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Esnob por Jane Cevik

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"Se solicita empleado en la calle Rouc..."

—Hey, bastardo. Deja de ver idioteces —le habló con un tono rudo, suavizando segundos después el tono de su voz—. Sabes que no puedes irte de aquí.

Al parecer el pelinegro de una cola amarrada en el cabello había notado como el rubio leía, o más bien, observaba atento el papel pegado en una de las paredes.

—¿Sin camisa, Shikamaru? De todas maneras, el sol no está pegando tan fuerte —alzó una de sus cejas, viendo al pelinegro que para estos momento se encontraba a su lado.

—Creí que estarías sin ropa, después de la orgía, Naruto —extendió sus brazos a cada lado de su cabeza.

—Mierda, no era una orgía —se defendió el rubio.

—Igual, no me importa. Llega temprano a la tienda.

Fue lo último que el pelinegro tuvo tiempo de decir, antes de subir a un Mercedes color rojo.

—Tsk, bastardo.

Eran de ese tipo las conversaciones de estos dos amigos, sí, eran amigos desde la infancia. Aunque la mayor parte de veces sustituían sus nombres con groserías.

Vio una última vez su reloj de mano, para maldecir y correr. Correr hasta que su piernas se detuvieran por el cansancio, sacaría todo el potencial que tenía. No podía y no debía llegar tarde hasta la parada de autobuses. Si perdía ese autobús, perdía la cita y sin ella, entonces no tendría en sus manos el dinero. Sus piernas empezaban a doler, controlaba su respiración lo mejor que un hombre como él era capaz de hacer. Eso es normal, después de correr cuatro cuadras cualquier persona estaría agotada.

Una cuadra y listo. "Una cuadra... Una cuadra... Una cuadra..." Se repité por más de quince minutos Naruto. Hasta que sus ojos azules ven partir el último autobús. Patea una lata que se encuentra en medio de la acera con furia, sin notar que ésta ha golpeado contra la pierna de un sujeto.

—Me cago en la puta, ¡jodido autobús de mierda! —Maldice a lo alto, doblando sus rodillas debido al cansancio. Ahora lo único que le queda hacer es ir a la tienda, puesto que el dinero ya estaba perdido.

Si Naruto no hubiera estado tan concentrado en maldecir cualquier cosa, pudo ser testigo de como un sujeto de cabello ónix al igual que sus ojos, lo miraba con el entrecejo fruncido. El mismo sujeto que segundos antes fue golpeado por la acción de enojo del rubio. Mientras éste camina encogido de hombros y maldice lo primero que ve en la acera sin distinguir si son personas u objetos; de todas formas es lo mismo, la misma basura.


Las primeras tres cuadras pasan con maldiciones y miradas respectivas de los transeúntes. Es hasta la cuarta donde el rubio decide pasar por un callejón, un atajo para llegar a la tienda, aunque no lo necesitase, al tiempo que iría llegaría incluso diez minutos antes que lo normal. Escucha la carcajada de lo que parece ser un adolescente fumando, el humo del cigarrillo en otro momento se le hubiese antojado, pero ahora le da asco el olor que desplende el tabaco. Es por eso, que retrocede unos pasos atrás, hasta llegar al al adolescente que parecía ser un vagabundo.

—Apaga esa mierda —ordena apretado sus nudillos.

El que parece ser más bajo que él, sube la mirada. Para sujetar su cigarrillo y contestar.

—¿Si no quiero qué haras? —pregunta con prepotencia impregnada en su voz—. Maldito viejo.

Perfecto, era el momento perfecto para liberar el estrés acumulado. Que mejor que con un adolescente que parece menor que él tanto en tamaño como seguro que en edad; una persona débil —no tendría poblemas en derribarlo con tres golpes como máximo— una carcajada sale de su boca, para dar el primer golpe.

Un golpe directo en la mandibula, la adrenalina se hace presente. Es lo suficientemente rápido como para esquivar el golpe del más bajo, dando así un gancho ascendente; seguidos de puñetazos directos en el rostro, no se detiene ni porque el cigarro en estos momentos esté tirado en en suelo. Mira como el menor se tambalea con la sangre saliendo de su nariz, y saca lo que parece ser una navaja. Es un acto estúpido, es lo primero que viene a su mente. No le es difícil darle una rodillazo certero en el estomago para que el más bajo esté tirado en el suelo, aprovecha esta oportunidad para quitarle la navaja, metiendola en su chaqueta, y proceder a golpearlo hasta que sus nudillos arden.

Sigue su camino cuando termina con el menor, no le soprende que nadie hubiese venido, era mejor para él, posiblemente malo para la otra persona. En medio de un callejón seguro que más de una persona había visto la paliza, pero, no hacían nada por seguridad propia. Naruto no siente nada, la adrenalina se marchó después del primer puñetazo al ver que el menor no sabía ni siquiera dar un golpe, lo único bueno que se llevó con él era la navaja.

La tienda de discos es tan vacía como siempre, es el lugar mas tranquilo en el que ha estado en toda su vida. La fachada por fuera no es la mejor, el letrero no prende; lo que se supone es lo más actractivo a la vista está descompuesto, por tres largos años. Entra a la tienda con aburrimiento en su rostro, siendo recibido por un sorprendido Shikamaru.

—Qué tenemos aquí, el bastardo ha llegado temprano por primera vez en su vida. ¡Joder, felicidades!

Esas palabras lejos de enfadarle, le hacen pensar cuán corto fue el encuentro con aquél adolescente.

—He perdido la cita, idiota. Agradece. —Contesta para irse a ordenar los discos que hay en secciones que no corresponden.

—No te invitaré a comer, bastardo —suelta Shikamaru revisando su celular—. Además no estaré esta noche en el bar.

—¿Qué dices? Siempre vamos cada sábado en la noche, no puedes hacer eso, no puedes dejarme solo —se queja Naruto dejando las cosas que hacía para ir a donde el pelinegro.

—Ya lo he dicho, mi primo viene de visita, se quedará en mi casa —dice sin darle importancia.

—Es una broma, ¿no? Tú no tienes familia, Shikamaru.

—Es un primo lejano, así que ya está, no iré hoy.

—Que te jodan —levanta Naruto su dedo corazón, fruciendo el ceño.

—Deja de hacer estupideces y sigue trabajando.

Naruto se excusa diciendo que está dolido por lo del bar, por lo que se sienta en una de las sillas que se encuentra a un lado de su amigo, en la caja registradora. Después de todo no es un local muy grande.

—Por cierto, ¿qué te ha pasado? —interroga de pronto Shikamaru, viendo un punto en concreto de la camiseta de Naruro.

—¿Eh?

El rubio se fija en donde su amigo ve, que es en su pecho. Y joder, ve una mancha de sangre, junto con otras gotas. Cómo fue tan estúpido para no darse cuenta.

—Una pelea, fue un viejo. Iré hacer pis.

Miente, no puede decirle a su amigo que se "aprovechó" básicamente de un adolescente, le reprocharía. Así que la mejor solución es ir a la puerta de madera que se encuentra al fondo, un baño sólo para empleados. «Bendita orina» se dice. Escucha el sonido de la puerta al abrirse, le soprende este hecho, por lo que lava sus manos con rapidez para salir.

—¡Hey, ven acá! —grita Shikamaru haciéndole una seña con la mano a Naruto para que se acerque.

—¿Qué pas... —se queda a media pregunta el ojiazul al ver que detrás de su amigo hay un hombre alto, de cabello ónix, un hombre bastante apuesto. Con tres perforaciones en cada oreja, y con un estilo tan increíble.

—Venga, Sasuke, esté bastardo de allá es Naruto, mi mejor amigo —Se dirige Shikamaru  a su primo, para ver como éste hace una mueca al ver al rubio.

Notas finales:

 

 


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