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Aquí hay gato encerrado por PalomaNegra

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AQUÍ HAY GATO ENCERRADO

Capítulo X: La bendición del gato

En la ausencia del anciano, Kenma no había querido mirar los ojos de Kuroo y tampoco quería ver su sonrisa burlona. Su plan había sido descubierto, por decirlo de alguna forma.

El día que había perdido sus pastillas para dormir y que coincidía con su noche en celo, era un suceso que no debía suceder aquella noche. Esto, debido a que él había planificado una situación similar para el día de la graduación de Kuroo. Casi como un presente de su parte. Sin embargo, no contaba que las últimas pastillas que le quedaban en su caja de somnífero las hubiese tomado Lev ese mismo día del celo pensando que era un tipo de suplemento alimenticio para deportistas. Haiba no era tan imprudente como para haber sacado algo de la mochila de su superior sin permiso, de hecho, el mismo Kenma le había permitido sacar algunas pastillas. Solo que Lev se lo había tomado muy en serio, provocándole un fuerte cansancio durante la práctica de la tarde. Hecho que no pasó desapercibido por Yaku, quien lo azotaba cada vez que lo veía bostezar o recibir un pelotazo por culpa de sus lentos reflejos.

Aquella misma noche donde el armador de Nekoma entraba en celo, no podía creer que la caja estuviese vacía, y hasta el día de hoy tampoco sospechaba que Lev se había tomado las últimas pastillas. Cuando Kuroo había regresado de la farmacia, Kenma ya había comenzado a sentir los efectos de la maldición. Efectos que lo volvían más vulnerable y sacaba a la luz una faceta desconocida de él, casi similar a los efectos que produce inicialmente el licor.

En ese aspecto, Kenma era especial. Esto porque el armador pasaba mucho tiempo sin autocomplacerse. Y además, se sumaba a los continuos pensamientos indecorosos durante la noche donde Kuroo era el protagonista. En resumidas cuentas, su libido se hacía mucho más potente el día en que entraba en celo, y precisamente esa noche, donde Kuroo le había propuesto quedarse, Kenma se liberó. Le hizo caso a lo que pedía su cuerpo, a lo que ansiaba por tantas noches. No pudo frenar ese impulso. No quiso esperar al día de la graduación. Quería tocar a Kuroo y complacerlo sin pensar en el mañana o lo que pasaría después. Aquel impulso que le otorgaba la maldición se había mezclado con sus verdaderos deseos de hacerlo con Kuroo. Y ya siendo las cuatro de la mañana, cuando el dolor de sus caderas comenzaba a pasarle la cuenta, agradeció haber exagerado su estado de celo. Si le hubiese confesado que el efecto duraba poco, lo más probable es que no hubiese quedado completamente satisfecho.

Por parte de Kuroo, él algo sospechaba sobre la situación. Pero no quiso ahondar en el tema debido a que le parecía bastante conveniente que Kenma tuviera ese comportamiento. Su relación había sido hasta hace poco muy fría y distante. Tetsurou era de esas personas de tacto, y siempre anhelaba que su novio se mostrara cercano con él aún sabiendo lo distante y reservado que era con sus sentimientos. Por esa razón él realmente se había sentido feliz al escuchar la verdad sobre la maldición.

Habían pasado cerca de cinco minutos desde se habían quedado solos en la habitación con los gatos. Kozume seguía avergonzado. No se encontraba listo para dar explicaciones. De cualquier forma, no había mucho que decir. Kenma solo era un adolescente de 17 años muy apasionado.

Tetsurou lo comprendía y por lo mismo, de a poco dejó de sonreír al notar que la incomodidad que estaba sufriendo su amado se volvía insoportable. Más tarde lo molestaría con esa conversación, cuando las cosas estuvieran más calmadas, ahora lo único que quería era distraer a Kenma para que dejara de pensar tanto en ello. Lo primero que se le vino a la mente fue mover sus dedos en la alfombra con el único fin de llamar la atención de los felinos que estaban cerca. Kenma miró discretamente lo que estaba haciendo su novio y luego miró un poco más allá donde se encontraba un grupo de gatos al acecho de los dedos de Tetsurou. Las pupilas de los animales se dilataron por completo y su concentración estaba fija en cada movimiento que hacía la mano del capitán de Nekoma. De pronto, todos los gatos que estaban observando aquel estímulo, saltaron al mismo tiempo en dirección a la mano de Tetsurou. El rubio llegó a sobresaltarse del susto y disimuló su reacción acomodándose en el cojín. Los cinco gatos que hace un rato atrás se encontraban esperando por atacar su objetivo ahora se encontraban mordiendo la mano de Kuroo. Uno de estos gatos, el más pequeño y de color negro, escalaba por su brazo, otro, de color blanco, se había agarrado del antebrazo y le daba patadas con sus pequeñas patas traseras. Los otros tres se repartían la mano a mordiscos. Los tres gatos tenían colores y tipo de pelo diferente.

— ¡Hey!— exclamó Kuroo con una mueca de disgusto. -Eso comienza a doler.

Kenma se quedó un rato pensativo cuando de pronto no pudo aguantar más y sonrió espontáneamente. Luego se largó a reír.

Tetsurou había logrado su cometido, pero además había logrado ver esa extraña faceta de Kenma. Inmediatamente se acercó a él sin aviso, y con la mano libre acarició su cabello. El moreno no dejaba de observar los hermosos ojos ámbar de su novio.

—Kuro, estás sangrando...— dijo Kenma bajando la vista. Los gatos parecían muy ocupados mordiendo la piel de su capitán.

—Voy a necesitar curaciones.— se limitó a decir Tetsurou en voz baja acercando sus labios a los del rubio para besarlo delicadamente.

Kenma fue cerrando sus ojos en tanto correspondía a ese tierno beso.

— ¡Seré abuelo!— se escuchó un fuerte grito del anciano desde el pasillo a pocos pasos de la habitación.

Kenma y Kuroo abrieron los ojos al mismo tiempo y se separaron un poco avergonzados. Para ellos no era costumbre besarse en un lugar público.

—Mi hija está esperando un bebé.— volvió a hablar el anciano moviendo la puerta corrediza y entrando muy entusiasmado a la habitación.

—Felicidades.— dijo Kuroo sonriendo con confianza. Kenma bajó la vista sin decir alguna palabra.

—Estoy demasiado feliz...y ¡Por todos los gatos del templo!— exclamó horrorizado el anciano al ver las heridas que los gatos le estaban causando a uno de sus invitados. —¿Por qué te están atacando estas bestias peludas? ¡No le hagan daño a mis huéspedes! — volvió a exclamar el anciano viendo que los gatos soltaban al moreno y erizaran su cuerpo. El viejo tomó una escoba que estaba cerca provocando que todos los gatos de la habitación huyeran del lugar.

—No se preocupe no es nada...— dijo Kuroo mirando la cantidad de cortes que tenía en su mano. —Iré a limpiarme la mano si no le molesta.

—El baño está en la habitación de al frente.— dijo el anciano sirviéndose un poco de té mientras veía que Kenma también desaparecía de la habitación.

Al regresar, Tetsurou traía puesta una venda improvisada en su mano izquierda y el anciano los estaba esperando con dulces en la habitación. Al retomar la conversación, les habló cerca de una hora sobre los poderes del gato.

—Espere, ¿Escuché bien? ¿Podemos tener gatitos?— preguntó Tetsurou con los ojos bien abiertos.

—Sí, exactamente. Verán, esto a lo que ustedes se refieren como "maldición", no es más que un grandioso poder que se le otorga a un grupo selecto de seres humanos. Yo siempre me refiero a esto como una bendición, después de todo, siempre ha traído más felicidad que problemas a las parejas.

—Pero los dos somos hombres. El mes pasado él se convirtió en un gato, y estoy seguro de que se convirtió en un gato macho. Tenía bolitas allá atrás...

Kozume puso cara de disgusto y volteó a mirar enojado a su novio.

—Justamente iba a hablar sobre eso.— se excusó el anciano entre risas. —Todo ser humano que posea esta bendición se convertirá en un gato durante la noche en la que haya un eclipse lunar total. Y por si eso no fuera poco, no tiene mayor importancia el sexo de los gatos para la reproducción. Es decir, dos gatos machos pueden tener crías, dos gatos hembras también, y por supuesto un gato hembra con uno macho.

—Eso no tiene sentido. ¿No es cierto Kuro?— preguntó el rubio totalmente incrédulo.

—Es cierto, biológicamente sería imposible que algo salga de una cruza entre animales del mismo sexo. Son los mismo órganos reproductores, mismo gameto. No existe ninguna probabilidad para que se haga efectiva la reproducción.

—Este poder es sobrenatural.— dijo el anciano seriamente. —Hace posible lo que parece imposible.

—Pero... ¿Cómo?— preguntó Kuroo cada vez más confundido debido a sus conocimientos en ciencias.

—No quería entrar en detalle pero ya que insisten, les diré que uno de ustedes, durante el eclipse lunar, desarrollará un órgano reproductor femenino junto al masculino, lo cual hará posible que se produzca el apareamiento. Si lo hacen de forma correcta, el que tenga los órganos femeninos, pasará por una etapa de gestación similar a la de una gata. Sin embargo, pasará cerca de tres lunas para que regresen a su forma humana. Tanto la gata madre como sus crías.

— ¿Y cómo sabemos quién será el elegido para tener a los bebés? — preguntó Kuroo poniéndose un poco nervioso.

—Todo a su tiempo, ahora que los dos tienen ese poder, lo descubrirán en el próximo eclipse lunar. Pero descuiden, la forma humana no sufre ningún tipo de cambio físico después de dar a luz.

—Eso me alivia un poco.— dijo Kuroo ya más calmado. —¿Y cuál es la probabilidad de que salga a la primera?

—Tiene un 99% de éxito, muchacho. Pero no se adelanten tanto, tal vez deberíamos tener esta conversación otro día.

—Estoy de acuerdo con eso.— murmuró Kenma un poco enojado.

Kuroo sonrió para calmar el ambiente, y rápidamente inventó una excusa para retirarse cuanto antes de ahí.

Al salir del templo el armador sintió el helado viento otoñal chocar contra su rostro. Se abrigó con su bufanda y caminó junto a Kuroo de regreso a casa. En casi todo el camino no intercambiaron muchas palabras, pero de igual modo ambos pensaban cosas similares que estaban relacionadas a los relatos del anciano.

Un poco antes de llegar a su barrio, se detuvieron en el sitio donde solían practicar voleyball cuando niños. Parece ser que ambos tenían la intención de ir a ese lugar a pesar de que no se habían dicho nada anteriormente. Cuando se acomodaron en el pasto, Kenma sacó su consola y comenzó a jugar, en cambio Kuroo sacó su móvil para ver la hora.

—Mis padres ya sabían hace tiempo de lo nuestro...— confesó de pronto el rubio sin despegar la vista de la pantalla de su consola.

—Ok, eso no lo esperaba.

—Me lo dijeron esta mañana, supongo que yo fui el que estaba más sorprendido.

— ¿Hubo algún problema?

—En realidad no. Después de todo te consideran como parte de la familia.

—Ya veo. Eso es bueno.

Los dos parecían distraídos durante esa corta conversación. Kenma en su juego, y Kuroo viendo el horizonte.

Desde que habían salido del templo, Kuroo necesitaba aclarar un tema importante que nada tenía que ver con el celo, sino con los sentimientos de Kenma.

Tuvieron que pasar un par de minutos para que finalmente Kuroo se decidiera a preguntarlo.

— ¿Es cierto que todo esto comenzó hace tres años?

-Si ya lo sabes, no deberías preguntar.— respondió el rubio en voz baja comenzando a fallar en el nivel que estaba jugando.

—Tú me dijiste que el día que manifestaste la maldición tenías 14 años. En ese mismo tiempo, recuerdo que tuve mi primera novia.— contaba Kuroo pensativo. Kozume frunció ligeramente el ceño al escuchar lo último para luego disimular una expresión un poco fría. —Duramos menos de un mes, y aún así nunca te escuché una queja sobre ella. Siempre pensé que te habías vuelto esquivo porque ya no volvía de la escuela contigo, pero ahora que sé sobre el origen de tus poderes solo puedo pensar que en ese tiempo...

-No estaba celoso.— interrumpió Kenma tratando de sonar desinteresado. Justo en ese momento perdía su última vida y aparecía el menú de inicio. Suspiró un poco cansado y volteó a mirar a Kuroo. —Ella no te merecía, ninguna de ellas te merecía.— añadió con un tono molesto.

"Eso es estar celoso" pensó Kuroo con un semblante sereno. El sonido del viento se había vuelto más fuerte, causando que una gran cantidad de hojas de los árboles cercanos se desprendieran de las ramas.

Kozume al fin había logrado liberar lo que por tanto tiempo se había guardado. No obstante, recordar el tiempo en que Kuroo salía con otras personas, había sido demasiado doloroso. No le agradaba ver que otras personas pudieran ser capaces de tener toda la atención de Kuroo. Y tampoco le agradaba esas muestras tan cercanas que tenía con esas personas. Cada vez que veía a Kuroo tomar de la mano a una mujer, tenía que aguantarse y disimular. Lo mismo con los besos, los abrazos, o con cualquier tipo de roce que presenciara con el hombre que amaba.

Cada recuerdo lo hacía sentirse cada vez más triste.

—Lo siento.— dijo el moreno apartando la vista. Kenma sintió ganas de llorar, Kuroo no tenía la culpa de nada. —Nunca quise lastimarte. En ese tiempo jamás se me pasó por la mente que sentías algo por mí. No puedo creer todo el tiempo que me demoré en descubrirlo.

—No es tu culpa, Kuro.— dijo Kenma mirando su consola que en esos momentos estaba apagando. Una vez que la pantalla se había ido a negro, logró ver su propio reflejo. Su rostro denotaba nostalgia. —Tú sabías cuando algo me gustaba, y tú siempre me has gustado así que eso debió ser difícil notarlo. Además, gustar y amar son cosas muy diferentes, eso lo ponía más complicado.— añadió antes de voltear a ver el rostro de su capitán.

Kuroo se había puesto rojo. Sus mejillas estaban enrojecidas y su cuerpo entero se había acalorado en un par de segundos. Al ver que Kenma no dejaba de observarlo, subió el cierre de su abrigo hasta el final intentando inútilmente esconder parte de su rostro.

—Es raro verte avergonzado.— dijo el rubio sorprendido, dejando atrás cualquier indicio de tristeza.

—Es tu culpa por decir esas cosas.

Kenma volvió a sonreír, y se acomodó para quedar más apegado a Kuroo. El capitán de Nekoma lo rodeó con su brazo para acercarlo más a su cuerpo. El armador en vez de esquivarlo o alejarse, tomo la helada mano de su novio para hacerla entrar en calor.

—Y bien, Kenma, ¿cuántos gatitos tendremos?— preguntó con la clara intención de pasar a un tema más ameno.

—No quiero gatos.- respondió a secas.

—Pero Kenma...

—Sería mucha responsabilidad y habría que estar a su cuidado todo el tiempo.

El moreno comenzó a hacer extrañas muecas con su rostro y sus ojos comenzaron a nublarse.

—Kuro, ¿estás llorando?

—Solo es basura en el ojo...— respondió refregando sus ojos con una de sus manos.

—Está bien, pero solo será uno.— le dijo el rubio en voz baja.

—Que sean tres.

—Dos.

—Hecho.

—Te estás volviendo un manipulador. No se por qué siempre me terminas convenciendo.

—Eso es porque confías en mí.

Kenma bajó la mirada un poco disgustado por la reciente discusión. Pero en el fondo estaba alegre de saber que Kuroo se estaba proyectando con él. De pronto, y sin ningún aviso, lo agarró del brazo y lo acercó hacia su cuerpo para darle un corto beso en los labios.

Tetsurou abrió los ojos a más no poder y al separarse notó lo avergonzado y preocupado que se veía Kenma mirando hacia ambos lados luego de su atrevimiento. En ese momento el capitán de Nekoma sonrió recordando una de las tantas cosas que el anciano había dicho:

Esta "maldición", como la llaman ustedes, no es más que una oportunidad para esos corazones solitarios que desean amar y ser amados. En otros términos, esta "bendición", como verdaderamente debería llamarse, tiene la capacidad de hacer florecer los sentimientos hacia un futuro amor correspondido.

.

.

.

FIN

♠♠♠

Notas finales:


Gracias a todas y todos los lectores por seguir esta historia. Fue un largo camino; diez capítulos en total y más de medio año desde que publiqué el primer capítulo.

"Aquí hay gato encerrado" es una comedia sobrenatural, ligeramente romántica con toquecitos de fluff y escenas candentes. Todo en su justa medida. O eso espero haber transmitido. 

Espero de todo corazón que haya sido de su agrado este fanfic. Si logré sacarle alguna sonrisa, mi misión ha sido cumplida.

¡AGUANTE EL KUROKEN!


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