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Entre girasoles por Killary

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Oh, cuando estoy cerca de ti me vuelvo tan predecible

Creo  que me he enamorado a primera vista

Parecerá una locura, pero estoy esperando ansiosamente

Un abrazo tuyo

(So Contagious – Acceptance)

 

 

 

2. Conocernos

 

 

 

Pasaron 3 meses desde que lo vi por primera vez. Siempre la misma rutina. Siempre su misma sonrisa, sus cabellos alborotados, sus ojos color cielo, su voz… Las ganas de hablar con él algo más de un hola…  A veces no participaba con sus amigos, se quedaba sentado sobre la acera, pero siempre que me veía se acercaba a saludarme. De tener la ventanilla del auto cerrada, había pasado a tenerla totalmente abierta… para él.

 

 

Un día me decidí. Le pediría vernos el sábado. Tenía que conocerlo más… Era una necesidad. Así que reuní valor y un viernes en el que se me acercó como siempre se lo dije.

 

—Mañana… ¿Podemos quedar para mañana? — Lo vi abrir los ojos con sorpresa. — Te invito a desayunar… ¿Qué dices? — Lo  miré expectante. La luz del semáforo estaba por cambiar. Como odiaba que eso sucediera…

 

—Estaré aquí mañana principe. — Dijo por fin sonriendo y haciendo una reverencia. Se me escapó una sonrisa mientras ponía los ojos en blanco. — Tienes la sonrisa más bonita que he visto… — El auto empezó a andar y él de un salto ya estaba en la acera. No pude responderle. Estaba totalmente sorprendido.

 

 

El día se me hizo más largo que de costumbre. El instituto era una tortura. No hablaba con nadie, no miraba a nadie, no me interesaba nadie. Me dedicaba solo a estudiar. Era un completo solitario.  Sabía que los demás hablaban de mí, cosas no muy buenas. Que se burlaban e inventaban historias. No importaba. No me importaban.

 

 

Por la tarde cuando llegué a casa, hablé por teléfono con mi madre y le inventé que el sábado por la mañana tenía que realizar un trabajo grupal y que iría a reunirme con un compañero. Me bombardeo de preguntas, quién era, donde vivía,  por qué no lo llevaba a casa… Le corté poniendo de excusa mi clase de francés y le prometí que le contaría luego. Claro que no le contaría nada, era para que me dejara tranquilo… ¿Cómo le contaría algo así?... Madre conocí a un chico que hace piruetas en la calle y lo invité a salir… Dios… Si se enteran... ¿Qué pensarían? 

 

 

Sábado 7am. No dormí casi nada por los nervios. Me duché y vestí en tiempo record. Cogí la billetera comprobando que llevaba dinero suficiente. No tenía idea de qué haríamos pero debía estar preparado.  Rechacé el ofrecimiento de Pietro cuando se dispuso a llevarme, no quería que nadie sepa a dónde iría realmente. Además ya había llamado a un taxi. Salí y subí al auto que estaba esperando. Bajé una cuadra antes del lugar y caminé. Cuando llegué a la intersección de siempre lo busqué con la mirada. No lo encontré… ¿Vendría? Quizá se había desanimado. Quizá solo se estaba burlando. Quizá…

 

—Buongiorno  principe. — Escuché a mis espaldas. Giré de inmediato y me di de lleno con esos cielos.

 

—Buenos días… Pensé que no vendrías. — Le dije sincero.

 

—Scusate… Tuve algunos problemas… — Por primera vez en todo este tiempo lo vi bajar la mirada. Sus manos jugaban con la gran polera que llevaba puesta, la ropa le quedaba algo grande y eso lo hacía verse muy tierno, como un niño chiquito. Ahora, parados frente a frente, podía verlo con mayor detenimiento y pude notar que era unos cuantos centímetros más bajo que yo. 

 

—No importa. ¿Vamos? — Le dije sonriendo.

 

 

Caminamos por las calles empedradas uno al lado del otro, en silencio. Lo observaba disimuladamente, no podía evitarlo…

 

— ¿Pasa algo? — Preguntó de pronto.

 

—Oh no, lo siento… ¿Qué te parece entrar a esa cafetería? — Dije algo avergonzado, señalando un local pintoresco que se hallaba en una esquina. Miró el lugar y lo noté algo nervioso. Asintió con la cabeza sin decir palabra, mientras bajaba la vista.

 

 

Entramos al local. El olor a café y a dulce era agradable. Nos sentamos en una mesa del fondo que daba al gran ventanal. Una chica muy bonita se nos acercó a atendernos. Observé a Ezio que seguía con la cabeza gacha sin decir palabra.

 

—Ezio… ¿Qué vas a pedir? 

 

—No sé… — Dijo luego de unos minutos de silencio,  bajito y sin dar la cara. La chica chasqueó la lengua y me di cuenta la mirada de desprecio que le echó.

 

—Por favor, traiga dos capuccinos y cuatro cornettos rellenos de crema. — Dije seco, mirándola con desagrado y devolviéndole la carta. La chica me sonrió y luego de un “in questo momento” se alejó rumbo a la cocina.

 

—No puedo pagar todo eso… — Ezio me miraba algo sonrojado.

 

— ¿Y quién te dijo que ibas a pagar? Te recuerdo que te estoy invitando.

 

—No me parece correcto… — Suspiré tratando de entenderlo. Una idea se me ocurrió.

 

—Entonces hagamos algo… Te invito el desayuno y el almuerzo a cambio de que me sirvas de guía turística. — Abrió esos aleonados cielos y sentí que mis latidos se aceleraban solo con verlos. — No he tenido oportunidad de conocer la ciudad…

 

—Es un trato… — Dijo por fin sonriendo.

 

 

La chica llego con el pedido y no le hicimos el menor caso mientras lo dejaba sobre la mesa. Se dio la vuelta algo molesta y nos reímos bajito al verla alejarse. Mientras comíamos, Ezio me enumeraba los lugares a los que me llevaría. Hablaba entusiasmado y eso me encantaba. Ese brillo que despedían sus ojos y su sonrisa. Sus rizos que se movían al compás de sus carcajadas.  La manera en que mezclaba el italiano con el español al hablar…

 

— ¿Cómo sabes hablar español? — Pregunté curioso.

 

—Una amiga en el instituto me enseñó, hace tiempo ya…

 

— ¿Tu novia? — No sé por qué me desagradó esa idea.

 

—Oh no, no… Nada de novias… — Respondió divertido y suspiré aliviado… ¿Aliviado?...

 

 

Al terminar salimos de la cafetería. Ezio cumplió su palabra y me llevó por toda la ciudad, enseñándome lugares y contándome historias. Lo escuchaba atento, sonreía como tonto y lo miraba embelesado… Era una llamarada, arrastrándome… Fuego puro…

 

 

Mi móvil vibró y con fastidio lo saqué de mi bolsillo para contestar. Era mi madre. Estaba preocupada. Quería saber a qué hora volvería. Si necesitaba que Pietro fuera por mí. Le respondí que no, que estaba bien y que el trabajo demoraría aún. Que volvería luego. Que la llamaría avisándole. Que no se preocupara. Colgué con un suspiro.

 

— ¿Era tu madre? — Preguntó Ezio curioso.

 

—Si… ¿Tú no avisas a la tuya?

 

—Oh no, no… No hay madre ni hermanos, solo mi padre… No hay problema…

 

—No entiendo…

 

—Mi madre murió hace tiempo ya, mis hermanos viven lejos… Solo vivo con mi padre.

 

— Oh lo siento… Yo…

 

—No te preocupes, no pasa nada.

 

— ¿Y a tu padre no le avisas? — Comenzó a reír aunque era una risa con un dejo de tristeza.

 

—No es necesario.

 

—Pero…

 

—No hablemos de eso, ¿quieres?... Por favor…

  

 

Asentí y seguimos caminando en silencio. Ezio metió las manos en los bolsillos y permanecía con la vista baja. Creo que cometí un error al querer saber de su familia. Era un chico que pedía dinero en las calles. Claro que debe tener un montón de problemas. Que estúpido soy… Ese fuego que emanaba se estaba apagando y no quería…

 

— ¿Almorzamos? Van a dar las 4…

 

— ¡Que tarde!... No me había dado cuenta…

 

—Vamos… Escoge tú ahora… Sorpréndeme. — Dije con una sonrisa. Su mirada se volvió a iluminar y la llamarada se avivó.

 

—Te arrepentirás de haberme dicho eso. — Cogió mi mano y riendo comenzó a caminar rápidamente. Sentí como el calor se instalaba en mis mejillas. Agaché la cabeza sabiendo que eso significaba que debía estar rojo como un tomate.

 

 

Pasamos por unas calles estrechas y llegamos a un gran mercado. Entramos y se dirigió a un puesto donde una señora regordeta y de sonrisa amable nos recibió. Ezio la saludó con familiaridad y me presentó como su amigo. Nos sentamos en unos bancos de madera frente a una pequeña mesa. Nos sirvió un gran plato de fideos con salsa. Miré con algo de temor… ¿Estaría bien preparado? ¿Cumpliría todas las reglas de higiene? ¿Me enfermaría si me comiera eso?...

 

—Come Rodrigo, te prometo que no morirás envenenado… — Se metió una gran porción de fideos a la boca y masticó con gusto. Cogí mi tenedor y con cuidado cogí una pequeña porción y lo acerqué a mí. Abrí la boca y me lo introduje. El delicioso sabor me dejó impactado. Abrí sorprendido los ojos y al ver mi reacción Ezio comenzó a reír. La señora le dio una colleja y él se quejó divertido.

  

 

Prácticamente devoré el plato. Quedé tan satisfecho que lo único que se me antojaba en ese momento era tenderme sobre un sofá y cerrar los ojos por un rato.

 

 

Nos despedimos de la amable mujer y salimos nuevamente a la calle. El sol aun teñía levemente los tejados. Ezio volvió a tomarme de la mano.

 

—Te llevaré a mi lugar preferido de todos. — Me dijo. Nos dirigimos a una parada de autobuses y me hizo subir a uno. Era la primera vez en toda mi vida que viajaba en autobús. Nos alejamos un poco de la ciudad y la imágenes de campos coloridos aparecieron ante nosotros. Bajamos en medio de la nada y me quede maravillado. Estábamos rodeados de hermosas flores.

 

—Es bellísimo. — Murmuré.

 

—Me encantan estos campos. Me encantan los girasoles. — Me condujo por entre las flores hasta un pequeño claro oculto en el medio de todo. — Este es mi lugar secreto. — Dijo guiñándome un ojo y tendiéndose de largo sobre el verde pasto. Me senté a su lado disfrutando de la vista, el sol estaba cayendo e iluminaba todo de una manera mágica. Cuando giré a verlo, Ezio estaba con los ojos cerrados y respirando acompasadamente. Me tumbé a su lado, cerré los ojos y me dejé llevar.

 

 

 

+++++++++++++++

 

 

 

Me estiré con pereza abriendo los ojos. Era de noche. Mi mano se topó con algo cálido. Rodrigo estaba tumbado a mi lado, dormido. Su cabello dorado le caía desordenado por la frente. Sus labios entreabiertos eran una invitación a… a… ¿A qué?... Sacudí la cabeza. Pasé suavemente un dedo por su mejilla. Mi cuerpo se estremeció al contacto. ¿Qué me pasaba? Mi corazón acelerado me daba la respuesta. Este chico me gustaba. Realmente este príncipe me gustaba…

 

—Despierta bello durmiente… — Susurré a su oído. Se removió un poco y abrió los ojos.

 

—Lo siento, me quedé dormido… — Dijo sentándose rápidamente y mirando a todos lados. — Es de noche…

 

— ¿Davvero? — Le pregunté burlón.

 

—Pues sí, de verdad. — Respondió enarcando una ceja y cruzando los brazos.  Sacó su móvil del bolsillo. — Joder, ¡son las 10! — Lo vi marcar con desesperación un número. — … Mamá… Lo siento, se me hizo tarde  “…”   Lo sé, lo sé  “…”   De veras lo lamento  “…”   No  “…”   Yo  “…”   Está bien, lo llamaré  “…”   Si… — Cortó la llamada y se quedó con la vista baja.

 

— ¿Qué sucede?

 

—Mi madre quiere que Pietro me recoja…

 

—Ah... — Dije levantándome y sacudiéndome la ropa. Él hizo lo mismo.

 

—Es que para salir dije que tenía que hacer un trabajo en la casa de un compañero… — Su móvil volvió a sonar y al ver la pantalla dudó un poco en contestar. — Pietro “…”  No sé exactamente la dirección  “…”  Yo… — Le quité el móvil y empecé a hablar. Le dije como llegar a la parada de bus donde nos habíamos bajado. No preguntó que hacíamos aquí ni nada. Colgué y le devolví el teléfono.

 

—Vendrá pronto, vamos. — Dije echándome a andar. Rodrigo me siguió en silencio. — Espéralo aquí, invéntale algo, no sé, que tuviste ganas de hacer turismo…

 

— ¿Te vas? — Preguntó alarmado tomándome del brazo.

 

—Claro, ese tío sabe quién soy, me ve todas las mañanas, se lo diría a tus padres… No quiero causarte problemas.

 

— ¿Cómo llegarás a tu casa?...

 

—No te preocupes por eso, sé apañármelas… — Frunció el ceño y endureció el gesto.

 

—De ninguna manera. Ya veré que digo pero tú te vuelves conmigo.

 

—No seas terco…

 

—Es mi última palabra. — Me quedé sorprendido al verlo. El chico que parecía tímido e inseguro hace unos minutos había desaparecido.

 

—Si te metes en problemas no digas que no te lo advertí…

 

 

Permanecimos en silencio hasta que las luces de un auto nos anunciaron que el chofer estaba aquí. Entramos y me vi casi fulminado por la mirada del tío ese.

 

—Pietro, Ezio es mi amigo y no voy a permitir malos tratos hacía él, ¿entendido? — Dijo Rodrigo muy serio con voz firme. Escuché al chofer refunfuñar un “entendido joven” y me asombro al verle cerrar la ventanilla que nos comunicaba con la parte delantera del auto antes de emprender el rumbo de regreso.

 

—Das miedo cuando pones esa cara…

 

—No te preocupes, no pasa nada… — Me sonrió una vez más, como últimamente hacía. Las sonrisas que me dedicaba. Quería pensar que eran solo para mí, deseaba que sonriera así solo para mí…

 

 

Llegamos a la ciudad en tiempo record. Le pedí que me dejara en el lugar de siempre, aunque él insistió mucho en llevarme a casa. Imposible. No iba a mostrarle jamás el lugar en el que vivía. Finalmente aceptó. Bajé del auto y nos despedimos. Un simple “nos vemos.” Sin citas pactadas, sin promesas, sin planes… Sin nada. Vi alejarse el auto y me quedé unos minutos contemplando la calle por donde había desaparecido.

  

 

Comencé a andar rumbo a mi vivienda. Me sentía triste. La idea de que quizá no vuelva a tener un día como este junto a Rodrigo me desanimaba completamente. Y si pasaba eso no lo culparía. ¿Quién en su sano juicio quisiera enredarse con alguien como yo? Posiblemente fui  algo así como su buena acción del día.

  

 

Entré sin preocuparme de no hacer ruido. Hoy mi padre trabajaba de madrugada así que no regresaría hasta mañana al mediodía o quizá más… Posiblemente volvería mañana por la noche y casi cayéndose de borracho. Bueno, por lo menos esta vez podía descansar tranquilo…

 

 

 

+++++++++++++++

 

 

 

El domingo por la mañana me tocó escuchar un largo sermón reprochándome mi irresponsable actitud. Un sermón… vía telefónica. Increíble. Mis padres tuvieron que viajar de pronto el mismo sábado por un asunto urgente de trabajo. No pudieron llevarme porque estaba fuera… con Ezio. Claro que ellos no tenían ni idea.  Felizmente Pietro no me traicionó y mantuvo en secreto mi amistad con el chico italiano.

 

 

En fin, tuve que disculparme mil veces.  Mantuve firme mi mentira de que había estado en casa de un compañero de instituto. Le inventé tal historia, que casi yo mismo me la creí.

 

 

Después de ese día, vinieron muchos más. Esta vez sí, cuidando de regresar a una hora prudente para evitar problemas con mis padres.

  

 

Empecé a salir mucho con un sorprendido Ezio, que al parecer no terminaba de asimilar ni comprender mi interés en él. La verdad yo tampoco lo entendía. Solo sentía la necesidad de verlo. De estar con él, de conversar, de conocerlo.

  

 

Poco a poco fuimos abriéndonos el uno al otro. Confiando nuestros sueños, secretos y deseos. Mostrando nuestra verdadera naturaleza. Podía decir que se convirtió en mi amigo. Mi primer amigo. Un amigo que despertaba en mi, sensaciones que no lograba descifrar.  Un amigo que hacia latir mi corazón aceleradamente con cada una de sus sonrisas.

  

 

Los meses pasaron volando. Cuando me vine a dar cuenta ya el año académico acababa y mi mayor temor me golpeaba de frente a la cara. Pronto tendría que viajar a otro lugar… Por primera vez en mi vida la ansiedad hizo su aparición en mí, solo por pensar en eso. No quería irme. Realmente no quería irme.

  

 

Hablé con mis padres seriamente. Les pedí que me dejasen aquí un año más. Les inventé que me sentía a gusto en el instituto, que había hecho buenos amigos, que era un lugar tranquilo y seguro… Solo me faltaban  dos años para acabar… Les pedí por favor… Les supliqué… Se extrañaron mucho al verme de esa forma. Jamás les había pedido nada. Nunca. Siempre aceptaba todo lo que indicaban. Siempre hacía todo lo que me decían. Nunca los desobedecía. Nunca los cuestionaba. Nunca me quejaba…

  

 

Mi padre fue el que me contestó. Dijo que era imposible. Esta vez tocaba viajar nuevamente a  América, donde estaba la sede principal de sus empresas, y era imposible que me dejaran aquí estando ellos tan lejos. Pero me prometió que para el siguiente año volveríamos. Que haría los arreglos pertinentes y dejaría que terminara el instituto aquí... ¿Qué podía decir? ¿No quiero? ¿Déjenme aquí? ¿No ven que les estoy suplicando? ¿Por qué se empeñan en llevarme con ustedes si el 85% del tiempo se la pasan fuera?...  No. Solo asentí resignado. Comportándome como el hijo bueno, comprensivo y educado que era.  Que se supone era. Volviendo a mi inexpresivo rostro, ocultando realmente como me sentía.

 

 

Comencé a prepararme para la partida. Buscando desesperadamente la manera de no perder contacto con Ezio. ¿Un móvil? No, él jamás permitiría que le regalara un teléfono. Lo conocía demasiado bien. Era orgulloso. Aunque por todo lo que me había contado, me daba cuenta que lo era solo conmigo… Le preocupaba que piense que estaba conmigo por mi dinero... Sé que era algo tonto pero... ¿Quién le quitaba eso de la cabeza?... ¿Cartas? A su casa, imposible. Quizá a la casa de ese amigo del que a veces me  habla. Esa podría ser una solución. Hasta podría llamarlo a casa de ese amigo.  Tengo que consultárselo. Pero para eso, debo decirle que me iría pronto…

 

 

15 días antes de mi partida se lo confesé. Estábamos sentados en aquel claro del campo de girasoles. Ese lugar que se había convertido en nuestro refugio.

 

—Podemos escribirnos… Solo será por un año…

 

—Escribirnos…

 

—Sí, podría mandarte las cartas a casa de tu amigo… Podría llamarte allá…

 

— ¿A casa de Gio?

 

—Si… O podría dejarte un móvil…

 

—No. — Dijo inmediatamente. Suspiré. Ya sabía que se negaría a eso. Lo conocía muy bien. 

 

—No quiero que perdamos contacto...

 

—Yo tampoco… Le hablaré a Gio, no creo que sea problema…

 

 

Nos tendimos uno al lado del otro mirando el cielo, en silencio.  Sentía una opresión en el pecho. ¿Qué me pasaba? Ezio era mi amigo… Un amigo… No… Ezio era más que un simple amigo…

 

 

Inhalé fuerte y con temor moví mi mano sobre la hierba hasta chocar con la suya, sin apartar los ojos de las nubes.  Mi corazón dio un vuelco cuando sentí como enredó sus dedos entre los míos. Apreté fuertemente su mano.

 

—Solo será por un año… — Murmuré.

 

—Promételo…  — Giré el rostro al escuchar su susurro y me encontré con sus aleonados irises.

 

—Lo prometo.  Y un príncipe jamás rompe sus promesas. — Dije sonriéndole. Comenzó a reír suavemente.

 

—Más te vale, príncipe Rodrigo.

 

  

Casi un mes después me encontraba rumbo a un nuevo lugar. Siempre me había dado igual este estilo de vida. Estaba acostumbrado. Pero esta vez era diferente. Sentía un vacío muy grande mientras me alejaba.

 

 

Abrí mi móvil y busqué. La imagen de un adormilado Ezio rodeado de girasoles llenó mi pantalla. Sonreí viéndolo.

 

 

Solo será por un año, me repetí.

  

 

Solo un año.

  

 

Lo prometo.

Notas finales:

Aparte de So Contagious, escuché mucho Fire meet Gasoline de Sia en este cap., creo que le va bien a estos dos xD

 

Alguien sigue 19 Days? Joder, estoy q me corto con una galleta! (si no lo leen busquenlo, es demasiado bueno)

 

Feliz Navidad! Unión, paz. mucho amor y coman bastante panetón! xD

 

Maripositas multicolores llenas de miel para tod@s!


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