Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

El chico de al lado por Lyn-Lyn

[Reviews - 62]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del capitulo:

Algunos me habéis dicho que el capítulo anterior le faltaba algo de acción y eso era porque lo he hecho de transición. De este capítulo voy a ir sacando los extras, como el siguiente de Dash y Jay (pareja que parece estar triundando)

Espero que lo disfrutéis y os digo que no es más que una introducción para ellos. Seguiré escribiendo su historia, no desesperéis.

Extra 1: Dash

Me levanté antes que ningún otro y me encontré en la posición más rara en la que nunca había estado mientras dormía. Estaba aferrado a Mark y a su vez Jack, se había recostado a su otro lado y se aferraba a él.

Estos dos tenían que empezar a eliminar la tensión que había entre ellos. Me iban a volver loco entre los dos. Jack suspirando por Mark y Mark suspirando por Jack aunque no lo supiera aún. Yo vi su cara de celos en el concierto cuando Jack besó a la cualquiera esa: sabía de qué estaba hablando. Sus celos fueron visibles a un kilometro de distancia.

Salí de ese embrollo no queriendo molestar y encendí mi móvil como esperando ver un mensaje de Jay. Como si eso fuera a pasar alguna vez. Solo nos mensajeamos una vez, pero me alegraba saber que él tenía mi número y yo el suyo.

Jay... es lo más absurdo que me ha pasado nunca. Lo más absurdo. Es decir, la manera en la que me obsesioné con él fue la más tonta de este mundo y pasó en el instituto. En los primeros años.

En aquella época, era mucho peor que hoy en día. Las cadenas, las cámaras... todo tan forzado que quería morirme cada día y me sentía cada vez más roto.

Fue uno de esos días en los que vi a Mark y Jay jugando felices con un tipo de juguete nuevo que tenía uno de los dos. En ese momento, llegamos nosotros y Jack se lo arrebató y lo rompió, como yo. Mark nos maldijo, pero Jay solo recogió el juguete y cuando vio que no pudo arreglarlo, siguió jugando con él como si no pasara nada.

-          ¿No ves que está roto? ¿Por qué juegas con él?

-          Está roto, pero sigue siendo divertido. Que esté roto no significa que no pueda seguir jugando con él -dijo con enfado tratando el juguete con mucha más delicadeza que antes.

Eso me marcó. Eso lo cambió todo para mí. Me salvó porque yo era un juguete en manos de aquellos que reclamaban ser mis padres y me habían roto varias veces, pero seguían jugando conmigo. Yo era ese juguete roto que habían maltratado y solo quería que alguien me tratara tan gentilmente como Jay hizo en ese entonces.

Desde ahí, solo caí más y más por él. Por sus ojos, por su sonrisa, por su personalidad, por la sensación de estar protegido que me invadía cada vez que lo veía. Solamente por eso.

No era recíproco y no me importaba. Estaba seguro que solo podría amarlo a él toda mi vida y que si no era con él, no estaría con nadie. Ahora que ya me había tratado como basura, estaba seguro de que moriría solo... bueno, no solo, rodeado por estos idiotas.

Cuando vi esa pelea y perseguí a Jay para calmarlo, me decidí que aceptaría lo que pasara. No había podido tocar a nadie voluntariamente que no fueran Jack, Rudy o Bill. Tocar a Jay había supuesto un gran paso y aun así, él me trató de una manera tan... brutal que solo me asustó. Me hizo sentir que estaba enfrente de mis padres y era la primera vez que me sentía tan horrible estando con él.

-          ¿Acaso no eres un ratón asustadizo?

Eso fue la gota que colmó el vaso. Eso era lo que siempre me decían mis padres cuando... ¿Cómo lo habría sabido? ¿Acaso leía la mente? Eso fue el mayor shock que pude recibir de él. Todas esas personas que me habían llamado ratón alguna vez, habían sufrido una paliza tal que no habían podido andar durante semanas y sin embargo, Jay solo me hizo llorar.

Me bebí una taza de café en el refugio, encogido en posición defensiva en el sofá, deleitándome con el recuerdo de la mirada fija e intensa de Jay sobre mí. Por lo menos se había dado cuenta de que existía.

Salí antes que el resto pero no fui a mi casa. Ese era el último lugar de esta tierra en el que quería estar. En lugar de eso, me fui al parque y me senté allí, sintiendo el sol sobre mí y acariciaba a los perros que veía sin dueño porque me encantaban los animales.

Decidí dar una vuelta por ahí y vi a un perrl sin dueño ladrando a un gato asustado. Poco después, el dueño del perro se llevó a su mascota sin dejar de disculparse conmigo a pesar de que ese gato no era mío.

Subí al árbol y bajé al minino, de pelaje negro y ojos verdes, no como los míos, evidentemente, pero compartíamos el color. Se puso como loco a arañarme hasta que lo acaricié y se fue calmando. Sabía que siendo un gato se iría corriendo en cuanto quisiera porque los gatos eran así.

Después de un rato, comenzó a maullar y supuse que tenía hambre, así que me levanté, dispuesto a ir y comprarle algo de comida.

Iba cruzando el parque cuando vi a Jay corriendo y parándose a hablar con quien encontraba, con expresión preocupada. En el momento en el que me vio, echó a correr hacia mí y cuando el gato lo vio, corrió hacia él como una bala. Así que el gato era suyo. Genial.

Me di la vuelta, me metí las manos en los bolsillos y decidí que hoy no quería hablar con él. Cualquier otro día me hubiera emocionado, pero todavía tenía en mi mente lo que me llamó.

-          ¿Tú lo has salvado? ¡Gracias! -levanté una mano sin girarme con la esperanza de que estaría tranquilo-. ¡Espera! Deja que te compre algo para darte las gracias -eso me irritó. Era lo que siempre me había irritado con él: todo lo solucionaba con dinero.

-          No necesito nada de lo que tú me des -me volví ligeramente y él cayó en cuenta de quien era.

-          ¿Dash? -mi nombre en sus labios hizo que mi corazón traicionero saltara-. ¿Qué haces aquí solo?

-          No es asunto tuyo. Ya me voy -no vaya a ser que le moleste mi presencia.

-          Estaba a punto de ir a comprar unos dulces.

-          Son las cuatro de la tarde.

-          Me he levantado hace poco y tengo hambre pero no voy a comer como si fuera el almuerzo. Abrí la puerta y mi gato se escapó -lo hizo ronronear-. Me tenías muy preocupado -le dijo al animal.

-          Vale. Nos vemos.

-          ¿Pero no vienes? -estaba desconcertado y yo también por esa pregunta.

-          ¿A qué?

-          Te acabo de invitar a comer dulces.

-          ¿Cuándo? -me lo había perdido por completo. Me estaba sintiendo raro e incómodo.

-          Ahora mismo. Ven, acompáñame un momento a mi casa a dejar al gato y luego vamos a una cafetería o algo.

-          No creo que sea buena idea. No creo que tus padres quieran ver que hablas con alguien como yo -ni yo quería hablar con alguien como yo.

De todas formas, me hizo ir a su casa, una bonita, limpia y gran casa, a la que me invitó a pasar.

-          ¡He encontrado al gato! Estaba en el parque -anunció Jay al entrar.

-          ¡Eso es estupendo, hijo! ¡Voy a verlo! -una mujer se asomó a la entrada de la casa y al verme, sonrió-. Debes de ser amigo de James. Pasa, pasa. Te atendería mejor, pero voy a por ese demonio negro -su manera de hablar tan amable hizo que me picaran los ojos por las lágrimas. Dolía ver cuán perfecto lo tenía todo.

-          De hecho, él es quien lo salvó.

-          Estupendo -me regaló la más brillante de las sonrisas-. Lo habrás invitado a comer por lo menos, ¿no?

-          Sí, mamá. Iba a por dulces antes, ¿recuerdas?

-          Ni hablar. Tu padre -elevó el tono de voz hasta convertirlo en casi un grito-, quien está tumbado en el sofá sin hacer nada, irá a por dulces. Vosotros podéis jugar en la habitación de James.

Dicho lo cual, se marchó llamando al gato, tentándolo con comida. Poco después, apareció su padre, quien se me quedó mirando fijamente y sin disimularlo.

-          Papá, otra vez estás mirando a la gente con fijeza.

-          Perdona hijo, sabes que es por trabajo. Luego nos vemos.

Esto era peor que haber entrado en otra dimensión y cuando llegué al cuarto de Jay, me alivió encontrarlo normal.

-          Mis padres son raros, lo siento.

-          No te preocupes. Estoy acostumbrado a que me miren.

-          Si lo dices por mi padre, no lo ha hecho queriendo. Es artista y siempre se queda mirando a la gente fijamente.

Su padre era artista y el mío era un desgraciado. Tanta felicidad me hacía daño. Saber que ellos eran felices y que yo podría haber tenido esta vida, solo me hacía sentirme peor.

-          ¿Estás bien? ¿Dash?

-          Sí, estoy bien. No hacía falta todo esto. Mejor me voy -porque era fuerte, pero no tanto.

-          ¿Por qué? Si acabas de llegar -se quejó e hizo un gesto que me recordó a uno que había hecho su madre minutos antes. Se parecían muchísimo.

-          No es apropiado que yo esté aquí.

Me di la vuelta para irme pero él me retuvo, con una mano en el brazo. Eso me erizó todos los pelos del cuerpo y me puso en alerta. Siempre me pasaba eso cuando se producía un contacto no inesperado.

-          Suéltame. Ahora -mi voz tembló un poco, pero él no me soltó. Todo lo contrario, me obligó a darme la vuelta para verme la cara.

-          ¿Qué te ocurre? ¿Qué es esa cara? -frunció el ceño.

-          Es mi cara, no puedo quitármela. Nací así -me deshice bruscamente del contacto.

-          ¿Estás enfadado por cómo te traté el día de la pelea? ¿Es eso? He estado buscando el momento apropiado para disculparme -no podía creer en sus palabras ni en nada de lo que dijera. La gente no es sincera, solo convenida. Bill era el ejemplo de ello.

-          No estoy enfadado por eso. Simplemente, no quiero estar invadiendo tu casa -mentira. Sí estaba enfadado pero no me iba por eso. Tanta felicidad no era buena

-          No invades nada, tonto -dijo sonriendo. Yo era débil a su sonrisa. Siempre me fascinaba-. Vamos.

Me hizo sentarme en su silla y él se sentó en su cama con comodidad mientras me miraba fijamente, lo que me hizo apartar la vista.

-          ¿Sabes? Aquel día tú... -no quería hablar de eso y no quería que me mirara tan finamente, me ponía nervioso-. ¿Por qué llorabas? -precisamente era eso lo que estaba evitando contestar.

-          No pienso contestar a eso.

-          ¿Tanto te dolió la caída? ¿O fue llamarte ratón? -esa última pregunta hizo que levsntsrs la cabeza, completamente enfadado.

-          Si me vuelves a llamar alguna vez eso, date por muerto -él se echó a reír, lo que me hizo que me enfadara más.

-          Lo siento, no lo dije con mala intención ni para molestarte. Es algo que no pude evitar. Pusiste una cara de susto adorable -tampoco quería escuchar eso de él. No era que me lo dijeran mucho, pero sí había escuchado cosas parecidas. Me estremecí un momento y desvié la vista.

-          Te agradecería que pararas con esos comentarios, por favor -me agarré un brazo y me encogí un poco, en lo que era una evidente posición de defensa.

-          Está bien, ya paro. Hablemos de otra cosa... ¿música? -levanté la cabeza de golpe y sonreí de verdad. No falsamente.

-          ¿Qué tipo de música...?

Comenzamos una discusión sobre música y estilos musicales que habíamos escuchado o que encontrábamos locos. También hablamos de instrumentos y por último, hablamos de grupos y artistas

-          Me encantó tu voz ayer. Fue impresionante. Parecías otra persona, era casi magnético.

-          Gracias -sonreí y me sonroje.

-          ¿Podrías cantar cualquier cosa?

-          ¿Justo ahora?

-          Sí. Cualquier cosa está bien, solo déjame escucharte.

-          Suelo desafinar mucho cuando no estoy en el escenario -advertí.

-          No importa.

Se puso en posición de público atento, sin quitar la vista de mí ni un segundo. Vaya, otra vez esto se había vuelto raro y eso que me había calmado y había olvidado todo lo de antes e incluso donde estaba.

Cerré los ojos porque su mirada me ponía nervioso y comencé a cantar una de las canciones que más me gustaba en esta vida: you found me, de The fray. Por supuesto, no cantaba con el artista, tan solo cantaba mi propia versión de la canción.

Estaba a mitad del estribillo y a punto de tomar aire cuando ocurrió algo que me hizo abrir los ojos y dejar de cantar de golpe. Jay me estaba besando. ¡Jay me estaba besando! ¡JAY ME ESTABA BESANDO!

Me había colocado una mano con gentileza en mi cuello, con la yema de sus dedos rozando mi pelo. Sin poderlo evitar, se me cayó una lágrima de amargura porque esta era la primera vez que sentía algo por alguien que me besaba y eso era triste. Era la primera vez que alguien me sujetaba la cara como si fuera algo preciado y era la primera vez que alguien me besaba con tanta insistencia y delicadeza que me hacía querer explotar.

Le devolví el beso tras un instante de duda y él incluso profundizó más en mi boca, como si aquello fuera posible. Era tan suave y dulce que me nublaba los sentidos por completo.

Una vez se alejó, se me quedó mirando completamente en blanco, con los ojos abiertos por el impacto de lo que había hecho y con la respiración acelerada. Supongo que su cara debía ser una copia de la mía, porque mi respiración estaba acelerada y lo único que pude hacer es llevarme una mano a la boca, completamente pasmado.

-          Ah... yo... -comenzó a sonrojarse levemente y no pude evitar morirme de la ternura por dentro. Era adorable-. Lo siento... no sé qué me ha pasado... -por supuesto que se iba a disculpar. Había sido un error y eso dolía.

-          No pasa nada -dije carraspeando y cerrando los ojos, intentando evitar que otra lágrima cayera por mi mejilla pero sin éxito.

-          No llores, ¿vale? Lo siento mucho, perdóname -ahora estaba en pánico por verme llorar.

-          No te preocupes -me froté los ojos y parpadeé varias veces.

En ese momento, la madre de Jay irrumpió sin llamar para avisar de que estaban los dulces. Ambos dimos un respingo muy grande y nos separamos, él con una postura culpable y yo rogando porque mi cara no estuviera roja como un tomate.

Me condujo a la cocina en la que había una mesa bastante grande. Sobre esta, había una montaña de dulces, varios de diferentes formas y sabores, un manjar que hacía tiempo que no comía. ¿Desde que era pequeño y me quedaba a dormir en la casa de Jack? Más o menos ese tiempo, sí...

Nos sentamos y me dejaron comer el primero, uno de chocolate que se fundió en mi boca. Tan dulce que solo pude cerrar los ojos y dejar escapar algo parecido a:

-          Hmmmm... -fue vergonzoso una vez me di cuenta, pero todos rieron y comenzaron a comer.

No obstante, me sentía observado de nuevo. Porque me estaban mirando. El padre de Jack no paraba de mirarme y la madre de Jack solo se fijaba en mis ojos.

-          Es psicóloga y analiza la mente de los demás. ¿Cuántas veces os he dicho que paréis? -se quejó Jay.

-          Ah, pero no parece molestarle, igual que Mark, ese dulce chiquillo. Quiero volverlo a ver -dijo su madre sonriendo.

-          ¿Para que vuelvas a describir cómo piensa? Creo que no -ella se echó a reír y se volvió a mí.

-          Pero tú eres más interesante. Estabas cantando antes, si no me equivoco. ¿Cómo te llamas?

-          Sí, era yo. Lo siento si molesté -miré a la mesa y dije mi nombre.

-          Encantada de conocerte, Dash. Ahora dime, ¿a qué se deben esos ojos tan vacíos y tristes? ¿Esa sonrisa forzada? -¿pero qué demonios...? Esa mujer tenía poderes y yo había caído en su trampa.

-          ¡Mamá! -Jay le dio un manotazo suave en el hombro-. No hagas caso, no tienes que contestar o quedarte aquí por más tiempo.

-          Pero es interesante. Muy interesante...

Jay chistó a su madre una vez más y a mí me entró miedo. Miedo de que pudiera ver a través de mí y miedo de que Jay también pudiera. Los ojos azules de ambos me taladraban de la misma manera.

-          Creo que ya he molestado bastante... debería irme.

-          No eres una molestia, cielo -dijo su madre.

De todas formas, hicieron que Jay me acompañara durante un rato del camino a mi casa a pesar de que no era tarde. No es como si fuera a dormir hoy en mi casa de todas maneras: trataba de pasar por allí lo menos posible

El silencio entre nosotros volvía a ser incómodo mientras caminábamos. Parecía mentira que no hiciera ni dos horas desde que nos besamos.

-          Siento el comportamiento de mis padres.

-          No pasa nada -dije con rapidez.

-          Gracias por salvar a Rey -no pude evitar soltar una pequeña risita al escuchar el nombre de su gato. Le venía como anillo al dedo-. Es la primera vez que te veo reír -notó de repente.

-          No es cierto, me río muy a menudo -con Jack, Bill y Rudy, siempre me reía y Mark me sorprendía cada día más. Era más fácil llevarse con él desde que teníamos algo tan fuerte en común.

-          Pero no con gente como yo -de nuevo, ahí estaba. Gente como yo. Gente como tú. El muro que nos separaba.

-          Es que la gente como tú no se mezcla con la gente como yo -dije con voz ligera-. Hay razones para ello.

-          ¿Por qué no debería? No sois mala gente -ahí había un error. No es que fuéramos malos, la vida nos había hecho malos. Violentos. Con ganas de corromper todo lo bueno que veíamos porque nos recordaba lo que nosotros no podíamos ser.

-          No deberías mezclarte con nosotros, Jay -aconsejé desde el fondo de mi corazón-. No es buena idea.

-          ¿Por qué? ¿Por qué Mark sí puede y yo no? -dijo cabreado y parándose de repente.

-          Porque Mark puede entendernos. Tú jamás podrías.

-          ¿Crees que no podría entenderse? -dijo acercándose peligrosamente.

-          No lo creo, sé que no podrías. Hasta aquí es suficiente, Jay. Ya te puedes ir.

Me volví y alejé, tomando el camino hacia el refugio y no hacia mi casa, como había planeado hacer desde un principio, solo que me salió rana.

Me crucé con mi madre y ella me obligó a ir a casa. Estuve en tensión hasta que llegamos a nuestra desordenada casa y una vez que entré, eché a correr hacia mi cuarto, preparado para bloquear la puerta, coger los libros que no había llevado al refugio, mi cartera y para saltar por la ventana.

Lo hice bien hasta que me di cuenta de que mi padre me estaba esperando allí, con cámara en mano. Al pervertido le gustaba grabar todo lo que hacíamos y verlo luego. Reírse de mí.

Lágrimas comenzaron a brotar de mis ojos. ¿Cómo podían hacerme esto? ¿Por qué? ¿Qyé había hecho yo mal para recibir este castigo?

Se acercó con el cinturón en la mano libre y me golpeó en mi cara, que precisamente no estaba curada de la última pelea que tuve en aquel bar, con esos moteros, hacía ya una semana.

Noté la sangre manar de dentro de mi boca y escupí sin quitarle la vista de encima a mi padre. Volvió a avanzar y pude esquivarlo y soltar un puñetazo en su entrepierna pata dejarlo inmóvil el tiempo que necesitaba.

Eché los libros y mi cartera en la mochila y me encaramé a la ventana, tan solo para notar que se las había arreglado para cogerme del tobillo. Pude darle una patada en la mano pero perdí el equilibrio y caí sobre mi espalda.

Dolió. Pero era mejor que el dolor que me esperaba en casa. Pude levantarme y echar a correr de nuevo, sin mirar atrás, consciente que era posible que me estuvieran siguiendo. Que me fueran a pinchar con drogas.

Estaba corriendo y lloraba y no veía bien adónde iba, así que me sorprendió estrellarse de golpe contra algo. Parecía una farola porque estaba duro y caí hacia atrás con ímpetu.

Sangraba por la boca y estaba seguro de que notaba sangre en mi espalda. En el suelo, llamé a Jack pero no lo cogió y llamé a Bill, a Rudy y a Mark, pero ninguno lo cogió.

Me estaba desesperando y estaba seguro de que me seguían y me obligarían a volver a casa, como tantas otras veces.

En los últimos meses, me había vuelto hábil y había logrado evitarlos con ayuda del resto, pero ninguno contestaba ahora. Levanté la vista y la cara de Jay estaba tan cerca mía que gateé hacia atrás.

-          ¿Qué te ha pasado? Estás sangrando -extendió una mano hacia mi cara y yo rechacé su avance.

-          No es asunto tuyo. ¿Qué haces aquí?

-          He ido a comprar pintura. Vamos, ven conmigo.

-          ¿Perdona? -él me ayudó a levantarme.

-          Te llevo conmigo a tu casa.

-          ¡No! Ese es el último sitio en el que querría estar -me aferré de su brazo y él asintió.

-          Ven conmigo. Vamos a mi casa.

Echó a andar pero yo no me moví del sitio, así que volvió a por mí, me cogió del brazo y me obligó a moverme.

-          Ven, deja de llorar. Odio verte llorar -dijo una vez nos paramos enfrente de su casa.

Me pasó las manos por las mejillas con cuidado de no tocar la herida del cinturón y muy delicadamente, me quitó las lágrimas que caían por mis mejillas.

Que me tratara así de bien solo me daría esperanzas y eso era malo. Tener esperanzas vanas era lo peor de este mundo.

-          Muy bien, hoy te quedas con nosotros.

Me abrió la puerta de su casa y entré con la cabeza gacha, notando la calidez de su hogar y sintiéndome desanimado de repente.

Todo sería tan fácil si él me quisiera solo un poco.

 

 

Notas finales:

Por cierto, estoy muertecita de miedo, la verdad. Nunca en mi vida he escrito un lemon así que tengo miedo de como va a salir. No me culpéis mucho si no es la gran cosa >-<


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).