y contra todo pronóstico se acercó a mí.

 

—Jair… — Solté cuando llego frente a mí. No tenía idea de lo que pudo haberle dicho aquella mujer.

 

— Voy a escucharte… — Dijo con un suspiro, interrumpiéndome. — Pero hoy no… Ha sido agotador… — Se notaba el cansancio en su voz y en su mirada. Sus hombros caídos y la cabeza inclinada levemente a un lado.

 

—Es lo que más quiero… — Saqué una de mis tarjetas con mi número personal y se la alcancé. — Cuando estés listo… Sea el día que sea y a cualquier hora… Permaneceré en la ciudad. — Asintió tomando el pequeño trozo de cartón.

 

—Rodrigo Agostini… — Susurró leyéndola. — Te llamaré.

 

—Estaré esperándolo. — Por un momento me miró y algo así como una pequeña sonrisa se formó en sus labios.  Se giró alejándose de mí hasta llegar junto al pelinegro que no dejaba de fulminarme con la mirada.  Me gustaba ese chico. Se veía que se preocupaba por mi hijo. Que lo protegía.

 

 

Cuando desaparecieron dentro del edificio, subí al auto y me dirigí veloz al hotel. Entré a la cafetería que se encontraba al lado y devoré varios pasteles con unas cuantas tazas de café. Me sentía como si el alma me hubiera regresado al cuerpo. Un alma muerta de hambre que exigía ser alimentada...

 

Llamé a Ezio y le conté eufórico todo.

 

Tenía una oportunidad y no la iba a desaprovechar.

 

Lucharía.

 

Por él.

 

Por mi hijo.

Notas finales:

Jooo sorry. Un poco pesadillo pero es lo q hay xD  Este cap esta relacionado con el cap 13, 33 y 34 d EUVMH  ya saben un poco de copia y pega de dialogos jajaja (q vaga soy) 

Es complicado para mi resumir toda su historia en media docena de caps xD  Es toda una vida... Asi q disculpen los saltos en el tiempo. Decir q aqui resumi... como 11 años xD

Es mi impresion o casi todas las mujeres d mis historias actuan como unas bitches??? xD  (casi todas, pero no todas)

 

Maripositas multicolores llenas de miel para tod@as

 


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