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No lucky? por devilasleep11

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Notas del capitulo:

LO SSSSIIIIEEENTTTOOO!!!

Yo prometiendo subir los sábados, pero ayer no me puse de acuerdo con mi editora y cuando obtube el cap estaba en medio del trabajo y no llegue a casa como hasta las 12:30 de la noche ;-;

En fin xD no sé porque les atosigo con mis penurias xD

QUE VENGA AL FIN EL CAPÍTULO!!! (Aunque sea dedsquiciadamente temprano xD)

 

::| Capítulo 3: "Aprendiendo gustos y molestias..."

 

“Entonces sentí una tremenda opresión en el pecho, una opresión en la que no parecía estar afectado ningún órgano físico, pero era casi asfixiante, insoportable. (...). Quizá ese momento haya sido excepcional, pero de todos modos me sentí vivir. Esa opresión en el pecho significa vivir”. Mario Benedetti, La tregua.

 

1.- Quien la sigue la consigue, el estado es lo de menos.

 

¿Te has puesto a pensar que las mañana son más heladas de lo que crees una vez sales de casa?

Lamentablemente, era esto mismo lo que estaba pensando cierto muchacho de gran envergadura  junto a la estatua de sabe el diablo quien. Se le notaba ciertamente nervioso, como quien espera a la novia en una de las primeras citas; aunque podía parecer eso mismo, no era del todo cierto.

Llevaba unos gruesos guantes de cuero en las manos, que aún sentía congeladas; una chaqueta cerrada hasta el cuello que le tapaba la boca, no tenía mangas, por lo que se notaban las mangas de un grueso chaleco negro debajo.

La piel del gorro de la chaqueta le hacía ligeras cosquillas en las mejillas. Trató de vestirse lo más común del mundo, después de todo, quien estaba esperando lo había pedido explícitamente con un rotundo “Y trata de parecer una persona normal, un día al menos”.

Aunque creía que iba lo más normal del mundo, las cadenas que colgaban de sus vaqueros negros, ya algo desteñidos y rotos, esas boas enormes, no eran para nada lo que las personas dirían de un muchacho normal, si no que, más bien, se veía como la pantomima de un delincuente secular.

Restregó sus manos enguantadas mientras miraba al horizonte, allí por donde podía doblar aquella delgada silueta. Al final sus nerviosas manos fueron a parar dentro de los bolsillos de la chaqueta mientras sus pies adoptaban el mismo nerviosismo, pateando de vez en cuando una piedrecilla cerca de la estatua.

Estaba seguro que ese día sería el de su tan ansiada medicina, el de su tan querida absolución. Trafalgar, por lo que le habían dicho los rumores, no era más que un tipejo molesto y de asquerosa personalidad. No es como si no se hiciese una idea, pero quería grabar en su memoria la maldita personalidad del moreno de ojos plata. Su única meta era por fin sacarse de la cabeza esa fijación espantosa que estaba teniendo con el muchacho; olvidar que algún día estuvo obsesionado con esa fría mirada, con esa sádica sonrisa, con ese brillito infame de las palabras hirientes que pronunciaba sin culpa, aquella boca delirante.

Definitivamente después de ese día estaba decidido a olvidarle, a mandarle al diablo, convencido de que podría encontrar consuelo en un lindo cuerpecito pequeño y frágil, pero resistente, llenar de besos una tersa piel en vez de aquel cuero tostado y sin gracia. Encontraría su redención en un muchachito delicado en algún bar.

-         Llegaste muy temprano, Eustass-ya… - A penas aquella vibración del aire llegó hasta su oído, dándole un tierno besito de realidad, su corazón dio un brinco enorme para comenzar a saltar como becerro desenfrenado.

Se giró rápidamente para que su mirada cayera de lleno contra una enorme mota blanca y negro.

Se desconcertó hasta que vio que, debajo de aquella cosa, estaba la cara de Trafalgar macabramente oscurecida con la visera del gorro blanco moteado que llevaba en ese día de frío.

Algún buen diablo le hizo el favor de que, con aquella prenda, no se le notaran los ojos plata que tan nervioso le tenían. Llevaba puesto un abrigo negro, demasiado largo para su gusto, lo traía abierto; dentro, un chaleco o jersey era tapado por una especie de bufanda muy mullida que parecía la cosa más calentita del mundo.

“Mira quien me decía ‘ven normal’...”, pensó Kid antes de abrir la boca.

-         Me desperté muy temprano.- Fue un tono de voz algo monótono, pero de no ser así, la voz le hubiese flaqueado. A pesar de que el corazón le latía a mil por hora, aun así sus ojos trataban de dar con las orbes gélidas del chico a su lado.

-         Simplemente debías dormirte de nuevo y ya… - comentó Trafalgar con una voz aún más neutra que la del pelirrojo. ¿Qué clase de conversación era esa? Ni siquiera se habían dado un saludo decente.

Kid se le quedó mirando por unos instantes en completo silencio, desvió la cabeza esperando que no tuviese las mejillas rojas. Por su parte Trafalgar no sabía ni qué hacer, al parecer el pelirrojo no se había dado cuenta que él también estaba demasiado temprano allí, aún quedaban como unos quince minutos para la hora acordada.

El estómago de Trafalgar estaba experimentando la sensación extraña de estar completamente ansioso. Eustass Kid se veía como siempre, como un chico demasiado genial y huraño, no había cambiado nada a sus ojos minuciosos. Lamentablemente, que se viese igual no hacía más que tocarle la fibra sensible, dándole esa sensación enternecedora en las entrañas; aquel cosquilleo de ternura que le hacía tener el muchacho de cabello rojo era tan evidente para él como lo era que estaba parado sobre sus dos pies en medio de esa plaza, sintiendo el frío refregarse contra sus mejillas. Apretó con fuerza los dientes y los puños dentro de sus bolsillos.

El pelirrojo murmuró algo, pero con sus emociones y pensamientos distrayéndole, no prestó atención.

-         ¿Qué? - interpeló colocándose de nuevo sobre el piso.

-         Que no pude quedarme dormido de nuevo… Estaba ansioso…

Aquello fue como una bomba para Trafalgar. Por dentro se había acuclillado mientras se le escapaba la risa, ¿quién podría decir que de la boca de un hombre como ese saldría algo tan malditamente tierno?, menos mal que por fuera seguía manteniendo su fachada de tipo aburrido.

-         Vaya - su boca esta vez deformó la serenidad del rostro de Trafalgar al torcerse en una sonrisa cruel -, no sabía que podía provocar eso… lo tendré en cuenta…

Entonces sus ojos fueron testigo de una reacción aún más deliciosa que la del “tierno” Eustass-ya. Este pareció engrifarse como un pequeño gatito, rugió y dio un zarpazo al aire con sus mullidas patitas rojizas. Un pequeño diablito tratando de pincharle con su tridente de hule.

-         ¿¡Te atreves a reírte, maldito cabrón!? - más de una persona se dio la vuelta a verles.

No eran más que un par de amigos jugueteando: el del largo abrigo se reía como si fuese lo último que hiciese en la vida, mientras que el otro le tenía agarrado del pecho ladrándole con  aquella voz estridente que les había llamado la curiosidad.

Todos les veían como un par d amiguitos riendo y jugueteando con un poco de violencia, nadie sabía que, si Kid estuviese realmente enfadado, ya no quedaría nada reconocible del moreno frente a él. Pronto tuvo que soltarle porque esa cercanía que había implantado entre ellos le erizaba la piel. Nadie sabía que Trafalgar nunca en su vida había quebrado su pantalla de chico indiferente, nunca había reído tan fuerte, nunca había siquiera pensado en llamar la atención como lo hacía junto al pelirrojo.

Pero aquel día no quería darle importancia, ni al hecho de que cuando venía de camino le habían robado la cartera, que un perro casi le había orinado encima y que, aunque había llegado temprano, el metro había quedado parado de improviso por desperfectos técnicos y había tenido que irse sin pagar en una micro.

No iba a darle importancia a nada…

No hasta que Kid le agarró de un brazo y se lo llevó a rastras. Ya era suficiente de estar haciendo el tonto; comenzarían con esa cita, con buena o mala suerte, con el día abochornado, con la frecuencia cardiaca a tope, como si el corazón quisiera traspasar al alma.

Ya era hora de irse y comenzar con la verdadera diversión.

 

2.- EL corazón de una cita

 

-         ¿Qué carajos…?

Esas palabras salieron de la boca de Trafalgar sin poder evitarlo.

La tienda se irguió ante sus ojos con esa majestuosidad mal ganada, como si de pronto le saliesen torres desde la nada, como si de pronto un fuerte le elevará, le salvara de sus ojos de catapulta que lanzaban fuego y odio.

A su lado, la sonrisa que iluminaba el rostro del pelirrojo le llenó de ese sentimiento psicópata que a veces invade el cuerpo cada vez que siente sus manos temblar ante la necesidad de enredarse en un cuello indefenso y apretar hasta sentir que la prensa rompe, tritura y mata.

Sin embargo, mantuvo su compostura. No iba a meterse allí, demasiados riesgos, era como querer meter una mano en la boca de un león y esperar a que éste la mantenga abierta hasta que te dé la gana sacarla de su hocico.

Las letras del lugar aún resonaban en sus pupilas aunque tuviese los ojos cerrados: “BAJO 0”. A patinar… Le había llevado a patinar… ¡Y en hielo!

¿Acaso ese idiota no sabía el riesgo que estaban corriendo todas las personas que estaban dentro de ese local? ¿Y si el hielo se rompía a sus pies? ¿Y si producía un accidente de tal magnitud que tuviesen que venir ambulancias? ¿Y si se fracturaba algo? Todas las peores posibilidades se le cruzaron por la cabeza mientras Kid le arrastraba hacia dentro, sólo se fijó que ya no había vuelta atrás cuando el pelirrojo desembolsaba dinero para pagar una hora dentro.

-         Ok… vamos por unos patines.

Pasó por su lado, desinteresado, sin dedicarle una mirada siquiera; si lo hubiese hecho el brillo de odio en los ojos de plata le hubiese dejado congelado por completo.

-         Espera, espera, espera - el pelirrojo se detuvo antes de dirigirse al mesón donde le darían el par de patines que necesitaban -... no voy ponerme esa mierda ni me voy a meter a la pista… - Trató de pronunciar esas palabras lo más calmado posible.

-         ¿Eh? ¿Qué tiene de malo?

¿¡Que qué tenía de malo!?

Se le ocurrieron tantas razones, pero la principal seguía siendo que por donde fuese se sembraba el caos, ¿acaso no lo sabía?

-         ¡Todo! Tú de seguro has escuchado los rumores sobre mí - Se acercó lo suficiente para no armar una extraña escena, aunque no había mucha gente, de todas formas se acercó, porque de no ser así ese idiota no tomaría en serio lo que iba a decir.

-         ¿Rumores? ¿Cuál es tu talla de zapato? - Kid se alejó de Trafalgar nuevamente y éste le siguió con una venita saltándole a la frente.

-         ¿Eh? Bueno, 45… Mira, pensé que lo sabías pero debes escucharme, no es bueno que yo esté aquí...

-         Ajá - exclamó el pelirrojo mientras pedía dos pares de patines. Una muchacha ligeramente alta le entregó ambos pares de color azul y le dijo que podían dejar sus cosas en los casilleros  -... Toma…

Law tomó el calzado con aquel latón que parecía tan frágil debajo de ellos. Fue la gota que rebasó el vaso. Tomó al pelirrojo del cuello y lo arrastró hasta los baños; no había nadie en ellos, y no creía que alguien se metiese, casi todos los muchachos que estaban en el lugar se encontraban patinando, aunque existía la posibilidad de ser pillados infraganti peleando como la parejita de año.

-         ¿Podrías dejar de joderme? - La voz de Trafalgar venía del hórrido averno.

-         Oye, ¿qué te pasa? - De verdad Kid no comprendía por qué Trafalgar actuaba de esa forma tan desesperada, aunque fuese un punto que agregarle a su asquerosa personalidad. Se estaba cabreando, sin embargo, si hubiese sido cualquier imbécil que se atreviera agarrarle así por el cuello le partía la cara de un solo puñetazo.

Suena increíble pero, después de que toda la escuela se enterase de su cita con Trafalgar, le había pedido a sus extraños amigos que le dijeran dónde mierda podría llevar a alguien en una ocasión como aquella. De todas la opciones absurdas que le dieron esta fue la más decente, lástima que solo había salido en forma de broma de la boca de Killer. Sin embargo, Trafalgar Law no pensaba que era una buena opción.

-         Yo…

-         ¿Tú qué? que no aceptaré que no quieras entrar solo porque no te gusta o porque no sabes patinar… - A decir verdad Trafalgar no sabía patinar, y menos en hielo.

-         ¡No es eso! - Sí, en parte si era por eso - No puede ser que no sepas lo que ocurre conmigo… hay cientos de rumores ¿Acaso eres idiota?

-         ¡Hey! ¿Podrías un segundo dejar de insultarme y decirme de una puta buena vez? - Estaba siendo demasiado paciente, cualquiera que le conociese y le viera en aquellos momentos no creería que era Eustass Kid quien habla con Law. Por su parte, Trafalgar apretó los dientes esperando que el enojo se le pasase, y también porque de pronto se vio demasiado cerca del pelirrojo.

-         Yo… - Soltó a Kid y suavizó un poco su tono de voz - atraigo, de alguna loca manera, a la mala suerte…

Kid se le quedó mirando por un momento, pensando que era una broma de mal gusto y que luego torcería la boca en una insana sonrisa. Pero por el contrario, el rostro de Trafalgar se mantuvo tan solemne como lo había estado desde que aquella tonta frase salió de su boca.

Entonces el pelirrojo supo que el muchacho estaba hablando en serio y, como cualquier otro chico idiota de su edad, soltó la carcajada de su vida, tanto así que tuvo que agarrarse la barriga para que dejara de dolerle.

Era simplemente hilarante ¿Mala suerte? ¿Quién podría creer en algo como eso? Y aunque fuese verdad… ¿Qué más daba? ¿Acaso por esa razón no iban a disfrutar de aquella salida?

-         ¡No es para reírse! ¡En serio, mierda! ¡Sólo debí haberme ido y no decirte nada, cabrón! - Vaya que Trafalgar, cuando se enfadaba, tenía una boquita muy sucia. Aun así no movió sus pies para largarse, cosa que conmovió al pelirrojo quien trató de frenar su risa estridente.

-         Bueno, bueno - le faltaba un poco el aliento pero pronto se enderezó y miró directamente a los ojos de Trafalgar -... Y así fuera, ¿qué importa? - Esbozó una sonrisa mientras apoyaba la mano en el hombro contrario. Aunque Trafalgar trató de encontrar algún vestigio de maldad o segunda intención en aquella mueca en el rostro del pelirrojo, la cual hacía que esos ojos fieros resplandeciesen y ardieran, no pudo encontrar nada: estaba limpia, increíblemente. - Si pasa algo malo, estaré ahí, ¿no? Nos pasarán cosas malas hoy a ambos…

Se miraron a dúo. De pronto parecía como si el pelirrojo pudiera billar, pudiese convertirse en cenizas y, con un sólo soplido de la boca de Trafalgar, comenzaría a surcar el aire, lanzando su deliciosa luz por aquel baño mal iluminado.

Vio su rostro en el espejo detrás del pelirrojo, albergando en sus adentros la cara que estaba sonriendo en esos momentos. Era ridículo pero no podía evitarlo, nadie nunca le había invitado a una cita, nunca había sido tan idiota, tan superficial y tan poco convencional; nunca nadie había hecho que su corazón golpeara contra su pecho, nunca.

Esas palabras clichés y cursis rondaron su cabeza al momento de pasar al lado de Kid; este último creyó que el chico estaba molesto, tal vez no debió abrir la boca, a menudo le decían que no sabía escuchar, que a veces lo único necesario era quedarse callado, a veces solo una mirada bastaba, de esas que no tienen nada que temer.

Pero cuando el chico fue hasta uno de los casilleros, sacó los zapatos y los metió, junto con su gorra, dentro del último estante, aquel al lado del rinconcito; le vio acercarse a una de las mesas del lugar y comenzar a ponerse el par de patines azules, de alguna manera se sentía aliviado y le hizo compañía.

Cuando ambos estuvieron listos, se aventuraron a caminar hasta la pista de hielo. Si bien el pelirrojo no tenía mayores complicaciones al andar, era Trafalgar y su caminar extraño el que le preocupaba: era como si pudiese irse de cara al suelo en cualquier momento.

Aún el chico de ojos ámbar no asimilaba la información recibida por el moreno a la hora de entrar por fin al hielo y sentir la piel erizarse. Si sólo hubiese sido el frío del hielo, no hubiese sentido ese golpe de nerviosismo en la boca del estómago, no hubiese existido, allí donde el sexto sentido hace gala de vez en cuando para advertirnos de lo que el raciocinio descarta.

¿Mala suerte?, se preguntó, ¿qué clase de broma era es…?

Tuvo que comerse sus palabras cuando vio a Trafalgar dentro de la pista de hielo. No habían muchas personas, sol una pareja, un tipo que daba brincos exagerados de aquí para allá y un cuarto de la pista que estaba siendo ocupado por un grupo de aprendizaje, solo había niñas en él.

Kid, como si nada, miraba a Trafalgar y sus extraños movimientos. Al inicio sólo se afirmaba de la barandilla que rodeaba la pista junto a los vidrios gruesos, pero ver al pelirrojo patinar como si nada le causó una extraña sensación de reto secreto que aceptó sin más. No supo cuántas veces se soltó de la barandilla y trató de imitar los movimientos de quienes pasaban por su lado, sólo para terminar de nuevo sobre la barandilla con el miedo latente de la caída y la estridente risa del pelirrojo de fondo.

-            ¡Trafalgar!, ven toma – Kid le extendió una mano luego de acercarse a una velocidad impresionante. - No me burlo de ti, pero si quieres te doy una mano…

-            No la necesito… - dijo con un rostro neutro que, en cierta forma, enfadó al pelirrojo.

Tomó el delgado y firme brazo de Trafalgar, sin escuchar los reclamos de éste, ni le tomó importancia al torpe modo de andar del chico a quien arrastraba hacia el centro de la pista.

-            ¡O-oye!  - La voz del moreno detrás suyo le extrañó – ¡Di-dije que no necesito tu ayuda!

Se dio la vuelta, molesto, a punto de soltarle y dejar que se fuese de culo con aquella patética estabilidad. Sin embargo, se topó con esos bellos ojos brillando. No, no brillaban, era agua diáfana que se revolvía, que giraba vertiginosamente para terminar en un remolino cuyo pequeño centro absorbía todas las motas de polvo que en el frío parecían copos de nieve, eran atraídos hacia el centro del remolino de mercurio y cielo.

La  ira desapareció y fue reemplazada por un ligero sonrojo que, gracias a su pálida piel, podía pasar camuflado por la baja temperatura del lugar.

Tomó las manos de Trafalgar entre las suyas, la izquierda en su derecha y viceversa, de modo que estabilizó el constante bamboleo de aquellas piernas larguiruchas y delgadas, parecían un par de varillas. Eso era algo que llamaba mucho su atención, el cuerpo de aquel sujeto podía parecer delgado, sin ningún gramo de grasa que empañara la hermosura de sus músculos moldeados, que hacían de su cuerpo una exquisita fuente de alimento para sus ojos de bestia hambrienta.

-            A veces solo deberías dejar que te ayudara, aunque sea un poquito…

Los héroes y protagonistas siempre piensan que no necesitan ayuda, uno como protagonista de su vida cree y adora aquella idea que implanta aquel adonis-afrodita detrás de una pantalla gigante, aquellos que pueden hacer posible lo imposible. Kid y Law son los protagonistas imperfectos de una historia que se cuenta día a día, segundo a segundo, movimiento tras movimiento.

Sin embargo, tras no tener otra elección, Trafalgar sólo se quedó callado. Aceptó las mano frías del pelirrojo, si tan sólo tuviese puestos los guantes, no estarían así de congeladas, pero los había dejado en los casilleros. Comenzó a seguir los pasos de Kid lentamente, como un pequeño animal que comienza a confiar en su humano.

“Si el chico moreno fuese una chica harían linda pareja, ¿no?”, dijo a lo lejos una chica que había entrado hace sólo unos instantes. Estaban cerca por lo que Law pudo escuchar a la perfección, a ella y a su amiga. No supo si el pelirrojo logró escucharlas también.

“Pero se ven bien igual… ¿No crees?”, dijo la otra. El buen paso que iba teniendo gracias a los labios algo rojos de Kid que procuraban palabras de aliento; ¿ves que si puedes?, aquellas palabritas sueltas que le hacían sentirse bien, aquel sarcasmo entre ambos que, mientras patinaban le sacaba una que otra carcajada o sonrisa.

“Dios, los hombres guapos siempre son de ese estilo”, la conversación continuó pero fuera de la vista del moreno de ojos plata.

¿Así se veían?

Miró al pelirrojo que sostenía con fuerza sus manos ¿O era él quien se aferraba así de fuerte? Aquel rostro huraño, dando instrucciones como si de verdad no pensase del todo en las palabras que salían de su boca. Sintió un dolorcito al comienzo el estómago.

Pero nada le perturbó tanto como el reflejo de ambos en el vidrio que rodeaba la pista.
“Se ven bien”, ”son de ESE estilo”.

La imagen de dos chicos tomados de la mano, peleando o riendo con malicia mientras patinaban por el centro de la pista se grabó en sus pupilas.

“ESE estilo...”

Algo dentro de él latió con fuerza y supo entonces que, aún con el sarcasmo, aún con las risas burlonas de Kid, aún con que aquella salida, no era más que una forma de aliviarse de un dolor en el trasero; se veían como en una cita verdadera, como una pareja.

La imagen fue disipada por una chica que, haciendo gala de sus habilidades, pasó rauda a su lado y luego hizo una pirueta exagerada que impresionó a más de uno. En el fondo se escuchaba uno, dos, tres ¡Salto! ¡Lucia te vi, no saltaste! De fondo Trafalgar escuchaba un pom pom vibrando, como ondas de agua que se esparcían por la pista y el centro era su pecho.

No supo cómo, pero al parecer con la fuerte andadera de la muchacha de la pirueta el hielo tenía una especie de hendidura pequeña en el ya usado bloque bajo sus pies. Los patines de Trafalgar se vieron perturbados por el pequeño, casi nulo, surco en el gélido suelo. Su paso, hasta ese momento normal o controlado, se desestabilizó.

Sólo fueron uno segundos pero pareció que transcurrieron en cámara lenta: Trafalgar, de cierta forma, trató de encontrar refugio y estabilidad en el cuerpo de Eustass, sin embargo, en vez de eso se fue hacia atrás empujando al pelirrojo, quien en vez de caerse salió disparado.

El trasero del moreno le dio un violento beso al hielo, al tiempo que abría los ojos que, por un momento habían apagado su lumbrera. Vio al enorme chico chocando como bola de boliche a sus pinos, al grupo de tiernas niñas que practicaban piruetas y tonterías inservibles en aquel cuarto de pista. ¡Si hasta botó a la instructora haciendo la chusa perfecta!

Trafalgar no pudo evitarlo y soltó una estridente carcajada que fue seguida por la mayoría de la gente que allí se encontraba.

“Nos pasarán cosas malas hoy a ambos…”, citó en su mente las palabras pronunciadas con una sonrisa.

-         Deberías cuidar más lo que dices, Eustass-ya...

 

3.- Las caras del demonio

 

Trafalgar Law caminaba a paso lento, detrás de la enorme espalda del pelirrojo. A pesar del frío éste no llevaba puesto el gorro de su chaqueta.

No pudo evitar sonreír al ver la mano sin guantes que se balanceaba a cada paso que el muchacho daba.

Tenía un leve esguince en el dedo meñique de la mano izquierda, el cual fue tratado a modo provisional con dos bajalenguas y cinta adhesiva por el paramédico del local; también recordaba como había hecho prometer que iría a algún centro de salud a tratarse su lesión.

No podía creer que sólo Eustass Kid hubiese resultado “herido” y ninguno de los niños, ni su instructora, hubiesen recibido rasguño alguno al caérsele encima el armario andante que era el pelirrojo.

Para no volverse a reír, Trafalgar miró al cielo ennegrecido por la noche y las nubes que hasta tapaban la luna. Suspiró contra la bufanda en su cuello al volver la vista al frente.

La había pasado de maravilla, no sólo por  hecho que era divertidísimo ver a aquel chico tan aparentemente genial siendo víctima de las más pequeñas y sórdidas jugarretas de la mala suerte que siempre le acosaba. Como cuando fueron a comer y se le cayó la bebida encima, como cuando por un descuido le habían golpeado en la cabeza con una pelota, al pasar por fuera de un parque, y mil tonterías más que no se atrevía a recordar por un extraño respeto al ego ya herido de un chico valiente de diecisiete años.

Ahora se dirigían al paradero de autobuses; el pelirrojo había insistido en acompañarlo aunque sea hasta dejarle arriba de una de las máquinas de locomoción colectiva que pasase cerca de su casa; después de todo había sido testigo y experimentador de aquella mala suerte que decía tener el chico.

No, no podía negarlo, la había pasado bien, aunque no podía explicarlo con certeza pero si le preguntaban diría que fue divertido.

Sin darse cuenta se encontraron en un pequeño paradero abandonado, aun con el mal estado de aquel panel detrás del inexistente asiento, estaba bien iluminado. A esas horas y con ese frío nadie pasaba por la calle.

Law se encontraba apoyado en el panel repleto de tags y afiches pegados uno sobre otro, cada cual más sacado que el anterior. Justo a su lado podía leer a la perfección el típico “Joan se la come”, o un minúsculo pero legible “pico pal que lee”.

Volvió a suspirar y dirigió su mirada al chico que seguía dándole la espalda, vigilando si el autobús que le servía llegaba o no.

De verdad Law tuvo un extraño y cálido sentimiento de respeto y a la vez compasión.

-         ¿Por qué quisiste salir conmigo, Eustass-ya? - Gracias a que no pasó ningún auto en ese instante su murmullo llegó perfectamente a los oídos del pelirrojo.

No hubo respuesta por un tiempo y Trafalgar creyó que tal vez había preguntado algo estúpido o simplemente no le había escuchado.

-         Porque quería dejar de pensarte… - No se dio la vuelta y para Trafalgar fue imposible saber qué tipo de rostro ponía el chico allí parado. No le conocía, esa sensación le produjo una especie de nudo en la garganta como si la congoja le apretase la laringe.

-         ¿Crees que lo conseguirás?  - Por un momento creyó que gritaría un “¡voltéate!”, pero no fue así, su voz siguió calmada.

Trafalgar bajó la mirada y la dirigió a la punta de sus zapatos, estaba nervioso. ¿Qué esperaba de todo aquello? No se entendía, no era así como siempre actuaba.

Por su parte, Kid sintió que un cuchillo se incrustaba justo en medio de su columna vertebral; más que una incrustación , más que una puñalada era como si se le hubiese abierto un tajo desde el hombro izquierdo, descendiendo hasta el último tramo de su espalda, por la derecha.

Se volteó. La visión del moreno allí apoyado evadiendo su mirada le produjo un desierto en la boca, se le evaporó el corazón; éste, convertido en gas, revoloteó alrededor de aquel cuerpo digno de una fotografía, de esas que se exponen como arte, de seguro sería el centro de atención, era una visión digna de ser plasmada en un retrato, uno que inmortalizara aquella suavidad, aquella bravura, aquella fragilidad disfrazada de olvidos y soledades que quedan bien a los ojos del mundo, esos sedientos de genialidad.

Como muchas otras cosas, aquella visión se grabó a fuego en su memoria. Un tesoro más entre el recuerdo de esa manía de juguetear con los dedos cuando se encontraba algo ansioso y su rostro no acompañaba el sentimiento; como esa forma sutil que tenía de apretar los dientes de vez en cuando; como odiaba el pan; que, aunque parecía un muchacho introvertido, cuando caminaba se erguía como un rey con su corona de cartón y rubíes; que tenía tatuajes en los antebrazos y pensaba hacerse unos en las manos; que le gustaba leer…

Cosas que pudo apreciar durante el almuerzo, al ir al baño, del local donde habían comido, al tener que seguirle cada vez que pasaban por una librería mientras paseaban por la ciudad.

Verle allí, sin que se  enterase como latía su corazón, que éste estaba desbocado, que quería agarrarle y asaltare la boca, besar cada trozo de piel que podía y no podía ver, quería escucharle ronronear al acariciarle, quería susurrarle al oído los misterios que atormentaban su alma  y hacían que perdiera por completo la cordura.

-            Mentiría si dijese que sí… - Soltó de pronto, haciendo que la cabeza de Trafalgar se levantase.

Era tan sincero, y esa misma sinceridad causó un irremediable y pequeño sentimiento de recelo por parte de Trafalgar. Aquellos ojos eran un mar de emociones que se desbordaban, explotaba, elevaban olas y arrasaba con la frágil casucha que Kid había construido para refugiarse de los vendavales. Aquellos ojos destrozaban la casucha a la cual Kid llamaba alma.

-            Deberías decir que sí, Eustass-ya

Eustass mantuvo silencio. Aquella vez sería definitiva, no respondería sí y Law no podía comprenderlo, o más bien, no quería comprender.

Aunque aquellos ojos plata, debajo de todos los sentimientos de rabia, vergüenza y otros que no supo describir, mostraron entonces, ahí en el fondo, un poco de esperanza, un poco de miedo y lo supo: no renunciaría, no estaba en sus manos renunciar.

Se acercó a Trafalgar, no sin antes ver a lo lejos la silueta del autobús, no le importó sin embargo lo más mínimo; cada centímetro que se aproximaba a aquel cuerpo condenadamente sensual se sentía más emocionado, más nervioso y más exquisitamente atraído.

En un par de zancadas  llegó a su lado y se inclinó, fue un movimiento delicado a pesar de la rapidez al ser efectuado. Por un momento, una fracción de segundo, Trafalgar pensó que se abalanzaría a comerle la boca, aun así no se movió, simplemente se quedó paralizado, esperando ese toque singular y extrañamente deseado de los labio rojos por el frío de Eustass Kid.

Y aquel toque llegó, pero no en el lugar que Trafalgar esperaba. Aquellos labios fueron a parar a su mejilla derecha, enfriándose, erizando la piel del resto del cuerpo. Fue un gesto que duró más que el paso de una estrella fugaz, una sensación calculadoramente corta pero que hizo que de pronto los pies del moreno se despegaran del suelo, invirtiendo su mundo.

No podría escapar de aquello; lo supo, y como buen cobarde, lo negó.

Después de eso sólo vio a un calmado pelirrojo parar el autobús alargando el brazo. Una vez que éste paró, miró a Trafalgar esperando a que subiese, el moreno se movió por inercia y una vez arriba la boca del pelirrojo se movió para decir:

-            Debiese decir que sí… pero lo siento, no lo haré.

Cuando Trafalgar iba a hablar el chofer cerró las puertas y comenzó a andar. El chico moreno de ojos plateados observó cómo la presencia del pelirrojo desaparecía y le dejaba allí solo, con el chofer atento a que pagase, y la sensación fría en la mejilla, tan gélida que llegaba a quemar.

Mientras tanto, Eustass Kid arrojó su espalda cansada contra el panel lleno de afiches y se tapó la cara con ambas manos, sintiendo latir el dedo inmovilizado. Sentía su cuerpo arder, fundiendo su corazón. ¿Aquello había nacido de un tonto accidente en la cafetería? ¿En serio?

Aunque ambos estaban desconcertados y acelerados, tuvieron el mismo pensamiento mientras apretujaban la mano sobre sus pechos, en donde un tambor repercutió sin compasión.

 

“¿Qué haré ahora con esto?”

Notas finales:

AAAAAAAAAAAAYYYYYYYY!!!!!! YO MORÍ ESCRIBIENDO ESTE CAPÍTULO xD

Morí de un coma diabético jajajajaja xD

ay es que Kidcito lindo que me dan ganas de agarrarlos y hacer que se besen xD pero que bueno... si podría hacerlo :V PERO NO!!

Amé a Law y su mala suerte, o en su defecto lo yeta que es :V (alguna chilena me entenderá xD), que hasta es contagiosa!!! :O

Pobre Kid y su dedo xD

Ah antes que se mo olvide xD mi linda Kilik creó un grupo en facebook... la verdad es que me siento mega emocionada con ello... aunque aun no hemos hecho nada ni publicado nada xD lol pero espero que se unan y amen el KidLaw junto con nosotras!!!!! C:

ES ESTE :3-----> https://www.facebook.com/groups/452133338308773/?fref=ts (copien y peguen porfa xD)

El segundo círculo del infierno de Devil

En fin espero que les haya gustado leerlo, tanto como a mi escribirlo...

Nos vemos el próximo sábado esta vez si que si :3

 

ESPERO SU REVIEWS!!!!! C.


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