Lentes enormes de pasta, cabello negro y sin gracia acompañado con un atuendo digno de un acomodador de supermercado: camisa a cuadros, sueter azul marino y un moño blanco como toque final.
Ese era él… Lee Donghae, primero en su clase y estudiante modelo de la Universidad Nacional de Seoul.
Notas perfectas, presidente del club de matemáticas, amante de los libros y las largas horas de estudio… esa era su vida, o al menos lo era hasta aquél día…
Su mirada fija en el bonito y perfecto modelo del ADN frente a él cuando un ruido extraño profanó la tranquilidad de aquél lugar, haciéndolo girar la cabeza.
Las bonitas bolas de poliestireno perfectamente pintadas y escarchadas casi caen de sus manos al notar al chico que había entrado al aula.
El cabello, el cual podía jurar que era de una textura sumamente sedosa, teñido de un color rojo oscuro, el cual combinaba a la perfección con su atuendo completamente negro y delineados ojos.
Su nombre era Cho Kyuhyun, el brabucón y playboy de la escuela; él era probablemente el tipo de chico del cual se alejaría completa e instantáneamente ya que, tal y como se lo repetía Choi Siwon, presidente del club de religión y casualmente su mejor amigo, eran del tipo de personas que simplemente buscan pasar un buen rato y nada más pero… tal vez él también quería pasar ese buen rato…
Fue así como ese mismo día, motivado por alguna extraña razón en su cabeza, decidió darle un cambio radical a su monótona y aburrida vida.
Tomando la, hasta ahora olvidada tarjeta de crédito que su padre le había proporcionado antes de marcharse de país con su madre, salió de la casa…
Una sonrisa se formó en su rostro mientras acomodaba el cuello de aquella fina chaqueta de cuero. Dio un vistazo más a su atuendo: pantalones negros completamente ceñidos a sus piernas y muslos así como la playera de cuello en V del mismo color, acompañados de unas rebeldes botas negras; pasó una mano por su ahora corto y despeinado cabello castaño.
Soltando esta vez una carcajada tomó el pomo de la puerta y corrió escaleras abajo; sus padres no vivían con él así que no había problema en la hora de llegada o salida… era libre, libre como las aves en el cielo.
Sus ojos brillaron al percatarse del grupo de chicos frente a su hogar. Sus pensamientos se esfumaron al sentir como sus labios eran tomados por otros más suaves, guiándolo en un beso intenso, lleno de pasión y lujuria. Sus brazos se enroscaron en el cuello ajeno mientras unos brazos se ceñían en su delgada cintura, apresándolo fuertemente, profundizando el beso.
Gritos y chiflidos se escucharon a su alrededor, recordándoles el montón de chicos a su alrededor, intentando atraer su atención.
-¿Quieren callarse de una puta vez? –Gruñó el chico frente a él mientras les dedicaba una oscura mirada mientras caminaba hasta su motocicleta.
Estaba por seguirlo cuando una voz suave y demasiado conocida lo detuvo por completo.
-¿Donghae? –
Y girándose sobre sus talones miró con sus hermosas orbes color avellana, ahora acentuadas por el algo exagerado delineado sobre ellos, al alto chico que cargaba consigo una biblia entre sus manos.
No había visto a Siwon desde hacía unos meses, cuando este se había ido de misionero a Busan y ahora que regresaba se encontraba con el nuevo y renovado Lee Donghae.
Con un leve movimiento de cabeza y una casi invisible sonrisa lo saludó.
-Adios… Siwon… -Susurró lentamente.
Sus brazos se ciñeron a la cintura de ni más ni menos que Cho Kyuhyun, el chico al que el cristiano le había advertido no acercarse jamás… con una sonrisa socarrona y un gesto de despedida con una de sus manos Cho Kyuhyun arrancó la motocicleta de un color más negro que la noche misma.
El sonido de varios motores a su alrededor se escucharon al mismo tiempo que más gritos y aullidos de festejo quebraron la tranquilidad de la noche mientras avanzaban.
Lo último que Donghae pudo ver fue la expresión de desconcierto y cierta tristeza en Siwon antes de apartar su mirada y recargar su rostro sobre la chaqueta de Kyuhyun.
Los diferentes colores de aquellas motocicletas brillaban bajo la luz de la luna mientras sus cabellos revoloteaban a su alrededor debido a la enloquecida velocidad a la que viajaban.
Infinidad de vasos de cristal con líquidos de casi todos los colores del arcoíris se esparcían a su alrededor. El humo del cigarrillo inundaba el lugar así como las luces de neón de infinitos colores caían sobre sus cuerpos.
El líquido de nombre desconocido pero de un brillante color azul fosforescente resbaló por su garganta, robándole una mueva de satisfacción. Todo esto era completamente nuevo para él pero tenía que admitirlo… le encantaba.
Su mirada, ahora algo borrosa por el efecto del alcohol en sus venas, recorrió a los demás chicos a su alrededor.
Un tipo de aspecto fortachón devoraba sin compasión los labios de otro chico mucho más bajito y delicado que él; sus manos masajeaban sin pudor alguno su gran trasero mientras que, por las expresiones faciales del otro, estaba cien por ciento seguro que se encontraba gimiendo. Rápidamente su mente los clasificó como Kangin y SungMin.
Ahora sus ojos se habían dirigido hacia otro chico, esta vez de complexión mucho más delgada que el otro, de cabellos color azabache y ojos del mismo color. Observó atentamente como sus pequeñas manos se enredaban en una especie de pajilla, aspirando un fino polvo blanco de una bandeja de color oro.
Dio otro trago a su bebida, esta vez más largo y volvió a fijar la mirada sobre el mismo chico. A pesar de que sus manos habían soltado la pajilla ahora se ceñían sobre la chaqueta de otro chico de tez morena. El peli azabache sonrió extrañamente antes de abofetear fuertemente al más pequeño para luego jalarlo hacia él, tocando su cuerpo brusca y descaradamente mientras mordía los labios ajenos.
Estuvo a punto de pararse e ir a detenerlos pero unas manos sobre su muñeca lo detuvieron.
-Déjalos… Ryeowook es un poco… masoquista –Murmuraron contra su cuello, mandándole infinidad de descargas eléctricas a todo su cuerpo.
Arrojó la copa aún medio llena a algún lado de aquella pequeña habitación y dirigió sus ojos al chico a su lado. Ya me arrepentiré después. Pensó al mismo tiempo que se levantaba, pasando cada una de sus piernas a un lado de la cintura del otro, quedando sentado en su regazo.
-Ya que todos están ensimismados en sus cosas… ¿por qué no hacemos lo mismo? –Susurró al oído del otro, procurando que su aliento caliente rozara a Kyuhyun.
Sin previo aviso sus labios fueron tomados con fuerza. Soltó un gemido al sentir esa hábil lengua delineado su labio inferior, permitiéndole colarse en su boca. Unos largos dedos se colaron bajo su camiseta, delineando sus costados con lujuria. Mordió los labios ajenos antes de separarse para tomar aire y continuar.
Sonrió por milésima vez mientras Kyuhyun mordía y lamía su blanco y hasta esa noche puro cuello.
Había ganado…
Había ganado justamente lo que quería. Había seducido a Cho Kyuhyun con sus encantos sacados desde quien sabe dónde. Había, por fin, dejado su imagen de débil y nerd en lo más profundo de su ser, ahora era atrevido y descarado.
Algunas personas pensarán que está loco y que simplemente arruina su vida pero se equivocan. Cho Kyuhyun lo había salvado de la infelicidad que habría sido su vida hubiera seguido por aquél camino aburrido y monótono; con solo unos cuantos minutos de mirarlo fijamente lo había hecho cambiar de opinión completamente.
Tenía que aceptarlo, toda esta nueva vida de rebeldía y libertad le gustaba, más bien… le encantaba. Ya no era el blanco de las burlas y juegos de los demás en la universidad, ya no más… ahora era popular y muchas chicas y porque no, chicos también estaban tras de él… pero lo que más le importaba era que tenía al gran Cho Kyuhyun, rendido a sus pies.
Estaba mil porciento seguro que Kyuhyun estaba enamorado de él. Su forma de tratarlo no era la misma que la que había visto con muchas de las putas con las que había estado antes, con él era completamente diferente… su mirada no solamente reflejaba deseo sino también amor… amor puro y eso lo volvía loco.
Esta vez soltó una sonora carcajada, llamando la atención de Kyuhyun.
-¿De qué tanto te ríes? –Exclamó deteniendo sus caricias.
Lo miró fijamente y sonrió de nuevo, robándole un beso apasionado.
-¿Por qué no mejor dejas de hablar y me tomas aquí frente a tus amigos y así les enseñas quien es el mejor? –Soltó sensualmente aún sobre los labios del otro.
Las manos del otro desabrocharon sus pantalones en cuestión de segundos, bajándolo lo suficiente al igual que él lo hizo con los del más alto.
Todos los gemidos y palabras obscenas de los allí presentes eran callados por la ensordecedora música que en esos momentos era tocada…
Sabía que todo eso estaba mal y que probablemente acabaría peor pero… ¿por qué no disfrutar mientras todo aquello duraba? Al fin y al cabo no eran más que… chicos rebeldes… ¿no?