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El chico de al lado por Lyn-Lyn

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Notas del capitulo:

asdjkfhaklsjdhglsjhgl YES *-*

Jack tan celoso y protector, no ha podido evitarlo *-* 

no se olviden de las revs o me sentiré solita :(

Capítulo 4

Había que joderse. Hasta en la actuación tenía que aparecer el jodido niñato de mierda. Como lo odiaba.

Desde la carrera, cuyo premio iba a poner en mi madre y en su rehabilitación y en la mejora de nuestras vidas, había confirmado que Mark era una princesa mimada. Solo había querido una oportunidad para participar, aunque no ganar, solo quería intentarlo. Él lo fastidió todo. Jodido metomentodo.

Puso a mis amigos en mi contra y me obligó a pelearme con ellos. Solo tuve la oportunidad de mirar en el circuito improvisado y fue algo que me hizo sentir tan impotente que perdí el control. Incluso aún creo que debería haberle dado una paliza.

Bill me detuvo de ir a por él y me señaló el escenario con la cabeza. Por supuesto que tenía razón. Tenía que ganar dinero, necesitaba mi parte del dinero de esta actuación.

En ese momento, escuché su voz entre el gentío y cuando volví a fijar la vista en él, vi que estaba incómodamente sentado en las piernas de otro hombre. Quise ir y hacerle trizas en ese momento. No sabía a quién, pero tenía los nervios a flor de piel. Todavía necesitaba liberar el estrés y mis amigos me habían perdonado, así que no era bonito ir a ellos y pegarles otra paliza. Mierda

Estaba apretando la guitarra con tanta fuerza que dolía. No podía dejar de mirar en ese dirección y descubrí también que su hermana, la rubia y asquerosa tonta, estaba también ahí, siendo toqueteada por aquellos babosos.

Lo vi hablar y perder el poco color que le quedaba en la cara. Durante unos instantes, miró a la puerta y cuando su mirada se cruzó con la mía, pude ver miedo. Me tenía miedo. Hacía bien porque uno de estos días le partiría la cara a golpes.

Entonces lo vi a pesar de estar tan lejos. Lo veía como si llevara unos prismáticos delante de mis ojos. Lo vi parpadear conteniendo las lágrimas cuando ese asqueroso posó sus labios en su lindo cuello de cisne. Se puso rojo y tembló.

No era consciente de lo que hacía. Solo seguí a mis instintos. Solté la guitarra, fui al tipo y golpeé al tipo en plena cara, aprovechando para tomar a Mark por el brazo y atraerlo contra mí con fuerza. Perdí el control en el preciso instante que noté temblar a Mark entre mis brazos. Lo puse en mi espalda para protegerlo casi instintivamente y me dejé llevar.

Los sonidos eran distantes y el dolor no me era conocido. Solo veía al tipo y quería romperle la cabeza. Sabía que lo estaba amenazando también, pero no sonaba como si fuera yo. Seguía pegando con fuerza, quitando a otras personas que intentaban intervenir.

Escuchaba mi nombre siendo llamado y cuando iba a soltar otro puñetazo, alguien me detuvo y, al mirar, unos ojos azules me devolvieron la razón. Notaba sangre caer por mis puños y dolor en los costados y el estómago, pero no aparté la mirada de los bonitos ojos de Mark. Oí las sirenas y me maldije por dentro.

Adiós al dinero que tanto había deseado. Adiós a la comida que tanto necesitaba. Mierda. Todo por culpa del niñato este... ¿cómo demonios acababa siempre teniendo la culpa de todo?

Los chicos ya se habían ido y Mark tomó la delantera, echando a correr sin parar. Lo seguí porque era razonable, pero al salir, vi cómo se iba tras un chico rubio que cargaba con la tonta de su hermana. Se creía que también iba a poder huir de mí. Ahora que ya no tenía a nadie cerca para detenerme.

Los vi parar en una intersección y los alcancé. Estaban hablando de ir a por el coche cuando el coche de policía frenó cerca de la salida que acabábamos de utilizar. Mierda. Como siguieran así, los iban a coger.

Tomando una decisión apresurada, pasé al lado de Mark y lo cogí de la mano con fuerza, echando a correr. No pudo hacer otra cosa que dejarse llevar, corriendo a mi lado.

Daba gracias a que estábamos cerca del refugio y podría ir allí y resguardarnos, pero el grito de un policía en mi espalda, me hizo tensarme: nos perseguían.

No sabía dónde estaba el resto, pero sabía lo que debía hacer para despistar a los guardias. Esos hombres corrían deprisa, pero yo me conocía esta zona como la palma de mi mano. Había muchos edificios abandonados por allí y muchos medio en construcción.

-          Date prisa -urgí a Mark.

Giramos a la derecha y me metí en uno de los edificios por un pequeño hueco, bajando por unas escaleras semiderruidas a un  supuesto sótano ruinoso en el que nada había. Todo estaba lleno de polvo y oscuro, pero era el mejor sitio para esconderse.

Cuando bajamos, atraje a Mark hacia mí sin soltarlo de la mano y le tapé la boca con mi mano libre, escuchando y esperando, con el corazón latiendo con fuerza y la respiración acelerada.

En silencio, pudimos oír como seguían corriendo para luego volver después de unos instantes, sin dejar de quejarse de que los niños de hoy en día corrían demasiado rápido. Una vez estuve seguro de que no nos pillarían, solté a Mark.

No podía verlo bien en la oscuridad pero se alejó dos pasos de mí y estaba temblando. Todavía estaba enfadado con él y todavía quería hacerlo sufrir, pero ahora no era el momento. No en este edificio casi derruido.

Salimos y por fin pude veré la cara: era un desastre. Se había manchado de polvo y mi sangre, con los ojos abiertos al máximo, muerto de miedo. Me acerqué a él y, como consecuencia, el retrocedió hasta dar con la pared del edificio  del que acabábamos de salir.

Cerró los ojos y se encogió sobre sí, como esperando algo... ¿Estaría esperando a que yo le diera una paliza o algo así? Parecía un ratoncito asustado de un gato, sin dejar de temblar. Agh, mierda. No podría hacerle nada. Seguía enfadado, pero no podría hacerle daño. ¿Qué demonios me pasaba?

Me acerqué hasta estar a milímetros de él y casi pude escuchar su corazón latiendo deprisa y... un momento. No era su corazón el que latía tan rápido. ¡Era mi jodido corazón de mierda! ¿Qué demonios? Intenté descifrar por qué estaba así y no lo logré.

Recorrí su rostro con mi mirada, preguntándome qué demonios era lo que me pasaba. No tenía miedo de él, pero cuanto más me acercaba, más rápido me latía el corazón. Fijé la vista en sus labios y en sus mejillas manchadas de sangre y alcé la mano para tocar mi propia sangre en su rostro.

En ese momento, abrió esos ojos... maldito fuera. Tenía los ojos preciosos. Era lo único que me había gustado de él desde siempre: eran grandes y azules, pero no un color azul común, no, su color era claro, como el cielo cerca de los bordes y se iba oscureciendo conforme se acercaba a la pupila. Eran hermosos.

Él abrió la boca y sus labios me distrajeron. Aun estando llenos de polvo y de sangre, eran bonitos. Eran unos labios que me apetecía besar.

-          ¿Jack? -su voz sonó insegura cuando me vio acercarme incluso más, poniendo ambas manos a los lados de su cabeza.

El sonido de un móvil me hizo retroceder de golpe y darle la espalda. Mi corazón latía todavía más rápido que cuando estábamos corriendo antes y maldecía a quien le estuviera llamando.

Cuando noté que mis mejillas ya no estaban rojas, me giré y vi que no era el único afectado. Interesante. De hecho, él estaba tan nervioso que no acertaba en hablar adecuadamente y no pude evitarlo. Necesitaba molestarlo más.

-          Aquí Jack -dije quitándole el móvil-, lamentablemente Mark se va a quedar conmigo esta noche. Es peligroso volver ahora. Yo lo cuidaré

-          ¡Jack! Como te atrevas a...

Le colgué el teléfono al hermano de Mark, lo apagué y le quité la batería. Le lancé el teléfono a su dueño y eché a andar de camino al refugio, contando desde tres en mi cabeza hasta que lo oí gritar mi nombre con rabia.

-          ¿Qué demonios has hecho? ¡Devuélveme la batería!

-          No. Te vienes conmigo.

-          ¿Por qué? -dejé de andar y me giré haciendo que parara de golpe para que chocar conmigo.

-          Me lo debes. Este lío es culpa tuya.

-          No tenía nada que ver contigo. ¿Por qué te metiste en medio?

-          ¿Que no tiene que ver nada conmigo? -eso me cabreó demasiado-. Todo lo contrario. Tiene que verlo todo conmigo.

Di dos pasos hacia él pero no retrocedió. De hecho, hizo todo lo contrario, avanzó hacia mí, acortando distancia entre los dos. Con las mejillas sonrosadas, se estaba haciendo el fuerte. Era como un cachorro intentando enfrentarse a un lobo. Simplemente, no podía tomarlo en serio.

Le revolví el pelo mientras suspiraba y él me lanzó manotazos a los brazos. No dolían nada. Menudo debilucho.

-          Tienes dos opciones: te quedas aquí solo y tratas de volver a casa sin móvil o me sigues a un sitio seguro -lo dije de una manera muy amenazante así que suavicé el tono de voz-. No voy a hacerte daño. Tan solo ven

Continué la marcha y noté como me seguía de cerca. Sonreí sin mirar a nada en particular y aceleré el paso maliciosamente hasta que lo escuché quejarse. Solo entonces, reduje la marcha.

Llegamos al refugio y saqué mis llaves, abriendo el portal hasta subir al piso correspondiente por esas asquerosas escaleras. Al abrir la puerta, pasé directamente al salón con la figurita indefensa de Mark a mi espalda, como un pequeño pollito que sigue a la mamá gallina.

Nos recibieron, como no, con gritos, aplausos y aullidos, con lo que me eché a reír a pesar de que dolía y me senté en el suelo, junto a Dash, descansando un poco. Había sido bestial. Solo esperaba que no nos denunciaran.

Miré a Mark, quien se había quedado en la puerta, absorbiendo todo con los ojos muy abiertos y sin atreverse a andar. Cuanto más a la luz se ponía, más se notaba su palidez y el cansancio.

-          Eh, Mark. Siéntate -dijo Rudy.

Lo hizo con recelo y apartado de todos nosotros. Hacía bien. Ninguno de nosotros estaba tan cuerdo como para reaccionar al igual que reaccionaria una persona normal.

-          Os presento a nuestro esclavo, chicos -anuncié con los ojos cerrados.

-          ¿Qué? ¡No jodas! ¡Ni hablar! No pienso hacerlo, Jack -abrí los ojos y lo fulminé con la mirada.

-          Me lo debes. Me debes eso y mucho más -apreté los dientes y volví a apoyar la cabeza en la pierna de Rudy, quien estaba sentado cómodamente en el sofá.

-          ¿Qué tipo de esclavo?

-          Nada importante. Alguien que se encargue de los ensayos, curarnos, comidas... básicamente una criada -la voz de Bill tan grave y monótona me hizo sonreír.

-          Lo haré durante una semana.

-          Ni hablar, pequeno. Yo digo cuando se acaba -mi voz no admitía réplica y él no me la dio. Solo lo escuché suspirar.

Nos quedamos en silencio durante un rato y me sentí adolorido e incómodo en esa posición. Debería ir a curarme, o por lo menos, quitarme la sangre seca de la cara y lo mismo iba a para el pequeño.

-          Voy a por el botiquín -tras mi anuncio, hubo una multitud de quejas por parte de los demás.

Lo puse en el suelo y lo abrí con cansancio pero unas manos me apartaron las mías de golpe y me vi empujado levemente por otro cuerpo.

-          Yo lo haré -Mark parecía cansado y enfadado, pero aun así se acercó a Rudy para curarlo con el botiquín.

Mirando a ambos, estaba claro por qué había escogido primero a Rudy. Para empezar, tenía el mismo aspecto de niño bueno de Mark. Porque lo era. Con el pelo castaño claro y ojos de un color similar, era el más bajito de todo y, con mucha diferencia, el que más bondad tenía. Su carácter y su aspecto eran debidos a su familia, ya que con cuatro hermanos pequeños a los que alimentar y un padre que lo mataba a trabajar para él, no había tenido otra opción más que la de ayudar a criar a los niños y trabajar cuando podía. Normalmente, era el que más cansado de nosotros estaba y el que más se esforzaba por su familia. Podía verse que amaba a sus hermanos y por ello, en padre había ido relegando su trabajo en él de una manera en la que ahora solo Rudy trabajaba y cuidaba de los niños mientras el padre me daba a la botella.

Los movimientos de Mark eran casi profesionales y me hacía pensar que no era la primera vez que veía vendar a alguien. Quizá su madre, la veterinaria, lo había hecho en su presencia. Trató a Rudy con delicadeza, casi como si se fuera a romper.

El siguiente fue Bill y ahí ya pude ver más nerviosismo por parte de él. Lo cierto es que Bill me imponía hasta a mí: con su largo pelo rubio tan lacio, era extraño atisbar algún rasgo de la cara que no fuera un ojo o la nariz y la boca. A él le gustaba ocultar su rostro porque tenía una cicatriz que empezaba en una ceja y subía por toda su frente, fruto de una paliza de le propinó su propio padre, un agente de policía que estaba frustrado por no avanzar en su carrera. Todo lo malo que pasaba, lo descargaba en él. Que yo recordara, tenía los ojos castaños y la expresión siempre calmada. Lo sabía porque su padre perdía la calma con demasiada rapidez y él estaba tratando desesperadamente de no seguir sus pasos.

Era evidente que al siguiente que iba a curar sería Dash, con quien además se mostraba cómodo. Incluso hablaban y eso era algo raro, no por parte de Mark, sino por parte de Dash. Últimamente, había estado viendo un cambio a mejor en él, ya que, de todos nosotros, él era el que tenía peor vida. No quisiera estar en su pellejo ni un instante

Me lo contó cuando nos hicimos íntimos amigos, aun cuando estábamos en el colegio. Él me contó que su padre... su padre le hacía cosas y su madre... solo los observaba y decía que estaba bien. Le complacía que él actuara así con su hijo. Habían abusado de él durante años y en ese tiempo, siempre venía a refugiarse a mi casa, cosa que tampoco era lo mejor. La cosa estaba mejor ahora. Pero cada vez que miraba sus ojos verdes, siempre veía un dolor en ellos que yo no sabía y no podía aliviar. Era como mirar a la tristeza a los ojos.

Siempre había tenido aversión a tocar a otras personas que no fuéramos nosotros, pero había estado progresando mucho y cada vez iba a mejor desde que pudo defenderse de los abusos. Pero sus muñequeras y lo que escondían... era un recordatorio. Un recordatorio de que nuestra paz mental nunca estaba a salvo.

Terminó con él y se giró a mí con una mirada de ira que me encantaba. Sencillamente, sus caras eran incluso más graciosas y lindas cuando se indignaba o llenaba de odio. Con esa cara, avanzó hasta donde estaba sentado y comenzó a curar mis heridas y a limpiarlas.

Escocía mucho, pero no me moví ni un milímetro. El pobre tenía suficiente controlando su respiración desacompasada y el rojo de sus mejillas para que ahora hiciera algo para ponerlo peor. Aunque debería porque lo de las carreras... suspiré y sacudí la cabeza para alejar el pensamiento destructivo que se estaba formando en mi cabeza.

Una vez acabó, huyó de mí tan rápido que me hizo sonreír, pero no comenté nada. Había inventado lo del esclavo personal y había sido brillante.

-          Vamos a dormir, Jack -dijo Bill y Rudy se levantó inmediatamente para seguirlo.

Ellos dos, Rudy y Bill, se habían unido a Dash y a mí después y, por lo visto, siempre habían estado juntos. Se tenían confianza entre sí y cuando dormíamos los cuatro en la habitación de los colchones, siempre dormían pegados. Rudy abrazando a Bill y usando su brazo como almohada. Esto era porque Rudy estaba acostumbrado a dormir con sus hermanos en la cama y si no tenía a alguien cerca, no lograba dormir. Bill lo consentía porque eran amigos. Así se simple.

Dash era otro cantar. Dormía solo, lo más lejos de nosotros que podía y pegado a la pared, con el sueño tan ligero que al más mínimo ruido, abría los ojos y se despertaba automáticamente.

-          Mark, ven conmigo un momento.

Fui al cuarto y cogí una de mis camisetas allí guardadas y se la pasé junto a un par de pantalones. Si se iba a quedar a dormir, por lo menos iba a estar cómodo.

Lo llevé al baño y lo dejé que se cambiara durante un instante, pero se me olvidó decirle que no había agua caliente así que abrí la puerta para hacerlo y lo vi sin camiseta.

Desde mi habitación no lo había visto tan de cerca, pero así impresionaba. Desde el sábado pasado hasta ahora, el cardenal de su estómago sabía que estaba mejor, pero seguía siendo monstruosamente grande, azulado y purpúreo, con tonos amarillos por los bordes.

Se puso rojo y tartamudeó algo que no entendí antes de ponerse la camiseta y taparse el golpe. Ese golpe era mucho más grave de lo que había pensado en un primer momento. ¿Qué demonios le pasaba ahora a su padre para hacer eso? Me acordaba que de pequeño solía tomarla con él pero no lo hizo más. Por eso de pequeño no lo odié tanto, pero lo hacía porque tenía a un hermano mayor para protegerlo. En su lugar, yo tuve que proteger a mi hermana mayor.

-          Te iba a decir que no hay agua caliente.

Cerré la puerta y suspiré, quedándome fuera, a la espera de que terminara de quitarse mi sangre y la suciedad que había cogido porque yo lo había estado arrastrando. Mientras tanto, jugueteé con la batería de su móvil en mi mano pensando que tal vez mi odio hacia él había sido injustificado. Tal vez, me había pasado un poco.

-          ¿Estás seguro de esto? -Dash se puso a mi lado, susurrando.

-          No. Ha sido cosa del momento. Pero siento que me lo debe.

-          No es mal niño. Simplemente lo han mimado más que a cualquiera de nosotros.

-          Ya...

-          ¿A qué vino lo del club, Jack? No es tu estilo meterte donde no te llaman y más por él.

-          Perdí el control -admití en voz muy baja-. Ni siquiera recuerdo haber ido allí. Ni siquiera notaba que estaba herido.

-          Eso no me gusta -susurró frunciendo el ceño.

-          Pues imagínate a mí.

-          No pasa nada, Jack. Las cosas mejoran -pero no era cierto. No lo era para nosotros.

-          ¿Crees que algún día podremos salir de aquí?

-          Eso espero. No sé cuanto tiempo más pueda durar.

Lo abracé y lo reconforté. Estos chicos, todos y cada uno de ellos, eran como los hermanos que nunca tuve. Eran mis hermanos para la batalla. No sé que sería de mí sin ellos.

-          Ve a dormir, Dash. Descansa un poco.

Asintió y me alborotó el pelo antes de irse. Segundos después, salía Mark vestido con mi ropa. Bueno, no estaba vestido exactamente. Le quedaba todo enorme y los pantalones apenas parecían mantenerse en su sitio.

-          Espera, voy a por algo de Rudy. Seguro que lo suyo te queda mejor -pero él alargó una mano y me paró agarrando mi camiseta.

-          No. Estoy bien. Solo quiero una manta en el sofá.

-          No vas a dormir en el sofá.

-          No puedes obligarme a dormir con vosotros -será terco.

-          Haz lo que quieras.

Fui a la habitación y me quité la camiseta antes de tumbarme en los colchones. Aún no hacía frío, así que no necesitábamos mantas para taparnos. Bill y Rudy estaban ya dormidos, como una bola a un lado y Dash estaba en el rincón más alejado de la puerta, encogido sobre sí mismo mientras que yo... tenía que dormir en una posición en la que viera la puerta fácilmente. Una de mis manías, pero era útil, ya que al abrir los ojos y ver directamente la puerta, vigilaba quien entraba y salía. Estábamos todos tan jodidos...

Conforme avanzaba la noche y vi que no dormía, fui al salón a ver si Mark podía dormir y me quedé parado de golpe al verlo. Con la camiseta subida hasta el estómago y los pantalones bajados, estaba durmiendo y no muy plácidamente. No dejaba de revolverse y encogerse sobre sí mismo. Bajo la poca luz que entraba de la ventana, vi que estaba rojo y tenía el rostro surcado de lágrimas. Eso me hizo sentir mal. Lo mismo era mi culpa.

Era raro que eso me hiciera sentir mal ya que nunca antes me había sentido mal por él. Entre eso y entre que casi lo besé antes, había algo raro conmigo. Incluso cuando vi que sufría, me distraía con la piel que claramente exponía. Era demasiado vulnerable, como aquella vez en la que le toqué el pelo para calmarlo, el domingo pasado. Era demasiado débil.

Me acerqué y acaricié el pelo un poco, haciendo que se revolviera un poco más. No pude evitarlo y le di un pequeño y suave beso en los labios. Me separé de él antes de que despertara, sorprendido por mis propias acciones y más que satisfecho. Casi podía sentir mi corazón aligerarse de carga y mis mejillas ponerse rojas. Era la primera vez que me sentía así.

Lo cogí delicadamente por las rodillas y apoyé su cabeza en mi pecho para cargarlo y llevarlo conmigo al dormitorio. Dash estaba despierto cuando llegué y eché al chico sobre los colchones. Me extrañó que no despertara, pero aun así en tumbé a su lado y lo atraje a mí.

-          No iba a decir nada, pero no puedo callarme. Estás entrando en arenas movedizas -susurró Dash.

-          Cállate. Tan solo... déjame en paz, por favor.

-          No voy a ser el que te saque luego del barrizal -advirtió.

Me encogí de hombros y me acerqué a Mark, haciendo lo mismo que Bill. Usando un brazo para que fuera su almohada y él, casi por instinto, se giró a mí y me puso una pequeña mano cerrada en el pecho. Dios. Estaba jodido.

 

 

Notas finales:

^^ ¡Feliz Navidad a todos!


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