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Familia Cavallone por Ren Konae

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Notas del capitulo:

Estamos cerca del gran final 

 

Dino muy pocas veces tuvo miedo en su vida, gracias a las enseñanzas, también torturas de Reborn, el miraba directo al peligro, y porque no decirlo, a la muerte por el bien de su familia. Pero cuando Kyouya entró en el quirófano, al momento que su primer hijo nacería, sintió todo ese miedo acumulado por años estallar, tuvo que irse a la azotea, para no dejar salir sus miedos delante de su familia, sentirse débil e impotente delante de ellos; porque él era el jefe y no podía permitirse tal lujo, porque él era el pilar de esos más de veinte mil hombres siguiéndolo.   

 

—Está bien, jefe —escuchó la ronca voz de Romario, a su costado.

 

Dino se sorprendió encontrar su guardia baja, estaba distraído, pero cuando el asunto era Kyouya todo dejaba de existir, todo era secundario. Romario conocía sus miedos por perder a su amante, sólo recibió de éste una abraso paternal sin palabras, no eran necesarias, cuando le miraban a los ojos.

 

—Gracias —Dino sintió su garganta seca, tal vez por las ganas de llorar.

 

Romario sonrió y salió de allí. Sabía hasta qué punto podría acompañar a su jefe y ser consuelo, al mismo tiempo sabía que era momento de dejarlo pensar, hacer que calme esos miedos y que con algunos minutos más regresaría a la sala de espera con nuevas esperanzas que todo saldría bien, que tendría a su esposo y a su primer hijo allí, en sus brazos, con él.

 

Kyouya siempre decía que era un libro abierto para todos, que sus acciones eran demasiado sinceras para su bien, y en esas circunstancias le creía. 

 

***

 

Dino sonrió feliz cuando escuchó a Shamal dándole el permiso para entrar a ver a Kyouya, antes de perderse en el pasillo escuchó la voz perezosa del doctor diciendo que no atenderá de nuevo a otro hombre, que sólo atiende a mujeres. El jefe Cavallone siempre escuchaba el mismo listado de palabras salir de la boca del médico, y siempre había una ocasión para que este no cumpliera su promesa.

 

Kyouya estaba dormido, sus largas pestañas negras eran el contraste a su pálido rostro, que en ese momento estaba más pálido. Según le dijo Shamal antes de ingresar que sólo estaba agotado, necesitaría unas horas para despertar y le propuso que podría ver a su hijo, pero el deseo guardar la ocasión cuando Kyouya despierte.

 

Y después, de casi cuatro horas Kyouya despertó, lo primero que hizo fue preguntar por el bebé y Dino sonrió feliz, diciéndole a la enfermera que lo traiga. Fue el segundo momento más maravilloso de su vida, el primero fue conocer a su amante.

***

 

Dino al primer año de su hijo le sorprendió encontrar los escasos rasgos de Kyouya, pero aún Romario le decía que era muy pequeño para saber a quién se parecía más.

 

Kyouya lanzaba un suspiró agotador cada vez que él preguntaba sobre el parecido, hasta que en una de sus monólogos sobre el tema, su amante le lanzó un cojín para que se callara.

 

—Una más y duermes en el sofá —Kyouya amenazó.

 

Y Dino supo que podría hacerle caso a Romario y esperar a que su hijo crezca para saber su respuesta. Aún tenía esperanza que se pareciera más a Kyouya en el futuro.   

 

***

Dino no cabía de felicidad cuando Shamal, que en todos esos años nunca dejó de quejarse que no atendía a hombres, le confirmaba lo que sospechaba: Kyouya estaba de nuevo en la dulce espera. 

 

El único que permanecía callado era el guardián, mientras los demás miembros de la Fagmilia Cavallone estaban sacando las botellas de vino y copas, dispuestos a celebrar la noticia.

 

Dino tuvo una extraña sensación en el pecho al ser a su amante en ese aura extraña, se acercó con cautela y con el látigo en su cintura, dispuesto a usarlo si su amado estaba con ganas de asesinarlo. Pero antes de llegar al sofá donde estaba sentado Kyouya, que en todo momento mantenía los ojos ocultos en su flequillo, se acercó su primogénito con una sonrisa deslumbrante, tomando las manos de Kyouya que se agarraban con fuerza su pantalón de vestir.

 

—¡Voy a tener un hermanito!   

 

El pequeño miró con tanta alegría a su otro padre, que pudo ver como el extraño ambiente que rodeaba a su amado desaparecía. Kyouya tomó a su hijo, lo sentó en sus piernas, mientras le hacía pequeños mimos que sacaban más de una risotada de su primogénito.

 

—Vas a tener una hermano con quién jugar —contestó Kyouya.

 

Dino se sentía feliz, pero la preocupación no dejaba su mente. El comportamiento de Kyouya, ese raro que no había visto hasta ese momento, lo puso en alerta. Tendría que hablar con la nube más tarde.

 

***

Dino escuchó a Kyouya, y se sorprendió del descubrimiento de sus miedos y su deseo de no tener otro hijo. Entendía que con un heredero era más que suficiente para asegurar el legado, pero tampoco era como si pudieran devolver al bebé que tendrían.

 

—Cada vez que estoy en estado hay alta posibilidad de que muera —dijo Kyouya.

 

Dino se sorprendió que hablara de morir, él recordó que eso le había dicho Shamal en el primer embarazo de Kyouya. Lo había olvidado. Se mordió los labios. Desde hace mucho tiempo Dino no se sentía el ser más maldito de ese mundo, estaba exponiendo la vida de Kyouya por un capricho.

 

Dino y Kyouya llegaron en esa noche a una conclusión, en sus siguientes encuentros sexuales usarían preservativos.

 

***

Dino miró con asombro el pequeño bulto que era el bebé, mientras Kyouya se recuperaba del parto. Era una hermosa niña. Fue llevaba a la incubadora, estaría en observación por unos días para asegurar que todo estaba bien con ella.     

 

Kyouya estaba con el rostro pálido y con los ojos cerrados. Dino tomó sus manos mientras veía como se disponía a dormir por el cansancio.    

 

Dino tuvo miedo, mucho miedo. Cuando la maquinita que monitoreaba los signos vitales de Kyouya no mostraba su pulso. Llamó por el sistema de emergencia, y en menos de dos minutos apareció una enfermera y después de unos segundos Shamal, quién con voz firme demandó que salga del cuarto y los dejaran trabajar.

 

Dino miraba todo en cámara lenta, como era empujado fuera de la sala y el rostro blanco de Kyouya, inmóvil sobre las sabanas.

 

***

Respiraba hondo mientras las manos le sudaban. Nadie salía de la sala. Los demás guardianes estaban allí con su jefe. Tsuna miraba de vez en cuando a Dino y le acariciaba los hombros, sentía cierto confort con la acción.

 

Ni bien la puerta se abrió saltó directo a Shamal, quién le escurría gotas de sudor por la frente. El rostro serio del médico lo alteraba. Necesitaba alguna reacción que mostrara que Kyouya seguiría con él muchos años más. La sonrisa de Shamal apareció después de un rato, con un pulgar en lo alto.

 

La sonrisa apareció en el rostro de todos. Kyouya no era de demostrar sentimientos, pero con el tiempo el resto de sus allegados comenzaron a tomarle cariño, y Dino sabía que en el fondo el guardián correspondía a su manera.      

 

 —Está durmiendo, déjenlo descansar.  

 

Y Dino obedeció, si necesitaba alejarse de Kyouya un día para que no perderlo en los siguientes días, lo haría.

 

***

Respiro profundo y tranquilo, cuando abrió la puerta de la casa. Ayudó a Kyouya con sus cosas, mientras esté pegaba al pequeño bulto a su pecho. Sus hombres estaban en la sala esperándolos, lo ayudaron a  llevar las maletas.   

 

Kyouya sin decir nada se fue a la habitación de su segundo hijo. Romario miraba atento las acciones de él y Kyouya, como tratando de adivinar en qué nuevo problema se había metido el jefe.

 

—Sólo está cansado —dijo Dino —«Y enojado» —pensó.

 

La mano derecha lo miró a través de los lentes de sol, dando una afirmación con la cabeza y se alejó. Dándole a su jefe espacio.

 

El primogénito apareció sonriendo y correteando junto a él.

 

—¡Papá!¿Dónde está Kyo y mi hermanito? —preguntó.

 

Dino sonrió, lo cargo y subió las escaleras. Tal vez, Kyouya estuviera enojado, pero no se negaría al pequeño revoltoso que llevaba en los brazos. 

 

***

Dino se cubrió los ojos, mientas sentía toda la ira de Kyouya en sí mismo. Esta vez había cumplido su palabra; había usado condón. Su amor no podía culparlo porque el dichoso plástico se rompió, los accidentes como ese ocurrían mucho en todas las parejas. 

 

Quiso desaparecer cuando le mostró las tonfas y la prueba de embarazo. La familia Cavallone se quedaría sin el décimo jefe, y su primogénito aún era muy pequeño para tomar el mando.

 

Dino aún no quería morir, así que decidió correr por su vida.

 

En el pasillo estaba su primogénito, jugando con su pequeña hermanita. Dino sabía que haría una jugaba muy cobarde, pero no le importaba si con ello podía, en algo, disipar el enfado de su amante. Se acercó a los niños y, con una gran sonrisa, les contó de su tercer hermanito, el que conocerían en algunos meses.

   

Los grandes ojos de los niños se iluminaron y se acercaron muy felices a Kyouya, qué por el repentino saldito de alegría de los pequeños tropezó, cayendo de forma pintoresca en el piso. Dinos e contuvo de reírse. Kyouya desde el piso le estaba mirando enojado y con clara amenaza de muerte.

 

Dino sabía que mientras los niños llenaran de mimos a su otro padre, él podría seguir respirando tranquilo.

 

***

Dino sonrió satisfecho cuando Shamal salió de la sala. El doctor se veía cansado y siempre mirando con enojo a él y Reborn por obligarlo a atender a un hombre.

 

Ellos, Dino y Kyouya, habían acordado en esa ocasión decidieron mantener el sexo de los bebés en el anonimato, pero sabían que eran dos y no uno. La emoción en Dino fue desbordante, tanto así que invitó a todos los miembros de su familia a un bar a festejar.

 

Shamal se acercó a Dino, le susurró en el oído delante de todos, miró de nuevo con rencor a Reborn y se fue, dejando al jefe Cavallone en blanco.    

 

Esa noticia no se lo esperaba.

 

***

Dino entró con cautela. El médico le había dicho que el carácter de Kyouya aún era volatín y a pesar de la tranquilidad que aparentaba podría cambiar de humor. Desde donde estaba podía ver los dos bultos con mantas azules. Sonrió. Se acercó a la cama a conocer a sus dos pequeños y a un Kyouya somnoliento.     

 

Antes de que Kyouya perdiera el conocimiento por el cansancio, tomó a los dos bultos, los envolvió bien en las mantas y se los entregó a las enfermeras para que hagan los exámenes de rutina.

 

Él se quedó al costado del guardián, protegiendo su sueño.

 

***

Dino miró a sus revoltosos hijos correr por el jardín. Suspiró.  Kyouya seguía  viajando y realizando misiones para los Vongola, mientras él se quedaba en la mansión, al cuidado de sus hijos y de la familia. A veces, le gustaría ir con el guardián y recordar esos periodos de aventuras, pero sabía que no era posible.

 

Romario sonrió al verlo descansar en las faldas de un árbol, con una camita casual se acercó y le dio la carta que le alegraría el día.

 

Kyouya regresaba esa misma noche.

 

Dino sonrió y mando hacer hamburguesas para la cena.

 

***

 

Dino había aprendido con los años, que las separaciones no siempre significaba lejanía para el guardián sino un descanso, tiempo que el necesitaba para sentirse vivo y funcional en sus actividades como guardián y jefe de CEDEF.

 

Y él estaba más que encantado de recibirlo siempre con un abraso y beso, mientras Kyouya le daba a cambio noches de intensa pasión y una sonrisa cariñosa al día siguiente.

Notas finales:

¡Hola!

Tiempo sin actualizar, pero he estado muy ocupada. Ojalá que no se hayan olvidado de esta historia. 

Un capítulo más y termina este lindo fanfic, que primero no pensaba que sea más de tres capítulos, pero no puedo evitar emocionarme con cada historia que escribo y alargarla.

Después de terminar este fanfic continuaré con "el anillo Cavallone" sé que muchos esperan la continuación, puede que me demora más en actualizar ese fanfic, porque no me acuerdo en qué parte lo dejé.  

Gracias por leer. En los siguientes días repsonderé a sus mensajes-


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