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Rockers' romance por Lukkah

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Notas del capitulo:

¡HOLA, HOLA, PICHONEEEEEEEEES! :D:D:D:D:D:D

SIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIII I'M BACK BITCHES~ ~ ~ 

No sé qué decir, la verdad, seguramente me queráis matar porque vamos, no tengo perdón xDDDD. ¡¡Pero que conste que ha sido un exilio obligado!! Obligado por ese enorme ente administrativo que te absorbe el seso como es la universidad, que más que enseñar te roba la vida y te deja sin ganas de nada.

Y diréis: "pero tita Lukkah, ¿la universidad no es guay?". Y yo os diré: "por supuesto que es guay, mis queridos pichones, pero cuando te tienes que aprender 1000 años de historia de tu país en cuatro meses no es tan guay". Porque, por si no lo sabíais, estudio Historia, y os aseguro que no es la misma que se puede estudiar en los institutos, os lo aseguro xD.

Resulta que este cuatrimestre tengo el doble de trabajos que el anterior (¡¡viva!!), así que no creo que tenga mucho tiempo para actualizar. Es por eso que no quiero embarcarme en un proyecto más grande, porque me parece fatal dejaros colgados dos meses sin actualizar... Lo siento eeeeejejeje... u.u

Pero volviendo a lo que nos interesa... ¡Por fin os subo un extra! Esta vez, en el juego, ha tocado el nº6 (la otra vez tocó el 5, ahora el 6... ¿Vais en orden o qué? xDD?). Y el 6 corresponde con.... UN BARTOCAVEN!!!! Me habéis hecho inmensamente feliz cuando salió la pareja, me encantan <3. Y espero que a vosotros os encante también este capítulo que he escrito con todo mi amor para voosotros <3<3<3

Bartolomeo gruñó con cara de pocos amigos al guardia que le miraba de arriba abajo, minuciosamente, como si su cara estuviera en algún cartel de “Se busca” por la policía local, pero para desilusión de aquel hombre, el peli-verde, de momento, era un tipo legal. Y cuando sus ojos se cruzaron de nuevo, casi pudo jurar que veía llamas viscerales saliendo de los del muchacho, así que, con un poco de reticencia, tuvo que dejarle pasar. El chico bufó como un gato erizado echándole alguna maldición gitana en silencio y atravesó la valla de hierro.

 

Se había jurado a sí mismo no volver a entrar en aquel recinto, pero, como ocurría siempre, todo lo que tenía que ver con él le trastocaba los planes. De mala gana y a paso lento, parsimonioso, como si le diese pereza andar o le costase la vida hacerlo, se adentró siguiendo el camino de piedras hasta llegar al enorme edificio: el club de campo. Allí estaba la enorme mole de ladrillos y cemento en el centro del recinto, coronándose, luciendo sus impecables acabados en tonos crudos y su estilo neoclásico pero a la vez campestre. Pero no era el lugar lo que le producía urticaria, si era precioso, se podía respirar aire fresco y los pájaros piaban alegres, sino la gente que lo frecuentaba. Allí se reunían los peces gordos de la ciudad, la jet set, las familias con más dinero de aquella gran ciudad que era Dressrosa. Eso era lo que el peli-verde odiaba, porque esa gente era prepotente, siempre mirando por encima del hombro por tener la cuenta del banco llena de dinero más negro que el tizón, creyéndose mejor que los demás por el mero hecho de haber nacido en una familia distinguida, con sangre azul. Esa gente no era gente… Era chusma, sucia y asquerosa chusma.

 

Y claro, como él no era uno de los suyos, lo miraban de una forma que le hervía la sangre. Malditos desgraciados, ya podían morirse todos. Encima que se había puesto sus mejores galas… Bartolomeo llevaba una de sus camisetas favoritas, blanca y de manga corta en la que se podía leer “Born to be wild”, pero como hacía algo de frío, llevaba un jersey encima, el jersey que él le había regalado por su último cumpleaños. Era un jersey de algodón algo gordo, dividido en tres partes por los colores: la parte de arriba era de un verde muy similar al de su cabello, y en el lado izquierdo, justo en el pecho, tenía un cocodrilo negro del que salían un par de corazones blancos; el resto del jersey era de un blanco crudo casi marfil; y la tercera parte era negra, sólo la manga derecha, y hasta el codo. Sus piernas las cubría con unos vaqueros negros anchos por la parte de arriba y ajustados a partir de la rodilla, también escogidos por él. Y para rematar el conjunto, unas zapatillas de skater a cuadros blancos y negros.

 

Dio gracias al cielo por no tener que entrar en el club, pues no sabía si podría controlarse tanto tiempo. Debería ir a saludar a sus padres, pero ya lo haría cuando estuviese con él, así habría menos tensión en el ambiente. Se desvió hacia la derecha en las enormes escalinatas del complejo campestre y continuó por un camino entre los exquisitos jardines y fuentes, dejando a un lado los campos de golf, para llegar a su destino: las pistas de entrenamiento de caballos. Grandes y amplias, estaban compuestas por varias zonas en las que los caballos podían correr simplemente, saltar obstáculos de diversa dificultad, o aprender algunos trucos, como mantenerse sobre sus dos patas traseras un buen rato. Bartolomeo buscó con la mirada al rubio, y cuando lo vio en el campo de obstáculos, allí que fue, pero sin entrar dentro del campo, mirando siempre detrás de la barandilla de metal que los separaba.

 

-¡Estás demasiado gordo, el caballo te va a tirar! –le gritó al rubio socarronamente cuando hubo llegado a su destino, consiguiendo su objetivo, que era distraer al muchacho-. Behehehe.

 

-¡Silencio, Bartolomeo! –contraatacó el joven furioso, acercándose a la baranda montado en su precioso corcel blanco-. Los caballos tienen que estar concentrados para realizar los ejercicios, así que es mejor que cierres el pico. ¿¡Y se puede saber qué haces aquí!?

 

-Me aburría en casa y vine a verte –contestó sin miramientos mientras se encendía un cigarro, algo que sabía que molestaba sobremanera al rubio-. ¿Te falta mucho?

 

-No… Unos quince minutos o así –respondió el jinete algo sonrojado-, pero puedo acabar antes… Creo que Farul ya ha tenido bastante por hoy –y con voz autoritaria, dijo-. Te espero en la puerta de los establos en cinco minutos, ¿entendido? –Bartolomeo sonrió complacido y dio una enorme calada mientras veía como Cavendish se alejaba al galope para encerrar a su preciosa mascota. Haberle hecho terminar antes sus prácticas le iba a costar caro.

 

Se reencontraron de nuevo en los establos tal y como Cavendish había dicho, y cuando el peli-verde fue a darle un beso, éste le apartó la cara excusándose porque había fumado. Ahí tenía su castigo, ahora el rubio estaría de morros toda la tarde. Se dirigieron hasta el bar del club, donde los padres de Cavendish estaban de vinos con unos amigos, y después de hacer los pertinentes saludos (Bartolomeo no tenía problemas con la madre de Cavendish, pues le decía cuatro hágalos y ya la tenía encandilada, pero su padre era otro cantar), los muchachos se fueron a casa del rubio.

 

Nada más llegar al gran piso, pues la familia vivía en una zona lujosa de la ciudad, la parejita se dirigió a la habitación por diversa razones: Cavendish, para cambiarse de ropa, pues aún llevaba encima la de montar, y Bartolomeo, para echarse un rato en la cama del rubio, pues era enorme y tremendamente cómoda. Mientras el jinete se desnudaba en profundo silencio, porque aún seguía enfadado con su pareja, Bartolomeo no podía apartar la vista de él, viendo como primero se quitaba las botas de montar marrones, luego iba el jersey de cuello alto de un azul marino, y por último, las mallas de color crema que se pegaban a su cuerpo como una segunda piel y hacían que al peli-verde le hirviese la sangre, pero en el buen sentido. El muchacho se enfundó su pijama, unos pantalones elásticos y anchos a cuadros azules y rosas en un tono muy suave, de bebé, y una camiseta también algo ancha con un bolsillo en la parte derecha a juego con los pantalones.

 

-¿Qué estás mirando? –preguntó con un deje de enfado mientras se peinaba levemente sus perfectos bucles en una coleta alta-. Menuda cara de idiota.

 

-¿Aún sigues enfadado? –suspiró Bartolomeo desde la cama, reposando su espalda sobre la infinidad de cojines de todos tamaños y formas posibles-. Venga, si era el primero del día.

 

-Tsk… Ese no es el problema –se quejó el rubio, y poco a poco se fue acercando a la cama por las penetrantes miradas que le lanzaba su no-novio, hasta que acabó sentándose en el borde de ésta-. Sabes que es malo para tu salud…

 

-Estoy intentándolo dejar, de verdad que lo estoy intentando –se defendió el peli-verde incorporándose de la cama para sentarse detrás de su pareja y abrazarlo por la espalda-. Pero es difícil, joder… –Cavendish se recostó sobre el hombro de Bartolomeo suspirando, estaba algo cansado de los ejercicios-. Por cierto… No me has dejado decirte que estabas muy follable con esas mallas –susurró el muchacho al oído del rubio, haciendo que un escalofrío recorriese su espalda y sus músculos se tensasen-. ¿Te crees que soy de piedra para contenerme ante ese striptease de hace unos minutos? –y comenzó a besarle el cuello lentamente, degustando la delicada piel de su pareja y embriagándose con su perfume floral.

 

-Es-Espera, Bartolomeo –se quejó el muchacho, pero sólo consiguió que el nombrado le hincase los dientes en señal de protesta-. Estoy cansado… Ahh…

 

Y antes de que el peli-verde pudiera rebatirle, el móvil de Cavendish comenzó a sonar, y éste rápidamente se zafó del agarre para contestar. Era su madre.

 

-Hola, mami~ –saludó, y Bartolomeo puso los ojos en blanco, de verdad que era un niño de mamá-. Sí… Muy bien, se lo diré –se sonrojó levemente-. Que os lo paséis bien, ¡un beso! –colgó el teléfono y lo volvió a dejar en el escritorio-. Mis padres tienen una fiesta esta noche en el club, y bueno… –miró hacia el suelo con nerviosismo-. H-Ha dicho mi madre que te puedes quedar a dormir en casa…

 

Bartolomeo sonrió como un tiburón, y antes de decir nada, agarró a Cavendish por la cintura y lo tiró a la cama para, a continuación, tirarse él encima y sujetarle con el peso de su propio cuerpo impidiéndole cualquier movimiento. Toda la tarde y toda la noche con Cavendish… Las cosas que podrían hacer… Sin pensárselo dos veces, comenzó a besar furibundamente al muchacho mordiéndole los labios y toda porción de piel que se le pusiera por delante. Cavendish le gustaba mucho. Mucho.

 

-Bart-Bartolomeo… –jadeó el rubio ante el ímpetu de su pareja, cuando quería era peor que una bestia en celo-. Má-ahh despacio… M-Me harás daño…

 

-Ya sé que eres delicado como una princesita –rió el peli-verde sin dejar de besar el cuello tan largo y fino de Cavendish-. Pero siempre te trato como tal, así que no te quejes –el jinete se quedó algo inquieto con esa respuesta, pero sabía que Bartolomeo tenía razón. Dejó de resistirse, y en tres segundos ya estaba completamente desnudo dada la volatilidad de su pijama. Se ruborizó ante la atenta mirada del tatuado, que escrutaba cada milímetro de su cuerpo como si fuese una joya-. Es impensable hacerte algo malo… Si eres… –no terminó la frase, se lanzó directamente a besar otra vez esos labios que tanto le gustaban.

 

Unos indecentes gemidos se escaparon de la boca de fresa del joven mientras ésta era poseída y sometida al gusto de su no-novio. Su lengua luchaba incesante contra la del peli-verde, pero le ganaba por goleada. Cavendish no sabía cómo o por qué, pero Bartolomeo siempre acababa imponiéndose como si fuese un domador a pesar de que él era la bestia de los dos. Era una sensación extraña, pero cada vez que el peli-verde le tocaba o le besaba, aunque fuese un leve roce de labios, el cuerpo del rubio se activaba como por arte de magia. Conocía tan bien el cuerpo de Cavendish que Bartolomeo sabía dónde y cómo hacerlo, y era imposible resistirse.

 

-N-No es justo que sólo yo esté desnudo –gimoteó el jinete mientras tiraba del jersey del joven caníbal intentando quitárselo-. T-Tú también, Bartolomeo…

 

-¿No estabas muy cansado? –preguntó con sorna el nombrado, y se relamió los labios al ver cómo el rubio entrecerraba los ojos de placer al rozar su pierna con el miembro al descubierto de éste-. Parece que ahora tienes muchas ganas, ¿o me equivoco? Behehe –y volvió de nuevo a atacar los suaves y cuidados labios de Cavendish.

 

El jinete se revolvió impaciente entre los brazos de su pareja, quería que también estuviera desnudo, entre otras razones, porque le gustaba mucho el cuerpo de Bartolomeo. Se lo volvió a rogar cuando sus labios quedaron libres, pero no obtuvo respuesta. Bartolomeo estaba muy entretenido lamiendo sus pezones con ansia y sacándole gemidos algo femeninos. Lentamente, la lengua del peli-verde fue descendiendo por el vientre del rubio dejándole besos y pequeñas mordidas que hacían derretirse a Cavendish.

 

Bartolomeo enseguida engulló el miembro erecto de su pareja, pues no tenía paciencia para nada, y menos cuando tenía a Cavendish revolviéndose de esa manera entre sus brazos. La espalda de éste se arqueó inconscientemente al sentir la húmeda cavidad del otro, y el tatuado esgrimió una sonrisa de satisfacción. Pero aquello no había hecho más que empezar. Dejó de lamer la hombría del divino príncipe para darle a ese endurecido músculo besos y lametones de una forma muy lasciva, agarrándolo con fuerza mientras le masturbaba pausadamente, subiendo y bajando con lentitud pero ejerciendo mucha presión con la mano. Buscó los orbes azules de su compañero, y le miró con sorna y superación mientras, en su lascivia extrema, casi se restregaba el pene de éste por la cara.

 

-¿Por qué me miras con rabia? –preguntó mientras se relamía los labios y volvía a juguetear con el miembro del rubio-. Si esto te encana –se rió, y consiguió sacarle los colores a su pareja.

 

-¡Ca-Cállate, guarro…! –gritó Cavendish notablemente sonrojado, su no-novio no tenía filtros ni siquiera con el sexo-. ¿¡Q-Quién ha dicho que esto me guste!?

 

-Es evidente que te gusta –sentenció el peli-verde con picardía sin dejar de masturbarle-. Y más cuando sabes lo que viene ahora… Behehe

 

El rubio se sorprendió ante ese comentario, pero apenas pudo reaccionar cuando notó un dedo que se abría paso en su interior sin apenas dificultad. Un suspiro placentero se escapó de sus carnosos labios haciendo que se ruborizara aún más al escucharse a sí mismo, pues odiaba admitir que Bartolomeo le producía tanto goce a la hora del sexo. Le miraba con altivez, sonriendo triunfante, y nadie le podía superar en nada… Pero en el fondo reconocía que su no-novio le volvía loco.

 

Un segundo dedo acompañó al primero más pronto que tarde, y Cavendish se retorció de placer al notar cómo entraba en su interior buscando incesantemente ese botón que tanto gusto le provocaba. Y Bartolomeo seguía lamiendo su erecto pene sin intención de parar, estaba dispuesto a hacerle llegar al orgasmo sólo con sus manos y lengua. Menuda vergüenza. Pero en verdad que no aguantaría mucho más, un doble ataque de esas características era difícilmente soportable, y más cuando el tatuado le miraba de vez en cuando con esos ojos almendrados que se le querían comer con patatas.

 

-M-Más rápido, B-Bartolomeo… –gimoteó el muchacho de ojos azules, pues éste había decidido aminorar el ritmo de ambas manos-. Va-Vamos a hacerlo…

 

-Así no se piden las cosas, rubiecito –se rió el nombrado mientras se acercaba peligrosamente al rostro de Cavendish, quedando a escasos centímetros de sus labios-. Te diré lo que voy a hacer, ¿vale? –y Cavendish asintió algo embelesado con la forma en que el otro le miraba-. Primero, te vas a correr mientras te masturbo –comentó mientras apretaba el glande de su pareja consiguiendo sacar un poco de líquido preseminal-, y después te follaré una y otra vez hasta que me supliques clemencia –sonrió-. ¿Entendido, principito?

 

El nombrado entrecerró los ojos con algo de rabia, pero acabó asintiendo completamente sometido a la idea tan tentadora que su compañero le había propuesto. Era cierto que él era, como se definía a sí mismo, un príncipe, un chico con clase, pero aquel muchacho de verde cabello le traía de cabeza, esa bestia sacada de los cuentos de hadas. Porque Cavendish quería un amor como el de los cuentos, pero había encontrado una bestia con la que no se podía jugar más que a esto, y extrañamente le gustaba.

 

Bartolomeo sonrió como un tiburón al ver cómo su presa le miraba con recelo, pero también con emoción, con éxtasis, con deseo. Oh, desde luego que le deseaba. Y mucho. Porque el rubio era su tesoro, su pequeña porción de cielo. Y una vez que pruebas la ambrosía de los dioses, es muy difícil querer otra cosa.

 

-Barto… P-Por favor… –jadeó el jinete sintiendo el clímax acercarse con rapidez. Los dedos del peli-verde se movían furiosos en su interior, y hacía rato que habían alcanzado su punto mágico. La mano que le masturbaba con saña tampoco ayudaba en absoluto a contenerse-. Q-Quiero que m-me folles, Bartolomeo… –el nombrado sonrió victorioso y le besó con lascivia, humedeciendo la totalidad de su boca con su inquieta lengua.

 

-Primero te tienes que correr, principito –susurró el joven al oído del jinete-. Venga, Cavendish, córrete para mí…

 

El rubio cerró los ojos avergonzado y, hincando sus uñas a la espalda vestida de Bartolomeo, acabó corriéndose escandalosamente en la mano de éste. El gemido de placer quedó ahogado por los labios del tatuado, que adoraba besarlo en ese momento de éxtasis total. Con la lascivia que le caracterizaba, lamió su mano llena de semen sin quitarle un ojo de encima al rubio, que estaba rojo de vergüenza.

 

-Bartolomeo… –suplicó el jinete encaramándose al cuello de su amante para que no le viera de esa guisa-. Házmelo ya, por favor… No aguanto más…

 

El nombrado sonrió como un tiburón al haber conseguido su propósito, lograr que Cavendish hablase en esos términos era casi un milagro. En un segundo, se quitó el jersey y la camiseta de una vez bajo la atenta mirada del rubio, que se derretía sólo de ver el trabajado cuerpo de su chico y ese enorme tatuaje tan estrafalario. Los pantalones volaron también a la velocidad de la luz. Cavendish ya estaba preparado para el asalto cuando, de repente, el peli-verde lo levantó de la cama y lo colocó encima de él, sentado sobre sus caderas.

 

-¿¡Q-Qué haces!? –preguntó extrañado el rubio, no esperaba en absoluto eso.

 

-Esta tarde te he quitado tiempo de clase, así que ahora deberías cabalgar un poco –se rió el peli-verde al ver el notorio sonrojo de su compañero-. Es lo más justo, ¿no crees? Behehe.

 

Cavendish tragó saliva y, repentinamente nervioso, aceptó la propuesta (tampoco es que pudiera rechazarla) de su no-novio. Respirando hondo, levantó con cuidado sus caderas para, con el mismo cuidado, agarrar el endurecido miembro de Bartolomeo e introducírselo bajo la atenta mirada de éste, que se relamía el labio emocionado. Lentamente, el miembro se fue adentrando en el interior de Cavendish hasta que terminó por introducirse por completo. Un gemido entrecortado por su parte acompañó la escena mientras que Bartolomeo suspiró al fin. Aún no sabía cómo había podido aguantarse tanto sin metérsela hasta las orejas.

 

El vaivén no tardó en llegar, lento pero acompasado. Cavendish sabía moverse, tenía mucha flexibilidad porque de pequeño había practicado gimnasia, y ver la cara de placer de su pareja le encendía más. Porque a Bartolomeo le encantaba colocarse arriba, pero también disfrutaba “siendo follado” por Cavendish de esta manera. Por una vez le dejaba hacer y deshacer a su gusto, y nunca defraudaba.

 

-Da-Dame un beso –gimoteó el jinete algo desesperado-. Bartolomeo…

 

-Como guste su majestad –sonrió el nombrado, y le estiró del brazo para que sus bocas se fundiesen en un pasional beso. Cavendish pasó sus brazos por el cuello de Bartolomeo, dándole libertad para que se moviese de una vez y le penetrara-. ¿Cuándo vas a reconocer que estás enamorado de mí? –preguntó con sorna, a lo que Cavendish negó con torpeza mientras intentaba acallar sus gemidos-. ¿No? ¿Cómo que no? –inquirió algo molesto, clavando su miembro en esa zona mágica del interior de su chico y sacándole un sonoro gemido-. ¿Cómo me puedes decir que no después de esto?

 

Cavendish cerró los ojos con fuerza intentando borrar las palabras del peli-verde de su mente. Claro que estaba enamorado de él, pero no quería reconocerlo, y menos decírselo a él. Pero Bartolomeo se había molestado, y no pensaba dejarlo así como así. Con fuerza, estampó al rubio contra el colchón de la cama para abrirle las piernas y follárselo mejor. Cavendish no pudo contener el éxtasis que le provocaba el peli-verde, y mucho menos cuando sus estocadas eran tan precisas que le daban de lleno en ese punto que tan loco le volvía.

 

El orgasmo llegaba y el tatuado lo sabía, podía leerlo en los ojos azules del muchacho. Aumentó el ritmo de las embestidas hasta convertirlo en algo casi frenético, quería logarlo. Quería demostrarle a Cavendish que sólo él le hacía sentir así, que no había nadie más adecuado para él. El rubio jadeó su nombre con torpeza mientras se corría por segunda vez en ambos vientres y Bartolomeo hacía lo propio en el interior de éste al sentir las contracciones.

 

-Eres un bruto –susurró el rubio intentando recobrar el aliento, tapándose el rostro con las manos para que el muchacho no le viera-. Quítate de encima, me quiero lavar.

 

-¿Y ahora qué cojones te pasa? –exclamó el tatuado con estupor. ¿Cómo podía enfadarse después de haber tenido sexo? El jinete sólo se movió con torpeza, pero no dijo palabra ni tampoco se descubrió el rostro-. Oye, Cavendish, hazme caso –molesto, tiró de su muñeca para verle la cara, y entonces comprobó que el rubio estaba llorando. Se le heló la sangre-. ¿¡Q-Qué te pasa!? ¿Te he hecho daño?

 

-¡Pues claro que no, estúpido! –se defendió el joven-. ¿Te crees que no soy fuerte? Es sólo que… –apartó la vista y se secó las lágrimas antes de continuar con un nudo en la garganta-. Es sólo que no quiero aceptar que me he enamorado de un cabeza-hueca como tú…

 

Bartolomeo respiró aliviado y una enorme felicidad pronto inundó su pecho. ¿Las palabras de Cavendish le habían hecho feliz? Muy feliz. Muchísimo. Agarró con cuidado la mandíbula del rubio para darle un tierno beso, tan tierno que ni siquiera parecía de él, y así calmar los ánimos de su compañero. Cuando sus labios se separaron, se estuvieron mirando fijamente, Cavendish todavía con algo de celo, pero Bartolomeo parecía más embobado que de costumbre.

 

-¡N-No me mires así! –se quejó el rubio, que no soportaba la escena y acabó enterrando su rostro en el fornido pecho del peli-verde. Los latidos de su corazón resonaban por toda su cabeza-. Y-Ya sé que esto te hace feliz…

 

Y Bartolomeo sólo se rió sin decir palabra. Abrazó a Cavendish con fuerza, pero también con cariño y amor, porque no necesitaba nada más para demostrarle sus sentimientos.

Notas finales:

¿Y bien? ¿Qué os ha parecido?

Igual me he pasado haciendo a Bartolomeo tan lascivo... Pero de verdad que me lo imagino así con Cavendish xDDDD. A él super diva de la vida y al otro un tío muy simple pero que por dentro es un degenerado mental xDDDDDDDDD. Como ya he dicho antes, es que me encantan, de verdad *__*

Y puesto que ahora ha salido el 6, os recuerdo que podéis escoger todos los números del 1-7 excepto 5 y 6. Venga, venga, animáos a participar que esto marcha! :D:D:D

Y lo dicho, lo siento muchísimo por haber tardado tanto en actualizar... ¡Pero que sepáis que os quiero mucho y os adoro y sois los mejores y ojalá poder conoceros a todos y fundar una comunidad de Lukkievers con un montón de yaoi y perros (porque me encantan los perros, ¿a quién lo le gustan los perros?) y chocolate (porque me encanta el chocolate, ¿a quién no le gusta el chocolate?)!

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