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No lucky? por devilasleep11

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Notas del capitulo:

HOLOOOOOOOOOO!!!!!

Pues que por fin volví con No lucky? :3 

Y es que muchas estaran pensando en que soy una perra asquerosa por no subir ayer.... Y aunque sea un poco latero les contare asi a la rápida xD:

Hace poco tuve que tomar un nuevo curso en la U que pensé que no podría tomar este semestre... y es bastante tarde los lunes... y pues que llegue a mi casa a la hora de la mismísima callampa xD (además que el transporte público te deja con el instinto genocida a tope xD)

Así que lo siento mucho por ayer no haber tenido capítulo listo para sus bellos ojos :3

Kid Law para todas!!!! -->El segundo círculo del infierno de Devil

De todas formas espero que les guste... :3 

VAMOS CON EL CAPÍTULO!!!!

 

::| Capítulo 9: “Sinceridad y confusión (Segunda parte)”

 

Desde donde se encontraba Eustass Kid podía ver a Trafalgar Law a la perfección, aunque fuese de espaldas.

La forma en como su cabello estaba completamente desordenado justo donde se le formaba un insignificante remolino, se notaba que había tratado de arreglarlo, pero no lo consiguió. Sin embargo, cada hebra rebelde confluía en lo mismo, tratar de besar el cuello de Trafalgar.

Hasta ese momento Kid no había reparado en lo increíblemente bella y sensual que era aquella parte de la anatomía del chico moreno, es más en esos momentos era como descubrir una nueva fascinación que le seguiría con lujuria hasta explotar en el deseo materializado de que sus labios se rocen con esa piel tan tersa a la vista.

La forma en como su cuello se erguía como un pilar hacia la cabeza de Trafalgar, como daba pies a mirar como terminaba cayendo con suavidad contra el cuello de la camisa del colegio, como dejaba a la completa imaginación del pelirrojo la manera en que terminaba uniéndose con los hombros anchos de un muchacho común y corriente.

Kid se pudo imaginar besando ese cuello desde donde su clavícula se hundía ligeramente, hasta donde se convertía en un ángulo recto que daba origen a su mentón. Podía imaginarse mordiéndolo, marcando cada trocito de piel que estaba a su alcance en aquella quimera hermosa que había moldeado a base de codicias el muchacho pelirrojo.

Y es así como Kid comenzó a codiciar el cuerpo de Trafalgar por completo. En ese instante en que bajaban del cerro luego de haber salido del zoológico en dirección a buscar un buen lugar donde comer y luego caminar por la concurrida ciudad.

Las manos le ardían por solo un toque. Solo uno.

Si su impulsivo cuerpo no estuviese controlado por una infantil convicción hubiese agarrado a Trafalgar, lo hubiese tirado al matorral o arbusto menos concurrido y oscuro y le hubiese desgarrado la ropa para que sus viciados ojos se convencieran de que aquel cuerpo era tan lujurioso como se mostraba a sus sentidos.

“Ah… Pero no es solo eso”, se dijo mientras cerraba los ojos, encontrando razón en las palabras que le decía su consciencia.

Era extraño admitirlo, es más, era extraño sentirlo.

Kid por sobre todas las cosas quería ver sonreír hombre que caminaba frente suyo y le guiaba, aquella sonrisa algo ladina, algo burlona, algo transparente y turbia que al mismo tiempo le dejaba si aire, no había trozo de piel que le ganase a la sensación que le dejaba cada vez que conseguía una curvatura en la boca del moreno de ojos plata.

Es por ello que cuando Trafalgar se dio la vuelta y le llamó no solo tuvo algo de miedo a mirarle, si no que tuvo miedo de sí mismo.

Pero cuando abrió los ojos no fue ni una sonrisa ni una mirada cándida lo que encontró si no que en esos ojos bailaba la preocupación. No se puede negar que fue como un balde de agua congelada que descendió por su espalda y le hizo estremecer con violencia.

“Demonios…”, se encontró pensado.

Tan solo unos pasos le separaban de Trafalgar que había parado en un puesto de comida que parecía medianamente decente. Sin embargo, cuando dio esos dos pasos sintió como el plomo de las preocupaciones de Trafalgar se iban hacia sus pies y le costó despegarlos del suelo para ir hasta donde se encontraba el chico.

Antes de declararle que iban a comer en aquel lugar; un local bastante bonito donde la mayoría de las mesas de madera con un centro de vidrio se encontraban en las terrazas que rodeaban todo, por dentro debía haber una que otra mesilla. El local era rodeado por una reja surcada por una enredadera lo que le daba un toque especial. Por dentro en cada esquina y siguiendo el perímetro había faroles estratégicamente colocados. Parecía una casona antigua más que un local de comida, es más parecía más decente de lo que hubiesen querido esperar.

Se sentaron en una mesa casi al fondo en la terraza del lado izquierdo. Allí no había ni un alma y hasta dudaron que alguien llegaría a darles los respectivos menús para pedir.

Durante todo momento se sintió un silencio tan incómodo que Kid tenía que mirar el centro de la mesa y luego el suelo y las demás mesas para no terminar con los ojos posicionados en la expresiva mirada contraria, que de seguro tampoco estaría dedicada a él. Por un momento pensó que hubiese sido mil veces mejor sentarse al lado del chico que al frente, y es que, aunque así guardaban cierta distancia, no podían evitar el contacto visual si este lo ameritaba.

Es por ello que cuando la curiosidad le venció, Kid levantó la mirada de lo que fuese que estaba mirando y vio a Trafalgar. A simple vista el muchacho parecía lo más normal del mundo, vale decir normal en cuanto como siempre se ve Trafalgar, con esa cara de nada que a muchos a veces perturba.

Estaba mirando hacia un lado con el menú que el mesero les había traído cerrado sobre sus manos, Kid sintió que algo dentro se rompía ligeramente, como un cristal fisurándose. Sintió los labios de ceniza y ni siquiera se movieron por miedo a terminar desapareciendo llevados por el viento.

Parecían estatuas de sal que con cualquier brisa traviesa podían surcar el cielo y olvidar aquel incómodo silencio, sin embargo, ambas estatuas tenían unos ojos demasiado tristes, demasiado brillosos, demasiados relámpagos les surcaban.

Tal vez eso eran, no eran más que un relámpago, un momento de luz que luego se esfumaba, un instante de pasión que luego se enfriaba, eran un relámpago cayendo sobre un pedacito de metal, tan ínfimo como la misma vida del aguijón que lo ataca y lo deja hecho una masa fundida, sumida en la oscuridad de un cielo demasiado nublado como para dejar pasar la luz del sol, llenando de niebla los pasajes, las mesas, rodeando sus manos cerradas, sus labios de ceniza, sus ojos de represa a punto de romperse.

Kid ni siquiera supo cómo expresar lo que estaba sintiendo, se quedó tan estático, sin entender que era lo que le paralizaba, si el temor que le embargaba y erizaba la piel, si la incertidumbre que le hacía tener nauseas o las impías ganas de ver aquella sonrisa de nuevo, con las mejillas sonrosadas por el frío, con los ojos embetunados en algo más que solo un simple y llano cariño.

Entonces llegó el mesero y les pidió la orden. Trafalgar pidió algo simple, pero Eustass lo interrumpió, volviendo de piedra sus labios de ceniza pidió un plato para dos.  En realidad, era para tres personas, pero se lo comerían de todas formas. Pidió dos gaseosas porque como estaban de escolares no pudo pedir nada más. El mesero anotó y se fue no sin antes mirar por el rabillo del ojo como Trafalgar cambiaba su expresión a una de completa sorpresa al escuchar como el pelirrojo pasaba por alto cualquier cosa que él hubiese querido. No es como si no le hubiese gustado la elección es solo que no esperaba que el pelirrojo hiciese tal cosa.

Por ello cuando el mesero se fue Trafalgar habló por fin, si la expresión de sus pupilas cambiaba poco a poco, de sorpresa a algo parecido a la molestia.

-          Sabes que no me gusta que me den órdenes ni mucho menos que me impongan al…

-          Lo sé perfectamente… - Contestó el pelirrojo ligeramente cabreado también. No es como si le molestase que el chico moreno se hubiese enfadado, ni mucho menos, lo que le tenía harto era que una cita que debía ser especial estaba siendo arruinada, quizá por él, quizá por Trafalgar. Lo que le había sacado de sus casillas era el incómodo silencio.

-          Y ahora, ¿Qué mierda te ocurre? – Esa forma tan sucia que tenía Trafalgar de hablar cuando se cabreaba le parecía simplemente interesante al pelirrojo que, aunque no quisiera, sentía que el enojo se le iba de las manos y luego lo asía nuevamente con fuerza.

-          Esa pregunta es mía… ¿Qué mierda te ocurre a ti? ¿Acaso te asustó tanto el hecho de que te hubiese dicho que me gustabas? Desde eso que tienes esa cara de que se acabará el puto mundo. No es como si quisiera que me contestaras ahora…

Trafalgar sintió como las mejillas se le coloreaban intensamente, era como si le hubiesen pillado con las manos dentro del bolsillo de una señorita para robarle lo que fuese que tuviese dentro.

¿Por qué ante los ojos de Eustass Kid parecía tan transparente? Solo había dos personas en la vida que conocían la forma de verle como era realmente, traspasarle y sorprenderle en pleno sentimiento, y esos no podían ser otros que su supuesto padre y su supuesta madre.

Sin embargo, Eustass Kid que no parecía de esas personas que prestase atención a otras, siempre tan desinteresado de su ambiente, siempre tan fuera de lo que podían esperar los demás, siempre tan genial. En cambio, él siempre tan ensimismado, siempre tan odiado por los demás, siempre tan indiferente, siempre tan invisible.

Es por ello que Eustass Kid le dijese que se veía como se sentía fue una especie de shock.

Kid por su lado sintió como una onda eléctrica se propagaba desde la punta de sus dedos, invadió su cuerpo como una vibración, como un tremolar. Y es que no esperaba que el moreno se removiese en su puesto completamente avergonzado, por alguna razón que él no alcanzaba a adivinar. Mas las campanas de la verdad tocaron a sus oídos un segundo antes de que abriese la boca para continuar hablado ya que el moreno no daba respuesta.

-          Trafalgar, - la voz de Kid siempre le había hecho estremecer un poco, pero con esa sorpresa invadiéndole el cuerpo como sensibilizando su anatomía con la vibración del aire que provocaba la voz del pelirrojo sumado a la ternura con que su nombre flotó desde sus labios y quedó escrito en el aire le hicieron removerse de nuevo en su asiento ¿Por qué? ¿Qué tenía el pelirrojo que le hacía eso a su alma? – no espero que me contestes… de hecho, no quiero que me contestes ahora. Si lo hicieses es porque simplemente te dejas llevar. No te preocupes y déjame ganarme la respuesta.

La mirada de Kid podía parecer fría para cualquier otra persona que le mirase así a la pasada, pero era todo lo contrario, Trafalgar sintió como el fuego del infierno invadía su cuerpo, calcinaba su piel trocito a trocito, le hacía suspirar pidiendo ayuda al asfixiante ardor que se zambullía hasta trasgredir la carne y llegar a su espíritu, llenándole de efluvios de ahogo y algo que no supo comprender, algo que ciñó las manos a su pecho, colándose entre sus pulmones, apretujando a su corazón para luego soltarlo para que ninguna pared le pudiese parar.

Era increíble, irreal, estúpido, pero allí estaba sintiendo que podía derretirse con solo sostenerle la mirada al pelirrojo, esos ojos ambarinos, bestiales y hermosos, igual o más expresivos que los suyos parecían incendiarse, como si alguna mágica luz los encendiese. Trafalgar supo que dio un reconocible suspiro y Kid vio sus labios tiritar.

Intensidad. No había ninguna palabra que les describiese mejor.

Cuando el mesero que ya tenía sus años y hasta Trafalgar al verle cercarse sintió que debía ser algo así como el jefe del local, les llevó las bebidas no pudo evitar sentir el ambiente y como un tercero se sintió incómodo. Aún más después de dejar el vaso con la botella de gaseosa que le correspondía al pelirrojo y éste en vez de mirarle le dio las gracias con los ojos aun puestos en el moreno. Si hasta el mesero sintió que el alma se le escapaba y que la respiración le fallaba tan así que la hora de dejar la gaseosa frente Trafalgar ésta en un temblor de las manos del sujeto la dio vuelta cayendo todo el dulce y pegajoso líquido sobre el uniforme de Law, no sin antes que el mesero tratase de atajar la botella en acto reflejo y por ello hubiese botado a Trafalgar del asiento así empapado rompiendo nadie sabe cómo la silla que usaba y pegándose en el hombro al chocar contra el suelo y los restos de la silla que explotó bajo suyo.

Todo el ambiente quedo suspendido y se esfumó en ese instante.

Todo lo que siguió a esa escena increíble, pero esperada, fue a un mesero deshaciéndose en disculpas, en Trafalgar corriendo al baño, nuevamente, a limpiarse un poquito, menos mal que como la soda era oscura y su uniforme medianamente oscuro no fue mucho problema. Aunque el hombro le dolía como mil demonios. Kid por su lado le ayudó en todo momento puesto que a pesar de que trataba de hacer que no se notase que el hombro le dolía al estarse limpiando las pequeñas muecas que hacía le revelaron la verdad.

No les hicieron pagar nada y hasta le ofrecieron la comida gratis gracias al incidente. Una cosa buena por lo menos y a pesar que estaban bastante molestos por lo sucedido… las cosas gratis no le niegan a nadie.

Así que tomaron asiento en una de las mesas en el interior y comieron la especialidad de la casa en un enorme plato.

Cuando terminaron se marcharon con la panza completamente llena. Afuera no había mucha gente, después de todo aun no era hora de que los colegios saliesen y hacía un frío increíble, como si avanzando el día en vez de calentarse se hiciese cada vez más gélido.

Por ello cuando se encontraban caminando y Trafalgar estornudó, tenía el uniforme completamente húmedo y aunque llevaba su bufanda y su gorro estos no ayudaban en nada.

Entonces Kid sonrió para sí mismo, se sacó el saco que llevaba puesto y aunque estaba desabrigado y sintió el frío pellizcarle un poco la piel, se lo entregó a Trafalgar para que se quistase el chaleco húmedo.

-          Puedes resfriarte… - dijo como excusa, la verdad solo quería hacer algo lindo, de esas cosas que uno ve en las películas y en las telenovelas.

Trafalgar sin embargo rechazó la oferta en un comienzo, hasta que fue tanta la insistencia del pellirrojo que tuvo que sacarse el chaleco, además de que por primera vez en su vida las miradas de la poca gente que pasaba a su lado le incomodó, eran como si dijesen “Vaya parecen una pareja”.

El moreno se cambió de abrigo con mucha cautela bajo la atenta mirada de Eustass quien sabía a la perfección que aún le dolía el hombro.

Entonces no pudo evitarlo, la lengua un poco burlona de Kid se preguntó cómo es que siendo una maldita ramita rompió la silla del local, la silla no tenía la culpa de que al sujeto se le hubiese caído la gaseosa. Se rio un poco de la situación burlándose de la suerte de Trafalgar y dando gracias que ahora la víctima no era él si no que el moreno, aun recordaba que hace solo unos días tenía que andar con el molesto yeso en la mano. “No sabía que los huesos pesasen tanto…” le dijo al final entre risas, las cuales le arrancaron a Trafalgar una sonrisa la cual les llevó a pasarse la tarde entre broma y broma.

Caminaron por todo el centro de la ciudad, entraron a tiendas hasta como un par de chicas se pasearon por tiendas de ropa, entre burlándose de lo horrible de todo y peor aún, de las personas que usaban ese tipo de ropa. Más de una vez Trafalgar encontró algo que imaginándolo sobre el cuerpo moldeado y enorme de Kid se hubiese visto perfecto y le salivó la boca como el sabueso de pavlov.

Fue entonces mientras pasaban fuera de una tienda de instrumentos y al pelirrojo le brillaron los ojos al ver una flamante guitarra eléctrica supo que Eustass Kid no era solo atractivo y genial, sino que también era alguien interesante y enigmático, como un puzle con las respuestas detrás, el gran desafío era hacerlo sin mirar. Después de todo, las expresiones del pelirrojo eran como ver un libro abierto, pero lo increíble era descubrirlas todas por azares del destino.

Trafalgar sintió que estaba cumpliendo uno de los pensamientos que había tenido hace un tiempo: estaba de a poco abriéndose paso por el mundo de Eustass Kid, un mundo lleno de álamos en otoño, lleno de atardeceres, lleno de fluorescencias. Un mundo en tonalidades cálidas.

Así Trafalgar en el trascurso de la tarde se enteró de demasiadas cosas y su ojo observador no pasó por alto los detalles. No pasó desapercibido ese ligero tic de rodearse la muñeca izquierda con el dedo medio y pulgar y luego frotarla ligeramente, no pasó desapercibido el humor negro del pelirrojo y cómo este era bastante sutil a la hora de molestar a otros, no pasó desapercibido que a pesar de que parecía que no escuchaba cada que alguien se le quedaban mirando liberaba su sensualidad a voluntad, por supuesto tampoco sus gustos, sus inconvenientes, su terrible paciencia.

Todo era demasiado evidente. Trafalgar solo escuchaba, opinaba y observaba, pero nunca forzó al pelirrojo a que le contase nada, no hablaron de sus respectivas familias, no hablaron de sus pasados, ni de sus traumas. Trafalgar sabía que en el fondo no era más que una conversación bastante superficial, aunque pareciese lo contrario.

Eencontrol morenose encontró sentándose en una placilla detrás de uno que otro edificio lejos de las enormes venas de la ciudad que eran cada vez más concurridas por gente saliendo del trabajo y el bullicio horripilante de la cotidianeidad.

El día había decaído y el frío podía hacer tiritar hasta al más valiente, es por ello que a la luz de un poste el muchacho de ojos plateados pudo divisar las mejillas y nariz rojas de Kid, el vaho que salía de su boca que tiritaba ligeramente, su cuerpo encogido y tenso, debajo de la ropa se le marcaba tanto el cuerpo que en vez de sentir el frío Trafalgar sintió calor subiéndole desde la parte baja de su vientre hasta la cabeza.

Tuvo que apartar la mirada y apretar con fuerza la mandíbula y los puños, como siempre lo hacía para serenarse, después de todo la visión del pelirrojo le dejaba sin aliento y más aun sabiendo que un solo roce se sus labios contra los del pelirrojo podían atenuar ese intenso rojo que se había implantado en los finos labios de Kid.

Entonces se sacó la bufanda y la dejó en el regazo del pelirrojo sin mirarlo, solo tanteando, no iba a aceptar que el chico se la devolviese, además que se sentía mal porque el muchacho parecía un pollito mojado con el frío que hacía y todo era porque él traía puesto su enorme saco. Kid le miró sorprendido y aceptó la bufanda más porque estaba muriendo congelado que porque se había fijado en cómo Trafalgar sentía que podía morir de la vergüenza y su rostro seguía tan neutro como siempre.

Sin embargo, no podía negarlo, Kid se dio cuenta de la cara de Trafalgar por el rabillo del ojo cuando ya tenía la bufanda puesta, sintió un regocijo al sentir aunque fuese un poco de calor y se embriagó con el aroma delicado a perfume masculino, demasiado dulce para alguien como Trafalgar, pero al final le daba cierto encanto. Vio la forma en cómo se negaba en mirarle, en como sus ojos tenían escrito un “deseo”. ¿Cómo cumplir su cometido si el chico se la ponía tan difícil?

-          Demonios, no pongas esa cara… - Kid suspiró, y más que suspiro pareció un gruñido. Trafalgar entonces volteó a mirarle de nuevo viéndose descubierto solo con una frase esta vez. Esa forma de leerle le ponía los pelos de punta.

-          Y tú deja de hacer eso. - La voz de Trafalgar era moderada a pesar de que sonaba ciertamente molesta. Sin embargo, con el sonrojo del frío este pasaba desapercibido.

-          ¿¡Eh!? ¿Hacer qué? Tú eres quien parece que va a comerme con la mirada… - Kid parecía un tanto molesto, pero es que no le gustaba sentir que podía perder en algún momento el reto que se autoimpuso, como si el chico a su lado hiciese todo a propósito. Era en momentos como ese que la gente se daba cuenta de la inmadurez mental del pelirrojo.

-          … - no se podría decir a ciencia cierta si Trafalgar se encontraba enfadado o no, pero una cosa era verdad y es que no podía evitarse sentirse atraído hacia el pelirrojo usando su bufanda.

-          …  - y según lo que parecía Kid no se dio cuenta de lo que había dicho hasta que vio el rostro sorprendido y enfadado de Trafalgar. Los colores se le subieron al rostro y maldijo a su lengua rápida. – No es eso… es que… mira… - Ni siquiera encontraba una frase que pudiese hilar.

-          ¿Es tan malditamente evidente? – Trafalgar no pudo sostenerle la mirada al pelirrojo se sentía demasiado desnudo ante sus ojos, peor aun sabiendo que las cosas que el chico decía no podía negarlas, no era parte de su personalidad. – Digo, no es nada...

Aunque se apresuró a corregir aquella exposición de emociones y a controlarse nuevamente ya había abierto la boca y el pelirrojo le miraba con aquel rostro austero como si de pronto el enfado pasase a segundo plano.

-          No es como si me fijase tanto en cualquiera… - Se veía venir su respuesta, después de todo antes declaró abiertamente que le gustaba el muchacho de ojos color plata en los cuales la luz del poste parecía bailar con una gracia y sutileza que embrujaba.

Se quedaron en silencio unos minutos en los cuales uno se dedicó a mirarse la punta de los zapatos y el otro a los alrededores. Tal vez iban demasiado rápido, nunca hay que jugar con las velocidades, a nadie le gusta ir a ciento veinte por hora o más y terminar con el auto como acordeón después de chocar.

Sin embargo, dentro de Trafalgar había demasiadas cosas sucediendo, como si de pronto hubiesen puesto el fuego alto en la cocina dentro de su pecho y la sangre dentro de su corazón comenzase a bullir, esa misma sangre recorría como lava luego cada arteria de ida y cada vena de vuelta cuando se enfriaba ligeramente.

Lamentablemente gracias a eso no podía pensar con claridad, lo único que tenía en mente era la urgencia irremediable de besar al pelirrojo, aunque fuese un roce efímero, y es que el corazón parecía que podía escucharlo toda la cuadra, hasta la persona en el último piso del edificio más alto. Sintió un ardor tan fuerte que se sorprendió al notar que sus manos temblaban ligeramente y que las náuseas se apoderaban de su estómago.

Y no solo quería besarle, quería ver esa maravillosa sonrisa, quería ver esa piel tan transparente mostrando todos sus sentimientos, o mejor quería ver esos ojos de bestia devorándole como en el almuerzo, esa que parecía una daga que le atravesó el alma, tan fiera, tan seductora…

“Ah… tal vez…”, pensó mientras por el rabillo de ojo veía a Kid, quien de pronto lanzaba un largo y tendido suspiro mientras buscaba su celular y lo encendía. Se levantó mientras decía:

-          Ya es algo tarde… deberíamos volver…

Ninguno de los dos quería que el día terminase, menos aún querían separarse el uno del otro. Como si el tiempo que pasaran juntos se hiciese cada vez más especial, a pesar de los momentos incómodos.

Trafalgar no dijo nada, simplemente se levantó y siguió a Kid hasta la estación de tres más cercana. Como en un inicio no tenían nada que decirse, como si las palabras pudiesen deformar aún más la situación. No, si se podía debían sentir cada vez más los instantes juntos.

Es por eso que cuando pagaron el pasaje y tomaron el primer tren vacío ya por la hora, no dudaron en por fin hacer contacto físico; se sentaron de espalda a una ventana al lado izquierdo, nadie más se subió con ellos, por lo que solo había una mujer de mediana edad sentada frente de ellos, aunque iba durmiendo. Aprovechando el impulso, Kid tomó la mano de Trafalgar.

Aquella mano estaba  fría y era enorme. Los dedos de Kid no eran para nada delicados y el dorso delgado y surcado por las venas y arqueándose sobre los tendones que se notaban ligeramente hicieron que todo el cuerpo de Trafalgar se removiese ligeramente. El estómago le pegó un vuelco y la tenue luz del vagón se le hizo insoportablemente intensa alrededor del pelirrojo que mordía su labio inferior.

No podía soportar más la sensación de quedar sin aire cada vez que el pelirrojo hacía cosas como esas, cuando decía cosas como esas, cuando le sonreía, cuando le codiciaba, cuando estaba rodeando su mundo, llenándolo, vaciándolo, embriagándolo, saturándolo con su esencia, apoderándose de los rincones de su alma.

La línea que tomaron era una línea directa hasta la estación que los dejaba cerca de sus hogares, por lo que tenían que pasar casi una hora juntos y así tomados de las manos. Sin embargo, al no haber una conversación que avivase los ánimos de a poco el pelirrojo comenzó a sentir el peso del cansancio y del frío por lo que sus ojos poco a poco comenzaron a cerrarse.

Trafalgar, aunque no miraba directamente al pelirrojo fijamente por temor a sentir que la vergüenza se le subía a las mejillas, por el reflejo de ellos en la ventana notó como el muchacho a su lado parecía quedarse dormido. La opresión en su pecho se hizo aún más intensa.

Se quedó tan estático que parecía que el frío el vagón le congeló, como si hubiese pasado desnudo una tormenta de nieve. ¿cómo decir que la cara del pelirrojo se veía endemoniadamente angelical después de unos minutos en esa posición? ¿Cómo describir las ganas que tuvo de mirar esa carita aún algo inmadura?

No se las aguantó.

Antes de que pudiese frenar su cabeza esta giró y observó aquel rostro sereno. Era lindo sin duda, las pestañas de Eustass Kid no eran ni excesivamente largas ni excesivamente cortas, pero eran un lindo color rojizo que enmarcaba tenuemente sus ojos cuando los tenía abiertos, pero ahora parecían dos abanicos pequeños que se movían ligeramente de vez en cuando.

Trafalgar supo entonces que Kid estaba dormitando solamente, pero se veía malditamente maravilloso de todas formas.

Era extraño, sentía que todo su cuerpo era un solo temblor, una sola voz, como cuando se hace sonar una cuerda, era la sensación de estar vibrando completamente, emitiendo una frecuencia única, y su frecuencia era aquella que le obligaba a mantener la mirada en el rostro de Eustass Kid.

¿Quién más le había visto de aquella forma? ¿Acaso era el primero que le veía tan emocionado por unos animales? ¿Acaso era el primero que sentía el poder de la mirada que se escondía detrás de aquel telón surcado por venitas? ¿Acaso había tomado la mano de otro la tenue luz de un vagón con el frío abordando su cuerpo hasta el punto de quedar cansado?

Eran preguntas que no podía dejar de formularse en la cabeza. No es como si le importara ser el primero ni mucho menos, ya esos sentimientos habían ido disminuyendo, pero no quería pensar que tal vez solo era uno del montón.

¿Cuándo te das cuenta que te gusta una persona?

¿Cuándo deseas hablar con ella? ¿Cuándo te das cuenta es que especial? ¿Cuándo quieres con tus manos tocar su mejilla? ¿Cuándo sientes que si le dices algo y no volviese a hablarte dolería demasiado? ¿Cuándo pierdes la cabeza por solo unas palabras, por conocerle, aunque sea un poquito?

Ir más allá de una atracción física, la fascinación del mundo interno de otra persona, ¿Es eso gustar?

Entonces te das cuenta de cuantas noches las has pasado pensando en esa persona, de las cosas que has hecho dicho y sentido.

“Ah… tal vez…”, se repitió en su cabeza casi como si dentro de ella su conciencia suspirase.

Cuando Eustass Kid abrió los ojos de par en par, aunque no vio nada más que un amasijo borroso color canela, el fondo que se veía mejor aún estaba la señora durmiendo ajena a todo lo que estaba ocurriendo, ajena a los labios de un adolescente sobre otro, de la mano apoyada con una terrorífica delicadeza en la nuca contraria, las manos tomadas, uno usando el saco del otro y ese otro usando la bufanda del anterior.

Y es que no esperaba que en ese momento el tren desapareciera, los asientos, el fierro para afirmarse, esos que parecían tubo de bailarina del caño en medio de los pasillos, la señora, las ventanas, el cielo oscuro afuera, las estaciones que siguieron a aquel dulce beso.

Todas y cada una de las cosas perdieron forma para convertirse en una maraña de inolvidables sensaciones, como si uno viese en vez de mirar, como si uno escuchase en vez de oír, todos sus sentidos se revolucionaron y convergieron en un tenue movimiento de su boca y la otra. Un roce discreto, hasta clandestino e íntimo, indiscriminado.

Kid para no perder la cordura cerró los ojos y se aferró a su terno azul marino en el cuerpo de Trafalgar, justo en donde el cuerpo del moreno se tallaba en una sutil cintura. La mano en su nuca que acariciaba delicadamente provocaba ondas eléctricas que descendían por toda su médula espinal y causaban esos espasmos tan imperceptibles para cualquiera que lo viese, pero para aquel que estaba casi encima de ese enorme cuerpo besándole, con ansias de devorar luego su boca era demasiado evidente.

Pronto el casto beso fue degradándose hasta que ambos abrieron la boca al mismo tiempo desesperados porque sus lenguas se encontraran, sin pudor alguno rozaran sus papilas y sus paladares y se diesen el tiempo de danzar cada cual en la cavidad contraria explorándola con deleite.

Una lengua le decía la otra: ¿y si me das la manito y bailamos chachachá?  Un pasito adelanto otro hacia atrás mientras nos contorneamos…

Y la otra le contestaba: luego seguimos con un lento, recórreme con la punta y luego enciérrame entre tus labios… termina y succiona…

Entonces apurada y acalora la otra volvía a hablar: ¿y si no me resisto? Con los dientes quiero apretujarte, estrangularte, sentirte…

Mientras ronroneaba a quienes iban destinadas esas palabras salía una voz seductora y cargada de deseo: muérdeme… Destrúyeme.

Entonces la idea de ambas bocas con las lenguas como dictadoras fue devorarse sin piedad, sentir la otra como una extensión de sí mismas, hacerlas suyas, ser una y dos al mismo tiempo como un par de amantes forajidos del tiempo.

Y a ellas le seguían mordiscos y lametazos que pronto ya no solo desearon la boca contraria, sino que la anatomía completa del otro. Por ello una boca rojiza y fina trazó y calcinó un camino entre la arena sensible desde donde desembocaba el mar de delicias en donde se bañaba hasta las dunas coquetas que le daban ese toque tan fantástico y maravillosos moreno, descendió aferrado a ese mentón por aquel ángulo tan especial y vibró cuando llegó por fin a ese cuello que parecía  hecho para que él lo mordiese, besase y mancillase como dueño y colonizador.

Kid casi perdió la cabeza cuando entre medio de uno de esos rudos besos Law se aferró con fuera a su cabello y jadeó haciendo que su tráquea ascendiese y descendiese dejado de la piel sensible de los marcos de su boca. Sus manos algo torpes acariciaban lo que estaba a su alcance.

El fuego estaba encendido y parecía que cualquier cosa les consumía.

Luego fue el turno de Trafalgar de marcar, morder y besar el cuello de Kid y esta oportunidad fue aprovechada por un ligero descuido el pelirrojo. La piel de Kid era tan tersa y blanca que parecía que si atrapaba entre sus labios y dientes un trocito de su carne a la más mínima succión quedaría una huella, como quien marca a fuego a sus animales, él quería marcar a fuego ese cuello, mostrándole al mundo que solo era suyo y de nadie más, que ese cuerpo tan fantásticamente moldeado por ángeles estaba destinado a sus manos y a sus besos.

No es como si no lo supiese ya, no es como si fuese alguien duro para entender. No podia dejar de pensar que estaba perdiendo la cabeza hasta el punto de no poder controlar sus impulsos, hasta el punto de querer tocar hasta el último trozo de aquella complexión.

Y entonces cuando ambos estaban a punto de tocarse íntimamente, cuando la ropa sobraba encima de la piel; un carraspeo les devolvió a la realidad. En frente la señora seguía aparentando estar tan muerta como antes, pero era obvio que había sido ella quien había carraspeado tan fuerte que los desconcertó un poco.

Se miraron a la cara luego de que sus ojos estuvieses dirigidos a la señora, ambos parecían que hubiesen corrido un maratón, las mejillas sonrojadas como colegialas, las bocas mordisqueadas y húmedas, los ojos un poco vidriosos, la ropa desordenada, un poco despeinados, las respiraciones estaban tan aceleradas que tenían que jadear con fuerza.

-          Tú… - Susurró Kid un poco asustado de lo que acababa de pasar, la intensidad de esos sentimientos no era buena para nadie. Sin embargo, Law le hizo callar.

-          No soy tan lento como para no comprenderlo… - Dijo mientras miraba al pelirrojo a los ojos, engatusándolo. – Tal vez sea una respuesta demasiado rápida, pero tenías razón y aunque lo sabía no lo quería admitir.

Kid tuvo que contener la respiración no quería que las cosas fuesen así de aceleradas, pero de todas formas estaba demasiado impresionado. ¡Trafalgar Law le había besado!

La cara de idiota feliz no se la quitaba nadie, así que abrazó vehemente a Trafalgar antes de que pudiese preguntar algo, se sentía revisando de gozo. Le encantaba Trafalgar, desde el momento en que chocaron accidentalmente esa tarde en el casino de la escuela, desde que le pidió salir, cada dulce, extraño y ligeramente doloroso momento parecía transformarse en su corazón latiendo a mil por hora, en su exhalar e inhalar entre cortados, en la sonrisa tenue y hasta encantadora en sus labios, en la forma en como ceñía a Trafalgar en sus manos.

Entonces el moreno un tanto incómodo por otro carraspeo de la señora se apartó de Kid y se levantó diciendo:

-          Ya llegaremos a nuestra estación...

Y aunque Kid quedó desconcertado, miró a Trafalgar que estaba sonrojado, con la mandíbula evidentemente apretujada y los puños hechos un ovillo. Mordió sus labios antes de sonreír y hacer un ademán de victoria.

Si bien el chico no le había dicho que le gustaba podía notarlo en ese ligero temblor, en la forma en como le había besado, en la forma en como le había hablado.

No quiso escuchar la respuesta porque las acciones valen más que cualquier palabra. Simplemente se limitó a levantarse y caminar hasta una de las puertas. En cada paso sentía que a los zapatos le salían alas, el frío no volvía.

¿Qué hacer con tanta felicidad? ¿Cómo demostrarla?

Simplemente sonrió de lado cuando llegó hasta Trafalgar, una sonrisa como si le fuesen a dar una medalla de honor por la valentía demostrada, como si le condecoraran por ganar una guerra él solo. El aura alrededor del pelirrojo se tornó brillante demasiado refulgente y extraordinaria, como si tuviese puesta una blanca armadura.

“Ah… no es tal vez… es definitivo…”,  se convencio para si el moreno.

-          Entonces... ¿Gané? – Por unos segundos Trafalgar no supo a qué se refería. Y fueron suficientes como para que el tren llegase hasta la estación en la que debían bajar.

La voz en off habló diciendo el nombre de la estación y recomendaba dejar bajar antes de subir, aunque no hubiese nadie que subiese, de la misma forma daba una cordial despedida mientras las puertas se corrían dejando libre el acceder al andén.

Trafalgar dio el paso que firmaba su sentencia completa, aquella que se entregaba al demonio a su lado, ese que se encargaría de destruir toda su vida y ayudarle a rearmarla. Suspiró cerrando los ojos convenciéndose de que estaba en lo correcto, el recuerdo y la sensación de ese beso aun calaba dentro de sí.

Y es que Eustass Kid había ganado el reto, le había besado y eso se sobreentendía a una respuesta afirmativa a su declaración ¿No? ¿Ya que más daba si es que le confirmaba la victoria? Hasta le hacía feliz poder decírselo, así que no pudo evitar esbozar esa sonrisa algo macabra tan característica de él que dejaba a Kid con el alma en un hilo:

-          Si… - Declaró antes de darse la vuelta y salir del vagón – Ganaste, Eustass-ya.

Notas finales:

AAAAAAAYYYYY!!!!

LAW CADA DÍA ME SORPRENDES MÁS!!!

Diablo mío de mi alma!!! que me roban el corazón :3 Y pues que nuevamente les he traído el capítulo más Ooc que pueda existir en la tierra! pero que importa!!! SE VEN PRECIOSOS POR AHÍ COMO DOS MARICONAS VIENDO ROPA Y DEVORÁNDOSE EN PLENO METRO!!! :V

ok le bajo a mi azucar y a mis revoluciones xD

Por cierto... Gracias por tooooooodo lo que me dan :3 son personas maravillosas... ni siquiera sé que puedo hacer para pagarles... (podrías empezar con subir a la fecha :V jajajajajjaja xD no faltará quien lo piense xD) todas y cada una tiene una mansión en mi corazón (marchito pero amplio :V)

En fin espero que les guste como esta quedando la historia porque creo que lo que diré matará a mas de alguna...

Ya queda poquito...muuuuy poquito para que la historia de No lucky termine... no es como que queden dos capítulos pero si estamos ya casi en el concho de la historia :3... 

BOOM!! jajajajaj xD -se aleja antes que le exploten las granadas que le arroja el gentío- 

Bueno era algo que cro que debía decirles... :V

EN FIN!!!

ESPERO QUE HAYAN DISFRUTADO COMO YO DISFRUTÉ Y MORÍ DE AMOR ESCRIBIENDO ESTE CAPÍTULO!!

SUS REVIEWS SON UN MANJAR PARA MI!! ASÍ QUE LOS ESPERO CON ANSIAS :3

Devil~ 


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