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My other life's Memories. por Matsumoto Yuki

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Notas del capitulo:

Siempre me cuesta actualizar este, hue hue. Espero les guste. Abajo habrá un pequeño aviso.

En todo el camino Sinbad no había hablado, cosa que era sumamente extraña al criterio de Ja’far. Se preocupó, sí, en especial porque había notado que eran los Ren a quienes miraba antes de su casual interrupción.

 

Varias veces en el camino intentó hablar, cerrando y abriendo con ello repetidas veces la boca. Más nada salía. Y cuando su mirada recaía en su amigo, lo notaba, aún si le hablara no le iba a tomar en cuenta, a menos que insistiera.

 

Suspiró.

 

¿Qué tanto era lo que pasaba por la cabeza de Sinbad? Tal vez nunca lo sabría.

 

Y al menos en ese recorrido, nunca lo supo. El camino fue tortuosamente largo, pero se llevó a cabo. Concluyó.

 

Doblaron hacia la casa de Sinbad y en el portón de aquella, se despidieron con la mano, como solían hacerlo.

 

Ja’far se le quedó viendo hasta que atravesó la puerta de su casa, y entonces suspiró, desapareciendo a lo largo de la calle, en dirección a su hogar.

 

Sinbad por su parte subió de inmediato a su habitación. No estaba su Madre, por alguna extraña razón, y su padre se hallaba en el trabajo. Pero qué panorama más provechoso.

 

Se encerró en su habitación, cerrando con pestillo y dejando su mochila tirada a un lado de su cama. Aflojó el nudo de su corbata, y quedó mirando por breves instantes su escritorio personal.

 

No hizo falta mucho para que encendiera la laptop, y bajase a por una taza de café. No eran más de las 6, pero necesitaba mantenerse despierto y activo para toda la investigación que haría, que no era precisamente tarea escolar.

 

Al volver a su habitación se había sacado ya la corbata y la había dejado por ahí tirada, desabotonando su camisa, y quedando con aquella abierta, mostrando su musculosa gris. Se sentó en su silla corrediza, y en ella se deslizó hasta quedar frente a su escritorio.

 

Dejó la taza de café a un lado, y con su diestra desordenó su cabello.

 

Una muy sutil sonrisa se formó en sus labios, mientras abría el navegador en la laptop.

 

—Vamos a ver, quiénes son ustedes…

 

Lo primero que se le ocurrió para buscar información, fue buscar por sus nombres.

 

Abrió el primer link, y bajó por toda la página, tratando de darse una idea de cuánto tendría que leer.

 

—AAAAAH. —Se quejó, de lo largo que era.

 

Usó uno de sus trucos aprendidos, y apretando Ctrl+f, buscó más directamente en qué parte del documento se hallaba el nombre de Don Élite.

 

Para su sorpresa, fue al principio.

 

Repitió mientras leía.

 

La empresa Kou, dirigida por Gyokuen Ren es una empresa especializada en blah, blah, blah. —Avanzó más rápido. —Siendo una empresa familiar, el siguiente a cargo sería Kouen Ren, en el cual reposan muchas esperanzas… —Frunció el entrecejo. —Ay, sí. Don Élite.

 

Intentó buscar en la misma página, dónde aparecía el nombre de Judar.

 

Marcó aún más el entrecejo al no hallarlo allí.

 

De hecho, buscó los demás nombres que se sabía –y apenas recordaba–, sin obtener resultados. Los únicos nombres que aparecían eran Gyokuen Ren, y Kouen Ren.

 

Sinbad suspiró, sacando una hoja de la resma que se hallaba en uno de los compartimentos de su escritorio.

 

«Empresa Kou» Se hallaba escrito en medio, encerrado en un círculo.

 

Se convenció, de alguna forma, que de allí salían todas las conexiones para los demás. Trazó una línea, escribiendo el nombre de Gyokuen Ren. Signos de interrogación se hallaron a sus costados.

 

Sinbad releyó el pequeño párrafo que encontraba que era el único provechoso, y trazó otra línea, indicando al nombre de la mujer.

 

«Madre»

 

—Siendo una «Empresa familiar» es lo más natural para pensar, ¿No? —Se cuestionó a sí mismo, jugando con el lápiz en su mano.

 

Bajó una línea desde Gyokuen hacia abajo, y allí posicionó su nombre. O bueno, su sobrenombre. «Don Élite» Siendo la rama más cercana, y por tanto heredero, sacaba la conclusión de que era el mayor.

 

Dio un sorbo a su café, y buscó en el navegador imágenes de la dichosa familia.

 

Marcó una línea a la derecha de Don Élite, bastante larga. De allí salieron tres nombres más.

 

«Bola de pelos» «Nena 1» «Nena 2»

 

Recordaba a la última joven, también pelirroja. Más no recordaba su nombre, simplemente le dejó como nena dos.

 

Al encontrar imágenes de la familia Ren, volvió a ver esos rostros.

 

Los cuatro jóvenes pelirrojos, y los dos azabaches.

 

Frunció el entrecejo al ver que la tal Gyokuen Ren, se parecía más a los azabaches que a los pelirrojos. Jugueteó con su lápiz, mientras sonreía.

 

—Oh, vaya. Qué sucedió aquí. —Al parecer esa familia era sumamente misteriosa. En especial porque no aparecían los nombres de los demás integrantes de la familia. Ni siquiera de los que no parecían familia.

 

En una esquina de la hoja, bastante alejado de los demás que hasta ahora había identificado, colocó aquel nombre, que le llevaba a todo este capricho por saber de la familia.

 

«Judar»

 

El signo mayor de interrogación fue allí puesto.

 

¿Cómo se relacionaban? ¿Por qué subieron a la misma limosina? Quería saberlo. No lo soportaba. Hasta ahora no hallaba respuesta alguna.

 

Se echó para atrás en su silla, pensando.

 

Dio media vuelta, observando hacia afuera. El ocaso daba un toque oscuro a su habitación. Tomó la taza de café entre sus manos, y se le quedó viendo.

 

—Relaciones… —Susurró para sí.

 

Dio un sorbo al café, descubriendo que estaba frío.

 

¿Tanto se iba sumiendo en eso?

 

—Relaciones… —Repitió.

 

Volvió a tomar café, sólo que esta vez se lo tomó seguido, sin interrupciones.

 

Soltó un suspiro de satisfacción cuando terminó, y volvió a dar media vuelta, enfrentándose cara a cara con la laptop.

 

—Relación… —Iba a decir por tercera vez, más la pantalla del artefacto se apagó, y por tanto se alteró. — ¡Hey, no! —Dejando la taza de lado, deslizó su dedo por el táctil, y la pantalla volvió a encender.

 

Dio un largo suspiro, y observó su hermoso mapa conceptual, con falta de información, nombres, relaciones, entre otras muchas cosas.

 

A la izquierda de Don Élite, puso dos nombres, también sin relación con los demás.

 

«Niño y niña azul»

 

No era muy creativo. No en ese mismo momento.

 

Volvió a la incógnita de Judar.

 

Se hundió en su puesto, observando los únicos dos nombres que se sabía con nombre y apellido. Gyokuen y Kouen Ren.

 

Ren.

 

Como esos pelirrojos eran, o debían ser hermanos, concluyó que su apellido sería Ren.

 

Empresa familiar… —Hizo un guión a un lado de «Empresa Kou» colocando «Familia Ren»

 

Mordió su lápiz, observando ese nuevo encabezado, luego la pantalla y después el nombre de Judar. Su entrecejo poco a poco se fue marcando, hasta que cambió la imagen en la pantalla por una más reciente. Recién allí cayó en cuenta de que había cometido un error.

 

Rió para sí, borrando el apodo de Nena 1» y reemplazándolo por «Nene andrógino»

 

Luego de corregirse, volvió a caer en la seriedad. Observó el apellido, y se fue a una jugada de suerte.

 

Escribió Judar Ren en el buscador, dudando de si apretar el botón. Pasó saliva, ¿Sería así de fácil?

 

La puerta de su habitación se abrió de golpe, y dio un pequeño salto, apretando la tecla por error.

 

— ¿Sin?

 

—Eh, ah, ¿Sí? —Sinbad dejó de lado la laptop, y se deslizó en su silla, observando hacia la puerta. Su madre estaba allí, esperando.

 

Fue cuando ella prendió la luz, que cayó en cuenta de que había oscurecido.

 

—Es hora de la merienda. —Informó, viéndole como si fuese un bicho raro. Conocía a su hijo, y era sumamente extraño que le dedicase palabras, y en especial miradas sin rencor luego de su primer día.

 

—Ah, ya… —Observó en su reloj la hora. Pasadas las ocho. Se sorprendió a sí mismo, y asintió. —Ya voy. —Aceptó.

 

Esra dudó, pero terminó dejando la habitación, y yéndose escaleras abajo, para arreglar los últimos alimentos.

 

Sinbad suspiró al escuchar cómo se alejaba, y volvió al escritorio, fijándose en la laptop.

 

Una sonrisa amarga soltó. Cerró la laptop, y se levantó con aquellas palabras repitiéndose en su cabeza.

 

«No hay resultados»

 

Era sumamente frustrante.

 

Se dirigió al comedor dándole vueltas al asunto, tratando de ver qué pasaba por alto. Más no podía, no encontraba nada.

 

Incluso sentado, ya comiendo, no pensaba en otra cosa.

 

Bard y Esra le miraron desentendidos. Su hijo no hablaba, pero no era el silencio que hacía cuando estaba molesto por algo. Lo sabían por su expresión, no tenía la mirada desviada ni el entrecejo fruncido.

 

Ambos lo notaban. Se hallaba pensativo.

 

Bard aclaró su voz.

 

—Y bien campeón. —Comenzó, mientras intentaba ser tomado en cuenta. — ¿Cómo fue tu primer día?

 

Sinbad sólo entonces elevó su mirada. Enarcó una ceja, y no disimuló su desconcierto.

 

— ¿Eh?

 

Esra rió suavemente, relajándose al recibir respuesta. Podía decir con certeza entonces que el problema no era con ellos.

 

—Que cómo fue tu primer día, cariño. —Repitió las palabras de su esposo, mientras daba un sorbo a su té.

 

—Ah, sí, eso… —Sinbad jugó con el resto de té que se hallaba en su taza. —Bien.

 

— ¿Sólo eso? —Cuestionó Bard.

 

—Sep. —Fue la seca respuesta de Sinbad, terminando su té. Luego se relajó para terminar su pan.

 

— ¿Algún amigo nuevo? ¿Alguna persona que te cayera bien? ¿Los profesores? —Insistió Esra, enarcando ambas cejas. Una sonrisa incómoda esbozó. — ¿Algo?

 

El joven tuvo que reprimir una sonrisa ante eso. ¿Un nuevo enemigo serviría? Claramente no. —Una chica llamada Arba me mostró el Liceo, junto a Ja’far.

 

— ¿Y era bonita? —Preguntó de inmediato Bard. Tanto Sinbad como Esra le miraron con cierto reproche.

 

—Muy agrandada. —Luego de dar esa respuesta, se levantó de su asiento. No quería comer más, así que retiró con ello su servicio.

 

— ¿Tan rápido cariño? —Preguntó su madre.

 

—Sí.

 

— ¿Qué tanto tienes que hacer? —Interrogó su padre, enarcando una ceja. Observó cómo Sinbad de su asiento pasó al lavado, y de ahí atravesó el comedor, en dirección a las escaleras.

 

—Pues bañarme. —No hubo otra respuesta. Sinbad desapareció escaleras arriba, y sus padres suspiraron.

 

—Se veía mejor con el cabello largo. —Aceptó Bard.

 

— ¡No te atrevas a decírselo…!

 

 

Sinbad había entrado ya al baño. Aunque no a cualquiera, si no al suyo privado. Se deshizo de su ropa en el camino, y cuando estuvo completamente desnudo, entró a la ducha, dando el agua caliente.

 

En un principio se le erizó la piel, no había salido tan templada el agua como esperaba, pero con los instantes la temperatura mejoró y pudo disfrutar de su ducha.

 

Aunque lo que más hacía era pensar.

 

Mientras el agua recorría su bronceado cuerpo, él estaba en otro lugar, muy lejos de allí, tratando de hilar esa telaraña que parecía ser la familia Ren.

 

Antes de que pudiese darse cuenta sus dedos comenzaban a ser pasas, y tuvo que lavar rápido su cabello y piel, saliendo en los minutos siguientes, con una toalla cubriendo su cadera, y con otra en el cabello para secar aquel.

 

Restregó la toalla contra su cabello, y sólo cuando estuvo satisfecho con el resultado, la dejó de lado.

 

Secó su cuerpo, y se colocó ropa interior, seguido del pijama, y así siguió en pie hasta que le dio la hora de dormir.

 

Estaba sumamente ansioso de poder descubrir más cosas al día siguiente. Tanto así, que no logró conciliar el sueño de manera correcta.

 

Más toda emoción fue en vano. Contrario a lo que creyó en algún momento, no se encontró con Judar como para platicar con él.

 

Ni al día siguiente, ni en ninguno de la semana.

 

Sinbad estaba en su máximo desconcierto cuando se dio cuenta de que no era el único que había faltado todo lo que restaba de semana. Toda la supuesta Familia Ren que conocía, había faltado.

 

Lo que le llevaba a una sola conclusión. Judar no era sólo un amigo de la Familia. Era parte de ella, pero aún no lograba entender cómo o qué era.

 

Aprendió el horario, conoció a más del curso, incluso a esa chica rubia que resultó ser un chico. Le recordaba mucho a Judar, sólo que él se llamaba Yunan, y su apariencia era más angelical que la del pelinegro.

 

Toda la semana se resumía a fracaso si no había podido dar con Judar.

 

Tampoco quiso preguntarle a Yamuraiha al respecto, después de todo, aún no sabía qué habían sido en su vida anterior. Estaba completamente seguro de que si había sido algo malo, su querida Maga se alteraría…

 

Sin duda alguna, hubo gato encerrado.

 

Intentaba disimular lo más posible, pero notaba que Ja’far se preguntaba qué pasaba. Lastimosamente Sinbad estaba reacio a contar de buenas a primeras. Era sumamente orgulloso y quería primero llegar a enterarse de cosas por su investigación.

 

Lo más que avanzó su mapa conceptual, fue que nuevos nombres fueron puestos allí.

 

Koumei y Kouha Ren, siendo Bola de pelos y Nene Andrógino respectivamente.

 

Era algo, casi nada.

 

Por ello se dedicó el fin de semana a estar de ermitaño, buscando inclusive en otras páginas sobre los Ren. Más parecía haber un bloqueo, como si hubiesen borrado toda información anterior al nombramiento de Kouen Ren como el sucesor en la diligencia de la empresa.

 

El domingo, a última hora, sólo pudo conseguir el nombre del que parecía ser el difunto padre de la familia.

 

Koutoku Ren.

 

Otro nombre ligado a Gyokuen Ren.

 

Quizás y sólo quizás ese día Sinbad podría descansar en paz. Había conseguido algo.

 

Aunque no dejaba de tener la sensación de que había malgastado su Fin de Semana en un capricho.

 

No había nada más que hacer para el domingo. Sólo lamentarlo, comer, e ir a dormir.

 

Tal cual lo hizo.

 

Posiblemente al día siguiente, lunes, recurriría a su fuente más cercana, y hasta donde sabía, confiable. Ja’far.

 

Confiando en que su amigo le cumpliría, se entregó paulatinamente a los brazos de Morfeo. Después de todo, la investigación había sido profunda, seguida, casi le robó el alma.

 

Su consciencia, al cerrar los ojos, voló.

 

 

 

 

El Gran Rey Sinbad abrió los ojos. Sus pupilas se contrajeron de manera veloz ante la luz del día que se colaba por su ventana, y todo el personal del Palacio se alteró.

 

— ¡Sin! —El albino a un lado suyo fue el primero en hablarle. Se veía deplorable, sin duda, la preocupación le había devorado.

 

— ¿Ja’far…? —Apenas fue audible su voz. Lágrimas caían por las blanquecinas mejillas ajenas.

 

—No, Sin, no te esfuerces… —Ja’far le acarició la mejilla, y reposó su cabeza en la almohada. Recién ahora podía atreverse a descansar él.

 

—Se preocupó mucho por usted, Majestad.

 

Una nueva voz le hizo girar su rostro. Su querida Maga estaba a un lado de él.

 

—Yam… —Susurró.

 

—Estuvo inconsciente por una semana. —Le informó, sentándose a un lado de la cama. —Todo el Palacio… Había caído en una desesperación. —La expresión que reinaba en el rostro de su súbdita le llegó a doler hasta él.

 

Sinbad se recompuso, sentándose en la cama. Acarició el hombro ajeno, y la Maga se sobresaltó, observándole.

 

—Ya estoy aquí. —Fueron sus simples palabras, y Yamuraiha cayó.

 

Soltó sus lágrimas reprimidas, y asintió, tratando de sonreír.

 

—Sí.

 

Era como su hija. Era doloroso ver cómo su hija lloraba por un descuido suyo.

 

Poco a poco la Maga se levantó, secando sus escazas lágrimas.

 

—Creo que yo debería… —Titubeaba. —Yo debería ir a decirle a los demás generales. —Una sirvienta ya había salido a contar la buena nueva, más era ella quien quería decirle a sus compañeros.

 

Sinbad asintió, y sólo después Yamuraiha se permitió salir.

 

Inmediatamente después un nuevo sirviente entró, bastante agitado.

 

—En la costa… —Sinbad desvió su mirada hacia allá, frunciendo el entrecejo. —En la costa hay un barco del Imperio Kou.

 

— ¿Imperio Kou? —No recordaba haber escuchado ese nombre en ese mundo. Más tuvo que sacudir su cabeza, y levantarse. —Díganles que el Rey de Sindria, ya va a recibirles.

 

El sirviente salió y Sinbad se levantó. Dolía su pecho. No lograba entender cómo había logrado sobrevivir cuando una estaca de hielo le había atravesado.

 

Por un momento la respuesta más factible que encontró fue Magia. Era posible en ese mundo. Sonrió para sí, y se vistió, con sus ropajes reales.

 

No creía que fuesen necesarios sus Contenedores Djinn.

 

Fuera de su habitación le esperaban tres de sus generales. Echó una ojeada a Ja’far, y rió quedamente al ver que aún dormía.

 

Yamuraiha y Sharrkan le ayudaron a caminar hasta la entrada del palacio, allí Pisti lo subió a su ave, y comenzó el vuelo hacia el puerto, donde la embarcación de Kou ya se había instalado.

 

Ni una sola persona en el Palacio se quejó u opuso ante el hacer del Rey. Sabían que si llegaba a tener responsabilidades, cumplía con ellas. Así que tan sólo le siguieron, velando por su Bienestar.

 

Pisti aterrizó a pocos metros del puerto, y ayudó a bajar a Sinbad. Este agradeció, y siguieron caminando.

 

El personal del barco recién arreglaba todo para que la gente en su interior bajase.

                                                                                                                               

Sinbad los esperó con una sonrisa, como había aprendido en sus años de Rey.

 

Tres melenas rojas fueron las primeras en bajar, y la sonrisa que el Rey antes mostraba se volvió rígida.

 

—Bienvenidos a Sindria, Primer príncipe Imperial Ren Kouen, Segundo príncipe Imperial Ren Koumei y Tercer príncipe Imperial, Ren Kouha.

 

 

 

Sinbad despertó de golpe, sumamente alterado. Su corazón latía a mil y sudaba como cerdo en un chiquero, sin saber la razón exacta.

 

Sólo no entendía por qué Don Élite y sus hermanos habían aparecido en su Realidad Alterna.

 

Menos entendía por qué les había llamado por su nombre.

 

¿Eran ellos? ¿También se involucraban en su vida pasada?

 

Sin poder soportarlo más, se levantó de su cama para poder despejarse. Mientras peinaba su cabello, bajó las escaleras en dirección a la cocina, y una vez en ella, paró frente al lavado.

 

No veía nada, no había alcanzado a reaccionar para encender la luz. Tampoco sabía bien las dimensiones de la casa, así que no tuvo de otra que buscar el interruptor a tientas.

 

Cuando logró iluminar la cocina, se horrorizó al ver su propio reflejo. Por un momento había divisado a su yo de treinta años.

 

Buscó sin mucho cuidado un vaso, y echándole agua para luego revolverla con azúcar, se la bebió.

 

Calma Sinbad… —Se dijo a sí mismo, cuando se descubrió sin más líquido en el recipiente. Lo dejó en el lavado, y reposó unos minutos contra el mueble.

 

Decidió en ello, no darle más vueltas. En ese mismo momento no serviría de nada.

 

Observó el reloj de pared, y confirmó que eran pasadas las 4.

 

Apagó la luz, y volvió a subir a su habitación.

 

Al menos por quince minutos estuvo rodando, sin poder conciliar el sueño. Sólo después de anotar lo ocurrido en su celular, pudo descansar.

 

No perdería tres horas más de sueño por ese suceso. Cerró los ojos y se rindió ante el sueño.

 

 

 

Sinbad abrió los ojos paulatinamente, cayendo en cuenta de dónde estaba.

 

Su escritorio se desplegaba ante él, con el sofá a unos metros, y sus estantes con información. El ventanal estaba abierto, y las cortinas se deslizaban hacia afuera, guiadas por las corrientes de aire.

 

Descubrió en sus manos papeleo, que suponía era su trabajo del día.

 

Se acomodó mejor en su silla, y comenzó a leer.

 

Su despacho parecía el mismo, sólo que sin Ja’far en él.

 

Cuando iba a timbrar aquel papel entre sus manos, escuchó un sutil ruido en el ventanal. Desvió su mirada hacia allá, y cuando aquella larga y oscura trenza se menguó hacia adentro, comprendió de quién se trataba.

 

—Judar… —Susurró, dejando el papeleo de lado.

 

Hasta ahora el joven no había dejado ver su rostro, pero apenas escuchó su nombre dicho por el contrario, salió de su escondite.

 

Su nariz sonrosada y ojos cristalinos amenazaban por un futuro llanto.

 

— ¡Sinbad! —Corrió hacia él, colgándose de su cuello. El mayor no podía salir de su desconcierto. — ¿Estás bien? ¿No ha pasado a mayores? —Genuina preocupación se pudo observar en su rostro, mientras examinaba el pecho ajeno.

 

— ¿Sí…? —No terminaba de comprender. Hasta donde recordaba, había sido él quién le había hecho aquello, ¿Y ahora resultaba estar preocupado? Un pequeño colapso mental le afectó.

 

—Cuanto alivio… —Judar quedó cabizbajo por unos instantes, tratando de ganarle con todas sus fuerzas a esas ganas de llorar que amenazaban su fachada. Entonces elevó su mirada, más decidida. Con sus suaves manos acarició el rostro ajeno, enarcando ambas cejas. —Mi amor… Lo lamento… —Reposó su frente en la ajena, cerrando los ojos. —No sabes cuánto lo lamento.

 

La atención de Sinbad recayó sólo en una parte de lo dicho. — ¿Mi amor…?

 

— ¡Te juro que me obligaron! —Lágrimas cayeron, y entonces esos rubíes penetraron al Rey, dejándole aún más desconcertado. —Yo no quería Sinbad… En serio… Yo… Yo te amo…

 

Luego de dicha confesión, terminó con toda distancia entre ambos, y lo selló con un beso, que Sinbad no pudo ni entender, ni corresponder.

 

 

 

— ¡AAAAAH! —Un impecable grito se escuchó provenir desde la habitación de Sinbad, quien ahora despertaba peor que la vez anterior.

 

Temblando, cogió su celular y observó la hora. 7:30 AM. Corrió a arreglarse para el Liceo, aunque no era realmente ese su motivo, ni su propósito.

 

Cogió su mochila, la ordenó, y salió corriendo.

 

— ¡Sinbad, tu desayuno! —Alcanzó a replicar Esra, al ver a su hijo correr de tal manera. Más sólo recibió una negativa como respuesta. —Este chico…

 

Nadie le pudo parar. Cruzó el portón, y vio a ambos lados de la acera. Aproximadamente, a una cuadra de distancia, se acercaba Ja’far con paso tranquilo y jovial.

 

Distinto fue el caso de Sinbad, quien corrió con todas sus fuerzas hasta donde su amigo, con una expresión que dejaba mucho que desear.

 

El albino hizo una señal de saludo cuando le reconoció, más pronto cambio su expresión por una tanto intimidada cuando Sinbad estuvo frente a él, y le tomó por los hombros, sin cuidado alguno.

 

— ¿Hola…? —Pasó saliva, temblando un despacio.

 

Para Sinbad, no hubo tiempo de saludos. — ¿Quiénes son ellos?

Notas finales:

¿LEs gustó? ¡Eso espero!

 

Voy a dejar de escribir como por un mes, ya que estoy entrando a las finales y pues... Es difícil [?] 

 

Hasta la próxima, bebés <3


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