Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

No lucky? por devilasleep11

[Reviews - 63]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del capitulo:

POR FIN!!!!!

Vengo llegando del más allá :V porque morí con la prueba que tuve recientemente pero me las he dado de jesús :V (jajajajja ya me fui al infierno xD)

NO podía dejarles sin un capítulo!!! 

Aunque tuvieron que esperar más de lo normal... espero que les guste :3

KidLaw dominará el mundo (Trabajo en lo que les prometo ;) )----->El segundo círculo del infierno de Devil

Ya sin más preámbulo...

QUE COMIENCE DE UNA BUENA VEZ EL CAPÍTULO!!!

::| Capítulo especial II: “No hay nada hermoso si no has sido infeliz.”

 

 

Esto que hacemos. (Ace)

 

Si le miro desde este apartado asiento, si su rostro es iluminado por la luz que entra por la ventana, por donde el sol se cuela sin pudor, si me mira a través de aquellas gafas de descanso; si le miro no puedo evitar no querer que esos brazos me ajetreen como un grito asombrado agita al gentío.

Yo, antes de esto, era una persona normal; era mi propio sol, mi propio hacedor de parcelas, yo apuntaba, donde se me pegase la gana, mis indirectas venenosas.

Hoy soy un rumor de él, una extensión, un mal chiste.

Quiero conservar intacto aquello que me gusta de esta masoquista espera. Porque las manecillas van en contra reloj, y mis velocidades desde que le conocí son negativas en mi movimiento circular uniforme.

Con él trae tantos dolores, con él trae unido al cuerpo otros milagros parecidos a éste. Con ese magnetismo irremplazable, incontenible, me ha engatusado, y yo me he dejado engatusar, lo peor es que no es consciente de la carga que tiene sobre mí. No soy víctima de nada.

Y es que pensé que podría olvidar la forma en cómo con su cuerpo se contornea dibujando en la pizarra un gráfico, esbozando la fórmula que desespera a mi corazón, que lo desboca, que lo acelera.

Y es que pensé que podría entenderme un poco, frenarme a la hora de sentir estas inmensas ganas de levantarme del asiento, esquivar las mesas de mis compañeros que no parecen darse cuenta de la belleza que les imparte una clase, tomarlo por esa corbata que no combina para nada con su camisa pero que aún así se ve exquisita, acercarlo vehementemente, no dejarle tiempo para reclamar, y proclamarme dueño de esos labios que sonríen de vez en cuando con una brama infantil, que regaña a uno que otro muchacho.

Y es que, si no fuese por esa mirada que me lanza por sobre el marco de las gafas, pudiese controlar estas ansias con completa naturalidad; pero es que ese destello de deseo me deja sin aire, con los músculos tensos que hasta los números que escribe en la pizarra se conmueven y excitan con nuestra comunicación corporal:

“Quiero devorarte”
“Come y bebe de mí hasta que te hartes”

Sólo somos esto cuando estamos a plena luz del día. Con la luz nuestros corazones se manchan, como ríos turbios, como niebla atacando con su fiereza un pequeño bosque, ocultando su belleza. Con la oscuridad, en cambio, somos quienes somos, él es quien debe ser, yo soy fiel a mis instintos desesperados.

Somos completamente distintos a los demás, nosotros, cuando sentimos real entereza es cuando las luces están apagadas; a tientas encontramos el cuerpo del otro, a tientas creamos caminos, escaleras, palacios y mentiras, pero de esas mentiras que valen la pena, de ese tipo de mentiras que son vitales para la vida, de esas en donde nos prometemos que nunca más nos envenenaremos con el sabor de a saliva del otro, como un alcohólico que promete nunca más beber.

Sé que él me desea tanto que no puedo contenerme, sin embargo, él es un experto en eso. En las tinieblas somos la amalgama perfecta de necesidad, la farsa incomprendida de lujuria, la locura haciendo gala con sus más bonitos vestidos. En las tinieblas sus ojos brillan aún más, iluminan el camino con su color claro y refulgente, en las tinieblas puedo observar cómo codicia un centímetro de mí a la perfección.

Antes de que las ansias me ganasen me salva la campana del receso.

Todos salen de la sala menos yo, más que nada porque en este mismo instante estoy tan duro que cualquiera podría notarlo, hasta Luffy.

Él, como buen profesor, se queda hasta que salen todos los alumnos. Por mi parte oculto la cara en mis antebrazos, aunque de esta forma le observo completamente, alimentando aún más mi lujuria; mis piernas están exageradamente juntas, lo único que ruego es que me deje quedarme en la sala, que no note cómo me ha calentado con solo escucharle dar una lección.

Sin embargo, mis ruegos no son escuchados y cuando el ultimo alumno sale y quedamos solos en el salón termina de guardar sus últimos papeles en su maletín, y antes de sacarse los anteojos y también guardarlos, me mira.

-          ¿No deberías salir, Ace?

Mi nombre en su voz es delicioso, tanto que una punzada recorre mi erección y el placer se extiende como corriente eléctrica erizando mi piel.

Levanto ligeramente la cabeza, lo suficiente como para que él notase que sí le he escuchado.

-          Me quedaré… - Suelto lo más natural que puedo. - No me siento muy bien… Marco... – Sus ojos claros me escrutan, su análisis me paraliza. Enarca una ceja antes de contestarme.

-          No me llames así en la escuela…

Su voz suena un poco molesta, hasta distanciada; en su mirada ya no se refleja el deseo mal contenido, si no que una mezcla de cansancio y resignación. Levanta el maletín en la mano derecha, los músculos de su brazo se marcan ligeramente ante el peso.

-          Deberías ir a la enfermería. Ya sabes que los alumnos no tienen permitido quedarse dentro de los salones…

-          Por favor, sabes que no haré nada malo…

Me mira reprochándome de nuevo, yo sé que no le gusta cuando le trato de tú, pero no puedo evitarlo, para mí es difícil tratarle como profesor, aunque le respeto como tal, después de todo hemos hecho cosas que un alumno y un profesor no deberían hacer jamás.

-          Es política del colegio, no mía…

Avanza hasta mí, y a cada paso trato con más ahínco que no se note el bulto en mis pantalones, que bajo su atención parece que va a explotar. Siento nervios, no mentiré, no quiero ni saber qué pensaría de mí, y es que puedo perfectamente lanzármele como una perra sucia a sus brazos y ofrecerme, pero las veces anteriores que he intentado hacer ese tipo de cosas en la escuela, y en lugares tan vulnerables como ese, Marco se enfada mucho.

Una vez llegó a mi lado hace un ademán de que me levantase.

-          No tengo todo el día, Ace… Sal de la sala.

Siempre aparentando ser el profesor perfecto cuando en realidad detrás de esas lentillas del color de indiferencia se encontraba el destello que me codicia, como un amable farolito a la orilla del barranco mirando hasta el borde del mar de cariño hacia mi persona, ese mar tan bravo, tan incontrolable.

No me levanto, en cambió dejo de mirarle, porque cada segundo es como una tortura a mi miembro erguido.

Muerdo mi labio inferior antes de encontrar valor para levantar nuevamente la cabeza, quiero que me crea, no quiero que me vea desesperado. Si tan sólo se hubiese ido, hubiese podido controlar mis deseos, las oleadas de lujuria y mi endurecimiento desaparecería, o simplemente me tocaría, total en quince minutos y con la imagen de él siendo el combustible al fuego que me calcina sería suficiente.

-          Ace…

¡No! Siento mis mejillas coloreándose ligeramente, puedo sentir sobre mi cuerpo, cómo las lenguas de fuego se enrollan a mi carne, lamiendo descaradas, siendo manipuladas por sus ojos, por su voz, por su presencia.

Desde aquella vez que supe que podía tener una oportunidad de ser completamente suyo que el nerviosismo y la excitación no han dejado mi cuerpo. Aún recuerdo las ansias de un beso mirando la puerta infinita, eterna e inquebrantable. Aún recuerdo el sabor de aquel desayuno solitario, cómo me había sabido a banquete digno de la alta sociedad. Aún recuerdo cómo me latía el corazón dentro del pecho, imponiéndome su retumbar, haciéndome entender que además de codiciarle le quería con cada fibra que compone mi cuerpo.

Me siento ser un solo latido transgresor y urgente, puedo sentir el aire vibrar hasta sus oídos, llevándole el sonido de mi lujuria.

Estoy sofocándome con el calor, afuera el sol se cuela tímido por entre las nubes, pero sus rayos son gélidos; aun así yo tengo tanto calor y me duele tanto la muestra de mi deseo entre la tela de mis pantalones que si vuelve a llamarme por mi nombre entrará en el éxtasis infinito.

Entonces ocurre aquello que llevo tanto tiempo soñando: él deja caer el maletín entre sus manos, resbala como hecho de jabón y junto a él su cuerpo se encoge hasta quedar en cuclillas junto a mí.

-          Ya veo… - Pronuncia como si la confirmación de su tesis fuese demasiado obvia.

Veo su mano viajar ingrávida hasta el centro del calor que irradiaba mi cuerpo como estufa. Sin pudor su mano toma posesión del bulto en mi entrepierna, lugar en donde se ciñe a éste y le acaricia.

Abro los ojos de par en par mientras las olas se placer me dejan completamente tenso. Son tan largos sus dedos, la palma era tan grande que acapara todo mi miembro palpitante con solo ese agarrón. Aprieto con fuerza los dientes y tirito ligeramente.

Marco hasta ese momento no se había atrevido a tocarme, nunca, ni siquiera un poco, siempre me regalaba besos, siempre me regalaba esperanzas vacías de placer. Pero ahora sus dedos arácnidos atacando mi miembro, paralizándolo y endureciéndolo más con su veneno pueden quitarme a cordura, pueden cortar el pequeño hilo que me sostiene al mundo real.

-          Marco… - Gimo más que sorprendido cuando comienzo a apretar la extensión de mi cuerpo, el placer y el dolor se hacen tan latentes que mi espalda inconscientemente se endereza, mis puños se cierran sobre la superficie de la mesa no sin antes arañarla un poco, él me mira con atención, sin misericordia. Suelto un jadeo luego, puesto que a la fuerza le sigue una caricia tierna, casi consoladora.

-          ¿Lo haces a propósito?

Sus cuerdas vocales tocan las notas más graves, tan hermoso como el vibrar de las partículas de polvo iluminadas detrás de su mirada que siento mi labio ser besado por ellas, con esa pasión deliberada, con esa lujuria a mitad de precio.

Nuevamente sus caricias se hacen rudas. No estoy pensando bien, ni siquiera sé de qué me culpa, sin embargo, no tengo tampoco intensión de pararle.

Al parecer se da cuenta de que no entendía a qué se refería porque de pronto sus rudas caricias se van suavizando nuevamente hasta el punto en que casi ni las noto sobre la tela del pantalón.

Entonces suspira mientras sus mejillas se tornan de un ligero rosa, uno tan sutil que no se notaría a no ser por la distancia tan corta que se encuentra de mí; las lentillas de indiferencia caen al suelo dejándome ver por fin el color de la verdad en sus ojos.

Tiene hambre de mí, yo tengo hambre de él.

Asalta mis labios llevando la mano que no está acariciándome hasta mi nuca, obligando a mi cabeza quedar pegada a su boca, como velcro, sin embargo, el sonido de nuestras ligeras separaciones no es como el separar de dos piezas de aquel material, si no que es el chasquido que le daba nombre a un beso casi casto, si no fuese por la intensión que hay detrás.

Se desliza delicadamente entre mis piernas, mientras cada boca cuncunea sobre la otra. La mesa es desplazada unos centímetros más allá, mis cuadernos nos observan dándonos vítores, sin embargo, cada artefacto de la sala nos repudia, haciendo aún más clandestino nuestros besos, más sucias las caricias.

Nuestras lenguas se encuentran, se dan abrazos de victoria, de alivio, puesto que hace unos días que no se han visto, ya se extrañaban con una urgencia desquiciada.

En ese momento sus dedos hábiles encuentran el cierre de mi pantalón, lo deslizan sobre mi bulto no sin antes dejarme uno que otro mimo indecente. Solo sé que ha sacado mi miembro por entre las ropas, como si floreciese de ellas, cuando muerde unos de mis labios y gruño, ha apretado la punta de mi endurecimiento sin piedad, dejándome sin aire, sin esperanza.

Siento cómo se liberaba el éxtasis, cómo la sangre concentrada en mi miembro recluta ejército tras ejército de glóbulos rojos que bombardean mis venas y arterias con su lascivia.

Si no fuera que su boca ataca constantemente a la mía hubiese gemido, me hubiese derretido en ese instante.

Marco, con malicia, comienza a bombear con su mano mi miembro, sin ninguna lubricación. La fricción es tan fuerte que llega un punto en que ni los besos podían acallar los sonidos de placer que profiere mi garganta.

Me siento un muchacho precoz cada vez que creo que puede fundir mi miembro con el frote de la palma de su mano, me recorre desde la base a la punta, en ella sus dedos juguetean con mi glande, lo friccionan y con las mismas gotitas de placer que salen de él me lubrica un poco, dejándome al borde de la delicia.

La saliva de nuestros besos termina descendiendo por mi mentón, y él aprovecha de lamerme, si no fuese que duele como un demonio de vez en cuando cómo amasa mi miembro podría pensar que esto es un mero sueño.

¿Cómo actuar cuando lo que has soñado tanto tiempo se vuelve realidad?

Solo puedo atinar a no cagarla, a no pensar demasiado y dejarme llevar. ¿No era Marco mismo quien me decía que este tipo de cosas estaba prohibido? ¿No es él quien siempre frena mis intenciones?

A decir verdad, yo soy de esos que son solo ladridos, ahora ni siquiera sé cómo cerrar mi mandíbula para morder. Siento que estoy un poco choqueado, más que eso, es que no puedo ni pensar cuando sigue tocándome, cuando se adentra por entre la tela de mis calzoncillos y toca por completo mis genitales, juega con ellos, no deja ni un milímetro de esa zona sin una caricia.

No es hasta que se separa de mis labios por fin que siento que muero.

Sus mejillas sonrojadas ligeramente, sus ojos hambrientos mirando mi miembro como si quisiese metérselo a la boca en cualquier momento, si hasta relame sus labios, su aroma… su cuerpo… desde aquí pareciese que tengo el control. Si tan sólo se atreviese a lamerme… terminaría en ese mismo momento.

Pero no, en vez de eso la mano que me acaricia se suelta de pronto y siento como punza la punta de mi extensión, voy a reclamar, pero veo cómo se lleva aquella mano hasta la boca y mientras me mira saca la lengua, esa misma que antes ha recorrido mi boca hasta el fondo del fondo, esa misma entra en contacto con la piel de su palma y se desliza coqueta dejando una gruesa capa de saliva, como una película de ese néctar exquisito, todo bajo mi atenta mirada.

Llega hasta la última falange de sus dedos y se mira. Vuelve a repetir el acto, retándome con la mirada, haciéndome entender que puede calcinarme en cualquier momento, no importa si yo desaparezco en sus llamas eternas.

Entonces lleva esa mano a trabajar nuevamente mi virilidad que le desea más que nada, entonces el sonido de la saliva en su mano y el constante sube y baja, además de la divina y surrealista sensación me sacan un ronco gemido. Mis respiraciones se hacen tan fuertes que parecen constantes jadeos, encojo mis hombros, un poco atemorizado por la sensación que tensa mis músculos, que me deja con la cara hecha un desastre de lujuria.

-          Mar… ¡Ahhh! ¡Marco! Nng… amm… yo no… no pue… - Esto es algo que nunca me había ocurrido, el tiritar de mis piernas, los espasmos del resto de mi cuerpo, las ganas de retorcerse en la silla, los sonidos que no se pueden contener, la revolución de mi sangre, las ganas de venirse en cualquier momento, todo eso ni las mejores fantasías me habían consumido tanto como este momento.

Él sonríe, sabe que está haciendo algo que no debería, pero desde aquella vez en que fui a su departamento que las cosas no han sido iguales, tal vez esto no es más que su deseo explotando, urgiendo dentro suyo por tomarme.

Es tan seductor, tanto… y lo es aún más cuando lleva su boca hasta donde su mano se mueve frenética.

Sólo necesito que sus labios esponjosos toquen mi glande, que éstos se abran como compuertas al cielo y que me engulla de un solo bocado, sólo necesito un segundo de acariciarle la voz con el vértice que forma mi angulación, sólo un poco de tiempo con esa boca ardiente engulléndome como para darle una caricia al diablo y una bofetada a dios.

Mi cuerpo se tensa de tal forma que mi espalda no lo soporta y se contornea sobre el respaldo de la silla, la sangre vuelta lava se cuela por todo mi cuerpo, mi cabeza da vueltas, y lleno su boca con la semilla que casi quema mi miembro al dispararla. Un hilo de saliva cae de mi boca junto con una que otra lagrimita.

Él lentamente se separa de mí, parece como si entre su boca y mi miembro existiera una gran telaraña, peor aún porque no cierra la boca sino que deja que desde su lengua caiga el resto del líquido blanquecino hasta el suelo. Ahora recién me doy cuenta que sus manos, en el momento en que me soltaron, habían estampado contra el suelo y que su posición ya no era en cuclillas si no que en un cuatro perfecto.

Marco tiene la respiración acelerada, pero yo jadeaba extasiado.

-          Yo… - Dije mientras, limpiándose, me lanzaba una mirada aun lujuriosa.

Cierro la boca y no pienso volverla a abrir, siento cómo los colores se me suben al rostro, Marco por su parte mira su reloj.

-          Aún quedan dos minutos de receso… - Dijo levantándose.

Yo quedé fundido con la silla al verle. Tenía entre sus pantalones un enorme bulto que hizo que mi boca salivara. ¿Y si solo me dejase tocarlo, tomarlo con mi boca, si solo me tomase él a mí?

Se agacha para agarrar su maletín, con su mano aún se limpia y de vez en cuando se relame. No sé ni qué hacer, no sé cómo actuar. En cualquier momento uno de mis compañeros puede entrar a la sala y verme con mi amiguito afuera, con el profesor limpiándose la boca y el piso lleno de semen.

Me arreglo lo más rápido que puedo. Recién en ese momento me entero de que tengo el cuerpo algo sudado, él por su parte me pasa un pañuelo sin decir nada.

-          Marco… - Digo aceptando el trozo de tela, necesito una explicación, pero no sé cómo pedirla. Me inclino ligeramente para limpiar el suelo, tal vez así sin mirarle me la dé.

-          Lo siento, Ace… - Susurra, más para sí mismo que para mí. Sé que debe sentirse algo culpable, después de todo la imagen de buen profesor que siempre mantenía en la escuela se había ido al caño en solo unos minutos.

Entonces guardo el silencio debido. Marco podía hacerme sentir muy mal a veces, pero no era desconsiderado, es eso lo que me dolía en el alma, que me tratase con tanta delicadeza. Ahora él necesita que le traten con consideración, no es normal esta situación y lo comprendo.

Sin embargo, no puedo evitar no sentirme como si me hubiesen dado una paliza. Mi estómago sentía que quería echar fuera todo dentro de sí, y solo bastó una mísera disculpa de su parte, porque sé que se arrepiente de esto, porque, aunque ya está el piso limpio sigo refregando el pañuelito, porque él se da vuelta y comienza a caminar a la salida, porque siento que las lágrimas ya no serán de placer cuando las suelte, porque el sudor de mi nuca hace que sienta con más fuerza el hielo de su mirada.

-          Hoy… - Dijo antes de salir de la sala, yo por mi parte ni quiero levantarme a devolverle la tela entre mis manos. – Hoy salgo a las seis… ¿Podrías esperarme? Si no, necesito que vayas a mi departamento…

Siento que el dolor me recorre, me envenena y si antes tiritaba de placer comienzo a tiritar de rabia, aprieto los dientes antes de contestar:

-          Si vas a botarme… Hazlo ahora…

Me siento ridículo, primero porque no hay nada que botar porque no somos nada, solo un profesor, solo un alumno, solo estamos aquí por desgracia, o tal vez dependiendo de su respuesta por fortuna. Y segundo, no puedo exigirle nada, si él quiere puede dejar de hablarme, no tengo nada que me afirme a su vida, mis cuerdas no alcanzan a atajar la cubierta de su barco, es por eso que nado junto a él, para saber si algún día me tira un bote salvavidas.

-          No… - Murmura nuevamente, solo que estando tan lejos no alcanzo a escucharlo bien. Levanto mi mirada y él se encuentra en el umbral de la puerta afirmándola con fuerza, no me mira si no que mantiene su cabeza gacha, siento hasta pena, es la primera vez que le veo perder tanto la compostura. Algo dentro de mí se siente romper como cristal. Me consumo como una vela. – Es todo lo contrario…

Mi alma frena el curso de su pena para dejarme pasmado. Él se da vuelta:

-          Sólo ven…

Dicho eso sale de la sala, dejándome solo de nuevo, dejándome con el corazón sacándose la cuerda del cuello y bajándose de la silla de la que tenía pensado saltar si es que Marco respondía que ya no quería nada conmigo.

Hace unos días también me dejó solo en un departamento frío, y como ese mismo día quedé de la misma forma. Deseando un beso, uno que confirmase que lo que estoy viviendo es real.

Antes de salir corriendo hacia la puerta me doy una bofetada que resuena en la sala vacía. Es grato confirmar que no se está soñando.

Afuera solo puedo ver a los chicos entrando a sus salas, a los compañeros de mi propio curso llegando, él desapareció entra las masas, como una rosa se pierde en el mar cuando se arroja en memoria de un ahogado.

Duele… mi pecho duele incluso más que aquella vez… Sólo que ahora el dolor es tan placentero que me falta la voz para susurrar:

-          Iré…

Esto que siento. (Marco)

 

Tengo que salir corriendo porque el aire de aquella sala me asfixia.

Me asfixia su aroma, me asfixia su presencia, esa aura que me deja con el alma prendida de un hilo, que me atrapa por la corbata de tal forma que tengo que aflojarla.

Las ventanas me dan mi reflejo entre un mar de muchachitos, ninguno tan preciado como aquel que dejé en ese salón. En ese reflejo se reconoce su olor haciendo mella a mi alrededor, como si me hubiese quedado con esta maldición persiguiéndome. El cielo se oscurece y recoge su imagen en mis ojos, porque se esconde en mi orgullo y en el suyo, porque es mi figura intangible, incalculable, inquebrantable.

Estoy perdiendo la cordura, esa a la que tanto me he aferrado pero que desde que le conozco se ha desbaratado, desde que me atreví a poner mis ansias en ver esa preciosa sonrisa cada día, desde que sé que a pesar de ello le hago daño.

En las ventanas se ve mi reflejo, pero yo sólo le veo a él, me he convertido en un amasijo de sentimientos destinados a él.

Es sólo un niño, no podrá entender esta pasión tan honda, tan destinada, tan lenta. No puedo continuar efectuando los actos que acabo de hacer… él no comprenderá que estoy aferrándome al acantilado con las uñas para no terminar estampándome contra las rocas, aunque cabe la posibilidad que mi sentido sea el perfecto y armonioso, puede que mi destino sea el agua, me hundiré una vez la toque y en el fondo encontraré, con suerte, sus brazos pequeños.

No es como si pudiese darme el lujo de verle como un niño, no puedo hacerlo, porque después de meter en mi boca la extensión de su anatomía he comprendido que está más que crecido, al escuchar su voz ronca y a veces grave sé que no es para nada un niño, pero no puedo pedirle que comprenda.

Al principio, he de decir que para mí no era más que un mocoso malcriado que quería molestar, como esos chicos que están acostumbrados a obtener cualquier cosa que quiere. Sin embargo, sólo me bastó unos meses de su constante persecución, ya que no era mi alumno, que terminé dándome cuenta que era una persona bastante curiosa y para nada como me lo pensé.

De a poco se fue internalizado en mi vida, volviéndose una parte tan importante, y es que no podía evitarlo, a su alrededor ese aroma tan dulce, tan exquisito, tan incitador… De a poco me he hecho tan adicto a sus besos, lo único que me permito robarle hasta el momento.

Sé que puede sonar un tanto contradictorio de mi parte, pero no puedo permitirme estos deslices, aunque ya mi ser esta hirviendo por un poco de su calor, por una imagen más.

 

Me asfixia este lugar, me asfixia saber que mi próxima hora está libre, que hubiese sido fácil pedirle que me siguiese, que se saltase su próxima clase, que se olvidara del mundo y terminar haciéndolo mío.

Hace mucho que quiero hacerlo, pero está mal, mal, muy mal… Siento que algo dentro de mí esta por romperse, por friccionarse, por hacerse insoportablemente ardiente, como si con sus manos me tocase el corazón.

No debo, no debí siquiera perder la cabeza, pero llevaba toda la clase mirándome con esos ojos tan grandes, tan profundos, comiéndome con la mirada.

¿Qué más hacer cuando sabes que te desean con tanta fuerza? ¿Cómo actuar cuando me prometen horizontes de niebla?

Me siento tan culpable. Tanto que ni se dónde irme… tal vez a la azotea.

Avanzo con la imagen de aquel lugar casi prohibido para los alumnos, hasta ahora solo he visto a Ace y a uno que otro de sus amigos allí, siempre está bastante vacío, las rejillas a los bordes que apoyan el peso de tanto estrés, los susurros de las brisas gélidas de estos días, los pájaros que se asoman y vuelan hacia un horizonte que promete una mejor estancia, los amigos que se olvidan, que se suicidan, mis amargos sentimientos que se esfuman con el humo de los cigarros que aprovecho de fumarme solo, completamente solo, allí donde mi mente no piensa.

Es extraño, no deberíamos tener esta relación, ni siquiera debí sucumbir a sus sensuales y sutiles insinuaciones, pero siempre que me mira con esa carita pidiendo algo más que solo un beso, algo más que esta relación vacía que tenemos, pierdo el sentido del mundo.

Y es que me da miedo revelarme a Ace, como si de pronto con sus actos inocentes, algo impetuosos e impredecibles, ni siquiera necesite de un gran maso como para romper fortaleza de cristal cercando mi corazón, para traspasar mi alma. Simplemente se coló entre las partículas de vidrio.

Sin embargo, mientras más pienso en él, más me acuerdo cómo cada cosita que hace me dan ganas de abalanzármele encima y hacerle lo que hasta el peor de los pervertidos tiene prohibido.

Mi respiración es tan fuerte cuando al fin encuentro el camino hasta la azotea, allí donde el aire se llevará cada gramo de mi lujuria; eso espero, que me faltan pies para caminar más rápido, con más ansias. Mi cuerpo tiene sed de un poco de cordura.

Quiero llegar a la meta, pero hace mucho que perdí su combustible y ahora solo es mi mente quien empuja sus piernas hasta la banda deseada, soy impulsado por un malsano proceso de terquedad, un obstinado con vocación de perezoso.

Cuando por fin mis pasos atraviesan la ansiada meta y subo por fin las escaleras que llevan a aquella puerta que ha observado tantos de nuestros besos, comprendo que mi cuerpo me ha llevado ahí con una sola razón y es que tan sólo estar allí me tienta, me desarma, hace que el endurecimiento en mi entrepierna de un respingo alegre, como si dijese “tócame”.

Entonces me doy cuenta demasiado tarde, mis movimientos frenan antes de abrir la puerta en el pequeño pasillo, allí el recuerdo de su aroma, de su sabor, de su rostro, de su voz, de sus ojos, de su cuerpo imitando a una hojita atrapada por una brisa me captura, como si su fantasma estuviese esperándome, a mí, la mosca, para que cayese en su telaraña.

Parezco paralizado por la culpa y la codicia. Cuando mis manos se dirigen a mis pantalones en vez de hacer el camino hasta los bolsillos donde tengo el cigarro que pensaba fumar en silencio, en el frío para calmarme; éstas en cambio hacen un extraño viraje y solas, tomadas por una enfermiza necesidad, se posan delicadas sobre aquello que pide ayuda dentro de la tela.

“Marco…”

Su voz resuena en mi cabeza, ese gemido tan delicioso llamando a mi nombre, dibujando mi lascivia en el aire, como si hubiese tomado una lata de pintura y hubiese pintado partículas de oxígeno.

La gravedad, a la que tanto respeto, me juega entonces una mala pasada, mis piernas se sienten tan pesadas, como si estuviesen hechas de plomo y a pesar de eso tiritan como investidas de un temblor sin soporte, como si ya de plano la base fuese la que falla y la que quiere que me derrumbe.

Allí en ese rincón oscuro, oculto, sereno; allí me refugio. Tomo la infinita soledad de ese pasillo como último reducto de cordura, pero en vez de eso el lugar se vuelve a llenar con el sonido de su voz, con esas vibraciones ligeras que erizan mi piel. Mi espalda toca la pared más alejada y más sumida en las tinieblas, no vaya a ser que por despreocupado me terminen pillando y por mucho que un alumno no debería estar a estas horas por estos lugares, simplemente el hecho de que me estuviese tocando en la escuela siendo profesor sería más grave que cualquier falta de un muchachito curioso.

Más allá suena la campana que anuncia que definitivamente ha terminado el receso, en cambio para mí me da paso al toqueteo de mis manos indecentes, como el pitido del comienzo de la carrera, solo que esta vez en vez de correr físicamente es mi placer quien avanza animado.

“Marco… Marco… Marco…”.

Sin pudor desabrocho mi cinturón para que mis manos entren sin culpa y me toquen, me hagan delirar. De fondo sus gemidos se hacen cada vez más fuertes, entonces mi mente fantasiosa le sueña sobre mi cuerpo, acomodando su deliciosa y moldeada anatomía, arrodillándose frente a mí, dejando su cara cerca de mi bulto concupiscente, bajando hasta que su boquita incandescente se destinase a besar mi miembro, a lamerlo tranquilamente, a mirarme con esos ojos que, como agujero negro, absorben mi vida.

Mis manos en cambio, jugando con la fantasía atrapan mi miembro entre ellas pero no lo sacan de su prisión de tela, sí que simplemente dejan que los pantalones se deslicen entre mis piernas, solo queda la ropa interior que se estira indecente cuando muevo por debajo mis dedos sobre la longitud de mi hombría.

Entonces esa lengua filatélica de jadeos recorre mi miembro desde la base hasta la punta, una, y otra, y otra y otra vez… juega con mi deseo cuando posiciona sus labios sobre mi glande, entonces, como si fuese lápiz éste dibuja la hendidura de su boca.

Es precioso, él lo sabe, cómo sus pozos hondos me dicen que me tire por ellos, que le dé paso a mi incordio.

Caigo en el delirio cuando por fin me encierra en esa boquita aunque solo fuese la punta; succiona, juega con la coronilla como si estuviese deseoso de beber de mí, tanto como yo bebí de él.

Recuerdo el sabor de nuevo, cómo me encendió sentirle llenar mi cavidad bucal, disparar, arder dentro mío. Es por eso que el fantasma de Ace no solo se conforma con la punta y de a poco abre paso a mi miembro en el agujero en su rostro. Puedo sentir cómo cada miembro se tensa de a poco. Esa boca es tan estrecha, tan gloriosa.

Mientras en la realidad me acaricio con algo de brutalidad. Me miro como todo un pervertido; si alguien me viese podría pensar que soy un peligro público, pero mis ojos no ven mi ropa interior, no ven el suelo poco aseado de un lugar tan oculto, no ven las partículas de polvo que viajan de aquí para allá brindando al mundo el reflejo de la luz que les da la puerta, si no que mis ojos ven cómo Ace sube y baja un par de veces antes de hacerme entender que quiere que me mueva contra él.

Lo hago de a poco, meciendo mis caderas mientras su cabeza se balancea. Menos mal estoy afirmado en una pared, porque de otra forma hubiese caído por la delicia de tenerle de esa forma.

Mientras toco su garganta que es en realidad la tela de mis calzoncillos humedecida, siento que la ola de placer recorre mi espina dorsal y le pego una gran estocada que le saca una lagrimita, de esas mismas que se escaparon cuando el placer hizo mella en su complexión, contorneándole.

Mi espalda se curva contra la pared mientras abro la boca para jadear como desesperado. No hay humedad como la que mi mente crea en la boca de aquel fantasma. No hay como el aroma que aún estremece mi cuerpo, no hay calor como el que me sube por las piernas, como el que me nace del centro del pecho.

Mi miembro sale y sale, sus manos tocan mis pelotas como si no hubiese mañana y hasta me dan escalofríos, erizando mi piel; en realidad es una de mis manos quien me acaricia con son pisos, como si no conociera lo que esto significa. En la intimidad de la oscuridad no temo en mostrarle al fantasma de Ace mi más patética cara, esa que se derrite, esa que deja que la saliva se le escurra, esa que se enrojece a pesar de mi tez, esa que arruga ligeramente la nariz de vez en cuando, esa que abre la boca y lame el aire viciado.

Entonces se acelera el vaivén y tengo que agarrar su cabello sedoso e intangible para no ceder, la intensidad no me permite pensar. Sus ojos me piden que acabe, que le dé lo que tanto desea; sus ojos me devoran, quieren lamerme hasta que no quede nada y es que eso mismo parece, que muchas lenguas se enredan a todo mi cuerpo y me despojan de mi último reducto de cordura, tortutan cada centímetro de mi piel.

Finalmente termino corriéndome, soltando un gemido, tensando todo, llegando hasta el fondo de su boca, llenándole, sintiendo que mi cuerpo se combustiona, se libera, pierde masa y vuelve a ser lo que era, el calor de tocar el infierno con las manos se hace insoportable.

Al final termino cediendo y cayendo de trasero al suelo. Exhausto sintiendo mis manos húmedas, llenas e mi propia semilla, entre mis dígitos siento que ésta se estira como una baba, como la muestra de mi propia miseria, mi propio pecado tan preciado. Con la ropa desordenada dejo que el mundo se me escape, ya he decidido crear mi propio mundo, uno que no me juzgue, uno que no se atreva a levantar su sexo en contra de ambos, uno en donde sólo exista él y yo. Ace y yo...

Esto está mal, pero no puedo frenar… está mal... pero ya no me importa.

¿Qué más da? Quiero que él sea mío y no me importan los años que nos separan, no me importa que el mundo diga que está prohibido, yo quiero a Ace, aunque a veces parezca lo contrario. Quiero que sea feliz, quiero hacerle feliz.

No le soltaré jamás, tomare de él hasta lo que no necesite, y cuando se quiera ir soltaré un poco la cuerda que me lanza desde el mar, dejaré que tome la misma barca con que lo subiré a cubierta, a que se pierda en la inmensidad del océano, a buscar otro barco que le de alojo. Por mientras tendré para mí todo lo que pueda, porque, aunque sea un muchachito: él es lo más importante.

-          Ace… Ven hoy…

Notas finales:

WAAAAAA!!!!

¡QUE SE DEN DURO! ¡QUE SE DEN DURO!

Maldito y sensual Marcooooo!!!!! y esúpido y sexy Ace!!!!!! <3<3<3<3<3<3<3

¿¡CUÁNDO RECONTRA MIERDA TENDRÁN SEXO!? ¿¡CUÁNDO!?

Que ya sé!!! más de alguna quiere urgentemente un lemon de ellos!!! pero piensenlo!!! HABRÁ OTRO CAPÍTULO :V (De hecho el lemon venía con este cap pero me hubiese salido como de 10 mil palabras xD)

PERO SON TAN... TAN!!!! HERMOSOS!!!!! *0* no puedo con mi vida y mi fangirlismo :V xD

Pues espero que les haya gustado... En lo personal tuve... muchos conflictos con el capítulo... (Además que lo escribí gran parte en clases mientras mis compañeros dormían de tanto escuchar al profe y su aburrida voz xD)

En fin... De verdad muchas gracias por todos los ánimos que me mandan :3 Son las mejores... sin ustedes no sería nada :3

Espero sus deliciosos reviews!!

Devil~ (~*^*)~


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).