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Familia Cavallone por Ren Konae

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Notas del capitulo:

Actualización. Estamos acercándonos al final. 

Dino llegó hasta el salón principal, en el vestíbulo estaba Kyouya, siendo recibido por Romario que ordenaba a una de las mucamas llevar la maleta. Lo ojos marrones detallaban a su esposo, siempre vestido de negro y con su camisa de color púrpura.


Los afilados ojos negros se encontraron con los suyos y sintió un escalofrío recorrer su cuerpo. Kyouya era terrorífico, sin importar la edad que tuviese, e imponente.


Nunca admitiría que en un principio temió a ese hombre, que en esa época era chiquillo de dieciséis años que sólo existía por y para la pelea. Dino, en aquel entonces, ya era un adulto, un mocoso con problemas sociales y obsesión por la lucha era algo que podía resolver, y afortunadamente descubrió en poco tiempo los puntos débiles de Kyouya: Los oponentes fuertes.


A la mención del tu extutor, el interés de Kyouya fue inmediata, como un imán al fierro. Y después, se dio cuenta que no sólo era beneficioso para su misión, sino peligroso. Kyouya no sabía controlarse, era como un gato huraño que saltaba a la primera incitación, no direccionaba su fuerza, sólo golpeaba sin cesar y se detenía cuando su oponente no se resistía a sus golpes, ese era el indicativo que estaba inconsciente. Y a él le tocó moldear a ese chiquillo sin control.      


Los arañazos en su piel se volvieron normales, incluso que él estuviera vendado o con alguna fractura. El disciplinario no parecía tener remordimiento alguno por sus lesiones, sino que sonreía satisfecho cada vez que lo leía golpeado, en especial si era él quien lo golpeaba.  


Al ir avanzando en las batallas y al entrenarlo, se dio cuenta que Kyouya no era un muchacho irracional, sino que en su propia ley era lógico, incluso se sorprendió al descubrir que era el segundo en tener «una mente única» —el primer puesto lo tiene Gokudera—.


Dino reconoció que en la época donde era profesor de Namimori, ya tenía un especial cariño por Kyouya, en ese entonces, todavía no era claro el sentimiento. Él trató de no luchar con el adolescente, porque Reborn también se lo prohibió. La batalla con Kyouya tenía que evitarse bajo cualquier circunstancia, por eso se unió con los Vongola para formar un solo equipo, estaba seguro que Kyouya estaría en ese bando, pero no contó con su negativa a los grupos. Y en los siguientes días, Kyouya estaba de tras de él, persiguiéndolo para una batalla.


El Arcobaleno de la tormenta, que él pensaba que era el más pacífico, terminó jugando bien el punto débil de su ex alumno. Y lo convenció de ser su único representante. Dino no se había dado cuenta que se puso en bandeja de plata, junto con el resto de los guardianes. Kyouya podría ser parte de la familia Vongola, pero eso no significaba que su sed de pelea y lucha se hubiera apagado, sino se identificó al ver todos en un solo grupo. Todas las personas a quién él quería derrotar están reunidas en un solo bando.


Dino suspiró aliviado cuando Reborn le informó que el par,  Fong y Kyouya, estaban descalificados. Él sonrió al escuchar que  la razón era el descontrol de lucha de su alumno. Reborn le quedó mirando cuando soltó una pequeña carcajada. El pequeño sombrero que traía su ex tutor le ocultaba los ojos mientras que sonreía, que hasta ese día no sabía si la sonrisa de Reborn o Kyouya le causaba más miedo, era amplia y sádica.   


—Está ideando en hacer alguna maldad —pensó Dino.


Y así fue, al poco tiempo el pequeño Arcobaleno lo invitó a él, a todos los guardianes y los Varias, a una de las residencias Vongola que había en Japón, donde tuvieron que pasar la noche en pequeños grupos «porque había pocos cuartos». A Dino le tocó compartir cuarto con Kyouya, los dos solos. Se puso nervioso cuando llegó el momento de estar en cuatro paredes con el violento. 


Trató, en muchas ocasiones, no mirar cuando Kyouya se cambiaba de ropa, es más, volteo a mirar la pared y darle un poco de privacidad al joven. Pero solo trascurrieron pocos segundos cuando Dino sintió ese deseo de ser voyerista y de reojo mirar las nada pronunciadas caderas de su alumno, ese momento se dio cuenta de ese desea, que el trataba de sugestionarse que era amical, era más que un querer como le tenía a Tsuna. Era más fuerte y casi obsesivo.


Dino sintió que le daba palmadas en sus cachetes, al volver en sí y salir de sus recuerdos, miró los ojos de Kyouya, su amor que a punto de darle otra cachetada para que reaccione.


—Te escucho —dijo Dino, antes de tomar la muñeca de la nube—. No es necesario que me sigas golpeando.


El guardián sonrió.


—Una más no te afectará, pero sí garantizará que no te me quedes mirando como idiota —Dino hizo un puchero cuando lo llamó idiota—. Corrección, eres un idiota.


Kyouya sonrió más al ver que Dino estaba haciendo una pequeña pataleta.    


 


A los lejos oyeron las voces de sus pequeños, que al parecer venían correteando por el pasillo que daba a los cuartos. Kyouya sonrió al verlos correr hacia él, quien abrazó uno por uno.


Dino le encantaba ver a su pequeña familia reunida, como en ese momento. Kyouya podría ser el más despiadado de los guardianes, pero en casa, cuando ya no estaba en una misión era muy preocupado por sus hijos. Su amado besó a cada uno de sus retoños en la cabeza y estos sonreían encantados de tener a sus dos padres juntos.


La pequeña princesa miró con grandes ojos a Kyouya, entre feliz y nostálgica, sus pequeñas manos se aferraban al saco de sastre de la nube. Parte de ser padre era entender lo que pasaba por la cabeza de sus hijos, por lo menos la intuición era muy buena. Dino sabía que su pequeña estaba feliz, pero la felicidad no era completa, de la misma forma que Kyouya llegaba se iba, era igual a un bumerán.   


Kyouya acarició la cabeza de la niña, sus pequeños rizos dorados estaban desordenados, con sus dedos los arregló; luego la cargó, ella se aferró a él con sus pequeñas manos, su pequeña cabeza descansaba en el pecho de la nube.


—Estoy aquí, por ahora me quedaré un tiempo —dijo Kyouya.


Dino sonrió. La palabra «quedarse por un tiempo» significaba que la nube había pedido licencia para su familia, que está duraba alrededor de seis meses.


La princesa sonrió, también sabía el significado de esas palabras.


***


Dino estaba feliz de tener a Kyouya de nuevo en la mansión, pero sus pequeños estaban acaparando todo el momento. El primogénito sonreía encantado de estar en los brazos de su «madre» que le estaba acariciando los cabellos, mientras le preguntaba qué había estado haciendo, hasta que le preguntó por sus notas del colegio. Vio que su sucesor trago saliva a la mención de las calificaciones y tartamudear para dar una explicación coherente.


Kyouya endureció su mirada, nunca le había gustado que el niño estuviera con mal en el colegio y sobre todo:


 


—No te parezcas a tu padre, que llegaba cursos vacacionales por malas calificaciones.


Dino se sintió ofendido al descubrir a Romario tratando de acallar sus risas, el resto de la famiglia sonreía con diversión a las palabras de su amado.


«—¿Qué no se parezca a mí? —Pensó Dino, al mirar a Kyouya y su hijo mayor— ¡Pero si es mi copia! ¿Acaso no lo ves? ¡Es como mirarme en un espejo!»


El jefe Cavallone se sintió frustrado. Su niña se acercó a él y le palmeo la pierna, como dándole ánimos. Él le sonrió y la sentó en sus piernas mientras esta lo llenaba de besitos por toda la cara.


—¿Papá, ahora está feliz? —dijo la princesa. 


Dino sintió derretirse al ver la expresión en su pequeña carita, y le devolvió el beso en la frente.


—Papá está muy feliz —contestó.


Y Dino podría categorizar ese momento como unos de los mejores momentos de su vida, hasta que hizo una revisión panorámica de la sala donde estaban. Allí en los brazos de Kyouya estaba su engreído y en sus piernas estaba sentada su princesa… Faltaban los dos pequeños diablillos.


De pronto, se escuchó una fuerte explosión en unos de los jardines traseros de la mansión. Dino tragó saliva, dejó a su pequeña en el sofá, y salió corriendo. Sus hombres estaban adelante de él, ya que ni bien escucharon el fuerte estrepito fueron con armas en mano al punto. Al mirar a tras no vio a  Kyouya y supuso que la nube se quedó con los pequeños, a su cuidado.    


***


Dino al llegar comprobó que sus suposiciones eran correctas, el motivo de la fuerte explosión era Enzio. La tortuga esponjosa estaba grande, mucho para su gusto, y a unos pies de distancia estaban los gemelos, mirando con asombro  al animal.


El jefe tragó saliva, si algo les pasaba a los diablillos Kyouya lo castigaría, podría sacarlo de la habitación matrimonial por semanas o, aún peor, no deja que lo tocara. Se mordió los labios y miró con decisión a su mascota, tendría que usar su látigo para domarlo y regresarlo a tamaño normal.


Estaba iniciando el recorrido hasta Enzio, antes de escuchar a voz nerviosa de Giannini, que estaba en la entrada del jardín con Kyouya a su lado. Dino miró confundido al inventor.


—El guardián de la nube nos «pidió» hace unos meses a Spanner y a mí crear esto—dijo Giannini con un peculiar dispositivo en mano.


—¿Kyouya les «pidió»? —pregunto el jefe, haciendo un especial tono de voz en pidió, como lo hizo Giannini.


—Entró a nuestro laboratorio y nos amenazó con sus tonfas. Nos dijo que necesitaba a toda costa un dispositivo que pueda adsorber el agua en un cuerpo viviente —explicó, suspirando.


Dino sonrió, esas acciones sonaban más a las actitudes de su esposo. Kyouya no era de pedir, sino de hacer y demandar.     


Giannini se acercó a Dino y le dio el dispositivo que mando a realizar Kyouya.


—Este botón de aquí —Giannini señaló un pequeño botón blanco— es para adsorber el agua y este de aquí —señaló otro de color azul— es para que deje de adsorber.


Otra explosión se inició. Dino, Kyouya y Giannini vieron como el inmenso Enzio caía de espaldas, de caparazón, al piso y en los pies del animal estaba una gran soga que era sujetada por los gemelos Cavallone, que reían felices por su nueva hazaña.


Dino sintió lastima por su mascota que siempre tenía que lidiar con esos dos mocosos, casi a diario el pequeño Enzio tenía que experimentar algún desafortunado suceso. Le quitaban el dispositivo, la rapidez los sorprendió y cuando comenzó a mirar qué estaba pasando, Kyouya ya estaba a los pies de su mascota, haciendo que el agua escapara de su cuerpo y regresa al tamaño normal.  


—Cavallone, eres lamentable. Piensas mucho cuando se tiene que actuar —dijo Kyouya, mirándolo de reojo sin mostrar ninguna emoción.


Giannini ya había desaparecido, no se dio cuenta en qué momento el inventor decidió poner su vida a salvo.


Dino se mordió los labios. Kyouya siempre estaría por delante de él, haciendo lo que cree que es correcto o lo que desee. A veces, era frustrante.


 


***


Dino secó su cabello. Tomar un baño era reconfortante, para ser un día normal en la mansión fue muy cansado y hasta ahora no hubo oportunidad de hablar con su esposo. Lo niños estuvieron todo el día con él, no lo dejaron tranquilo.


Escuchó que el sonido de la ducha se reanudaba e imaginó la silueta de Kyouya a través de la delgada tela de la ducha, tocándose en diferentes partes. Sintió que su rostro comenzaba a arder, sonriendo como un pequeño niño se encamino al cuarto de baño, pero al querer girar la perilla estaba cerrada, probó una vez más y obtuvo el mismo resultado. Gimoteo por lo bajo.


—Tuve un día cansado, quiero un baño tranquilo, sin tus perversiones, Cavallone.


Kyouya comenzó a ignorarlo y Dino regresó al cuarto arrastrando los pies, estar mucho tiempo sin tocar a su esposo lo ponía en un humor depresivo.


Se echó en la cama matrimonial, sonrió un poco al memorar que en esa misma cama fue la primera vez que estuvo con Kyouya, cuando este era adolescente. En entonces, se dedicó a planear cada movimiento y cada posible situación para que el huraño no lo rechace o le diera un tonfazo por considerarlo un atrevido.  


Recordó que un viaje de visita a Italia fue el momento perfecto, internamente le agradeció al noveno por la resolución con la décima generación, que tenía que ir familiarizándose con el trabajo de la familia. Él estuvo atento a un fin de semana, el que ellos tuvieran libre para invitar al guardián de la nube a su mansión. Kyouya lo miró de forma inquisitiva y estuvo escuchándolo callado. Dino por unos momentos temió que su plan, el que había trabajado duro por un mes, fuera descubierto pero no fue así. Y suspiró aliviado.


Kyouya fue un sábado en la tarde, con su uniforme de Namimori y sus tonfas en alto para que inicien la primera ronda de entrenamiento. El adolescente, pensó que la invitación era esa. Dino acepto en ese momento que el entrenamiento, pero al llegar la hora de la cena, empezaría su plan.


Dino ordenó que los dejaran solos, Romario que conocía a su jefe intuyó que pasaría un momento importante entre Dino y el mocoso rebelde,  acató sus órdenes, más que todo porque entendía que a veces profesor y alumno necesitaban un poco de privacidad para hablar de temas personales. Dejó el comedor, y se instalaron en las demás zonas de la mansión, mientras ellos estén cerca la vida de Dino no peligraba.


 


La cena fue tranquila, sólo se escuchaba el sonido de los cubiertos y sus  respiraciones. Dino se sentía un poco frustrado porque al querer iniciar una conversación, era ignorado por el adolescente que prefería seguir saboreando la carne.


Tuvo que retarlo para llamar su atención, una curvatura en los labios de Kyouya se entendió al escuchar su «tonto e infantil reto». Cada uno debería tomar tres copas de vino tinto, de un solo trago, el que completará el reto ganaba y pediría al otro lo que quisiera, suponiendo de Kyouya no era difícil saber qué pediría.


Al terminar los tres vasos de vino miró atento a su alumno, viendo cuál sería su reacción. Podría suponer que era la primera vez que ingería alcohol por las mejillas extremadamente sonrojadas, que un deleite a su vista, pero el flequillo ocultaba su rostro. Se mordió los labios. Kyouya alzó la vista, mirando a un punto fijo mientras hacia una extraña mueca de disgusto. Dino comenzó a pensar que no fue buena idea, había la posibilidad que el joven se vuelva irracional, pero no fue así. Aprovechó para acercarse a su pequeña presa, este ni le ponía atención.


Rosó sus labios, como probando alguna reacción negativa y no la obtuvo. Estaba entusiasmado y profundizó el beso, pasaron unos segundos y sintió que era expulsado de forma violenta. Kyouya lo miraba molesto e indignado.


—¿En qué piensas, Cavallone?


Dino despertó de su ensoñación. Dejó el recuerdo del pequeño Kyouya a un lado para concentrarse en el adulto que estaba en el marco de la puerta, mirándolo con mucha atención y curiosidad.


Dino sonrió.


—En la primera vez que te hice el amor —contestó suelto.


Kyouya desvió la mirada de él y de la cama. Dino se maravilló al ver el imperceptible sonrojo en las mejillas. Kyouya adulto era difícil que muestre timidez.        


—Me emborrachaste para hacerme lo que deseabas. Eres un pervertido.


Dino se acercó a él y besó  sus mejillas sonrojadas, y se ganó un empujón. Kyouya estaba con la ropa de dormir y se metió en la cama, entre las fresadas. El jefe lo siguió.


—Yo me declaré, fui y muy formal —expresó Dino—. Que un beso llevó a lo demás no estaba planeado.


Kyouya lo miró fijamente. Dino sabía que sus palabras no fueron creíbles para el guardián.       


—Está bien. Sí, lo pensé, pero no iba hacer nada que no quisieras.


Kyouya suspiró cansado.


—Antes de declararte y hacerlo de forma correcta, me emborrachaste para llevarme a tu cama —acusó Kyouya.


—Kyouya, era chiquillo. No sabía cómo entablar la propuesta, pensé que demostrándote de mi amor de esa forma comprenderías… pero no fue así.


El Dino de 22 años estuvo en el paraíso el tiempo que duró la demostración de amor, al despertar comenzó la pesadilla. Kyouya estaba rodeado de una inmensa aura asesina que iba creciendo a los segundos, con sólo verlo entendía que ese sería su último día de vida. Sólo necesito emplear las palabras adecuadas, para que el aura desapareciera y sea reemplazada por un sutil sonrojo.


Kyouya se mostró tímido y desconcertado. Él beso el rostro de la nube con besos mariposa, después de unos minutos sin reaccionar, fue tirado de la cama de forma brusca.


El guardián pensó por un mes entero que se trataba de una broma por parte del rubio, cosa que molestó al Jefe. Dino insistía en demostrar su amor a viva voz, situación que incomodaba al menor. Toda la Fagmilia Vongola para ese entonces, ya sabía de las intenciones del otro Don. Él único que no podía asimilar las declaraciones de amor era el mismo objeto de amor.     


—Me hiciste sufrir mucho, Kyouya —comentó Dino, al recordar los largos meses de galantería—. Es la primera vez que me llevó seis meses en enamorar.


Kyouya lo miró exceptivo, suspirando retiró la mano del bronco de sus cintura.


—No me hables de tus anteriores amantes cuando estás en la cama conmigo.


El rubio sintió un escalofrío recorrer su cuerpo. El evitaba hablar de sus anteriores amoríos cuando estaba con Kyouya, sabía que la nube conocía, por mención, a sus anteriores amantes, pero no era un tema que deseará recordar.


Dino estaba a su costado, posó sus manos en el vientre plano del guardián, mientras besa sus cabellos.


—Yo no me arrepiento de esa noche. Tú estás aquí conmigo y muestra descendencia —susurró Dino, besando su cuello.


—Tampoco me arrepiento de las decisiones que he tomado —dijo Kyouya, mientras posaba sus manos sobre las manos de Dino—, pero tampoco es un proceso que desea volver a pasar.


Dino se estremeció al recordar las complicaciones que Kyouya tuvo para tener a sus pequeños. Los médicos de Vongola necesitaban a una pareja gay estable o medianamente estable, entre los candidatos estaban ellos, sólo necesitaron que las tonfas de Kyouya hagan acto de presencia para que la lista sólo figure una pareja.


A pesar que el joven ex disciplinario se mostraba tranquilo, Dino advirtió que no era así. Kyouya a veces dudaba en seguir con los tratamientos y él sabía el por qué. Ambos siendo hombres no está la posibilidad que uno de ellos podía engendrar, sino que la únicas alternativas eran la adopción y el vientre de alquiler. En ambos caso podría tener a un niño, no era legítimamente  sanguíneo de los dos, pero lo máximo que se podía llegar era que al menos uno sea el padre biológico.


Dino abrazó a Kyoya, como si fuera un peluche. Notó la incomodidad del otro, pero cuando recordaba las transfusiones de sangre y los gritos de las enfermeras, se le  helaba la piel. Necesitaba sentir que esos momento eran lejanos, solo pruebas para que ellos dos estuvieran disfrutando de esos momentos.  

Notas finales:

¡Hola!

Estuve muy ocupada con mi retorno a la universidad, tengo un curso que es pesado. Además, me costó horrores escribir este capítulo, es el más largo de este fanfic. Kyouya es un personaje único y es difícil intuir su reacción a ciertos eventos y Dino, bueno, ya sabemos cómo es de torpe.  

Al ir avanzando me di cuenta que este no sería el capítulo complicado, sino sería el siguiente. Y tal vez, me tarde más en actualizar. Al terminar esta linda historia, retomaré «El anillos Cavallone».

Gracias por leer, los comentarios siempre son bienvenidos.

¡Hasta la próxima!


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