Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Entre girasoles por Killary

[Reviews - 11]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Tengo que decirte que no estaba esperando

Que vinieras de esta forma y cayeras en mis brazos

Pero ahora sé, que no puedo negar este sentimiento más tiempo

 (Kiss Me Again – We Are The In Crowd Ft. Alex Gaskarth)

 

 

 

3. Entregarnos

 

 

 

— ¿Y guardas todas las cartas? — Preguntó Gio mientras le daba un sorbo a su café.

 

—Si… — Respondí distraídamente terminando de leer la última carta que me había llegado.

 

 

Ya había pasado casi un año desde que Rodrigo se había ido y pronto estaría de regreso. Cada semana recibía una carta suya, donde me contaba todo lo que hacía. Y claro que le respondía emocionado. Al comienzo nos despedíamos poniendo “te veo pronto”, “cuídate”, “hasta la próxima semana”… Hasta que un día me llegó una en la que ponía “te extraño mucho”.  Y luego un tímido “te quiero”… Al cual nerviosamente respondí de la misma forma. Parece que la distancia y el tiempo nos daban más valor y sinceridad. No sé si cuando volvamos a vernos frente a frente tengamos el coraje de decirnos estas cosas… Respecto a hablarnos por teléfono, solo lo hicimos un par de veces. Rodrigo solo podía llamar los fines de semana y no me gustaba molestar a Gio esos días porque sabía que se dedicaba a… a sus “negocios.”

 

—Cada vez está peor… — Gio me había tomado del mentón y había hecho que giré mi rostro, quitando el cabello que cubría mi magullada mejilla. — ¿Pensaste que no me daría cuenta?

 

—No es nada… Me cogió descuidado…

 

—Un día terminarás muerto. — Le saqué la mano de un golpe.

 

—No exageres. Solo estaba distraído. — Me levanté de la silla mientas doblaba y guardaba con cuidado la carta. — Sabes que hace tiempo ya no dejo que me toque… — Había aprendido a escapar de los golpes de mi padre. Solo que esta vez no tuve tiempo. Llegó por sorpresa justo en el momento en que estaba releyendo las cartas de Rodri. Así que solo tuve tiempo de ocultarlas antes de que irrumpiera ebrio en mi habitación y empezará una discusión.  Por lo menos traté de protegerme el rostro. Si  Gio viera el resto de mi cuerpo…

 

—No sé qué esperas para largarte de allí, Ezio.

 

—Pronto, lo prometo.

 

—La propuesta sigue en pie…

 

—No hablemos de eso, por favor.

 

 

Me dirijo a su baño a darme una ducha. Esta noche la pasaré aquí. No estoy en condiciones de volver a casa y exponerme a una nueva paliza. Estoy muy adolorido aunque lo oculto muy bien. Felizmente Gio exigió que me quedase a dormir en su departamento hoy. Si no lo hubiera hecho posiblemente tuviera que pasar la noche entre cartones en aquel callejón tras la trattoria de Anna.

 

 

 

Ezio… Ezio…

 

Abro los ojos. Gio me sonríe. Me estiro con pereza. Me siento tan cómodo sobre su sofá que no tengo ganas de levantarme.

 

—Buongiorno piccolo. — Me dice mientras desordena aun más mis cabellos con la mano. — Vamos a desayunar.

 

— ¿Qué hora es?

 

—Casi las 7…

 

—Es muy temprano. — Me quejo. Quisiera seguir durmiendo… — Es sábado… — Me levanto a regañadientes y lo sigo a la pequeña cocina.

 

—Ve a lavarte esa cara. — Dice divertido señalándome la puerta del baño. Le hago caso, entro y empapo mi rostro con el agua fría, lo que termina de despertarme. Me observo en el espejo comprobando que el golpe ha adquirido un todo púrpura.  Trato de peinar algo mis cabellos de forma que lo cubra. Lo llevo algo crecido y como es rizado me da un aire de andar siempre despeinado. Cojo un cepillo de dientes que usé anoche. Me cepillo y una vez listo salgo. Encuentro a Gio en la cocina.

 

—Tengo taller a las 8. — Me explica mientras me sirve una taza de leche caliente. Cojo un pan y lo unto con mermelada. Con mucha mermelada. Me encanta el dulce. Le doy una mordida y me siento en la gloria. Lo saboreo grabándome el sabor. No sé cuándo podre permitirme nuevamente un desayuno decente. — ¿No pensarás volver a tu casa?

 

—No… Voy a ir con los chicos un rato a trabajar.

 

—Puedes regresar luego, lo sabes… Aunque esta noche vendrá Vincenzo a quedarse… — Ese tipo… Es el que le paga el departamento. Lo he visto unas cuantas veces. No es muy alto, y tampoco muy atractivo pero se nota que tiene dinero. Siempre bien vestido con trajes que se ven caros. Además maneja un pedazo de auto… Pero no me gusta cómo me mira.  Siento como si me desnudara… No me gusta estar cerca de ese tío.

 

—No te preocupes. Tengo planes.

 

 

Terminamos de desayunar en silencio. Me fui a cambiar. Gio me regaló una polera y unos vaqueros. Se los agradecí como siempre. Ya los míos estaban muy gastados. Cuando vio mis desastrosos tenis, corrió a buscarme unos. Los acepté sin protestar. Aunque su ropa me quedaba un  poco grande, eso no me importaba. Por lo menos iba vestido y limpio.

 

 

Salimos. Giovanni se despidió de mí pidiéndome como siempre que pensara en su propuesta. Le dije que lo haría. Obviamente estaba mintiendo.

 

 

Caminé hasta la intersección en la que siempre estábamos. Encontré a los muchachos. Me uní a ellos. Debía apurarme. Necesitaba dinero si es que pretendía almorzar algo.

 

 

 

+++++++++++++++

 

 

 

—Pero mamá… Lo prometieron… — Dije con impotencia.

 

—Lo siento hijo, es un problema con las empresas de aquí, simplemente no podemos dejarlo en manos de otras personas.

 

—Lo prometieron… —Volví a repetir casi en un murmullo.

 

—Rodrigo, sabías que esto pasaría. Tu padre siempre quiso establecerse aquí y que vayas a la misma universidad que él fue… Tus amigos entenderán...

 

 

Me senté derrotado en el gran sofá del despacho. Agaché la cabeza apoyándola en mis piernas y enredé mis manos en mi cabello tratando de controlar mi desesperación... Iba a fallarle. Se lo había prometido e iba a fallarle. Rompería la promesa... Mi madre se sentó a mi lado pasando su mano por mi espalda.

 

—Vamos mi niño, no te pongas así… Además no negarás que has hecho amigos también aquí. ¿Le romperás el corazón a Brenda? — Una mueca de fastidio aflora en mi rostro.

 

—Brenda solo es una compañera de instituto…

 

—Por favor hijo, los encontramos en tu habitación…

 

—No estábamos haciendo nada… — No entiendo por qué tiene que tocar esos temas justo ahora.  Brenda no significó nada. Ni Elizabeth. Ni Allison. Ni Chris. Ni Eduardo… Joder, ¡solo fue curiosidad! Calentón de unos días. Rollos sin importancia. Me dejé llevar por el ambiente tan liberal de ese instituto. Tenía 16 años, las ganas de experimentar con mi sexualidad…  Sin embargo ninguno despertó algo más en mi… Ninguno logró que mi corazón se acelerara como lo hacía con Ezio… En ninguno encontré su sonrisa… Su mirada… Su voz… Ezio…

 

 

Tenía ganas de gritar. De mandar todo a la mierda. No iba a cumplirle. Lo decepcionaría. Lo entristecería. Lo defraudaría…

 

—Por favor… mamá… — Susurré con voz lastimera. Todo mi autocontrol había desaparecido. La idea de no verlo, de que piense que le había mentido, me lastimaba. Mi madre me rodeo en un abrazo, de esos pocos que solía darme.

 

 —Rodrigo, nunca te he visto así… — Dijo con preocupación. Y era cierto. Nunca había perdido el control. Ni delante de ellos ni de nadie. — ¿Qué pasa hijo? — Guardé silencio. No podía decirle. ¿Cómo explicarle lo que me pasaba? No lo entendería. Si apenas me entiendo yo mismo… —  Hagamos una cosa… — Al escucharla levanté la vista prestándole total atención. — Podemos viajar por las vacaciones, de todas formas hay que darle una ojeada a las empresas allá… ¿Qué opinas?

 

— ¿Vacaciones? — Pregunté en un suspiro. Era tan poco tiempo…

 

—A nada… Es una buena idea, ¿no crees?

 

 

Me paso las manos por la cara e inhalo y exhalo fuertemente. Sabía que era lo máximo que podría conseguir. Ya bastante era que mi madre se haya ofrecido a llevarme si quiera un periodo de tiempo. No podía desperdiciar la oportunidad. No podía arriesgarme a perderla.

 

—Gracias mamá…

 

 

 

+++++++++++++++

 

 

 

Me acomodé la vieja bufanda tratando de protegerme del frío.  Bajé un poco más el gorro de lana que cubría mi cabeza, escondiendo mis orejas dentro de el.  Había empezado a caer un poco de nieve. Es raro ver nevar. Hace años que no veía nevar. Clima de mierda.

 

 

Los chicos me llamarón y me acerqué a ellos. Contamos las monedas y nos alegramos de tener lo suficiente para tomarnos un chocolate caliente con pan dulce. Enrumbamos al puesto de doña Marina en el mercado. Siempre íbamos allí a comer  cuando podíamos. Ella nos trataba con cariño y siempre nos servía de más.

 

 

Al llegar me senté en una de las bancas, recordando cuando traje aquí a Rodrigo. La cara que puso… ¿Dónde estará? ¿Por qué no ha venido hasta ahora? Me prometió que en un año estaría aquí… El año pasó... Y nada. Además, la correspondencia había cesado… ¿Es que ya no quería mantener contacto conmigo?... Posiblemente. ¿Quién era yo? Un don nadie. Un chico de la calle que no tenía ni donde caerse muerto. Debe haberse aburrido de mí. Seguro conoció personas más interesantes. Seguro que hasta una novia se había conseguido… Una novia pija como él… Me llevé la mano al pecho en un puño, presionando para calmar el dolor que sentía cuando pensaba en eso.  Guardaba cada carta con cariño y las leía una y otra vez. Sobre todo en las partes en las que ponía que me quería y lo mucho que me echaba de menos… ¿Todo había sido una mentira?

 

 

Traté de no pensar en eso. Me enfoqué en los chicos que conversaban animadamente mientras hacían bromas. Alberto y Federico eran hermanos y vivían con su madre en un pequeño cuarto. Su padre los había abandonado y trataban de sobrevivir ayudándola como podían con los gastos. Lucca vivía en una casa vieja con varios muchachos más, de ocupa. Se había escapado de varias casas de acogida jurando que nunca volvería a una. Nunca conoció a sus padres. Marco vivía con su hermano Horacio, su mujer y 5 niños… En un departamento demasiado pequeño. Así que solo llegaba a dormir, la mayoría del tiempo la pasaba en el instituto o con nosotros. Un tiempo Giovanni también fue parte de nuestro grupo… El venía huyendo de sus padres, de maltratos y abusos que nunca nos reveló. Nos hicimos muy amigos. Pero escogió otro camino… A pesar de todo nunca perdimos contacto y siempre estaba pendiente de mí, ayudándome como podía.  Y bueno estaba yo, con mi padre alcohólico, sin madre y abandonado por mis hermanos… Todos soñábamos que algún día saldríamos de esta miseria.

 

 

Bebimos el chocolate y nos atragantamos de pan dulce. Nos despedimos de Marina agradeciéndole todo y salimos. Caminamos juntos entre risas hasta la entrada del  barrio pobre en el que vivíamos. Poco a poco nos fuimos despidiendo siguiendo cada uno su camino.

 

 

Llegué frente a mi casa. Todo estaba oscuro y silencioso. Supongo que como todos los fines de semana, estaría libre de mi padre. Abrí la puerta con un poco de dificultad. Tan vieja y gastada que hacía un sonido digno de la película más aterradora. Entré cerrando tras de mí. Tiré sobre el sofá mi chamarra, el gorro  y la bufanda. Miré a mi alrededor y dando un suspiro me puse a acomodar algunas cosas aprovechando la soledad. Lavé algunos trastos sucios y barrí el polvo. Ya me habían dicho que era de mala suerte barrer de noche. Pero bueno, ¿qué más mala suerte podía tener? Además debía aprovechar. Era el único momento en que podía poner algo de orden. Entré con temor al cuarto de mi padre. Lo arreglé rápidamente. Sobre su mesa de noche estaba el retrato de mi madre. Sonriente. Esa era la única fotografía que había visto de ella. A veces me quedaba mirándola largo rato, peguntándome si me odiaba también. Porque en resumidas cuentas, su muerte había sido culpa  mía. Si yo no hubiera nacido, ella estaría aun aquí. Todos estarían aquí. Mi padre, mis hermanos, mi madre… Serían una familia. Yo les arrebaté eso. Les arrebaté la felicidad. Todo es mi culpa.

 

 

Perdóname, mamá…

 

 

Me quedé sentado en el suelo a un lado de la imagen, mientras lloraba en silencio. Creo firmemente que sí me merezco todo lo que me pasaba. Era como un castigo. Una condena que debía cumplir. Por eso seguía aquí. Porque todo lo que me pasaba era mi culpa. Y si algún día, como dice Gio, termino muerto, no creo que nadie me eche de menos. Quizá los chicos, pero seguro que se les pasaría rápido.

 

 

Unos golpes en la puerta me sobresaltan. Me levanto y salgo de la habitación de papá apagando la luz. ¿Quién puede ser a estas horas? Me acerco temeroso… ¿Y si es la asistenta social? ¿Y si viene a llevarme de aquí? ¿A encerrarme en una casa de acogida?... Lucca me había contado cosas terribles de esos lugares…

 

—Ezio… — Escucho mi nombre al otro lado… Esa voz… Abro la puerta sintiendo como mis latidos se aceleran.

 

— ¿Rodrigo? — ¿Qué hace aquí? ¿Cómo llegó? Me quedo mirando al muchacho que está frente a mí. Su cabello rubio ahora corto, sus ojos verdes, su sonrisa amplia… ¿Está más alto?... Hace más de un año que no lo veo… Se aproxima a mí y de pronto me veo atrapado entre sus brazos.

 

—Ezio… — Su voz se siente algo más grave… Mis brazos responden automáticamente, rodeándolo también. — Te eché tanto de menos… — No puedo hablar… Siento que me estoy derritiendo envuelto en su calor. Se separa de mí y acaricia mi rostro. ¿Por qué me acaricia? ¿Por qué me sonríe de esa forma? ¿Por qué me mira con esa expresión?... ¿Por qué me siento tan extraño?... Su rostro se acerca al mío… Muy cerca… Demasiado cerca… No puedo moverme… En un parpadeo siento sus labios sobre los míos… Un beso… Rodrigo me está besando… Se siente suave… No…

 

— ¿Qué haces? — Pregunto temblando mientras lo empujo separándolo de mí. La voz me sale baja, como un murmullo.

 

—Lo siento, es que estoy tan feliz de verte… — Toma mi mano y simplemente no puedo negarme. También estoy feliz de volver a verlo. Pensé que nunca más lo vería…

 

—… Somos hombres… ¿Te has dado cuenta? Dos chicos no se besan…

 

— ¿Por qué? Tú me quieres y yo te quiero… ¿Qué hay de malo?... Porque… ¿Me quieres, no? — Me mira ansioso. Estoy muy nervioso. Una cosa es escribirlo y otra muy diferente decirlo cara a cara…

 

—Yo…

 

— ¿Me quieres?...

 

—Si… — Vuelve a abrazarme con ganas. Siento que ardo. Mi cuerpo reacciona a su cercanía. Malditas hormonas adolescentes. Busca mi boca y me besa de nuevo. Más apasionado. Siento su lengua acariciar mis labios y empujar un poco. Abro la boca en un reflejo. La siento adentrarse en mi cavidad.  Pasearse sin descaro. Incitar a mi propia lengua a participar. ¿Este es Rodrigo? Lo siento tan diferente. Sé que ha pasado más de un año pero… Parece que sabe bien lo que hace… Debe tener experiencia… Debe haber estado con otros chicos… Debe haber besado a otras personas… A otros… Recuerdo que en alguna de nuestras conversaciones me confesó que jamás había tenido novia y que aun no daba su primer beso… Entonces, eso significa que… En este tiempo que hemos estado separados… Él… Él…

 

—Ezio… ¿Qué pasa? — Susurra en mis labios. Abro los ojos y me doy cuenta que me había quedado quieto y lo había soltado. Estamos dentro de mi casa… ¿En qué momento entramos? No sentí siquiera la ruidosa puerta cerrarse… Me separo de él alejándome unos pasos. Quiero preguntarle… Quiero saber… — Ezio…

 

— ¿Has… — Trago fuerte tratando de aclarar mi garganta. — ¿Has besado a otras personas, verdad? — Lo veo descolocarse un poco.

 

—Si… — Contesta con una risita nerviosa. — Estuve con un par de personas… Nada serio… ¿Tu no?

 

—Yo… Nunca… — Me quedo en silencio, avergonzado.

 

—No significaron nada… Eres el único que me importa… Siempre serás el único… — Se acerca y me abraza por la espalda. Sus labios se apoyan en mi cuello, sus manos se pasean por mi abdomen y me estremezco. Echo la cabeza para atrás apoyándome en su hombro. ¿Realmente le importo? ¿Soy el único? ¿Siempre lo seré?... — ¿Tu padre? — Pregunta sin dejar de acariciarme.

 

—No llega hasta mañana por la noche… — Respondo en un suspiro. Es tan agradable la sensación de sentirme entre sus brazos…  Dejo de pensar… Me jala con él hasta el sofá y se sienta sin soltarme. Termino sobre sus piernas dándole la espalda.

 

—Rodrigo… — Trato de levantarme. No me deja. Sigue besando mi cuello intercalando con pequeñas mordidas.

 

 

Mi sentido común desaparece. Me dejo envolver por las sensaciones. Las cálidas manos de Rodrigo se cuelan bajo mi polera y se pasean suavemente por mi pecho. Sonoros y vergonzosos suspiros escapan de mi boca. Me gira de pronto y quedo ahora frente a él, aun sobre sus  muslos. Me vuelve a besar. Participo torpemente acomodándome mejor colocando una pierna a cada lado. Es la primera vez que alguien me besa. Y que beso a alguien. Se mueve bajo de mi y una corriente eléctrica me recorre entero. Está excitado como yo. Y ese movimiento hace que nuestras erecciones se rocen. Me gusta eso. Me gusta mucho. Me cojo de sus hombros con fuerza y trato de imitarlo para seguir sintiendo aquel placer. Cierro los ojos echando la cabeza hacia atrás.  De pronto siento que acarician mi miembro y me detengo asustado.

 

—Shhh… No te preocupes… — Susurra Rodrigo. — ¿Alguna vez te has masturbado? — Asiento con la cabeza lleno de vergüenza. — Será igual…

 

 

Mientras me hablaba había desabotonado mis vaqueros y su mano estaba dentro de mis calzoncillos, acariciándome… No pude evitar alzar un poco la voz soltando algunos jadeos que trataba de controlar. Di un grito al sentir como sacaba y juntaba mi miembro al suyo, masturbando los dos a la vez. Mi cuerpo entero temblaba. Su voz me llegaba… me nombraba… me llamaba… Ezio, Ezio… Me sacudí al llegar al orgasmo soltando un sonoro gemido. Rodrigo aceleró un poco el movimiento mientras yo aun temblaba con los espasmos. Lo escuché maldecir mientras obtenía su propia liberación. Nos quedamos así un buen rato, tratando de recobrar el aliento. Hasta que Rodrigo se incorporó un poco y yo intenté levantarme.

 

—Quédate quieto… — Dice mientras sacaba un pañuelo de su bolsillo trasero y empieza a limpiarnos.  Ahora que mi completa conciencia había vuelto, me sentía tan avergonzado que no podía mirarlo a la cara.  — Bueno, listo. No quedamos perfectos pero… — Me acomodó los interiores, cerró mis pantalones… Tierra, ábrete y trágame… — ¿Ezio? — Su mano se posa en mi barbilla y con suavidad empuja hacia arriba. Mis ojos se encuentran con los suyos. Sonríe. — Aquí estabas… Hola… — Deposita un beso en mi frente cariñosamente. Intento volver a bajar la cabeza para escapar de su mirada, pero lo impide. — Mírame Ezio, soy yo…

 

 

 

+++++++++++++++

 

 

 

—Estás diferente… — Susurra mi pequeño. Me acerco y beso la punta de su nariz con cariño.

 

—Soy el mismo… — Le digo tratando de tranquilizar su nerviosismo. Se ve adorable sonrojado. No dejo que baje la cabeza y me prive de contemplar sus bellos cielos. Lo había extrañado tanto…

 

 

Sé que demoré más de lo previsto en venir a verlo. Fue muy difícil convencer a mi padre. Por más que se lo pedí y casi rogué, él no daba su brazo a torcer. Empecé un nuevo año en el instituto y casi me estaba dando por vencido. Mi madre me vio tan deprimido que insistió con papá. No sé qué cosas le dijo, pero logró que aceptara.  Casi estallo de la felicidad. Así que en las vacaciones de medio curso ya me encontraba nuevamente en busca de mi pequeño italiano.

 

 

Apenas llegué le dije a mi madre que iría a ver a mis amigos. No puso muchos peros. Acababa de cumplir los 17 años, estaba mucho más alto y mi voz se había vuelto más grave. Además ya no aceptaba todo lo que decían de manera sumisa. Ahora replicaba, cuestionaba y si no me parecía, me negaba. En el instituto en el que estaba había conocido muchos chicos y chicas, había hecho amigos, había experimentado cosas totalmente nuevas… Di mi primer beso, conocí el placer del sexo…  Pero jamás nadie logró hacerme sentir lo que Ezio. Nunca.

 

 

Me encontré en aquella intersección, esa calle en que lo vi por primera vez.  Y allí estaba junto a sus amigos. No me acerqué. Me quedé esperando, vigilándolo de lejos. Cuando vi que se alejaban, los seguí. Llegamos a aquel mercado al que me llevó aquella vez. Lo vi conversar y reír.  Estaba tan hermoso… Por fin después de mucho rato y luego de despedirse de los demás pude llegar a su casa. Una descolorida vivienda en medio de una calle mal iluminada. Esperé un buen rato antes de decidirme a tocar aquella puerta. ¿Qué diría cuando me viera? ¿Se pondría feliz? O quizá ya me había olvidado…

 

 

Acomodo mi abrigo, me acerco hasta su puerta y toco. No escuché nada. Di un par de toques más… “Ezio” me aventuré a llamarlo al ver que no abría. Y por fin la puerta que nos separaba se movió dejándome ver el hermoso rostro sorprendido del italiano. Lo abracé con tantas ganas, lo pegué a mi cuerpo queriéndolo fundir… Lo besé… Dios por fin lo besé… Había soñado tanto con esto… Lo vi asustarse, temblar entre mis brazos… No pude contenerme luego que logré que me dijera que me quería. Frente a frente, cara a cara. Terminé tocándolo como tantas veces había imaginado… Quería hacerle el amor pero sabía que era demasiado pronto. Sería paciente. Iríamos poco a poco…

 

 

Esa noche conversamos mucho. Le expliqué el motivo de mi ausencia. Le conté de los planes de mi padre. Lo vi entristecerse. Sus bellos cielos se cristalizaron.

 

—Entonces… ¿No volverás nunca más? — Preguntó con voz rota.

 

—No seas tontito, claro que volveré. Cada vez que tenga vacaciones estaré aquí. — Estábamos sentados aun en su gastado sofá, lo tenía abrazado y acariciaba sus rizos marrones. — Además cuando termines el instituto podrías venir conmigo…

 

—Si claro… — Soltó una risita triste. — No digas tonterías…

 

—Lo digo en serio. Sabes que no es un problema para mi…

 

—No, Rodrigo.

 

—Es solo dinero Ezio… No es importante…

 

—He dicho que no… — Se separó de mí con cara de disgusto.

 

 

No pude convencerlo. Sabía lo orgulloso que era. Jamás me permitiría que lo ayudase de esa manera. Sabía perfectamente que nunca aceptaría mi dinero. Debía buscar alguna manera, alguna otra forma…

 

 

Aproveché cada minuto de estos 45 días que estuve a su lado. Cada día nos vimos por la tarde, luego de que Ezio saliera de sus clases. Los fines de semana la pasábamos juntos, en aquel claro lleno de girasoles. Lo besé y acaricié muchas veces en aquel mágico lugar. Aprendí a amar cada gesto, cada suspiro, cada gemido que descubría día a día. Su dulzura, su inocencia, su honestidad… Su ser entero  me tenía totalmente cautivado.

 

 

La despedida esta vez fue demasiado difícil. Por más que me repetí que solo sería un tiempo, que volvería pronto… Simplemente no podía. No quería. Nunca había llorado frente a nadie… Y aquí me tenían, hecho un mar de lágrimas en los brazos de Ezio.

 

 

 

Durante esos dos años que siguieron volví siempre por las vacaciones. Y un par de veces extras, por periodos cortos. Aprovechaba cualquier oportunidad para viajar. Felizmente mi madre me apoyaba. No tengo idea si imaginaba el por qué de mis ganas de estar aquí. Pero qué más daba… Todo pasaba a un segundo plano cuando tenía a mi pequeño italiano entre mis brazos.

 

 

Cuando terminé el instituto pude volver a su lado  y permanecer un tiempo más largo. Convencí a mis padres de que me dejen 6 meses libres. Total, luego entraría en la universidad y las cosas se pondrían más difíciles. Esta vez viajé solo. Ya era mayor de edad, no necesitaba la compañía de mis padres, ni su permiso. Aunque aún dependía monetariamente de ellos.

 

 

Ezio había cambiado poco a poco ante mis ojos. Estaba más alto, más maduro, más hermoso. Me sentía totalmente cautivado por este muchacho. Adoraba la manera en que me miraba, me sonreía, me hablaba…

 

 

Las cosas fueron diferentes. Ya no podía contenerme más.  Lo había tenido muchas veces desnudo bajo mi cuerpo. Mis labios habían recorrido toda su piel. Me sabía de memoria su sabor. Lo había acariciado tanto que llevaba grabada su suavidad  en la yema de mis dedos. Quería más… Necesitaba más…

 

 

Una maravillosa tarde en la que la suave brisa hacía bailar a los girasoles a nuestro alrededor y el sol se ocultaba lentamente… Por fin lo hice mío. Despacio, sin prisas. Mientras me adentraba por primera vez en su cálido interior escuchaba salir sus melodiosos gemidos…

 

 

Canta para mí, Ezio… Cierra los ojos y canta para mi…

 

 

Me entregué a él. Se entregó a mí. Terminamos de sellar ese amor que nos profesábamos en aquel claro, rodeados de flores. Como si fuera mi primera vez, los nervios me traicionaron y un par de lágrimas se escaparon de mis ojos. Era pura felicidad.

 

 

Por fin Ezio era mío. Completamente mío.

 

Notas finales:

Sing For Me de Yellowcard me acompañó esta vez, ademas de Kiss Me Again *u*

 

Espero actualizar antes de q acabe el año pero creo q... será el sabado (2 ) como siempre, asi q... Feliz Año Nuevo!!! 

 

Maripositas multicolores llenas de miel para tod@s


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).