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Flor marchita por HarukaChiba

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Notas del fanfic:

 

Notas del capitulo:

Vuelvo después de muuuuuuuchos meses de sequía escritoril (acabo de inventarme una palabra nueva porque YOLO) gracias al nuevo UNDEAD Fanfic Project para despedir a los chicos de Sadie con un We never say goodbye!

Pues yo elegí, VOLUNTARIAMENTE -para que quede bien claro- basarme en los Cloroplastos, quienes todos vosotros bien sabéis se dedican a hacer la fotosíntesis de las plantas, peeeeero nada que ver con el resultado realmente, pero NO ME PEGUÉIS, yo lo he intentado y hecho lo mejor que he podido... u.u 

También es muy corto yyyy NO TIENE DIÁLOGOS... pero bueno... os lo dejo para que lo disfrutéis, o lo odiéis, para que hagáis con él lo que queráis, pero eso sí LEEDLO xDDDDDD

Como la gota que desborda el agua de un vaso, su llegada perturbó mi vida. Al igual que si tiras una piedra a un lago ésta llegará al fondo, él consiguió caer dentro de mi corazón. Consiguió desequilibrar mi mundo de forma completamente drástica. Me sacó de la monótona vida diaria, de los papeleos interminables en mi vieja oficina, de las malas caras de la secretaria de mi jefe cada vez que me veía, de la espiral en la que había entrado sin darme cuenta de haberlo hecho. En un principio fue como un soplo de aire fresco, algo nuevo, emocionante, pero aquella primera sensación de éxtasis acabó decayendo poco a poco, dejándome roto…

 

Su sonrisa era tan venenosa y mortífera, tan adictiva, que era imposible huir de ella. No importaba lo que te pidiera, lo harías sin ni siquiera tener tiempo de preguntarte si lo que estás haciendo está bien o mal. Lo acabarías haciendo incluso si no quisieras, aunque te negases. Y es que a él no le podías negar nada. Tenía esa irritante capacidad de hacerme perder el control, simplemente con una sonrisa suya.

 

Todos los cristales que rompí aquel mes de febrero, todos los cigarrillos que me fumé, todo aquello que robé, las drogas que me esnifé, el alcohol que me tomé, todo esto y mucho más, todo, llevaba su nombre.  Mizuki. Aquella hermosa luna que me acompañó durante aquellos veintiocho días fue la culpable de mi breve alzamiento, de mi primer y último alzamiento antes de acabar cayendo, perdido, para siempre.

No puedo olvidar el día en el que apareció delante de mí por primera vez, ¿cómo iba a poder olvidar el día en el que mi mundo comenzó a deshacerse poco a poco? No puedo dejar de pensar en la luna en el cielo reflejada en su hermosa mirada, en el aire frío que sacudió mi cuerpo cuando me habló por primera vez, no puedo olvidar aquel extraño sentimiento de reconocimiento que recorrió mi cuerpo cuando le vi sonreírme de aquella forma.

Desde entonces, y hasta que llegó el día veintiocho, todas las mañanas me despertaba tumbado en el suelo, con un tremendo dolor de cabeza y visiones borrosas de lo ocurrido por la noche. La casa destrozada por completo, botellines de cerveza invadían las habitaciones, restos de comida poblaban la cocina, y el olor era insoportable, cuando me despertaba, todo estaba hecho un desastre. Pero no había ni rastro de él, nunca podía encontrarlo cuando le buscaba, era él el que siempre me encontraba a mí. Aparecía de repente del lugar más insospechado, como si no se hubiera ido nunca de mi lado.

 

En el momento en que desaparecía, toda la vitalidad que él me daba se iba junto a su presencia. Era tan necesario en mi vida, como la luz para la fotosíntesis de las plantas. Él era la luz que me daba la energía para poder sobrevivir día a día, noche a noche. Si él no estaba, me volvía un muñeco roto.

Pero un día se fue para siempre, no regresó, me dejó tirado, solo, desesperado, sin saber qué hacer, cómo continuar, en medio de la fría calle, como si nunca hubiera existido. Poco tiempo descubrí que no existía ninguna persona con aquel nombre, con aquel rostro, con aquella sonrisa… Mizuki no existía. Nunca había existido realmente. Solo había sido un producto de mi imaginación, simplemente era una proyección de mi interior, de lo que anhelaba ser en lo más profundo de mi corazón…

Quería ser tan alto como la hermosa luna, pero nunca imaginé cuán dura y dolorosa podría llegar a ser la caída. Y terminé convirtiéndome en una marchita flor alejada de los rayos del sol que le daban la vida. 


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