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Rockers' romance por Lukkah

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Notas del capitulo:

¡HOLA, HOLA, PICHONES! :D:D:D:D:D

Perdón por la tardanzaaaaaaaa! u.u

Ya sé que prometí subir un capítulo por día, pero estos dos días pasados no pude... Y ahora todo mi plan se ha ido al garete! TT.TT Había pensado en subir el fic y acabarlo hoy puesto que es Nochevieja, pero ahora no va a ser posible :________________( Qué tristeza de vida, de verdad... Ni siquiera eso me sale bien!

Bueno, también desearos un feliz año 2016, que espero que sea, como mínimo, bueno. Siempre habrá cosas buenas y malas, positivas y negativas, pero con el tiempo uno aprende a diferenciar los asuntos verdaderamente importantes de las tonterías, y se deja de hacer un mundo por todo. Y si no me creéis, al tiempo.

Para mí, este año ha sido inmensamente especial porque he descubierto este mundo, y he descubierto que me gusta, se ha abierto una puerta nueva que espero no cerrar nunca. Y también he descubierto que puedo escribir, que no se me da tan mal del todo xDDD.

Y sin más demora, os dejo con el capítulo! :3

Trafalgar Law esperaba cabizbajo en la puerta del despacho de sir Crocodile, sin entrar aún, sentado en una silla de plástico de color blanco y sin reposabrazos. Sobre su regazo, la mochila y sus manos entrelazadas, temblando. Nunca le habían castigado, de hecho, nunca le habían transmitido ni una pequeña queja. Law era bueno con los estudios, era un estudiante modelo se podría decir. Y casualmente, la primera vez que acudía al despacho de algún profesor, era el de sir Crocodile. Todos en el instituto conocían a ese hombre, pues era temido por sus terribles exámenes que hacían que los alumnos se devanasen sus sesos para sacar un mísero suspenso con una nota no muy superior al cuatro. Pero Law no. Él era buen estudiante y de hecho, la materia de Crocodile era de su interés, por lo que se esforzaba más de la cuenta y siempre solía sacar un notable alto, o a veces, un sobresaliente.


Los pasillos estaban vacíos, no quedaba ningún alumno y sólo algunos profesores, pero Law lo prefería así para que nadie viese la vergüenza que representaba estar allí sentado. Pero la verdadera vergüenza la había pasado en clase al tener ese sueño. ¡Si había sido tan real! Hasta su corazón latía desenfrenado cuando Kid pasó sus dedos por la cintura para atraerle, o cuando estaban tan cerca sus labios que casi se rozaban. Pero sólo había sido un sueño…


-Trafalgar –le llamó el profesor desde la puerta de su despacho, pues el moreno estaba tan sumido en sus pensamientos que ni se había percatado que ésta se había abierto-, entre. Su padre vendrá en un momento.


El muchacho tragó saliva y obedeció, pero sentía que estaba entrando a la boca del lobo. Y él no era más que un simple corderito. Ambos se sentaron, Crocodile en su enorme silla de profesor tras el enorme escritorio de profesor, lleno de papeles y folios, documentos administrativos y exámenes por corregir. Ese hombre de verdad que estaba ocupado. Law, por su parte, se sentó en una de las sillas que había delante de la mole de madera algo picada. Después de un largo silencio, que al chico sólo le puso más nervioso, el mayor comenzó:


-Trafalgar –y éste dio un leve respingo de la sorpresa, pero no se atrevía a apartar la mirada de sus pies-. ¿Qué es lo que le sucede? –ahora sí que lo miró atónito. ¿Es que se había dado cuenta de que…?-. Desde que ha empezado el curso, está más distraído, y sus notas se han resentido. En el último examen que hizo, por ejemplo, sacó un 6’75 cuando su media está en un 8’5. ¿Tiene problemas en casa? ¿Hay algo que le preocupa? ¿Las pruebas de acceso a la universidad, tal vez? –su voz sonaba dura y fría, pero con un atisbo de preocupación. Bueno, a fin de cuentas era su tutor ese año. Y aunque Crocodile pusiera unos exámenes increíblemente complicados, todos sabían que, en el fondo muy en el fondo, era un buen hombre.


-Y-Yo no… –tartamudeó el tatuado con torpeza-. No me pasa nada, sir C-Crocodile.


-No me gusta que me mientan, Trafalgar –acotó el moreno, pues se veía a la legua que Law le estaba mintiendo-. ¿Ha sucedido algo con su padre? –preguntó. No lo conocía, pero había oído que era un tipo muy extravagante.


-N-No –contestó el niño, las cosas con su padre marchaban bien-. De verdad q-que no me ocurre nada, sir Crocodile…


El profesor iba a replicar cuando llamaron a la puerta. Genial, su padre había llegado. Y el moreno se encogió todavía más, parecía un cachorrillo apaleado.


-Adelante –dijo el moreno con voz queda, y la puerta se abrió dejando ver a un rubio alto y fuerte, imponente, con un curioso traje azul cobalto bien ajustado y una camisa de un rosa chicle horroroso. Pero lo más horroroso de todo eran esas gafas de sol, rosas también. Ya sabía que ese hombre era extraño… Pero no se esperaba eso-. Siéntese, señor Donquixote.


-¿Qué ha pasado, Law-chan? –saludó el rubio a su hijo, sentándose a su lado y revolviéndole los cabellos graciosamente, algo que sabía que el moreno detestaba.


-Señor Donquixote, no sé si será consciente de la disminución de rendimiento de su hijo no sólo en mi clase, sino en general –comenzó Crocodile con seriedad. Él era una persona tranquila y sosegada, y la sola presencia de ese hombre le ponía nervioso, se veía muy infantil-. He hablado con varios profesores, y todos estamos desconcertados ante la bajada de notas de Trafalgar. Es un buen estudiante, y no entendemos qué ha podido pasar.


-Eso tiene fácil explicación –se rió Doflamingo mientras se cruzaba de piernas-. Últimamente ha estado muy ocupado con su grupo de música, y bueno, como de verdad le gusta, no lo creí un problema –Law respiró más tranquilo al escuchar aquello-. Sigue aprobando exámenes, y con eso me basta.


-P-Pero señor Donquixote… –volvió a la carga Crocodile, pero el rubio le interrumpió.


-Doflamingo, por favor, no me gusta que me llamen por mi apellido –sonrió ladinamente, y se recostó sobre sus codos en el escritorio, gesto que puso nervioso al profesor-. Señor Crocodile, Law todavía es muy joven, ni siquiera tiene los 18, y creo que debería aprovechar ahora para hacer todo lo que le apetezca. Ya tendrá tiempo de preocupaciones cuando sea un adulto –y se quitó las gafas para encarar directamente al moreno-. ¿Por qué no deja que Law se marche? Le prometo que estudiará más y sacará mejores notas en los próximos exámenes.


Crocodile estuvo dudando unos minutos, pero el niño de verdad parecía arrepentido. Desde que había entrado su padre, no había dicho palabra, estaba muy concentrado admirando el cuero negro de sus zapatos.


-Está bien –dijo al fin, y el estudiante salió corriendo de allí sin siquiera despedirse de su padre, aunque a éste tampoco pareció importarle lo más mínimo. ¿Qué clase de familia era esa?


Doflamingo parecía muy concentrado mirando al profesor, escrutando cada incipiente arruga de su frente, cada hebra de su fino cabello negro repeinado hacia atrás con gomina, esos fríos ojos ámbar extrañamente enmarcados en negro, esa mandíbula cuadrada, esos labios carnosos y duros, ese ancho cuello que se escondía tras un pañuelo naranja, ese cuerpo fuerte a pesar de la edad que se intuía tras el ajustado chaleco negro y la camisa blanca. Vaya sorpresa, ¿quién se hubiese imaginado que un profesor de instituto de Ciencias Naturales podría ser tan atractivo? Y el ser mayor que él, extrañamente, le atraía sobremanera.


-Acabo de recordar que no conozco a ninguno de los profesores de Law… –comentó el rubio con una sonrisa inquietante-. ¿Por qué no me cuenta…? –y rebuscó un paquete de tabaco dentro de su americana-. ¿Fuma?


-Sólo puros –cortó Crocodile. Cada vez se estaba poniendo más nervioso, pues aquel hombre no le quitaba ojo de encima, y esas sonrisas de asesino en serie tampoco ayudaban.


-Fufufu… –rió mientras escondía el paquete de tabaco y se encendía uno sin preocuparse siquiera por si allí dentro estaba permitido fumar-. Esta noche le traeré unos, perfectos después de una suculenta cena en una de las marisquerías más caras de la ciudad…


Doflamingo expulsó el humo del cigarro, dejando ver esa sonrisa tan tétrica que tenía. Una sonrisa que aceleró el corazón de Crocodile. Pero guardó las formas, ¿quién se había creído ese hombre para decirle esa clase de cosas de buenas a primeras?


-¿Acaso eso es una invitación a cenar? –inquirió el moreno con voz queda, haciendo gala de su frialdad tan característica.


-Fufufu… Las invitaciones pueden declinarse –y el rubio volvió a sonreír-, así que yo lo calificaría mejor como una… Cita obligada –y la cara de Crocodile fue un poema al escuchar aquello, contrastando con la sonrisa de Doflamingo, que se hacía cada vez más grande. ¿Por qué no habría venido antes a conocer a los profesores de su hijo?


Como prometió en boca de su padre, Law estuvo más atento en clase las siguientes semanas, y los exámenes que tuvo al final de mes fueron como la seda. Pero para poder sacar buenas notas, el moreno tuvo que dejar de asistir a las prácticas con Kid. No verle le dolía, pero más le dolía no tener noticias suyas. Kid conocía su número de móvil, y en esas semanas, no había recibido ni una llamada, ni un mísero mensaje. Y eso, para su pobre corazoncito enamorado, era demasiado.


El día había amanecido tan gris como su estado de ánimo. A pesar de ser viernes, Law no tenía ganas de nada. Las clases se habían hecho largas, y aunque le habían dado las últimas notas que le faltaban, el tatuado sólo quería irse a su casa para encerrarse en la habitación y no salir en todo el fin de semana. Encima, ahora tenía que ver a sir Crocodile más a menudo, porque, tras la reunión que tuvo con él, su padre y él habían comenzado a verse. No es que le pareciese mal, pero a Law se le hacía raro. Ver a su profesor de Ciencias Naturales con su padre, en su casa, era difícil de asimilar.


Con un suspiro profundo, terminó de recoger los libros en la mochila, se calzó el abrigo y salió del instituto. Para su mala fortuna, había comenzado a llover con intensidad, y no había traído paraguas. Genial, el día iba mejorando por momentos. Muchos de los alumnos se agolpaban en el porche de la entrada del instituto esperando a que amainase la lluvia, mientras que otros, más previsores, salían de la marabunta de chicos protegidos por paraguas o capuchas. Pero Law no tenía ni una cosa ni otra. Con la mirada, buscó a sus amigos, aunque era difícil encontrarlos. No vio a Penguin, pero sí a Shachi.


-Hola Law –le saludó mientras temblaba de frío. Esa mañana llegaba tarde, y con las prisas, salió de casa sólo con el uniforme, y ahora echaba de menos su querido abrigo-. Tienes mala cara, ¿te pasa algo?


-No… –suspiró el moreno, evidenciando claramente que mentía. No engañaba ni a un tonto, su depresión se veía a leguas de distancia.


-¿Es por ese chico? –susurró el castaño mientras se acercaba a su amigo para que nadie escuchara. Durante los exámenes, Shachi se dio cuenta que Law estaba más apagado de lo normal, sobre todo esos meses que irradiaba felicidad por los cuatro costados porque pasaba las tardes junto al pelirrojo, y después de mucho insistir, el moreno acabó confesándole todo-. ¡A-Achís!


-Si por lo menos pudiese verle un momento… –porque a Law le mataba la incertidumbre. No tener noticias suyas era terriblemente doloroso porque reflejaba que no era nadie para Kid, que no se preocupaba por él. Y antes de que Shachi pudiera consolarle, una voz llamó al moreno a sus espaldas. Una voz ronca y profunda, una voz que conocía muy bien.


-Trafalgar –escuchó el moreno a sus espaldas, y como un rayo de sol en ese día tan gris, el nombrado se giró para ver a su adorado pelirrojo.


-E-Eustass-ya… –dijo con un hilo de voz, pues estaba tan feliz de verlo que sólo quería lanzarse entre sus brazos y no soltarlo jamás. Y entonces se dio cuenta que el chico estaba calado hasta los huesos. Llevaba el uniforme de su instituto y una cazadora de cuero, como esas que llevaban los rockeros de verdad. Su cabello, empapado hasta la raíz, caía hacia atrás sujeto con la cinta negra que siempre llevaba, y parecía que se lo había repeinado con gomina-. ¿Q-Qué haces aquí?


-He venido a buscarte –contestó sin pensar, y pronto se dio cuenta del malentendido que podía tener una frase como esa, y se corrigió nervioso y sonrojado-. Q-Quiero decir que, bueno, m-me dijeron que estabas con exámenes y quería interesarme… ¡Por tus notas, sí! –y se rascó la nuca mirando hacia otra parte-. No te he mandado ningún mensaje para no molestarte…


-G-Gracias por venir. Las notas han ido bien –ahora el sonrojado era Law. Qué estúpido se sentía creyendo esas semanas que Kid no quería volver a verle. Su corazón comenzó a latir con fuerza. Si tan solo tuviera el valor de confesarle su amor…


-B-Bueno, como hoy no vamos a ensayar… –comenzó el pelirrojo-. ¿T-Te apetece venir a mi casa y así te enseño una nueva partitura?


Al escuchar aquello, un extraño gemido de emoción se escapó por los labios del moreno, que rápidamente calló avergonzado. Pero… Pero estaba tremendamente feliz. Kid le había invitado a su casa. ¡A su casa! Iba a pasar la tarde con él, en su casa. Law estaba que no se lo creía, de verdad que tenía que estar soñando. El corazón se le iba a escapar por la garganta.


-¡C-Claro! –acertó a decir intentando frenar su emoción, con una sonrisa de oreja a oreja en su rostro. Una sonrisa que le sacó los colores al pelirrojo.


-Vamos, no hay tiempo que perder –y agarró la muñeca del tatuado para salir a la calle a pesar de la lluvia torrencial que caía-. ¡Hasta otra, Heat!


Trafalgar giró su cara mientras era arrastrado por Kid a todo correr, y entonces se dio cuenta que el chico no había venido solo. Junto a él estaba Heat, el batería de su grupo, quien se despedía con la mano amablemente. Y a su lado, un desconcertado Shachi que se había quedado solo tiritando de frío. ¡Se había olvidado por completo que su amigo estaba allí! Bueno… Esa noche le llamaría para disculparse.


Heat, cuando vio cómo la parejita salía del recinto escolar en dirección a la boca de metro más cercana (porque él ya sabía el plan de antemano), se acomodó en el porche y sacó un cómic para esperar que la lluvia amainase, pues él también estaba empapado y no quería mojarse más, aunque la sensación del frío calando sus huesos le gustaba.


-¿E-Ese es el nuevo cómic de One Piece? –preguntó Shachi con timidez, pues era su cómic favorito pero no conocía al chico que lo tenía en su poder.


-Sí –respondió el peli-azul con su tranquila y monótona voz sin apartar su vista del castaño que tenía delante temblando de frío. Era un chico… Muy guapo-. ¿Quieres leerlo?


Shachi asintió feliz, y cuando se iba a poner a su lado para leer la primera página, Heat lo agarró del brazo y lo colocó justo delante de él. Lo encerró en su abrigo, subiendo la cremallera hasta el cuello del castaño para darle un poco de calor. Y colocó el cómic delante de sus narices a una altura aceptable para él, pues era más bajito. Y a Shachi se le paró el corazón en ese preciso instante. ¿¡Qué estaba haciendo ese chico!? ¡Si no le conocía de nada! ¡Y-Y encima estaban delante de todo el mundo! Los colores aparecieron en sus redondeadas mejillas dándole un aspecto muy dulce. Pero sus mejillas ardieron de verdad cuando Heat se colocó apoyando la barbilla en su hombro para poder leer también, acariciando levemente una mejilla con la otra.


-¿Estás bien así? –preguntó con esa voz tan monótona, pero con un tono levemente más cariñoso que el castaño no pasó por alto.


Y no pudo responder, porque de verdad se sentía mejor. Aunque el abrigo estuviera mojado por fuera, por dentro era calentito como una manta de lana. Y tener al otro chico tan cerca… Le ponía nervioso, pero era una sensación que extrañamente le gustaba. Así que Shachi sólo se puso más rojo, y se mordió el labio inferior obligándose a centrarse en la lectura, algo que los ojos de Heat percibieron. Y una media sonrisa se formó en su pálido rostro.


Después de un curioso viaje de 15 minutos en metro, después de calarse hasta la ropa interior, los muchachos llegaron hasta la casa de Kid. Un bloque de edificios sin nada remarcable en el que todas las viviendas eran iguales. Antes de abrir la puerta, Kid le dedicó una leve sonrisa a Trafalgar, haciendo que el moreno se sonrojara parcialmente y le respondiera con otra sonrisa. La llave abrió la puerta, y el sonido de la cerradura no pudo competir con los frenéticos latidos que marcaban ambos corazones.

Notas finales:

¿Y bien?

Como habréis visto, este capítulo es totalmente inventado, porque el fic acaba en el anterior. Pero claro, no podía dejarlo así xDDDD.

¿Ahora comprendéis porque puse a Crocodile de profesor? Ay, DoflaCroco para todos <3. Ese Doflamingo es un loquillo invitándole a una marisquería... sin posibilidad de negarse xD.

¿Y Heat y Shachi? No me he podido resistir xDDDDDDDD.

Bueno, siento haber cortado en la mejor parte... Pero prometo que el siguiente capítulo (que espero subir mañan asi no tengo una resaca del 15, que será lo más probable) será más intenso >:] jejeje.

Un besazo enorme, pichones! Y feliz año! <3<3<3<3


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