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No lucky? por devilasleep11

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Notas del capitulo:

HOLOOOOO!!!!!!!!!!!!!!!!!!!

Lo sé, lo sé, puede que sea muuuy temprano para actualizar, pero es que si no o hacía ahora no iba a poder en la tarde... Entro a trabajar de tarde hoy por eso :3

En fin, ha sido una semana larga y algo loca xD estuve toda emocionada durante todo tiempo leyendo sus reviews y esperando a que llegase el sábado para actualizar xD

Espero que la continuacipon de esta historia siga agradándoles C: yo por mi parte estoy encantada xD

YA ME DEJO DE TANTA CHÁCHARA!!!

QUE VENGA EL CAPÍTULO!!

 

 ::| Capítulo 2: "¡Bastardo obstinado!"

 

1.- Órdenes

 

Eran las 11:10 exactamente según su reloj, unos cuantos minutos más y el timbre sonaría anunciando el segundo receso del día.

A esa hora, mientras dos gorriones se despabilaban frente la ventana y hacían sus piruetas, las cuales serían la envidia de cualquier aviador experimentado, una sensación extraña le recorrió la espalda.

Trafalgar Law levantó los ojos plateados de su cuaderno y miró por la ventana: a lo lejos el cielo traía nubes esponjosas llenas de malos presentimientos. Se relamió los labios e inspiró fuerte, escuchó un ligero zumbido: algo importante iba a ocurrir, hasta sintió la parte baja de su anatomía encresparse ligeramente, provocando el estremecimiento de su cuerpo, sus puños se cerraron con expectación.

Trafalgar, que creía a toda costa en la biología y en la condición animal del ser humano, probó la sensación que sufre uno de sus pares no domados antes de una catástrofe.

Sin embargo, la sociedad ha domesticado al ser humano, aunque esto sea la paradoja de la vida misma. Law no podía condicionarse como un perro o un delfín, por lo que controló el terrorífico impulso de gritar. Una cuerda fina llamada "conciencia de sí mismo" le apretujó la garganta, y otra cuerda, ya más gruesa, llamada "normalidad" le obligó a mirar de nuevo su cuaderno, mientras que el castigo que simbolizaba alterar su neutra expresión le mantuvo quieto; ningún músculo se contrajo más de lo que en una situación normal de reposo lo está. Por respeto al protocolo de la aceptación social se mantuvo calmado, por más estúpido que se sintiese.

Entonces, cuando el timbre sonó y sus compañeros comenzaron a levantarse, cada uno más apresurado que el otro, fue que escuchó el grito de guerra desde la puerta de la sala de clases.

Solo bastó un ligero murmullo, "¿Law?” “Sí, allí está...", para que en su estómago se implantara la molesta sensación de inquietud.

Se giró después de dejar sus cuadernos bajo la mesa.

-          ¡Tú...! - exclamó el chico que se le acercó desde la puerta en un par de zancadas. En un segundo el enorme cuerpo quedó cerca de su mesa; sus ojos fieros le dejaron sin aliento por unos instantes. Lo supo entonces al  observar cada una de las peculiaridades de aquel sujeto, hasta que llegó a la fina línea en la parte superior del mentón, justo debajo de la nariz, aquella línea algo roja, tal vez por el indiscreto lápiz labial de una fulana o simplemente era el rubor que le dejaba la naturaleza misma como premio, como una sucesión de extrañas cualidades que le hacían ser rápidamente reconocible, más aún con ese cabello rojo, con esos ojos amarillos que hacían que su pupila se viese como un punto triste y algo resentido, con esa piel tan pálida que parecía que se deshiciera con el mínimo roce de la ropa sobre ella. Se vio todo tan claro en ese momento, ahí venían sus problemas en un amasijo de blancura, candor y salvajismo.

El muchacho respiraba con fuerza, casi como si el aire no le bastara para satisfacer a su enorme cuerpo. Trafalgar estaba hipnotizado por sus ojos, como los de un gato mirando una bola de estambre o un oscilante juguete.

-         ¿Qué te trae por aquí, Eustass-ya? - Dijo en un suspiro cansado, aguardando a que el chico en cualquier momento le agarrara por la camisa, esperando que sólo no se le ocurriera darle un golpe en la cara; lo peor que podía ocurrir era que ese animal enjaulado le rompiese el tabique de la nariz. Después de todo, los rumores que habían comenzado sobre ellos dos luego de ese accidental beso en el casino de la escuela no eran para nada agradables.

Ya un grupo de curiosos, por no decir que casi todo su curso, se había aglomerado en la puerta, atentos a lo que venía a hacer el matón y mujeriego Eustass Kid, de la otra clase, con aquel con el que se dio semejante toponazo.

El chico pelirrojo levantó una mano haciendo que, por inercia, Trafalgar cerrara los ojos preparándose para lo peor y haciendo que los demás prestaran completa atención. Como era lo esperado, aquella mano asió la ropa de Trafalgar, pero con una suavidad inesperada, aferrándose ligero como un niño. La mano nívea con las uñas pintadas de un rojo bastante oscuro, casi negro, agarró la parte superior de su brazo, pellizcando sus prendas, mirándole fijamente. Muy pocas veces Trafalgar Law cambiaba su neutra expresión y ésta era una de ellas. Arrugando el entrecejo, sus pupilas escribieron sobre ellas el signo de una pregunta. El silencio reinó hasta que:

-         Sal conmigo…

 

Eustass Kid era un muchacho extraño. Todo el mundo que lo conocía podía decir que era un completo enigma y que, a la vez, era tan simple que llegaba a ser ridículo; pues lo que era más desconcertante es que, todo aquello en que ponía interés terminaba dominándolo a la perfección, consiguiendo cualquier propósito sin esfuerzo alguno.

Pero cada cosa que se decía de su persona no eran más que mentiras de las que sólo le quedaba encontrarle el lado divertido.

¿A qué clase de persona no le costaba conseguir sus deseos?

La verdad es que era un muchacho normal, algo huraño, algo brusco, algo temperamental, pero normal al fin y al cabo.

¿Qué era un mujeriego? Pero si las mujeres en su pasado se podían contar con los dedos de una mano y aun así sobrarían dígitos.

¿Qué era un lunático desquiciado? Si sólo se había metido en unas cuantas peleas algo salvajes. Un par de huesos rotos, un par de sujetos en el hospital, pero en todas y cada una de ellas había sido la mano de los hermanitos D. quien lo metiera en éstas, haciendo de su vida una nube algo alocada y tormentosa. Claro que de esa forma se había hecho de bastantes enemigos y por ende, de muchos más rumores.

¿Que era un idiota sin causa? No es que fuese estúpido, sólo que la escuela lo aburría. No había ningún reto real, no había nada estimulante en leer unas cuantas páginas de un cuaderno y hacer una prueba de la que, al mes siguiente, no recordaría ni a mitad de las cosas. En temas de aplicación era una estrella.

¿Que era distante y frío? En eso no podían estar más equivocados. Siempre había sido de la idea de que cada uno tiene su corazón bien guardado, latiendo en el fondo, bullendo, urgiendo. Pero de tanto que a veces a las personas se les repite la misma historia se termina volviendo real, o por lo menos acercándose a la realidad. Eustass Kid no era distante, ni mucho menos frío, sólo no exageraba las cosas que sabía; sus respuestas eran simples y no le pedía mucho a la vida, no esperaba que las demás personas le retribuyesen, su alma se alimentaba de las casualidades que los demás no sabían apreciar.

Aunque tenía grandes defectos, como el hecho que no podía aceptar una derrota, no aceptaba la cobardía ni la duda; por eso estaba allí, parado frente a Trafalgar Law pidiéndole que aceptara una cita, solo UNA cita, una hora, una conversación, un trocito de su mirada. Puede que no se tome esto como un defecto y es cierto, pero todo lo que se lleva a un extremo no es bueno.

Por su lado, Trafalgar tragó con fuerza y le dedicó una sarcástica mirada.

-         ¿Disculpa? - Su voz salió calmada y algo cruel, agradeció por ello; en el fondo estaba hecho un ovillo sin saber qué hacer con exactitud. Era la primera vez que alguien pronunciaba esas palabras sólo para él. Si alguien le hubiese tomado de las manos se hubiese dado cuenta en ese instante que sudaban ligeramente.

-         ¡Sal conmigo! - Exclamó el pelirrojo acercándose un paso más a Trafalgar quien no podía creer que se atreviera a pronunciar aquellas palabras nuevamente.

Se miraron por unos segundos, explorando cada uno la pupila del otro, ese vacío exquisito en medio de un mar de extraño color. Sólo eso bastó para que a Trafalgar Law se le levantase cada vello del cuerpo, como una extraña electricidad. Por su parte, los murmullos de sus compañeros no demoraron en llegar; “¿¡Era gay!?”, “puta madre, que asco”, “¿No se pudo encontrar otro?”, “qué desperdicio”.

El chico de ojos plateados suspiró con fuerza y, cerrando las ventanas de su alma, se decidió a dejar de pensar y levantarse de una vez por todas. Era cierto, qué desperdicio, cualquiera que sintiese algo por él estaba perdido, sus sentimiento estaban perdidos, el futuro estaba perdido.

Antes de levantarse, de la mochila sacó un libro, pensaba terminarlo en ese receso, después de todo le faltaba realmente poco para hacerlo. Ignoró por completo al enorme chico allí parado, a los murmullos, a todo; controló con maestría su mente y dominó su cuerpo.

Salió de la sala rumbo a su rincón secreto, se puso los audífonos mientras caminaba. Estaba a punto de programar una de sus melodías favoritas cuando escuchó esa voz masculina y potente que le hizo estremecer ligeramente, era un grito autoritario llamando a su nombre, no pudo evitarlo y frenó sus pasos.

-         ¿¡Acaso no has escuchado lo que he dicho!? - Estaba gritando desde el umbral de la puerta. Lo vio al girarse ligeramente: la cara de demonio encolerizado que llevaba era memorable, algo vibró por toda su carne hasta adentrarse en su alma.

Alguna maléfica ninfa invisible torció su boca en una sonrisa cruel mientras se sacaba uno de los audífonos. Sus ojos muertos y fríos parecieron brillar llenos de vida, de diversión, casi de éxtasis.

-         Lo siento, pero… - Exclamó lo suficientemente alto como para que el muchacho oyera a pesar del ruido. Vio cómo en la cara del muchacho se reflejaba su incredulidad y rabia. Trafalgar la sintió más que deliciosa.- Odio que me den órdenes…

Dicho eso se dio vuelta aguantando el increíble gusto que le daría ver cómo las facciones del pelirrojo, enorme y seductor, se desfiguraban al ser humillado.

Tal vez no era mala suerte lo que tenía ese día, después de todo, depende del contexto y la persona. Él estaba disfrutando de ese encuentro alocado, estaba disfrutando del recuerdo de esos labios pidiéndole algo tan absurdo que de seguro no iba en serio, recordando esos labios accidentales sobre los suyos.

Cuando llegó a su lugar reconfortante y oculto del mundo exterior fue que soltó una risita y se sonrojó ligeramente. Vaya broma...

 

2.- ¿Por qué él?

 

Abrió la boca excesivamente y ni siquiera se dio el tiempo de tapar el agujero que se abría en la parte baja de su rostro con una mano; una salada gotita se escurrió desde su lagrimal y empapó ligeramente sus pestañas.

Podía sonar estúpido, pero aquel gesto le pareció conmovedor. Trafalgar Law, como se había enterado que se llamaba el tipo a quien sus ojos seguían atentos, absorbiendo la más mínima esencia de su enigmática presencia, no era para nada un tipo lindo.

Por más que le observara, no podía encontrar nada lindo en él como para respaldar que su corazón diese un ligero brinco cuando, por esas casualidades de la vida, la mirada plateada se posaba sobre su persona, sólo para darse cuenta que no era él el objetivo de aquellos ojos, sino que alguna otra estupidez, cerca suyo, llamaba la atención del pelinegro.

Esa extraña sensación se venía prolongando desde aquella ocasión en el casino de la escuela. Justo un par de mesas más allá cerca de la entrada donde aún en ese horario se podían divisar uno que otro retrasado esperando poder almorzar, allí donde una muchachita botaba descaradamente el envoltorio de un caramelo, ah… ahí había probado los labios que ahora se posaban en la boquilla de una botella de jugo.

No, no podía encontrar nada lindo en el pelinegro, pero se sentía extrañamente atraído, como un animal que queda prendado de una luz láser, parecía una obsesión ridícula, casi desesperante. Mordió el interior de su mejilla antes de tomar una cucharada de arroz en su plato tras recordar cómo le había rechazado.

-         ¡Oh vaya! Kid parece estar más encabronado de lo normal… - Dijo Heat mientras le dedicaba una mirada despreocupada al rubio de
cabello largo a su lado. Éste, a su vez, miró a su amigo de años y llevó su dedo índice hasta el entrecejo arrugado del muchacho que parecía que estaba a punto de hacer un puchero infantil y enfadado.

-         Oye, que si piensas mucho en eso te explotará la cabeza… darle
tantas vueltas no es bueno para alguien que no está tan acostumbrado a pensar… -Dijo haciendo presión en esa arruga que siempre se le formaba a su amigo. Heat no comprendió qué quiso decir el otro con ese comentario, simplemente le miró algo extrañado para luego correrse un poco en la banca y seguir comiendo mientras el pelirrojo le daba la paliza de su vida al rubio por el obvio insulto a su inteligencia.

Cuando tenía su cabeza dorada dolorosamente apretujada contra la superficie de la mesa y éste le rogaba perdón, se dignó a soltarle. El pelirrojo chasqueó la lengua mientras se sentaba lo más cómodo que podía en la banquilla y apoyaba las manos despreocupadamente en la mesa, su ceño seguía fruncido.

Eustass Kid era todo un personaje, todo en ese cuerpo era exuberante y demasiado llamativo, y sus amigos no se quedaban atrás. En su curso estaba Killer y Heat; el primero tenía el cabello largo y rubio, demasiado para el gusto de pelirrojo; el segundo parecía un verdadero muerto viviente, siempre lleno de vendas y esas cicatrices se habían ganado varios gritos de las chicas en la escuela. Haciendo un corto repaso por la vida del chico se puede decir que vivía con su tío: un verdadero lunático, siempre tan enfrascado en sus experimentos como para prestarle atención a su inquieto sobrino. Lo único bueno que podía encontrar de vivir con alguien como ese sujeto era que siempre tenía la oportunidad de arreglar las cosas en casa.

A Eustass Kid le fascina el olor a metal, le agrada escuchar música pesada a todo volumen en los días nublados, gusta de dormir en clases de historia los días lunes luego de haberse ido de fiesta el día anterior. Eustass Kid odia lo subestimación hacia su persona, amigos o sueños.

Es por eso que recordar la forma en cómo fueron tomadas las más sinceras palabras que había pronunciado en días, y que arrojadas a la basura junto con una malvada sonrisa, le hacía hervir la sangre.

La boca de Trafalgar besaba la boquilla de su botella. Kid podía divisar aquella desquiciante sensualidad con la que sus labios se posaban indecentes sobre el borde, la forma deliciosa en cómo al caer el líquido su garganta subía y bajaba. No era lindo… pero era indiscutiblemente sensual.

Tal vez era por eso que tanto le molestara aquellos sentimientos idiotas. Uno puede ver algo lindo, conmoverse y luego acostumbrarse, ignorarlo, o por lo menos él podría acostumbrarse a esas auras casi angelicales que de vez en cuando uno se encuentra por allí por casualidades de la vida. Pero aquella sensualidad innata, esa que no pretendía ser más, esa que se mostraba indiscriminada y desnuda frente a sus ojos, explotando el recuerdo de aquellos finos labios sobre los suyos… No podía simplemente ignorarlo.

Sus dientes mordieron con fuerza la cuchara y luego la tiró a la bandeja ya vacía.

Se levantó con la bandeja en manos. Sus amigos no le siguieron, simplemente dejaron que se levantase y fuese a dejarla y saliese del comedor. No era bueno meterse en la mente de Kid cuando estaba en ese estado de depresión psicópata, como si quisiera asesinar a quien se atreviese a cruzar la mirada con él.

Mientras tanto, el pelirrojo seguía dándole vueltas a su reciente problema. Nunca le había ocurrido algo como eso, era un sentimiento acelerado, fortuito, desembarazado de cualquier otra intensión que no fuese estar junto a esa aura intangible. Era consciente que no estaba especialmente interesado en las muchachas; no era como si el porno convencional le gustase como a sus otros compañeros de clase, ni mucho menos le llamaban a atención esa fragilidad que expelían. Las chicas con las que hablaba por lo general eran rudas y algo bravas, de esas que no se asustaban cuando les lazaba una mirada enfadada.

Sin embargo, aun así no comprendía por qué Trafalgar… No era el tipo de chico que con recurrencia le robaba las miradas. Simplemente no era su tipo, pero aun así, cuando en las noches algo frías en la oscuridad de su cuarto  recordaba de cerca esos ojos plateados, esa piel morena, esa boca dadivosa, no podía evitarlo, su frecuencia cardiaca aumentaba, le sudaban las manos, sentía las mejillas algo calurosas y mil mariposas vomitaban en su estómago provocando esos retorcijones y calambres que le volvían loco.

Sus pensamientos pararon cuando vio a Ace sentado debajo de los membrillos que crecían en el último patio de la escuela. Estaba allí en las bancas rojas, detrás de las cuales pasaba un riachuelo decorado con arbustos y zarzamoras. Aunque estaba muy bien escondido, Kid pudo divisar esa aura ausente que nunca pasaría desapercibida a sus sentidos. Aun sabiendo que era raro no verlo con Luffy gritando a su alrededor, no era por esa razón que tenía aquella mirada perdida y solitaria: algo dentro de él faltaba y eso era el trozo de alma y corazón que habían sido robados hace tanto.

Esas bancas daban de lleno con la última cancha rodeada por una corta pista atlética. A Kid siempre le molestó ese verdor que abrazaba a la escuela, sin embargo, gracias a eso había muchos lugares solitarios en dónde sentarse a pensar, y más a esa hora en donde todos estaban aún almorzando.

Se le acercó y se sentó a su lado, no dijo nada, ni siquiera supo si Ace se había percatado de su presencia. Sabía dónde estaba dirigida su mirada, lo supo desde el momento en que vio ese fulgor en sus pupilas carbonizadas y ese rostro de dolor.

Así se quedaron lo que restó del almuerzo, Kid mirando el partido de Basquetbol, a pleno sol, que se desarrollaba frente a ellos, tratando de no pensar más en esos ojos de hierro y Ace mirando al profesor de Física que jugaba con ese improvisado equipo, dándole un toque profesional al asunto, aquel rubio a quien el mundo conocía como “La piña”.

 

3.- Daft

 

-         ¡Sal conmigo!

-         Maldición… - Susurró mientras dejaba a un lado unos cables para conectar los micrófonos.- ¿Cuántas veces voy a tener que decirte que no te me acerques?

Todos los días en la mañana, antes de comenzar las clases, en la escuela se hacía una especie de acto: por semana le tocaba a algún curso preparar las cosas que hacer durante todas las mañanas. Esa semana le tocaba al curso de Trafalgar y, como él nunca participaba en nada, simplemente dejaron que conectase los micrófonos; por lo que debía llegar temprano todos los días para dejar las cosas ya listas en la tarima.

Era en lo único que con su mala suerte se atrevía a participar, aunque el riesgo de quedar enredado entre los cables y rodar bajo la tarima o de echar a perder algo era bastante alto, pero no iba a ponerse a actuar adelante, no sabiendo que cada compañero estaba prácticamente obligado a participar en algo. Aunque a sus compañeros no les hubiese importado que no hiciese nada.

Aquella mañana estaba tan abochornada, como una advertencia, como un mal augurio. Es por ello que en todo el camino Trafalgar se fue casi como si pisara huevos; increíblemente, en el trayecto a la escuela no le ocurrió nada.

Aunque, antes de que pudiese dar saltos de alegría, se lo topó en la entrada: venía llegando desde la dirección contraria, llevaba puesta  una chaqueta burdeo con la capucha llena de piel negra sintética sobre el uniforme convencional. No lo iba a negar, el tipo tenía un estilo por lo demás enigmático, le gustaba como se veía, tenía ese aire de matón estilero que captaba miradas por donde fuese.

No pudo evitar sentir que el estómago se le subía a la garganta con ganas de echarlo a los pies del pelirrojo, como unas náuseas indescriptibles. Fue como un choque frontal con una enorme muralla. Su felicidad se hizo añicos.

A Kid, sin embargo, le pareció que debía tener la mejor suerte del mundo.

-         No lo haré.- Dijo casi gritando, golpeando la especie de fondo que habían puesto para ambientar el acto de aquel día, era como una pantalla enorme de madera pintada. A Kid casi se le sale el corazón cuando vio que, con aquel golpe, se había desestabilizado, y si no fuese porque alcanzó a atajarla y volver a ponerla tan vertical como se veía en un inicio, hubiesen terminado como papilla. Trafagar se dio la vuelta cuando ya Kid y su gran fuerza había hecho todo el trabajo.

-         Sólo te pido salir conmigo una vez… - Dijo con el aire ligeramente entrecortado, el fondo estaba mucho más pesado de lo que hubiese esperado.- ¡UNA! ¡No es el maldito fin del mundo!

¿Ya cuántas semanas venía pidiendo lo mismo? ¿Unas dos? ¿Dos y media? No sabía. Lo cierto es que ya le tenía harto.

Le mandó un mensaje a su compañero para avisarle que ya había conectado todo, sólo faltaba el micrófono del narrador que estaba detrás del escenario, allí también debía poner uno.

-         Ya te dije que no… - Comenzó a quejarse mientras caminaba hacia la parte de atrás donde había un atril.

Enredó el cable por el delgado fierro negro mientras seguía quejándose de que no sabía por qué le perseguía, que no quería tener nada que ver con Kid, que se fuese, que ya no era un niño, que debía entender.

-         Siempre es lo mismo contigo…  - Dijo por fin dándole la cara a Kid, que seguía a su espadas. Era un maldito armario comparado con él, ese cuerpo era gigante, para nada lindo, para nada delicado, para nada encantador.

-         Pero no me has dado ninguna excusa válida… - Reprochó el pelirrojo, haciendo un puchero inconsciente.

Trafalgar apretó los dientes y apartó la mirada, ese rostro le conmovía, como un cachorro que está siendo regañado, a pesar de esos ojos de demonio enclaustrado, a pesar de esa sonrisa malvada, a pesar de que tenía unos rasgos especialmente intimidantes; cuando le pedía salir, como en esos momentos, se le hacía indiscutiblemente tierno. Tal vez algo iba mal con su vista, después de todo, la verdadera cara de Kid era de encabronado, como si estuviese a punto de golpearlo.

Se dio de nuevo la vuelta viendo mejor el cable en el micrófono; a esa hora ya debía haber llegado mucha gente para el acto matutino, colocándose todos en una fila en donde correspondía su curso. Pero detrás de la enorme pantalla que formaba aquel fondo no se veía nada.

-         Si te digo que sí… Dejaras de molestar ¿Cierto?

-         ¡VES! Sólo me das excusas tontas y no me das ninguna esperanz…. Espera ¿Eh?

-         Dijiste que sólo una, ¿cierto? - Trafalgar casi balbuceaba, ni sabía qué estaba haciendo, pero ya no soportaba el hecho de que le pidiese semejante cosa por todos lados, creando rumores idiotas, haciendo que las miradas de desdén hacia él se intensificarán e hicieran más molestas.

-         Espera… ¿Es una broma o qué? - Kid simplemente no podía creerlo, se quedó con esa cara de póker, esperando a que fuese realmente una broma y que pronto el moreno de ojos plata le dijese con una retorcida sonrisa “¡Claro que es broma! ¿Crees que saldría con alguien como tú?”.

-         ¡Bueno, si no quieres, no! - Bufó molesto, chasqueando la lengua. ¿Quién se creía ese imbécil?

-         ¿Eh?

-         Mira que estaba pensando en realmente decirte que sí… Vete a la mierda… - ¿Por qué de pronto estaba tan enfadado?

-         Espera, espera, espera... ¿De verdad quieres? - Esa cara de incredulidad y estupidez era demasiado enternecedora. Trafagar volvió a apretar con fuerza los dientes.

-         Si con eso me dejas en paz… Entonces creo que es un sí…

-         Oh… ¿Así de simple? - ¡NO ERA LINDO! ¡Definitivamente Eustass Kid no era para nada lindo!

-         Hey, saldré contigo, ¡tendremos una cita! ¿¡Qué más quieres!?

Un carraspeo interrumpió el próximo estallido del indiferente y calmado Trafalgar Law.

La bella silueta de la profesora de historia se dibujó a contraluz, tenía una sonrisita divertida en la boca. Mientras les miraba, en la mente de la mujer Trafagar se volvía un tierno gatito enfurruñado frente a un enorme perro de pelaje rojizo.

-         Lo siento chicos pero… Pronto comenzará el acto.

-         ¿Hah?

Y cayó la desgracia…

Se habían acercado al borde de la pantalla de madera, habían visto a la gente cotorrear, habían escuchado la risita que había soltado la profesora detrás suyo, habían sentido sus mejillas arder de la vergüenza, pidiendo que la tierra se los tragase. Se percataron de todo eso, menos que hace unos instantes atrás el compañero, a quien le había mandado el mensaje abrió súbitamente el micrófono, justo en el momento en que Trafalgar aceptaba con todas sus letras la cita con Eustass Kid.

El día estaba abochornado, como la promesa de algo malo, como si se te pudiese erizar el vello de la nuca, como si caminases sobre un delgado vidrio que amenaza con romperse si das un paso en falso.

Ese día… ambos firmaron su sentencia.

Notas finales:

AAAAAAAAAYYYYYYYYYYY xD

Deoh meoh que si a mi me ocurriese algo como eso juro por dios que me tiro de a canal xD jajajaja xD naah broma, que si me ha tocado hacer el riudículo frente a todas la escuela xD traumas de niñez...

PERO QUE IMPORTA LAW DIJO QUE SI!!!! VAMOS KID!!!! xD

Que ahora solo falta la perverción!!! xD

Bueno ya las dejo xD

Espero que les haya gustado este capítulo... Como a mi me encantó escribirlo y claro a KilikChan editarlo :3 (por cierto gracias por tenerlo antes C:)

ESPERO SUS PRECIOSOS REVIEWS!!!!!!

LES QUIROOOO!!!!!

Devil~ (~*^*)~

 


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