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El chico de al lado por Lyn-Lyn

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Notas del capitulo:

Muchos que lean esto pensarán ¿Cuándo llega lo jugoso y kawaii de la historia? Paciencia. De momento aqui está el siguiente capítulo desde el punto de vista de Jack *-*

Cuando termine de introducir a todos los personajes y avance con la historia, comenzarán a suceder cosas majosas ^^ (no adelanto nada porque nunca he escrito un lemon y no sé que pasará cuando llegue, pero meh)

Ahora a leer :) 

Capítulo 2

Este idiota... se había saltado las pocas clases del lunes para vaguear. Podía ver su asiento vacío a mi izquierda, sin dejar de preguntarme como iba a reaccionar cuando supiera que estábamos en la misma clase.

Nunca me había llevado bien con él. Ni siquiera cuando éramos pequeños y estaba mi hermana conmigo, siempre lo había visto como una princesa mimada con sus hermanos como guardianes. Supongo que me afectó el hecho de que él viviera sin preocupaciones y yo no.

La mayoría del tiempo que pasaba en mi casa, no salía de mi cuarto. Mi madre se drogaba la mayor parte del tiempo cuando no estaba en su trabajo de pacotilla, por lo que muchos camellos venían a casa. Me ponía enfermo. No solo eso, me ponía enfermo que mi padres nos dejara y mientras que mi hermana y yo tuvimos que limpiar sangre, vómitos y guardar dinero a escondidas, los vecinos vivían felizmente. Los odiaba a todos ellos.

Por lo menos, eso pensé hasta el sábado cuando vi a los dos hermanos mellizos marcharse. Había sido pura casualidad que escuchara ruidos en la casa al mediodía y que me asomara a mi ventana, fingiendo fumar.

En ese momento, vi a la princesa de la casa salir apresuradamente al balcón y tratar de trabar la puerta con algo. Me fijé bien y vi que sangraba por las manos, su mejilla estaba empezando a amoratarse y tenía los ojos empañados por las lágrimas. La verdad es que solía regodearme con esa vista. Su cara roja de vergüenza y a punto de llorar. Por eso a lo largo de tantos años le había hecho sufrir tanto con mis bromas malas e hirientes. Sin embargo, verlo en esa situación no me gustó tanto como hubiera deseado

Poco después, vi que entraba en pánico al comenzar alguien a golpear la puerta del balcón. Me sorprendió ver que, ni corto ni perezoso, saltó a esconderse en mi casa.

Incluso cuando quise dejarlo estar, intervine y le curé las heridas que me dejó curarle, aún cuando su odio era patente. Todavía podía sentir su peso en mis brazos: era pesado, pero no tanto cono debería y eso me hizo preocuparme y me irritó. ¿Por qué tendría que preocuparme por un niñato como él?

No lo traté tan mal. No tanto cono debería. De todas maneras, me molesté por ver qué tal estaba al día siguiente y parecía exhausto, aunque no dijo nada, no pude evitar que el odio me invadiera.

Tampoco sé en qué estaba pensando cuando me invité a mí mismo a comer a su casa. Normalmente, después de una paliza de mi madre, huía al refugio y me quedaba allí unos días. Pero estaba hambriento y las heridas de mi cuerpo no eran visibles. Fue algo espontáneo y no salió tan mal. Incluso no nos insultamos tanto y pude comer algo caliente. Pizza.

Lo que no me había quitado de la cabeza desde entonces era su maldita cara. Esa maldita cara durmiente. Por eso seguía, a día de hoy, en mitad de la clase, fantaseando con ella y pensando en pizza y en él. Maldita sea.

No podía creerlo. Pero cuando lo vi caerse dormido, me atreví a acercarme y lo observé hasta que su expresión tranquila pasó a ser una de miedo. Por alguna extraña razón, le toqué el pelo, más suave de lo que parecía ser a primera vista y él se relajó. Su cara confiada y tranquila me hizo algo raro.

Me aparté corriendo, lo limpié todo y me largué como alma que llevaba el diablo al refugio, donde estaba reunido el resto de chicos. Mis amigos, los tipos con los que tenía una banda, con los que ganaba dinero y cuyas situaciones eran tan parecidas a la mía que nos entendíamos sin necesidad de palabras. Dash, Rudy y Bill. Todos ellos eran problemáticos y todos tenían la misma suerte de mierda que yo.

No dije nada sobre el chaval y estuve de morros el domingo entero, pensando que hoy estaría bien. Sin pensar mucho en nada, como siempre. Mi consciencia era una perra asquerosa.

Estaba con la cabeza apoyada en el escritorio, mirando el puesto vacío a mi lado, consciente de que no iba a ser bonito cuando apareciera y viera que iba a estar atascado allí conmigo todo el año.  Para colmo, habiendo tres clases y siendo cuatro, me había tocado solo. No Tenía a nadie en clase para hablar y era mortalmente aburrido que todos me miraran con miedo.

Gruñendo cosas que nadie podía entender salvo yo, intenté escuchar algo de música, concentrando mis energías en encontrar algo para pensar que no fuera ese chiquillo. ¿Por qué seguía pensando en él? Maldita sea. Estaba de mal humor otra vez.

Terminaron las clases y volví a casa, sin ganas, tratando de no llegar muy temprano porque no sabía lo que iba a encontrar.

Al abrir la puerta de mi casa, aparte de estar todo desordenado, encontré a mi madre tumbada en el sofá, con la jeringuilla aún en mano y babeando. Era asqueroso y me dolía verla así. Porque encima de todo, yo la quería e incluso había intentado costearle un tratamiento de desintoxicación, pero ella siempre se negó.

Verla así me quitaba el hambre, pero me preparé un bocadillo rápido y subí a mi cuarto. Uno de los pocos lugares en los que podía estar tranquilo: leer y fumar. Había sido así toda mi vida. Solo los libros me hacían sentirme mejor, al igual que la música. Lo de fumar vino después y me ayudaba a aliviar el estrés.

Me asomé un par de veces a la ventana y lo vi tumbado en la cama.  Lo vi fingir estar malo ante su madre y luego levantarse, bloquear la puerta y tontear un rato.

Acabó volviendo a dormir revisándose la cara de vez en cuando. No estaba espiando aposta, pero una de las veces que se levantó la camisa para mirar, pude ver un gran cardenal en sus costillas, algo con lo que me sentía muy identificado.

Salí a hurtadillas para pasar el resto del día en el trabajo, ya que tenía la suerte de trabajar en una librería no muy frecuentada por lo que leía todo lo que quería, ayudaba a los pocos clientes que teníamos y me pagaban por ello. No mucho, ya que ni iba todos los días, ni era a tiempo completo. Pero era algo con lo que comer y pagar facturas.

El día siguiente, nada más levantarme y bajar a desayunar, mi madre me lanzó un plato a la cabeza, fallando en darme, pero aún así explotando en la pared a mi espalda. Claro que podría defenderme, pero era mi madre y no quería herirla. Mi situación solo empeoraba.

Corrí fuera de mi casa y cerré la cancela del jardín para salir corriendo y al ir tan acelerado, en comí el pequeño cuerpo de Mark, que acababa de salir de su casa. No pude evitarlo y él cayó al suelo estrepitosamente soltando el móvil que sostenía en su mano.

-          ¿Cuál es tu jodido problema? -se quejó frotándose el culo y las manos.

No contesté y lo ayudé a ponerse en pie. Cuando fui a recoger su móvil y a entregárselo, ya iba andando. Será... la irritación creció dentro de mí y apreté el aparato en mi mano, alcanzando furiosamente su figura y apretando el móvil contra su frente. Sin esperar que lo cogiera, continué andando.

Ese pequeño bastardo... encima de que estaba intentando ser amable y ayudarlo, me ignora y se marcha. Que le jodan. Mientras, yo preocupado, con su cara metida en mi cabeza desde el domingo, sin dejar de pensar en él.

Mi mal humor y mi irritación iban creciendo tanto, que al llegar al instituto, mandé a la mierda a mis amigos, quienes no se lo tomaron en serio. Por suerte, ellos conocían mis cambios de humor así que no me preocupaban que pudieran abandonarme.

Me dirigí a la clase, tiré mi mochila al suelo y me senté en la silla de mala manera. Estaba aguantando las malas miradas de todos pero por suerte, no faltaba mucho para que tocara la campana. Estar sentado al final de la clase, tenía sus ventajas. Apoyé la cara en el escritorio, mirando el sitio vacío de Mark y cerré los ojos.

-          Me estás tomando el pelo -su voz me sacó de mi descanso y abrí los ojos-. ¡Jay! ¿Por qué no me dijiste nada?

-          Era una sorpresa -el tal Jay era el amigo ese con el que siempre se juntaba y al que tampoco soportaba. Era incluso peor que la princesa.

-          ¿Algún problema, princesa? -le pregunté levantándome del asiento y encarándolo.

-          Mark... -el rubiales sonaba conciliador porque sabía que se llevarían una paliza como no se callara y más después desde lo de esta mañana.

Estaba a punto de echarlo todo por la borda cuando el profesor llegó al mismo tiempo que la campana tocaba, por lo que todos nos apresuramos a sentarnos. Yo lo ignoré y traté de concentrarme en cualquier otra cosa que no fuera él o su cara durmiente.

Me dolía la cabeza otra vez, como era normal. Sospechaba que algunos fragmentos del plato sí que me habían dado, porque una de las veces al pasarme la mano por el pelo, me la encontré llena de sangre. No me dolía, nada más cuando tocaba la zona, pero al no haber desayunado nada, me estaba sintiendo como una mierda. Las miradas de soslayo de Mark no ayudaban en nada. Tener mesas contiguas era un asco.

Al tocar la campana, me derrumbé contra el escritorio, odiando sentirme tan débil por un poco de sangre. Apoyé la cabeza en el brazo y traté de hacer que se me pasara un poco.

-          ¿Jack?

-          Jódete -contesté a la voz de Dash.

-          ¿Qué demonios te pasa? ¿Es por la princesita?

-          Vete a la mierda -dijo Mark a eso. Qué raro, pensaba que se había ido.

-          Tú... -Dash se interrumpió-. ¿Es eso sangre? -lo dijo con una voz tan fuerte que se hizo el silencio en toda la clase.

-          ¿Qué cojones quieres ahora? -me levanté enfadado de golpe y agarré el cuello de su camiseta.

-          ¡Jack! -se quejó.

-          Si quieres ayudar, dame algo de comer. No desayuné esta mañana -los ojos verdes de Dash parecieron cobrar vida por el odio que se veía en ellos.

-          Entiendo. No te desmayes entre la sangre y la falta de alimentos -lo solté y él se marchó.

Le hice un gesto feo con la mano cuando se paró en la puerta y cuando se marchó, volví a caer en la silla, tocando de vez en cuando la zona de mi cabeza dañada. Lo mismo era solo un pequeño golpe, o quizás un corte... no creía que tuviera nada clavado.

Notaba de nuevo esa mirada de la niñita mimada en mí, pero esta vez era curiosa. Me molestaba.

-          ¿Tienes algo que decir?

-          No.

Bien. Que así fuera. Prefería estar tranquilo. Me volví a levantar porque me notaba peor y me dirigí a la puerta, buscando ir al baño. En ese momento, mi cuerpo falló y tuve que agarrarme a la mesa.

Mucha gente saltó pero ninguno se acercó a ayudarme. Maldita sea. Son unos desgraciados de mierda. Nunca había puesto la mano sobre ninguno de ellos ya que Mark era mi único objetivo, tampoco había tratado mal a nadie... supongo que era mi personalidad lo que hacía que me evitaran.

En ese momento, la persona más inesperada de este mundo, me pasó un brazo por la espalda y en obligó a poner un brazo en sus hombros.

-          ¡Jay! Trae sus cosas. Voy a cargarlo hasta la enfermería.

-          No -pedí. La enfermería no. Me voy a casa -declaré.

-          ¡Chicos! ¡Decidle al profesor que se ha sentido mal y lo he llevado a casa!

Seguramente le harían caso porque Mark era encantador con todo el mundo. ¿Pero qué...? ¿Por qué diablos andaba yo pensando en algo como eso? Mierda. El golpe. Seguro que era el golpe.

Después de llevarme fuera del instituto, me senté en un banco y mandé un mensaje a Dash para que se saltara el instituto y viniera con la comida.

-          Gracias -me dolió decirlo, pero se lo debía. Si alguien iba a mi casa o llamaba a mi madre, se iba a volver mucho peor. Por lo normal, era capaz de aguantar las heridas, pero no había comido nada. Falta de azúcar.

-          Voy dentro. Alguno de los dos tiene que coger apuntes. Te llamo luego -le dijo -Jay a Mark antes de irse.

El silencio, algo tan habitual entre nosotros, volvió a caer como una espesa telaraña, enredándonos. Cayendo entre sus hilos.

-          Esto es patético -murmuré, pero no me di cuenta de que me escuchó.

-          ¿Estar así de débil por un golpe? Es normal si tienes una bajada de azúcar -lo contemplé desde mi posición, medio tumbado en un banco.

Recibí un mensaje de Dash: no podría venir. Lo habían pillado subiéndose al muro y no podía salir. Necesitaba a alguien que me llevara al refugio.

-          ¿Ya viene?

-          No. Lo han cogido. Mierda -me puse la mano en la cara y respiré hondo antes de levantarme-. Me voy.

-          ¿Tú solo? Ni hablar. Túmbate -me ordenó. Un crío, precisamente, iba a ordenarme a mí.

-          No estás en posición de ordenar.

-          Ni tú en posición de moverte libremente -dijo mordazmente-. Ni se te ocurra moverte.

Se marchó un momento, cargando con su mochila. Ni siquiera había notado que la había cogido.

Al volver, traía comida. Lo miré sorprendido y él solo hizo un gesto para que comiera, cosa que hice sin dudarlo.  Después, me volví a recostar contra el banco, esperando sentirme mejor.

Mark se sentó a mi lado y puso una mano detrás de mi cabeza, lo que le hizo llevarse un siseo enfadado, pero no se echó atrás. Estuvo toqueteando mi cabeza un rato y luego paro.

-          ¿Puedes levantarte? Te llevo a casa.

-          Ahí es el último sitio al que querría ir -fui algo agresivo, pero él lo entendería. Sabía que lo haría.

-          Vamos a la mía.

¿Perdona? No me dio tiempo a rechistar, cuando ya me llevaba a su casa sin poner pegas. Estábamos hablando de la misma persona a la que asusté tanto cuando era pequeño que se hizo pipí. La misma persona a la que robé su ropa interior y la puse en un palo, como una bandera. ¿Qué diablos? ¿Se iba a vengar ahora de mí?

Al llegar a su casa, no había nadie. Cosa rara, ya que tenía la impresión de que su padre siempre estaba ahí, sin trabajar.

-          ¿Tus padres?

-          Trabajan. Mi madre trabaja de veterinaria en una clínica y mi padre en un banco -dijo ayudando a sentarme en el sofá-. Voy a por vendas o algo para impedir que sigas sangrando.

-          No hace falta.

Me quité la camiseta y la apoyé contra la parte posterior de mi cabeza, soltando un suspiro de dolor. Me dolía y estaba confuso. ¿Acaso me estaba pagando por lo del sábado? Si él ya me había invitado a comer el domingo. No lo entendía. ¿A qué jugaba?

-          ¿Por qué me ayudas?

-          No lo sé -su voz sincera me cogió desprevenido, por lo que abrí los ojos-. Supongo que es porque me siento en deuda contigo.

-          Me invitaste a comer -le recordé-. No me debes nada.

-          Ya... bueno. De todas formas, tampoco me sentía como si lo hubiera pagado -se sentó a mi lado-. Después de que te sientas mejor o lo que sea, podemos volver a odiarnos.

-          Estoy de acuerdo.

Estaba muy cansado y adormecido. Supuse que sería por la herida y el no comer, pero fui quedándome dormido y no quería eso. Así que, me levanté tratando de espabilarme y me despedí. No es que me encontrara mejor, pero no iba a arriesgarme a quedarme dormido donde no quería. Ya había escarmentado la última vez, cuando me había dormido en el sofá y me desperté con uno de los drogadictos de mi madre metiéndome mano.

Me despedí con un gesto de cabeza poniéndome la camiseta ensangrentada y me fui al refugio. Me tomó más de una hora y miradas de sospecha, pero lo conseguí.

El refugio era un pequeño apartamento, casi a las afueras de la ciudad, en un sucio y feo edificio. Parecía sacado de una historia de miedo y sería el sitio en el que los fantasmas aparecían de noche. Pero no me importaba. Era nuestro refugio.

Situado en el tercer piso de cinco plantas, lo habíamos empezado a alquilar hace tres años porque era barato y necesitábamos un sitio en el que poder ensayar nuestras actuaciones. De ahí pagábamos el alquiler y nos repartíamos el dinero restante. A veces, cuando no había suficiente con las actuaciones, reuníamos dinero entre todos y pagábamos.

Durante ese tiempo habíamos empezado a traer cosas: un sofá, una mesa, colchones, mantas, algunos vasos... de hecho, era tan pequeño que solo tenía dos habitaciones, por lo que habíamos puesto colchones por toda la superficie de una habitación para dormir ahí y en la otra habíamos comenzado a insonorizar las paredes para no molestar mientras ensayábamos.

No había televisión y cada uno tenía una copia de la llave. Fue la mejor decisión que pudimos tomar ya que todos estaban tan jodidos como yo lo estaba. Rudy por parte de su familia entera, Bill con su padre y Dash... la historia de Dash era incluso peor que la mía.

Me tumbé en el sofá sin darme cuenta de la herida y cuando el dolor apareció, me incorporé y recosté. La camiseta estaba llena de sangre, así que fui al baño y la metí en agua, agradeciendo que tuviera varias camisetas allí guardadas para poder ponerme.

Mucho más tarde vino Dash para acompañarme a comer y luego vinieron Bill y Rudy. Ambos estaban preocupados por mí, pero les aseguré que estaba bien. Bueno, físicamente lo estaba.

-          ¿Qué pasó con el niño bonito? Vi que te ayudó.

-          Ni idea. Me largué cuando pude -dije a Dash mientras los demás afinaban sus instrumentos.

Dash no dijo nada más, pero sabía que no era tonto. Podría ser un capullo, egoísta, asqueroso y rastrero, pero de tonto no tenía ni un pelo. Lo mismo valía para Bill y Rudy. Todos teníamos diferentes personalidades, pero ninguno de nosotros era tonto y sabía que solo era cuestión de tiempo hasta que me sacaran la verdad.

En ese momento, mi móvil sonó y me disculpé para hablar tranquilo en la habitación de los colchones.

-          ¿Linds? -pregunté.

-          ¿Cómo te va, hermanito?

-          Como siempre. Pero, dime, ¿ha pasado algo? -Lindsay llamaba poco pero no dos veces en una misma semana. Había pasado algo.

-          Yo... he cometido un tremendo error -su voz rota me asustó.

-          ¿Qué ha pasado?

-          Mamá me llamó pidiendo dinero y le dije que no tenía... pero ella fue al banco y... me ha quitado la mayor parte de mis ahorros.

-          ¿Qué? -grité-. ¿Ha hecho qué? -escuché mi hermana echarse a llorar.

-          Me ha dejado lo suficiente para vivir y ahora no puedo pagar la universidad o mantener el coche -explicó entre sollozos.

-          Mierda. ¿Hablaste con los del banco?

-          Sí y he restringido mi cuenta... pero es tarde. Como era familia, pensaron que no importaba... y yo...

-          Tranquila. Voy a ir al banco y meteré todo el dinero que pueda. ¿Es mucho lo que hay que pagar?

-          Un pellizco.

-          Tranquila. Lo pagaré por ti y le quitaré todo el dinero a la vieja asquerosa.

-          Gracias, no sé qué haría sin ti.

-          Ni yo si tú no hubieras estado conmigo. Ahora, tranquilízate y respira hondo. En un rato estará todo resuelto.

-          Te quiero.

-          Y yo a ti.

Colgué y me dirigí como una fiera al resto, contando lo que había pasado. El refugio había sido idea de mi hermana y ella fue la que nos ayudó a pagar al principio. Todos la conocían y se preocupaban por ella, así que no me sorprendí al escuchar que todos querían ayudar económicamente. No dejé que lo hicieran, pero a cambio, les pedí que me invitaran a comer durante un tiempo porque no tendría dinero. 

Fui a casa y mi madre estaba allí tumbada, con la jeringuilla en la mano. Otra vez. Me daba asco.

-          ¿Por qué demonios le has quitado el dinero a Lindsay? -le grité como un loco y la sacudí en un intento de hacer que reaccionara.

Estaba ida y eso no era justo. Fui a su cuarto y revolví toda la casa y todas sus cosas hasta encontrar un par de cientos. Con algo que yo tenía ahorrado para una moto, se hizo suficiente. No me importaba volver a ahorrar de nuevo para la moto mientras mi hermana estuviera bien.

Fui al banco e ingresé el dinero, recordando que no permitiera a nadie más que la dueña extraer dinero. Estaba seguro de que mi madre se había gastado el dinero en drogas.

Me fumé buen cigarro de camino a casa, consciente de que cuando la loca no encontrara dinero para su alijo, me daría otra paliza y yo no me resistiría ya que, por más que me asqueara, no podía odiarla. Era mi madre.

Me encerré en mi cuarto e informé a los chicos de lo sucedió para luego ponerme a leer y tratar de escapar del mundo que me rodeaba. Cuando era más joven, había usado el sexo pero no me llenaba tanto como la lectura. Mis parejas habían sido aleatorias y nunca las mismas y tampoco me sentía bien llevándolas a casa o al refugio. En aquellos días era peor que ahora, porque ahora, por lo menos, me controlaba y no me metía en tantas peleas.

Había veces en las que quería rendirme y mandar todo a la mierda. Era tan difícil seguir así... parecía como si solo encontrara impedimentos y nada regalado. Eso hacía que mi odio por los demás, la gente feliz, aumentara. No era razonable, pero me sentaba mal ver a la gente feliz.

Cambié de postura con el libro y algo me llamó la atención desde la ventana. Mirando desde mi cama, podía ver parcialmente la ventana de la princesa y no estaba solo. El chico rubio, Jay, su amigo, estaba con él. Podía verlos reír y eso me molestaba. No obstante, al fijarme mejor, noté que la princesa lo estaba fingiendo todo, por lo menos, porque la sonrisa no le llegaba a los ojos. Eso me alegró un poco.

Aquella noche, no cené y mi madre no se molestó tampoco. Era una de las cosas que no hacía si no estaba con la rescasa de las drogas, en las que arrasaba con toda la comida de la casa. Por supuesto, a mí me iban dando y si quería comer, lo tendría que hacer yo.

No sabía como no la habían despedido aún, si estando sin drogar muchas veces era hasta peor que drogada. Por lo menos aún tenía un techo sobre mi cabeza. Debería agradecer eso, al menos. Ah, y también debía agradecer que era atractivo. Tenía buena memoria, tenía muchos libros para leer... en conjunto, no podría aspirar a más.

El día menos pensado, estaba seguro de que iba a morir. Ya fuera por mi madre, por las drogas o por sus amigos. Lo tenía asumido. Solo quedaba preguntarme si ese día estaría cerca.

Al día siguiente, me levanté con dolor de cabeza. No tenía más remedio que ir a clase, así que me levanté, me duché y vestí a toda prisa, con la suerte de que no me la encontré.

Por el camino, Dash me interceptó y me ofreció el desayuno: unos dulces que había comprado de camino al instituto. Comía y hablaba con él sobre lo de ayer y me disculpé por dejarlos tirados en el ensayo.

Lo cierto es que mi guitarra eléctrica era una reliquia y bastante buena. Siempre quise tener una y cuando papá estaba con nosotros me concedió el deseo y me la compró por mi cumpleaños. Había cargado con ella desde entonces y lo había vivido todo con. Pero ahora la tenía en el refugio, por miedo a que mi madre viniera y la empeñara en una de sus locuras momentáneas.

Noté un anuncio de una carrera de motos pisoteado en el suelo y vi que no hacía falta siquiera llevar una moto. Daban un premio espectacular. Me distraje al pensar en participar y el dinero que podría ganar con ello. También sabía que era ilegal y que el dinero era debido a las apuestas, pero no me importaba. Luego cogería uno de esos anuncios e iría con todo lo que tenía.

-          ¿Cómo va esa cabeza? ¡Vaya! Todavía tienes pelo húmedo de esta mañana -dijo Dash pasando una mano por mi pelo revuelto.

-          Egh quuu nn mee ha daffdo tempfo a fecarro -Dash se echó a reír cuando hablé con la boca llena.

-          Vale, no lo has podido secar. Pero, ¿ni desenredarlo?

Me encogí de hombros. Lo tenía así de largo por pereza y porque valía dinero cortarlo y si lo hiciera yo mismo quería un desastre.

-          Vamos, anima esa cara -Dash me dio un codazo y tosí.

-          ¡Serás idiota! -aún me dolía y me había hecho toser la comida.

-          ¿Otra vez?

-          Sí. Dash, sí. Otra vez -dije irritado.

Me pasó el brazo por encima de los hombros y trató de animarme hasta que me metí en clase. Expliqué mi ausencia de ayer a todos los profesores que me preguntaron y en ningún momento me giré a hablar con Mark. No tenía el menor sentido.

Había percibido algo raro en él y no sabía muy bien el qué, pero me sorprendí cuando lo pillé pintando en lugar de cogiendo apuntes diligentemente, como hubiera esperado. Lo dejé estar dado que no quería seguir involucrándome con él.

 

Notas finales:

¿Quién creéis que se enamorará antes del otro y quién lo admitirá antes? *U*

*Mendiga de nuevo por unas reviews*


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