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No lucky? por devilasleep11

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Notas del capitulo:

HOLA MIS PRECIOSURAS!!!

Algunas dirán que soy un fantasma aquí subiendo por fin un capítulo xD

No sé si quiera si darles más excusas por mi pésimo comportamiento como editora, pero esta vez simplemente no tuve el cap hasta ahora...

Espero que llegen a perdonarme ;-;

Siendo bien sinceras he estao de aquí para allá dejando la mente en todos lados aún así espero que les guste como continúa la historia de mis dos amores... que la escribí en los tiempos libres en la U xD

Un poco de sabrosura para sus vidas :V (que de seguro ya tienen mucha pero un poco más no hace daño xD)--->El segundo círculo del infierno de Devil

BUENO, BUENO!!!

QUE COMIENCE EL CAPÍTULO!!!!!

::| Capítulo 10: Somos quienes queremos ser.

 

I.- Cosas de la vida diaria.

 

Las personas, por lo general, tienen una extraña forma de comunicarse.

No son las sílabas que pronuncia una boca con la intensión de transmitir un mensaje. Es otra cosa completamente distinta.

Tal como aquellos dos sentados uno frente al otro; sus amigos ya se han dado cuenta de la diferencia, de la frecuencia de aura que ambos irradian, como una conversación secreta de miradas, gestos y alma.

No había que ser genio para percatarse que algo había cambiado desde el día en que ambos, tanto el muchacho pelirrojo como el de cabello negro como el carbón, habían faltado a clases. Lo que ellos no sabían era que este cambio se venía efectuado hace mucho, abriéndose paso por los muros de acero, derrumbando puentes, construyendo otros.

Estaban sentados al lado de los enormes ventanales del casino. Éstos, por el frío de afuera, estaban ligeramente empañados, y Luffy, que estaba sentado justo al lado del vidrio, dibujaba una que otra tontería mientras reía con Ussop.

Trafalgar Law, que no se enteró del momento en que se convirtió en uno de los miembros de ese salido grupo, estaba sentado junto a Penguin que coqueteaba descaradamente con Killer a su lado; Ace, sentado junto al pelirrojo y frente a Killer de vez en cuando les molestaba o pedía que “no contasen dinero en frente de los pobres”. Más allá se podían apreciar a dos muchachos discutiendo y ofreciéndose pelea mutuamente, una muchacha de cabello anaranjado trató de calmarlos, pero al ver que no le escuchaban, terminó estampando su puño en la mejilla de ambos.

Ante todo ese ruido no se podía comer a gusto por completo, pero qué importaba si resultaba que mientras se llevaba el vaso de jugo a la boca, sus ojos se encontraban con la atenta mirada ambarina, fiera y descomunal, por sobre el borde. Sentía que el cuerpo se le estremecía ligeramente.

Las personas tienen una extraña forma de comunicarse, tan muda, tan intensa, tanto como las ansias le recorrían la columna vertebral a Law mientras sus pupilas saboreaban el saborizante de frambuesa del jugo. No era común esa forma de decirle que le deseaba, que le codiciaba, que no podía esperar la hora en que se encontrasen a solas. Aunque en realidad, desde aquella vez en el metro, solo se habían besado de vez en cuando.

Después de todo estaban pasado demasiado tiempo juntos. Llevaban más de una semana viéndose de vez en cuando, Kid le enviaba mensajes de texto a Law, cosas como: “Estoy aburrido, hagamos algo”, “¿Estás ocupado?”; o simplemente le esperaba después de la escuela para caminar con él hasta donde se encontraba el otro paradero del autobús que le dejaba cerca de su casa, claro que era mucho más tedioso, pero los diez minutos que ello le tomaba eran suficientes como para conversar de cualquier trivialidad.

Cuando devolvió el vaso, el moreno ya no miraba al pelirrojo, si no que dejaba que la mirada de éste le traspasase. Desde ese día parecía que podía morir en cualquier momento cada que sus ojos se encontraban y se daban guiños coquetos, o sus labios se rozaban y se daban abrazos húmedos.

Penguin le miró un poco curioso, era extraño ver ese tipo de sentimiento combustionando el iris plateado y gélido, sin embargo, las masas de hielo que antes navegaban libres por esos ojos ahora eran víctimas del calentamiento corporal.

No sabía si era prudente, pero la curiosidad le estaba matando, las preguntas bullían en su boca de tal forma que hasta a Killer se le hizo evidente las intenciones de su novio.

-          Es mejor no meternos en esto… - Susurró al oído del chico. El calor del aire que se escapaba de cada palabra de la boca del chico de larga cabellera rubia chocó ligeramente contra el lóbulo de su oreja. Se estremeció un poco, pero aún así contestó.

-          Lo sé, pero… quiero saber… - La suave protesta de la luz de sus ojos hizo que Killer casi se le abalanzase encima, además que con la cercanía que tenían era más que fácil llegar y plantarse un beso.

-          Mmm… ¿Qué tal si le pregunto a Kid? De seguro que me contará, si le preguntas a Law no te dirá nada…

El chico del gorro hizo una tierna mueca antes de aceptar la idea de su novio. Y es que lo sabía, si le preguntaba a Trafalgar éste podría omitir información o hasta ignorarle, y así su curiosidad de gato no se vería satisfecha. De la misma forma sabía que Kid era tan callado como una tumba a la hora de hablar de sí mismo, pero si era Killer quien le preguntaba quizá sabría mucho más.

Aunque siendo sinceros, Penguin siempre había tenido esa personalidad un tanto horrorosa y chismosa, no podía evitarlo, es por eso que, el que Killer estuviese tan bien informado de muchas cosas le calmaba las ansias, y el hecho de que al rubio nunca le hubiese molestado esta forma tan particular de obsesionarse con algo del muchacho de gorro, era para él un signo de que había jugado bien las cartas y se enamoraba cada vez más del juego.

La verdad, jugar al amor era lo más divertido que ambos habían podido encontrar, y el hecho de saber que había otros a sus alrededores metidos en el mismo juego, sórdido y a veces incomprensible, era para los novios algo demasiado divertido.

De fondo aún se podía escuchar a Ace palabrear contra los amarracos de los dos chicos en frente suyo, como si una suerte de envidia le recorriese pero no al punto de levantarse indignado e irse, eso sería innecesario e infantil, pero ver cómo se pegaban un banquete de miradas justo en frente de sus narices le encabronaba, así que mantenía su bandeja de almuerzo a un lado junto a la pila de bandejas que ya había devorado, cuatro de ellas, de la misma forma sus dedos tamborileaban la mesa con un sonido casi frenético.

Al tiempo que Luffy le pedía la quinta bandeja que Ace no pudo comer, Kid pegaba con su puño en la mesa y gritaba:

-          ¿Podrías dejar ese molesto ruidito?

A veces a las demás personas se les olvidaba que Kid tenía esa clase de temperamento, ya que últimamente parecía tan calmado, más aun teniendo a Trafalgar tan cerca, hasta pensaron que quizá esa sería la solución a los desplantes de molestia que tenía de vez en cuando el muchacho de ojos ámbar.

-          ¿Qué?...

Law por su lado sintió sorpresa, pero su rostro no la reflejó, él sabía que Kid era algo impulsivo, pero no que se molestaría por cualquier cosa; sin embargo, la mirada fiera en los ojos contrarios fue suficiente como para que ese enfado pasara a la atracción.

Quizá para las personas comunes y corrientes ese tipo de comportamiento era un tanto excesivo y hasta incomprensible, sin embargo, nadie se atrevía a decir nada mientras Kid y Ace se dispusieron a pelear en pleno casino cuando antes parecía que todos se llevaban sumamente bien. Después de todo, eran los desquiciados del colegio.

Trafalgar miraba todo con total atención mientras llevaba una cucharada de su comida a la boca, era la primera vez que les veía darse golpes como si fuesen un par de borrachos que tuvieron una riña en algún bar, sólo que esta vez en vez de golpes mediocres y descoordinados eran certeros y parecían ser bastante dolorosos. No es como si no hubiese visto a Kid pelear antes, pero la forma en cómo todas las mesas a sus alrededores salieron corriendo, la forma en cómo esquivaba y proyectaba su cuerpo a estrellarse contra el chico pecoso y cómo éste a su vez, siendo igual de bueno, le asestaba uno que otro puñetazo como si sus brazos se hubiesen convertido en látigos.

Como su oponente era lo bastante bueno, el cuerpo de Kid se movía de forma exquisita, dibujando músculo tras músculo debajo de su ropa. Ace tampoco estaba mal, la verdad parecía que ambos danzaban eróticamente frente a sus ojos codiciosos, aunque obviamente la piel pálida le atraía mucho más.

Sin embargo, una oscura presencia se hizo notar a la espalda de los jóvenes quienes peleaban. Trafalgar no pudo reconocerla antes que, entre medio de la pelea, Kid hubiese tomado a Ace por la camisa y elevando su cuerpo, dejándolo caer luego sobre la mesa en que comían; una bandeja vacía voló por el rebote del chico pecoso y fue a dar de lleno en la cara del desafortunado Trafalgar Law.

Él, por su parte, vio todo en cámara lenta: cómo la bandeja se elevaba, cómo todos los demás parecían haber desaparecido de su lado hace mucho tiempo, cómo se acercaba el objeto plástico para, sin previo aviso, dar de lleno contra su nariz. Afuera el frío persistía y se aferraba a los vidrios más empañados que nunca. Law vio caer la bandeja desde su cara mientras soltaba la cuchara de su mano izquierda. En ese instante, entre el mareo inicial por el golpe, pudo notar cómo el macizo puño de amor frenaba la pelea con un doble K.O.

II.- De préstamos y tonterías

 

Si a Trafalgar Law le hubiesen advertido antes que ese tipo de cosas solían ocurrir no se encontraría en una situación tan ridícula.

Sus manos con avidez tomaron el vendaje y lo envolvieron en torno al dedo anular y meñique de aquella enorme y nívea mano, los cuales estaban inmovilizados por un par de tablillas pequeñas. Al ver terminado su trabajo resopló a sus adentros.

“Le hubiese quedado mejor si fuese a un hospital, la teoría y la práctica no es igual”

Miró hacia adelante para toparse con esos dos luceros tan brillantes, casi cegadores, como soles en medio de arena blanca. Volvió a resoplar después de que su cuerpo se estremeciera.

Hace sólo unos instantes atrás fue testigo de la pelea más ridícula de toda la escuela. El muchacho que tenía sentado enfrente se había buscado una riña con nada más ni nada menos que su amigo. ¿Por qué? ¿Por un tema relevante en donde el honor de ambos se había visto afectado? Para nada.

Estaban comiendo, Killer y Penguin coqueteaban, Sanji y Zoro discutían de vez en cuando como perros que solo se ladran mientras tienen las correas atadas, Luffy se disponía a comer, Ussop dibujaba en el vaho de la ventana aún, todo perfecto. Pero Ace, frenético y algo celoso, movía una y otra vez los dedos sobre la mesa, y Kid como impaciente que era se molestó de la nada.

Law estaba algo sorprendido, y no era para menos, después de todo él sabía que ellos tenían una fama horrenda en la escuela, pero como nunca se relacionaba con nadie no sabía hasta qué punto estaban locos esos personajes.

Sin embargo, quien le impresionó más fue el director, quien sin miedo puso un alto a la pelea que ni siquiera había durado cinco minutos. Aún recordaba el día en que había también detenido la riña que tuvieron con esos tipos que le llamaron puta.

En ese caso su forma de actuar, obviando los detalles, fue correcta; pero en esta ocasión, cuando agarró a los dos muchachos que aún se tiraban uno que otro golpe, llamándole después, como a aquellos dos, también fue como una gota rebalsando el vaso de su sorpresa.

Trafalgar, hecho una furia, se levantó de su asiento. No solo era inocente, también gracias al par de idiotas le había caído una bandeja en plena cara, humillando así sus reflejos.

Si sólo le hubiesen dicho que este tipo de cosas siempre ocurría, que cuando pasaban era mejor echarse hacia atrás, así cuando el director Garp llegase no le tomaría como miembro de la trifulca; si sólo le hubiesen advertido cuando entró a su aula pidiendo una oportunidad para salir que su mundo se tornaría en un ramillete de ilógicas y desbaratadas escenas, quizá nunca en su vida hubiese tenido que soportar tanta estupidez junta.

Claro, los demás cuando se fueron ya comían y reían en otra mesa mientras por debajo les daban ánimos, los mismos que daban mientras Kid golpeaba o Ace pateaba. No sabía si estaba enfadado; era una sensación extraña, como sentir odio y vergüenza, pero de uno mismo.

 

Se paseó por la blanca enfermería, la cual era tan pequeña que apenas si cabía una camilla, un estante en donde se encontraba el botiquín que se había destinado a buscar nuevamente, rebuscando algo para curar la herida que el muchacho, sentado a los pies de la camilla, tenía en la boca. Había recibido un par de golpes, y con el filo inevitable de sus dientes, se la hizo.

Al abrir el estante en la primera gaveta se podía apreciar un halo claro, era la obvia marca de una taza con café, a este halo le seguía uno más oscuro que era surcado por otros más claros, al fondo detrás de los halos y al lado de lo que parecía ser un chaleco azul marino se encontraba el ansiado botiquín, el cual por el tamaño se podía apreciar que no estaba bien equipado para alguna complicación mayor, pero que servía para una tontería como la que estaba haciendo.

Una vez lo sacó se dirigió de nuevo al frente del muchacho quien lo miraba con atención, con hambre.

Dejó el botiquín a un lado del chico mientras miraba el suelo; si se encontraba con esa mirada áurea antes de mentalizarse, no sabría qué terminaría haciendo, estando allí solos, sin nadie que restrinja la urgencia.

Las baldosas del piso eran blancas, algo menos aseadas que las que estaban en la oficina del director Garp, pero eran blancas al fin y al cabo, sólo que el tiempo se había ensañado con ellas, como la mancha negruzca justo en la esquina de la habitación, o una que otra era de un color distinto, obviamente había sido cambiada.

Se recordó entonces en la oficina de Garp, cosa que aconteció hace solo unos instantes. Mantuvo su mirada siempre en el blanco y pulcro piso, sin levantarla, puesto que en esos momentos a los dos revoltosos de Kid y Ace los regañaban por idiotas. Recordaba la sensación de mareo que tenía, como una premonición.

Ambos parecían algo arrepentidos, aunque si hubiesen sido más niños de seguro se hubieran mostrado las lenguas. Trafalgar por su parte ni sabía qué hacía allí, no tenía nada que ver con el comportamiento de ellos, más que nada era una víctima de sus arrebatos, es por eso que su boca se cerraba con más ganas, esperando que a ambos les diesen un cruel castigo.

De hecho, cuando llamaron a su nombre con aquel tono tan imponente en la voz del director, no pudo evitar una sonrisa retorcida esperando decir algo que hundiese aún más a ese par. Pero por el contrario a lo que pensó hacer, apenas levantó la cabeza un hilo de sangre descendió desde su nariz.

Todos se quedaron mirando unos instantes antes de reaccionar. Kid corrió a ayudar cual príncipe encantador, a su damisela en peligro y Ace se desesperó en su asiento recordando que era su culpa que Law sangrase y que no sabía qué hacer.

Recordaba el alboroto y cómo las voces resonaban en su cabeza aún algo mareada. La verdad no había sentido que el golpe hubiese sido tan fuerte. Fue entonces en un acto de desesperación que Garp ordenó a Kid llevase a Trafalgar hasta la enfermería. Dijo que le contase lo ocurrido a la enfermera Kureha, que ayudara al chico y de paso le viese la mano, que los dos últimos dedos se le comenzaban a hinchar.

Kid entonces corrió con el muchacho en brazos por los pasillos, no literalmente, pero sí parecían almas que se las llevaba el diablo con las prisas. Más de alguien, dentro de las salas, al mirar por la ventana a Kid corriendo como desquiciado arrastrando a Law por la muñeca mientras éste se tomaba de la nariz y le gritaba, estalló en risas.

Lo único bueno de todo era que no habían concluido ningún castigo para nadie, bueno, tal vez para Ace que no los siguió, Trafalgar nunca lo supo en realidad.

Por su parte, Trafalgar estuvo todo ese tiempo conmocionado, parecía como si Kid actuase como una mamá gallina alterada porque a uno de sus polluelos le dolía un ala, lástima que el ala estaba adolorida porque la misma gallina idiota se había sentado encima.

Cuando llegaron a la enfermería la encontraron vacía completamente. Y fue así como comenzó aquella escena tan extraña, ya que Trafalgar tenía leves conocimientos de primeros auxilios enseñados por su supuesto padre, como un curandero que le enseña sus trucos a su aprendiz, así le había aleccionado.

Trafalgar como persona inteligente frenó su propio sangrado sin complicaciones; lo que le traía problemas era el cómo estabilizar los dedos del pelirrojo, que a simple vista parecía que había sufrido nuevamente un esguince.

Destrozó la enfermería buscando estupideces para ayudar a Eustass Kid, después de todo había leído más de un libro sobre medicina clínica y tratamiento de ese tipo de emergencias, sin embargo, una cosa era leerlo y otra practicarlo. Por eso cuando vio la mano mal vendada del pelirrojo le entraron ganas de sacarle el vendaje y hacer todo de nuevo, pero eso solo sería una complicación más para el chico.

Después de todo todavía su cabeza le dolía un poco, sentía como si le hubiesen golpeado con un fierro.

Con lo necesario a mano comenzó a desinfectar las heridas de la boca del pelirrojo sin mirarle aun directamente, en todo el tiempo que llevaban juntos no le había plantado frente a esos ojos.

-          Abre la boca…  - Ordenó el muchacho mientras sumergía una bolita de algodón en una botella de agua oxigenada, tenía la esfera esponjosa afirmada con unas pinzas que antes de usar desinfectó con cuidado.

-          Tsk…

Kid estaba molesto puesto que, a pesar de que Trafalgar estaba tan cerca, a pesar de tenerle atendiéndole cual doctor, éste parecía esquivarle, y es más, esa forma que tenia de hablarle le ponía los pelos de punta de pura rabia. Aun así, abrió la boca, cosa que le dolió ligeramente.

Con Ace era siempre así, a veces eran los mejores amigos de la vida y otras parecían archienemigos jurados. Y es que a Kid, desde que le conocía, le molestaba esa forma tan impaciente que a veces era Ace, tan molesto. A Ace le enardecía que Kid fuese tan impulsivo y bocón. Por ello solo bastaba que uno le gritase al otro para avivar las llamas dentro de cada uno.

Trafalgar comenzó a dar ligeros toquecitos por dentro de la boca del pelirrojo. Aunque hubiese querido, no podía concentrarse, los labios de Kid tan cerca, su boca… qué fácil sería dejar todo a un lado y plantarle un beso, de esos que tanto le encantaban, parecía que podía volverse adicto a sentir sus labios sobre los suyos, si es que no era un adicto ya.

Le molestaba no tener el completo control sobre sí mismo, tener que aguantarse las ganas, tener que hacer vista gorda al cuerpo que se le calentaba de a poco mientras Kid daba ligeros respingos cuando frotaba con rudeza o cuando presionaba muy fuerte.

El moreno tenía la mandíbula apretadísima, sus movimientos eran torpes y hasta se dio cuenta del ligero temblor de sus manos. ¿Qué era esa sensación? Como si se fuese a deshacer, como si se pudiese desarmar, se sintió como un hombre de lego y Kid no era más que un niño con el poder de desbaratar su forma, quebrantarla, como quien agarra unas tijeras y corta tu máscara de cartón a la mitad.

Kid, para Trafalgar, era el remezón de su vida, aquel que le quitaba los pies del suelo. Le encantaba hasta la forma en que su mirada soltaba fuego del infierno cuando se enfadaba, le derretía el sonido de su voz, ese ronco llamado cuando un beso terminaba, casi como un susurro grave que proclamaba “Trafalgar…”. La voz de Kid le gustaba más que las melodías que le llevaban a la conmoción. Las hojas del constante otoño en la mirada del pelirrojo le gustaban más que sentarse en los días nublados y fríos, como aquel, a mirar los árboles mecidos por la brisa gélida.

Es por eso que no importaba lo que hiciese para remediar su situación allí, mientras se encontraba ligeramente inclinado sobre Eustass Kid, tan cerca de él, embriagándose con aquel aroma tan delicioso que expelía.

Era demasiado tentador, provocativo. Tal vez Kid era aún más provocativo que una muchacha en paños menores; aunque todo su cuerpo estuviese cubierto era tan adictivo mirar hacia debajo de vez en cuando y deleitarse con aquello que no se veía, imaginarlo como la escultura de un dios abandonado por la humanidad, como el castigo a los ojos que no pueden tenerle, que no pueden devorarle.

Quiso saber si la mirada que tenía él se parecía a la suya, si es que acaso era la misma codicia la que manchaba su alma o quizá era una más potente, más agresiva.  Levantó la mirada ligeramente, con timidez en un comienzo, para encarar por fin al demonio de tez pálida, único en su especie, de cabello como lenguas de fuego serpenteando hacia arriba.

Aquello que vio le dejó sin aire, el deseo en esa mirada no era normal: no parecía que lo devoraría, ya le había devorado y ahora se relamía los dientes de puro placer, extasiándose con su sabor. Tanta pasión en una sola pupila no era sana, no era sana para su corazón que dio un brinco, y junto a él, su cuerpo, que de pronto se fue en picada contra la herida en la boca tan deseada.

Kid soltó un alarido y alejó a Trafalgar de él. Había sentido que el nocivo acto le mandó una onda de electricidad por la columna expandiéndose por todas sus extremidades, su pupila antes dilatada por la lujuria se contrajo en un milisegundo.

-          Mierda… Ahhh… - Dijo mientras se llevaba la mano a la boca para tapársela, acto que solo le provocó más dolor. Exhaló por entre los dientes produciendo una “S” - ¿Podrías ser más cuidadoso?

Trafalgar le miró por un instante antes de que una venita saltase a su frente. Sintió que el cuerpo le ardía, pero era un ardor diferente, sentía que hervía de enfado, y es que de pronto de querer besarle hasta más no poder pasó a querer molerle a golpes.

-          En vez de decir eso deberías agradecerme que te haya ayudado… - La voz de trafalgar no se levantó, si no que era como el susurro de una venenosa serpiente, en cambio Kid como león rugió a penas terminó esa frase:

-          ¿¡Agradecerte!? Aahh, esta mierda arde… - Murmuró por lo bajo. La cara de demonio enjaulado en cuerpo de hombre hizo que Trafalgar esbozara una sonrisa

-          Sí, aunque ahora me doy cuenta que tomé una mala decisión…

-          ¿Qué?

-          Debí haberte dejado así no más, esperando que se inflamaran más los dedos, que se te infectara la herida de la boca… - Las palabras de Law eran con cierto desprecio, entre que iba hablando, la burlona y sádica sonrisa se fue neutralizando de nuevo volviendo a ser el Trafalgar austero de siempre. Kid por su parte aun no tenía muy incluido en su sistema ese cambio macabro de las expresiones del moreno.

Trafalgar entonces tomó el maletín al lado del pelirrojo quien aprovechó para tomarle del antebrazo con su mano buena, estaba demasiado enfadado, su sangre bullía dentro de cada vaso sanguíneo, estaba a punto de explotar, y lo que era peor, no tenía nada que decirle al moreno de ojos plata.

-          Nadie te pidió nada…

Sus palabras resbalaron desde su boca al suelo en el momento en que Trafalgar las recogía con su palita de desdén. Después de todo el pelirrojo tenía razón, nadie le había pedido que hiciese la gran cosa, por el contrario, esperar a la enfermera era la idea más razonable.

Mordió el interior de su mejilla, impotente ante este nuevo escenario, uno en donde no podía abrir la boca y disparar su veneno contra quien estaba molestándole.

Kid ciertamente era quien se robaba sin previo aviso todos sus primeros, todas sus emociones primigenias y esta era una de ellas, la sensación de perder el control de una discusión, de no poder contestar, de no poder actuar en contra.

El agarre del pelirrojo, aunque era lo suficientemente firme en un inicio como para haberle atraído de a poco, se fue aflojando hasta el punto en que pudo soltarse sin problemas. La mirada que le lanzó Trafalgar fue gélida, tanto, que sintió cómo la coraza que tenía en el corazón y que Trafalgar había derribado ahora volvía a erguirse, rodeando su palpitante órgano, solo que esta vez era una fortaleza de hielo.

Kid no conocía bien a Trafalgar, aun le costaba un montón adivinar hasta qué punto estaba molesto, pero, aunque antes el muchacho se hubiese enfadado con él nunca había soltado escarcha por los ojos, tal vez hasta le había herido.

No pudo evitar sentirse mal consigo mismo, después de todo no quería que Trafalgar se sintiese mal de ninguna forma, no quería hacerle mal, todo lo contrario, quería atesorarlo, como una preciosa joya, no tratarlo como si fuese una delicada dama, si no que atesorar su compañía, sentirse privilegiado de ella.

Siendo sinceros se sentía feliz de que el muchacho moreno le estuviese curando las heridas, hasta se estaba preocupando por él, por la forma en como le había sangrado la nariz, por cómo temblaba su mano al acercarse y desinfectar sus heridas. Había sido un cerdo desconsiderado, pero no había forma de borrar lo que dijo.

Siempre había sido de la misma forma, no creía en los “lo siento” o los “no lo volveré a hacer”, para Eustass Kid eran una pérdida de tiempo, las cosas ya estaban hechas y por mucho que hubiese querido no actuar de cierta forma no tenía en su poder un mágico artefacto que le devolviese hasta el momento en que su boca tomo posesión de la acción.

Miró entonces sus manos mientras Trafalgar llegaba al estante y le daba la espalda, no iba a decir nada y eso era lo que más le preocupaba.

¿Y si todo el camino recorrido, todas las escenas risorias, todo hubiese sido en vano y ahora a quien tantas noches de insomnio le había dedicado había perdido el interés?

Suspiró al ver su mano vendada, a pesar de que al principio los ojos de Trafalgar demostraban lo insatisfecho que estaba con la venda era mucho mejor que el palito de helados y la cinta adhesiva que le puso el paramédico cuando fueron a patinar, de hecho se sentía cálida, como los verdaderos sentimientos que fluían entra ambos cuando él no se comportaba como un idiota.

Trafalgar se movía de aquí allá las cosas en el pequeño estante, como si buscase algo, quizá un escarpelo con el que abrir sus entrañas, quizá simplemente no quería darse la vuelta, lo extraño era que a pesar de todo estaba allí, bien habría podido tomar sus cosas y dejándole solo a que se pudriese.

Quizá… el Trafalgar de hace un tiempo lo hubiese hecho… pero este Trafalgar…

El pensamiento fue aún más cálido que los mismos vendajes en su mano. Llevó la misma hasta la boca injuriosa que vomitó las dagas que habían herido al moreno, la elevó con una gracia sutil, como con solemnidad. Era cierto, Trafalgar había trabajado duro para ayudarle y él en cambio lo único que le destinaba eran insultos.

Besó los vendajes cerrando los ojos, dejando que con el ardor que irradiaban purificase sus malos actos, como si aquello fuese suficiente para redimirse, como quien besa los pies de una virgen, él besaba lo más sagrado.

Quería a Trafalgar, quería que él le viese hacer este tipo de tonterías, quería que solo él supiese de ese lado tan vulnerable. No cambiaría su personalidad y eso estaba claro, árbol que crece chueco cae chueco, pero si era posible podía podar las hojas del árbol, hacer que se viese presentable.

Volvió a suspirar mientras se convencía que iba a tomar la decisión correcta.

-          Trafalgar… - Llamó por lo bajo, tanto que su voz sonó más grave de lo normal, sin embargo, al parecer el muchacho no le había escuchado o tal vez fingía que no, puesto que seguí moviéndose sin girar. – Trafalgar…

Silencio nuevamente. Como si su voz fuese absorbida por el desdén del moreno de ojos de luna.

-          Hey… Trafalgar…

Le llamó una y otra vez, una y otra vez, una y otra vez, hasta que su voz sonó ligeramente quebrada por el ansia de mirarle, que se diese vuelta, porque los movimientos del chico habían parado súbitamente y sus manos se aferraron a la puerta del estante, rasguñando la madera con sus uñas.

¿Por qué Eustass Kid era tan injusto?

-          Trafal…

-          ¿¡Qué!? – Gritó estampando la puerta del estante por fin y dándose la vuelta, enfrentándose al dragón de fuego, a la serpiente venenosa, haciéndole frente a aquello que tanto le temía. Su respiración arrítmica y acelerada hacía que su pecho se expandiese y relajase, cosa que acompañada de ese ligero temblor, de esas mejillas sonrosadas, de su cara de desesperación hicieron al moreno una de las obras de arte más hermosas que los ojos de Kid podrían apreciar.

Los volátiles segundos que siguieron al grito de Trafalgar iban a ser interrumpidos de nuevo por él, sin embargo, antes de que Law si quiera se dignase a abrir la boca Kid se apresuró decir.

-          Me gustas… - No fueron las palabras lo que hizo que el muchacho se estremeciese con violencia, lo que hizo que el enfado se diluyera como tinta de una antigua carta en alcohol fue la brillante sonrisa, algo autosuficiente, que implantó el pelirrojo en su boca, adornando su rostro como flores vacías, irrisorias, dentro de una habitación lúgubre, dándole vida al monocromático de las paredes.

-          … - De apretar con fuerza la mandíbula Law tuvo que morderse el labio inferior para no responder algo de lo que se arrepintiese, las pastillas que tanto le habían costado encontrar en su mano se vieron apretujadas con fuerza, después de todo necesitaba tomar algo que le quitase el dolor de cabeza, pero el pelirrojo al parecer tenía la cura infalible - …ya lo sé

-          Yo te gusto… - La radiante sonrisa de Kid se transformó en una suave mueca en su rostro una curva armoniosa, como si esperase una negación. Desvió la mirada antes de que su afirmación fuese corroborada. Por su parte Trafalgar sintió que el alma se le iba de las manos como pájaro que abandona su nido. Él dejó que volase libre y, como Kid, también desvió la mirada al piso níveo de la enfermería.

-          … Ya lo sabes… - fue un murmullo apenas, pero con el silencio merodeando entre ambos se pudo escuchar perfectamente.

Kid por su parte sintió que el estómago se le pegaba al diafragma en un intento desesperado por salir huyendo de las mariposas que invadían su barriga. ¿Lo sabía? ¿Podía saberlo a ciencia cierta si no salía de la boca que ya había dibujado y desdibujado con la suya?

Las ansias le pudieron al corazón, y volvió a dirigir su mirada al frente, re direccionando sus sentimientos de culpa, degradando la sensación de pérdida. La respuesta le llegó en forma de sonrojo, le llegó en forma de tensión, le llegó en forma de brillo. Ahí estaba escrita, trazada en sus pupilas, era apenas visible, pero si te fijabas bien, allí justo por el surco que formaba el radiado iris de mercurio fundido, se encontraba la confirmación del deseo.

-          Trafalgar… - Volvió a llamarle, esta vez con dulzura, cosa que nunca pensó hacer, cosa que nunca pensó sentir. Él, quien no creía en nada; él, quien se dejaba llevar por el instinto hizo un acto de fe y se aventuró por la senda peligrosa.

-          ¿Ahora qué? – Balbuceó Trafalgar en el instante en que su nombre fue pronunciado. No podía controlarse, sentía que el corazón se le iba a salir por la boca, que Kid podría escuchar sus latidos, como quien le sube el volumen a la radio, el vibrar del aire llevando su nombre fue suficiente para subir la resonancia de ese corazón amurallado.

-          Sé mi novio…

El peligro asechaba detrás de esa frase, pero quería arriesgarse, quien no apuesta nunca tiene posibilidades de ganar una partida. No quería más a lo que estaba destinado a recibir, pero si podía torcerle la mano al destino y éste a su vez le sonreía de vuelta, lo haría, aunque el riesgo de caer en el abismo fuese alto.

Trafalgar en cambió perdió por completo el piso que afirmaba sus pies, tanto así que sintió las piernas sin fuerza, siendo atraídas por la malvada gravedad. ¿Qué decir? ¿Qué hacer? ¿Quedar como idiota enamorado o quedar genial? Su lengua se movió antes de llegar a una solución

-          … Te dije que no me gusta que me den órdenes…

Kid soltó una ligera risa, nada comparado con sus risotadas estruendosas que siempre dejaban a más de alguno mirando extrañado, está en cambio fue, a comparación con sus piernas, ingrávida, incorpórea, pero llena de personalidad.

-          Sé mi novio… - Insistió, como quien no deja que el ángel se fuese, quería ser bendecido, quería un poco de suerte de quien no conocía a qué sabía.

Y es que cuando te propones algo, en algún punto la suerte se apiada de ti, se apiada del aborrecido y muestra su misericordia, y es que a Trafalgar sólo le bastó la insistencia efímera para que su corazón se abriese paso entre la maleza y conquistase por fin lo que le pertenecía.

-          … Está bien…

Notas finales:

DENSE DURO DE UNA BUENA VEZ POR DIOS!!!!!!!!!

ES QUE KID!!! ¿¡COMO PUEDE EXISTIR TANTA PERFECCIÓN EN UN SOLO HOMBRE!? y Law lo sabe y ni se le resiste, es que yo en su lugar ni siquiera me haría la de rogar xD

Lo sabemos xD son perfectos en todo sentido *0*

Ya veo los comentarios diciendo "¿¡qué pasó con Ace!?" Pues para eso tendrán que esperar (no, esta vez no serán mil años xD) el proximo capítulo ya verán como explota mi reprimido demonio interno xD

AY!! PRECIOSURAS!!!

Tengo un sueño horrible... de verdad ni sé como tecleo xD pero el KidLaw me da el poder suficiente para estar aquí xD (acabo de llegar de la U... y aunque sean las 8 de la noche me estoy cayendo sola xD)

En fin yo sé que no ando tan eufrica como siempre... quizá después cuando suba se me queden mil cosas en el tintero que quería comentar xD PERO BUENO...

MUCHAS GRACIAS POR TODAS AQUELLAS QUE ME DAN SU APOYO!!! No saben lo importante que es para mi, porque a veces pareciese que es irrelevante, pero me dan los ánimos para escribir, ya sea solo leyendo o dejando un review... :3 (De hecho es gracis a esta motivación que pude terminar el cap xD)

ESPERO QUE LES HAYA GUSTADO TANTO COMO A MI ESCRIBIENDO!!!

ESPERO SUS DELICIOSOS REVIEWS QUE SIEMPRE ENDULZAN MI ALMA!!!!

Devil (~*^*)~


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