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Rockers' romance por Lukkah

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Notas del capitulo:

¡HOLA, HOLA, PICHONES! :D:D:D:D:D

No sé por qué os saludo tan eufórica, si querréis matarme xDDDD. Y lo entiendo, tenía que empezar a dar señales de vida o sino pensaríais que me había pasado algo... Perdón u.u

Los exámenes me han pillado desprevenida y voy peor de lo que esperaba, es por ello que he dejado completamente de lado el fic y por eso no actualizaba nada. Cuando tenía un tiempo, escribía lo que me venía a la mente, pero como era de cuando en cuando, los párrafos no tenían mucho sentido y tenía que volver a empezar. Pero bueno, por lo menos ya hay un nuevo capítulo extra!

Y me gustaría dedicar este capítulo a una personita muy especial: Childerika :).

Como viene siendo habitual, os propuse un juego y de verdad que me encanta que juguéis y elijáis números al azar, así es todo mucho más divertido xD. Esta vez ha tocado el nº2... KILLPEN!!! Espero que os guste, a mí me encantan, son tan adorables! <3

Dentro capítulo :3

Killer miraba inquieto su teléfono móvil. Una y otra vez abría la bandeja de entrada, ojeaba la corta conversación de hacía hora y media y volvía a mirar el reloj. No había duda, habían quedado a las 19:00 y ya pasaba un cuarto de hora, ¿qué demonios estaba haciendo Penguin? La película comenzaba en 15 minutos y el castaño todavía no aparecía, ¿a qué estaba jugando? Había perdido la cuenta de las veces que había sacado el móvil para mirar la hora y la conversación tan corta que habían tenido.


“¿Te hace un cine?”, había preguntado el castaño de forma casual.


“Claro, ¿por qué no?”, contestaba él.


Y cuando la cabeza le echaba humo, principalmente porque estaba esperando solo en la puerta del cine y comenzaba a sentirse como si le hubiesen dado plantón, el joven apareció por una esquina canturreando más tranquilo que un cochinillo el Día de Acción de Gracias. ¿Pero cómo podía vivir así de tranquilo? Ese era un misterio que Killer creía que nunca averiguaría, aunque para ser francos, apenas llevaban seis meses de relación.


-¡Hola! –saludó el muchachito con una enorme sonrisa, esa sonrisa que había enamorado al rubio en el concierto de bandas en verano, y con cariño dejó un besito en la mejilla de éste-. Perdona la tardanza, el autobús no llegaba –y se rió despreocupado.


-Está bien, pero podías haber avisado… –refunfuñó el mayor de una forma nada convencional en él, casi adorable, que consiguió sacar verdaderas carcajadas a su pareja.


-Aún queda tiempo, y ya tengo las entradas –las sacó de su bolsillo triunfante-. ¡Vamos! –y le agarró la mano a su novio sin dejarle tiempo a replicar para entrar en el cine.


En verdad Penguin estaba bastante nervioso, tenía algo en mente y había calculado minuciosamente los pasos a seguir para no fracasar estrepitosamente en su plan. Porque si eso pasara, se moriría de vergüenza. Y a saber qué pensaba Killer sobre él… Había bastante gente esa tarde, pero como había planeado, a excepción de unas pocas parejas, no había nadie en la sala que les tocaba. Con una magistral habilidad para llamar la atención, Penguin consiguió que Killer no se percatara en ningún momento que entraban a otra sala, pues la película que habían decidido hacía un par de horas no era la que iban a ver. Bueno, si es que veían algo del largometraje…


Se sentaron en una de las últimas filas, algo que extrañó al rubio puesto que había mejores localidades vacías, pero prefirió callarse, se notaba que su novio planeaba algo. Estaba demasiado intranquilo, un rasgo poco común en él dada la parsimonia con la que hacía todo en la vida. Y la sonrisa que le lanzó al sentarse en las butacas, una sonrisa nerviosa y forzada, le dio la razón. Con la sospecha en mente, la película comenzó a rodar.


Tal y como Penguin había previsto, la película era muy aburrida. En extremo. Normal que la sala estuviera semivacía. A los diez minutos, Killer se percató de que esa no era la película que habían quedado en ver, y molesto, preguntó:


-¿Qué es esto? –se quejó en un susurro. Aunque hubiese poca gente, seguían en el cine y él tenía una educación-. Penguin, nos hemos confundido de sala.


-Si te lo cuento, ¿prometes no enfadarte? –preguntó el castaño haciendo un puchero muy adorable. Killer, resignado, asintió-. Resulta que en clase de Literatura nos mandaron ver esta película, y claro, nadie quería venir al cine conmigo porque es un tostón… Así que te engañé –confesó el pequeño mientras se mordía el labio inferior y esgrimía una más que ensayada cara de culpabilidad-. Lo siento…


-¿Y no me lo podías haber dicho desde un principio? –suspiró el musculoso rubio-. La hubiese bajado de Internet y por lo menos no habríamos tenido que pagar por esta basura…


-¡P-Pero así pasamos tempo juntos! –corrió a decir el pingüino, no quería que su plan se fuese al garete ahora que Killer había descubierto todo el pastel. Y con una enorme sonrisa, se acurrucó al rubio agarrando como una boa constrictor uno de sus brazos-. La próxima vez veremos alguna película de miedo, de esas que te gustan a ti.


-No importa –suspiró el mayor con algo de resignación. Estaba más molesto porque su pareja le había ocultado información que por tragarse ese bodrio de película-. Creo que igual me quedo dormido, espero que no te moleste.


-¡No! –exclamó el castaño con más énfasis del que hubiese querido. Si Killer se quedaba dormido, su plan se iría al garete-. Quiero decir que, bueno, si no entiendo alguna cosa, tú podrías explicármela luego –intentó arreglar con una enorme sonrisa sin soltar el brazo de su pareja, aunque la cara de éste lo decía todo. Desesperado, Penguin decidió pasar a la acción. Total, de perdidos al río-. Vamos, el Guerrero Masacre puede con esto y más –comentó con una enorme sonrisa. Ese era el nombre del superhéroe que tanto le gustaba a Killer, y así lo llamaba cariñosamente a sabiendas que no podía resistirse.


-Está bien –suspiró el rubio, no había podido resistirse. Odiaba tener un punto flaco tan débil.


-¡Muchas gracias! –se emocionó el pequeño, y discretamente puso en marcha su plan de forma que Killer no se enterase.


A modo de agradecimiento, Penguin le dio un dulce beso aprovechando que estaban bastante cerca al hablar, un beso que pronto tornó a algo más subido de tono. Se sentó sobre sus rodillas encima de la butaca para estar más a la altura de su pareja, y con ansias, se colgó de su cuello, dejando que el olor de la larga y rubia cabellera de Killer le impregnase. Había comenzado de forma lenta, cariñosa, como él besaba, pero ese no era su plan. Su plan era otro mucho más indecente, algo que en el fondo no iba con su personalidad pero que quería probar de alguna forma u otra.


Porque desde hacía unos días, un nerviosismo extraño recorría el cuerpo del castaño desde que su curiosa mente había encontrado una entrevista en Internet sobre una pareja que practicaba sexo en público. No sabía cómo había acabado en ese sitio, pero se leyó todo el artículo y, sin esperarlo siquiera, el gusanillo de la duda plantó una semillita en él. ¿Tan bueno sería? ¿Tan excitante? Su dulce cabeza pronto se tornó turbia, imaginando escenas de Killer y él haciendo el amor en un banco del parque, en la piscina, en unos probadores… Y en un cine. Era cierto que la sala estaba casi vacía, pero como primer paso estaba muy bien. Además, no sabía si Killer aceptaría tal cosa, y más viniendo de él.


-O-Oye, oye –se quejó el rubio cuando se separaron en busca de aire, el beso había sido inesperadamente pasional-, ¿estás bien? ¿A qué ha venido eso?


-Es que eres tan bueno… –gimoteó el pingüino haciendo un mohín de lo más sensual, y sin darle tiempo a reaccionar, volvió al ataque.


Penguin se lanzó de nuevo en busca de esos carnosos labios de los que Killer hacía gala, porque en verdad que era un muchacho atractivo. Parecía un rockero de la década de los 70’, o un pirata de los mares que conquistaba más corazones que tesoros. Y desde luego que el suyo lo había conquistado. No sólo por ese cuerpo hercúleo que el joven tenía por practicar deporte, por esa larga melena rubia tan llamativa que brillaba como el sol, por esa boquita pequeña y sabrosa, por esos ojos verdes que relucían como dos gemas, por esa voz tan ronca pero a la vez tan melodiosa… Sino por su personalidad, por su forma de ser tan amable, tan noble, siempre apoyando a sus seres queridos, y tan dulce, porque con él era más dulce que un terrón de azúcar (aunque sólo cuando estaban a solas, en público actuaba de forma normal). Ese carácter suyo tan sosegado, tan meditativo, había enamorado a Penguin. Nunca había tenido novio, Killer era el primero, pero esperaba que su relación durase mucho tiempo.


Y mientras tanto, sus lenguas se fundían en un pasional beso que a ambos dejaba sin aliento. Con esa forma tan suya de besarse, con esa cadencia en sus lenguas lenta y melosa, pero no por ello menos pasional que un beso salvaje. Era más romántico, con sus húmedos músculos meciéndose suavemente en un baile sin visos de acabar.


Conforme el beso se hacía más intenso, juntaron sus cuerpos de una forma un tanto extraña por la posición en la que estaban, Killer sentado en su butaca y Penguin de rodillas sobre la suya. Éste, con premeditación y alevosía, se agarró a los bajos de la camiseta de su pareja y tiró de ella “torpemente” para levantarla lo justo para que sus manos cupiesen por debajo. Y sintió el estremecimiento del rubio al notar el contacto con sus finos y largos dedos recorrer la parte baja de su estómago, justo por encima del cinturón de sus vaqueros.


-S-Se supone que hemos venido a ver una película… –comentó el mayor con inquietud, seguro que su pareja no estaba bien, tenía que tener fiebre por lo menos. Pero Penguin, en vez de contestar, se rió de forma juguetona guiñándole un ojo, y se levantó de su butaca para sentarse sobre las rodillas de su atónito novio-. Sabes que cuando empiezo no puedo parar… –le susurró mientras hincaba las uñas en la estrecha cintura del castaño, que volvió a reír-. Tú lo has querido…


Y Killer tiró de él para atraerlo hacia sí y fundirse en un tórrido beso en el que sus lenguas viajaban frenéticas por la cavidad del contrario, llenando cada espacio vacío y tragando la saliva de su compañero. Pero las lenguas no eran las únicas que no estaban quietas, las manos también jugueteaban indiscretamente con el cuerpo que tenían enfrente. Las de Penguin se centraban en eliminar esa barrera de algodón que era la camiseta azul de su novio, esa que tanto le gustaba con la máscara de su superhéroe favorito impresa; las de Killer, algo más tranquilas, se deslizaban por la espalda del castaño sacándole algún que otro suspiro.


-¿No vas un poco rápido? –se rió el rubio al ver la insistencia de su chico en quitarle la camiseta. Éste hizo un gracioso mohín en señal de molestia, y Killer volvió a reírse-. Está bien, ya me la quito… –y en un abrir y cerrar de ojos, la prenda voló a la butaca contigua.


El menor esgrimió una sonrisa de satisfacción y se lanzó de nuevo a por esos carnosos labios de su novio, ahora sí, mientras disfrutaba del musculoso cuerpo que se gastaba. Penguin no era superficial, pero reconocía que el cuerpo de Killer le volvía loco. Tan alto, con unos brazos desarrollados, unos hombros redondeados, unos pectorales marcados y una incipiente tableta de chocolate blanco… Uf, es que le volvía loco.


Sintiendo como la temperatura de su cuerpo aumentaba por segundos, Penguin movió las caderas de forma que ambas hombrías se rozasen y Killer pudiera comprobar que estaba más que a tono. Un jadeo ronco por parte del rubio confirmó que se había enterado de aquella indirecta tan directa. El castaño no pudo evitar reír de forma pícara, incitando más a su pareja. Quería hacerlo, y quería hacerlo ahora. En el cine, en las butacas del fondo. En esos momentos, comenzaba a entender a los protagonistas del artículo, el sexo en público era un subidón de adrenalina indescriptible. Volvió a besar al rubio, necesitaba imperiosamente sus labios y esos ricos besos que le consumían por dentro.


Killer estaba abrumado. ¿Cómo se iba a imaginar que Penguin iniciaría sus juegos (todavía no) amatorios, y más en un espacio público? ¡Joder, que estaban en el cine! Le estaba incitando de una forma que debía estar prohibida, estaba jugando con fuego. El rubio sabía contenerse cuando debía, pero no podía aguantarse cuando era su pareja quien le pedía de una manera tan explícita y demandante un poco de su amor.


Nunca se hubiese imaginado a Penguin como iniciador de algo semejante. Si era tan tierno, tan dulce, como un algodón de azúcar envuelto en su gorro con pompón rojo. Siempre risueño y sonriente, alegre. Vivía feliz en su mundo. Y por supuesto, era demasiado pudoroso como para dejarse arrastrar por sus pasiones de una manera tan burda. ¿Acaso estaba necesitado? No, su relación iba como la seda, también en ese aspecto. ¿Entonces, qué?


Las manos del castaño volaban por el trabajado torso del rubio. Estaba inquieto, necesitaba sentir bajo sus yemas los tensos músculos de su pareja. A cada caricia, a cada roce con el cuerpo de su amante, suspiraba notablemente. Tenía calor, mucho. No aguantó más y también se quitó su camiseta, dejando al descubierto su pequeño cuerpo tan diferente al del rubio. Alguna vez habían bromeado con ello, Killer se había burlado de él diciéndole que era un saco de huesos, pero eso no significaba que no le gustase. Por supuesto que le gustaba Penguin, su cuerpo y su todo, especialmente cuando lo tenía en su cama gimiendo por más.


Fue Killer quien tomó la iniciativa y se lanzó a por el cuello de su pareja cual vampiro sediento de sangre. Porque era una bonita metáfora, Penguin era a Killer lo que la sangre a un vampiro. Esencial. Necesario. Y así se lo hacía saber cada vez que podía, como en esos momentos en el cine, donde le mordía y marcaba con más ansia de la normal. Sus caderas se movían inquietas, se sentían, se querían unir en un único ser. El rubio continuó con el cuello del castaño, mordiendo y succionando aquella sensible zona mientras escuchaba los jadeos entrecortados de su pareja. Esos jadeos que intentaban ser lo más silenciosos posible, pero que en los oídos del rubio sonaban como atronadoras campanas dándole la bienvenida al paraíso del placer. Sí, era la llamada de la naturaleza, que les incitaba a reproducirse.


El pingüino se estremecía con cada beso, con cada lamida, con cada mordisco de su chico. El cuello era su punto débil, bien lo sabía Killer. Se aferraba a su cuerpo como si de un momento a otro pudiese caer al vacío, como si fuese su tabla salvavidas en un océano congelado y oscuro. Se aferraba a sus enormes espaldas, a esos fornidos brazos, hundía su nariz en la rubia melena del mayor, aspirando aquella fragancia a la que ahora se había vuelto adicto, ese champú para hombres que anunciaba un famoso deportista. Y mientras tanto, dejaba morir sus tímidos gemidos en el oído de Killer, jugueteando con su oreja para incitarle de la forma más burda posible. Estaba jugando sucio, lo sabía, pero no podía parar. No quería parar.


-Pen-Penguin… –jadeó el rubio con pesadez. Su novio le estaba torturando, y no aguantaría mucho más. No quería aguantar-. Para, por favor… No hagas eso…


-¿Hacer qué? –preguntó el nombrado con pícara inocencia, embriagándole con su aroma, con su esencia, para que sintiese su fuego interior. Estaba ardiendo en deseo-. No estoy haciendo nada, Killer-san –sonrió, y se desabrochó el cinturón del pantalón bajo la atenta mirada del otro. Oh, le encantaba que le mirase de esa forma tan lasciva, tan sucia.


-¿Cómo puedes estar tan duro, Pen? Si no hemos hecho nada –preguntó con sorna el rubio mientras manoseaba el paquete de su amante, notando la erección.


-¿Y qué pasa contigo? –contraatacó el castaño agarrando con fuerza el pene de su chico, todavía protegido bajo el vaquero, pero no por ello menos indispuesto al sexo-. Estás tan duro como yo… –gimoteó de nuevo al oído del otro, haciendo que éste suspirara.


-Se acabó –sentenció el rubio. Su novio había agotado su paciencia, y no precisamente porque tuviera poca, sino porque le estaba provocando de tal manera que los pantalones iban a reventar en cualquier momento-. Luego no te quejes si no puedes andar.


Y con una facilidad pasmosa, agarró a Penguin y lo levantó de sus rodillas para colocarlo en la butaca, de espaldas a él. El muchacho enseguida entendió las intenciones de su novio, y se sujetó al reposacabezas mientras colocaba sus rodillas en el asiento, flexionando la espalda de forma que el trasero quedase bien en pompa. Lo estaba pidiendo a gritos.


Killer se desabrochó el vaquero y éste cayó hasta la mitad de sus muslos, era demasiado estrecho como para que bajase más. Seguidamente, deslizó los pantalones de su novio hasta las rodillas de éste y disfrutó del trasero que tenía delante. Tan suave, tan redondito, tan delicioso. Recorrió con sus falanges cada poro de piel, cada palmo de esa sedosa superficie blanquecina por la falta de sol, y sin pensárselo dos veces, dejó un enternecedor beso en la nalga izquierda. Penguin se revolvió levemente, no le gustaba que tratase su culo como algo superior, que lo deificase. Simplemente era eso, un trasero.


-K-Killer… –insistió el joven moviendo sus caderas para llamar la atención de su pareja. Estaba que se subía por las paredes-. Vamos a hacerlo ya-ah…


-Te recuerdo que estamos en un cine –susurró el nombrado, pero lo cierto era que él también estaba al límite-, y te tengo que preparar un poco –dijo mientras refrotaba su endurecido miembro por el trasero del castaño, abriéndolo y jugando con su entrada.


-N-No me prepares –pidió el muchacho con cierta impaciencia.


-¿Estás seguro? –preguntó el rubio, le podía hacer daño. Pero Penguin enterró la cara en el reposacabezas y asintió sin decir palabra muerto de la vergüenza-. E-Está bien…


Con sumo cuidado, colocó su miembro en la entrada de su pareja y lo introdujo lentamente, intentando provocar el mínimo dolor posible aunque sabía que eso era algo difícil. El temblor que sintió bajo sus manos, el escalofrío que recorrió la espalda de su amado se lo confirmó. Era tan estrecho… Y tan cálido. Era horriblemente placentero.


Y así estuvieron el tiempo necesario para que Penguin se acostumbrase. Killer se movía con una lentitud casi calculada, estaba más pendiente de mitigar la incomodidad de su pareja con pasionales besos y caricias furtivas por todo su cuerpo. Y desde luego que el otro no ponía resistencia, al contrario, pedía por más. Más besos, más caricias. Más Killer-san, por favor.


Poco a poco, las caderas del rubio iban cogiendo velocidad. Y, poco a poco, el movimiento fue acompañado de una banda sonora, y no precisamente la de la película, en la que parecía que alguien había muerto de forma trágica, sino por los gemidos de Penguin. Intentaba controlarse dado que estaban en el cine, pero era tan excitante que tenía que sacarlo fuera. Tenía que dejar que toda esa pasión contenida le invadiese, tenía que dejarse quemar en el fuego del amor. Ese fuego motivado e iniciado por su particular Guerrero Masacre.


Killer se pegaba cuanto podía a la espalda del castaño, era una forma más de aumentar el contacto corporal entre ambos. Rara vez lo hacían así, a cuatro patas, porque ambos preferían mantener el contacto físico, y sobre todo el visual, lo más posible. Pero estaban en un cine, no en su habitación, y aquí no se podían hacer milagros. Ya tenían suficiente con hacerlo… ¡En un sitio público! Madre mía, jamás hubiese pensado que Penguin se atrevería con algo así, es más, que se lo pidiese y le incitase. ¡Pero si era tan comedido!


Repartía besos por donde podía, por cada rincón de piel que veía al descubierto. Buscaba siempre los labios del menor, pero tampoco era la postura adecuada para besarse. Pero el rubio también se conformaba con el cuello del moreno, era su punto débil después de todo. Cada vez que posaba su lengua en aquella zona tan sensible, Penguin temblaba de placer entre sus brazos y jadeaba de una forma muy sugerente. Joder, esto era una tortura.


Penguin se agarraba como podía al reposacabezas de la butaca, hincando sus uñas al sentir cada precisa estocada de su novio en su interior. Estaba extasiado, le estaba llenando con todo su amor. Quería más, necesitaba más. Más tardes así, más noches, más días, más meses y más años. Lo necesitaba, lo ansiaba. Esa fuerza, esa furia contenida en ese musculoso pecho, esa manera de abrazarle, de besarle. Esa manera de hacerle suyo…


Penguin no sabía cómo, pero cada vez que intimaban, Killer le llevaba a la locura más absoluta. Le ganaba por goleada. Pero era una sensación tan maravillosa, dejarse vencer por alguien así, que le miraba con esos preciosos ojos verdes que le cortaban la respiración, que le besaba con esas ansias, que le abrazaba con tanto cariño. Lo quería para siempre, quería esa sensación durante toda su vida.


Cada estocada, cada movimiento de caderas, era tan preciso, tan contundente. Killer sabía dónde tenía que tocar y cómo, sabía cómo tenía que hacerlo. Se estaba conteniendo por estar en el cine, pero también sabía que a Penguin no le gustaba el sexo duro. Él era más de hacer el amor, de romanticismo y mimos después. Y eso no es que desagradase al rubio, al contrario, era perfecto tener a una persona con la que compartir algo tan íntimo.


Los jadeos de ambos se hacían cada vez más notorios, y extrañamente el ambiente se volvía pesado. Sentían sus cuerpos arder, la poca ropa que llevaban encima les estorbaba. No, lo que verdaderamente les molestaba era no poder gritar a los cuatro vientos, no poder gemir como animales en celo, no poder expresar su amor sin tapujos. El cine era excitante, sí, no se podía negar, pero como en su cama, en ningún sitio.


-Ki-Killer… –gimoteó Penguin mientras se giraba en busca del rostro de su amante. Apenas podía verlo por la oscuridad de la sala, pero intuía esos ojos de color esmeralda que le devoraban como si no hubiese comido en semanas. Adoraba esa mirada-. V-Voy a-ahh…


 -No grites –gruñó el otro en un susurro acallado contra la oreja del castaño. Y aumentó las estocadas para que ambos alcanzasen el orgasmo-. Pen, Pen… –y le agarró de la mandíbula de una forma un tanto brusca para besarle mientras ambos llegaban al clímax, Penguin manchando el respaldo de la butaca, y Killer en el interior de éste.


Y así se quedaron unos segundos, petrificados por el placer que habían sentido, ese placer incomparable que sólo sentían cuando estaban el uno con el otro. Lentamente, Killer salió del interior del castaño dejando un leve reguero de semen mientras le abrazaba con todas sus fuerzas y le besaba tiernamente en la nuca. El menor suspiró satisfecho.


-Ven –comentó el rockero mientras levantaba a Penguin y lo colocaba delante de él para que pudiera estirar las piernas-. ¿Estás bien? –preguntó con dulzura mientras le acariciaba la sonrosada mejilla.


El muchacho sólo sonrió como sólo él sabía hacer, de esa forma tan acaramelada que volvía loco a Killer, y se encerró en el desnudo pecho de éste. Notaba el potente latido del rubio, y tontamente se sonrojó al saber que era por él. Todavía le costaba hacerse a la idea de que tenía un novio tan fantástico.


-Vístete y vamos a recoger esto –ordenó el mayor mientras le colocaba correctamente los pantalones a Penguin-. Y espero que tengas un pañuelo para quitar tu mancha…


El castaño negó mientras agachaba avergonzado la cabeza, había sido la primera vez que se había corrido sin necesidad de tocarse y eso le inquietaba de alguna manera. ¿Acaso Killer estaba mejorando en sus habilidades amatorias? ¿O era él que cada vez estaba más indefenso ante sus ataques? No lo sabía, pero una cosa tenía clara…


-Te quiero –dijo el pingüino mirando fijamente a los ojos del rubio, casualmente a la vez que lo decía el protagonista de la película. Y se apartó el cabello de la cara algo nervioso, en su cabeza había sonado muy bien pero era realmente embarazoso.


Killer se quedó algo aturdido, no esperaba esa confesión tan de repente y menos mientras hablaban de cómo habían ensuciado el cine haciendo cosas de adultos. Pero ver esa perfecta sonrisa en el rostro de su pareja, esas tiernas mejillas sonrojadas y la forma en la que apartaba su mirada algo nervioso, le llegaban al alma. De verdad que le tenía ganado. Es por ello que, simplemente, lo acercó más hacia sí y le plantó un beso. A veces le costaba expresar sus sentimientos, lo cual no quería decir que no los tuviera. Penguin era su debilidad, era su todo. ¿Y qué mejor manera de demostrar su amor que con un beso?


Un beso de película.

Notas finales:

¿Y bien? ¿Qué os ha parecido?

Ya os digo, me ha costado bastante encontrar coherencia y seguir un hilo argumentativo porque apenas tengo tiempo para escribir (y cuando me pongo, no paso de las tres líneas...). También me ha costado porque era la primera vez que escribía un lemon en público o/////////o

Maldito Penguin y sus ideas pervertidaas! *¬*

Sobre el juego, todavía quedan tres números que podéis elegir: 1, 4, 7. ¿Qué parejas se esconderán detrás de cada uno? Lo veremos en el próximo capítulo! *Lukkah delira*

Y os vuelvo a pedir perdón por haber actualizado tan tarde... u.u Y contestaré a los reviews del capítulo anterior mañana, cuando tenga más tiempo. Prometido ^^

La verdad es que no sé cómo me seguís aguantando, si es que sois unos benditos todos! <3<3<3<3

Y recordadlo siempre: tita Lukkah os quiere.


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