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Hoy Conocí a la Persona Más Linda del Mundo... por kpoploveever

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Notas del fanfic:

one shot que se me ocurrió luego de leer una frase que me puso a llorar mas de lo normal

Notas del capitulo:

si buscan lemon pueden retirarse

Una tenue luz amarilla soleada entra por la ventana y atraviesa las cortinas blancas que cubrían el vidrio, los rayos dan hasta el rostro de un pequeño de no más de catorce años, de apariencia algo delicada, muy pálida y hasta se diría que inusualmente angelical. El niño sin estar de pie se notaba que era bajo, su piel casi literalmente era blanca, su cabello era rubio, pero no aquel que se acostumbra a ver, era un rubio opaco y de bajo tono, sin mucho brillo pero no por eso feo. Poco a poco el niño empieza a abrir sus ojos, que se revelan como dos joyas ámbar, se incorpora sobre la cama de sábanas blancas bostezando mientras se tallaba el ojo derecho, el menor mira primero a la ventana como toda mañana, sintiéndose cálido con esa luz tan bella sobre su cuerpo. Se quita la sábana de encima revelando la pequeña túnica blanca que llevaba encima como pijama, sale de la cama con una sonrisa en la cara. El cuarto de tonos naranjas le envolvía tiernamente, o eso era lo que él pensaba.
 
Camina hasta una silla ubicada junto al gran armario de madera roja en la misma habitación, ahí le esperaba un pequeño conjunto de ropa, una playera a rayas naranjas y amarillas, unos shorts verdes y un par de zapatillas rojas, se coloca todo rápidamente, se sacude el cabello del cual caen unos pequeños pétalos de flor y sale del cuarto.
 
Ni bien puso un pie fuera de ahí se encontró con el pequeño pasillo y unas escaleras de madera que bajó hasta llegar a la sala de su casa, normalmente su mamá estaría en el sofá tejiendo o escribiendo como acostumbraba a ser cada mañana, pero no se encontraba ahí, caminó hasta el comedor y se vio con la imagen de su madre cocinando mientras cantaba suavemente, La mujer de cabellos rubios voltea y ve a su pequeño con una gran sonrisa, el niño corre hasta ella y la abraza con mucho cariño a la par que decía un “hola mami”.
 
Para sorpresa del menor su madre había hecho un desayuno bastante grande incluyendo cada comida que le gustaba, no sabía desde hace cuánto pero le gustaban. No fue solo eso, sino que al terminar no le pidió que lavaran los trastes como antes, sino que lo llevó a la sala y se entretuvieron con bastantes juegos de mesa que también le gustaban, así se pasaron todas las horas hasta que el reloj marcó las tres de la tarde, una campana se empezó a escuchar resonando en los aires, en ese momento el niño pensó, las tres de la tarde, a esa hora los niños como él salían del colegio, entonces, si mal no recordaba no era fin de semana, por qué no estaba él en la escuela?
 
-          Mami- dice la voz del pequeño, la madre quita la vista del tablero de casillas y le mira sonriendo.
 
-          Sí mi bebé?-
 
-          …por qué no estoy en la escuela?- la mujer desaparece su sonrisa, pero no tarda en volverla a formar.
 
-          Mi pequeño, sabes que acabamos de mudarnos, y que no puedo hacer que entres a la escuela de aquí tan pronto, pero te prometo que pronto lo haré, sí?-
 
-          Sí mamá- responde el niño volviendo a poner atención al tablero.
 
Luego de jugar un muy buen rato más, la madre fue a la cocina a empezar a lavar, el niño se quedó algo aburrido en el sofá, solo escuchando algo de la música proveniente de la pequeña radio encima de la chimenea, “no quieres salir un momento?” pregunta la mujer sorprendiendo al menor de nuevo, casi nunca le dejaba salir sin su compañía, de inmediato sonrió. “Está bien” responde alegre, “muy bien, pero no te alejes demasiado!” “sí mamá!” responde este, no se coloca ningún abrigo pues en ese lugar el frío no llegaba sino hasta la noche, pero antes de salir va donde su madre, encontrándola arreglando un pequeño ramo de flores de colores en un jarrón, y le da un fuerte abrazo que le es devuelto.
 
Con toda su energía y alegría sale de la casa encontrándose de nuevo con ese verde campo donde estaba construida, no muy a lo lejos de ahí podía ver el pueblo, todas esas personas que iban y venían de las casas y negocios, ese lindo muelle con varios barcos en su mayoría pesqueros y el hermoso mar en todo el largo del horizonte. Se veía muy lindo, el aire y la brisa marina le gustaba mucho, sin pensarlo dos veces comenzó a caminar y luego a saltar por el campo bajando la pequeña colina hasta encontrar el camino de piedra por el que seguramente iban las carretas y vehículos, pasó todo esto hasta poder pisar la blanca arena de la playa, se adentró en esta y vio el extenso cuerpo de agua. Lo primero que hizo fue empezar a caminar, viendo su alrededor solo sintiendo calma, la mente despajada, sin nada de qué preocuparse, más que todo, porque no recordaba algo que lo hiciera sentir algo.
 
Las horas pasaron, estuvo corriendo, caminando, dibujando en la arena, jugando con esta, incluso se sentó a ver la nada mientras el viento le daba en el rostro. Fue entonces cuando luego de tanto rato sin darse cuenta había avanzado hacia el pueblo, y por ende, llegado hasta el muelle, igual era hora pico para los que pescaban, así que casi ningún barco estaba estancado, por esto fue que logró ver una pequeña silueta sentada en el mismo muelle, no alcanzó a ver mucho el rostro pero si una cabellera negra y un cuerpo quizá un poco más grande que el suyo, vestido con un uniforme de escuela, con una mochila a un lado solo viendo a la nada igual que él hace unos minutos.
 
-          Hola- saluda viendo como el chico se daba vuelta y le mira antes de sonreír.
 
-          Hola- responde igual.
 
-          Qué haces aquí?, pescas?- el peli negro niega.
 
-          Nop, solo paso el rato aquí, mi papá es pescador pero no me divierto mucho en su barco, pero bastante lindo ver el mar- con su forma de verse esa frase no parecía venir de él, pues este tenía el cabello un poco despeinado, ahora que o veía de cerca también tenía el uniforme algo desbaratado, y traía una bandita en la mejilla derecha, y la pelota a un lado le hacía indicar que le gustaba jugar bastante.
 
-          Sip también lo creo- sin decir otra cosa se sienta a su lado, no sabía por qué pero algo lo movió a hacerlo –cuántos años tienes?-
 
-          Quince, pero parezco de catorce, o eso me dicen, y tú?, supongo que catorce también-
 
-          Ah?, cómo lo sabías?-
 
-          No sé, solo…adiviné- dice encogiéndose de hombros –lo que no hace falta adivinar es que eres muy lindo-
 
-          Umm…gracias?-
 
-          Jeje no te espantes es un cumplido, y si es algo raro que lo diga-
 
-          Pues, creo que es lindo de tu parte que lo digas- sonríe con las mejillas coloradas –tú vas a la escuela del pueblo?- este asiente.
 
-          Sip, no es tan agradable- dice rascándose la cabeza.
 
-          Pues yo no he podido entrar aún, pero quizás cuando entre podamos vernos, y…ammm…-
 
-          Ser amigos?-
 
-          …si quieres- le dice con notable vergüenza, el peli negro ríe u poco sin dejar de sonreír en todo momento.
 
-          Claro que quiero-
 
Se quedaron ahí solo un rato más, pues el peli negro propuso ir a la playa a pasear sin una sola pizca de nervios, el rubio dudó al principio pues una regla básica de vida es no ir con extraños, pero ese chico se veía muy agradable, y estar a su lado le hacía sentir muy en calma, por lo que aceptó. Caminaron juntos en dirección contraria al pueblo, al rubio le extrañó que él ni se molestara en tomar su mochila de la escuela, pero no le dio mayor importancia. Hablaron de trivialidades, pero cada intercambio de palabra, cada sonrisa y carcajada le calentaban el corazón. Quizá porque le era fácil sentir tanto cariño pro un primer amigo, quizá porque no recordaba la última vez que compartió con alguien que no fuera su madre, pero en el fondo sabía que era más que eso, no tenía como explicarlo pero así era.
 
Jugaron un rato en la playa, tirando rocas al agua compitiendo por cual lograba hacerla rebotar más veces, y en todas el peli negro siempre ganaba, pero en la última el rubio ganó con solo dos rebotes, pero se alegró enormemente, sin saber que el peli negro había fingido esa derrota con tal de no verlo dejar de sonreír. Incluso le llevó al pueblo, aquel lugar que solo veía desde lejos se veía ahora mucho más  grande, pero era muy bonito, incluso algunas personas le saludaban, todos conocían muy bien al rubio, excepto el mismo. Fueron a la única juguetería del lugar, donde el dueño hasta los dejó jugar con algunos de los productos que vendía y que muchos otros niños deseaban, fueron a uno de los puestos de comida que había por ahí comprando un par de helados, el del rubio fue de vainilla, su sabor favorito, esta vez no molestó a su propia mente preguntándose como ese chico había adivinado de nuevo.
 
-          La estás pasando bien?- pregunta al rubio.
 
-          Sip…mucho- responde este lamiendo su helado mientras caminaba.
 
El peli negro vuelve a ver el camino, justo antes de sentir como una pequeña mano se juntaba a la suya y la tomaba, tratando de ocultar su sonrojo, corresponde, ambos entrelazando los dedos.
 
 
La tarde y el cielo naranja llegaron y los dos chicos ahora estaban en el prado al lado de la casa del rubio, solo sentados en la hierba tomando las flores que habían a su alrededor y enredando sus tallos y haciendo algunos pequeños decorados, actividad que se veía algo peculiar viéndola hacer a un varón.
 
-          Creo que si no fueras tan lindo, esto sería raro- dice el rubio viendo como el peli negro apenas podía juntar las flores.
 
-          Jaja supongo, y gracias, sé que no soy tan bueno pero sé que a ti te gusta mucho hacer esto-
 
-          Sí, mi mamá y yo hacíamos esto con las flores que crecían en su jardín cuando vivíamos muy lejos de aquí-
 
-          Lo sé, digo, ya veo, y dónde vivías?-
 
-          En…- iba a responder, pero al tratar de recordar, no encontró nada en su memoria -…amm…la verdad no lo sé…que raro…solíamos hablar mucho de ese lugar- habla confundido.
 
-          Oye, tranquilo, todos olvidamos cosas, digo, yo no me acuerdo ni que desayuné hoy-
 
-          Pescado?-
 
-          No…ah…sí, olvidé que mi padre es pescador, lo ves?, se nos olvidan las cosas, es normal, no tienes que sentirte mal- el rubio ríe un poco antes de asentir nuevamente alegre.
 
-          Está bien-
 
Continúan con la pequeña actividad, a los cinco minutos el rubio tenía decenas de pequeños arreglos de flores que consistían en cuatro florcitas atadas por sus tallos formando una especie de botón, se veía bastante lindo y cálido, pero el otro por su parte seguía en lo mismo tratando de hacer algo, se ofreció a ayudarle, pero este no le dejó, y cuando terminó tampoco le dejó ver que era.
 
Terminando de hacer esos pequeños arreglos, entre los dos cargaron los muchos botones de flores hechos por el rubio hasta la playa, colocándolos en la arena húmeda esperando a que una ola e los llevara flotando.
 
-          Seguro que no quieres conservarlos?- pregunta el peli negro pero el rubio niega sonriendo.
 
-          Nopi, es más lindo si haces esto-
 
Terminan de dejar los botones de flores en la arena y se alejan, pasan unos segundos y una suave ola llega, llevándose los arreglos al agua dejándolos flotando a la deriva en el océano, casi cuarenta de esos botones de flores quedaron flotando en las aguas bajo el sol de la tarde que ya estaba por ocultarse, los dos chicos se quedaron viendo hasta que ya no eran más visibles y hasta que el último rayo del sol aún les iluminaba.
 
-          Oye…quiero darte algo- el rubio voltea y ve como este saca de su bolsillo una pequeña tira de flores, todas amarradas por sus tallos, hecha algo torpemente pero con esfuerzo –sé que se ve algo fea pero…- la toma con ambas manos y la coloca delicadamente alrededor de la cabellera rubia del chico que en ese instante estaba totalmente rojo -…listo- dice alejándose solo un paso atrás.
 
-          …- sonríe –me veo lindo?- ríe nervioso.
 
-          …te vez mucho más que lindo- con los dedos quita algunos de los mechones rubios del rostro de este para tener una vista completa de esos bellos ojos ámbar.
 
-          No…no se supone que le das un día como este a la chica que te gusta?-
 
-          Pues eso hago…solo que no eres una chica-
 
Con la mayor delicadeza posible, toma con sus manos las mejillas del rubio y le da un muy suave beso en sus labios, casi un simple roce, el rubio se quedó como estatua ahí de pie, pero luego de sentir esa calidez en el corazón y esas manos en sus mejillas cierra sus ojos con un sentimiento muy extraño en su interior, uno que aún no sabía se llamaba amor.
 
Se separaron luego de pocos segundos, los dos se miraron profundamente, luego sonrieron y rieron.
 
Pasó el rato, el sol se escondió, la noche llegó y  se tuvieron que separar, no sin que antes el peli negro le dijera un “te quiero” en el oído al rubio, luego de eso solo se alejó caminando por la playa de regreso al pueblo, y el rubio con algo de pena, pero a la vez lleno de felicidad, corrió de vuelta a su casa subiendo aquella verde colina.
 
“Mamá!” grita al entrar y cerrar la puerta tras de sí, “hola mi hijo, qué tal te fue?” pregunta bajando las escaleras y abrazándole fuertemente, “hoy conocí al chico más lindo!” grita nuevamente. La madre ríe un poco, alegre y triste a la vez.
 
Jugaron un rato más esa noche, a las doce en punto, el rubio subió a su habitación, emocionado sube a su cama y empieza a saltar, sosteniendo entre manos aquella tira de flores que antes llevaba en el cabello, al cansarse se queda sentado, mirando esa tira con ojos de ensueño, se la vuelve a colocar con la misma delicadeza que ese chico hizo. Se quita sus ropas y vuelve a ponerse aquella túnica blanca, pero antes de dormir, abre el pequeño cajón de la mesa de noche al lado de su cama, y de este saca un libro, de tapa blanca y rosa, no era algo raro pues pertenecía a su madre, pero igual le gustaba. Toma un lápiz del mismo cajón y primero buscando la fecha correcta abre el diario y escribe una sola oración…
 
“Hoy conocí a la persona más linda del mundo, y me dijo que me quiere”
 
Cierra el diario, lo vuelve a guardar, se acomoda la tira de flores en su cabellera, se tapa con las sábanas y cierra los ojos, casi al mismo tiempo, la puerta de su recámara se abre, su madre entra con un rostro un tanto triste, sentándose en la cama al lado de su hijo, el rubio ya estaba por quedarse dormido y eso era lo que más pena le daba, pero verlo feliz y saber que había tenido un fantástico día, la reconfortaba. Le acaricia el rostro y le besa la mejilla, “buenas noches mi bebé” dice con una suave y cálida voz recibiendo un “buenas noches mami” de parte de su hijo antes de que este se quedara profundamente dormido.
 
La madre mira a su hijo dormido, suspira, con sus manos delicadamente retira la tira de flores de la cabellera rubia, dejando sin querer algunos pétalos de flor en estos, se levanta y se retira. Baja las escaleras y entra a la cocina donde ya con algunas lágrimas saliéndosele de los ojos desenreda esas flores, para agregarlas a ese pequeño ramo en ese jarrón que siempre acomodaba y que cada día, semana, mes y año se volvía más grande.
 
 
No muy lejos de ahí, en una casa del pueblo aquel chico peli negro entraba con ese mismo rostro de siempre, uno de querer llorar, pero en el fondo también estaba feliz.
 
-          Cómo te fue hijo?-
 
Pregunta la voz de su padre, el cual esperaba como todas las noches sentado en el sofá junto a la mesa con la foto de su difunta esposa y con la mochila de su hijo la cual recogía todos los días del muelle. El chico suspira y se sienta en frente suyo con una sonrisa triste.
 
-          Igual que siempre-
 
Responde, su padre asiente.
 
-          Y eso es bueno?-
 
-          …bastante- dice viendo un punto inexistente en la pared.
 
 
Pasaron días, noches, días, semanas, meses, años, y siempre la misma y única rutina continuaba día tras día en la playa de aquel lugar perdido del mundo.
 
El jarrón se fue llenando, aunque pronto dejó de ser regado, pues no hubo más mujer que fuera a cuidarlo. Las flores jamás dejaron de crecer en ese prado, y las arenas no dejaron de ser recorridas por mucho tiempo.
 
Mucho tiempo después, aquella casa en la colina estaba desgastada, algo vieja, pero no dejando de ser un hogar, dentro no había nadie, más que una cama vacía y cosas llenas de polvo. En la playa en cambio, había una mecedora, en esta sentada un anciano, vestido con un pantalón café, un saco verde grande, una manta cubriéndolo, un rostro arrugado, unos ojos que achicaba para ver mejor aquellos botones de flores navegar en las aguas y ese sol de atardecer tan precioso que le daban ganas de llorar.
 
Un bastón pisa la arena, otro anciano llega a la playa, delgado y escuálido, usando un sombrero, una manta alrededor del cuerpo, un saco negro y grueso, con un par de lentes y sosteniendo en una mano un pequeño libro, blanco y rosa y con un viejo lápiz.
 
-          Toma-
 
Dice con voz amable el anciano del bastón entregando el diario al que descansaba en la mecedora, este lo toma, sonriendo débilmente, toma el lápiz con sus temblorosas manos y empieza a escribir como podía, respirando algo dificultoso, cansado de hacer esa simple tarea, pero al final logra terminar de escribir aquella oración, y completar la última página de ese diario. Lo cierra.
 
-          Gracias-
 
Dice este, agotado, pero sintiéndose en paz, viendo a lo lejos el sol ocultarse, cierra los ojos. El otro anciano sostiene el libro, deja caer el bastón y abraza cómo puede el cuerpo delgado y delicado del otro. Se queda viendo el horizonte, notando como el sol ya se ocultaba, antes de que oscureciera ve el diario y lo abre, justo en la última página leyendo…
 
 
“Hoy conocí a la persona más linda del mundo, y me dijo que llevamos casados 55 años”
 
 
Sonríe tristemente, abrazando ese cuerpo que sabía sería la última vez que emitiría calor. Más tarde esa misma noche, aquel anciano del bastón también falleció.
 
 
El muchacho rubio jamás se acordó de un solo día anterior, solo pequeñas grietas en un cofre cerrado que mantenía memoria atrapada, pero aquel otro muchacho se esforzó en lograr tener un espacio en su corazón, la memoria nunca les afectó, pues cada día nuevo sus corazones se enamoraban, y eso nunca iba a cambia, hasta el último momento. Aquellos botones de flores fueron soltados día a día, y todos flotan por las aguas libres y en paz con ese amor tan puro viajando por el océano.
 
El pueblo continuó vivo por años y años, la playa siguió siendo bella por años y años, esa casa en la colina siguió en pie por años y años, lástima que esa cama de sábanas blancas también quedó vacía por años y años. Y lo más milagroso, es que esas flores que llenaba aquel jarrón de la casa, jamás se marchitaron, y ese “te quiero” a veces se puede oír siendo susurrado en las noches en aquella playa luego de que el sol se haya ocultado.
 
 
 
FIN

Notas finales:

ahora si no les gustó la última escena de los dos ya de ancianos pues lastima, conozco gente que supuestamente dice que es lindo lo gay cuando son personas jovenes y que cuando crecen dan asco, para mi ese pensamiento vale mierd#

comenten si lo desean

gracias por leer


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