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El chico de al lado por Lyn-Lyn

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Notas del capitulo:

Bueno, aquí está el tan prometido extra de Bill y Rudy. Siento haber tardado tanto pero la universidad quiere matarme. Literalmente. 

¡Muchas gracias por vuestra paciencia y por leer y seguir esta historia! :D

Extra 2: Bill


Rudy. Rudy. Rudy. Otra vez soñaba con Rudy. Rudy. Rudy, con su pelo castaño y sus ojos de color avellana. Rudy con su personalidad alegre. Rudy, la persona más importante para mí.


Él me había salvado de la miseria tiempo atrás, cuando estábamos en el colegio. Ya por aquel entonces era alto y los otros niños no querían jugar conmigo, solo a Rudy no le importaba. Él era un enano y siempre lo molestaban porque tenía cara de niña, pero nunca pareció afectarle. Él siempre sonreía y me daba la mano para jugar.


Pero no por eso él era la persona más importante para mí. Lo era desde que tenía ocho o nueve años, cuando recibí una paliza de mi padre, quien se frustraba por su trabajo de policía y se emborrachaba. Yo trataba de proteger a mi madre siempre que podía y era por eso por lo que las palizas comenzaron a dirigirse solo a mí.


Aquella vez fue tan brutal que apenas pude huir de casa, pero estaba tan débil que quedé tumbado en el suelo. Nadie se acercó y nadie se preocupó por mí, solo Rudy, quien pasaba por ahí, se apiadó de mí y me llevó a su casa sin pedirme nada a cambio o preguntar por lo que había pasado.


Me trató las heridas y me cuidó junto a sus hermanos y se quedó dormido a mi lado. Era la primera vez que alguien fuera de mi familia se preocupaba por mí. Además era la misma persona que había estado apoyándome todos esos años, la única persona que hablaba conmigo en el colegio... el único que vio que más allá de mi pelo largo, había una gran cicatriz recorriendo mi cuello que llegaba casi hasta el pómulo, además de la cicatriz en la ceja. Esa era visible si la comparábamos con la del cuello.


Tenía el pelo largo para tapar las cicatrices y evitar las miradas fijas, como solía pasarme antes. El pelo era algo que me ayudaba y me gustaba como me quedaba.


Solo Rudy, al ver la cicatriz, no me miró con pena o como si me tuviera lástima. Simplemente la recorrió con la yema de los dedos. Lo único que dijo que era que el mundo estaba jodido.


Antes de que me recogiera de la calle, habíamos sido amigos y, desde que dormí en su casa, nos hicimos incluso más cercanos. Descubrí como vivía y fue la primera vez que me enfadé de verdad, cosa que odiaba. Siempre estaba controlado y tranquilo porque no quería parecerme a mi padre, pero viendo trabajar a Rudy cuidando de sus hermanos y medio haciendo el trabajo de su padre era... demasiado. Como si rechinara las uñas en una pizarra. Lo mismo.


Rudy no entendió la causa de mi enfado porque veía a sus hermanos como indefensos pajarillos recién nacidos, pero estaba tan equivocado... eran como monstruos manipuladores y Rudy cumplía todos y cada uno de sus caprichos.


Fue a más. Comencé a ver a Rudy como la única persona en quien podía confiar y comencé a quererlo solo para mí. A monopolizarlo. A sabotear las relaciones que tenía porque quería que dependiera solo de mí.


Fue a peor cuando comencé a pelearme con sus hermanos por su atención, pero ni aun así se dio cuenta él de lo que me pasaba por la cabeza o por el corazón. Era tan dependiente de él que si alguna vez nuestras peleas duraran más de medís hora, no sabría qué hacer.


Él era el único que me calmaba tras las palizas de mi padre, el único que sabía que tenía un carácter explosivo bajo control cada minuto de cada hora del día.


Él era el único por el que mi corazón latía fuerte. Ningún hombre o mujer hacia los que me había sentido atraído sexualmente había logrado rellenar el hueco en mi corazón que notaba siempre que Rudy no estaba.


Yo podía vivir sin él, pero no podía aguantar que él viviera sin mí. Era extraño, pero era así. Mi nivel de celos y de posesividad era más alto que el de otras personas y, sin embargo, Rudy no se enfadaba por eso.


No se enfadaba cuando lo abrazaba o lo toqueteaba, cuando le robaba algún que otro beso, cuando me peleaba con sus hermanos o con su padre, cuando me inmiscuía en su vida... nunca de enfadaba del todo conmigo. Rudy era el mejor y yo lo adoraba.


Incluso al dormir era lindo. Necesitaba una persona a su lado o no podría dormir y siempre caía dormido, como si fuera un desmayo, antes que el resto de nosotros. Yo lo veía hasta que quedaba dormido.


La razón por la que estábamos con Dash y Jack era tan tonta, que no podía evitar sonreír al acordarme.


Había sido un día lluvioso y Rudy y yo nos habíamos quedado acorralados en el instituto junto a muchas personas, entre ellos Jack y Dash. Por casualidad, los escuché hablar con una chica sobre música y me interesó así que me puse s hablar con ellos y Rudy se nos unió.


Comenzamos a discutir por la simple razón de que me gustaba un grupo que Jack odiaba. Acabamos pegándonos y nos tuvieron que llevar a la enfermería y cuando la enfermera nos vio sin camiseta se quedó blanca por las señales que vio en su cuerpo y en el mío. Señales como cicatrices, moratones, arañazos, golpes, heridas sin terminar de cerrar... era como verse en una pared.


Ambos mentimos y dijimos que peleábamos mucho con otras personas, pero cuando estuvimos fuera, Jack me propuso hacer la banda y estuve de acuerdo.


Poco a poco, nos fuimos haciendo amigos de aquellos dos y nos sumamos en su venganza personal con dos princesas. En mi opinión, a pesar de que apoyaba la venganza, parecía más como un pobre intento de ganarse la atención de las princesas que una venganza. Por lo menos, Jack acabó admitiendo sus sentimientos. Solo faltaba que Mark se diera cuenta también y podría descartar a dos posibles parejas futuras de Rudy. Toda precaución era poca y... no era tampoco el más indicado para criticar los métodos de Jack o de Dash.


También me sorprendió gratamente cuando Jack hizo a Mark nuestro mánager. Era una buena idea y todos sabíamos que algo malo había pasado. El cambio en él era visible y que se llevara tan bien con Dash me hacía sospechar de donde salían los tiros y su dirección.


Abracé a Rudy, quien se quejó en sueños y me quedé dormido mientras veía su rostro dormir.


Cuando despertamos, no había nadie durmiendo, así que fuimos a desayunar algo y... tampoco allí había nadie. Mejor para mí. Lograba desayunar a solas con Rudy.


-          ¿Dónde estará el resto?


-          ¿Qué más da?


-          Dash me preocupa -dijo comiendo pensativamente-. ¿Viste su cara cuando llegó Jay? Pensé que iba a asesinarlo.


-          Estaba ocupado -intentaba darle celos y no lo conseguía. ¿Por qué no podía tenerlo para mí? ¿Por qué no se fijaba en mí? ¿Qué más tenía que hacer?


-          Ya te vi. Parecías estar divirtiéndote -no le dio ninguna importancia, como siempre.


No merecía la pena seguir insistiendo, así que me callé y desayuné en silencio.


Tan pronto como terminamos, Rudy fue directo a su teléfono a ver si había conseguido algún que otro mensaje de alguno de los chicos que ayer se le habían acercado. Estaba cansado de estar jugando al gato y al ratón y estábamos solos en este lugar.


Tan pronto como entró en la habitación de los colchones, tomé una decisión. Hoy, después de tanto tiempo probando de todo para hacer que se fijara en mí, iba a entrar en acción con Rudy.


Estaba de espaldas a mí, con lo que fue relativamente fácil abrazarlo por detrás y él, como siempre, no me lo impidió. Ni siquiera se inmutó por mi presencia, qué triste.


Le arrebaté el teléfono y lo lancé lejos de ambos por mucho que él protestara. Se quedó quieto durante un instante antes de empezar a forcejear contra mí, intentando huir, pero no le dejé.


En su lugar, nos forcé a caernos, yo encima y él debajo y ya ambos tumbados en los colchones, le di la vuelta de debajo de mí y me senté en sus caderas sin el menor reparo. Le cogí de ambas manos y me incliné hasta que mi pelo cayó hacia delante, rozándole los pómulos.


Tenía el ceño fruncido y parecía visiblemente confundido y aproveché el momento en el que abrió la boca para besarlo, sin importarme lo que fuera a decir.


Nos habíamos dado besos pequeños y castos desde siempre que nos conocíamos, pero esta era la primera vez que nos besábamos con lengua y yo me dejé llevar.


Mientras lo besaba, comencé a acariciar su pequeño cuerpo debajo del mío e introduje las manos por debajo de la ropa, agradeciendo que al no hacer tanto calor, no llevara más que una camiseta y unos pantalones.


Cuando me separé para comenzar a besar su cuello, lo oí jadear y me dio un débil empujón, lo suficientemente fuerte para frenarne y observar sus ojos del color de la arena del desierto, el mismo tono que el de su pelo. Estaba agitado pero no era eso lo que me alarmó, fue su expresión herida lo que me hizo preguntarme si hice bien.


-          ¿Por qué me haces esto...? ¿No conseguiste a alguien anoche? -su voz estaba rota y parecía que estaba a punto de llorar.


-          No, no es eso. Quería hacerlo -hacía tanto tiempo que lo deseaba


-          ¿Sabes? No me gusta esto. Si quieres hacerlo con alguien, ve y búscate una prostituta -dijo con dureza-. No voy a ser el sustituto para cuando te dé un calentón y no tengas a nadie con quien apagarlo.


-          Creéme, me bastaría una llamada para poner fin a mi calentón, pero no quiero. Quiero hacerlo contigo -era malo expresándome. Era malo para decir lo que realmente quería decir y no una versión torpe de ello.


-          ¡Quítate! ¡Quítate de encima! -dijo forcejeando mientras me clavaba su mirada llena de odio.


-          No hagas eso... -agaché la cabeza y junté nuestras frentes dolorosamente.


Estaba claro que aunque le dijera lo que sentía, él no me creería. Él me diría que era solo el calentón del momento y que él no iba a ser otro de muchos.


Cerré los ojos y le agarré la cara delicadamente con ambas manos, sintiendo el dolor una vez más, en el centro de mi pecho. Desde luego... me reía por dentro de Jack y Jay, pero yo no era nada diferente.


Al abrir los ojos, me encontré con la mirada directa de Rudy y sonreí dolorosamente. Sin duda, debería empezar a olvidarme de él. A evitarlo. A pasar página.


Me retiré, recogí mis cosas y me fui tras echarle una última mirada a su cuerpo tumbado sobre los colchones, con la camiseta subida y la respiración alterada.


No volví a verlo hasta que nos cruzamos en el instituto y allí lo ignoré. No me convenía estar así con él. Me convenía pasar página y mirar al futuro. Si en todos estos años no había conseguido su atención, era poco probable que ahora lo hiciera así que uno de los dos tenía que retroceder y de era yo.


Me lo volví a cruzar en el descanso, de frente, cara a cara. No pareció recordar nada de lo que había pasado el sábado porque comenzó a caminar hacia a mí sonriente.


-          Bill... -comenzó a decir.


Continué caminando, al igual que esta mañana, tratando de ignorar la cara herida que puso cuando lo pasé de largo.


Esto era lo mejor para mí.


Cuando llegué a mi casa, mi padre no estaba, pero cuando fui a ver a mi madre, me invadió la ira. Cuando llegué el domingo le había pegado en mi ausencia y ella lo había soportado, igual que siempre hacía. Igual que ambos hacíamos. Encima, mi madre tenía la facilidad de sonreír como si nada pasara.


-          Hola, pequeño -ella siempre me llamaba así aunque yo era mucho más alto que ella.


La abracé y ella me retiró el pelo de la cara, besando la cicatriz de mi frente con cuidado y cariño. Cada vez que hacía eso, me entristecía pero igualmente no era capaz de expresar lo que sentía. Ni con mi cara, ni con palabras.


-          He hecho un bizcocho para merendar. Puedes invitar a tu amigo -el único amigo que mi madre conocía era Rudy y él ya no iba a venir más aquí.


-          Tranquila, estoy mejor comiéndolo contigo -sonreí y la ayudé a sacarlo del horno.


-          Eres un cielo, cariño.


Le acaricié la cara a mi madre justo en el moratón bajo su ojo, mirando sus arrugas y su mirada cansada. Si tan solo mi padre no fuera un capullo...


Comimos ella y yo en silencio, bromeando de vez en cuando, en un ambiente cómodo y tranquilo y luego ayudé todo lo que pude a limpiar y recoger.


-          Mamá, recuerda salir antes de que papá llegue a casa.


-          Cariño, no pasa nada. Escóndete antes de que llegue, ¿de acuerdo?


-          No, mamá. Tú vas a salir o te esconder -le insistí cogiéndola por los hombros.


Después de un rato asintió y yo suspiré. La solté y subí a mi cuarto para hacer los deberes y estudiar un poco antes de ir a los ensayos.


Sin embargo, el tener que ver a Rudy me desanimaba, así que no fui y apagué el teléfono. Estaba seguro de que me llamarían y era lo último que necesitaba.


Me incliné hacia atrás en la silla y dejé que mi pelo cayera hacia atrás, suspirando de nuevo. Esperaba que mi madre me hiciera caso, lo que no esperaba era que mi padre volviera antes de lo previsto, cogiéndonos a los dos desprevenidos.


Al abrirse la puerta, mi pesadilla empezó. Corrí escaleras abajo y empujé a mi madre para que se escondiera, pero en ese movimiento, él me apresó del brazo, haciendo que me girara.


-          Maricón de mierda -gruñó-. Con ese pelo largo como una mujer... qué asco me das.


Vi que mi madre me miraba una vez antes de irse corriendo al cuarto de baño y encerrarse allí. Una vez escuché el pestillo cerrarse, me deshice de su agarre queriendo escapar, pero logró agarrarme del pelo y tirar hacia él.


Grité de dolor y me llevé las manos a la cabeza cuando sentí el fuerte tirón. Me levantó y me atrajo hacia él, girándome la cara hasta ponerme mirando hacia la luz.


Me cegó pero más que nada, me asustó. La última vez que había hecho eso, me había rajado parte del cuello y de la cara. Tenía que escapar.


-          ¿Por qué no hacemos que esa cara tenga algo de personalidad? -sacó un cuchillo de la nada y lo apretó contra mi cuello-. Así no tendrías siempre esa cara tan seria. Te haría un gran favor, ¿qué me dices?


Me giró hacia él y le hice lo único que se me ocurrió: le escupí en los ojos haciendo que me soltara de golpe. Me caí al suelo de cuatro patas, pero lo había conseguido. Estaba libre.


No obstante, me dio una patada bastante fuerte en la cara. Lo suficiente para romperme el brazo y herirme por dentro de la boca. Me levanté y eché a correr, subí las escaleras y me encerré en mi cuarto, respirando agitadamente. El dolor me recorría el cuero cabelludo y la boca a partes iguales.


Tosí y escupí algo de sangre en el suelo. En ese momento, la puerta se movió debido a las patadas y empujones que mi padre le estaba metiendo, intentando entrar. Viniendo a por mí.


Después de un rato, el forcejeo paró, igual que siempre. Tosí de nuevo y me dejé caer en el suelo, apoyando la cabeza contra la cama.


Una lágrima de impotencia se me escapó por la comisura del ojo. Estaba jodido y en este momento solo la cara de Rudy pasaba por mi mente, como mi salvador. Como mi esperanza y ahora ni eso tenía. Tendría que sobrevivir yo solo.


Alguien llamó al timbre y se me congeló la sangre porque si era alguien conocido, tendría problemas. Tendría problemas porque mi padre iría a abrir. Me arrastré y abrí la puerta, esperando escuchar algo más mientras contenía la respiración.


-          ¿Está Bill? -mierda, esa voz era la de Rudy.


-          ¿Eres tú quien se lo está tirando esta vez? -eso me hizo sonrojar hasta la raíz del pelo-. La chica de la última vez era mucho más guapa -¿no se había dado cuenta de que no era una chica? Decir eso no iba a hacerme ningún bien.


-          ¿Puedo pasar?


-          No. Prefiero que baje. ¡Bill! -el fuerte grito me puso todos los pelos de punta-. ¡Baja ahora mismo!


Bajé las escaleras con lentitud, encontrando a mi padre y a Rudy juntos, demasiado cerca para mi gusto. Cuando vi la sonrisita malévola de mi padre, solo pude reaccionar de la misma manera que antes: tiré de Rudy y lo saqué de donde estaba para ponerlo a mi espalda.


-          Cuando te dé la señal, corre a la puerta -dije en voz baja.


Me abalancé hacia mi padre y grité para que él huyera, sintiendo que esta noche iba a dolerme no solo por los golpes de mi padre. Pero en lugar de salir corriendo, vi que Rudy iba a la cocina y cogía el rodillo para alisar las masas. ¿Qué estaba haciendo?


Forcejeaba con mi padre hasta que escuché el golpe seco y él cayó al suelo, inconsciente. Conforme se caía, vi a su espalda a Rudy, rodillo en mano y mirada oscura.


-          No sé qué estás haciendo aquí, pero deberías marcharte. No eres bienvenido.


-          Estás herido, déjame curarte -di un par de pasos hacia atrás antes su insistencia.


-          No me toques. Tan solo vete, no necesito tu caridad -eso era cruel porque sabía que no se trataba de eso. Sabía que él no me consideraba un caso de caridad, pero si continuaba como hasta ahora, me iba a convertir en un auténtico psicópata debido a Rudy.


-          Sabes que no es eso, Bill -ignorándome, se acercó y me puso una mano en la cara-.No es eso -se le quebró la voz y de echó a llorar.


-          ¿Qué ha pasado? ¿Quién te ha hecho llorar? Lo mataré -dije alarmado al verlo así.


-          Eres tú quien me hace llorar -dijo llorando con más fuerza.


-          Lo cogí de la mano y le hice soltar el rodillo. Lo llevé a mi cuarto y eché el pestillo.


-          Quiero... no me abandones... por favor -suplicó cayendo al suelo de rodillas.


-          No iba a abandonarte, solo necesito tiempo -expliqué haciendo que me soltara de una de mis manos a la que se aferraba.


-          No puedo perderte... no me hagas perderte... lo... eres... todo para mí -dijo entre hipidos y sollozos histéricos.


Lo levanté del suelo y lo senté en la cama, esperando con paciencia a que se calmara, pero al sentarme a su lado, tan solo me abrazó con fuerza, temblando.


-          No puedo más... no puedo más... -su voz sonaba ahogada y rota-. Durante años he aguantado verte... con otros. Yo también he salido con otros pero... no era lo mismo... contigo es mejor. Pensaba que podría aguantar y ser tu amigo, pero no podía aguantar que me utilizaras como a los demás. Usarme para luego tirarme. No iba a consentir eso -sus sollozos se había ido apagando y ahora parecía más tranquilo.


-          No era eso. Yo no iba a utilizarte... yo solo quería estar contigo -dije a ver si entendía a lo que me estaba refiriendo.


-          Yo no quiero que me abandones... haré lo que quieras, pero no me dejes. Dejaré que hagas lo que quieras conmigo, pero no en dejes -se separó de mí, con sus ojos brillando por las lágrimas.


-          No voy a hacerte nada. No te dejaré, puedes estar tranquilo. Deberías irte antes de que despierte -traté de levantarme, pero él me obligó a tumbarme y se puso encima fe mí


-          Si es sexo, puedo hacerlo -eso me ofendió.


-          No se trata solo de eso, maldita sea. Estoy cansado de perseguirte, cansado de verte con otros. Cansado de necesitarte. Eres como una droga y solo me vuelvo más adicto a ti. No quiero quererte cada vez más para que luego salgas con otro. No quiero ser solo tu amigo -giré la cabeza hacia un lado, enfadado porque él pensara que solo era un simple rollo para mí. Necesidad física. Él era mucho más. Era mi vida.


-          ¿Me estás diciendo que me quieres? ¿Desde cuándo? -sonaba sorprendido.


-          Desde que te conocí. Desde siempre. Me duele verte con otros y por eso siempre te he obligado a romper con ellos. Ya eres libre de dejarme. No quiero atarte a mí. Seré tu amigo y no te abandonaré, pero vete.


-          No pienso irme -lo fulminé con la mirada y una lágrima cálida cayó en mi cara-. Yo... siempre he estado enamorado de ti.


Estaba sonriendo mientras lloraba, así que me incorporé y le cogí las manos con fuerza mientras lo miraba fijamente.


-          ¿Estás hablando en serio? -le pregunté.


-          Sí. Te rechacé el sábado porque pensé... que era solo uno más. Nos hemos besado antes, pero no parecía significar mucho para ti, así que pensé que no... sentías nada por mí. Por eso empecé a salir con otros. No podía olvidarte -me estaba haciendo tan feliz que quería reír, abrazarlo y besarlo todo al mismo tiempo.


-          ¿No me mientes? Porque entonces no podría perdonarte -dije queriendo asegurarme de que no mentía.


-          No miento. Llevó mucho tiempo enamorado de ti, Bill -coloqué las manos en su cuello, con los pulgares en sus mejillas, acunando suavemente su cara.


-          ¿No te importa que sea posesivo, que sea celoso y que te quiera todo para mí?


-          Me alegra que digas eso porque... -miró alrededor y se hizo con mi teléfono. Trasteó con él un rato tras encenderlo y después de un rato, lo soltó-. Ahora solo tienes permitido salir conmigo -noté sus celos en el puchero que hizo con toda su cara.


Eso fue irresistible y comencé a besarlo, muy gratamente sorprendido cuando noté que me estaba respondiendo, poniendo sus manos en mi espalda y apretándome contra él.


Me dolía tanto la boca... pero estaba tan feliz que no me importaba. Solo quería seguir así con él para siempre.


-          Sabes a sangre. Deberías curarte eso -dijo cuando se apartó un poco de mí, respirando con fuerza y con sus manos en mi cara.


-          Debería y tú deberías irte mientras puedas. No quiero que mi padre se despierte y te vea aquí -me hizo un mohín tan lindo que le di un beso.


-          ¿No me puedo quedar? -dijo pasando un dedo por mi brazo, haciendo que me fuera difícil pensar racionalmente.


-          Por mucho que me gustaría que lo hicieras, no. No puedes. No te preocupes por eso, ya habrá tiempo. He estado esperándolo durante mucho tiempo -volví a acariciarle el pelo y él hizo un tanto de lo mismo, echándolo hacia atrás y mirándome finamente a los ojos-. Te puedo asegurar que al día siguiente no vas a poder caminar de la misma manera -se puso rojo como un tomate y le di otro beso en la comisura de los labios.


Salimos de mi casa y me tomé la libertad de acompañarlo a la suya y como no había mucha gente cerca, le cogí de la mano.


No pude ver su cara, pero al despedirme y besarlo, estaba tan sonrojado que solo me hacía querer hacerle cosas que lo hicieran gritar. Pronto. Lo haría pronto. Él también parecía esperarlo.


Junté nuestras frentes y le susurré algo tan cariñoso y pervertido al oído que comenzó a temblar y me besó con fuerza en los labios antes de irse y entrar en su casa, caminando de una manera poco estable. Lo quería tanto. ¿Cómo habría fingido tan bien si unas pocas palabras mías eran capaces de desestabilizarlo de esa manera?


Una vez se fue, di un gran salto de felicidad y corrí a casa eufórico. Lo que nunca pensé que tendría era mío. Había sido mío para tomarlo cuando quisiera. Era el hombre más feliz de la tierra y nada podría hacer que me sintiera menos bendecido. Rudy era por fin mío. No solo su cuerpo, su alma, su corazón… todo él era mío. Mierda, estaba encantado con ello. No podía parar de sonreír.


Por una vez, las cosas iban bien para mí.

Notas finales:

Lo siento si no es la gran cosa o lo que esperábais, pero me parece que está bien para empezar con ellos, porque el próximo extra de estos dos creo que promete :P 

No os olvidéis de dejarme reviews si os gustó :D

¡Nos leemos!

 


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